lunes, 9 de marzo de 2015

"NORMA" (Vincenzo Bellini) - Palau de les Arts - 08/03/15

Jornada llena de emociones la de ayer en el Palau de les Arts. Para empezar, se representaba el que, a todas luces, es el plato fuerte de esta temporada operística en Valencia, una de las obras cumbres del género, Norma, de Vincenzo Bellini, con un reparto sumamente atractivo. Y, por otro lado, a media tarde comenzaron a circular distintos rumores acerca del nombramiento del nuevo director musical titular de la Orquestra de la Comunitat Valenciana.
 
Se sabía que hoy lunes se anunciaría el nombre del sustituto del ya olvidado Omer Meir Wellber, tras demasiado tiempo con la orquesta de la casa sin titular, pero pocos minutos antes de comenzar la representación se empezó a escuchar por los pasillos que el elegido podía ser Fabio Luisi. Poco tiempo después, desde la página de Beckmesser, origen de la errónea información, se rectificaba y se decía que sería Fabio Biondi. Todo tipo de especulaciones corrieron a partir de ese momento. Esta mañana, finalmente, se ha hecho oficial que la titularidad de la dirección musical de Les Arts será compartida por los italianos Roberto Abbado y  Fabio Biondi, con el valenciano Ramón Tébar como primer director invitado.

El tema da para un amplio debate, pero ya habrá tiempo para ello. De momento hay que congratularse de que por fin se despeje la incógnita que estaba manteniendo demasiado en vilo a la orquesta, lo cual sólo podía ir en perjuicio de la misma. Además, después de las imbecilidades reiteradas, lanzadas desde la conselleria de Cultura y su entorno, acerca de la necesidad de que el nuevo director fuese valenciano por decreto de marijose, es de agradecer que se haya optado por criterios más o menos acertados, pero al menos no basados en partidas de nacimiento.

Por otra parte, los nombres de Abbado y Biondi, en principio, llaman a ser optimistas, sobre todo después de ver el sensacional rendimiento del primero junto a la orquesta de Les Arts en el reciente Don Pasquale, y la categoría contrastada del segundo, cuyo trabajo también hemos tenido la oportunidad de disfrutar en el Palau de la Musica varias veces en los últimos años. Lo de Ramón Tébar suena a cuota conselleril, pero no hay duda de que es un director solvente que puede hacer un buen trabajo como principal batuta invitada, si bien Gimeno o Bernàcer también podrían haberlo sido.

Habrá que esperar a ver si nos cuentan cómo se va a organizar esa bicefalia batutera, que es algo que a mí personalmente ya me causa más reparo. Yo soy partidario, a priori, de que haya un solo director titular que pueda marcar carácter a la orquesta y personalidad propia. Y otra cosa que me origina cierta preocupación es que, también a priori, parece que tenemos expertos en repertorio belcantista y barroco, quedando mucho más descuidado el más contemporáneo.

Pero bueno, como decía antes, ya habrá tiempo de comentar esto. Además, recuerdo aquí lo que escribí en mi crónica de Don Pasquale de hace apenas un mes: “Si mañana anunciase el verborreico Livermore que Abbado, ya que está por aquí, se va a quedar de director titular, no sería yo quien protestase”… Pues eso mismo.

Ahora voy a procurar centrarme en la crónica de una noche de ópera que, en términos musicales, fue de un nivel espléndido.

La coproducción del teatro valenciano con el Teatro Real y ABAO-Olbe presentada ayer, cuenta con la dirección escénica del Intendente, director artístico, director del Centre de Perfeccionament, y yo que sé cuántas cosas mas, Davide Livermore, que a este paso va a acabar con más títulos en sus tarjetas que la fallecida Duquesa de Alba, y no me acabó de convencer del todo, aunque el balance general creo que debe valorarse de forma positiva.

He de empezar diciendo que no conozco Juego de Tronos, porque ayer escuché un millón de veces distintas referencias a ello. La estética de este nuevo trabajo de Livermore a mí me recordaba al mundo de El señor de los anillos que es algo que controlo más. La propuesta es muy Livermore, para lo bueno y para lo malo.

Una escenografía casi nula. Apenas unos chirimbolos metálicos que simulan los árboles del bosque y un enorme tronco retorcido, con una escalinata en uno de sus lados, que servía para todo.

El tronco avanzaba y giraba consiguiendo algunos efectos interesantes, pero, a mi juicio, se abusó en exceso de esos giros. Cualquier ocasión era buena para hacer subir a los cantantes al tiovivo, perdiéndose las voces al proyectarse en dirección opuesta a las butacas. Tampoco favorecía la proyección de las voces el hacerles cantar desde lo alto del mamotreto. Y no me pareció nada adecuado que a una señora de edad respetable como Mariella Devia la tuviesen subiendo y bajando escaleras media función, que la verdad ya no se sabía si aquello era Norma de Bellini o Norma Duval.

Me resultó criticable que, nuevamente, se pretenda escenificar una obertura, como si temiesen que los aficionados nos aburramos cuando sólo hay música. Esto además se vio agravado al consistir el presunto divertimento en una panda de danzarines en bolas que no sé si pretendían representar los espíritus del bosque o una manifestación anti abrigos de piel, pero que, desde mi humilde punto de vista, sobraba. Estas son las cosas de tener que amortizar el tener al Ballet de la Generalitat, magnífico por otro lado, pero que debería tener su propio espacio diferenciado o reservarlo para las óperas que llevan ballet, y no ser utilizado para ahorrarse figurantes o para tener que montar bailes en cualquier ocasión, vengan o no a cuento.

Las consabidas proyecciones que inundan los trabajos de Livermore volvieron a estar presentes, casi hasta el empacho, sin que, a diferencia por ejemplo de lo que ocurría en La forza del destino, se aportase apenas nada al devenir dramático y, por el contrario, se rozase el ridículo en algunas ocasiones. Por otro lado, la obsesión de colocar una pantalla entre los cantantes y el patio de butacas para proyectar allí imágenes, llegó a hacerse molesta por excesiva, entorpeciendo la visión.

Claro, y ahora os preguntaréis ¿por qué habla este tío de balance general positivo después de repartir semejante estopa? Pues principalmente porque, como también suele ser habitual en los trabajos de dirección escénica de Livermore, hay una importante labor de dirección de actores y movimiento escénico, lo cual es más meritorio aún en una ópera intimista y de escasa acción, como es el caso de Norma. Cada personaje y miembro del coro estaba perfectamente instruido acerca de sus movimientos y actuación en escena, resultando el conjunto bastante eficaz y potenciándose el sentido dramático del texto.

Entrando ya en el apartado musical, en el foso se colocaba por primera vez al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana dirigiendo una ópera, Gustavo Gimeno, uno de los directores valencianos cuyo nombre había sonado insistentemente como posible candidato a la titularidad de la batuta de Les Arts. Yo he defendido estos días mi opinión acerca de que considero que la orquesta precisa de un director con más carácter y más experimentado en lides operísticas, sin cuestionar en absoluto su valía en el terreno sinfónico. Y, aunque lo sigo manteniendo, desde ayer poco voy a poder criticarle en el campo operístico, al menos por lo demostrado en esta Norma, donde llevó a cabo una labor extraordinaria.

Gimeno demostró, ante todo, oficio. Una claridad en el gesto ejemplar y una atención permanente a la conexión entre foso y escena, que fue impecable. Supo respirar con los cantantes en una ópera tan exigente como esta, marcando todas las entradas y llevando a cabo el que creo que ha sido uno de los trabajos de batuta más cuidadosos con las voces que yo he contemplado en este teatro. Manejó las dinámicas con gran inteligencia y momentos como el concertante final o el prescindible coro Guerra, Guerra estuvieron cargados de tensión dramática. En resumen, una dirección musical sobresaliente.

Entre los solistas, destacaron Magdalena Martínez en la flauta y Tamás Massànyi al clarinete, con una sección de violonchelos al mando de Rafal Jezierski espectacular en el inicio del acto segundo.

El Cor de la Generalitat, una vez más, respondió incluso por encima de las expectativas, contundente el masculino en sus escenas con Oroveso, y delicadísimo y casi celestial el acompañamiento de las voces femeninas en la cavatina Casta diva. En la ya mencionada escena de Guerra, Guerra, se lució demostrando poderío vocal y un empaste magnífico, y, como siempre, destacaron en el apartado dramático. No por repetido deja de ser verdad el lujazo que es contar en el Palau de les Arts con estos cuerpos estables.

Mariella Devia es una auténtica diosa del belcanto. Soy un devoto admirador suyo y, quizás no sea demasiado objetivo, porque esto es lo que tiene también la pasión operística. Reconozco que no la había escuchado en el papel de Norma que, pese a su larga carrera, ha debutado hace menos de un año, así que iba también con un poco de prevención porque, a priori, no parece el rol que mejor se adapte a su vocalidad y, además, la señora está a punto de cumplir 67 años. Bueno, pues he de decir que me reafirmo en que puede no ser el papel que mejor se adapta a sus características, pero, por Tutatis, vaya lección belcantista nos ofreció la Devia anoche.

La voz ofrece algún pequeño síntoma de desgaste y en los descensos al grave se denotaban apuros y cambios de color, pero ahí pondría yo el punto y final a cualquier crítica que se pretenda hacer de una labor cuyos puntos positivos compensaron, con mucho, cualquier reparo. Su técnica respiratoria y el prodigioso control del fiato le permitieron exhibir un legato excelso, elegante hasta el desmayo. La precisión en los ataques, la afinación y la musicalidad infinita que derrochó fueron ejemplares. Si en los pasajes dramáticos percibía más limitaciones, la soprano los compensaba con expresividad a raudales a base de pura técnica canora. Además de eso, su comportamiento escénico fue encomiable, pese a tener que hacer de vedette sube y baja escaleras.

Una gratísima sorpresa fue la Adalgisa que ofreció la mezzosoprano armenia Vaduhi Abrahamyan. Su voz oscura, de bello timbre, grande, se apoderaba de la sala, mostrando gran expresividad, buena dicción y sentido musical. Empastó perfectamente en los dúos con Norma, aunque técnicamente pasó algún apuro en las agilidades.

El Pollione del tenor norteamericano Russell Thomas también fue digno de destacarse, con un importante vozarrón que brilló especialmente en los agudos, mostrando voluntad para adornar el canto con algunos matices y recursos expresivos que no acabaron de salir bien del todo. La pena fue una dicción bastante mala y un escaso sentido del legato belcantista, debido sobre todo a una técnica de emisión ruda, a empujones. Yo me preguntaba cómo una mujer tan elegante vocalmente como Norma podía haberse enamorado de este romano tan basto… Aunque igual es que el nombre del personaje no es casualidad.

Tampoco fue un ejemplo de elegancia belcantista el bajo Serguéi Artamonov como Oroveso, pero su voz oscura se adaptaba a los requerimientos del personaje. Buenas prestaciones ofreció Cristina Alunno como Clotilde y algo más justito David Fruci, como Flavio, con problemas de proyección; ambos alumnos del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo.

La sala se encontraba ayer más llena que en los últimos estrenos, castigándonos con su presencia en el palco la nefasta consellera María José Catalá, a quien acompañaba el President Fabra, quien por hacerse la foto se tuvo que chupar la ópera enterita. Sus ronquidos no se llegaron a escuchar, posiblemente debido a que serían tapados por el concierto de desaforadas toses que tuvimos que padecer durante toda la noche, con especial intensidad al comienzo del segundo acto.

El público aplaudió y braveó con calidez durante toda la representación los principales momentos, y al finalizar fueron singularmente efusivas las ovaciones dedicadas al terceto protagonista, especialmente a Mariella Devia. También la dirección escénica de Livermore fue acogida con unánime aprobación, así como el trabajo de Gustavo Gimeno al frente de la orquesta y el del Cor de la Generalitat.

A la salida todos los comentarios se centraban en cruzar apuestas acerca de quién sería el designado hoy tras filtrarse el nombre de Biondi. Bueno, pues ya ha habido fumata blanca. Esperemos que este sea el inicio de una vuelta a la normalidad lo más rápida posible que ayude a consolidar la continuidad y calidad de nuestra orquesta. Mimbres hay, ahora hay que saber hacer los cestos.