viernes, 27 de noviembre de 2009

MARIANNA PIZZOLATO. Suzuki rossiniana en Les Arts


Hoy nos habla maac en su blog de la próxima ópera que veremos en el Palau de Les Arts, que será la "Madama Butterfly" de Puccini, que se estrenará el próximo 9 de diciembre, en una producción del Teatro Wielki de Varsovia.

Entre los jóvenes intérpretes que participarán encontramos a la mezzosoprano siciliana Marianna Pizzolato, una habitual del Rossini Opera Festival de Pésaro, que interpretará el papel de Suzuki.

Marianna Pizzolato nació en 1977 y comenzó muy joven su formación musical en la población siciliana de Chiusa Sclafani, completando sus estudios en el conservatorio de Palermo. Hizo su debut operístico en la temporada 2002/03 en el papel principal de “Tancredi”de Rossini, en Piacenza.

En 2003 se estrenó en el Rossini Opera Festival de Pésaro, como la Marquesa Melibea en “Il viaggio a Reims”, volviendo en 2004 con “Tancredi", en 2006 con “L'italiana in Algeri“, en 2008 como la Andromaca de “Ermione”y en 2009 como Emma en “Zelmira”.

Aquí podemos escuchar precisamente a Pizzolato como Emma, cantando el aria y cabaletta "Ciel pietoso, ciel clemente" de "Zelmira" de Rossini, en Pésaro el pasado mes de agosto:


video de WWWjuandiegoflorezIT

Entre su repertorio encontramos otros Rossini como “Il barbiere di Siviglia”, “La donna del lago” o “La Cenerentola”. También ha interpretado a Donizetti (“Lucrezia Borgia”, “Maria Stuarda”), Vivaldi (“La Rosmira fedele”, “Orlando furioso”), Monteverdi (“L'incoronazione di Poppea”), Haendel (“Xerxes”, “Fernando, rey de castilla”), o Mozart, de quien interpretó en el Liceu, en 2006, el Annio de “La Clemenza di Tito”, obteniendo unas críticas muy favorables.

Tiene la Pizzolato una voz fresca, de timbre agradable, que controla con un hábil dominio de la técnica, presentando facilidad y precisión en las coloraturas. Según dicen quienes la han visto actuar, luce una poderosa presencia escénica sabiendo dotar de fuerte personalidad los personajes que interpreta, con buenas dotes como actriz.

Veremos como se desenvuelve en un papel como el de Suzuki, que tiene unas exigencias muy diferentes a los personajes rossinianos en los que se ha convertido en una auténtica experta.

Aquí podemos oírla de nuevo cantando a Rossini, esta vez como Malcom de "La Donna del Lago", en "Mura Felici... Elena! Oh tu, che chiamo":


video de stravinskij91

Y, por último, aquí vemos a Marianna Pizzolato en Pésaro el año 2008, como Andromaca, cantando "Mia Delizia", de "Ermione", también de Rossini:


video de WWWjuandiegoflorezIT

domingo, 22 de noviembre de 2009

"APRÉS UN REVE" - Gabriel Fauré


“Le Sommeil” (El Sueño) – Gustave Courbet – 1866 – Musée du Petit Palais - Paris

Gabriel Fauré es una de las grandes figuras de la música francesa, de cuyos valores fue un firme defensor en un momento histórico en que la influencia alemana, especialmente wagneriana, dominaba Europa. En un primer momento, su música es claramente hija del Romanticismo, pero poco a poco irá creando un estilo propio, haciendo evolucionar la música de su país hacia nuevos horizontes, anticipando el impresionismo musical y a figuras como Debussy o Ravel, que culminarán definitivamente la identidad de la música francesa del siglo XX.

Fauré destacó especialmente en el campo de la música más intimista, como las obras para piano o de cámara, pero sobre todo en sus mélodies o canciones, de la cual es considerado como el maestro.

Dentro de ellas, quizás la más conocida sea “Aprés un reve”, compuesta en 1877 sobre un poema de su amigo, el poeta y profesor de canto Romain Bussine, quien a su vez realizó la trascripción de un antiguo poema toscano anónimo.

Se trata de una melodía para voz y piano que forma parte de la Opus 7 del autor, junto con otras dos canciones, “Hymne” y “Barcarolle”. La obra desprende tristeza y melancolía y requiere una interpretación llena de sensibilidad.

Aprés un reve

Dans un sommeil que charmait ton image
je rêvais le bonheur, ardent mirage;
tes yeux étaient plus doux, ta voix pure et sonore,
tu rayonnais comme un ciel éclairé par l'aurore.

Tu m'appelais et je quittais la terre
pour m'enfuir avec toi vers la lumière;
les cieux pour nous, entr'ouvraient leurs nues,
splendeurs inconnues, lueurs divines entrevues...

Hélas! Hélas!, triste réveil des songes!
Je t'appelle, ô nuit, rends-moi tes mensonges;
reviens, reviens radieuse,
reviens, ô nuit mystérieuse!


Después de un sueño

Mientras dormía, atesorando tu imagen,
soñé la dicha, un espejismo ardiente:
Tus ojos eran más dulces, tu voz pura y sonora,
brillabas como un cielo en la claridad de la aurora.

Tú me llamabas y yo dejaba la tierra
para escapar contigo hacia la luz;
los cielos para nosotros entreabrieron sus nubes,
esplendores desconocidos, divinos claroscuros…

¡Ay! ¡Ay! ¡Triste despertar de los sueños!
Te llamo, oh noche, devuélveme tus engaños,
¡regresa, regresa radiante,
regresa, oh noche misteriosa!


Actualmente se pueden encontrar por la red infinidad de versiones de esta obra, para todo tipo de voces e instrumentos. He decidido traer hoy aquí algunas de ellas.

Para empezar la escucharemos en la voz de una soprano, en este caso la francesa Veronique Gens, acompañada al piano por Roger Vignoles:



A continuación, es una mezzosoprano, Nathalie Stutzmann, quien nos seduce con su bellísima voz:

 

Y es ahora un barítono, el francés Gérard Souzay, quien nos presenta su versión del tema:
 

Ahora podemos oírla en la voz del tenor sueco Nicolai Gedda, acompañado al piano por Aldo Cioccolini:

 

Por último, de las infinitas versiones instrumentales que he encontrado (hasta para ocarina), he decidido finalizar con esta para violoncelo en la interpretación del gran Mstilav Rostropovich, acompañado al piano por Alexander Dedukhin:
 

jueves, 19 de noviembre de 2009

LAUREN BACALL. Oscar honorífico


El pasado mes de enero dediqué una de las primeras entradas de este blog a mi admirada Betty Joan Perske, conocida artísticamente como Lauren Bacall, y decía al finalizar: “Sería deseable que, antes de que esta gran Dama del Cine, que ya ha cumplido los 84 años, nos deje para siempre, recibiese en vida el merecido homenaje que se le debe por sus compañeros de profesión”.

Pues bien, el pasado sábado 14 de noviembre le fue entregado a Lauren Bacall el Oscar honorífico a toda su carrera, en esa nueva modalidad llamada Governors Awards, en una ceremonia celebrada en el Hollywood & Highland Center de Los Ángeles.

Junto a ella fueron también premiados otros dos nombres importantísimos de la industria cinematográfica, que merecerían post aparte, como son el productor y director Roger Corman y el director de fotografía Gordon Willis.

Es de agradecer que, finalmente, la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood se haya decidido a ofrecer un reconocimiento público a esta estupenda actriz. Eso sí, el premio llega tarde y mal.

En lugar de realizar la entrega dentro de la Gala anual, que tendrá lugar esta vez el domingo 7 de marzo de 2010 en el Teatro Kodak de Los Ángeles, en lo que siempre suele ser uno de los momentos más emotivos de la noche y que es contemplado en directo por millones de personas, en esta ocasión se ha llevado a cabo en una ceremonia no televisada, casi a escondidas, con la presencia de compañeros y amigos, pero que más parecía una cena de jubilación con regalo de reloj de oro, anécdotas laborales y corbata atada a la frente, que la entrega de un Oscar de Hollywood a toda una leyenda del cine en reconocimiento a su intachable carrera.

Es verdad que casi ninguno (Woody Allen, George C. Scott, Marlon Brando…) de los que se dedican a este mundo le hace ascos al dorado hombrecillo, pero todos sabemos que los premios Oscar son ya más un símbolo y un elemento publicitario que un auténtico indicador de los trabajos más valiosos del año. Siempre es difícil, si no imposible, determinar quién lo ha hecho mejor que ninguno, valorando trabajos muy distintos, con la presión de las distribuidoras para publicitar sus filmes y con otras muchas guerras internas y oscuras razones que mueven este negocio.

Históricamente se han cometido vergonzosas injusticias que luego el tiempo ha puesto en su sitio, y que vistas ahora, en la distancia, sólo provocan la risa. Hay cientos donde elegir, pero baste recordar que “Rocky” le ganó el Oscar a la mejor película a “Taxi Driver”, “Ordinary People” (Gente Corriente) a “Raging Bull” (Toro Salvaje), “Kramer vs. Kramer” a “Apocalypse Now”, o “El mayor espectáculo del mundo” a “The Quiet Man” (El hombre tranquilo).

Pero si algún Oscar tiene sentido es, precisamente, el que se otorga a veteranos profesionales como reconocimiento a toda una carrera, sobre todo en aquellos casos en que no han sido premiados anteriormente por ningún trabajo en concreto. Ya no se trata de decir quién lo ha hecho mejor, sino de agradecer su colaboración a la industria del cine a aquellas personas que han dedicado su vida al noble arte de hacer películas. Por eso, sacar este momento de la Gala principal me parece un insulto que no tiene justificación.

Ahora bien, ellos se lo pierden. En este caso hubiese sido Lauren Bacall quien hubiera dado prestigio a la Gala de la Academia, no al revés.

Bien visto, lo mejor que puede hacer ese día la Bacall es verlo desde casa y reírse de esos colegas mediocres que hoy van de grandes actores y no son más que bolas de botox cacareantes.

Y a la Academia que le den, Betty. Si quieren algo más, ya sabes, que silben, que silben…


video de zegoar

lunes, 16 de noviembre de 2009

"LA SCALA DI SETA" (Gioachino Rossini) - Teatre Martin i Soler - Palau de Les Arts - 15/11/09


Ayer pudimos asistir en la sala Martín y Soler del Palau de Les Arts de Valencia a una excelente representación de ópera, con la producción del ROF de Pésaro de “La Scala di Seta” de Gioachino Rossini, en la que disfrutamos con la espléndida dirección artística de Damiano Michieletto, inmejorablemente reforzada por la adecuada escenografía y vestuario de Paolo Fantin, desarrollándose una puesta en escena original, imaginativa e inteligente que ayudó a engrandecer, sin duda, una obra musical de tono menor del genio de Pésaro.

Como ya comenté en mi anterior post, la escena se desarrolla en un plano de planta arquitectónica a Escala 1.1 del apartamento de Giulia. No sé si será una idiotez mía o la idea del plano a escala tendrá algo que ver con el doble sentido de la palabra “Scala”. El caso es que sobre el plano se dibujan las diferentes estancias del apartamento, el cual carece de paredes y los personajes simulan abrir y cerrar puertas inexistentes o se apoyan sobre muros invisibles, pero el seguimiento de la trama es perfectamente comprensible, favorecido además con el espejo que cierra el escenario, a modo de telón de fondo, en ángulo de 45 grados y permite el seguimiento de la trama incluso por las zonas que no están a la vista, como el jardín (¡magnífica la escena final con los sucesivos personajes reflejados mientras simulan que trepan desde el jardín al tejado y a la ventana de Giulia!). Esa ausencia de cerramientos verticales favorece el seguimiento y dota de agilidad a una historia que juega permanentemente con los malentendidos y que exige la presencia en escena de hasta seis personajes entrando en el apartamento, saliendo o escondiéndose en él.

La farsa se ha trasladado a la actualidad sin perder un ápice de su sentido original, y dibujándose unos personajes de nuestro tiempo plenamente reconocibles para todos, sin que se desvirtúe el libreto, más bien, si me apuran, al contrario.

Es de destacar una dirección de actores cuidada, exhaustiva, que exige muchísima entrega y concentración a los intérpretes, y que ayuda a remarcar el perfil de los diferentes personajes, quienes están en escena en continuo movimiento, y siempre en plena concordancia con la música que se escucha.

Se le podrían criticar ciertos aspectos que coincidirían con los reproches que he efectuado repetidamente a los montajes de La Fura dels Baus, y que he de reconocer que encontré que podrían estar de más. Así, durante la ejecución de la obertura, se abre el telón y los tramoyistas van llenando el escenario vacío con los muebles de las diferentes estancias e incluso colocando a los cantantes en posición. Una propuesta que me pareció muy interesante visualmente, pero que originaba ruidos que molestaban la escucha de la brillante obertura rossiniana. También hubo momentos en que quizás hubiese sido deseable prescindir de tanta sobrecarga de planos de acción, como por ejemplo durante la interpretación del aria de Giulia "Il Mio Ben Sospiro e Chiamo", que se vio acompañada por las risas de un público que estaba casi más pendiente de lo que hacía en la habitación contigua el personaje de Germano que de la delicadeza del canto de Dolores Lahuerta. No obstante, a diferencia de lo que me ocurrió con La Fura, los pros de la propuesta superaron con mucho a los contras.

Pese a ser una ópera en un acto, al igual que ocurrió en Pésaro este verano, se hizo un entreacto, tras el cual el personaje de Blansac sale al escenario frente al telón bajado y comienza a entonar el aria “alle voci dell’amore” (originariamente “alle voci della gloria”). Un aria que, como nos informó en su día Joaquim en su blog, no estaba incluida en la ópera y fue añadida, precisamente, por Alberto Zedda. El que se trate de un aria no incluida por el autor en la trama se soluciona escénicamente de forma inteligentísima, haciendo que comience a cantarse en el proscenio a telón bajado y, cuando éste se abre y durante todo el desarrollo del aria, quienes ocupan el escenario no son los personajes, sino los propios artistas, el personal técnico y los directores escénicos como si hubiesen sido sorprendidos de improviso por la reanudación de la función en pleno descanso, volviendo a retomarse la trama a la finalización del aria.

Si la dirección artística merece un sonoro Bravo, otro tanto hay que decir respecto a la musical. El maestro milanés Alberto Zedda, director artístico del ROF Pésaro y del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, dirigió a los estupendos músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana con enérgica batuta, demostrando su conocimiento de la partitura rossiniana, y dotando a la misma de toda la frescura, agilidad y brío que la farsa requería. Quizás se le pueda reprochar, aunque roce el anatema, no haber controlado en ciertos momentos ese ímpetu para compensar las limitaciones vocales de algunos de sus alumnos solistas.

Dentro de la orquesta, que rindió de nuevo al máximo nivel, es justo destacar el extraordinario papel de José Ramón Martín, quien estuvo impecable en el clave.

Los jóvenes cantantes del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo que actuaban como cantantes solistas derrocharon entrega dramática, sentido escénico y vis cómica. En el ámbito vocal no es momento de hacer reproches con la lupa puesta, ya que se está en proceso de formación y todos ellos tienen mucho tiempo por delante para pulir defectos y potenciar virtudes. Unos más que otros, desde luego.

Sin duda, destacó por méritos propios Dolores Lahuerta, como Giulia, haciendo gala de una voz de soprano lírica de gran volumen, exquisitamente timbrada, con la que afrontó con suficiencia y aparente comodidad las agilidades de la partitura y nos obsequió con unos agudos brillantes y segurísimos. Dramáticamente, como el resto del elenco, estuvo entregadísima, llegando a cantar, por ejemplo, mientras realizaba ejercicios de fitness. Esta mujer tiene un instrumento que precisa, ya mismo, de papeles de mayor envergadura, y estoy convencido de que está llamada a importantes éxitos muy pronto en los principales recintos operísticos.

Respecto al resto del reparto, Hans Ever Mogollón, como Dorvil paso algunos apuros puntuales, aunque tuvo momentos donde lució un buen control del fiato y gran expresividad vocal, y se agradeció que renunciase a los exigentes sobreagudos del aria “Vedrò qual sommo incanto”.

Germano es el personaje conductor de la obra. En esta producción se nos presentó como un criado filipino, y requiere de un cantante con unas grandes dotes para la comedia y con resistencia física. Lluís Martínez cumplió en este sentido sobradamente. Fue de menos a más en sus prestaciones vocales, con una actividad permanente en escena, teniendo que cantar mientras plancha, dobla la ropa, limpia el polvo, cocina… y por si fuera poco hace malabarismos con todo lo que encuentra a su mano (naranjas, rollos de papel higiénico…). Fue interesante escuchar como en los recitativos Martínez recalcaba el acento asiático del personaje.

Ekaterina Metlova compuso una Lucilla descarada y provocativa, desenvolviéndose en escena con una soltura irreprochable. Lució más en los recitativos y las réplicas a Blansac que en su aria “Sento talor nell'anima”. Es poseedora, no obstante, de una materia prima interesante que deberá trabajar más.

Isaac Galán fue un Blansac limitado en el aspecto vocal, pero con un extraordinario comportamiento actoral.

Javier Tomé, como Dormont, cumplió en un papel muy breve y poco agradecido.

El público, con numerosa presencia de gente joven, finalmente llenó la sala, pese al gran número de entradas que quedaban por vender hace apenas un par de días (¿se regalaron a última hora?), y ovacionó largamente el espectáculo ofrecido, con especial intensidad para Dolores Lahuerta, Lluís Martínez, la dirección artística y, sobre todo, el maestro Zedda, quien fue premiado con una lluvia de flores por parte de sus alumnos presentes en la sala.

A destacar también la presencia en primera fila de mi amiga Helga Schmidt, quien no paraba de incorporarse para controlar el foso, ignoro con qué motivo (¿abrir expediente disciplinario al que tocase con desgana o se riese del profesor?), lo que sé es que el pobre señor que estaba tras ella no hacía más que buscar por diestra y siniestra un campo de visión que no fuera obstaculizado por la abultada presencia de la Schmidt. Y a ver quién era el valiente que le decía algo… Si hubiese estado Kynan Johns

Aquí podéis leer la excelente crónica que ha escrito Titus.

Para finalizar podemos escuchar a William Mateuzzi interpretando el aria de Dorvil "Vedrò qual sommo incanto", y este no se come ni una nota:



video de vilaph

miércoles, 11 de noviembre de 2009

ESPERANDO "LA SCALA DI SETA"


El próximo domingo día 15, si Helga no cambia de opinión de aquí a entonces, se estrenará en la Sala Martín y Soler del Palau de Les Arts, la ópera de Gioachino Rossini “La Scala di Seta” (La escala de seda), en una producción de este mismo año del Rossini Opera Festival de Pésaro, con dirección artística de Damiano Michieletto y escenografía y vestuario de Paolo Fantin, que será interpretada por alumnos del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo y la Orquestra de la Comunitat Valenciana, bajo la dirección musical del director artístico del Centre de Perfeccionament, Alberto Zedda, un auténtico experto en Rossini (el día 15), y del muy joven, pero ya reconocido, director madrileño José Miguel Pérez Sierra (el día 18).

Será la primera vez desde su inauguración que el recinto valenciano acoja la representación de una ópera de Rossini. Una deuda que se extendía al repertorio belcantista en general, que este año contará además con la puesta en escena de “Lucia di Lamermoor” de Donizetti.

“La Scala di Seta” es una de las obras de juventud de Giacomo Rossini, quien, en un auténtico frenesí creador, compuso 5 óperas en un plazo de 3 años: “La Cambiale di Matrimonio”, “L’inganno Felice”, “La Scala di Seta”, “L’Occasione fa il ladro” e “Il Signor Bruschino”.

Se trata de una farsa en un acto, con libreto de Giuseppe Maria Foppa, basado en la comedia francesa de François-Antoine-Eugéne de Planard “L'echelle de soie”. Fue estrenada en Venecia el 9 de mayo de 1812, en el Teatro San Moisè, cuando el compositor de Pésaro apenas contaba 20 años.

A continuación, podemos escuchar la Obertura de “La Scala di Seta”, quizás el momento musicalmente más interesante de esta ópera y que, como solía ser habitual en Rossini, utilizaba el compositor para predisponer el ánimo del espectador al tono de la obra. He traído en esta ocasión la versión de la BBC Symphony Ochestra dirigida por Arturo Toscanini:



La trama es un inocente enredo dieciochesco, sin más pretensiones que el puro divertimento. La escena tiene lugar en el apartamento de Giulia, quien se ha casado en secreto con su amado Dorvil sin que lo sepa el tutor de la joven, el viejo Dormont, quien pretende casarla de forma inminente con Blansac, un donjuanesco amigo de Dorvil. Dorvil accede a la habitación de Giulia por las noches mediante una escala de seda que ella cuelga de la ventana y se muestra celoso e intranquilo ante el compromiso de la que ya es su esposa con Blansac, pero Giulia diseña un plan para desbaratar el compromiso, consistente en que Blansac, siempre predispuesto a poner a prueba su capacidad de seducción de las féminas, corteje a su prima Lucilla, la cual se siente atraída por aquél. Para ello contará con la ayuda del tonto criado Germano quien, enamorado de Giulia, acepta colaborar después de que ella le prometa recompensarle. Dorvil intenta desaconsejar a Blansac de su boda con Giulia, haciéndole ver que no le ama y que sólo se casa obligada por el tutor, pero eso motiva aún más a Blansac para conseguir seducir a la joven, y además emplaza a Dorvil a ocultarse para ver como logra el amor de Giulia, a lo que Dorvil accede para comprobar la fidelidad de su esposa.

A partir de ahí se suceden los equívocos y situaciones confusas, centradas sobre todo en el personaje de Germano, que van enredando la trama, aunque finalmente todo se resolverá de forma afortunada.

La producción del ROF Pésaro que se presenta, está ambientada en la actualidad, desarrollándose la acción en un moderno apartamento ubicado sobre un plano de planta arquitectónica del mismo, con un gran espejo que refleja las diferentes estancias. Todas las fotografías que he incluido en el post corresponden a esta producción que se presentó en Pésaro el pasado verano. Y con el vídeo de la grabación íntegra dicha producción finalizo esta entrada.

viernes, 6 de noviembre de 2009

LA PRINCESA Y "LES TROYENS"

"Eneas escapa de Troya" - Federico Barocci - 1598 - Galleria Borghese - Roma

En plena vorágine troyana, y aparcando definitivamente la polémica acerca del abucheo, quería hacer referencia a una figura que resultó clave en el proceso creativo de la ópera “Les Troyens”, como fue la Princesa Carolina de Sayn-Wittgenstein.

Esta mujer culta y amante de las artes tuvo un papel importante en la historia de la música de su época, quizás no directamente, pero sí de forma colateral a través de los artistas con los que se relacionaba y a los que conseguía estimular en su proceso creativo, como Liszt, Wagner o Berlioz.

Carolina Iwanowska nació en Woronice en 1819. De origen polaco, se casó, menor de edad y sin su consentimiento, con el noble ruso Nicolás Sayn-Wittgenstein. En 1847, en Kiev, conoce a Franz Liszt, comenzando dos años después una relación sentimental que duraría hasta la muerte del compositor, aunque no llegarían a casarse al no conseguir la anulación de su primer matrimonio. Fue ella quien motivó a Liszt a dar el salto definitivo de intérprete virtuoso a compositor y quien le animó a ocuparse personalmente de la orquestación de sus obras, además de promocionarle activamente.

Durante una estancia de Héctor Berlioz en Weimar, en la residencia de esta mujer, que él mismo describe en sus Memorias como de fuerte carácter e inteligente y de la que afirma que le brindó todo su apoyo “en sus horas más oscuras”, Sayn-Wittgenstein insistió a Berlioz para que tradujese en una ópera el amor que éste sentía por el mundo antiguo y por la obra de Virgilio, instándole a afrontar el reto pese a las dificultades que pudiese encontrar. La tal Carolina debía ser una hembra de armas tomar y, con una capacidad de convicción envidiable, llegó a decir a Berlioz que si retrocedía ante los obstáculos y era tan débil como para amedrentarse ante la envergadura de la obra, no siendo capaz de enfrentarse a todo por Dido y Casandra, no sería digno de volver por allí y no querría verle nunca más. Estas palabras, confiesa Berlioz, fueron suficientes para él y, nada más volver a París, se puso a trabajar en el libreto y partitura de “Les Troyens”.

Así, en mayo de 1856 comienza Berlioz la creación de su gran ópera, para la que escribe él mismo el libreto basado en los libros segundo y cuarto de “La Eneida” de Virgilio y con notables influencias de Shakespeare.

Berlioz se refiere a su obra como un “Virgilio shakespearizado”. Y efectivamente, el sentido dramático del autor inglés, al que admiraba Berlioz profundamente, gravita sobre la obra y se puede apreciar en diferentes aspectos de la trama, como la imposibilidad de combatir el destino por Eneas, las apariciones fantasmales de Héctor y otros personajes o la composición de la figura de Casandra. Una mujer fuerte a la que quizás la personalidad de Carolina Sayn-Wittgenstein no le fuese tan ajena.

Aquí podemos ver a una de mis Casandras favoritas, Anna Caterina Antonacci, en la producción del Teatro Châtelet de Paris de 2003, en la conmemoración del segundo centenario del nacimiento de Berlioz, en lo que constituyó la primera representación íntegra de la ópera en la capital francesa. Escuchamos el recitativo y aria del Acto I “Les grecs ont disparu... Malhereux roi”, la primera intervención en la obra del personaje de Casandra:



El 12 abril de 1858 finalizó Berlioz la composición de “Les Troyens” tras 2 años de trabajo. En unas cartas dirigidas a la Princesa Sayn-Wittgenstein, Berlioz le reconoce que fue capaz de afrontar el esfuerzo y sucumbir ante tal reto compositivo sólo gracias a ella, a su “estímulo e indulgentes reprobaciones”, y que la ópera no hubiera existido de no ser por ella, por lo que le anuncia que la obra tendrá una doble dedicatoria, a Virgilio y a la propia Princesa Sayn-Wittgenstein.

Por eso he querido, al igual que hizo Berlioz, dedicarle un pequeño y humilde espacio a recordar la figura de esta mujer, gracias a la que muchos años después hemos podido seguir disfrutando de la genial inmensidad de esta composición.

Finalizo esta entrada con Anna Caterina Antonacci, de nuevo como Casandra, esta vez en la última escena del Acto II que finaliza con el suicidio de Casandra y las mujeres troyanas:

domingo, 1 de noviembre de 2009

"LES TROYENS" (Héctor Berlioz) - Palau de les Arts - 31/10/09


Hacer un estreno operístico la noche de Halloween, tiene el riesgo de que la platea y palcos se te pueblen de fantasmas y muertos vivientes, como ocurrió ayer en el Palau de Les Arts de Valencia, que inauguró temporada con el importante reto de poner en escena la colosal ópera de Héctor BerliozLes Troyens”, en una producción propia del coliseo valenciano en colaboración con el Teatro Mariinsky de San Petersburgo y el Teatr Wielki de Varsovia, en lo que, parece ser, supone la primera representación en España de la versión escénica íntegra de la obra.

De entrada, hay que reseñar otra primicia, cual fue que anoche se produjo el primer abucheo de la corta historia de este teatro, dirigido a Carlus Padrissa y La Fura dels Baus, responsables de la puesta en escena y presunta dirección artística de la obra.

La propuesta furera traslada la epopeya troyana a un mundo futurista donde se mezclan virus informáticos, naves espaciales y toda la utillería ya mostrada en otros espectáculos por el grupo catalán, levemente reciclada.

Declaraba Padrissa en el escueto programa de mano entregado que “la ópera es un lugar donde la noción del tiempo desaparece si el espectáculo es capaz de seducirnos de manera global a través de los sentidos”. En este caso, su dirección escénica no sólo no contribuye a esta seducción global, sino que la lastra de forma definitiva. Yo fui uno de los que defendieron y alabaron, con matices, la labor de Padrissa y sus chicos en las sucesivas entregas del “Anillo del Nibelungo”, pero ayer reconozco que me sumé a la protesta ante una versión escénica aburrida, reiterativa, absurda y profundamente fea.

Se han repetido y potenciado en esta producción los elementos fureros más criticables: una nula dirección de actores a los que muchas veces se les ve perdidos; los continuos movimientos en escena de la gente de La Fura, entre los cantantes, arrastrando plataformas, enganchando cables, etc. con sus correspondientes ruidos; y esa excesiva información visual permanente que distrae al espectador incluso cuando no debe, cuando la atención debe estar concentrada en la música y los artistas.

Ayer vivimos algunos momentos escénicos realmente bochornosos. Destacaría especialmente el precioso dúo del acto IV entre Enéas y Dido, “Nuit d’ivresse”, posiblemente el momento musicalmente más bello de toda la obra, donde en lugar de quedarse los dos amantes solos, tal y como marca el libreto, tuvieron en escena la compañía de dos miembros de La Fura que les vigilaban, cual lúbricos voyeurs, porque al señor regista se le había pasado por el moño que cantasen ese momento colgados por los sobacos. Si pretendía ser original Padrissa, debe saber que lo único que consiguió fue una pérdida brutal de la magia y poesía de la escena.

Otros instantes, a mi juicio, muy desafortunados de la propuesta escénica, fueron el patético combate de boxeo que tiene lugar en el Paso de los luchadores del acto I, o el desfile de modelos con prótesis peneanas, en la danza de sátiros y faunos del comienzo del acto IV, de indudable mal gusto. Y tampoco tuvo justificación el humillante numerito que se le impuso a Eric Cutler, obligándole a cantar el aria de Iopas, “O Blonde Cérès”, micro en mano (apagado, claro) y haciendo posturitas dignas de fase clasificatoria regional de Festival OTI.

El instante de la entrada en escena del caballo de troya resultó muy molesto, al deslumbrarse a los espectadores con el reflejo de los focos en el caballito, construido con retales de la sierpe dragón de “Siegfried” y unas enormes ruedas, que le daban la apariencia de regalo de huevo Kinder en grande.

Sin embargo, sí me pareció medianamente interesante la resolución de la muerte de Laocoonte por las serpientes.

El horroroso y sonrojante vestuario diseñado para la ocasión, sólo consiguió llevar al límite de la indignidad a los artistas y que el público se tomase a chirigota momentos dramáticamente intensos, como la aparición de Casandra, poco antes del suicidio colectivo de las troyanas, vestida como una mezcla de Geyper Man y jugador de fútbol americano con escuditos y colores que se asemejaban demasiado a los del Valencia CF.

Las ridiculeces gratuitas en el vestuario y la dirección escénica eran continuas: los soldados troyanos convertidos en clones de las tropas imperiales de "Star Wars"; la pobre Daniela Barcellona colgada por los aires cada dos por tres y tocada con un espantoso peinado a lo fallera afro; Iopas con túnica horrorosa, posiblemente en homenaje a Rappel, presente en la sala y que si hubiese subido al escenario habría pasado desapercibido; o Andrómaca y Astyanax vestidos de caballeros Jedi, el último además con gafotas a lo Elton John y un cochecito teledirigido que con su ruido molestó ostensiblemente el solo de clarinete que sonaba en ese instante.

Tanta interferencia en la obra, desconcierto al espectador y ausencia de innovación en la propuesta de Padrissa, motivaron el sonoro y mayoritario abucheo que se le propinó al finalizar la función.

En el ámbito musical el resultado fue ostensiblemente mejor. Aquí hay que empezar elogiando de nuevo el trabajo realizado por todos y cada uno de los músicos que componen la sensacional Orquestra de la Comunitat Valenciana, absolutamente fantástica en todo momento. Espléndida la sección de viento, con unas trompas alcanzando la perfección al inicio del IV acto.

El director ruso Valery Gergiev condujo con su ya habitual gusto por el volumen descontrolado que le hace moverse permanentemente entre el forte y el fortissimo, faltándole matización, aunque en términos generales su lectura me resultó agradable y, si bien careció de esos momentos de mágica emoción, tampoco me llegó a molestar.

El Coro de la Generalitat tenía una prueba de fuego en esta exigente obra en la que tiene un papel protagonista. El resultado final fue de matrícula de honor. Cuando ya creíamos que era difícil hacerlo mejor, ellos se superaron a sí mismos y lograron imponerse con perfecto empaste por encima incluso de los volúmenes impuestos por Gergiev.

En las voces solistas hubo dos grandes triunfadoras, Elisabete Matos y Daniela Barcellona.
Matos, pese a mostrar alguna carencia en el registro grave, compuso una Casandra excepcional. Fue de menos a más, con una absoluta entrega dramática y poderío en el agudo con algunos ataques prodigiosos.

Daniela Barcellona conquistó a la totalidad del auditorio estando en todo momento implicadísima con el personaje de Dido, pese a la ridícula apariencia impuesta por Padrissa, consiguiendo que su voz, amplia y flexible se impusiera con autoridad, derrochando expresividad y sabiendo transmitir con credibilidad los sucesivos estados de ánimo del personaje. Su “Adieu, fière cité” fue glorioso.

Stephen Gould demostró que no está precisamente en su mejor estado vocal. Tuvo que iniciar su actuación con la terrible entrada escrita por Berlioz “Du peuple et des soldats”, donde presentó problemas de fiato y caló el do. Posteriormente se le vio muy apurado en los agudos, recurriendo a feos falsetes en un par de ocasiones, y mostrando un evidente cansancio. No obstante, le puso mucha voluntad y hay que reconocer su esfuerzo y entrega dramática en este exigente papel.

Eric Cutler, que no es precisamente un cantante por el que sienta especial predilección, estuvo soberbio en el “O Blonde Cérès”, a pesar del numerito OTI que ya he comentado, mostrando una exquisita delicadeza y buen gusto.

El resto del reparto cumplió con corrección, aunque me gustaría destacar la bonita voz de la joven Oksana Shilova, procedente del Mariinsky, que interpretó el breve papel de Ascanio.

A la salida, más allá de la una de la madrugada tras cinco horas de representación (lo que debería hacer a la dirección de Les Arts replantearse la hora de inicio de funciones de esta duración, al menos en día laborable), el abucheo a La Fura era el centro de todas las conversaciones y generó la típica controversia entre quienes opinan que es una falta de educación y quienes, como yo, pensamos que es una tradicional y legítima muestra de descontento en los teatros de ópera. Para mala educación la de aquellos que nos obsequian a todos con sus toses huracanadas, los caramelitos que tardan horas en desenvolverse, los bolsillos agujereados de los que no cesan de caerse ruidosamente objetos al suelo, o las virtuosas del rítmico golpeado del abanico contra sus protuberancias mamarias.

Pese a todo lo expuesto, disfruté muchísimo del espectáculo musical de la noche, que no pudo tener mejor colofón que la cena troyana que compartimos los amigos catalanets y la sección levantisca.

Si queréis tener otras visiones de lo acontecido, podéis leer las estupendas crónicas de FLV-M, Maac y Joaquim.

Para finalizar os dejo a la ex pareja Alagna-Gheorghiu en el dúo del IV acto "nuit d'ivresse", en una grabación con Richard Armstrong dirigiendo la Royal Opera House Covent Garden Orchestra:


video de glenmed