domingo, 26 de junio de 2011

EL "FIDELIO" DE JONAS KAUFMANN


Quisiera haberos hablado antes del magnífico “Fidelio” que pudimos disfrutar en el Palau de les Arts el pasado día 22, pero por unas cosas u otras no ha podido ser. Aunque quizás sea preferible que hayan transcurrido ya unos días desde aquella mágica noche, para procurar que esta reseña, que pretendo que sea muy breve, sea también lo más reposada y objetiva posible.

Ante todo quisiera empezar felicitando a Helga Schmidt por haber conseguido finalmente traer a Valencia a Jonas Kaufmann, aunque haya sido para cantar una sola función, cosa que tiene mucho más mérito si tenemos en cuenta lo mal que suelen cerrarse los contratos en esta casa y la repleta agenda del tenor alemán.

Pero como en Les Arts nunca se pueden hacer las cosas bien del todo y siempre me tienen que asomar un pico de la muleta para que entre al trapo, me pareció muy mal que, después de que se apuntase la gente para acudir al backstage a saludar a los artistas, se anulara porque había “una cena”. Ignoro quién estaba en esa cena, aunque me lo puedo imaginar, y no me parece motivo bastante para que se impidiese que se perdieran cinco minutos con personas que habían cruzado media Europa para escuchar y conocer personalmente al cantante.

Y es que de nuevo la presencia de público extranjero volvió a ser más que notable, así como la de numerosos aficionados venidos de otros puntos de la península.

La expectación por escuchar a Jonas Kaufmann en directo era grande y, sin embargo, había bastantes huecos en platea, pese a que la venta de última hora al 50% funcionó a pleno rendimiento. No parece muy normal, y yo sigo convencido de que gran parte de la culpa la tiene la nula publicidad que se hizo desde Les Arts de la presencia del cantante alemán y del gran nivel musical y artístico de este “Fidelio”. Ha funcionado más el “boca a boca” que el interés desde el propio teatro en promocionar y vender sus espectáculos.

Sobre la función no voy a comentar demasiado, ya que básicamente me remito a la crónica que efectué con motivo del estreno, pero sí he de decir que el nivel general ofrecido el día 22 fue claramente superior a la jornada inaugural.

Sobre todo en el terreno vocal, parecía como si los cantantes estuviesen especialmente motivados por la presencia de Kaufmann y su rendimiento fue bastante mejor. Jennifer Wilson estuvo mucho más fina en los agudos, no así en las agilidades. Hubo menos chillidos y una mayor entrega, aunque Leonore definitivamente no es su papel. Sandra Trattnigg que no me gustó nada en el estreno, no es que me enloqueciera, pero se mostró mucho más fina, y Stephen Milling ofreció un magnífico Rocco, rotundo vocalmente y profundamente humano. Yevgueni Nikitin empezó medianamente bien, pero volvió a defraudarme muchísimo.

Jonas Kaufmann no pudo comenzar mejor de lo que lo hizo. Su “Gott, welch Dunkel hier!” fue realmente impresionante. El “Gott” inicial fue marca de la casa, con un crescendo estremecedor, que parecía provenir del fondo de la tierra, de una nota en pianíssimo (aunque se inició en falsete), perfectamente audible, que fue poco a poco reforzándose y ensanchándose hasta el forte, retumbando en todo el teatro y recorriendo como un placentero latigazo nuestra espina dorsal. El resto del aria estuvo caracterizado por una soberbia interpretación, sentida, emocionante, donde la voz corría con fluidez sobrepasando sin dificultad la orquesta, y se movía con aparente facilidad por unas tesituras envenenadas. Y allí donde hemos visto a otros cantantes pasarlas francamente canutas, Kaufmann fraseaba con intención, belleza, sentido del legato e insultante autoridad.

Al finalizar el aria, Mehta hizo una breve “paradinha” para el aplauso, pero como nadie se animaba, se dispuso a reanudar la marcha y fue entonces cuando una explosión de bravos inundó el teatro, algo más tarde de lo que esperaba el director y con evidente gesto de disgusto de éste.

La voz de Kaufmann, por su color más oscuro y opacidad, destacó menos en otros momentos, como el trío “Euch werde Lohn in bessern Welten”, donde otras voces más brillantes, como la de Seiffert, lucen bastante más, pero en general no cabe hacer reproche alguno a la magnífica actuación del tenor alemán, que acabó auténticamente pletórico y estuvo en todo momento, vocal y dramáticamente, entregadísimo. Lo cual es muy de agradecer a una figura tan mediática y que venía sólo a cantar un acto (aunque ¡vaya acto!) de una función, demostrando así que no se lo había tomado en absoluto como un “bolo”.

En cuanto a Zubin Mehta y la Orquestra de la Comunitat Valenciana volvieron a brindarnos una actuación excelente, con una “Obertura Leonora 3” nuevamente para el recuerdo que puso al teatro en pie. Y otro tanto podemos decir del Coro de la Generalitat, ofreciendo tanto en el coro de prisioneros como en el cuadro final un rendimiento inmejorable. Definitivamente hoy por hoy somos unos privilegiados de contar con unos cuerpos estables de semejante calidad en este teatro.

El balance final artístico de este IV Festival del Mediterrani ha sido muy positivo. Ahora sólo falta que se anuncie la programación de la temporada 2011-2012, a ser posible antes de que llegue Navidad, y la amiga Helga nos ofrezca alguna sorpresa agradable.

lunes, 20 de junio de 2011

SENSACIONAL "TRILOGIA ROMANA" DE PRÊTRE EN LES ARTS


Mientras en los exteriores del Palau de Les Arts, el pasado viernes 17 de junio, el agropijismo y futbolerismo más variopinto inauguraba la temporada del teatro valenciano como salón de bodas, en el mal llamado Auditorio del mismo recinto el legendario director francés Georges Prêtre dirigía a la Orquestra de la Comunitat Valenciana en una magistral interpretación de los tres poemas sinfónicos (“Fuentes de Roma”, “Fiestas Romanas” y “Pinos de Roma”) que conforman la llamada Trilogía Romana del compositor italiano Ottorino Respighi (1879-1936), en lo que se anunciaba como “concierto-espectáculo” con dirección de escena de Carlus Padrissa (La Fura dels Baus) y dirección de video de Emmanuel Carlier, sobre una idea de Valentin Proczynski.

Yo no pude acudir al estreno, fui a la representación del sábado y repetí el domingo, y lo primero que tengo que decir es que el tal Valentín hubiera tenido una mejor idea si hubiese decidido hacerse eremita o alistarse en la legión extranjera sin contar a nadie sus visiones, porque la propuesta de Padrissa y Carlier me pareció una mamarrachada como la copa de un pino (de Roma).

Toda la aportación furera al “concierto-espectáculo” consistía en una proyección de video y algunos juegos de luces, pese a que en algún medio de prensa se llegó a anunciar, literalmente, que el escenario del Auditorio se llenaría “de música, color y acrobacias”. Bueno, pues allí las únicas acrobacias que se vieron fueron las de los espectadores de cierta edad o con problemas de movilidad intentando llegar a su localidad sin caer rodando por los interminables escalones inadaptados del carísimo recinto concebido por el tercer hermano Calatrava, el arquitecto humorista, tras alguna indigestión de horchata con fartons.

Un recinto que presentó demasiados huecos vacíos en sus asientos ante una cita que se presumía muy interesante para el aficionado a la música, independientemente de las majaderías videográficas. Y eso que hubo un masivo regalo de entradas, lo que volvió a originar la kafkiana situación de que algunos aficionados se quedasen en la calle sin poder adquirir una entrada de última hora a mitad de precio en la zona de platea por estar presuntamente vendidas, aunque en el interior se observasen muchos huecos en esa misma zona y muchísimos más en la parte de anfiteatro.

Se colocaron para la ocasión dos pantallas para proyectar en ellas las imágenes ideadas por Padrissa y Carlier al ritmo de la música de Respighi, una en el lugar destinado habitualmente al Coro, tras la orquesta, y otra delante de ésta, en la boca del escenario a modo de telón transparente. Pero un telón que sólo en muy contadas ocasiones durante toda la representación se alzó, con lo que la visión del director y de los músicos quedaba molestamente tapada por las imágenes proyectadas en esa primera pantalla.

¿Y total qué? Pues para obsequiarnos con las repetidísimas obsesiones fureras del fuego, las gotas y chorros de agua a cámara ultra-lenta, prietos cuerpos desnudicos y cuatro genialidades más por el estilo. El colmo de la imaginación lo tuvimos en “Pini presso una catacomba” donde la proyección era de volutas de humo, y en “I pini del Gianicolo” que, como se ve que no se les ocurría nada, lo proyectado fue… nada, pero la pantalla, allí delante. Para culminar a lo grande, la representación se cerró en “I pini della Via Appia” con unos árboles, mezcla entre dibujito de Walt Disney y los Ents de “El Señor de los Anillos” marchando sobre la Via Appia, en una ridiculez impropia de la grandeza musical que se estaba viviendo.

He de reconocer que cuando comenzó “Feste Romane”, con las imágenes del fuego ocupando todo el escenario del Auditorio, me emocioné; pero no por su belleza o acierto, sino por ver, durante unos segundos, ardiendo por los cuatro costados ese infame recinto que, una vez más, volvió a demostrarse que no sirve para la función que se le quiere dar, con una acústica que en algunas zonas sigue siendo peor que pésima aunque en la parte central haya mejorado.

Tan sólo salvaría de la videoproyección momentos aislados, fundamentalmente de “Fontane di Roma”, con los cuerpos humanos que acababan fundiéndose con las figuras de las fuentes, o las imágenes de fragmentos de películas en blanco y negro sobre callejuelas romanas en color en “La Befana”, y, sobre todo, esas dos o tres ocasiones en que lo proyectado era la imagen de Georges Prêtre dirigiendo, que eso sí que era un espectáculo en sí mismo. Igualmente, me pareció acertado que se destacase con la iluminación la actuación de algunos solistas de la orquesta, pero todo esto no compensaba la insulsez, gratuidad, incoherencia y fealdad pretenciosa de esta propuesta de Padrissa y Carlier, que si le ha costado a Helga más que un bocadillo de mortadela de Popeye, ya me parece cara.

Yo procuré aislarme lo más posible de las imágenes e intenté concentrarme en lo puramente musical, porque ahí es donde estuvo lo realmente importante de la noche. Los tres poemas sinfónicos de Respighi no son precisamente obras que me enloquezcan, las encuentro demasiado irregulares y, aunque me gustan sus rasgos más impresionistas y presentan algunos momentos de gran belleza, no me parecen obras redondas. Pero la maestría de Georges Prêtre y la calidad de los músicos de la orquesta titular de Les Arts hicieron brillar la música de Ottorino Respighi como yo nunca antes la había escuchado en directo.

A sus casi 87 años, Prêtre dio toda una lección de técnica de batuta y sabiduría musical. Llevó a cabo una dirección fresca, lúcida y lucida, enormemente precisa, marcando los tiempos y las entradas con una exactitud asombrosa, sin derrochar ni un solo gesto inútil (vamos, lo contrario de Wellber o Traub), llegando incluso a bajar los brazos y seguir la orquesta con la mirada y pequeños movimientos de cabeza, esperando tan sólo el momento en que el gesto fuese necesario.

Supo crear en cada momento la atmósfera requerida, logró unas magistrales transiciones entre los sucesivos movimientos, extrajo todos los colores y matices escondidos en lo más recóndito de la partitura y alguno más, y dotó al conjunto orquestal de una claridad expositiva y riqueza expresiva modélicas. No voy a alargarme en una inútil sucesión de adjetivos e hipérboles sobre su trabajo, pero sí quisiera resaltar los maravillosos pianísimos sostenidos de la cuerda, donde se lograron unos sonidos mágicos estremecedores. Pura emoción.

Todas estas virtudes de Prêtre se vieron acompañadas por la espléndida actuación de todos y cada uno de los miembros de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Desde la nunca suficientemente alabada sección de cuerda, a los sensuales clarinetes, con Joan Enric Lluna a la cabeza, el concertino, las flautas, oboes, fagot, percusión, arpas, piano, o esos soberbios metales inspiradísimos que tuvieron oportunidad de lucirse puestos en pie en el espectacular final de “I pini della Via Appia”. Bravo a todos ellos.

Una larguísima y calurosísima ovación al director francés y a todos los músicos fue el premio a la excelencia de lo vivido por parte de un público cuyo comportamiento durante el concierto sin embargo no fue precisamente ejemplar. Las toses, caramelos, carraspeos y sonoros "Riiiiisc Raaaasc" de los abanicos, formaron parte de la percusión repetidamente. Aunque la palma se la llevó el bebé que el domingo se pasó parloteando a voz en grito el último tercio de “Pini di Roma”, con absoluta inacción de sus acompañantes y de la Fiscalía de Menores. Los comentarios que podían escucharse a la salida tampoco tuvieron desperdicio, desde “si dura diez minutos más, me torro” a “para ser gratis no ha estado mal” o “¿el Peter (sic) este, es el compositor o es el Otorrino?”.

Entre ese público del sábado estaba la flamante nueva concejala de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, Mayrén Beneyto (que Dios nos pillé confesados), también Presidenta del Palau de la Música, quien, supongo que para dar ejemplo a los del 15-M, se desplazó a Les Arts en coche oficial.


video de PalaudelesartsRS


martes, 14 de junio de 2011

CRÓNICA DE LA ÚLTIMA "TOSCA". CAVARADOSSI ES TINERFEÑO.

Anoche fue también otra jornada para recordar en el Palau de les Arts. Había una gran expectación por presenciar el debut absoluto del tenor tinerfeño Jorge de León en el papel de Mario Cavaradossi, en la última de las funciones de “Tosca”, de Giacomo Puccini, que se han representado en el recinto valenciano dentro del IV Festival del Mediterrani. Además, el debutante contaba con el aliciente de saber que su interpretación se retransmitía en directo a 57 ciudades europeas.

El teatro se encontraba lleno y, pese a ser lunes, registraba una numerosa presencia de público de fuera de Valencia. Entre los asistentes pudimos ver a otro grandísimo joven tenor canario, Celso Albelo, amigo personal de De León y reciente compañero de Oksana Dyka en “I Pagliacci” en la Scala.

Y, desde luego, se iría contento Albelo, porque el amigo De León compuso un Cavaradossi extraordinario. Parecía mentira que este hombre estuviese anoche debutando el papel y lo hiciese tan bien como lo hizo. No quiere esto decir que haya alcanzado la perfección y que no existan cosas que pulir, pero oído lo oído ayer no parece atrevido afirmar que De León puede hacer de este papel, que se acopla perfectamente a su vocalidad, uno de sus referentes.

Ya en el aria de entrada de Mario, la celebérrima “Recondita Armonia”, pudimos comprobar que la noche se presentaba mejor que bien. Jorge de León apareció en escena quizás con el centro algo tremolante todavía, pero enseguida calentó la voz, sacó el potentísimo caudal que le caracteriza y en cuanto entró en la zona aguda deslumbró por la belleza de su emisión, su brillantez y mordiente, ofreciendo una interpretación apasionada, auténtica, cargada de emoción, y donde la exhibición de fiato en los agudos finales fue realmente espectacular.

Impresionante fue también su “Vittoria” y majestuoso el “La vita mi costasse”, auténticos cañonazos de una claridad, ortodoxia y limpieza mayúsculas, en los que costaba contenerse para no interrumpir la representación braveando a tan valiente tenorazo.

En momentos como ‘O dolci mani’ su canto es quizás menos delicado de lo requerido, pero la belleza y autenticidad de su interpretación compensa cualquier reproche. Su voz además, tal y como presuponía, se complementaba mucho mejor con la de Dyka que la de Marcelo Álvarez en las funciones anteriores.

Y en ‘E lucevan le stelle…’ puso el teatro patas arriba. Fue precisamente ésta el aria con la que Jorge de León ganó en 2004 el Concurso Internacional de Canto Julián Gayarre y lanzó definitivamente su carrera operística. La versión que ayer ofreció el tinerfeño de la inmortal aria de Puccini fue muy distinta de la que pudimos escuchar días atrás a Marcelo Álvarez, pero no menos convincente. Si el argentino optó por la delicadeza en el fraseo y la abundancia de matices, De León aportó una visión de la página hondamente sentida, desgarrada, apasionada y vehemente, luciendo todo su poderío vocal y belleza tímbrica deslumbrante. Al finalizar el aria, una larga y sonora ovación, con unánimes bravos, premió la emocionante interpretación que nos regaló De León, y un cariñoso y muy audible “Gracias, niño” le fue dedicado desde el cuarto piso del teatro por su amigo Celso Albelo.

Como decía antes, lo más sorprendente es el altísimo nivel mostrado ayer por De León tratándose de un debut en un papel no precisamente cómodo. Y, sobre todo, es muy esperanzador ver cómo su carrera de tenor spinto se sigue consolidando y cómo se puede apreciar que su canto evoluciona a mejor en cada nueva visita que nos hace. Esperemos que siga así.

En cuanto al resto de aspectos de la representación, poco más hay que decir respecto a lo ya comentado en mi anterior crónica y que no voy a reiterar. La dirección escénica de Jean-Louis Grinda me sigue sin gustar. Oksana Dyka reconozco que ha evolucionado a mejor desde el estreno, y en el ‘Vissi d’Arte’ intentó incluso regular un poquito, pero me sigue pareciendo fría y poco expresiva.

Bryn Terfel, en su línea, compuso un Scarpia extraordinario, odioso y malvado, dramáticamente inmejorable, y que en pleno acoso lujurioso a Tosca tuvo el gesto ‘Torrente’, que no le vi en días anteriores, de oler con rijosa avidez el manto de la diva.

En la orquesta, sabiamente dirigida por Zubin Mehta, y que en general estuvo espléndida toda la noche, se produjo sin embargo una importante pifia al sonar el cañonazo del Castel Sant’Angelo, momento en que algunos músicos adelantaron su entrada arrastrando a parte de sus compañeros, aunque inmediatamente Mehta tomó las riendas y el asunto no fue a mayores.

Al finalizar, el público puesto en pie ovacionó y braveo ruidosamente a todos los intérpretes, viniéndose el teatro abajo al saludar el debutante Jorge de León, a quien se le veía enormemente emocionado.

El típico payaso de turno no faltó a su cita y, en lo que ya se está convirtiendo en una estúpida costumbre cada vez que se representa alguna ópera del compositor de Lucca, lanzó su desafinado y extemporáneo ‘Viva Puccini’ al finalizar ‘E lucevan le stelle…’ Como sigan estas modas exhibicionistas, dentro de nada nos vemos a Jimmy Jump en pelotas en el escenario con peluca mozartiana (aunque como me diría mi amiga Mime: “no des ideas”).

Los rumores sobre la temporada 2011-2012 en Les Arts eran tema de conversación ayer entre los aficionados y fuentes bastante fiables me confirmaron que volveremos a tener la oportunidad de escuchar a Jorge de León el año que viene varias veces: en la reposición en abril de esta “Tosca”, donde alternaría reparto nuevamente con Marcelo Álvarez, y posiblemente con dirección musical de Plácido Domingo; en “El Cid” de Massenet; y en un apetecible “Il Trovatore”. A este paso se va a convertir en el tenor oficial de la casa. Lo cual no sería precisamente una mala noticia.

También me comentaron, aunque no acabe yo de creérmelo, que podremos disfrutar de “Thaïs” de Massenet, con Celso Albelo en el papel de Nicias y Plácido Domingo como Athanaël, un rol de barítono, y que se estaban ultimando gestiones para que la protagonista femenina fuese Renée Fleming.

Si todo esto finalmente se confirma, soy capaz de contratar al bobo del grito pucciniano para que durante todas las funciones de la temporada próxima entone un ‘Viiva Heeelgaa’ de mis partes.

Os recomiendo leer la estupenda crónica de la función que ha escrito Papagena.

sábado, 11 de junio de 2011

AMENAZA DE PLANTE DE LA ORQUESTA DE LES ARTS

Tal y como publica hoy el diario "Levante", las aguas vuelven a estar revueltas en el seno de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, agrupación titular del Palau de les Arts. Copio y pego la noticia (corrigiendo alguna falta de ortografía):

"Una más. La Orquestra de la Comunitat Valenciana, residente del Palau de les Arts, vuelve a sufrir turbulencias en plena celebración del Festival del Mediterráneo y además tiene a Zubin Mehta como aliado. Ahora son los contratos de los refuerzos traídos a Valencia para completar una orquesta que comenzó con cerca de ochenta profesores y el tiempo ha ido dejando en medio centenar.

Anulada la convocatoria de plazas para cubrir las vacantes debido a la situación de las arcas públicas y con otros músicos en excedencia, el Palau de les Arts la refuerza con contrataciones externas. Y así ha sido de nuevo esta vez. Sólo que la burocracia o la lentitud en la gestión de los contratos de los nuevos músicos ha soliviantado a una parte de ellos, hasta el extremo que el propio Mehta se dirigía ayer al colectivo para manifestar su malestar e incluso amenazar con la suspensión de concierto de mañana-han de interpretar la Tercera de Mahler- si el asunto no se solucionaba con urgencia. Según reveló Mehta durante el ensayo de ayer, muchos contratos aún no había sido firmados ni devueltos.

Así lo reconocían ayer diversas fuentes consultadas por Levante-EMV quienes admitían que esta circunstancia no es nueva. El malestar de Mehta, además, se comprende porque ha sido él personalmente quien ha ido escogiendo a los músicos que debían acompañarle esta edición del certamen.

"Con tanta gente que hay y los trámites se quedan atascados", aseguran que dijo el músico indio exculpando a la Intendente del coliseo del problema, pero poniendo el dedo en su departamento administrativo.

Según las mismas fuentes, cerca de treinta músicos han sido contratados este año como refuerzo. Su contrato laboral establecía un período comprendido entre el 15 de mayo y el 26 de junio. Pero nada había avanzado.

Sin embargo, ayer fuentes del Palau de les Arts aseguraban que el asunto había sido ya solucionado y que la demora respondía a los trámites administrativos habituales y a la falta de firma de la Intendente debido a sus desplazamientos profesionales.

Aún así, otra de las quejas está referida a la disminución de las cantidades que algunos debían de cobrar. Al parecer no se corresponden con las pactadas en su día como se puso también de manifiesto durante el ensayo de la Orquestra. Según el Palau, los cachés se habían reducido debido a la situación económica y al abono de los impuestos correspondientes que marca Hacienda.

Un colectivo con problemas
Las relaciones de la Orquestra con los gestores del Palau y sobre todo quien ha sido su secretario técnico, Felipe Caicedo, no son todo lo fluidas que deberían ser. A él apuntan como uno de los principales responsables de muchos asuntos relacionados con su situación como la ausencia de información de los programas y títulos a abordar, la multiplicación de ensayos extras o incluso formas. De hecho, según fuentes de la Orquestra, el propio colectivo había decidido asumir un ensayo extra que no estaba contemplado ni será remunerado para poder reforzar los programas que interpretarán a finales de mes durante una corta gira por Italia."

Ahora me imagino que aparecerán los de siempre volviendo a criticar a los músicos, acusándoles de elitistas y privilegiados, y callarán, una vez más, la nefasta gestión interna del teatro valenciano, responsabilidad, lo quiera Mehta o no, de una Helga Schmidt ávida de acumular poder e incapaz de gestionar de forma adecuada por no querer o no saber delegar en personas medianamente eficientes.

Veremos si todo queda al final en una mera llamada de atención de los músicos sobre su situación, aprovechando las unánimes críticas elogiosas que están recibiendo en el Festival del Mediterrani que se está celebrando actualmente, o las cosas van a mayores.

lunes, 6 de junio de 2011

"FIDELIO" (Ludwig van Beethoven) - Palau de les Arts - 05/06/11

Decía yo en mi crónica de la “Cavalleria Rusticana” que pudimos ver en el Palau de les Arts la temporada pasada, que éramos felices de saber que algún día podríamos decir: “yo escuché en directo el Intermedio de “Cavalleria Rusticana” de Maazel”, y todos nos envidiarían. Pues bien, ahora somos doblemente felices, porque también podremos decir: “yo escuché en directo a la Orquestra de la Comunitat Valenciana interpretar la Obertura Leonora (III) de “Fidelio” dirigida por Zubin Mehta” y aún nos envidiarán más.

Y es que anoche en Les Arts volvió a vivirse otro de esos momentos mágicos, y afortunadamente, por ahora, no irrepetibles, cuando la Orquestra de la Comunitat Valenciana, con el maestro Mehta al frente, interpretó la segunda (aunque sea conocida como Leonora 3) de las oberturas compuestas por Ludwig van Beethoven para “Fidelio”, la única ópera de su producción, y que se ejecutó inmediatamente antes de la última escena del segundo acto, en una práctica que siguen manteniendo muchos directores desde que así lo hiciese Gustav Mahler por primera vez hace ya unas cuantas lunas. Pero vayamos por partes.

Se estrenaba ayer en Les Arts “Fidelio”, dentro del IV Festival del Mediterrani, en la producción que inauguró en 2006 la actividad operística del recinto valenciano, con dirección escénica de Pier'Alli y musical de Zubin Mehta. Muchas emociones se podían palpar entre los aficionados en los corrillos, comentando y recordando aquellos días, de hace 5 años, cuando cobró vida el proyecto del Palau de les Arts con todas las dudas, ilusiones y esperanzas que se suscitaron.

Al entrar ya tuvimos la primera sorpresa (agradable) al comprobar que en los programas de mano entregados se confirma la presencia del tenor alemán Jonas Kaufmann en la función del día 22 de junio, pese a que parece que quiera llevarse en secreto porque no se le está dando publicidad alguna. En fin, Helga sabrá lo que hace, luego tendrá que volver a recurrir a regalar entradas para evitar el bochorno de ver el patio de butacas semivacío.

Ayer se dio cita bastante menos público que en el estreno de “Tosca” de ocho días atrás, con las entradas más caras prácticamente ocupadas en su totalidad, no sé si vendidas o regaladas, pero numerosos huecos en los pisos altos. Tras el descanso, pudimos ver ubicarse en segunda fila de platea a Oksana Dyka.

La puesta en escena del italiano Pier’Alli es la misma que se pudo ver en 2006 y que está editada en DVD, tratándose posiblemente de una de las más interesantes que han pasado por Les Arts. Parte de una concepción clásica y tradicional, muy fiel al libreto, al tiempo que la dota de cierta originalidad y frescura con una escenografía sobria pero suficiente y adecuada, una inteligente iluminación de Guido Levi, aunque por momentos peque de demasiada oscuridad, y el empleo de algunas proyecciones de gran efectividad, especialmente al comienzo del segundo acto en el impresionante descenso a las mazmorras.

La dirección de actores está trabajada y tiene su representación más destacada en la salida de los prisioneros de las mazmorras, convertido el coro en un auténtico ejército de zombies, alcanzándose a mi juicio uno de los momentos de mayor intensidad dramática y belleza plástica de toda la obra.

Entre los puntos que menos me gustan de la propuesta de Pier’Alli están el momento del desfile soldadil, bastante ridículo; y el último cuadro donde se coloca al coro totalmente plantado en escena, cual figuritas de un belén, llevando a cabo únicamente movimientos con los brazos como si fueran autómatas.


Pero lo verdaderamente importante llegó en el plano musical. Zubin Mehta lleva a cabo con este “Fidelio” una labor de dirección excepcional, contando con la impagable ayuda de una Orquestra de la Comunitat Valenciana a la que logró hacer brillar como en las más grandes ocasiones, con una actuación destacadísima de todos sus miembros, desde la inigualable sección de cuerda a las espléndidas intervenciones solistas de Álvaro Octavio a la flauta o Pierre-Antoine Escoffier con el oboe.

Como bien sabe hacer el maestro indio, condujo de forma equilibrada, cálida y cuidando los detalles, sin que la tensión dramática perdiese intensidad en ningún instante, con un Cuarteto del primer acto ejemplar… y de repente llegó el momento de la noche. La Obertura Leonora III, ejecutada justo antes de la última escena de la obra, y que, bajo la batuta de Mehta y con estos músicos, se convierte en un hito referencial. Así lo demuestran los encendidos aplausos, bravos y hasta alguna petición de bis, que brotaron a su finalización en una espontánea y unánime explosión de emoción. En momentos así, escuchando a estos músicos alcanzar un nivel tan celestial, no podemos sino arrodillarnos y entonar plegarias para que la salida de Maazel, la crisis y la gestión de Les Arts, no den al traste con una agrupación que se ha colocado por méritos propios en el primer nivel mundial.

El Cor de la Generalitat tampoco falló y cumplió de forma extraordinaria con su difícil cometido. Se mostró potente, empastado y con irreprochable articulación en el cuadro final y sencillamente grandioso en la salida de los prisioneros, donde, tanto en el plano vocal como en movimiento escénico, consiguieron imponer el clímax requerido.

Peter Seiffert, como Florestan, estuvo espectacular. Su voz quizás haya perdido un punto de frescura en estos años y se hace patente un cierto desgaste y tirantez en la zona alta, donde en ocasiones aparecía un amenazante vibrato que nos hacía temer que iba tan ajustado que podía romperse, pero no sólo no fue así, sino que, conforme fue centrando la voz, fue yendo a mejor, brindándonos una actuación excelente, entregándose sin reservas, a pecho descubierto, sin trampas, culminando pletórico en el concertante final. Seiffert conserva intacta la capacidad para lucir su espléndido fraseo que sabe dotar de todo el lirismo y fuerza que requiere el personaje. Hizo absoluta exhibición de buen gusto y de detalles de gran cantante. Su canto fue sentido, apasionado, heroico y brillante, desplegando una hechizante luminosidad y una gran expresividad dramática. Un pedazo de tenor.

Jennifer Wilson, como Leonora, generó en los pasillos opiniones contrapuestas. Yo encontré cosas que me gustaron y otras que no tanto, aunque, en conjunto, mi impresión es positiva. Este papel, como ocurre también con el de Florestan, es enormemente exigente y requiere voces que se puedan mover en casi todos los terrenos con autoridad, teniendo desde momentos propios casi de una soprano ligera a otros llamados a ser afrontados por una soprano dramática con poderío. Compararla con Waltraud Meier, que cantó el rol en 2006 en esta misma producción, se hacía inevitable aunque no tiene mucho sentido. Son dos voces y estilos de canto radicalmente diferentes y puede gustar más una u otra, pero no creo que sea cuestión de valorar a la norteamericana en función de lo que hizo Meier, sino de analizar su interpretación por sí misma.

La coloratura que exige el papel, aunque breve, se le atragantó claramente a Wilson y algunas incursiones en el agudo, que por lo general fueron potentes y precisos, las solventó incurriendo en chillidos, especialmente en el segundo acto, posiblemente fruto del cansancio. En la zona grave, que no es su fuerte, pasó algún apuro, costándole proyectar. La chica tampoco es el paradigma de la sutileza expresiva, siempre se le ha achacado su excesiva frialdad y su escasa implicación dramática, pero dentro de sus limitaciones, sobre todo físicas, yo la encontré bastante mejor de lo que me esperaba. Por lo demás, la norteamericana estuvo correctísima, gustándome mucho su interpretación del aria del primer acto. Su voz es potentísima y homogénea, y cuando conseguía controlar la emisión de los agudos estos eran brillantísimos.

El bajo danés Stephen Milling construyó un Rocco muy solvente, de imponente presencia y entrega escénicas, que presentó una voz robusta y flexible, de amplio registro.

No me gustó la Marzelline de Sandra Trattnigg, a la que encontré desafinante y chillona; y me decepcionó el don Pizarro de Yevgueni Nikitin, cuyo Amfortas del ya legendario “Parsifal” dirigido por Maazel en este mismo recinto me pareció estupendo, pero ayer, yendo de más a menos, presentó problemas de proyección y llevó a cabo una interpretación bastante irregular.

Más me gustaron el veterano bajo Robert Lloyd como don Fernando y, sobre todo, el tenor austriaco Karl-Michael Ebner que compuso un Jaquino muy notable.

El público respondió premiando con bravos y largas ovaciones a todos los participantes, incluida la dirección escénica, aunque la mayor intensidad se escuchó en la salida a saludar de Mehta y la orquesta.

Y hablando de público, el de ayer, al menos en la zona en la que yo me encontraba, fue de nota. Volvió a cumplirse esa regla no escrita que parece inducir a la gente a que, cuando sólo hay música y no se canta, ya se puede hablar, incluso empleando un volumen propio de vendedor de lencería en mercadillo. Los móviles adornaron también la partitura de Beethoven con simpatiquillas melodías sincopadas, y alguna tos fue de tal calibre que debió arrastrar, junto a la flema, pulmón, bronquios y cuarto y mitad de higadillos. Pero sin duda la estrella de la noche fue la siempre temida “señora del caramelito”, que ayer logró su propósito de figurar en el Libro Guiness, prolongando la ruidosa apertura del celofán durante casi un minuto de reloj (y sin viento a favor), sin dejarse despistar en su encomiable proeza por las voces de quienes estábamos más próximos a ella, quienes ya nos encontrábamos a punto de horadarle la nuca con un Bic cristal, cuando lamentablemente una acomodadora le hizo poner fin a su sonatina de forma más diplomática.

A pesar de toda la fauna, vivimos una noche realmente inolvidable y, ya que la venta de entradas parece que va bastante regular, yo aconsejaría al aficionado a la música que aprovechara la ocasión y acudiera a este “Fidelio”. Sólo por esa Obertura Leonora III vale la pena.

Aquí podéis leer la estupenda crónica que ha escrito Maac