viernes, 27 de mayo de 2016

TEMPORADA OPERISTICA 2016/2017 EN EL PALAU DE LES ARTS

Esta mañana, el Intendente Davide Livermore ha avanzado en rueda de prensa el contenido principal de la próxima temporada operística 2016-2017 en el Palau de les Arts. Cuando asumió la dirección del teatro uno de sus propósitos era que la temporada valenciana pudiese anunciarse con suficiente antelación y se marcó como objetivo intentar hacerlo a finales de marzo. El año pasado hubo que esperar al 3 de junio y este año ha sido el 27 de mayo… hemos adelantado una semana. Respecto a temporadas pasadas no está mal, pero sigue siendo demasiado tarde. Seguimos anunciando la programación cuando todos los teatros principales ya hace meses que han facilitado con todo detalle sus propuestas. Habrá que intentar seguir mejorando en este apartado.

En cuanto al contenido anunciado, títulos muy conocidos se unen a otras obras interesantes, aunque menos habituales; se vuelve a proponer una pretemporada a precios populares; y las figuras de Plácido Domingo y Gregory Kunde vuelven a tener presencia en el teatro, anunciándose otros nombres muy atractivos, aunque conociendo cómo se hacen las cosas en la casa habrá que esperar al mismo día de la representación para cantar victoria.

Se propone la figura de la soprano valenciana Lucrecia Bori como musa de la temporada, con imagen creada por Pepe Moreno, un profesional con exitosa carrera en el mundo del cómic.

Al igual que ya sucediera el año pasado, el inicio de la actividad operística tendrá lugar en octubre, en concreto el día 1, con una pretemporada que inaugurará la ópera L’elisir d’amore, de Donizetti, en la coproducción del Teatro Real y el Palau de les Arts ambientada en una playa y que ya pudo verse en 2011, con dirección escénica de Damiano Michieletto y la presencia esta vez en el foso, como directora musical, de una mujer, la canadiense Keri-Lynn Wilson, esposa del director general del Metropolitan de Nueva York Peter Gelb. En el reparto se avanzan los nombres del tenor William Davenport, las sopranos Ilona Mataradze y Karen Gardeazábal, el bajo Paolo Bordogna, y el barítono Mattia Olivieri.

También en pretemporada se ofrecerá una ópera española, El gato montés, del compositor valenciano Manuel Penella, para conmemorar los 100 años de su estreno en el Teatro Principal de Valencia, en una producción del Teatro de la Zarzuela, con dirección escénica de José Carlos Plaza y musical de Óliver Díaz, sin que se adelanten nombres de intérpretes.

La pretemporada se completará con un concierto el 6 de octubre, dirigido por Fabio Biondi, dedicado a Vivaldi, que incluirá Gloria e Imeneo y el Gloria, con la participación de Sonia Prina y Roberta Invernizzi; el 26 de noviembre un recital de alumnos del Centre Plácido Domingo con Ramón Tebar dirigiendo; y el 10 de noviembre el concierto espectáculo Cantúria Cantada, de Carles Santos, con el Cor de la Generalitat y Dolors Ricart en la dirección. Esta es una interesantísima propuesta que me apetece un montón.

La temporada oficial tendrá que esperar hasta el 10 de diciembre para inaugurarse con una de las verdaderas estrellas de la programación, la ópera de Verdi I Vespri siciliani, que estará dirigida por Roberto Abbado, con Gregory Kunde (Arrigo), Anna Pirozzi (Helena), Juan Jesús Rodríguez (Monforte) y Alexánder Vinogradov (Procida); en la coproducción del Teatro Regio de Torino y ABAO-OLBE que realizó el actual Intendente de Les Arts en 2011.

El 8 de enero de 2017 se estrenará Philemon und Baucis, de Haydn, una ópera para marionetas que correrá a cargo de la compañía Carlo Colla e Figli, bajo la dirección de Fabio Biondi y con las voces de alumnos del Centre Plácido Domingo.

El 9 de febrero tendrá lugar el estreno del que se pretende que sea el plato fuerte de la temporada, la producción de la Ópera de Roma de La Traviata, de Giuseppe Verdi, que firma Sofia Coppola, con vestuario de Valentino y que se ha comentado estos días por los medios que ha rondado un coste de unos dos millones de euros. Ya nos explicará Livermore… Igual se lo han dejado gratis a cambio de una producción de Les Arts y un compromiso a trabajar en galeras para la Ópera de Roma de por vida… Veremos. La dirección musical se encomienda a Ramón Tebar y, de momento, se anuncia a Marina Rebeka como Violetta, Arturo Chacón Cruz como Alfredo y Plácido Domingo como Germont, dispuesto de nuevo a destrozar el papel a cambio de atraer público. Es una opción legítima, aunque no mi preferida. La función del día 22 tendrá un reparto de jóvenes cantantes a precios populares que se incluirá en el abono de pretemporada.

Más interesante me parece el anuncio de una nueva producción de Les Arts de Lucrezia Borgia, de Donizetti, con dirección de escena de Emilio Sagi y dirección musical de Fabio Biondi, con la gran Mariella Devia en el rol protagonista, acompañada del tenor norteamericano William Davenport y la mezzosoprano valenciana Silvia Tro.

Una gran noticia también es que, al fin, llegue a Les Arts Werther, de Massenet, en una nueva coproducción del Palau de les Arts y la Opéra de Monte-Carlo, con dirección de escena de Jean Louis Grinda y con el estupendo director húngaro Henrik Nánási a la batuta. En el reparto se anuncia al tenor francés Jean François Borras y a Anna Caterina Antonacci en los papeles protagonistas. Nombres atractivos, sin duda, pero no entiendo por qué se recurre a Antonacci, cuando la italiana va a cantar también el personaje de Charlotte esa misma temporada en Barcelona. Parece que a veces se hagan las cosas para disminuir el interés de que aficionados de Barcelona puedan venir aquí, o viceversa.

Otra gratísima sorpresa es La vuelta de tuerca, de Benjamin Britten, tras el inicio de la incursión en la producción del compositor inglés esta año con El sueño de una noche de verano que se estrena el próximo día 10. Será una nueva producción de Les Arts con dirección de escena de Juanpalomo, digo Davide Livermore. La dirección musical será de Christopher Franklin y los cantantes serán alumnos del Centre Plácido Domingo. La alegría de la sorpresa inicial se me acaba con el anuncio de director y cantantes. Franklin anoche, en Juana de Arco en la hoguera, mostró una enorme rudeza y escasa sensibilidad que son absolutamente incompatibles con la obra de Britten. Y tampoco me parece apropiado que para una ópera tan complicada y exigente en el apartado vocal se acuda a los alumnos del Centre. No cuestiono la calidad de los futuros alumnos, pero no es lo más idóneo para acercar al público a Britten.

El 15 de junio de 2017 se anuncia una interesante rareza como es la ópera Piramo e Tisbe, de Johann Adolf Hasse, en un concierto espectáculo con la dirección de Fabio Biondi y Vivica Genaux y Valentina Farcas en el reparto.

La temporada operística se cerrará con el estreno el 23 de junio de otro título muy atrayente, como es Tancredi, de Rossini, en una coproducción de la Opéra de Lausanne y el Teatro Municipal de Santiago de Chile, con Roberto Abbado a la batuta y la presencia en el reparto de nombres tan llamativos como Daniela Barcellona, Jessica Pratt  y el chino Yijie Shi.

En el apartado de conciertos destaca el oratorio Israel en Egipto, de Haendel, que podrá verse el 22 de diciembre en el nefasto Auditori, con el Cor de la Generalitat y dirección de Fabio Biondi. Tras el estreno de Café Kafka este año, se anuncia el 6 de abril de 2017 una nueva creación de Francisco Coll, Mural, una obra encargada por Les Arts, la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo y la NYO de Gran Bretaña, que se ofrecerá en un programa doble con La canción de la Tierra de Gustav Mahler, con Gregory Kunde como solista masculino, y ambas obras dirigidas por George Pehlivanian. Y el 11 de mayo está previsto que Francesc Perales dirija al Cor de la Generalitat en la Misa del Papa Marcello, de Palestrina.

No ha habido manera de evitar que otra vez intenten que nos chupemos un ballet. Esta vez será en abril con un homenaje a Antonio el bailarín. Lamentablemente esos días seguro que tendré un pollo en el horno que se me pueda quemar y no podré acudir.

También se anuncian conciertos de cámara en diferentes espacios del recinto de Calatrava hasta ahora inéditos, y la salida de la actividad musical y operística a los barrios de la ciudad de Valencia y a otras localidades de la Comunidad.

Tiempo habrá de ir comentando cosas, pero, en general, me parece una temporada de gran interés, variada y con nombres muy atractivos. No acabo de entender algunas cosas que ya he puesto de manifiesto o el que Abbado esté tan poco presente en los carteles operísticos (tan sólo se le incluye en la inauguración y final de temporada con I vespri siciliani y Tancredi), pero como digo ya habrá ocasión de ir analizando el detalle.

Todos los datos ofrecidos hasta el momento pueden consultarse en la web de Les Arts (http://lesarts.com.mialias.net/temporada-2016-2017/). Os aconsejo guardar la información para luego ir comparando durante la temporada el ajuste a la realidad y echarnos unas risas.

El próximo martes 31 de mayo se hará la presentación oficial de la temporada, que esta vez correrá a cargo del mediático Ramón Gener. Parece que las entradas se han agotado ya. Es lo que tiene la tele. No sé si Gener habrá venido gratis, pero me temo que no. Si de mí hubiese dependido yo hubiera preferido dedicar ese dinero o el de contratar producciones con vestuarios de Valentino a elevar la calidad de los cantantes de algunos espectáculos, pero es lo que hay. También me gustaba más el formato elegido el año anterior, no por el rollo que nos soltaría Livermore contándonos por enésima vez sus aventuras con los taxistas valencianos, pero sí por el hecho de que el Intendente presentase directamente la temporada al abonado y se sometiera a sus preguntas.

Este año parece que ha optado por más espectáculo y menos explicaciones. En cualquier caso, desde aquí seguiremos informando.

lunes, 23 de mayo de 2016

"CAFÉ KAFKA" (Francisco Coll) - Palau de les Arts - 22/05/16

A muchas personas, escuchar hablar de ópera contemporánea todavía les pone los pelos de punta. Yo mismo he sido testigo hace pocos días en el Palau de les Arts de cómo algunos aficionados, mientras se chupaban media botella de cava en el descanso de Idomeneo, se lamentaban amargamente por haberse incluido en la programación cosas tan interesantes como la Juana de Arco en la hoguera, de Arthur Honegger, que se estrena el próximo jueves 26; El sueño de una noche de verano, de Benjamin Britten, que se estrenará el 10 de junio; o la ópera que se estrenó ayer, Café Kafka, del valenciano Francisco Coll; considerándolo casi como una invitación al público para que se aleje del teatro.

Este es un tema que daría para un extenso debate y no es el momento, pero sí quiero dejar constancia de mi discrepancia. Es fundamental que el Palau de les Arts mantenga, como columna vertebral de su programación, ópera popular de repertorio que garantice la presencia de espectadores, pero un teatro público no puede limitarse a programar Bohèmes, Aidas, Traviatas y Toscas una y otra vez. Considero un acierto de la dirección del teatro que en la temporada, junto a títulos populares, se incluyan creaciones menos conocidas, pero que tienen un enorme interés. Y el público merece al menos poder acceder a ellas.

Sobre todo si, como es el caso de Café Kafka, estamos además ante una obra de un joven compositor valenciano, de apenas 30 años de edad, que ha obtenido ya un indiscutible reconocimiento internacional.

Es verdad que este tipo de composiciones quizás exigen un esfuerzo mayor del espectador para conseguir seducirle, pero no siempre el placer inmediato que puede provocar la escucha de una melodía armoniosa ha de ser mayor que el de descubrir nuevas formas, nuevas sonoridades y nuevos cauces para transmitir y compartir emociones, que, al fin y al cabo, debe ser el objetivo principal de cualquier creación artística.

La ópera estrenada ayer, para quien, como es mi caso, ni es profesional de la música ni tiene unos sólidos conocimientos musicales, es una obra complicada. Cuando alguien escucha por vez primera La Bohème, aunque no llegue a entender todos los valores o claves que encierra, simplemente por sus melodías queda fascinado y sabe que aquello le gusta. Cuando se accede a una obra como Café Kafka, la primera reacción es casi de desagrado, de prevención ante unas pautas que no entran en nuestros esquemas auditivos más clásicos. Las primeras notas que abren la ópera o la primera intervención de la soprano, son casi hirientes. Se necesitan ciertas claves para poder entender mejor ese espectáculo que se está ofreciendo y valorarlo como merece.

En esta ocasión además somos unos privilegiados por poder tener la oportunidad de preguntarle al propio autor. No tenemos que especular con lo que Mozart o Verdi nos quisieron contar. Así, por ejemplo, como explicó el propio compositor en su encuentro con el público hace unos días, sabremos que ese comienzo de la ópera es un pasodoble descompuesto y vuelto a recomponer; o que esa sensación de desasosiego que nos provoca en algunos momentos la obra es algo buscado a propósito para introducirnos en el mundo interior de los personajes y en sus sentimientos de angustia.

El estreno mundial de Café Kafka tuvo lugar en 2014 en el Festival de Aldeburgh y ha sido representada también en la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Opera North de Leeds, que fueron los tres teatros que hicieron a Francisco Coll el encargo de componer una ópera.

El libreto ha sido escrito por la australiana Meredith Oakes. No se trata de la adaptación operística de una obra concreta de Franz Kafka, sino que ha acudido junto a Coll a una serie de relatos cortos del escritor checo, unos quince, sin tomar ninguno de ellos, pero extrayendo elementos de todos: de algunos unas frases, de otro un personaje, etc. Y, principalmente, lo que se intenta plasmar es la visión crítica de la realidad de su tiempo contenida en esos cuentos que podría ser válida en nuestros días, porque nos habla en definitiva de la tragedia humana, de la incomunicación y de la soledad del individuo.

Yo, personalmente, eché de menos una línea argumental más continua y una construcción dramática menos  surrealista, menos “kafkiana”, que centrara más la atención del espectador; pero, al fin y al cabo, se estaba hablando de Kafka

La dirección escénica para la ocasión se ha encomendado al británico Alexander Herold, contando con el equipo técnico habitual del Palau de les Arts: la escenografía de Manuel Zuriaga, vestuario de José María Adame y la iluminación de Antonio Castro.

La acción se desarrolla en un café atemporal y sin ubicación concreta. Tal y como ya se hiciese en el estreno inglés, se ha optado por llevar a la reducida orquesta al escenario, simulando ser una especie de orquestina del café. Aquí además se ha aprovechado para cubrir el foso de la sala Martin i Soler, extendiendo el espacio escénico hasta la primera línea del patio de butacas, consiguiendo así una mayor cercanía entre la acción dramática y el espectador. Esa cercanía se multiplica desde los mismos prolegómenos a la representación, al estar ya en escena los músicos, cantantes y figurantes mientras el público va ocupando sus butacas.

Al eliminarse el foso, también se ha eliminado la pantalla de subtitulado que normalmente se coloca en esta sala tras el director de orquesta, en la unión entre el foso y el patio de butacas. Esta vez el sobretitulado se lleva a una pantalla en la parte derecha del escenario, integrada en la acción pero bastante esquinada y donde la iluminación de la escena le afecta, lo que originó que costase encontrarla y durante los primeros minutos el público se mostrase algo desconcertado pensando que no se estaba ofreciendo la traducción.

Los colores y la luz presiden esta puesta en escena en la que hay una clara alusión a la obra pictórica del holandés Piet Mondrian. Estéticamente el resultado me parece deslumbrante y muy apropiado para esta creación operística. Las combinaciones de los colores primarios del universo de Mondrian se adaptan perfectamente para ambientar la abstracción argumental y el colorido orquestal, tan acusado y extremo, presente en la partitura de Coll. También el vestuario de los protagonistas refleja esos colores con el tenor en azul, la soprano en rojo, la mezzo en amarillo y el contratenor en blanco. Es justo destacar también el buen trabajo realizado por Ricardo Sile con los movimientos escénicos.

Muy conseguida me parece la resolución de la aparición en escena del cazador Gracchus, pese al aspecto troglodítico del personaje que no en vano es un muerto que vaga eternamente, una especie de holandés errante sin barco fantasma.

En conjunto, el resultado me satisfizo bastante tanto desde el punto de vista estético como de ajuste dramático a un texto y una música que no me parecen sencillos de coordinar.

Café Kafka es una ópera de cámara. Está escrita para diez instrumentos: percusión, incluyendo un glockenspiel, violín, viola, violonchelo, contrafagot, flauta, contrabajo, trombón y clarinete. No está concebida la escritura buscando tanto una conjunción musical orquestal, como diseñando un colorido tímbrico que se ajuste al desarrollo dramático. La partitura es angulosa, como la califica el propio autor, llena de aristas, contrastes exagerados con instrumentos y texturas extremas, y una progresiva fuerza e impulso rítmico ascendente que acaba por atraparte. El punto culminante, a mi juicio, llega con la aparición del cazador Gracchus, donde la partitura se serena y adquiere una poderosa intensidad emocional.

El norteamericano Christopher Franklin se ha puesto al frente de los solistas de la Orquestra de la Comunitat Valenciana que no han ocupado el foso, como ya he comentado antes, sino que estaban integrados en la acción dramática en el escenario. Ante una obra tan singular, que no he escuchado nunca antes y de la que no puedo tener referencia alguna, valorar la dirección de Franklin sería una osadía por mi parte. Únicamente puedo destacar dos cosas, una en positivo y otra en negativo. Como punto a favor, encontré una increíble coordinación de la orquesta con las voces, pese a que la ubicación del director hace muy complicado para los cantantes, que lo tienen a su espalda, seguir sus indicaciones. Obviamente había monitores estratégicamente situados que facilitaban la labor, pero el ajuste me pareció perfecto y muy meritorio.

En la parte negativa, diría que Franklin abusó de volumen y daba la impresión de no ser muy consciente de la endeblez de algunas voces y del daño que podía hacerles la salida de los músicos fuera del foso.

Para este estreno se ha decidido encomendar las cinco voces solistas a tres alumnos del Centre Plácido Domingo, Miriam Zubieta, Elisa Barbero y Pablo Aranday; un ex alumno, el tenor cordobés Pablo García López; y al contratenor inglés William Purefoy, quien ya participase en el estreno de la obra en tierras inglesas.

Como filosofía de partida, que se optase por encomendar a alumnos del Centre este tipo de obras me daba bastante miedo, primero por la dificultad que entraña para voces en proceso de formación; y después porque precisamente este tipo de óperas que resultan más complicadas para el gran público deberían ofrecerse con el mayor nivel de calidad posible. Pero igual que digo lo anterior, he de reconocer en esta ocasión que la labor llevada a cabo por los intérpretes en el estreno de ayer fue muy notable y digna de elogio.

En general, todos ellos destacaron en el apartado de interpretación actoral, mientras que en lo vocal hubo mejores resultados en la parte femenina que en la masculina.

Destacaría principalmente a Elisa Barbero con una voz amplia, poderosa, muy timbrada y con una dicción estupenda. También respondió al exigente papel Miriam Zubieta, mostrándose afinadísima y segura en los agudos y pizpireta y desenvuelta en la faceta dramática.

Pablo García López cantó ofreciendo detalles de muchísimo gusto y con solvencia cuando la partitura se elevaba; sin embargo fue víctima de una escritura con demasiado recorrido por una zona grave en la que su instrumento no respondía igual.

Tiene muchísimo mérito la breve intervención de Pablo Aranday cómo Gracchus, y sus cambios en tiempo record de los tres personajes que asume, aunque en lo vocal sus graves carecieron de peso. Por su parte, el contratenor William Purefoy me defraudó un poco, perdía la impostación en cuanto se adentraba en terrenos graves y me dejó con la duda de si era un problema suyo o de una escritura inapropiada para la vocalidad.

El público aplaudió sin reservas al finalizar la representación a todo el elenco vocal, músicos y equipo escénico; y el compositor y la libretista fueron llamados a salir al escenario, donde recibieron también el caluroso reconocimiento de las personas que llenaban más de las tres cuartas partes de la sala del Teatre Martin i Soler. No hubo lleno, pero tampoco puede considerarse un fracaso, tratándose de una obra de estas características que se representaba a las 6 de la tarde de un soleado domingo de primavera. Y esto me lleva a una última reflexión.

No entiendo por qué el teatro valenciano sigue siendo tan cuadriculado y obtuso respecto a los horarios de las funciones. Ha sido, a mi juicio, un acierto el diversificar esos horarios, adelantando a las 19 y 18 horas, respectivamente, el comienzo de las representaciones los sábados y domingos. Pero, igual que cuestiono que una ópera especialmente larga tenga que comenzar a las 20 horas por muy día laborable que sea, originando que se salga del teatro pasadas las doce o la una de la madrugada, también critico que una ópera de 45 minutos, como es Café Kafka, tenga que comenzar un domingo de mayo a las 18 horas, estando el público ya en la calle a las 18.50.

En mi humilde e inútil opinión, un teatro de ópera, aunque debe mantener sus horarios generales, tiene que ser capaz de asumir mayor flexibilidad para ajustar los mismos a las peculiaridades concretas de determinadas óperas, a fin de procurar ofrecer un mejor servicio al público y garantizarse una mayor asistencia.

Ya acabo, os animo a todos a acercaros estos días 25 o 28 al Palau de les Arts a acudir a estas funciones que restan de Café Kafka. Es una experiencia distinta, pero pienso que muy satisfactoria y, en el peor de los casos, sólo dura 45 minutos. Y no siempre se tiene la ocasión de poder asistir al estreno de una ópera junto a su compositor…