martes, 29 de mayo de 2012

"IL TROVATORE" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 26/05/12


El pasado sábado tuvo lugar la inauguración del V Festival del Mediterrani en el Palau de les Arts de Valencia, con el estreno de la ópera "Il Trovatore", de Giuseppe Verdi. La presencia en la sala de la Reina doña Sofía obró de nuevo el milagro de que a los politiquillos de esta Comunidad, de repente, les apasione la ópera y nos obsequien con su asistencia. La alcaldesa Barberá, el president Fabra, el presidente de les Corts, el ministro García Margallo o la, incomprensiblemente no cesada ni dimitida todavía, Delegada del Gobierno, se dejaron ver junto a otros más habituales en el recinto como la Consellera de Cultura Lola Johnson, la presidenta del Palau de la Música o el vicealcalde Grau. Y todos ellos, por supuesto, como moscas a la miel, rondando a la esposa del regio cazador de elefantes, mientras un desmesurado dispositivo de seguridad impedía, a veces con malos modos, el normal deambular de los aficionados por los espacios de Les Arts.

Dicho esto, quiero dejar claro que me parece muy bien que la Reina visite el teatro que lleva su nombre y ojalá que viniese más si su presencia puede entenderse como un guiño de apoyo a nuestro recinto operístico en estos complicados momentos que se viven, con gran incertidumbre sobre lo que nos pueda deparar el futuro. La lástima, como siempre, fue la eterna ausencia del ministro de cultura, pues hubiera sido una buena ocasión para que hubiera comprobado personalmente cómo, pese a los recortes motivados por la crisis, más los recortes extras de su gobierno, este teatro lleva a cabo una programación operística de primer rango, sin necesidad de cantantes de relumbrón, y contando con la mejor orquesta de foso y coro que hay actualmente en España, lo que debería llevarles a replantear su política actual de reparto manifiestamente injusto de las ayudas públicas.

Y es que la función del sábado creo que es de las que crean afición. Tuvimos la ocasión de disfrutar con una orquesta y un coro en estado de gracia, rindiendo a un nivel inmejorable; junto a un elenco de cantantes solistas muy homogéneo, donde todos cumplieron con nota alta sin que hubiera ninguna nota especialmente discordante y llegando en algún caso a entrar de lleno en terrenos de lo excelente; y con una dirección de escena que, mayoritariamente, gustó.

Precisamente, la dirección escénica corrió a cargo del dramaturgo, director de cine y ex director del Centro Dramático Nacional, Gerardo Vera. Para ser tiempos de crisis y después de haber padecido algunas porquerías como la “Carmen” de Carlos Saura o el “Don Giovanni” de Jonathan Miller, la propuesta de Vera, sin ser tampoco la bomba, a mí me convenció. Creo que puede considerarse efectiva y no especialmente discordante y, al menos, denotaba un trabajo de dramaturgia que, independientemente de que pueda gustar más o menos, creo que convierte en injustos los aislados pero ruidosos abucheos que obtuvo al finalizar, aunque se debe reseñar que el aplauso fue la respuesta mayoritaria.

Cuando yo leí que la misma escenografía servirá para acoger, además de este “Trovatore”, la “Medea” que se estrenará el próximo día 12, me temía lo peor y los espacios vacíos a lo Saura o la inmovilidad escenográfica a lo Miller vinieron a mi memoria, pero, lejos de eso, la propuesta de Vera cuenta con un componente escenográfico elaborado, complementado estupendamente con la iluminación de Juan Gómez Cornejo. Los videos creados por Álvaro Luna, algunos más conseguidos que otros, acabaron de dotar a la obra de un marco escénico que considero adecuado, de carácter intemporal, en el que los diferentes ámbitos en los que sucede la acción quedaban suficientemente descritos. Los gitanos aparecen como refugiados sin rumbo en un ambiente de opresión política, en medio de un entorno que podría representar cualquier ciudad en tiempos de guerra, con el fuego casi siempre presente, directamente o a través de las proyecciones.

Quizás la vertiente donde más parecía flaquear el trabajo de Vera fue en una dirección de actores que, especialmente en el caso de los movimientos del Coro y de la pareja protagonista, hubiera admitido un punto más de creatividad. Pero, en conjunto, creo que, pese a todo, nos encontramos ante un buen trabajo escénico.

En lo musical, Zubin Mehta dirigía por primera vez en Les Arts una ópera de Verdi y no me defraudó en absoluto. Es sabido que el maestro indio domina esta partitura y ahí están para atestiguarlo sus grabaciones, algunas de ellas, como la registrada con Domingo y Pryce, claro referente de la página verdiana. Mehta condujo la Orquestra de la Comunitat Valenciana sin ningún tipo de alarde ni pretensión exhibicionista, muy ajustado en los tiempos, manteniendo la tensión y adecuado en estilo, con un control preciso y equilibrado de las diferentes secciones musicales, con una percusión inspiradísima y la flauta de Álvaro Octavio haciéndonos vibrar es su particular diálogo con la soprano en “D'amor sull'ali rosee”. Hacía mucho tiempo que yo no asistía al estreno de una ópera en Les Arts donde se apreciase en la primera función tal ajuste y precisión en el foso y de éste respecto a las voces, así como un control tan cuidado del volumen de la orquesta, en un recinto cuya acústica suele favorecer que los cantantes se vean tapados con cierta frecuencia por los músicos. Desde mi punto de vista, el maestro Mehta desarrolló un fantástico trabajo de batuta y supo inundar la sala de puro aliento verdiano.

El Cor de la Generalitat, dirigido por Francesc Perales, estuvo espléndido en una obra en la que tiene un especial protagonismo, y, pese a que la dirección escénica en ocasiones le impuso un excesivo estatismo, ofreció en lo musical un rendimiento sobresaliente, brillando como en sus mejores noches.

Jorge de León debutaba el papel de Manrico. Si no me equivoco en las cuentas, es la séptima ópera que canta en este teatro el tenor tinerfeño, siendo el cuarto papel que debuta en Les Arts (tras el Turiddu de “Cavalleria Rusticana”, el Cavaradossi de “Tosca” y el Rodrigue de “El Cid”), todos ellos muy exigentes y el de Manrico no lo es menos. Claramente, De León fue de menos a más, con un comienzo de ópera en el que dio la impresión, no sé si real o mera apreciación mía, de cierto nerviosismo y rigidez, para irse progresivamente arriba y brindarnos una segunda mitad de ópera colosal, brillando especialmente en una “pira” antológica que hizo venirse abajo el teatro con un aluvión de bravos más que merecidos, y de ahí en adelante sólo fue a mejor, deslumbrando con una zona aguda y sobreaguda resplandeciente, llena de brillo y mordiente.

La soprano italiana María Agresta fue una excelente Leonora, para mí lo mejor de la noche. Pudimos ver en escena a una cantante joven, pero que mostró indudables rasgos de gran soprano verdiana. Presentó Agresta una voz  luminosa, clara, de amplio registro y muy homogénea, con una pulida línea de canto y un exquisito uso del legato y las medias voces, consiguiendo enhebrar algunos pianísimos y filados espectaculares. Su buena dicción y la fuerza e intención de su fraseo completaron una actuación sensacional. Su juventud nos hace ilusionarnos con que todavía tiene mucha carrera por delante y tiempo para perfeccionar aún más las grandes condiciones vocales que ya presenta.

Bien, aunque a mi juicio jugando en otra división, estuvo también Ekaterina Semenchuck como Azucena, mostrando una gran expresividad, aunque por momentos rozase la sobreactuación con algún alarde de tintes veristas. Pese a que se echó de menos una mayor rotundidad de auténtica mezzo en la zona más grave, su actuación debo de calificarla de muy notable, con una voz fresca, limpia y algún agudo realmente brillante y sorprendente.

Quienes asistieron al ensayo general de este “Trovatore” me comentaron que no les había gustado demasiado, por ser generosos, el Conde de Luna del italiano Sebastián Catana. Afortunadamente, para el estreno del sábado fue sustituido por el barítono onubense Juan Jesús Rodríguez, teniendo el detalle los eficientes señores de Les Arts de informar del cambio en el reparto ¡tras el descanso!, supongo que después de escuchar por los pasillos durante el intermedio algunos comentarios, como los que yo oí, acerca de lo mucho que estaba gustando Catana, el cual me consta que estaba en una pizzería cercana levantándose unas cervezas. Oficialmente se ha dicho que la causa de la sustitución ha sido la indisposición del cantante italiano, si bien las noticias que a mí me han llegado hablan de un cambio de última hora ante el pobre rendimiento de Catana en los ensayos. Confío en que, si es así, el cambio se mantenga en las próximas funciones y no sólo haya sido una artimaña para evitar las críticas negativas del estreno ni castigar las reales orejas de doña Sofía de Grecia.

Y es que Juan Jesús Rodríguez llevó a cabo una actuación muy meritoria, sobre todo teniendo en cuenta que tuvo apenas 24 horas para incorporarse al equipo, demostrando un gran sentido del declamar verdiano y fuerza interpretativa, siendo muy ovacionado en su aria.

Tampoco creo que se pueda reprochar nada al Ferrando del bajo chino Liang Li, mostrando poderío cuando fue preciso, y dejándonos expectantes respecto a las prestaciones que pueda ofrecer en este mismo Festival del Mediterrani como el Rey Marke de “Tristan e Isolda”, un compromiso, sin duda, de mayor envergadura.

Muy destacable, como siempre, Ilona Mataradze, esta vez en el breve papel de Inés, corriendo muy bien la voz y con solvente presencia escénica.

Y muy correctos estuvieron también Leonard Bernad, Jesús Álvarez y, sobre todo, Mario Cerdá, quien se marcó un precioso detalle, regulando, en su fugaz intervención.

Al finalizar, hubo grandes ovaciones para todos los artistas, que fueron especialmente intensas para la pareja protagonista, y para Juan Jesús Rodríguez y Zubin Mehta, por parte de un público que casi llenaba el recinto, salvo en los pisos más altos, donde se apreciaban huecos.

No quisiera finalizar mi crónica sin reseñar dos cosas que me llamaron la atención. La primera, fue la coincidencia de Helga Schmidt en el palco junto a la Consellera de Cultura Lola Johnson. Justo antes de apagarse las luces mantenían una apasionada (lo intuyo por sus ostensibles gestos) conversación que, igual trataba sobre la repoblación de angulas en la Albufera, pero que me hizo desear fervientemente poder haber escuchado lo que allí se decía.

La segunda circunstancia que quería comentar fue el bochornoso espectáculo de ver en el intermedio a la jefa de protocolo de Les Arts acompañando a la Reina doña Sofía, con el pinganillo puesto e intentando arrancar, cual cutre regidor de concurso televisivo, el aplauso del público que por allí se encontraba. Por cierto, sin ningún éxito.

Bueno, pues hasta aquí esta crónica en la que quería dejar constancia de la que fue sin duda una muy buena noche en la ópera, aunque no cantase Lasparri, y que me lleva a hacer un llamamiento público para que todos los aficionados a la música que puedan se acerquen en los próximos días a Les Arts, porque vale la pena.

AQUÍ podéis leer también la imprescindible crónica de Maac.


video de PalaudelesartsRS

sábado, 26 de mayo de 2012

PREMIO LIEBSTER BLOG


El amigo maac, del imprescindible Blog de Maac, ha tenido el detalle de premiar este blog con el galardón Liebster Blog como uno de sus favoritos. Así que, aunque no me vayan mucho este tipo de cosas, seguiré la cadena cumpliendo las reglas del juego, esto es, premiando a mi vez a cinco blogs con menos de 200 seguidores.

Las reglas del premio son:
1. Copiar y pegar el logo del premio en el blog, enlazando este con el blog que te lo ha otorgado.
2. Premiar a 5 de tus blogs favoritos con la condición de que tengan menos de 200 seguidores y dejarles un comentario en sus entradas para notificarles que han ganado el premio.

Como, intuyo, que no se puede volver a premiar a un blog ya premiado, mis cinco blogs elegidos son:


Espero que los premiados se tomen mi designación como una muestra de afecto y admiración hacia el trabajo que realizan y no se sientan obligados, si no les apetece, a seguir con la cadena.

Gracias, maac, perdonado estás.

Para finalizar, os dejo con este fragmento de “Arabella”, de Richard Strauss, interpretado por Lisa della Casa y el recientemente fallecido Dietrich Fischer-Dieskau, que no tiene nada que ver con el premio, pero me apetecía:


video de Onegin65

sábado, 19 de mayo de 2012

ORFEÓ VALENCIÀ NAVARRO REVERTER. 40º ANIVERSARIO.


Este año 2012 el Orfeó Valencià Navarro Reverter cumple su 40º aniversario. Se trata sin duda de una de las agrupaciones corales amateur más prestigiosas de nuestra ciudad, gracias al buen hacer que han venido demostrando a lo largo de todos estos años. En los tiempos que corren, debe ser un motivo de orgullo para todos aquellos que nos consideramos amantes de la música que siga perviviendo una formación de este tipo, en la que precisamente es ese amor a la música y al canto lo único que les mueve y su razón de ser.

Fue allá por 1971 cuando Vicent Esteve y Ferran Muñoz pidieron a Jesús Ribera Faig que se hiciera cargo de la dirección del Orfeó, obteniendo la respuesta afirmativa de éste pese a lo complicado que resultaba en aquellos momentos embarcarse en una aventura de este tipo. El Refectorio del Convento de Santo Domingo fue el escenario de su debut en la capital en mayo de 1972, al que seguirían diversas actuaciones, siendo recordada especialmente una en la localidad italiana de Loreto en 1973, donde el gran éxito obtenido marcó un antes y un después en la historia de la formación.

En 1988 obtuvo el máximo galardón en el I Concurso Internacional de Coros Ciudad de Budapest y en 2011 le ha sido concedida la distinción como Institución Insigne de la Música Valenciana por la Academia de Música Valenciana.

Josep Lluís Valldecabres, antiguo miembro del Orfeó, se hizo cargo de la dirección del mismo en diciembre de 1986, puesto que sigue ocupando en la actualidad, siendo desde 2004, además, miembro director del Orfeó Valencià Infantil, escuela coral y coro infantil del Navarro Reverter, que lleva a cabo una labor importantísima introduciendo en el mundo de la música coral a los jóvenes (actualmente 120 niños y niñas de entre 4 y 15 años) que serán las voces del futuro próximo.

Desde su fundación, el Orfeó ha venido colaborando con orquestas nacionales e internacionales de renombre, tales como la Orquesta de Valencia, Orquesta de Radio Televisión Española, Joven Orquesta Nacional de España, Orquestra Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña, The Academy of Saint Martin in the Fields o la Orquesta de la Academia de Santa Cecilia de Roma; con grupos instrumentales como Capella de Ministrers, Banchetto Musicale, Flos Florum Hamburg o Spanish Brass Luur Metalls; y con cantantes de la talla de Teresa Berganza, María Bayo, Ainhoa Arteta, Isabel Rey, Ofelia Sala o Silvia Tro.

La formación dirigida por Josep Lluís Valldecabres se ha caracterizado siempre por su valentía a la hora de abordar todo tipo de obras corales, dentro de un amplísimo repertorio que abarca desde el Renacimiento a la música contemporánea, con un especial protagonismo de autores valencianos.

Como decía antes, este mes de mayo se celebran los 40 años de vida del Orfeó Valencià Navarro Reverter y lo van a celebrar de la mejor forma posible, cantando. El próximo domingo día 27, en el Palau de la Música de Valencia, tendrá lugar la interpretación del Réquiem de Verdi, donde estarán acompañados por la Orquesta Filarmónica de la Universitat de València y los solistas Pilar Vázquez, Erika Escribá-Astaburuaga, Vicente Ombuena y Arturo Pastor, todos ellos bajo la dirección musical de Hilari García Gázquez.

No suelo hacer en este blog este tipo de llamamientos, pero esta vez creo que el acontecimiento lo merece, por lo cual quiero animar públicamente a todos los aficionados a la música que se encuentren en Valencia el próximo 27 de mayo a que acudan a este concierto. En estos momentos críticos que vive la cultura en nuestro país es más necesario que nunca el apoyo de los aficionados a aquellos que, como el Orfeó Valencià Navarro Reverter, deciden seguir adelante, con o sin ayudas externas, y optan por el riesgo, tanto en el aspecto musical como en el económico, en lugar de quedarse en casa ensayando obras de repertorio y esperando a que alguien les llame.

Tiene un enorme mérito que un coro amateur y una orquesta de jóvenes estudiantes, que sacan su tiempo de donde no lo hay para poder ensayar, afronten una obra de esta envergadura y la presenten en un escenario musical de primer nivel, arriesgando además su propio dinero. Es una muestra de esa valentía de la que hablaba antes que suele caracterizar al Orfeó y que creo que lo menos que merece es la respuesta del público, al que sólo se le pide el “esfuerzo” de ir un domingo a disfrutar con la maravillosa música de Verdi por unos precios que van de 10 a 20 euros.

Podéis comprar las entradas AQUÍ. Durante esta próxima semana además dejaré un enlace en la columna de la derecha para poder acceder directamente a la venta de entradas.


video de omraamm

martes, 8 de mayo de 2012

60 AÑOS DE "EL HOMBRE TRANQUILO"


Este año se cumple el 60º aniversario del estreno de “The Quiet Man” (El Hombre Tranquilo), uno de los más relevantes trabajos que nos legó la genialidad del maestro John Ford y que siempre ha sido una de mis películas favoritas. Una de esas que nunca te da pereza volver a ver y que siempre es un antídoto de optimismo cuando los ánimos no están muy boyantes.

Independientemente de que contenga estereotipos exagerados o tópicos demasiado idealizados, lo cierto es que si pensamos en películas que representen el espíritu de Irlanda, habría poca discusión en que esta sería una de ellas. Tanto es así que incluso en Estados Unidos es toda una tradición que se emita en televisión el día de San Patricio.

El film está basado en un relato corto escrito por Maurice Walsh para el diario ‘Saturday Evening Post’ y cuyos derechos se dice que compró John Ford en 1936 por la exigua cantidad de diez dólares. Durante muchos años el proyecto de llevar a la pantalla esta historia de la vieja Irlanda estuvo rondando la cabeza de Ford, norteamericano hijo de emigrantes irlandeses, y en numerosas ocasiones comentó este deseo con algunos de sus amigos habituales, como Maureen O’Hara, quien llegó a tomar múltiples notas de las ideas que John Ford le iba dictando sobre su proyecto.

En un primer momento fue el escritor Richard Llewellyn, autor de “Qué verde era mi valle”, quien estuvo trabajando en el guión, pero finalmente el encargo fue a parar a manos de Frank S. Nugent, quien firmaría también posteriormente el guión de otra de las obras maestras indiscutibles de Ford, “The Searchers”. Nugent leyó el relato de Maurice Walsh y las notas que había ido tomando Ford a lo largo de los años, así como una amplia selección de libros sobre Irlanda que le había facilitado el director, y construyó en poco más de dos meses el magnífico guión de “El Hombre Tranquilo”.


Finalmente sería en el verano de 1951 cuando pudo por fin dar comienzo el rodaje. Algo que tenía muy claro el director es que la filmación debía trasladarse a escenarios naturales de Irlanda y para ello eligió unas localizaciones que estaban muy próximas al hogar natal de sus antepasados. Así, en realidad el Innisfree de la película es la pequeña población de Cong, muchos de cuyos vecinos actuaron como extras.

Para llevar a cabo la elección de los actores, Ford primó ante todo la camaradería y su buena relación con ellos y decidió rodearse de viejos amigos. Comenzando por su querida Maureen O’Hara, a quien poco después de haber comprado los derechos de la historia ya le había anunciado que deseaba que fuese quien aportase su belleza y calidad interpretativa para dar vida a la inolvidable Mary Kate Danaher.

Para encarnar al protagonista, Sean Thornton, hubo quien le propuso a Ford el nombre de Robert Ryan, pero, aunque el director años después reconociese que no hubiese sido una decisión tan desacertada, mantuvo un empeño personal para que fuese John Wayne quien asumiese el rol. Al fin y al cabo, el otro yo del director que es en definitiva el personaje de Sean Thornton, sólo podía ser interpretado por su buen amigo Wayne. Y la verdad es que hoy se hace difícil, por no decir imposible, imaginar a Sean Thornton en la piel de cualquier otro actor.

Uno de los principales valores de esta comedia coral reside en el excelso plantel de secundarios que flanquean a la pareja protagonista, casi todos ellos habituales de las películas de Ford, y que componen aquí algunos personajes que han pasado por derecho propio a la historia misma del cine: como el primitivo y pendenciero Will Danaher (Victor McLaglen); el padre Lonergan (War Bond), que nos regala esa impagable frase: “Oh, sí, conozco a tu familia, Sean. Tu abuelo, murió en Australia, ahorcado en un penal. Y tu padre también era un buen hombre”; la respetable viuda Tillane (Mildred Natwick); el pelota Ignatius Feeney (Jack MacGowran), anotando en la ‘lista negra’ a todo el que osa llevar la contraria al pelirrojo Danaher; y, sobre todo, el borrachín casamentero Michaleen Flynn (Barry Fitzgerald), uno de los personajes más geniales de la filmografía de Ford y que nos ha dejado algunas expresiones imborrables, como ese “¡¡impetuoso!! ¡¡Homérico!!” que espeta al contemplar la cama rota de la pareja tras la noche de bodas, y que parece que fue una improvisación suya en el rodaje, o su “Cuando bebo whisky, bebo whisky y cuando bebo agua, bebo agua”, que no puedo dejar de recordar cada vez que veo a alguien rebajarse inadecuadamente el whisky.

La camaradería y el carácter casi familiar que Ford intentó imprimir al rodaje queda aún más patente con la participación en el mismo de varios familiares del equipo técnico y artístico, como dos de los hermanos de Maureen O’Hara, James y Charles Fitzsimons, que interpretan al Padre Paul y a uno de los miembros del IRA; el hermano de Barry Fitzgerald, Arthur Shields, en el papel del reverendo protestante aficionado al boxeo; el hermano mayor de John Ford, Francis Ford, como el anciano de la larga barba blanca; o cuatro de los hijos de John Wayne que intervienen fugazmente en la fantástica escena de la carrera de caballos.

La fotografía de “El Hombre Tranquilo”, obra de Winton Hoch, es otra de sus señas de identidad. Pocas películas han lucido un Technicolor más rutilante. Es imposible no quedar subyugado por esas imágenes donde contrastan el pelo rojo de Maureen O’Hara iluminado por el sol, su blusa azul, la falda roja y el verde de los campos. Precisamente esos colores, rojo, verde y azul, dominarán la pantalla durante todo el metraje, con una sabiduría en el uso de la luz y las texturas extraordinaria, adquiriendo prácticamente la apariencia de una pintura al óleo. Este magnífico trabajo de Hoch se vería recompensado con un merecidísimo Oscar a la mejor fotografía en color.

La música de Victor Young adapta multitud de temas populares del folclore irlandés, que van apareciendo a lo largo de todo el metraje, como “The Rakes of Mallow”, “The Wild Colonnial Boy”, “The Kerry Dance”, “Galway Bay”, “The Humor is on me now”, “Garryowen”, "Mush-Mush-Mush Tural-i-addy", “The rising of the moon” o este "The Isle of Innisfree" que canta la propia Maureen O'Hara:


video de TheQuietMan1952

Pero por encima de todos estos indudables méritos, está la soberbia labor de dirección del maestro John Ford que nos ofrece una realización muy fordiana, minuciosa, perfeccionista y muy planificada, pero, como en él suele ser habitual, sin hacerse notar, simplemente estando siempre donde debe estar haciendo lo que tiene que hacer.

Los encuadres y la composición de los mismos son perfectos y, sin trucos visuales ni apenas movimientos de cámara, consigue que sus aparentemente sencillos planos sean fieles reflejos de esos sentimientos que convierten en profundamente humanos a los personajes encerrados en la cinta de celuloide, haciendo que sus emociones traspasen la pantalla y logrando un producto final de intenso lirismo que destila ternura, sensibilidad y un acusado sentido del humor. Creo que habrá pocas formas más sencillas y mejores de filmar la intensa relación de amor que late en el interior de dos personas, que como lo hace Ford, mostrando simplemente las miradas de sus personajes, o con detalles aparentemente nimios cargados de hondura, como el abrazo junto a la chimenea, o la pequeña flor que Sean le entrega a Kate y ella se lleva al corazón.

John Ford rodó el film cuando contaba 55 años de edad. Ya no era el Ford más combativo y políticamente comprometido de su juventud. Hay quien ha criticado la visión excesivamente bondadosa que se muestra de la Irlanda rural, pero Ford mostró lo que quería mostrar. Esa historia del emigrante irlandés que vuelve a su tierra natal harto y desengañado del sueño americano, ese “hombre tranquilo y pacífico” que deja América para volver al que siempre consideró su hogar y olvidar sus problemas, no estaba tan lejos de la propia situación de Ford huyendo de las traumáticas experiencias de la guerra y de las miserias de la industria de Hollywood. Innisfree es aquí un lugar idílico al que regresa Sean Thornton para redimirse, mediante su inmersión en el pasado y el recuerdo idealizado de la infancia y de la imagen que su madre le transmitía. Y eso exactamente es lo que sentía Ford en esos momentos y así lo quiso reflejar. No pretende hacer un retrato fiel de la sociedad irlandesa, sino de una Irlanda idealizada que en el fondo constituye su paraíso particular en el que le gustaría zambullirse.

Para Ford, hacer esta película era algo muy importante. Él mismo, reunido con todo el elenco poco antes del final del rodaje, manifestó que se sentía muy feliz de haber rodado por fin esa historia que siempre había querido llevar a la pantalla rodeado de sus amigos. Uno de ellos, Jack MacGowran, que interpreta aquí al pelota Ignatius Feeney, un actor excelente pero bastante aficionado a la bebida, pactó con Ford que hasta que acabase el rodaje ninguno de los dos bebería ni un trago. Ambos cumplieron su promesa, pero nada más finalizar el trabajo, agarraron una castaña monumental. Incluso, dice la leyenda que cuando regresó a los Estados Unidos el avión que traía a todo el equipo de rodaje, Ford no descendió del aparato. No estaba. Parece que el avión había dado la vuelta al poco de despegar, devolviendo al director a Irlanda ante el estado de suma embriaguez que presentaba.

En un momento como el actual, donde la desvergüenza y el pesimismo parecen rodearnos permanentemente, acercarnos a un clásico como “El Hombre Tranquilo” puede ser una inmejorable forma, al menos durante dos horas, de volver a creer en el ser humano y sentirnos un poquito mejor. Casi tanto como Sean Thornton tras dejar atrás el acero de Pittsburg y contemplar con melancólica mirada su casa natal en Innisfree, “Blanca Mañana”, mientras el pelo rojo de Mary Kate se recorta sobre los verdes campos de Irlanda.


video de 84coollizzy