domingo, 5 de septiembre de 2010

FESTIVAL DE SALZBURGO 2010 (I). "ELEKTRA" (12/08/10)

Iréne Theorin y Eva-Maria Westbroek - "Elektra" - Festival de Salzburgo 2010

Tras una ausencia del blog más larga de lo previsto, fruto de unos días de descanso sin acceso a ese diablo llamado internet, vuelvo por aquí para, tal y como prometí, contar algunas cosas de las dos óperas que pude ver en el marco del Festival de Salzburgo de este verano. Y como llevo tantos días sin escribir me temo que me desquitaré un poco…

Era la primera vez que asistía yo a este Festival, absolutamente mítico, que durante tantos años había seguido por las retransmisiones en radio o televisión, pero que en esta ocasión me propuse descubrir por mí mismo. Una “Elektra” con Westbroek, Meier y Pape, y un “Romeo y Julieta” con Netrebko y Beczala, eran una buena excusa para planificar la escapada. Y al final lo conseguí.

Pasear por Salzburgo durante los días en los que se desarrolla el Festival es un espectáculo realmente curioso. En las calles principales de la bellísima ciudad austriaca, a cualquier hora del día, se entremezclan las habituales legiones de turistas con bermudas, camiseta Águila Amstel y riñonera de vestir, con acicaladas señoras en traje de noche y canosos varones con esmoquin que se dirigen a alguno de los innumerables espectáculos teatrales y musicales que se llevan a cabo durante todo el día. En un café te puedes encontrar con Diana Damrau charlando con unos amigos, y ver pasar a Patricia Petibon dirigiéndose en bicicleta al teatro, mientras en la tienda de música de la esquina Piotr Beczala firma su último disco.

La llegada al Grosses Festpielhaus tampoco tiene desperdicio. Un singular pase de modelos tiene lugar en la puerta de entrada. Elegantes los más, extravagantes otros cuantos. Muchos lugareños acuden vistiendo el traje regional típico de gala. La acumulación de silicona y rayos UVA por metro cuadrado es de record Guiness, y la media de edad de los asistentes es muy alta, tanto que para calcularla exactamente en algún caso habría que recurrir al Carbono 14. Mientras, en la acera de enfrente los turistas divertidos fotografían a los que acudimos a la representación y uno se siente por breves momentos como si estuviera en la alfombra roja… o en el zoo.

El Festival de Salzburgo celebraba en esta edición su 90 cumpleaños y el plato fuerte de la misma era la representación de la ópera “Elektra”, compuesta por Richard Strauss con libreto de Hugo von Hofmannsthal, precisamente dos de los padres fundadores del Festival, a quienes ahora se ha querido rendir homenaje con esta nueva producción, realizada en colaboración con la English National Opera, que contaba con dirección escénica del alemán Nikolaus Lehnhoff, dirección musical de Daniele Gatti y un espectacular reparto "wagneriano" con Iréne Theorin (Elektra), Eva-Maria Westbroek (Chrysothemis), Waltraud Meier (Klytämnestra), René Pape (Orestes) y Robert Gambill (Egisto).

La ópera no se representaba en el Festival de Salzburgo desde 1996, cuando se contó con la dirección musical de Lorin Maazel y un reparto en el que destacaba Leonie Rysanek como Klytämnestra en dos funciones, en lo que supuso la despedida de la legendaria cantante austriaca de los escenarios.

La sala del Grosses Festpielhaus, con completa visibilidad en todas sus localidades, se encontraba completamente llena. Me llamó la atención que la incomodidad y dureza de los asientos es considerable, y parecía más propia de la cámara de torturas del castillo de Salzburgo, que había visitado esa mañana, que de su teatro de ópera.

Justo antes de comenzar la representación, salió a escena una mujer con un micrófono y pensé: “Ya está. Se han enterado que ha venido Atticus y alguien ha cancelado”. La buena señora informó en alemán e inglés, dando bastante suspense al tema por cierto, que Waltraud Meier sufría un ataque de lumbalgia que afectaba a su movilidad, pero… finalmente había decidido salir a escena. Fuertes aplausos, y en mi caso un suspiro de alivio al saber que iba a poder escuchar a todos los cantantes anunciados.

Se apagaron las luces, se hizo un silencio sepulcral que no se rompió ni con una tos hasta el final de la obra, y dio comienzo un espectáculo inolvidable.

Sobre la dirección artística de Lehnhoff no quiero extenderme demasiado, porque lo realmente importante fue lo musical. He de decir, no obstante, que me gustó su propuesta escénica, aunque se omitiese la danza final y hubiese algún detalle discutible.

La escenografía de Raimund Bauer, consistente en un simple patio gris rodeado por los muros inclinados del palacio-bunker con simples agujeros negros por ventanas, contribuye de forma capital a acrecentar la sensación de opresión y angustia que viven los personajes, recordándome inmediatamente las imágenes del film expresionista alemán “El Gabinete del Dr. Caligari”, y la encontré perfectamente adecuada tanto al libreto de Hofmannsthal como a la música de Strauss. Los colores gris y negro dominaban la escena, realzando aún más esa vertiente expresionista, como también lo hizo la aparición final de unos enormes y siniestros pájaros negros, simbolizando a las diosas Erinias castigadoras de los homicidas, que emergen del suelo cerniéndose sobre Orestes e impidiéndole escapar.

No me gustó sin embargo la imagen del garaje ensangrentado iluminado por neones en el que aparece Klytämnestra muerta, colgada de un gancho como un cordero. "Elektra" es una obra donde la muerte y la sangre son protagonistas, pero toda esa violencia se desarrolla fuera de escena y queda suficientemente expuesta con la fuerza de la música de Strauss y el libreto de Hofmannsthal, por lo que creo que esta pincelada gore de Lehnhoff es innecesaria.

Daniele Gatti, al frente de la excepcional Orquesta Filarmónica de Viena, ofreció una lectura cargada de fuerza en la que quizás lo único criticable fuera el exceso de volumen que en ocasiones fue inclemente con los cantantes, pero hay que recordar que “Elektra” es una obra que fue escrita para 111 instrumentos y ya desde su inicio comienza a un volumen importante con esas 4 notas que componen el “motivo de Agamenón” y el impactante redoble de timbal, que nos anticipan la violencia e intensidad dramática que nos esperan. El propio Strauss llegó a calificar su obra como una “ópera orquestal” y daba una importancia relativa a que las voces quedaran parcialmente tapadas, bromeando incluso sobre ello.

Es cierto que Gatti en algún momento pudo cometer algún exceso sonoro, pero la belleza de la partitura y la calidad y exquisita conjunción de los músicos (maravillosas trompas y trombones), compensaban el puntual desmadre decibélico. Pese a todo, el director italiano supo dotar del acento adecuado a todo el tejido sinfónico concebido por Strauss tanto en los momentos dramáticos (los más) como en los líricos, donde destacó por su emotiva intensidad el dúo de Elektra y Orestes. Y, en cualquier caso, es inenarrable el placer de escuchar una obra tan rica desde el punto de vista instrumental a una agrupación con la calidad de la Filarmónica de Viena que es capaz de resaltar con brillantez cada uno de los infinitos matices y colores de la partitura straussiana.

Iréne Theorin, con un maquillaje perfecto para un cumpleaños de zombies, cumplió con corrección en su debut en el difícil papel protagonista. Su entrega dramática fue irreprochable y hay que reconocerle el mérito de aguantar el esfuerzo que supone permanecer en escena durante toda la representación. Fue la más perjudicada por los volúmenes de la orquesta. Se movió con más comodidad en los pasajes dramáticos que en los más íntimos, aunque su registro agudo se veía algo forzado y tendía al chillido. En el tramo final se apreciaron algunos signos de fatiga, pero en general creo que su labor fue merecedora del aplauso que finalmente obtuvo.

Eva-Maria Westbroek volvió a dejarme absolutamente traspuesto, rendido y genuflexo. Escuchar a esta mujer en directo en estos papeles de enorme carga dramática es una experiencia inolvidable. Inolvidable para mí será su Sieglinde del año pasado en Valencia, como inolvidable será la Cassandre de “Les Troyens” de abril en Amsterdam, y sin duda también será imborrable el recuerdo de esta inmensa Chrysothemis, conmovedora y desgarrada, que conquistó sin reservas a la totalidad del público que abarrotaba el grandioso recinto del Grosses Festpielhaus, y que ella se encargó de llenar con su maravillosa voz, superando sin aparente dificultad el enorme bastión sonoro conformado por Gatti y la Filarmónica de Viena.

Una vez más, Westbroek hizo gala de su enorme talla escénica y vocal, logrando, con una admirable sensibilidad interpretativa, la perfecta representación de todos los sentimientos y estados de ánimo por los que se desenvuelve un personaje que no creo que admita más matices que los que la Westbroek le aporta. Desbordó la sala de emoción en cada una de sus intervenciones, especialmente en ese conmovedor “soy una mujer y quiero vivir el destino de una mujer. Es preferible morir a vivir sin vivir”, que exhaló con una intensidad difícil de superar.

Waltraud Meier, con un look a lo Norma Desmond, salió finalmente a escena pese a su anunciado lumbago y he de decir que en ningún momento se apreciaron limitaciones en su rendimiento escénico, salvo que Lehnhoff tuviese ideado que apareciese en escena entre volantines y piruetas, cosa que dudo. Su Klytämnestra fue excepcional en lo actoral y lo vocal, aunque, posiblemente debido en gran medida a instrucciones de la dirección artística, no acabó de dotar al personaje de la maldad que le es propia y tanto su aspecto como su voz parecían demasiado “jóvenes” para el rol. Eso sí, lució una impecable línea de canto y derrochó elegancia y exquisitez canora, quizás no muy acordes con Klytämnestra, pero que nos permitieron disfrutar una vez más del placer que supone escuchar en directo a esta gran dama de la ópera.

Fue todo un privilegio completar este elenco vocal con el magnífico René Pape como Orestes. Su autoridad escénica y vocal, con su potente y ancha voz, su bellísimo timbre y su perfecta dicción, hizo muy grande su breve pero trascendental papel. Imponente por voz y por presencia. Realmente era el hijo del rey.

Robert Gambill, en el aún más breve rol de Egisto, apenas tuvo oportunidad de destacar y cumplió con corrección, a pesar de ser otro de los grandes perjudicados por el volumen de la orquesta.

La respuesta del público al finalizar el espectáculo fue apoteósica, con frenéticas, apasionadas y muy largas ovaciones para todos los participantes, especialmente intensas para Westbroek y Pape, y tan sólo se escucharon algunos incomprensibles abucheos muy aislados en la segunda salida a saludar de Daniele Gatti, lo cual me pareció totalmente injustificado.

Yo tardé en levantarme del asiento. Estaba pegado a él por la emoción sentida (y, por qué no decirlo, por la incomodidad, que me había dejado bastante anquilosado). Fui de los últimos en salir de la sala, como queriendo aprehender, para llevarme conmigo, los últimos ecos de la maravillosa noche allí vivida.

A la salida, la lluvia y el frío nos aguardaban. Allí estaban los botones de los hoteles de lujo (vestidos de Sacarino, a la vieja usanza) con paraguas para sus huéspedes. También las furgonetas y limusinas de los establecimientos hosteleros esperaban a los más pudientes para trasladarles sin que se mojaran las sedas y tafetanes. Algunos se dirigieron al selecto restaurante Goldener Hirsch donde una onza de caviar beluga se paga a 160 euros, y otros habían reservado mesa en el cercano “Triangel” donde los menús llevan nombres este año como "Eva-Maria Westbroek", "Anna Netrebko" o "Patricia Petibon".

Yo abrí mi modesto paraguas “de los chinos” y eché a andar para cruzar el río y encontrar algún sitio cercano al hotel donde nos dieran algo de cenar a las 11 de la noche. Aunque lo cierto es que no había mucha hambre, sólo un cúmulo de emociones que se acrecentó aún más al girar la vista en el puente y vislumbrar la increíble panorámica de la ciudad vieja iluminada bajo la lluvia, mientras en mi cabeza aún resonaba la música de Strauss. Y entonces recordé las palabras que dirige Elektra a su hermano Orestes: “imagen soñada, sueño que se me ofrece, imagen soñada, más bella que todos los sueños”.

Y al día siguiente tenía una cita con Anna Netrebko (si no cancelaba)…

14 comentarios:

  1. Bien llegado Atticus.
    Esperaba ansioso tu crónica.
    Veo, como era nuestro anhelo, que vuestras vacaciones con la interseción de Santa Eva María (no la que se fue buscando el sol en la playa, si no más bien la lluvia en Salzburg), os han sentado de maravilla. No me extraña.
    Para mañana santa ana, ¡vaya atracón!

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  2. Esperaba tu crónica. Para los pobrecitos que no hemos podido codearnos con la figuras de la lírica, como has hecho tu, ni oir más música en directo que las de las fiestas mayores del pueblo, ha sido todo un regalo. Me alegro de que doña Eva Maria y los demás te colmaran de felicidad y que nos lo hayas hecho llegar a los demás.
    Gracias y a esperar los demás capítulos.
    Bienvenido!!

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  3. Joaquim: Tú que has estado por aquellos lares sabes que es difícil no disfrutar de una ciudad como Salzburg en época de Festival. Y tú que también has escuchado a Eva María (sin playa) sabes que ella por sí misma ya justificaría un viaje.
    También tú colaboraste al éxito de la excursión con tu hotelito recomendado que fue todo un descubrimiento asequible a bolsillos normalitos, aunque no tuviéramos a Sacarino esperándonos a la salida.
    Os echamos de menos. Tenemos que organizar una próximamente.

    María Teresa: Yo normalmente también estoy en el cupo de los pobrecitos que nos conformamos con la Orquesta de la verbena, pero este verano surgió la ocasión y se atrapó. La verdad es que tanto la ciudad como los espectáculos vistos me hicieron disfrutar un montón.
    Gracias por seguir ahí.

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  4. Con el precio del Hotelito de Salzburg, os coloco en un hotel como Dios manda y un poco más, en Pesaro y te sobran unos eurillos para el programa, la cena a la salida y los souvenirs de sombrero salzburgues y/o delantal Maria von Trapp, para los familiares más allegados.
    Comparado con lo que se paga en el centro, es verdaderamente una ganga y allí hospedado te sientes un poco enanito de blancanieves, ¿no?
    Me alegro que todo fuera bien. Por cierto, si no la tienes, en In Fernem Land encontrarás la posibilidad de descargar los mp3 de la Elektra.
    Organiza, que algo queda

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  5. Ya tenía ganas de leerte de nuevo. Como siempre, tu detallada crónica hace que uno se sienta como si hubiese podido estar allí, y sin gastarse un euro además.

    Me alegro de que disfrutases tanto con esta Elektra. Sólo por poder escuchar una ópera sin toses, caramelos, tarareos y abanicos ya vale la pena ir a Salzburgo o a la Conchinchina si hace falta. Además, el reparto era prometedor en todos los papeles, bueno, excepto en el titular, a mí Irene Theorin siempre me echa para atrás con su tendencia al grito y su afinación aleatoria. Pero si dices que al final estuvo bien, me lo creo.

    Ya estoy esperando la seguinda entrega.

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  6. Joaquim: Pesaro está en la agenda y cualquier año de estos cae.
    El hotelito en cualquier otra ciudad sería caro. Allí era una ganga. Eso sí, la decoración creo que le parecería cursi hasta a Paris Hilton. Y me encantó la zona en la que estaba.
    No sabía que habías puesto los enlaces. Me di ayer una vuelta rápida por tus lejanas tierras, pero se me escaparon.
    Procedo a usarlos. Gracias.

    Titus: Me alegra verte de nuevo por aquí, Imperator. Lo de los silencios del público en "Elektra" fue espectacular. Si no hubiese escuchado la música mientras tanto, hubiera jurado que es me había quedado sordo. Sin embargo, al día siguiente en el recinto vecino, volvieron nuestros amigos del carraspeo, el papelito y los paraguas bailarines de claqué.
    Respecto a Theorin ya habrás visto que tampoco digo que sea para echar cohetes. Chillidos y desafinaciones hubo, pero para mí cualquier cantante que se mete entre pecho y espalda una Elektra y lo hace con entrega y dignidad, se merece el aplauso, y ese fue el caso de Theorin.

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  7. Estoy totalmente de acuerdo contigo en lo que dices. Yo tambien estaba en Salzburgo, aunque unos dias antes y tambien recibio Gatti algunos abucheos por una parte del publico. Ceo que como dices la razon era la potencia de la orquesta que tapaba en algunas ocasiones las voces de los cantantes. Sin embargo en la partitura practicamente el fortissimo es lo que predomina. Asi lo quiso Strauss. Birgit Nilsson que canto Electra en 4 ocasiones decia que esta opera era una rompe voces y tenia toda la razon. Por lo que si una cantante se enfrenta a este rol para mi merece un respeto a pesar de las limitaciones que como bien indicas tiene Irene Theorin.¡Como fueron los Agamenones del inicio de la obra! Solo con recordarlo me emociono. Clitemnestra en el libreto se indica que es una mujer fea y muy ajada. A mi en cambio el que la mostraran como una star de Hollywood y ademas hiper elegante no solo no me molesto sino que lo aplaudi como contraste a la situacion de su hija. Ademas no hay que olvidar que reina era. La unica cosa es que quizas por exigencias de la produccion se la hizo aparecer un tanto fria y distante y eso afecto su linea de canto. De hecho en mi funcion fue el unico cantante que no recibio un solo bravo. Del resto de los cantantes no hago comentarios ya que seria repetir lo que tu has dicho con tanto detalle. La ultima escena no era un garaje sino un matadero. La razon seria porque en el texto se habla mucho de deguello. En cualquier caso a mi tampoco me gusto la considere innecesaria y ademas interrumpia la accion dramatica de la opera. No vi Romeo porque la habia visto hace dos años con Villazon y Machzaide y el mismo director. La diferencia entre Salzburgo y los teatros españoles, a pesar de que Valencia es un punto y aparte en este aspecto, es que escuchar opera interpretada por la Filarmonica de Viena en verano y por la de Berlin en el festival de Pascua siendo ademas la unica ocasion en el año que lo hace es toda una diferencia y por eso vale la pena el esfuerzo.

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  8. Me olvide de decirte que ademas vi Don Giovanni con Christopher Maltman que justamente esta interpretando Orestes en Ifigenia en Tauride en Barcelona dirigido por un estupendo Nezett-Seguin asi como un dcepcionante Orfeo dirigido por Mutti especeialmente por una produccion descabellada y unos cantantes inadecuados.
    Te recomendaria si vuelves a Salzburgo que no te pierdas una matinee en el Mozarteum. ¡Es toda una experienca! La orquesta y la acustica son inolvidables.

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  9. Bienvenido Francisco.
    Tienes razón respecto a lo del matadero, la imagen del garaje quizás fue influida por mi recuerdo de la película "Tesis".

    Las prestaciones de Meier me parecieron óptimas, aunque creo que es discutible la frialdad y elegancia que se impuso al personaje que yo pienso que no son propias de la malvada reina.

    Es verdad que en Valencia estamos bastante bien acostumbrados con nuestra magnífica orquesta (por ahora, ya veremos en el futuro), pero aun así escuchar orquestas como la Filarmónica de Viena ejecutando a Strauss de esa manera, es un placer inolvidable.

    Después de la experiencia de este año tengo claro que me gustaría repetir la experiencia, y cuando lo haga, aunque tenga que recortar el número de días de viaje, procuraré aumentar el número de espectáculos.

    Gracias por tus interesantes comentarios que comparto totalmente.

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  10. ¡Qué bien que hayas vuelto, Atticus! Acabo de leer esta espléndida crónica que me ha sabido a poco. Yo estuve en Salzburg hace tantos años que para situarnos puedo decir que se vivía en la ciudad el "boom" José Carreras. Estaba en monitores en todos los escaparates seduciendo al personal andante. Mi visita fue a causa de Mozart y no asistí al festival que se estaba celebrando. Recuerdo largas filas de estadounidenses vestidos de la forma más hortera que imaginarte puedas. Las tiendas de moda exhibían pianos de cola y vestidos de fiesta que hubiera aconsejado a una enemiga...Volví no hace tanto y no encontré la ciudad nada cambiada. Celebro que la encuentres bellísima. A mi no se me quita cierta sensación de opereta, de jardín cervecero, de Sissi. Tu Salzburgo es mucho más "glamuroso" que el mío. Pero volvería, claro.
    Nos regalas con un genial escrito. Pienso en cómo sería cantar una Elektra bajo el paraguas de los chinos que tanto favor hace.
    Paso a comentar tus otros estupendos posts.

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  11. ¡Uy! El "anónimo" anterior soy yo: Glòria.
    Sorry.

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  12. Glòria, me alegra verte de vuelta.

    La imagen de las ciudades que cada uno se queda depende de muchos factores. Es verdad que Salzburgo tiene su punto Sissi-cervecero-kitsch, pero en general me parece una ciudad bellísima y con un ambientillo que me encantó. También es cierto que en pleno Festival y con entradas en el bolsillo, el encanto se multiplica.
    Yo volvería ya.

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  13. Es verdad que el ambiente en Salzburgo, especialmente durante los días del Festival, es algo impresionante. Lo mejor es estar en la alfombra roja unos días y otros detrás de la barrera: se divierte uno más experimentando las dos caras de la moneda.
    El año pasado ví "Lulú", "Orfeo y Eurídice" y "Elektra", además de un par de obras teatrales, una de ellas con el estupendo Klaus María Brandauer. Y me gustó tanto que repetiré este año con "La Mujer sin Sombra" y "El Caso Makropulos", además de danza y conciertos.
    Lamentablemente, me quedé con la frustración de no encontrar entradas para "Macbeth", con funciones agotadas completamente para los días que me interesaban. Pero yo no me rindo e intentaré conseguir el ticket 'in situ', al igual que para el "Sueño de una Noche de Verano", en versión legendaria de Max Reinhardt, fundador del Festival, y con el atractivo adicional de que será representada en el palacio que fuera de su propiedad y posteriormente expropiado por los Nazis.

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  14. Bienvenido al blog, Juanjo.

    No te voy a ocultar que me das una envidia espantosa, pero este año no podré escaparme a Salzburg.
    Intenta conseguir las entradas de Macbeth allí mismo, casi seguro que podrás (cuestión aparte serán los precios).

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