martes, 27 de marzo de 2012

"THAÏS" (Jules Massenet) - Palau de les Arts - 25/03/12


El Palau de les Arts de Valencia ha decidido homenajear el centenario de la muerte del compositor francés Jules Massenet con la programación de dos de sus óperas, “Thaïs” y “Le Cid”, que, si bien no son las más populares, sí reúnen suficientes alicientes para que resulten unas citas de gran interés.

El domingo tuvo lugar el estreno de la primera de ellas, “Thaïs”, un acontecimiento que había generado una enorme expectación debido sobre todo a la presencia en su reparto del incombustible Plácido Domingo, quien debutaba a los 71 años (declarados) en un nuevo papel que añadir a su carrera, en este caso el del monje Athanaël, un rol escrito para barítono y que el veterano cantante solventó con todas las tablas y el peculiar estilo que últimamente caracteriza sus incursiones en terrenos baritonales.

Lo primero que quisiera destacar es la desagradable sorpresa de encontrarme una sala con demasiados huecos, desde luego muchos más de los que un estreno en domingo con Domingo hacían presagiar, habiéndose quedado un buen número de entradas por vender. Este no es un dato que genere precisamente optimismo ante el incierto futuro del teatro valenciano. Y eso que pudo verse una amplia presencia de aficionados dominguistas, así como una nutrida representación de ese personal que se cree VIP, entre ellos varios miembros del gobierno valenciano con el vicepresidente Císcar al frente, y la corte de pelotas habitual. Llamaron la atención dos ausencias, la del President Fabra y la de la todavía Intendente de Les Arts, Helga Schmidt, que, si bien se encontraba por allí, evitó dejarse ver con la corte de los milagros.

La producción de la ópera de Göteborg presentada cuenta con la dirección escénica de Nicola Raab, escenografía y vestuario de Johan Engels e iluminación de Linus Fellbom. Se ha trasladado la acción de la Alejandría del libreto a la Francia de finales del siglo XIX, presentando a los monjes como miembros de una especie de logia masónica y a Thaïs como una estrella del espectáculo. La casa de Nicias es un teatro donde aparecen referencias a personajes del mundo teatral de distintas épocas. Finalmente, en el acto tercero aparece el desierto original descrito en el libreto, aunque sea con unos telones un poco cutres. La escenografía montada sobre una plataforma giratoria permite dar paso a los distintos ambientes de forma ágil y eficaz, aunque la maquinaria chirriaba un poco y el ruido a veces resultaba molesto.

La puesta en escena, aunque tampoco descubra nada nuevo, resulta visualmente muy atractiva y permite que el discurso dramático se desarrolle de forma coherente. Hay un trabajo de dirección, con algunos guiños simbólicos bastante evidentes, como el situar en el último cuadro a Thaïs y Athanaël en distintos planos para acentuar la espiritualidad alcanzada por ella y el nivel terrenal en el que ha caído él. Peores resultados se obtuvieron con la dirección de actores, no sé si por falta de ensayo o porque la obsesión de Domingo por rondar la concha del apuntador descontroló al personal.

Sí me pareció muy acertada la iluminación, y deslumbrante el vestuario, aun con su puntito kitsch, como esas unas túnicas doradas que seguro que hicieron babear de envidia en el patio de butacas a Rappel. Aunque, para premio, la lástima que da la pintica que luce Plácido Domingo, transmutado en una especie de Carlos Jesús. Pero, en definitiva, creo que, en su conjunto, la propuesta funciona bastante bien, resulta sugerente y, pese a la reubicación espacio-temporal, se adapta al espíritu de la obra.

El francés Patrick Fournillier fue el encargado de ocupar el foso de Les Arts, colocándose una vez más al frente de la Orquesta de la Comunitat Valenciana dirigiendo una ópera francesa, como ya hiciera anteriormente en otras tres ocasiones. Llevó a cabo una dirección solvente, enérgica, vivaz y muy ajustada en estilo. Estuvo siempre atento a lo que ocurría sobre el escenario marcando las entradas con precisión, y puso intencionado énfasis en los pasajes más líricos, aunque personalmente eché de menos una mayor sensualidad y capacidad para el matiz. Consiguió que brillase como merece la inspiradísima orquestación de Massenet, pero con un desaforado desparrame decibélico que acabó, en mi opinión, por deslucir el conjunto. De este hombre siempre tengo que acabar diciendo lo mismo, pero es que el tío no escarmienta. Como me decía un amigo, Fournillier se ve con un Ferrari en sus manos y no resiste la tentación de darle caña. De todas formas yo sigo convencido de que tiene algún problema auditivo y creo que definitivamente le voy a dar el teléfono de Imanol Arias para que le mande al instituto ese de la sordera que anuncia.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana volvió a llevar a cabo una actuación magnífica. Maravillosa resultó la lectura y ejecución del fragmento más conocido de esta ópera, que curiosamente no es vocal sino un solo de violín, la archifamosa “Meditación”, donde pudo lucirse el concertino Stefan Eperjesi, muy bien acompañado por el sensual sonido del arpa de Cristina Montes. Toda la sección de cuerda estuvo fantástica, con unos cellos donde destacaron un par de solos magistrales de Rafal Jezierski.

Muy bien, como siempre, el Coro de la Generalitat, sobre todo en la intervención del masculino en el primer acto. Me llamó la atención que en los saludos finales no estuviese presente su director Francesc Perales, sino el director asistente Jordi Bernàcer.

El principal interés de la noche, como dije antes, se centraba en escuchar al mítico Plácido Domingo. A esta cita habían acudido quienes rinden devoción a su figura y se desplazan decididos a aplaudirle aunque cante “La gallina Turuleta” con carraspera; luego estamos los que ya, más o menos, sabemos lo que nos vamos a encontrar, o sea, un tenor mayor cantando en una tesitura que no es la suya, pero con una fuerza escénica imponente; y, por último, quienes conocen por grabaciones su carrera como tenor, no han tenido ocasión de escucharle nunca en directo y aprovechan la oportunidad para hacerlo. Y, sinceramente, pienso que éstos saldrían defraudados.

Quienes me conocen saben que siempre he admirado a Plácido Domingo, más en unos papeles que en otros, obviamente, y me merece un enorme respeto, pero no puedo engañarme a mí mismo diciendo que me gustó, porque no me gustó. Ya no me refiero sólo a que estuviese fuera de estilo o que su voz no sonase baritonal, porque eso ya me lo esperaba. Su Boccanegra, por ejemplo, era SU Boccanegra, atenorado, pero con la fuerza vocal y dramática del cantante Domingo palpitando. Pero en esta ocasión su voz me pareció más opaca e inestable que nunca, y él me transmitió una sensación de no estar cómodo en escena. Posiblemente no tuviese bien aprendido el papel porque no dejaba de acercarse al apuntador, para desconcierto de sus acompañantes, y cambió el texto más de una vez, aparte de mutar las e finales en i y otros truquillos de avezado tahúr.

El problema principal es que su voz donde brilla realmente no es en la tesitura baritonal y si a eso además le unimos el torrente sonoro Fournillier, pues el poco lucimiento estaba asegurado. Eso sí, en cuanto pisaba terrenos más tenoriles se percibían los ecos del gran Domingo. Sorprendentemente hizo gala de buen control del fiato, mejor que en ocasiones anteriores, y, por supuesto, su presencia y carisma escénico y su entrega siguen siendo irreprochables. Y si consideramos su edad y recientes achaques de salud, el tema es de Expediente X. Por eso, pese a salir íntimamente un poco defraudado, no dudé en aplaudir a este señor por su coraje en seguir subiéndose a los escenarios y su amor por la música.

La guapa soprano sueca Malin Byström, tiene una voz francamente bonita, especialmente en su registro central, rica en armónicos, con suficiente volumen, y unos tintes oscuros muy atractivos. En la zona aguda, donde le cuesta más llegar, pierde algo de brillo y en algún momento rozó el chillido. En la vertiente expresiva se desenvolvió con solvencia, tanto en lo dramático como en lo vocal, teniendo algunos detalles de buen gusto, regulando e intentando algunos pianísimos que, aunque no sonaran con la limpieza deseada, son muy de agradecer. En su actuación fue de menos a más y obtuvo un merecido éxito.

El joven tenor siciliano Paolo Fanale, como Nicias, hizo gala de una bella voz y buen fraseo, aunque presentó serios problemas de proyección agravados por la muralla china que había plantado en el foso Fournillier. Personalmente me quedé con ganas de haber escuchado en el papel a Celso Albelo.

Muy correcto todo el resto del reparto, destacando un Gianluca Buratto de voz imponente, María José Suárez como Albine, y la veterana mezzosoprano valenciana Marina Rodríguez Cusí en un papelito insignificante.

Como comentaba al principio, se encontraban muchos dominguistas presentes entre un público que tributó, puesto en pie, una de las más largas y fuertes ovaciones que se han escuchado en este teatro, quiero pensar que más dirigida a la carrera de Domingo y a su carisma personal que al rendimiento concreto en este estreno. Desgraciadamente, volvieron a estar demasiado presentes los tísicos de abono, estos personajes a los que parece que algún sádico doctor les recomiende ir a la ópera a echar sus miasmas, concursando por ver quién consigue mayor alarde sonoro.

Ayer además tuve la ocasión de descubrir a un nuevo fenómeno, el bostezador de Minnesota, un sujeto humanoide que se pasó toda la ópera bostezando (con ruido) tras mis apéndices auditivos, batiendo sin duda algún récord mundial. Lo curioso es que el tío tuvo la jeta a la salida de comentar a su compañero de butaca, previo bostezo, lo mucho que le había gustado. Eso sí, doy fe de que no se durmió… lamentablemente.

Aquí podéis leer la estupenda crónica de Maac.

Aquí la de Titus
Y aquí la de Mocho


Para finalizar, os dejo con la “Meditación” de “Thaïs” en la interpretación de Anne Sophie Mutter, con 13 añitos de edad y una pinta lamentable, acompañada por la Filarmónica de Berlín y dirigida por Herbert von Karajan:


video de theviolinchannel

Actualización a 31/03/12:

Después de haber asistido a la función de "Thaïs" del sábado 31 de marzo, creo que es de justicia que efectúe algunas puntualizaciones a la crónica del estreno. Y es que, para empezar, debo manifestar que la dirección de Fournillier fue magnífica. A diferencia de lo ocurrido en la primera representación, el director francés controló perfectamente el volumen de la orquesta y nos ofreció una versión ajustada y bellísima de la partitura, llena de matices, en una de las noches más inspiradas de Fournillier en este teatro.

Por otro lado, Plácido Domingo fue el gran cantante y animal escénico que todos esperábamos. Su voz se mostró fresca y brillante, dentro de sus limitaciones en la tesitura, y se le vio mucho más cómodo en el papel, llenando la sala de emoción con su saber hacer.

Una gran noche de ópera en la que se pudo disfrutar de una producción, un elenco y una dirección musical extraordinarias y que animo a todos a no perderse. 

viernes, 23 de marzo de 2012

VERDI EN VALENCIA EN 2013


La cosa no está como para que nos hagamos demasiadas ilusiones respecto a lo que nos pueda deparar la próxima temporada 2012-2013 en el Palau de les Arts, e incluso, si ahora mismo me aseguraran que iba a haber nueva temporada, casi que ya me daría por contento. Además, si se cumple la tradición de Casa Helga, no es de esperar que antes del verano tengamos noticias oficiales de lo que puede ser la programación operística del año que viene, pero por otros conductos, poco a poco, se van intuyendo cosas.

Así, se ha publicado que Plácido Domingo abrirá en septiembre la temporada 2012-2013 en la Ópera de Los Ángeles con una nueva incursión en papeles baritonales, en concreto el de Francesco Foscari, en “I due Foscari” de Giuseppe Verdi, una coproducción del teatro norteamericano con el Theater an der Wien de la capital austriaca, la Royal Opera House de Londres y “el Palau de la Música” de Valencia, donde se anuncia que podrá verse en enero de 2013. La verdad es que no sé si realmente la coproducción es con el Palau de la Música de doña Mayrén Beneyto o es un error y se trata del Palau de les Arts, que sería lo lógico.

Cuando el cantante madrileño comenzó sus pinitos como barítono, recuerdo haber comentado, en plan de broma, que le acabaríamos viendo cantar “Boris Godunov”, pero cada día que pasa veo esta opción más probable. De momento, este próximo domingo tendremos la oportunidad de asistir en Les Arts a su debut en el papel de Athanaël, en “Thaïs” de Massenet, en lo que sin duda es uno de los platos fuertes de la temporada operística valenciana.

Por otro lado, el tenor argentino Marcelo Álvarez ha publicado en su web que, en febrero de 2013, cantará en el Palau de les Arts otra ópera de Verdi, en este caso “Un Ballo in Maschera”; teniendo también programado regresar al teatro valenciano en 2014 con otro Verdi genial, “La Forza del Destino”.

De todas formas no hagamos demasiadas predicciones, porque el panorama económico-cultural está como para echarse a temblar, y la capacidad de los gestores de Les Arts para decir Diego donde decían digo es universalmente conocida.

Sin ir más lejos, en esta “Thaïs” que se estrena el domingo, se había anunciado en su día a bombo y platillo que supondría el debut en el teatro valenciano del estupendo tenor canario Celso Albelo, en el papel de Nicias. La web de Les Arts lo tuvo anunciado durante meses, el propio cantante lo tuvo en la agenda de su web e incluso algunos despistados lo siguen publicando a día de hoy. Pero de repente, sin dar la más mínima explicación, Albelo fue sustituido en la página de Les Arts, con nocturnidad y a escondidillas como suele ser habitual, por Paolo Fanale, en una nueva muestra de falta de respeto y consideración hacia el público.

Bueno, pues mientras esperamos ese estreno de “Thaïs”, para resarcirnos de la ausencia de Celso Albelo os dejo aquí con el video de su famoso bis del aria “Una furtiva lagrima”, en “L’Elisir d’amore” que cantó en La Fenice veneciana en 2010:


video de sarguar

martes, 13 de marzo de 2012

"LA VIDA BREVE" y "EL AMOR BRUJO" (Manuel de Falla) - Palau de les Arts - 11/03/12


Reconozco que este programa doble de Manuel de Falla era lo que menos me atraía de toda la temporada y a punto estuve de no acudir a ninguna de sus funciones. La música de Falla me gusta, pero tampoco es que me vuelva loco, y además esta producción de “La Vida Breve” tuve ocasión de verla ya en 2010 nada menos que 5 veces, no tanto por sus méritos como por que acompañaba en el programa a aquella “Cavalleria Rusticana”, de imborrable recuerdo, dirigida por Maazel. Para empeorar las cosas, en esta ocasión el acompañante de la ópera de Manuel de Falla era “El Amor Brujo”, definido como Gitanería en un acto y dos cuadros, pero, vamos, para entendernos, un espectáculo donde lo principal es el baile… con lo que a mí me gusta…

Pero al final la llamada de la ópera fue demasiado fuerte y, llevado también por alguna crónica como la de Maac y la curiosidad de ver cómo se desenvolvía Omer Meir Wellber con la música de Falla, me acabé animando el pasado domingo a acudir a Les Arts.

Ya comenté en la crónica que hice del estreno de esta producción de “La Vida Breve”, que la dirección escénica de Giancarlo del Monaco me había gustado. Al igual que ocurrió entonces, el primer acto me produjo una sensación de agobio que, sin duda, era lo que pretendía Del Monaco, haciéndonos compartir los estados de ánimo por los que pasa la protagonista de la historia. Me parece muy interesante la resolución escénica de la historia y visualmente atractiva, conjugando inteligentemente lo que siente Salud con lo que realmente ocurre, haciendo que la narración gire en torno al drama psicológico y el conflicto interno de la protagonista, manteniendo a ésta permanentemente en escena.

La propuesta podrá gustar más o menos, pero después de haber padecido inmundicias mentales como el “Don Giovanni” de Miller, aquí al menos hay un planteamiento claro y un trabajo coherente, que se ve además reforzado con el vestuario de Jesús Ruiz y la iluminación de Wolfgang Von Zoubek. En la parte negativa consignaría, no obstante, la escenografía tan cerrada que provoca que los solistas y coros internos del primer acto queden muy deslucidos.

En cuanto a “El Amor Brujo”, la parte escenográfica ha corrido a cargo de Manuel Zuriaga con la dirección y coreografía de Goyo Montero. Visualmente me ha parecido interesante, centrando toda su efectividad en los juegos de luces y colores. Nada del otro mundo, pero se dejaba ver. De la coreografía de Montero poco debo decir, soy un absoluto desconocedor de las claves del género. Me resultó muy aburrido, pero eso en mí no es noticia. Además, opté por centrar mi atención más en el foso orquestal que en los bailarines, así que cualquier cosa que dijese sería una osadía.

En la parte musical, como decía, mi principal interés estribaba en escuchar la versión de la música de Falla que ofrecía el director titular Omer Wellber, y lo cierto es que no acabó de convencerme. En cuanto a “La Vida Breve”, es inevitable hacer la comparación con la lectura que hizo Maazel en 2010 y aquí Wellber pierde por goleada. La suya es una dirección correcta, pero que no aporta absolutamente nada. La suerte que tiene es la de contar con la Orquesta de la Comunitat Valenciana que es garantía de solvente ejecución y con la que hasta el batutero más infame alcanza unos sonidos espectaculares, porque con otros intérpretes los resultados probablemente hubieran sido menos que mediocres. Lejos quedan los múltiples matices, el desmenuzamiento de la partitura, el halo mágico que desplegaba Maazel con un simple movimiento de batuta.

La lectura de Wellber me pareció más propia de quien no busca más que cumplir con un trámite, que de un auténtico trabajo interpretativo. Posiblemente no fuese más que una impresión mía, pero curiosamente me sonó menos española y con tintes más franceses la versión del director israelí que la del maestro Maazel, quien, pese a las peculiaridades que siempre caracterizaban su trabajo, me parece que se ajustó más al espíritu de la música de Manuel de Falla.

En “El Amor Brujo”, más de lo mismo. Wellber dirigió desde el piano a una orquesta reducida para la ocasión a una treintena de componentes. El piano lo aporreaba con contundencia y gesticulaba ostensiblemente pegando saltitos en el asiento, pero el resultado obtenido fue poco más allá de una versión de impecable ejecución técnica pero falta de alma.

No se trata de condenar a Wellber por no estar al nivel de Lorin Maazel, porque si a eso fuéramos pocos directores aguantarían la comparación, pero se nos vendió a Omer Wellber como el niño prodigio que nos iba a maravillar y, hasta ahora, yo no le he escuchado ninguna genialidad. Sus versiones han sido correctas en la mayoría de ocasiones, sí, y no creo que sea un mal director, pero cada vez estoy más convencido de que, hoy por hoy, no es el brillantísimo talento que nos quisieron vender.

En cuanto a la Orquesta de la Comunitat Valenciana, estuvo espléndida. El nivel de sus atriles está ya más que acreditado y nos dieron una nueva muestra de su tremenda calidad. Los metales estuvieron soberbios, salvo un par de pifias puntuales del trompeta en “El Amor Brujo”, y la cuerda en sus cotas de excelencia habituales. Pero si alguien destacó especialmente fue Pierre Antoine Escoffier al oboe, quien con su virtuosismo y sensibilidad nos ofreció los momentos más emocionantes de la noche.

El Coro de la Generalitat también nos brindó sus mejores prestaciones, pese a no poder brillar en el primer acto de “La Vida Breve” por el inconveniente ya comentado de una escenografía que parecía pensada para fastidiar a los cantantes. Tres de los integrantes masculinos del Coro fueron también protagonistas del incidente anecdótico de la noche, cuando dos de los bailarines parecieron sufrir un desvanecimiento y los tres miembros del Coro salieron al unísono, con enorme naturalidad, a recogerlos y sacarlos fuera del escenario, en un movimiento que hacía dudar de si aquello estaba ensayado. Bravo por ellos.

La soprano chilena Cristina Gallardo-Domâs volvió a asumir el papel de Salud y de nuevo hizo gala de un volumen impresionante y una gran fuerza dramática en escena. Lamentablemente, su voz se muestra castigada y destemplada, con grandes cambios de color entre registros, tendencia al chillido en la zona aguda y un vibrato acusado; pero, como ya dije en su día, en este papel esas carencias se convierten en virtudes y potencian el dramatismo del personaje.

Germán Villar, como Paco, estuvo bastante correcto pero el papel tampoco permite mucho lucimiento, y otro tanto se puede decir de Miguel Ángel Zapater como el Tío Sarvaor, Isaac Galán, Sandra Ferrández, Mario Cerdá o Adriana García Mayer.

Sí destacó algo más la estupenda Abuela que siempre nos ofrece María Luisa Corbacho.

Flamenquísimos y desgarradores estuvieron tanto el guitarrista Juan Carlos Gómez Pastor, como, sobre todo, la cantaora Esperanza Fernández, ésta última también encargada de los fragmentos cantados en “El Amor Brujo” que habitualmente suelen interpretar mezzos. El problema en cualquier caso vino del escaso volumen de la cantaora que, pese a sus ímprobos esfuerzos, apenas podía traspasar la barrera orquestal.
El teatro no estaba lleno, pero mostraba bastante menos huecos de los que me esperaba, aunque también es verdad que, tras el intermedio, hubo bastantes espectadores que optaron por no regresar a su asiento para ver “El Amor Brujo”.

El público aplaudió con ganas todo lo aplaudible y no se escucharon las protestas hacia Wellber que parece ser que se produjeron en la función celebrada dos días antes y de las que habló FLV-M en su blog.

En los pasillos algunos cuchicheos sobre Helga y su presunto cese no confirmado, con práctica unanimidad en desconfiar de lo que pueda venir en su lugar, sobre todo si el fichaje proviene de los actuales altos cargos de la Generalitat, entre los que parece que hay más de uno que, como decía un comentarista en mi post anterior, quiere ser califa en lugar del califa.

Permitidme que finalice dedicando un emocionado recuerdo para Bernadette Sarrazin, una estupenda soprano que, junto al Cor de la Generalitat al que pertenecía desde sus inicios, nos ha brindado tantas veladas maravillosas de música y que lamentablemente falleció hace pocos días.

lunes, 5 de marzo de 2012

¿HELGA SCHMIDT, CESADA?


Fuentes cercanas al Palau de les Arts dan por hecho el cese de Helga Schmidt como Directora Artística e Intendente del teatro de ópera valenciano.

En el último post que escribí ya apuntaba que, entre los personajes que pueblan los altos cargos de la actual administración autonómica, no son pocos los que estaban deseando la caída de Helga Schmidt. Y parece que por fin lo habrían logrado.

Como ya he venido repitiendo en anteriores ocasiones en este mismo blog, aunque la salida de Helga era un hecho que se veía venir, sobre todo por lo abultado de su sueldo, no creo que sea positivo para el futuro del Palau de les Arts su sustitución. Y eso pese a que considero que es difícil hacerlo peor que ella en determinados apartados como la relación del teatro con el público, la información sobre los espectáculos, o la improvisación con la que parece llevarse a cabo la programación, con el desconcierto que se crea entre los propios músicos y cantantes.

Pero las personas que se presume que puedan sucederla, sobre todo si pertenecen al círculo de altos cargos del gobierno valenciano o afines, no tengo demasiadas esperanzas de que consigan mejorar demasiado en esos aspectos y, por el contrario, estoy convencido de que en la vertiente artística saldríamos perdiendo claramente, con un importante riesgo de desmantelamiento de los actuales cuerpos estables.

De cualquier forma, antes de seguir elucubrando sobre simples rumores, habrá que esperar hasta ver si en los próximos días se confirma oficialmente la noticia y, de ser así, a que se conozca el nombre de la persona destinada a suceder a la tan carismática como discutida Intendente Schmidt.