domingo, 23 de junio de 2013

GREGORY KUNDE. "OH, GLORIA, OTELLO FU"

Hace ya una semana que finalizaron en el Palau de les Arts de Valencia las representaciones de “Otello”, la única ópera que ha integrado este año la programación del Festival del Mediterrani, y todavía algunos de nosotros no conseguimos acabar de olvidar los emocionantes momentos vividos estos pasados días.

Desde que se anunció que se representaría la obra maestra de Giuseppe Verdi, se generó una gran expectación, incrementada cuando se hizo público un reparto de lujo, integrado por Aleksandrs Antonenko, María Agresta y Carlos Álvarez. Posteriormente vino la decepción, cuando se comunicó la cancelación por enfermedad de Antonenko, anunciándose en su lugar a un desconocido Kristian Benedikt que, en los videos que circulaban por la red, no parecía estar a la altura, ni mucho menos. A poco más de una semana para el estreno, se conoció que Zubin Mehta personalmente había rechazado a Benedikt y, de repente, nos encontramos sin tenor. La desilusión se trocó en alegría cuando se supo que, finalmente, el cantante que asumiría el rol protagonista sería el veterano tenor norteamericano Gregory Kunde, quien había debutado en noviembre el papel en Venecia, a sus 59 años, obteniendo un importante triunfo.

Quienes conocimos a Kunde cantando papeles de contraltino rossiniano y asistimos a un periodo, hace unos años, en el que su voz atravesó un bache que parecía irreversible, no dábamos crédito a que pudiese superar con éxito el reto de afrontar uno de los papeles más exigentes y complicados escritos para tenor dramático. No obstante, las noticias y, sobre todo, los audios que llegaron de aquellas funciones venecianas, eliminaron automáticamente cualquier duda que pudiésemos tener y nos mostró un Otelo de voz más clara de lo habitual, pero impecable y poderoso en el canto.

Pero, como bien sabemos quienes estamos poseídos por el veneno del amor a la ópera, nunca hay nada comparable a escuchar una voz en directo. Ahí es donde todas las virtudes y carencias de un instrumento quedan al desnudo y donde se puede valorar realmente a un cantante. Y, en esta ocasión, haber escuchando el Otelo de Gregory Kunde ha sido una experiencia inolvidable. No me cabe duda de que formará parte para siempre de los momentos mágicos vividos en el Palau de les Arts junto a otros como aquella “Valquiria” con Torsten Kerl y Eva María Westbroek, los “Fidelio” o la “Salomé” de Mehta, o la discutida pero electrizante “Cavalleria Rusticana” de Maazel.

Tras haber presenciado una temporada operística con buenos instantes, pero, en términos generales, más bien mediocre, estas funciones de “Otello” han elevado el nivel a otra dimensión, trayéndonos el recuerdo de aquellos años de bonanza en los que nadie pensaba en el presupuesto.

He tenido la suerte de asistir a las cuatro representaciones programadas y he disfrutado enormemente en todas, descubriendo en cada una de ellas nuevos detalles interesantes. El nivel mayor de excelencia creo que, sin duda, se dio en la función del martes 11 de junio, donde músicos y cantantes brillaron de forma especial, a lo cual posiblemente influyera que se estuviese grabando en Dvd la representación. Dvd que, por cierto, estoy deseando ya que se comercialice.

Dice Otelo en el tramo final de la obra: “Oh, Gloria!. Otello fu” (Oh, Gloria. Otelo fue). Pues, efectivamente, Sr. Kunde, fue usted Otelo. Y un Otelo glorioso. Y es que Gregory Kunde me ha maravillado. Ha presentado un Otelo cantado de principio a fin. Esto puede parecer una obviedad, pero no lo es. No son pocos los tenores que en muchos pasajes de la obra han recurrido al parlato o directamente al berreo para ocultar las carencias. Kunde ha construido un moro, además, lleno de fuerza, expresividad y cargado de personalidad, pero construido desde el belcantismo, sin dejar de lado en ningún momento la belleza canora y sin caer tampoco en el tremendismo interpretativo del que han hecho gala muchos ilustres Otelos.

Difícil será que olvide en mucho tiempo la contundencia, claridad en la emisión, colocación, ortodoxia en el ataque y brillo de sus agudos, o su espléndida dicción e incisivo fraseo, así como los riquísimos matices con los que adornó los pasajes más líricos.

Cuando acabó el otoño pasado de representar “Otello” en Venecia, Kunde dijo a su representante que aceptase todos los que le propusieran a partir de entonces. No sé si tendrá que variar la orden, porque si algo está claro es que, tras su Otelo valenciano, le van a llover las ofertas para un papel en el que hay una alarmante sequía de candidatos solventes. De momento, parece  que Kunde podría ponerse en la piel del moro en Madrid, en versión concierto eso sí, en la temporada 2014/2015. Si se confirma, haré todo lo posible por estar allí.

Inmensa ha estado también María Agresta, en una Desdémona que ha sido toda una exhibición de legato, buen gusto y dominio de las medias voces, aunque para mi gusto le faltase imprimir un poco más de carácter al personaje en el acto III. Y especialmente emocionante ha sido asistir al éxito del barítono malagueño Carlos Álvarez, encarnando al malvado Yago, retornando a los escenarios con un papel dramático de envergadura tras el largo tiempo durante el que una grave enfermedad le mantuvo apartado de los recintos operísticos. Es verdad que no ha recuperado por completo el volumen y brillo de antaño, pero Álvarez ha dado toda una lección interpretativa y de fraseo verdiano.

Bueno, todo este rollo era simplemente para traer al blog algunos videos con fragmentos de audio del “Otello” que pudo escucharse en Les Arts el día del estreno. La toma de sonido no es buena y no ha sido la mejor de las funciones, pero valga para vencer el síndrome de abstinencia oteliana que me invade.

Comenzamos por escuchar el impresionante coro del acto I, "Dio, fulgor della bufera!”, con el Cor de la Generalitat a pleno rendimiento, y la entrada en escena de Otelo con ese célebre “Esultate”, en el que Kunde ya nos dejó ver lo bien que lo íbamos a pasar:


video de MrRobuso

Del acto II podemos escuchar a Kunde en ese increíble “Ora e per sempre addio” en el que me hizo recordar a Otelos legendarios:


video de MrRobuso

Siguiendo con el acto II, aquí está el impactante final, con ese dúo “Si pel ciel marmóreo giuro” en el que Gregory Kunde y Carlos Álvarez pusieron en pie al teatro:


video de MrRobuso

Pura emoción y sentimiento derrochó también el tenor norteamericano en este “Dio mi potevi” del acto III:


video de MrRobuso

Del acto IV, podemos escuchar el “Ave María” de María Agresta, con unos filados de ensueño, y un Zubin Mehta imponiendo un tempo muy lento, que, curiosamente, no lo fue tanto en funciones posteriores:


video de MrRobuso

Y finalizo con el “Niun mi tema” con el que Gregory Kunde ponía el broche de oro a su inolvidable Otelo y donde dice esa frase “Oh, Gloria!. Otello fu” (Oh, gloria. Otelo fue) que mencionaba en el encabezamiento de este post:


video de MrRobuso

sábado, 8 de junio de 2013

CONCIERTO XXV ANIVERSARIO COR DE LA GENERALITAT - Palau de les Arts - 07/06/13

Jornada festiva la de anoche en el Palau de les Arts. El Cor de la Generalitat celebraba oficialmente su XXV cumpleaños y para tal conmemoración se decidió contar con un programa que, al mismo tiempo, homenajease otros dos aniversarios, los del bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi y Richard Wagner.
 
La Orquesta de la Comunitat Valenciana y la batuta del maestro Zubin Mehta fueron ilustres acompañantes en esta celebración que vistió de gala el mal llamado Auditori de Les Arts.

La fiesta llegó en un momento delicado, precisamente cuando han vuelto a renacer los rumores acerca del ERE que se cierne sobre ese macro engendro llamado CulturArts Generalitat, aunque parece que su director general, Manuel Tomás, ha garantizado que el Cor de la Generalitat no va a verse afectado, e incluso que está previsto impulsar la actividad de la formación potenciando su proyección internacional e implantando cursos de formación para sus miembros. Esta gente es menos de fiar que Cristobal Montoro jugando al mus, pero más vale que diga eso a que calle poniendo cara de estreñimiento como anteriores responsables autonómicos de la cartera de Cultura.

El Cor de la Generalitat es un activo cultural irrenunciable de la Comunidad Valenciana y su mantenimiento una obligación que imponen la decencia y el sentido común, dos criterios generalmente ausentes del discurso político, pero que hoy más que nunca son necesarios si no queremos acabar asfixiados por falta de oxígeno en medio de tanta inmundicia.

Este coro además no es un dream team fruto de la cultura del pelotazo y de nuevo rico, sino resultado del esfuerzo personal de cada uno de sus miembros y directores, de su trabajo durante 25 años y de la inteligencia. Desde sus inicios como Cor de Valencia ha ido evolucionando, mostrando una enorme versatilidad y capacidad de adaptación a nuevas exigencias y repertorios, alcanzando una calidad que, en el mundo musical, absolutamente nadie cuestiona hoy por hoy.

El programa elegido para la celebración de ayer era propicio para el lucimiento del coro y de la orquesta y, al mismo tiempo, estaba plagado de temas populares para el gran público. Eso motivó los consabidos e inevitables canturreos o esos comentarios de “esta sí que es bonita” cuando se comenzó a entonar el coro de “Nabucco”.

La primera parte estuvo dedicada a Verdi y, junto a celebérrimos fragmentos, como el “Gloria all’Egitto” de “Aida” o el ya citado “Và, pensiero” de “Nabucco”, se coló ese coro del acto II de “La Traviata”, con el “bello y gallardo Piquillo” y los toreros de Madrid que siempre he odiado especialmente, pero, bueno, lo tomaremos como un ensayo de ese inicio de temporada próxima, que esperemos se confirme, con Mehta dirigiendo “La Traviata”. En la segunda parte las notas de la sublime música de Richard Wagner volvió a escucharse en el Palau de les Arts, con fragmentos de “Tannhäuser” y  de “Los maestros cantores de Nuremberg”.

Como no podía ser de otra forma, el Cor de la Generalitat se entregó por completo el día de su celebración y rindió al excelente nivel al que nos tiene acostumbrados. Empaste, potencia, equilibrio, homogeneidad… en fin, todas esas virtudes que le han convertido en uno de los mejores coros de ópera de Europa. Me gustó más en la parte wagneriana que en Verdi, donde Zubin Mehta pecó de cierto exhibicionismo y amor al decibelio, no pareciendo controlar que la orquesta no estaba en el foso y que la acústica del Auditori es horrenda, con lo que hubo cierta estridencia y las voces fueron avasalladas en más de una ocasión.

Excelsa me pareció la intervención de la sección masculina (¡qué tenores tiene esta formación!) en el Coro de Peregrinos de “Tannhäuser”, momento en el que la emoción recorrió la sala como un huracán, provocando incluso lágrimas en alguna cercana vecina de localidad. Cosa que también ocurrió en ese impresionante final de Meistersinger, con toda la agrupación brillando mientras cantaba “Honrad a los Maestros alemanes”. Y a fe mía que se honró a Richard Wagner.

El maestro Mehta llevó a cabo una dirección más controlada en la parte dedicada al compositor alemán, con un sabio manejo de las dinámicas y consiguiendo un mágico equilibrio y claridad de las diferentes secciones orquestales.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana exhibió también su inmensa calidad y todos sus componentes tuvieron ocasiones de lucimiento, como los violonchelos en el Preludio del acto I de “La Traviata”, las trompetas y trombones en “Aida”, donde también destacó el flautín de Virginie Reibel, el clarinete de Tamás Massànyi en el Preludio de “Luisa Miller”, el oboe de Cristopher Bouwman en la Obertura de Meistersinger, o las violas y violines en la de “Tannhäuser”.

Enormes ovaciones, con el teatro puesto en pie, premiaron la labor de todos los intervinientes en el concierto, y, sobre todo, agradecían al Cor de la Generalitat y a su director, Francesc Perales, el trabajo que llevan desempeñando desde hace 25 años, convirtiendo esta agrupación en todo un referente en España y Europa. La noche finalizó con todo el teatro entonando el “Cumpleaños Feliz” bajo la dirección de Zubin Mehta.



El recinto estaba prácticamente lleno, a excepción de algunos asientos de la zona alta del infame Auditori. Me gustaría que alguien me explicase cuál ha sido el misterio de que en la web no hayan salido a la venta en ningún momento las localidades de esa zona, pese a que desde 48 horas antes del evento se agotasen las entradas de la parte baja, quedándose muchas personas sin poder acudir y, sin embargo, ayer al dar comienzo la representación apareció casi llena también la zona superior. Misterios de esta casa.

Entre el público asistente se pudo ver a un exultante Carlos Álvarez que no paró de recibir felicitaciones por el magnífico Yago que está representando estos días en la sala principal del teatro valenciano, en ese triunfal “Otello” que está teniendo una enorme repercusión a nivel internacional. También estaba presente el director general de esa cosa llamada CulturArts Generalitat, Manuel Tomás, y la Consellera de Cultura, María José Catalá, a quien se vio charlando largo y tendido con la Intendente Helga Schmidt. Ojalá de esas conversaciones surja un mayor acercamiento entre la Administración autonómica y Les Arts que permita garantizar el futuro de la temporada de ópera en Valencia y que la sensatez se imponga en las medidas que se adopten para hacer frente a la crisis.

Señoras y señores del Cor de la Generalitat: ¡Muchas felicidades! Gracias por las noches de emoción que nos habéis permitido vivir durante todo este tiempo y ahora más que nunca: ¡que cumpláis muchos más!... y nosotros que lo oigamos.


domingo, 2 de junio de 2013

"OTELLO" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 01/06/13

Jornada grande la de anoche en el Palau de les Arts. Muy grande. Se recuperaron sensaciones que hacía bastante tiempo que no se vivían con tal pasión. Posiblemente haya que retrotraerse a aquellas míticas jornadas del Anillo  wagneriano para encontrar algo similar en cuanto a emociones.

Todo hacía presagiar que podíamos asistir a una importante noche de ópera, como así finalmente fue. Una obra maestra como “Otello”, un reparto solvente, un coro y orquesta de la casa con posibilidad de lucirse, y todo ello con el maestro Mehta como director, eran unos mimbres muy esperanzadores. Es verdad que no todo fue perfecto, ni mucho menos, pero el resultado final fue enormemente satisfactorio y supuso una inyección de esperanza ante el futuro de un teatro que se encuentra al límite de la supervivencia y que, en jornadas como la de anoche, demuestra que no tiene nada que envidiar a nadie (salvo las aportaciones económicas que otros reciben) y que vale la pena apostar por mantener este imprescindible activo cultural que tenemos.  

La ocasión para demostrarlo era inmejorable. La asistencia al evento, como en años anteriores, de la esposa oficial del jefe del Estado español, trajo consigo, como también es costumbre, la habitual corte de pelotas y chupafotos, entre los que se encontraba el impresentable ministro de cultura con apellido de eructo. Algunos quisieron ver en la asistencia de este sujeto una señal que demostraría que el Estado va a implicarse más en el apoyo al teatro valenciano. Permitidme que confiese mi escepticismo, aunque ojalá sea así.  De cualquier modo, el interés no se demuestra viniendo a hacerse fotos con la reina o a comerse una paella, sino corrigiendo el año próximo la injusticia flagrante que sufre la ópera en Valencia desde los presupuestos estatales, no sólo ya recibiendo mucha menos aportación que los otros dos principales recintos españoles, sino sufriendo además un mayor recorte que aquellos.

La presencia de la reina y de autoridades civiles y militares varias, volvió a dar lugar a un penoso espectáculo, con arcos de detección de metales en los accesos a Les Arts, enormes colas al sol, cientos de miembros de seguridad con pinganillo impidiendo el paso de personas sin entradas a las taquillas donde muchos tenían que recogerlas, ascensores inhabilitados y múltiples molestias más. Si así se creen que van a aproximar el pueblo a sus gobernantes, andan errados, sin hache y con hache.

En la puerta de Les Arts un grupo de trabajadores del teatro manifestaba, bajo un férreo control policial, su silenciosa protesta ante la situación de incertidumbre que siguen viviendo. La llegada a la Consellería de Cultura de María José Catalá supuso un esperanzador cambio de talante y se puso de manifiesto una mayor tendencia al diálogo. El problema es que el tiempo ha ido transcurriendo y todo se ha quedado en buenas palabras y ninguna concreción, mientras los rumores de severos recortes de personal siguen sobrevolando el auditorio.

Pero bueno, dejo ya la crónica social, aunque daría para una tesis, y entrando en el análisis de lo que ocurrió a nivel artístico, comenzaré por decir que la dirección escénica que firma Davide Livermore creo que hay que juzgarla desde las concretas circunstancias en las que se ha creado. La penuria económica del Palau de les Arts dificultaba alquilar una producción externa que, ya simplemente con los gastos de seguros o traslados, se comería el presupuesto disponible. Echar el resto en una creación propia de envergadura tampoco era posible, lógicamente, así que se ha optado por una producción nueva basada fundamentalmente en juegos de iluminación y proyecciones y una escena única en la que se desarrollan los cuatro actos.

Con esa premisa de que nos encontramos ante una creación low cost, hay que decir que, desde mi punto de vista, la cosa funcionó razonablemente bien. La acción, como decía, se desarrolla en un mismo espacio de forma circular con el centro móvil, que se dice inspirado en el Globe Theatre shakesperiano. La propuesta de Livermore es, pese a su aparente innovación formal, decididamente clásica, sin que plantee ninguna lectura paralela. Ni falta que hace. Hay un inteligente uso de los medios disponibles, siempre respetando escrupulosamente la coherencia con el libreto, con un trabajo notable en la dirección de actores.

Hubo momentos que me parecieron más conseguidos, como la escena de la tormenta inicial, el “credo” de Yago o ese “Dio mi potevi” con Otelo y Yago como dos personajes paralelos. Menos acertados me resultaron los cursis almendros en flor de la escena del jardín o el absurdo video proyectado durante la muerte de Desdémona, absolutamente discordante con el resto de la propuesta escénica. Horrendo me pareció el surtido de pelucas de colores, con ese Lodovico-Pumuky o el coro con ridículas crestas rosas, totalmente faltos de sentido, alcanzando su culminación con una Emilia que parecía salida del universo Star Wars y un Yago medio zombie, estéticamente deplorables.

En cualquier caso, la propuesta de Livermore es, en conjunto, visualmente muy atractiva y positiva, y se adapta bastante bien al drama sin entorpecer su desarrollo, mereciendo ayer el unánime reconocimiento del público asistente al finalizar la función.

En el apartado musical, el maestro Zubin Mehta llevó a cabo una dirección caracterizada por unos tiempos lentos que en el último acto se ralentizaron hasta extremos inauditos. Se recreó enormemente en los momentos más líricos, contando para ello con la baza de una pareja protagonista que aguantaba, sin ahogarse ni perder el legato, ese chicle que Mehta estiraba con una lentitud Maazeliana.  Eso hizo que se alcanzasen momentos de gran belleza en los que se extrajeron mil matices de la orquesta, aunque la tensión dramática pudiese resentirse ocasionalmente. Estuvo Mehta permanentemente pendiente de los cantantes, ajustando siempre la orquesta para lograr el justo equilibrio entre escena y foso. La dirección del complicado concertante del tercer acto fue todo un ejemplo de maestría con la batuta.

Pese a los ligeros desajustes que son propios de cualquier estreno, la Orquesta de la Comunitat Valenciana tuvo un excelente rendimiento que puso de manifiesto que seguimos contando con una agrupación de primer nivel, cuyo futuro no deberíamos consentir que se ponga en peligro por la estulticia de gestores culturales incapaces. Entre algunos momentos inolvidables surgidos anoche del foso de Les Arts destacaría el maravilloso sonido de las cuerdas en pianísimo en el acto IV, los excelentes contrabajos acompañando la entrada de Otelo en la alcoba en la escena final, las eficaces intervenciones de las trompetas, tanto de la orquesta como de la banda interna, o una extraordinaria Ana Rivera en el corno inglés al inicio del IV acto.

Y si hablamos de excelencia artística y de necesidad de asegurar su continuidad, otro tanto podría decirse del Cor de la Generalitat. No creo que haya una mejor forma de celebrar su XXV aniversario que exhibiendo su enorme valía en una obra tan exigente y a la vez tan propicia para ello como esta. Estuvo rotundo y poderoso en todas sus intervenciones y fue un protagonista más del drama. Una vez más, bravo a todos ellos y a su director Francesc Perales.

Tras varios anuncios, rumores, cancelaciones y cambios de reparto, fue el veterano Gregory Kunde el encargado de asumir el papel del moro veneciano. Cuando supe el otoño pasado que el tenor norteamericano iba a debutar, a sus casi 60 años, el papel de Otelo en Venecia, yo fui de los que pensaba que sólo su larga carrera justificaba una empresa que parecía tener más de capricho de tenor en su etapa final que responder a las condiciones de su voz. El instrumento de Kunde no parecía, a priori, propicio para acometer con éxito semejante aventura, tratándose de un cantante que comenzó de contraltino rossiniano y con papeles de lírico-ligero. Pero su debut veneciano nos sacó a muchos de nuestras dudas a base de puro canto. No será el más verdiano de los Otelos, quizás sea un moro sui generis, sin duda, pero es un Otelo excelente.

Básicamente se pudo disfrutar ayer de un Otelo cantado y muy bien cantado. Me atrevo a decir que no creo que hoy día haya un tenor que pueda cantarlo mejor. A años luz de los típicos berreadores que muchas veces suelen buscarse para el papel. Kunde dio muestra de una inmensa inteligencia, consiguiendo que la veteranía no sea un inconveniente sino una virtud, solventando sus carencias con sabiduría y musicalidad. Es obvio que tiene limitaciones, principalmente los de una voz que en terrenos centrales y graves se vuelve más mate y pierde mordiente. Eso hace que intente ensanchar artificialmente el centro, dejando aparecer un feo vibrato, pero en cuanto sube al registro agudo, la luminosidad y brillo son deslumbrantes y sus agudos punzantes y auténticos cañonazos. Impresionante fue su “Esultate” o el “Ora e per sempre addio”.

Kunde mostró volumen e hizo correr la voz con suficiencia, imponiéndose a la orquesta, y logró que su canto se adaptase con flexibilidad a las exigencias de la partitura, no sólo en los pasajes de forza, sino también en los fragmentos más líricos, luciendo una variada gama de matices que tantas veces quedan eludidos por vozarrones que luego son incapaces de plegarse en los momentos más delicados, como el sublime dúo del primer acto, en el que tanto Kunde como Agresta ofrecieron un auténtico recital de belleza musical. Demostró además el norteamericano ser un cantante valiente, honesto y con una entrega vocal y escénica total. Todo un lujo.

Y no menos lujo supuso el poder volver a disfrutar en el escenario de la soprano María Agresta, quien hace un año nos cautivase con su Leonora de “Il Trovatore”. Fue una Desdémona soberbia, impregnada de espíritu verdiano por arrobas y con un uso de las medias voces y los reguladores ejemplar. En el IV acto hizo una absoluta exhibición de musicalidad y delicadeza, logrando unos sonidos etéreos, auténticamente celestiales, que  parecían quedarse flotando en la sala e iban diluyéndose lentamente.

Carlos Álvarez completaba el trío protagonista, encarnando de nuevo, tras el largo periodo en el que su enfermedad le ha tenido apartado de los teatros, a un personaje emblemático en la carrera del barítono malagueño, como es el de Yago.

Es evidente que Álvarez no ha recuperado al cien por cien sus prestaciones. Ha perdido volumen, la voz es más clara y en los agudos pasó algún apuro, pero afrontó el papel por derecho, con valentía, llevando a cabo además una actuación escénica sensacional que, en su pelea con Otelo del acto segundo, a punto estuvo de costarle romperse una pierna. Su lamentable caracterización, desgreñado y vampírico, no consiguió que nos despistáramos de lo verdaderamente importante, que es el canto. Y Álvarez exhibió su bellísimo timbre baritonal, ejecutando un inmaculado fraseo verdiano, increíblemente incisivo y expresivo, sabiendo transmitir toda la maldad de uno de los personajes más malvados de la historia de la ópera. En los saludos finales, cuando el teatro prorrumpió en bravos, rompió a llorar emocionado y nos hizo emocionarnos a todos los que salimos esperanzados con el retorno de un enorme cantante que, seguro, todavía va a hacernos disfrutar muchas más noches con su arte.

El Cassio del argentino Marcelo Puente estuvo en líneas generales correcto, aunque su voz no me pareció especialmente atractiva. Mucho más me gustó el rendimiento de Cristina Faus en un papel complicado como el de Emilia, brillando en el cuarteto. Muy bien el Roderigo del siempre eficiente Mario Cerdá, y no me gustó el Lodovico de Misha Scheloianski. Correctos el resto de comprimarios.

La sala principal de Les Arts presentó un lleno casi total y el público se mostró más silencioso que en otras ocasiones. En el cuarto acto, con la orquesta en pianísimo, el silencio era total y sólo se hacía notar el ruidoso sistema de ventilación del recinto. Bueno, eso hasta que a un imbécil le sonó el móvil ¡en dos ocasiones!, pero Desdémona estaba ocupada rezando y no se pudo poner. Al finalizar, ovación de gala con el público puesto en pie, absolutamente enloquecido, como en las grandes noches.

Siempre tengo que hacer alguna queja antes de acabar, así que hoy le va a tocar a los responsables de programar las funciones a las 8 y hacer dos descansos, originando que la gente saliese a las 12 de la noche. Me parece un disparate, aunque se haya disfrutado tanto como algunos lo hicimos ayer.

Pese a los indecentes horarios, la fiesta musical se pudo culminar con una cena en compañía de buenos amigos, en la que se aprovechó para celebrar el primer aniversario de Amics de l’Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana.

Quedan tres funciones más y todavía hay entradas. Dejar pasar este “Otello” es un delito imperdonable que merece ser castigado con reposiciones de “El barbero de Sevilla” del pasado marzo con todo su cast al completo.

 
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