jueves, 28 de abril de 2011

"MEFISTOFELE" (Arrigo Boito) - Palau de les Arts - 27/04/11


Ayer se estrenó en el mal llamado Auditorio del Palau de les Arts la última ópera de la temporada valenciana, con la versión en concierto de la obra de Arrigo Boito “Mefistofele”, una página que no es de las más habituales en el repertorio de los principales teatros operísticos, pero que tiene un indudable interés musical, con algunos momentos bellísimos.

Las óperas en versión concierto no son precisamente santo de mi devoción. El componente escénico es parte fundamental de una ópera, aunque resulte fallido, y cuando éste es suprimido, al resultado final, aunque sea muy positivo como es el caso de ayer, a mí me cuesta seguirle llamando ópera. Es otra cosa. Hay quien defiende que prefiere estas versiones en concierto que algunas puestas en escena que destrozan el libreto. Pero no es mi caso.

Asumo que los tiempos de crisis que vivimos requieren ajustes y que una forma de rebajar costes en este campo es recurrir a este tipo de representaciones. Lo acepto, pero inevitablemente mi interés decae. Y mucho me temo que esto sólo es el principio y las óperas en versión concierto aumentarán la próxima temporada (sí, esa que aquí sigue sin desvelarse oficialmente, cuando en todos los teatros decentes del mundo hace ya tiempo que se han anunciado con todo tipo de detalles sobre obras, fechas e intérpretes).

A falta de escenografía, en esta ocasión se intentó ambientar un poco la cosa con una permanente salida de humo y mediante juegos de luces bastante elementales (tonalidades rojas en los pasajes diabólicos y azules y blancas en los celestiales).

El director italiano Nicola Luisotti, al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, llevó a cabo una lectura extraordinaria de la partitura. Supo extraer, con hondura, toda la riqueza orquestal concebida por Boito y cuidar los matices con pulcritud, dirigiendo con precisión y enérgico brío. Tan enérgico que, en un momento dado, la batuta salió disparada, sin que afortunadamente sacase el ojo a ningún músico. Ildar Abdrazakov la recogió y se la entregó, volviendo a tirarla al suelo el director, no sé si en esta ocasión intencionadamente o no.

Esta es una obra en la que si orquesta y coro funcionan, el éxito final está casi garantizado. Y en este caso la orquesta, sabiamente conducida por Luisotti, funcionó a la perfección en todas sus secciones, y el coro estuvo inmenso.

Y es que el gran protagonista de la velada fue sin duda alguna el Cor de la Generalitat, que ha puesto un broche de oro a la temporada con su soberbia actuación en esta partitura tan exigente, en la que consiguieron brillar de forma incontestable. Su primera intervención, entrando en piano en “Ave signor”, fue auténticamente sublime, como grandioso y sin fisuras resultó el impresionante final. Los niños de la Escolania de la Mare de Déu dels Desamparats no estuvieron al mismo nivel, aunque nada hay que objetar a su actuación.

En cuanto a los solistas, el bajo Ildar Abdrazakov, un habitual del MET neoyorquino, fue un destacado Mefistofele. Me gustó bastante. Quizás se echó en falta una mayor contundencia, sobre todo en la zona más grave, costándole sobrepasar a la orquesta, especialmente en sus últimas frases de la noche donde no sé si cantaba o se limitó a mover la boca, porque fue implacablemente tapado por el torrente sonoro coral y orquestal. Pero el ruso canta con muchísimo gusto, con una cálida voz, de bello color y nobleza tímbrica, y en “Son espíritu che nega” estuvo fantástico, con poderío.

El papel de Faust fue asumido por el tenor mejicano Ramón Vargas que repetía protagonismo en Les Arts tras su reciente éxito en “L’Elisir d’Amore” y tengo que decir que no estuvo tan brillante como en aquella ocasión. Yo salí con el convencimiento de que, además de que este papel le va menos a su vocalidad, posiblemente ayer no estuviese en perfecto estado de salud. Desde luego empezó bastante inseguro y su "Dai campi dai prati" fue francamente mejorable, mostrando algunos apuros para alcanzar y proyectar los agudos. También parecía un poco frío y falto de expresividad. De todas formas en la segunda mitad de la ópera mejoró ostensiblemente. Mostró una mayor implicación dramática, la voz corría mucho mejor y nos obsequió algunos instantes mágicos, como un muy notable "Giunto, sul'passo estremo" y un bellísimo dúo “Lontano, lontano” donde derrochó elegancia canora.

La, hasta ahora completamente desconocida para mí, soprano canadiense Yannick-Muriel Noah, como Margherita, fue una de las triunfadoras de la noche. Sé que voy a ir contracorriente de la mayoría de opiniones, pero tengo que decir que no me acabó de convencer. Su voz oscura sonaba demasiado entubada y en ocasiones daba la impresión de que le hubiesen colocado una sobrasada entera en la campanilla. Reconozco que entrega no le faltó. Lució volumen, potencia y claridad en los agudos, buen fiato, se adornó con valentía esbozando algunas medias voces y filados muy aceptables, y estuvo siempre inmersa en el papel, con gran expresividad dramática. Pero cuando una voz no te emociona, no hay nada que hacer, y a mí la Noah me dejó completamente frío. Posiblemente fuese problema mío, pero no puedo decir otra cosa.

La venezolana Lucrezia García, en el papel de Elena, tampoco me gustó. Mucho más limitada técnicamente que Noah, no pudo controlar el enorme volumen de su voz. Se mostró potentísima en los agudos, pero estos eran abiertos y chillados. Y su brusco cambio de color en los diferentes registros afeaba muchísimo la línea de canto.

Los papeles de Marta y Pantalis, poco dados al lucimiento, fueron interpretados con brillantez por la joven mezzosoprano mallorquina María Luisa Corbacho que volvía a Les Arts después de habernos dejado la pasada temporada algunas excelentes impresiones en “Cavalleria Rusticana”, “La Traviata” o “La Vida Breve”.

El tenor ilicitano Javier Agulló también intervino en dos roles, como Wagner y Nereo, que tampoco ofrecen mucho margen para destacar, y también lo hizo cumpliendo con enorme corrección. Dio la sensación de empezar algo nervioso, pero no deslució en absoluto en su dúo con Vargas del acto I.

El público, que superaba los tres cuartos de entrada pese a la coincidencia con semifinal futbolera, y entre quienes se pudo ver al maestro Alberto Zedda, respondió con fuertes aplausos al buen espectáculo ofrecido, resultando especialmente sonora la ovación para los miembros del Cor de la Generalitat y Nicola Luisotti.

No quisiera cerrar esta reseña sin referirme una vez más a ese engendro estéticamente atractivo y acústicamente deleznable que osaron denominar Auditorio en el Palau de les Arts. Que digo yo que si le hubiesen llamado Juan Manuel, el nombre le hubiese ido mejor.

Aunque respecto a los primeros años se ha mejorado algo, sigue siendo absolutamente impresentable la acústica de este recinto, fruto del onanismo arquitectónico disfuncional del señor Calatrava, que para mí que debe ser el tercero de los hermanos humoristas, porque lo que nos hace reír el jodío cada vez que vamos no tiene precio.

Ayer comentábamos algunos amigos la necesidad de que esta castaña de Auditorio deje de utilizarse para menesteres musicales y se le dé cualquier otra utilidad. Se apuntó que podría destinarse a almacén (de escenografías, de facturas de trajes, de zapatos de Mairén…); o a “ballenográfico”, aprovechando su similitud con el interior de una ballena, y Helga podría incluso servir de Pinocho; o a piscina climatizada (para rentabilizar las inundaciones); o a Falla de Sección Especial para pegarle fuego en 2012… en fin, no sé… Se abre un concurso de ideas y se admiten propuestas.

Os recomiendo leer las crónicas y comentarios de Titus y Maac.

domingo, 24 de abril de 2011

SAUL BASS. EL ARTE DE LOS TÍTULOS DE CRÉDITO


Si alguna vez habéis escuchado a alguien decir en el cine o ante el televisor: “no te has perdido nada, hasta ahora sólo han salido los letreros”, es que los títulos de crédito de esa película no eran de Saul Bass.

Saul Bass (1920-1996) nació en el barrio neoyorquino del Bronx. Estudió diseño gráfico en esta ciudad y en 1946 se trasladó a la costa Oeste, donde comenzó a trabajar en el Departamento de Publicidad de la Warner en Hollywood.

Allí, en 1952, crea su propia empresa, “Saul Bass & Associates”, y en 1954 conocerá al director Otto Preminger, quien le encargará el diseño del cartel de su película “Carmen Jones”. Cuando Bass le presentó su propuesta, Preminger quedó tan gratamente impresionado que le propuso elaborar los títulos de crédito del film, comenzando así una larga e innovadora trayectoria en este campo, hasta entonces completamente secundario y casi prescindible.

Al año siguiente llevaría a cabo también la imagen publicitaria y los créditos de una nueva película de Preminger, “El hombre del brazo de oro”, donde Frank Sinatra interpretaba a un músico de jazz adicto a la heroína. Aquí será donde Bass se revelará definitivamente como el gran revitalizador del género, incluyendo unos títulos de crédito animados, con autonomía propia dentro del film, creando un estilo personal que será identificable a lo largo de toda su carrera.
Hasta la llegada de Bass, los créditos de las películas eran poco más que una obligada y rápida enumeración del personal artístico y técnico que intervenía en la misma, con un listado en imagen fija sobre un fondo, que era lo que se encargaba a los diseñadores gráficos, o, como mucho, sobreimpresos con el comienzo de la acción. Con Bass, el inicio de una película da un giro radical y los créditos pasan a convertirse en un acontecimiento en sí mismos, una pequeña obra de arte autónoma, cargada de fuerza visual y estética, que anuncia con personalidad propia, la de su autor gráfico (que por primera vez aparecerá acreditado), lo que se va a ver a continuación. Bass afirmaba que el objetivo de los créditos debía ser simbolizar y sintetizar la historia que introducían, y él lo consiguió de forma maestra.

Para ello, además, se potencia otro elemento capital cual es la banda sonora. La música, en esos breves minutos que duran los títulos de crédito, se integra en perfecta armonía con las imágenes y contribuye a describir, a modo de obertura, el espíritu íntimo de la historia que se nos va a narrar.

La colaboración de Bass y Preminger alcanzaría su cénit en 1959, con “Anatomía de un Asesinato”. Una obra destacadísima tanto desde el punto de vista cinematográfico como del diseño de los títulos de crédito, donde la creación de Bass, con la silueta de un cadáver construyéndose al ritmo de la estupenda música de Duke Ellington, nos deja uno de los mejores momentos del género:


video de sutcud

Un año antes, Saul Bass había iniciado otro fructífero tándem con otro gran director, Alfred Hitchcock, con quien trabajaría en tres obras maestras del mago del suspense, “Vertigo” (1958), “North by Northwest” (Con la muerte en los talones) (1959), y “Psicosis” (1960).

Saul Bass creará para “Vertigo” unos hipnóticos títulos que, ya desde el primer fotograma, nos introducen en el mundo de obsesiones y miedos del protagonista. Para ello cuenta con el inmejorable complemento de una banda sonora de Bernard Herrmann maravillosamente construida, con unas obsesivas notas del arpa, las bruscas apariciones de los metales y las cuerdas cincelando un vaivén de ascensos y descensos en la partitura, que nos sumergen en esa espiral vertiginosa que Bass hace surgir visualmente de una pupila y que, en un momento dado, invierte el sentido del giro para devolvernos de nuevo a la visión del ojo con el nombre de Alfred Hitchcock en él:


video de ilgattapardo

Su colaboración con Alfred Hitchcock en “Psicosis” parece que se extendió más allá de los sensacionales títulos de crédito que abren la película y alcanzó el diseño del story board de la escena de la ducha. Todavía permanece viva la polémica acerca de si Saul Bass se limitó a diseñar los planos a filmar en un papel o en realidad fue el encargado de dirigir su rodaje, cosa que Hitchcock siempre negó.

Algunas otras creaciones suyas dignas de mención fueron, por ejemplo, “La vuelta al mundo en 80 días” (1956), con la célebre música de Victor Young de fondo, o este espectacular comienzo de “Walk on the wild side” (1962):


O “Buenos días tristeza” (1958), “Horizontes de Grandeza” (1958), u “Ocean’s Eleven” (La cuadrilla de los once) (1960):


video de sutcud

O “Éxodo” (1960), “West Side Story” (1961), “El mundo está loco, loco, loco” (1963)...

Pero su trabajo en el mundo del cine no se limitará sólo al diseño de carteles y títulos de crédito. Dirigió varios cortometrajes, labor por la que llegaría a obtener un Oscar en 1968 por su corto titulado “Why Man Creates”. Y también dirigió un largometraje, “Phase IV”, una interesante historia de ciencia ficción que sin embargo pasó sin pena ni gloria por las pantallas.

En 1980 anunció su retirada del cine, no sin antes dejarnos el excelente trabajo con que se inicia el mítico film de Ridley Scott “Alien”. A partir de este momento se centrará en su trabajo de diseñador gráfico donde será el responsable de logos e imágenes corporativas de empresas como United Airlines, Minolta, Bell, AT&T, Kleenex o Warner Communications, y en 1984 será el encargado de diseñar el póster de los Juegos Olímpicos celebrados en la ciudad de Los Ángeles.

El director de cine James L. Brooks reclamará en 1987 los servicios de Saul Bass para elaborar los créditos de “Al Filo de la Noticia” (Broadcast News), iniciando de este modo el diseñador neoyorquino una segunda etapa en este campo, donde regresará acompañado por su esposa Elaine, que estará marcada por su amistad con Martin Scorsese, con quien colaborarán en cuatro títulos memorables: “Goodfellas” (Uno de los nuestros) (1990), “El Cabo del Miedo” (1991), “La Edad de la Inocencia” (1993) y “Casino” (1995), que sería a la postre su último trabajo, dejando para siempre en nuestra retina el recuerdo de ese poderosísimo comienzo en el que el cuerpo de Robert de Niro salta por los aires tras explotar su coche y permanece flotando entre el fuego mientras los títulos de crédito se suceden a los sones del impresionante Coro “Wir setzen uns mit Tränen nieder” de “La Pasión según San Mateo” de J.S.Bach.

Lamentablemente, no he podido encontrar en youtube el video del inicio de “Casino” (*), así que finalizaré con otro de los grandes trabajos de este maestro del diseño, como es “Espartaco” (1960), la película dirigida por Stanley Kubrick. Saul Bass hace aquí de nuevo ostentación de genialidad y, fiel a su propio lema de “sintetizar y simbolizar”, consigue resumir con una enorme sobriedad el drama épico que vendrá a continuación. Si observamos cada uno de los motivos que acompañan los nombres del reparto, veremos cómo Kirk Douglas-Espartaco es representado por una mano con el puño cerrado sujeta por una cuerda anudada, Jeanne Simmons-Davinia es una mano femenina sujetando un ánfora, Laurence Olivier-Craso es un águila y John Gavin-Julio César es una espada que va descendiendo hasta encontrarse con otra, momento en el que aparece el título de la película, "Espartaco", simbolizando así esa lucha por la libertad y contra el poder de Roma. Todo ello acompañado por la impecable banda sonora de Alex North, en una de sus más inspiradas partituras:


video de sutcud

(*) Gracias a la ayuda de los amigos Joaquim y José Luis añado estos otros dos videos imprescindibles del buen hacer de Saul Bass. Se trata de los títulos de crédito de "West Side Story" y "Casino":

video de reklamtuning

martes, 19 de abril de 2011

GALINA VISHNEVSKAYA CANTA GLINKA

"Retrato del compositor Mikhail Glinka" - Ilya Repin - 1887

El compositor Mijaíl Glinka (1804-1857) está considerado como el precursor del nacionalismo musical ruso. Su importancia en el devenir de la música clásica rusa, a la que dotó de personalidad propia, es indudable y algún compositor como Tchaikovsky llegó a compararle con el mismo Mozart.

Su ópera “Una vida por el Zar” (1836) marca un antes y un después en la música de su país, al ser la primera que introduce elementos del folclore autóctono, apartándose de los cánones marcados por las fuertes influencias reinantes provenientes de Italia, Alemania o Francia, centrándose además en una temática puramente rusa, al narrar la invasión del país por los polacos en 1613, siendo su protagonista el pueblo, y el héroe de la historia un vulgar campesino. La ópera obtuvo un importante éxito popular pese a que sectores próximos a la Corte imperial calificaron la composición de “música propia de un cochero”, ante el desprecio de Glinka que manifestó que “el pueblo es más importante que sus señores”.

Luego vendría su obra más famosa “Ruslán y Ludmila” (1842), basada en un poema de Pushkin, donde además de los componentes folclóricos también incluiría motivos fantásticos y reminiscencias a la música oriental. Esta ópera tendrá una influencia decisiva en el surgimiento definitivo de la Escuela Nacionalista Rusa, comandada por el llamado “Grupo de los Cinco” (Modest Mussorgsky, Nikolai Rimsky-Korsakov, Alexandr Borodin, Tsesar Kui, y Mili Balakirev).

Su frase: “La música la crea el pueblo y los compositores sólo la arreglamos” es clarificadora de la importancia que otorgaba al componente folclórico y popular en la formación del estilo musical ruso y a su deseo de acercar la música a sus orígenes, eliminando la identificación de ésta como algo exclusivo de las clases adineradas.

A partir de 1845 viajó por España en varias ocasiones, interesándose por las tradiciones y el folclore español, con especial atención por el flamenco, lo que le llevaría más tarde a componer obras como sus “Oberturas Españolas”, la “Jota Aragonesa” o “Recuerdos de una noche de verano en Madrid”. Durante una de esas estancias en nuestro país, parece que su mujer podría haber aprovechado para contraer matrimonio en Rusia con otro señor, incurriendo en bigamia y dejando al pobre Glinka adornado como el papá de Bambi.

Glinka fue posiblemente el primer compositor ruso en obtener una importante proyección internacional fuera de sus fronteras y hoy es conocido entre nosotros fundamentalmente a través de las dos óperas citadas, pero su producción musical, sin ser especialmente vasta, cuenta con numerosas piezas para piano, páginas orquestales, óperas, ballet, música de cámara y algunas canciones.

Una de estas canciones es la que me ha llevado a hablaros hoy aquí de este compositor. Se trata de “Elegía”, una de las primeras composiciones de un joven Glinka, que apenas contaba 21 años, y que escribió tomando para ello un poema de Evgeny Baratynsky. El propio Glinka parece que era dado a interpretar esta canción en fiestas y reuniones en cuanto tenía ocasión y sus improvisados oyentes quedaban encantados, alababan su creación y le animaban a dedicarse de lleno a la composición, cosa que hizo.

La pieza todavía muestra algunas influencias de la música de salón que se hacía en Europa y, pese a no presentar los rasgos más característicos de sus obras de madurez, ya tiene un inconfundible “aroma” ruso, constituyendo un melodioso y apasionado lamento, lleno de desgarrada melancolía y al mismo tiempo de elegancia y distinción, que desprende una belleza incuestionable.

Es verdad que la interpretación en que la escuché por primera vez, que es la que he traído hoy aquí, también hace mucho. Se trata de la que lleva a cabo, de forma insuperable, otra rusa legendaria, la soprano Galina Vishnevskaya, a quien podemos escuchar acompañada al piano por su marido, el también ruso y legendario Mstislav Rostropovich:


video de fleur192

No he podido encontrar la traducción al castellano del texto de la canción, y aunque mis clases particulares de ruso con la Netrebko van progresando, no me atrevo todavía a hacer la mía propia, así que os dejo su transcripción inglesa:

O do not tempt me needlessly:
Affection lost cannot return.
How foreign to the broken-hearted
Are all the charms of bygone days!
I can no longer trust thy promise;
I have no longer faith in love;
And cannot suffer once again
To be deceived by phantom visions.

Do not augment my anguish mute;
Say not a word of former gladness.
And, kindly friend, o do not trouble
A convalescent's dreaming rest.
I sleep: how sweet to me oblivion:
Forgotten all my youthful dreams!
Within my soul is naught but turmoil,
And love shall wake no more for thee.


jueves, 14 de abril de 2011

"¿FUE UN SUEÑO?" - JEAN SIBELIUS

"El sueño" - Francisco de Goya - 1790 - National Gallery (Dublín)

Durante los primeros años del siglo XX, el finlandés Jean Sibelius (1865-1957) vive uno de sus periodos de mayor fertilidad compositiva. Entre las obras que ven la luz en esos momentos se encuentran varias canciones (sången) de su opus 37, constituyendo todas ellas un buen ejemplo del desbordado romanticismo que caracterizará su producción de estos años.

Hoy quería traer al blog la cuarta de estas canciones de su opus 37, se trata de “Var det en dröm?” (¿Fue un sueño?), una de las piezas vocales más famosas e interpretadas de Sibelius. Fue compuesta sobre un texto del poeta Josef Julius Wecksell, posiblemente el más importante escritor romántico finlandés en lengua sueca, y el compositor la dedicó a la soprano finlandesa Ida Ekman (1875-1942).

Ekman era una soprano lírica que centró la mayor parte de su carrera en el terreno del oratorio, el lied y las sången nórdicas, convirtiéndose en la principal intérprete de las canciones del compositor finlandés, quien se declaraba públicamente un rendido admirador de la soprano, cuya voz y peculiaridades interpretativas tuvo en mente a la hora de escribir la partitura de “Var det en dröm?”, siendo la primera cantante que ejecutó esta pieza. Cuando Sibelius entregó a Ekman el manuscrito de esta composición, le dijo sin recato: “aquí tiene mi canción más bella”

“Var det en dröm?” está escrita en sueco, idioma de la burguesía finesa de aquellos años y lengua materna de Sibelius, quien la empleaba a diario para comunicarse con sus personas más allegadas. De ahí que el idioma sueco fuese también el elegido por el compositor para aquellas de sus obras que presentan un contenido más intimista, más conectado con sus propios sentimientos, como las canciones. De hecho, de las más de 100 que escribió a lo largo de su carrera, en tan sólo 6 de ellas, con connotaciones más populares o folclóricas, emplearía el finés.

Aunque se sabía de la existencia de esta canción, el paradero de la partitura original fue desconocido durante largos años. En concreto hasta 2003, cuando fueron encontrados los manuscritos originales de cuatro canciones del compositor, entre las que se encontraba “Var det en dröm?”, en la caja fuerte de un banco de Oulu, una población al norte de Finlandia.

En esta breve pero encantadora pieza, el poeta se pregunta si el recuerdo de un antiguo amor fue tan sólo un sueño, mientras la música de Sibelius trenza una melodía de indudable fuerza dramática, donde el tono de ensoñación y añoranza del texto queda perfectamente reflejado. La palabra “recuerdo” se repite insistentemente a lo largo del poema, poniendo de manifiesto cómo, desde la tristeza del momento presente, las imágenes del pasado aparecen como confusos destellos que convierten en un sueño irreal el amor perdido.

Quiero proponeros la escucha de tres versiones diferentes. La primera que traigo es la interpretada por la legendaria e irrepetible contralto norteamericana Marian Anderson. Una cantante que llegó a conocer personalmente a Sibelius tras una actuación en Helsinki e incluso tuvo la oportunidad de interpretar algunas de las canciones de éste en su propia casa, haciéndole exclamar: “el techo de mi casa es demasiado bajo para su impresionante voz”. Sibelius quedó fascinado con la interpretación de Anderson y manifestó que ésta había sido capaz de penetrar en el alma del pueblo nórdico. Tanto es así que el compositor acabaría por dedicarle en 1939 “Solitude”, una de sus últimas canciones.

Pero me dejo de rollos y vamos directamente a escuchar a Marian Anderson interpretando “Var det en dröm?” acompañada al piano por Kosti Vehanen:


video de operazaile

Es ahora la genial soprano sueca Birgit Nilsson quien nos ofrece su versión de “Var det en dröm?”, en este caso con acompañamiento orquestal, en concreto el de la Orquesta de la Ópera de Viena dirigida por Bertil Bokstedt:


video de operazaile

Y finalizo con otra soprano sueca, mi admirada Nina Stemme, acompañada al piano por Antonio Pappano, a quienes podemos ver interpretar “Var det en dröm?” en un recital que tuvo lugar en el Liceu en el año 2007. Y a continuación, a modo de bis, nos canta también "Flickan kom ifran sin älsklings möte" (La joven regresó del encuentro con su amado), la última de las cinco canciones que componen el opus 37 de Sibelius, compuesta sobre un poema de Johan Runeberg:


video de LiceuOperaBarcelona


“VAR DET EN DRÖM?” (¿FUE UN SUEÑO?)

¿Fue un sueño que en una ocasión
yo era el verdadero amor de tu corazón?
Lo recuerdo como una canción callada
cuyo sonido aún continúa resonando.

Recuerdo una rosa silvestre que me regalaste,
una mirada tan tímida y tierna.
Recuerdo una brillante lágrima cuando nos separamos.
¿Todo fue un sueño?

Un sueño tan breve como la vida de una flor
en una verde pradera en primavera,
cuya belleza pronto se marchita
ante una multitud de flores nuevas.

Pero muchas noches escucho una voz
a través del torrente de mis lágrimas amargas:
Esconde este recuerdo en lo más profundo de tu corazón,
porque fue tu mejor sueño.



sábado, 9 de abril de 2011

CONCIERTO POR JAPÓN EN LES ARTS: LA CRÓNICA

El pasado jueves tuvo lugar en el Auditorio del Palau de les Arts el concierto organizado a beneficio de los damnificados por los sucesos ocurridos en Japón, del que os hablé en un post anterior.

La organización del evento parece que surgió de los propios músicos y cantantes y que el Palau de doña Helga en este caso se ha limitado a poner el local. Y, por cierto, el día del concierto yo no vi por allí a mi Intendente favorita, aunque no puedo asegurar que no estuviera, dada la ubicación en la que me encontraba.

Una de las personas más implicadas en esta organización ha sido el barítono hispano-uruguayo Erwin Schrott, a quien al finalizar el acto se le veía realmente emocionado y es muy de agradecer el interés personal que ha puesto en ello.

Al tratarse de un acto benéfico, en el que todos los participantes han colaborado de forma gratuita por un fin solidario, no procede poner aquí de manifiesto los fallos o limitaciones que pudieran tener unos u otros, sobre todo teniendo en cuenta que el evento se ha organizado en muy pocos días y sin posibilidad casi de ensayos. Lo importante es la causa solidaria y el hecho de que se haya tomado esta iniciativa y eso ya valora positivamente por sí mismo el trabajo de cuantos intervinieron.

Pero es que además he de decir que todo salió mejor de lo que muchos esperábamos y el público disfrutó un montón del espectáculo.

Tras una briosa interpretación de la Obertura de “La Forza del Destino” por la Orquestra de la Comunitat Valenciana, el tenor mejicano Ramón Vargas nos ofreció uno de los grandes momentos de la noche con el aria “Quando le sere al placido” de “Luisa Miller” de Verdi, que cantó con enorme expresividad, fuerza, sensibilidad y control vocal, emocionando. Al final de la velada volvería Vargas a electrificar la espina dorsal de los asistentes, en este caso con la popular “Granada”, donde de nuevo maravilló con su musicalidad, impresionantes agudos y control del fiato.

La soprano Rocío Ignacio cantó el “Caro Nome” de “Rigoletto”, lo que hizo demostrando un adecuado control de la coloratura y dominio de la zona aguda.

También intervino la guapa soprano georgiana Ilona Mataradze que optó por una pieza siempre agradecida por el gran público como es el “O mio babbino caro” de “Gianni Schicchi” de Puccini, que cantó con una voz muy bella, mostrando mucho gusto y delicadeza.

El Cor de la Generalitat tuvo dos magníficas intervenciones que pusieron fin a cada una de las partes del concierto: “Amen. In sempiterna” del “Stabat Mater” de Rossini, y el “Coro a bocca chiusa” de “Madama Butterfly” de Puccini, bellísimo y emocionante.

Pero si hubo un protagonista de la noche, ese fue Erwin Schrott. Su primera intervención fue cantando “Udite,udite” de “L’Elisir d’Amore” de Donizetti. Y cuando digo cantando, quiero decir cantando de verdad. Dando al personaje el carácter bufo que tiene, pero sin caer en la pantomima excesiva en la que ha incurrido en otras ocasiones en detrimento del canto. Lució su voz potente, profunda y bien timbrada y la puso al servicio de la partitura. Y por supuesto no faltó el peculiar "toque Schrott". Sacó a modo de elixir un folio enrollado y se dirigió al público enarbolándolo en alto mientras cantaba que se lo comprasen, que era el remedio para todos los males. Desplegó el folio en cuestión y era un cartel del concierto firmado por los participantes en él. Un espectador de la primera fila sacó un billete de 20 euros y se lo entregó a Schrott, quien a su vez le dio el cartel. Al finalizar su aria se dirigió al espectador y, mientras se guardaba el billete en el bolsillo de su chaqueta, le dijo: “esto va para el Japón”, procediendo a salir del escenario dejando al hombre con cara de “pues vaya…”

La segunda parte comenzó con unas palabras del Consul General del Japón en Barcelona que, emocionado, dio las gracias en nombre de su país por el acto organizado, tras lo cual tuvo lugar la intervención del dúo de percusión israelí PercaDu que interpretaron una pieza compuesta por el japonés Minoru Miki, en la que exhibieron un portentoso virtuosismo y sincronización.

Tras esto vino el apartado dedicado a los tangos. Omer Wellber salió a escena en chalequillo y con un acordeón para acompañar a Erwin Schrott en “Oblivion” de Astor Piazzolla, que el uruguayo cantó con mucho estilo y cuidando los matices, mientras no dudaba en dirigir la orquesta con gestos indicativos, ya que el maestro estaba ocupado aporreando el acordeón.

Después, Wellber y su acordeón acometieron junto a la orquesta el “Libertango” de Piazzolla y, claro, pasó lo que tenía que pasar. Wellber toca el acordeón igual que dirige, con esa hiperactividad desatada que te hace preguntarte si es que tendrá un ejército de hormigas carnívoras en los calzoncillos y pirañas en los sobacos, así que, a mitad de “Libertango”, dos o tres teclas del acordeón se fueron a tomar… el aire. Se quedó Wellber mirando el instrumento con cara de perplejidad, se encogió de hombros y tuvo que acabar acompañando a la orquesta golpeando rítmicamente el acordeón cual si de unas congas se tratase.

El apartado tanguista finalizó con Erwin Schrott abordando el tema que da título al CD que acaba de lanzar al mercado, “Rojo tango” de Pablo Ziegler, no pudiendo estar acompañado por Wellber y su ex acordeón, como estaba previsto en un principio, ya que no debía haber cover del instrumento. Schrott volvió a demostrar aquí su potencia vocal, muy metido en estilo, y fue divertido observar como Wellber dirigía la Orquesta batuta en ristre y, a su lado, Schrott hacía lo propio con sus manos y no siempre coincidiendo con las indicaciones del maestro.

Al finalizar (sin bises), el público que llenaba las tres cuartas partes del aforo del Auditorio, con una gran presencia de la colonia japonesa en Valencia, tributó, puesto en pie, una larga y calurosa ovación a todos los participantes y nos marchamos todos de allí muy satisfechos tras pasar una noche plagada de emociones, humanas y artísticas.

Ojalá este gesto solidario que tuvo lugar el jueves en Valencia sirva para paliar el dolor de los afectados por la catástrofe de Japón, si no desde un punto de vista económico, al menos sí como mensaje de apoyo para que sientan que no están solos en los difíciles días que están viviendo.

Para finalizar, os dejo la traducción aproximada del poema de Miyazawa Kenji, “Ame ni mo mazeku”, que leyeron en el concierto los dos músicos japoneses de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, la violinista Eri Takeya y el contrabajo Nobuaki Nakata, todo un canto a la lucha por la vida y la solidaridad:

Poder resistir la lluvia,
poder resistir el viento,
poder resistir tanto la nieve como el calor del verano
con un cuerpo fuerte,
sin ansias.
 
No dejándose llevar nunca por el temperamento.
Con una alegría tranquila.
Comer cada día cuatro tazas de arroz integral,
miso y algunos vegetales.
 
En todo,
pensar primero en los otros.
Ver, escuchar y entender
y, además, nunca olvidar.

A la sombra de los pinos, en los prados,
estar en una pequeña choza con techo de paja.
Si hay un niño enfermo al Este,
asistirle.
Si hay una madre exhausta al Oeste,
ponerse al hombro sus fajos de arroz.
Si hay un hombre moribundo al Sur,
decirle que no tema.
Si hay una guerra o conflicto al Norte,
decir que sería mejor acabar con ello.

Cuando hay sequía, derramar lágrimas.
Cuando el verano es frío, vagar perplejo.
Ser llamado imbécil por todos,
no ser alabado,
no ser culpado.

Quisiera convertirme
en una persona así.


miércoles, 6 de abril de 2011

"ANNA BOLENA" (Gaetano Donizetti) - Wiener Staatsoper - 05/04/11


Ayer pudimos asistir a distancia a un acontecimiento operístico de indudable interés, gracias a la retransmisión en directo en salas de cine, desde la Wiener Staatsoper, de la ópera de Donizetti “Anna Bolena”, cuyo mayor aliciente residía en el debut de la soprano rusa Anna Netrebko en este papel emblemático del bel canto, estando acompañada de un elenco no menos interesante en el que destacaban Elina Garanca como Giovanna Seymour y Francesco Meli en el rol de Lord Percy.

Para este debut se ha optado por una nueva producción que ha contado con la dirección escénica de Eric Génovèse y dirección musical de Evelino Pidò al frente de la Orquesta Filármonica de Viena y el Coro de la Wiener Staatsoper.

Para comenzar diré que, aunque no todo saliese lo redondo que siempre se espera, se pudo disfrutar de una noche de ópera estupenda. Bueno, lo de disfrutar es un decir, porque gracias a la pésima retransmisión que sufrimos, al menos en los cines Kinepolis de Valencia, durante casi un tercio del primer acto estuvimos acompañados por un chisporroteo sonoro que fue ganando en intensidad, hasta convertir a Netrebko en la niña del exorcista y a Meli en Darth Vader. Y, cuando el tema se medio solucionó, parece que debió ser a costa de cerrar uno de los canales de sonido, con lo que de ahí hasta el final de la obra, aunque la niña del exorcista se fuese a dormir, la calidad del audio no acabó de ser todo lo buena que hubiera sido deseable.

Comenzando por lo menos importante y más fallido de la noche, debo manifestar que la dirección escénica de Génovèse me pareció muy desafortunada. La falta de originalidad de la propuesta es apabullante. Es verdad que cuenta con un vestuario vistoso de Luisa Spinatelli, una iluminación sobria y efectiva, a ratos, de Bertrand Couderc y la puesta en escena rezuma un clasicismo a prueba de bomba. Pero todo esto se queda en puramente anecdótico ante la incapacidad del regista para aportar nada nuevo.

No estoy pidiendo tampoco majaderías al uso como sacar a Enrique VIII en calzoncillos paqueteros o mostrar a una Bolena yonki y adicta al bingo. Se podría compatibilizar una escenografía y ambientación clásicas, con una dirección de actores donde se consiga, o al menos se intente, dibujar unos personajes con una coherencia mínima y con unos movimientos escénicos trabajados y dramáticamente sólidos que constituyan un vehículo narrativo adecuado al discurso musical.

En el caso de Génovèse, el resultado obtenido no superaría el ensayo general de una función de Navidad de Pre-escolar. Es una auténtica lástima que la belleza visual que por momentos podría presentar la propuesta, pese a la escenografía oscura e impersonal de Jacques Gabel y Claire Sternberg, se quede simplemente en eso, en apariencia exterior, porque el interior es más hueco que el cráneo de Génovèse y el producto final resulta inánime.

La dirección de actores es nula. Los cantantes salen a escena y sólo su mejor o peor saber hacer les guía su comportamiento. Las apariciones del Coro se llevan la palma, pues irrumpen en el escenario y permanecen cantando estáticos, como si aquello fuera la Granja de los Click. Así que la sensación que se le queda a uno es la de haber asistido a una versión en concierto con disfraces. Es una auténtica pena que habiendo reunido un equipo de cantantes tan destacable y que se desenvuelven tan bien en el plano actoral, no se haya contado con una dirección escénica medianamente decente que pudiese haber engrandecido el espectáculo global. Tendremos que esperar a Septiembre para ver si David McVicar hace un trabajito mejor para la “Anna Bolena” que abrirá la próxima temporada del MET neoyorquino con la misma pareja protagonista de ayer.

En el apartado musical, afortunadamente, las cosas fueron bastante mejor. La dirección del italiano Evelino Pidò tampoco es que fuese para tirar cohetes, pero se mantuvo en un nivel muy aceptable. Por momentos hubo cierto apresuramiento en los tempi que se combinaba con pasajes demasiado lentos, posiblemente para favorecer a los cantantes. Pecó de un exceso de volúmenes, o esa es la impresión que me dio en el cine, y se observó algún despiste en las entradas de los metales. Por lo demás, no fue la suya una lectura que deje poso de genialidad, pero tampoco entorpeció el nivel vocal que hubo sobre el escenario, aunque también es verdad que contó para ello con la inestimable ayuda de un conjunto orquestal de primera magnitud como la Filarmónica de Viena, que es casi imposible que suene mal, por limitado que sea el batutero de turno.

El Coro femenino mostró mejor empaste que el masculino, donde se apreciaron demasiados desajustes, y la incompetencia de la dirección escénica tampoco favoreció precisamente su lucimiento.

Pero lo realmente importante de la noche fueron las voces solistas que se escucharon, con un trío protagonista que, al menos en lo que a mí concierne, lograron hacer brotar la emoción y que valiera la pena el viaje y los ruidos padecidos.

La mayor expectación se centraba en asistir al debut del rol principal por Anna Netrebko. Yo soy de los que mantiene que las mejores prestaciones de esta cantante se encuentran en otros repertorios y que el bel canto no es su territorio idóneo. La coloratura siempre suele ser uno de sus puntos débiles mostrando cierto atropellamiento. También su control de la respiración impide un resultado más redondo y ajustado en estilo, afeando la línea de canto, pero aún así el resultado final en un papel tan complicado, que hay que recordar que está debutando, a mí me pareció muy positivo, con todas las peculiaridades que se quieran, y desde luego mucho mejor de lo que esperaba.

Mostró un fiato aceptable y consiguió ligar algunos momentos bellísimos, con unos filados y pianísimos de ensueño. El sobreagudo con el que finalizó el precioso concertante con el que termina el primer acto fue realmente espectacular. La fuerza arrebatadora y el brío con que interpretó “Coppia Iniqua” y la dulzura y sensibilidad rebosante de matices con las que cinceló “Al dolce guidami” compensan cualquier defecto que se le quiera buscar. Su entrega escénica fue absoluta y la interpretación del personaje irreprochable, dentro de las cortapisas marcadas por Génovèse. En suma, opino que ha sido un fantástico debut.

Elina Garanca, quien estuvo recientemente en Barcelona interpretando este mismo papel de Giovanna Seymour, volvió a maravillar con su portentosa voz. Se mostró segurísima en las agilidades, al tiempo que enhebraba unos agudos espléndidos y unos graves solventes. Únicamente podría hacérsele el reparo, ya habitual, de la frialdad que parece desprender, a lo que contribuye posiblemente esa sensación de facilidad con la que canta, sin aparente esfuerzo, como si estuviera recitando la carta de pinchos del bar. Y luego encima acaba las funciones rodeada de cantantes sudados y despeinados mientras ella reluce como recién salida de maquillaje. Pero esa presunta frialdad poco importa cuando con su instrumento consigue transmitir tantísima belleza y logra tal grado de amplitud y perfección vocal y adecuación estilística. Sin ninguna duda, se ha convertido, hoy por hoy, en la Seymour de referencia.

Francesco Meli es un tenor por el que siento debilidad después de haberle escuchado en Les Arts como Edgardo en “Lucia di Lammermoor”. Llegó un poco justo al aria final y en la zona más aguda mostró cierta tirantez y la voz tendía a abrirse y tremolar en exceso, pero a cambio se marcó durante la noche algunos pianos de escándalo, lució un centro precioso, luminoso y brillante y, sobre todo, consiguió dibujar un fraseo ligado y con intención, bellísimo.

En cuanto al resto del reparto, Ildebrando D’Arcangelo fue el rey Enrico. El papel le viene algo grande al italiano, porque él, aunque se empeñe, no es un auténtico bajo, con lo que en la zona más grave tendía al eructo áfono. Elizabeth Kulmann como Smeton estuvo francamente bien, fraseando con intensidad y con gran entrega escénica (autodidacta, claro). Correcto estuvo Dan Paul Dumitrescu como Rochefort; y muy deficiente me resultó Peter Jelosists como Hervey, pasando tales apuros para cantar cada una de sus frases que juraría que al final defecose.

Al acabar la función, el público que llenaba por completo el teatro tributó una enorme ovación a la pareja femenina y eché en falta un más caluroso premio para Meli que fue menos aplaudido que D’Arcangelo o Kulmann.

Ahora solo queda esperar que los hados se conjuren y se hagan realidad aquellos rumores que circularon en su día sobre que Mortier llevaría a Madrid a Anna Netrebko para cantar “Anna Bolena”... Aunque vista la marcha que lleva el belga…