Bastante más tarde de lo que quería, traigo al blog mi particular visión del estreno en el Palau de Les Arts, el pasado viernes 18, de la producción de “Carmen”, de Georges Bizet, que se presentó en el marco del III Festival del Mediterrani que está teniendo lugar en el recinto valenciano, y sobre el que mucho y mejor se ha escrito ya, como podréis comprobar con las estupendas crónicas de Joaquim, Titus y FLV-M.
En el fondo me alegro de que hayan transcurrido algunos días desde que asistí a dicho estreno, ya que el tiempo ha conseguido que se aplaque un poco mi indignación, y mi opinión sobre lo vivido puede ser algo más serena, que no benévola.
La producción presentada es la misma cochambre que tuvimos la desgracia de que inaugurara la temporada en 2007, con Carlos Saura como presunto director de escena. Para esta ocasión se anunció que Saura iba a efectuar importantes retoques para mejorarla y, además, se contaba con el aliciente de un elenco vocal ciertamente atractivo, encabezado por la mezzosoprano letona Elina Garanca y el tenor argentino Marcelo Álvarez.
Definir lo que perpetró Carlos Saura es complicado sin recurrir al Código Penal. La caradura del director aragonés ha sobrepasado todos los límites admisibles y denominar lo que ha hecho con esta “Carmen” como “dirección escénica”, es una tomadura de pelo en la que se falta a la verdad, porque si algo no hay en esta producción es dirección.
Desde el comienzo hasta el fin de la obra, la dirección de actores brilla por su ausencia. Los intérpretes salen a escena y se les ve perdidos, sin saber qué hacer. Parece que la única instrucción que hayan recibido sea: “haced lo que os dé la gana y cantad”. En las escasas ocasiones en las que se observa algún tipo de directriz, no se ve ninguna coherencia, ni que se siga la lógica de una visión personal del texto ni de una dramaturgia trabajada. Hay tan sólo momentos sueltos, algunos de los cuales además fueron bochornosos y lo único que consiguieron fue agravar el dislate escénico: El desfile de cuadrillas fue lamentable, yéndose cada uno por su lado; el aportar como toque exótico que haya un Cardenal detrás de los niños de la Escolanía no parece lo más apropiado con la que está cayendo; el momento final de Don José, solo en escena, pidiendo ‘a nadie’ que le detengan, patético; la “exhibición” de Escamillo con el capote fue más propia de Locomía que del torero más famoso de Sevilla (¿tan complicado es buscar a alguien que le enseñe a superar ese momento sin provocar la carcajada?). En fin, un desastre.
La escenografía continúa estando constituida por esos absurdos paneles saurianos que ocupan el escenario y que tanto valen para representar una plaza de Sevilla, la taberna de Lillas Pastia o la plaza de toros. Con cambiar la luz, arreglado. Aunque aquí sí hubo un importante cambio respecto a 2007. La ridícula gruta de cartón piedra del tercer acto fue sustituida por paneles grises, también ridículos. Esa escenografía, aparte de no aportar nada y desorientar al espectador, dificulta gratuitamente el movimiento de las masas, especialmente en el primer y último acto, a lo que, si le añadimos la ya comentada ausencia de dirección de actores, tenemos asegurado el caos escénico.
Para acabar de acompañarlo todo, la iluminación es muy poco original y predecible y el vestuario insulso.
Declaraba Saura en su día que había optado por “una puesta en escena arriesgada, más apasionada y con más movimiento”. Nada más lejos de la realidad. El único riesgo asumido por Saura con esta puesta en escena es la de acabar enterrado en productos hortofrutícolas al salir a saludar, la única pasión que imprime es la de incitar a abuchearle, y el único movimiento que consigue es la apertura de boca en el público para bostezar.
Y lo peor de todo es que esta mamarrachada se ha retransmitido en directo a 46 ciudades de Europa, con lo que el ridículo ha sido internacional. Y luego nos extrañará que la prima de riesgo de la deuda española siga aumentando…
En el terreno musical, tampoco acabaron de salir las cosas tan bien como se esperaba. A mí la dirección de Zubin Mehta no me disgustó, pero reconozco que fue muy irregular. Hubo momentos soberbios, como los preludios (especialmente el del tercer acto), donde la orquesta brilló al máximo y la intensidad y brío que imprimió Mehta, aunque con su exceso de volumen ya característico, consiguieron que una chispa de emoción prendiese en la platea. Pero, junto a eso, los momentos más dramáticos resultaron algo planos y durante toda la obra se produjo una extraña diversidad de tiempos y dinámicas que, lejos de sonar a genialidad, resultaba desconcertante y a veces caprichosa.
En la Orquesta de la Comunitat Valenciana se observaron algunos desajustes que no son habituales en la agrupación titular de Les Arts, sobre todo en los vientos, y que posiblemente en futuras funciones puedan ir corrigiéndose. En el preludio del tercer acto, el virtuosismo de Álvaro Octavio con la flauta volvió a sobresalir.
El Coro de la Generalitat cumplió con enorme profesionalidad, resistiendo tanto los volúmenes impuestos por Mehta, como la anarquía escénica de Saura.
En el fondo me alegro de que hayan transcurrido algunos días desde que asistí a dicho estreno, ya que el tiempo ha conseguido que se aplaque un poco mi indignación, y mi opinión sobre lo vivido puede ser algo más serena, que no benévola.
La producción presentada es la misma cochambre que tuvimos la desgracia de que inaugurara la temporada en 2007, con Carlos Saura como presunto director de escena. Para esta ocasión se anunció que Saura iba a efectuar importantes retoques para mejorarla y, además, se contaba con el aliciente de un elenco vocal ciertamente atractivo, encabezado por la mezzosoprano letona Elina Garanca y el tenor argentino Marcelo Álvarez.
Definir lo que perpetró Carlos Saura es complicado sin recurrir al Código Penal. La caradura del director aragonés ha sobrepasado todos los límites admisibles y denominar lo que ha hecho con esta “Carmen” como “dirección escénica”, es una tomadura de pelo en la que se falta a la verdad, porque si algo no hay en esta producción es dirección.
Desde el comienzo hasta el fin de la obra, la dirección de actores brilla por su ausencia. Los intérpretes salen a escena y se les ve perdidos, sin saber qué hacer. Parece que la única instrucción que hayan recibido sea: “haced lo que os dé la gana y cantad”. En las escasas ocasiones en las que se observa algún tipo de directriz, no se ve ninguna coherencia, ni que se siga la lógica de una visión personal del texto ni de una dramaturgia trabajada. Hay tan sólo momentos sueltos, algunos de los cuales además fueron bochornosos y lo único que consiguieron fue agravar el dislate escénico: El desfile de cuadrillas fue lamentable, yéndose cada uno por su lado; el aportar como toque exótico que haya un Cardenal detrás de los niños de la Escolanía no parece lo más apropiado con la que está cayendo; el momento final de Don José, solo en escena, pidiendo ‘a nadie’ que le detengan, patético; la “exhibición” de Escamillo con el capote fue más propia de Locomía que del torero más famoso de Sevilla (¿tan complicado es buscar a alguien que le enseñe a superar ese momento sin provocar la carcajada?). En fin, un desastre.
La escenografía continúa estando constituida por esos absurdos paneles saurianos que ocupan el escenario y que tanto valen para representar una plaza de Sevilla, la taberna de Lillas Pastia o la plaza de toros. Con cambiar la luz, arreglado. Aunque aquí sí hubo un importante cambio respecto a 2007. La ridícula gruta de cartón piedra del tercer acto fue sustituida por paneles grises, también ridículos. Esa escenografía, aparte de no aportar nada y desorientar al espectador, dificulta gratuitamente el movimiento de las masas, especialmente en el primer y último acto, a lo que, si le añadimos la ya comentada ausencia de dirección de actores, tenemos asegurado el caos escénico.
Para acabar de acompañarlo todo, la iluminación es muy poco original y predecible y el vestuario insulso.
Declaraba Saura en su día que había optado por “una puesta en escena arriesgada, más apasionada y con más movimiento”. Nada más lejos de la realidad. El único riesgo asumido por Saura con esta puesta en escena es la de acabar enterrado en productos hortofrutícolas al salir a saludar, la única pasión que imprime es la de incitar a abuchearle, y el único movimiento que consigue es la apertura de boca en el público para bostezar.
Y lo peor de todo es que esta mamarrachada se ha retransmitido en directo a 46 ciudades de Europa, con lo que el ridículo ha sido internacional. Y luego nos extrañará que la prima de riesgo de la deuda española siga aumentando…
En el terreno musical, tampoco acabaron de salir las cosas tan bien como se esperaba. A mí la dirección de Zubin Mehta no me disgustó, pero reconozco que fue muy irregular. Hubo momentos soberbios, como los preludios (especialmente el del tercer acto), donde la orquesta brilló al máximo y la intensidad y brío que imprimió Mehta, aunque con su exceso de volumen ya característico, consiguieron que una chispa de emoción prendiese en la platea. Pero, junto a eso, los momentos más dramáticos resultaron algo planos y durante toda la obra se produjo una extraña diversidad de tiempos y dinámicas que, lejos de sonar a genialidad, resultaba desconcertante y a veces caprichosa.
En la Orquesta de la Comunitat Valenciana se observaron algunos desajustes que no son habituales en la agrupación titular de Les Arts, sobre todo en los vientos, y que posiblemente en futuras funciones puedan ir corrigiéndose. En el preludio del tercer acto, el virtuosismo de Álvaro Octavio con la flauta volvió a sobresalir.
El Coro de la Generalitat cumplió con enorme profesionalidad, resistiendo tanto los volúmenes impuestos por Mehta, como la anarquía escénica de Saura.
La Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats no estuvo bien, sobre todo en el último acto.
En el terreno de los solistas vocales hubo un poco de todo, y también se vieron lastrados de forma importantísima por la inexistente dirección escénica de Saura.
Nadie que me conozca ignora la admiración que siento por Elina Garanca, a la que considero una de las mejores mezzosopranos del panorama actual. Su voz posee una belleza incuestionable y su timbre enamora hasta cuando canta el “cumpleaños feliz”. Exhibió generosísimo volumen, robustez, amplio registro, homogeneidad, depuradísima técnica y excelsa musicalidad. Su canto fue perfecto, sin fisuras. Vocalmente creo que no es posible efectuarle reproche alguno. Sin embargo fue una Carmen demasiado fría. Le faltó temperamento interpretativo y pasión. A mí, personalmente, esa frialdad no consiguió impedirme disfrutar de una Carmen vocalmente espectacular, que me compensó sobradamente del desastre escénico. Y estoy convencido de que parte de culpa de ese exceso de frialdad es también de Carlos Saura. Yo pude ver a Garanca en Londres el año pasado en este mismo papel, en la producción de Francesca Zambrello, y, sin ser el paradigma de la pasión mediterránea ni mucho menos, transmitió mucha más intensidad al personaje que el viernes. Y es que también es comprensible que Marcelo Álvarez como galán y los paneles de Saura como paisaje, no son los elementos más propicios para pedirle a nadie que se ponga en situación.
Marcelo Álvarez da la impresión de que no está cuidándose la voz ni el físico. Su envergadura ya alcanza dimensiones preocupantes y el día que se tope con un director escénico que le dé instrucciones interpretativas se va a ver limitado para muchos papeles, salvo quizás los de charcutero y obispo. La actuación vocal de Álvarez fue bastante desconcertante. Tuvo momentos excelentes, sobre todo en algunos pianos que se marcó en el tramo final de la obra o en el dúo con Micaela del primer acto. En el aria de la flor no estuvo nada mal, aunque combinó frases delicadas y bellísimas con otras más toscas o algún agudo feísimo. En los dos últimos actos, posiblemente menos acordes a su voz, adoptó un tono verista, efectista pero inapropiado. Su habitual poco salero como actor se vio en esta ocasión reforzado por la huelga de meninges caídas del Sr. Saura. En este sentido, su pelea de navajas con Escamillo fue carcajeante.
Marina Rebeka, quien en su día estuviese anunciada como protagonista de “La Traviata” en Les Arts y cayó del cartel sin saber por qué, encarnó esta vez el papel de Micaela. Y lo hizo de forma excelente. Mostró una preciosa voz, grande, muy segura en los agudos, y un fraseo exquisito adornado de múltiples matices, derrochando sensibilidad y buen gusto.
Alexánder Vinogradov fue un pésimo Escamillo. Comenzó gargajoso, engolado y temblón, y acabó desafinando directamente. Debido a su pésima dicción no se sabía si estaba cantando en francés, en ruso o en chiquitistanés. No me extrañaría nada que el tremendo aguacero que nos sorprendió a la salida del teatro fuese consecuencia de cómo había cantado Vinogradov el “Votre toast”.
Mal estuvo también Silvia Vázquez que, en lugar de Frasquita, parecía la protagonista de 'Viernes 13', lanzando unos chillidos inaceptables y fastidiando todos los concertantes de los que formaba parte. Algo mejor se mostró Adriana Zabala como Mercedes.
No me gustó el Dancaire de Fabio Previati, y simplemente correctos estuvieron Vicenç Esteve, Mario Cassi y Nicolás Testé.
Mención especial merece el público de este estreno que consiguió batir el record mundial de intensidad y variedad de ruido durante una función operística. Si se hubiese representado en el Mercado Central en hora punta, posiblemente no hubiera habido mucha diferencia.
Al finalizar, se aplaudió con fuerza a todos los intérpretes, especialmente a Garanca y Rebeka, y se dedicó un sonoro abucheo a Carlos Saura que fue el justo castigo a su incapacidad manifiesta para la dirección escénica y que debería motivarle para dejar en paz el mundo de la ópera y dedicarse en exclusiva a seguir haciendo películas pretenciosas.
Para acabar podemos escuchar a Garanca junto a Roberto Alagna este mismo año en el MET, interpretando la seguidilla "Près des remparts de Séville":
video de saulite3434
En el terreno de los solistas vocales hubo un poco de todo, y también se vieron lastrados de forma importantísima por la inexistente dirección escénica de Saura.
Nadie que me conozca ignora la admiración que siento por Elina Garanca, a la que considero una de las mejores mezzosopranos del panorama actual. Su voz posee una belleza incuestionable y su timbre enamora hasta cuando canta el “cumpleaños feliz”. Exhibió generosísimo volumen, robustez, amplio registro, homogeneidad, depuradísima técnica y excelsa musicalidad. Su canto fue perfecto, sin fisuras. Vocalmente creo que no es posible efectuarle reproche alguno. Sin embargo fue una Carmen demasiado fría. Le faltó temperamento interpretativo y pasión. A mí, personalmente, esa frialdad no consiguió impedirme disfrutar de una Carmen vocalmente espectacular, que me compensó sobradamente del desastre escénico. Y estoy convencido de que parte de culpa de ese exceso de frialdad es también de Carlos Saura. Yo pude ver a Garanca en Londres el año pasado en este mismo papel, en la producción de Francesca Zambrello, y, sin ser el paradigma de la pasión mediterránea ni mucho menos, transmitió mucha más intensidad al personaje que el viernes. Y es que también es comprensible que Marcelo Álvarez como galán y los paneles de Saura como paisaje, no son los elementos más propicios para pedirle a nadie que se ponga en situación.
Marcelo Álvarez da la impresión de que no está cuidándose la voz ni el físico. Su envergadura ya alcanza dimensiones preocupantes y el día que se tope con un director escénico que le dé instrucciones interpretativas se va a ver limitado para muchos papeles, salvo quizás los de charcutero y obispo. La actuación vocal de Álvarez fue bastante desconcertante. Tuvo momentos excelentes, sobre todo en algunos pianos que se marcó en el tramo final de la obra o en el dúo con Micaela del primer acto. En el aria de la flor no estuvo nada mal, aunque combinó frases delicadas y bellísimas con otras más toscas o algún agudo feísimo. En los dos últimos actos, posiblemente menos acordes a su voz, adoptó un tono verista, efectista pero inapropiado. Su habitual poco salero como actor se vio en esta ocasión reforzado por la huelga de meninges caídas del Sr. Saura. En este sentido, su pelea de navajas con Escamillo fue carcajeante.
Marina Rebeka, quien en su día estuviese anunciada como protagonista de “La Traviata” en Les Arts y cayó del cartel sin saber por qué, encarnó esta vez el papel de Micaela. Y lo hizo de forma excelente. Mostró una preciosa voz, grande, muy segura en los agudos, y un fraseo exquisito adornado de múltiples matices, derrochando sensibilidad y buen gusto.
Alexánder Vinogradov fue un pésimo Escamillo. Comenzó gargajoso, engolado y temblón, y acabó desafinando directamente. Debido a su pésima dicción no se sabía si estaba cantando en francés, en ruso o en chiquitistanés. No me extrañaría nada que el tremendo aguacero que nos sorprendió a la salida del teatro fuese consecuencia de cómo había cantado Vinogradov el “Votre toast”.
Mal estuvo también Silvia Vázquez que, en lugar de Frasquita, parecía la protagonista de 'Viernes 13', lanzando unos chillidos inaceptables y fastidiando todos los concertantes de los que formaba parte. Algo mejor se mostró Adriana Zabala como Mercedes.
No me gustó el Dancaire de Fabio Previati, y simplemente correctos estuvieron Vicenç Esteve, Mario Cassi y Nicolás Testé.
Mención especial merece el público de este estreno que consiguió batir el record mundial de intensidad y variedad de ruido durante una función operística. Si se hubiese representado en el Mercado Central en hora punta, posiblemente no hubiera habido mucha diferencia.
Al finalizar, se aplaudió con fuerza a todos los intérpretes, especialmente a Garanca y Rebeka, y se dedicó un sonoro abucheo a Carlos Saura que fue el justo castigo a su incapacidad manifiesta para la dirección escénica y que debería motivarle para dejar en paz el mundo de la ópera y dedicarse en exclusiva a seguir haciendo películas pretenciosas.
Para acabar podemos escuchar a Garanca junto a Roberto Alagna este mismo año en el MET, interpretando la seguidilla "Près des remparts de Séville":
video de saulite3434
Más vale tarde que nunca, sobre todo si la crónica es tan buena como esta. Suscribo al 100% todo lo que dices sobre esta Carmen con la que acabé pasando un buen rato pese a todo, y cuando digo todo quiero decir Saura.
ResponderEliminarLo he pasando en grande leyendo tu crónica escrita con teclas aún más afiladas de lo que ya es costumbre en tí y que yo te agradezco muchísimo.
ResponderEliminarComo no vi este espectáculo y, vistas opiniones autorizadas diversas, casi me alegro, sólo puedo añadir que Álvarez, tan desigual, es un hombre del todo antiescénico. Tengo el dvd en el que canta el des Grieux más cebado de la historia.
Y...Garanca que yo también vi en Londres el mismo día que tu -qué cosas- y que pese a la bellísima voz, impecable línea de canto y atractivo físico, me pareció muy poco Carmen. No creo que entre nunca en este personaje que deja a la temperamental Carmen reducida a chica mona, coqueta y creída.
Con afecto.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¿Qué quieres que te diga? No sé si es una tomadura de pelo, lo que sí sé es que es lo peor que ha dado en Les Arts en lo que lleva de trayectoria. Incluido el Don Giovanni de Jonathan Miller, que se hizo sin decorados por el accidente en la plataforma escénica. Por lo menos en ese Don Giovanni hubo algo de teatro, algo que, y es lo realmente grave, en la producción de Saura brilla por su ausencia, estoy convencido de que en muchas funciones de fin de curso de colegios se hacen las cosas mejor y con más imaginación. La escenografía era horrible, no sé si exactamente fea plásticamente hablando, pero acaramelada y nada sugerente. Para mi gusto molestaba bastante, parece que había un intento esteticista que me pareció totalmente fallido con un alarmante desequilibrio de espacio entre los actos -en la gruta cabían dos batallones y en el primer acto casi no había movilidad, no sé si por falta de espacio o por incompetencia del director de escena-. Y era una producción que se sabía que funcionaba mal, de otra forma Helga no hubiera hecho tanto incapié desde principio de temporada en que se efectuarían cambios, incluso el mismo Saura decía que se trabajaría más la dirección de actores, es paradójico pero lo dijo, no sé exactamente a qué se refería porque no he apreciado en este sentido ningún cambio sustancial. En fin... que hasta yo, que soy enemigo de los abucheos, me vi obligado a abuchear. No se puede tolerar que nos aburran.
ResponderEliminarQue nos escandalicen, que nos sacudan, que nos irriten, lo que sea antes de ofrecernos la nada.
"antes que ofrecernos la nada", quise decir.
ResponderEliminarBueno, bueno, bueno.... yo estuve en la función también. Vale que la escenografía (Laura Martínez) es un cutrerío absoluto y la dirección de escena (Carlos Saura) no vale gran cosa. La iluminación (Belda) tampoco nos convenció. Pero el vestuario (Pedro Moreno) y la Coreografía (Goyo Montero) me parecieron buenos. ¿Se merecen el abucheo estos dos artistas? Me parece injusto. Pero claro, como todo el equipo de dirección de escena sale junto a saludar, les cae la bronca a todos. Hay que tener cuidado con estas cosas, que los pobres han hecho un buen trabajo y no se ha valorado.
ResponderEliminarTitus: Sí, la verdad es que lo pasamos bien a pesar de "él". Sobre todo después de la función.
ResponderEliminarGlòria: Es evidente que Garanca no es la Antonacci, ni adquirirá nunca ese plus temperamental sin que parezca artificial, pero yo creo que con un director de escena realmente implicado que haga su trabajo, puede mejorar muchísimo el personaje. Belleza, inteligencia interpretativa y voz no le faltan.
Maac: Estamos completamente de acuerdo. Es, sin duda, la peor propuesta escénica que ha pasado por Les Arts. Por fea y molesta también, pero sobre todo por la nulidad de propuestas y la vergonzosa evidencia de la ausencia de dirección. Ahora mismo tenemos una comparación sencilla: Veamos la "Salome" del Festival del Mediterrani. Podrá gustar o no la propuesta, pero salta a la vista que hay un minucioso trabajo detrás y una coherencia en los planteamientos.
En la de Saura no hay nada dentro. Es un esteticismo pretencioso, pero hueco. Puro flato, y encima huele mal.
Daniel: Quizás tengas razón. El vestuario y la coreografía (más ésta que aquél) no merecían el abucheo, pero si salen todos juntos a saludar y se plantea la dirección escénica como resultado de conjunto, el veredicto no puede ser más que el estruendoso abucheo, sin que ello cuestione la valía de unos profesionales que, en otras manos, hubieran podido lucir mucho más.
Gracias por tu comentario.
El abucheo, no nos engañemos va para el responsable de la producción, es decir Carlos Saura. Si la producción teatral fuera excelente y el vestuario un horror, este se llevaría los bravos del público.
ResponderEliminarLo penoso es ver a un Don José pasmarote, cogiendo una cuerda donde en el otro extremo tiene a Carmen, y ninguno de los dos acierte a dar credibilidad escénica a las seguidillas/lieder. O un cuarto acto para echar a correr desde el inicio hasta el final. Para no hablar de Lilias Pastia Club (de carretera), o el pasillo gris de la Sierra que al ser tan oscurito, es lo que más me gusto.
El problema es que los personajes de esta Carmen vistos por Saura, son puro cartón piedra. Las situaciones escénicas de masas están mal resueltas y los cantantes a su libre albedrío, reciclan actuaciones de otras producciones, con lo cual todo sumado, las propuestas estética y dramatúrgica, nos dan un pestiño difícilmente digerible.
Musicalmente no es gran qué, pero al menos. salvo alguna actuación muy mejorable, había voces, otra cosa es el resultado, pero sin duda, quien se carga el espectáculo es Saura.
Ahí está la justificación de mi sonoro abucheo y que nadie piense en el coreógrafo o el diseño de vestuario, que por otro lado me pareció de lo más adocenado.
Firmaría como un afrancesado cabreado, pero mejor no, no hace falta. Helga ya sabe que lo de la Salome tardare muchos años en olvidarlo.
Estupenda crónica. La comparto totalmente, únicamente noto a faltar que no menciones el horroso francés de Marcelo Alvarez, sus movimientos frankensteinianos y las desfiladas de modelos de Elina Garanca, con posturitas ad hoc, si bien su voz es bellísima y canta como los ángeles, pero no es Carmen. Estoy con Gloria, por más que lo intente no conseguirá comprender el personaje y eso que su marido es gibraltareño...y se apellida Chichón. Está mucho más convincente cantando zarzuela que esta ópera.
ResponderEliminarUn abrazo.
COLBRAN
Andá, y yo que creía que estarías disfrutando si estabas viendolo en el Palau de les Arts.
ResponderEliminarYa veo por tu crónica que no fué la CARMEN de tus sueños, en general.
Para que veas que poco exigentes somos los que no entendemos nada de opera, yo estaba encantada de poder verla y oirla y sin leerte hubiera pensado que lo unico que falló aquella noche fué la lluvia.
La ignorancia es así de atrevida, jaja.
Un besito
Completamente de acuerdo, Joaquim. El único culpable del desastre escénico es Saura. Y los abucheos (míos también, por supuesto) iban dirigidos a él, y así lo entendió todo el que estuvo presente. También quiero precisar que los abucheadores, a los que luego Helga nos llamará "puristas afrancesados", protestamos por la vergonzosa ausencia de ideas y de dirección de Saura, no porque prefiramos las puestas en escena tradicionales y rechacemos todo lo "nuevo", como algún necio ha dicho por ahí.
ResponderEliminarColbran: Qué alegría leerte, amigo. Tienes toda la razón, pensaba haber hablado del horrísono francés de Álvarez, y esos "encore" que hacían daño al oído, pero al final se me olvidó. De Garanca no pensaba criticar sus pases de modelo, porque tampoco me pareció tan evidente. Sí lo fue su repetición de movimientos y gestos respecto a sus funciones del MET. Una prueba más de que Saura no hizo su trabajo.
De nuevo tienes razón respecto a la Zarzuela. Es curioso como esta mujer es capaz de cantar Zarzuela con muchísimo estilo y casticismo y, sin embargo, a la Carmen no acaba de pillarle el punto.
Un abrazo, maestro.
Tag: No es una cuestión de ignorancia. Independientemente de los comentarios más o menos técnicos, lo que manda siempre es la emoción. Si hay emoción ya puede venir el mismo Beethoven a decirme que yo no entiendo. Que conste que yo también lo pasé bien. Y escuchar a Garanca es siempre un lujo. La lástima fue que el payaso de director escénico fastidiase definitivamente lo que pudo haber sido una noche muy importante.
A ver si la temporada que viene te animas y coincidimos un día en Les Arts. Como empieces no podrás dejarlo, ya verás.
Para gustos, los colores.
ResponderEliminarAsistí ayer domingo y pasé un buen rato, tanto, que repeito el 30 para ver/escuchar a la mezzo lituana.
Esta es mi impresión:
Cuando se representó Carmen en la temporada correspondiente no puede ir por estar enfermo: Fue mi mujer en mi lugar. A ella le gustó, pero no conozco a nadie más que le hubiera gustado. Todos criticaban negativamente el trabajo de Saura. Por eso, así como compré entradas para todas las funciones de Salomé, tan solo compré una para Carmen. Había leído pestes del calibre de que la no dirección sauriana y los monótonos paneles eran tan nefastos que habían lastrado el conjunto. Esto es lo que circulaba por buena parte de la blogosfera. Sin embargo,, debo decir que a mí me encantó la función del pasado domingo. Los paneles son algo típico de Saura. Los pudimos ver en el DVD de la película sobre el ballet flamenco Salomé. A mí me pareció muy bueno. Yo diría que se trata de la mejor película musical de Saura, por encima de Carmen, Bodas de Sangre o la basada en Falla. Solamente le pondría un par de pegas a la función del domingo:
1- En ocasiones habían un exceso de masas corales o figurantes sobre el escenario, que estaba demasiado lleno.
2- La emisión de la soprano rusa era en alguna ocasión "fea" (en pocas ocasiones).
Sin embargo, también debo decir que me encantó el papel de Carmen, como el resto, incluyendo a Don José (¡qué importancia podrá tener que esté un poco rellenito? ¿Es la ópera solo para esbletos guaperas? Ahí está Pavarotti y Caballé) y Escamillo (que no será un Ramey, pero que cumplió con crerces), la Micaela estuvo genial.... Y en cuanto a la escenografía considero que estuvo sobresaliente en diversas ocasiones, por ejemplo en el acto de los bandoleros, cuando los paneles parecen montañas y en el final con la plaza de toros, y sin olvidarnos del juef¡go de luces: un blanco que cegaba cuando hacen el paseíllo y un rojo que va creciendo en la emocionante escena final. A mí se me puso la piel de gallina... Eso es lo que me importa como melómano.
Lo que no me gusta de Saura, uno de los directores españoñes con más proyección internacional es que, siendo tan españolista, con su gusto por el flamenco, los toros, Goya por aquí y por acá... y haga una peli sobre Mozart y saque a Da Ponte y Casanova "olvidándose" de un señor valenciano que en su época era mucho más famoso que Mozart y Goya juntos. Problema de no ser de la España profunda, supongo....
Rex.
Lógicamente me refiero a Vicent Martín i Soler.
ResponderEliminarCuando le preguntaron a Saura en "Levante" el motivo por el cual no incluía de Martín i Soler dijo algo así como que no le cabían todos.... Pues vaya, en el escenario de les Arts le cabían ciento y la madre...
ResponderEliminarPues como dices tú, Rex, para gustos los colores.
ResponderEliminarYo soy de los que dije y mantengo que la puesta en escena de Saura lastra el conjunto y lo aboca al fracaso.
El que sean habituales en Saura los paneles (o Cicloramas o pantallas de retro, que luego salen los puristas del lenguaje técnico), no hace que tengan por qué ser adecuados a todo lo que se le pase por la cabeza poner en escena.
A mí me parecieron feos, sin sentido y que obstaculizaban la acción gratuitamente. Las luces tampoco me gustaron, me parecieron muy poco originales. Pero como decías, para gustos...
Respecto a la película no sé si saldrá Martín i Soler o no, ni si Saura sabe quién es, pero lo que es seguro es que algunos panelitos saurianos aparecerán fijo.
Gracias por tu comentario, Rex.