domingo, 26 de febrero de 2012

JOSÉ MANUEL ZAPATA EN LES ARTS


Confieso que sigo sin entender nada del funcionamiento interno del Palau de les Arts. Hace ya bastante tiempo que no escribo sobre la gestión que llevan a cabo Helga Schmidt y sus colaboradores, pero no ha sido por falta de ganas, ni porque no haya seguido encontrando disparates monumentales, día tras día, en la relación del teatro de ópera valenciano con sus abonados. Básicamente, me he negado a seguirles el juego a determinados personajetes de la administración autonómica valenciana que, me consta, están buscando con ahínco la caída de Helga Schmidt.

Siempre he dicho, y mantengo, que la Intendente de Les Arts me parece una pésima gestora administrativa, pero una buena directora artística, y que, aunque desde este blog se critiquen muchas de sus actuaciones, la sustitución de Schmidt no creo que sea la solución. Lo deseable hubiera sido que Helga hubiera delegado la gestión interna en una persona profesional y con experiencia en la gerencia y ella se hubiese dedicado únicamente a la labor artística. Pero, en las circunstancias actuales, sustituir a Helga por cualquiera de los politiquillos de tres al cuarto que abarrotan el altocarguismo del gobierno valenciano, no sólo no mejoraría la gestión, sino que posiblemente fuese el principio del fin de nuestro teatro de ópera.

Sentado lo cual y volviendo al inicio, siguen haciendo cosas en Les Arts que no puedo entender. Todo esto viene a cuento de la reciente aparición en la prensa local de la noticia de que el tenor granadino afincado en Valencia, José Manuel Zapata, estrenará en la pequeña sala Martín i Soler un espectáculo titulado “Opérame. ¿Qué diablos es la ópera?”, una trama teatral en tono humorístico en la que se intercalan fragmentos operísticos, dirigido a acercar el mundo de la ópera al gran público. Los días previstos para su representación, según se dice en la noticia, son el 31 de marzo y el 1 de abril.

Bueno, pues da la casualidad de que el 31 de marzo en la sala principal del Palau de les Arts hay función de “Thaïs” con Plácido Domingo en el reparto y casi todas las entradas vendidas; y el 1 de abril tendrá lugar el estreno de “Tosca” en esa misma sala.

En todo el mes de enero hubo tan sólo cinco días con representaciones en alguno de los distintos espacios de Les Arts (Sala Principal, Martín i Soler o Auditorio), y en febrero, seis. La infrautilización del edificio está siendo denunciada en todos los medios y a estos genios pensantes sólo se les ocurre programar el espectáculo de Zapata coincidiendo con dos de las óperas con más tirón popular de toda la temporada. Si lo que querían era asegurar que el público habitual de Les Arts no acuda a escuchar a José Manuel Zapata, no podían haber elegido mejores fechas.

No es la primera vez que alguna representación en la sala Martín i Soler coincide con una ópera en la sala principal, recientemente ocurrió con “Las Bodas de Fígaro” y el ballet del Mariinski, pero, eso sí, luego se pueden pasar tranquilamente 20 días sin tener espectáculo alguno en cartel.

Como decía antes, lo siento, pero yo no lo entiendo. A lo mejor existe alguna explicación genial que se me escapa, pero, de momento, me parece lamentable que la primera actuación que José Manuel Zapata va a realizar en el teatro de ópera de su ciudad, vaya a producirse en estas circunstancias.

lunes, 20 de febrero de 2012

"NORMA" (Vincenzo Bellini) - Palau de la Música - 18/02/12


El pasado sábado tuvo lugar en el Palau de la Música de Valencia la representación en versión concierto de la célebre ópera de Vincenzo Bellini, “Norma”, a cargo de la formación Europa Galante bajo la dirección de su titular Fabio Biondi. El principal aliciente de esta versión estribaba en la recuperación que se ha hecho de la partitura original y su interpretación con instrumentos de la época.

Reconozco que suelo ser bastante poco amigo de estas versiones “historicistas”, lo cual, unido a un elenco solista del que confieso que no conocía a ninguno de sus integrantes, me hacían desconfiar bastante del resultado final. Pero, como tantas otras veces, me equivoqué de cabo a rabo y el público asistente pudo disfrutar de una extraordinaria tarde de ópera.

Muy lejos de las sonoridades ásperas y rígidas que esperaba, esta "Norma" dirigida por Fabio Biondi, aun presentando matices distintos a los habituales, siempre consiguió que brillase la genial partitura de Bellini con muchísima inteligencia melódica y con algunos detalles sonoros excelentes, aunque otros fuesen más discutibles, como la inclusión de un pianoforte que, a mí particularmente, me chocaba bastante.

La dirección de Biondi fue tremendamente vivaz, cargada de fuerza, marcando con enorme precisión las entradas al coro y a los solistas, y haciendo un cuidadísimo uso de las dinámicas que doto a su lectura de múltiples matices. Fabio Biondi es un hombre al que da gusto verle dirigir en directo. Se palpa claramente su amor por la música y cómo transmite esa misma pasión a los músicos y cantantes que están a su cargo, extrayendo de ellos todas sus capacidades interpretativas.

Así ocurrió con los músicos de la orquesta Europa Galante, todos ellos muy jóvenes, que tuvieron un comportamiento ejemplar, con unas trompas en estado de gracia y unas maderas impecables.

Otro tanto podría decir de la Coral Catedralicia, cuya excelente actuación merece una especial reseña. A la agrupación dirigida por Luis Garrido ya había tenido ocasión de escucharla en este mismo recinto, no hace demasiado tiempo, con dos obras como la Tercera Sinfonía de Gustav Mahler y “Diálogos de Carmelitas” de Poulenc, habiendo alabado en ambas ocasiones la calidad de la agrupación, pero en esta ocasión los resultados han ido bastante más lejos, ofreciendo un rendimiento inmejorable, con perfecto ajuste, empaste y compensación en todas sus cuerdas, y con unos tenores que brillaron como nunca.

Como ya dije antes, yo no había escuchado anteriormente a ninguno de los cantantes elegidos en esta ocasión para interpretar los papeles solistas, y ni siquiera había oído hablar de ellos, lo cual me parece imperdonable después de haber contrastado la calidad de alguna de las cantantes que intervinieron.

Por ejemplo, la soprano Katia Pellegrino, que me gustó muchísimo. Hizo frente a un papel tan exigente como el de Norma con una fuerza expresiva brutal, consiguiendo salir indemne de todos los retos que la partitura presentaba, llegando al final de la obra sin la más mínima señal de desfallecimiento. La voz no es especialmente bonita, pero sí muy homogénea y de sobrado volumen. Estuvo excelente en los pasajes más líricos, ofreciendo una rica paleta de matices con gran sensibilidad; solventó las dificultades de la coloratura con precisión y agilidad; enhebró algunas frases bellísimas a base de buen legato y control del fiato; y en la vertiente más dramática ofreció poderío interpretativo con el que suplía las posibles carencias que puntualmente asomaron. Y todo ello con un ajuste en estilo y una ‘italianidad’ irreprochables.

Fuimos muchos los que comentamos a la salida cómo era posible que no hubiésemos oído antes hablar de una cantante de este nivel, muy superior desde luego a algunas y algunos mediocres que son habituales en muchos recintos operísticos europeos.

Sobresaliente fue también la actuación de la mezzosoprano Lucia Cirillo como Adalgisa, quien mostró una voz ancha, de enorme volumen y bellísimo timbre, algo ajustada en la parte aguda, pero siempre exhibiendo un exquisito sentido belcantista, con un fraseo ligado y muy intencionado, y un ajuste perfecto en sus dúos con Norma.

No tan bien rodaron las cosas con los intérpretes masculinos. El alemán Ferdinand von Bothmer fue un Pollione bastante decepcionante. Es un tenor lírico-ligero de agradable timbre, pero estuvo bastante lejos de ofrecer lo que se espera del personaje, pasando muchos apuros y quedando permanentemente tapado por orquesta y coro, además de lucir menos expresividad que un maniquí de Zara.

Tampoco anduvo muy fino el ruso Nikolai Didenko como Oroveso, falto de rotundidad y peso vocal, aunque en su intervención final mostrase un poco más de contundencia.

Muy correctos en sus breves intervenciones se mostraron Gian Luca Zoccatelli, como Flavio, y Gemma Bertagnolli, como Clotilde.

Al finalizar la obra, grandes ovaciones para todos por parte de un público entusiasmado que prácticamente llenaba la sala. Mención aparte merecen las dos señoras que tuve la desgracia de que instalasen sus posaderas en los asientos situados inmediatamente detrás del mío, quienes durante toda la tarde nos obsequiaron con todo el repertorio de sonidos habituales en estos casos: comentarios en voz alta, caramelitos envueltos en quilos de ruidoso celofán, toses, bostezos, utilización del programa a modo de abanico, ronquidos (sí, ronquidos)… sólo faltó el móvil, pero a cambio tuvimos la oportunidad de conocer su crítica musical a mitad de “Casta Diva”: “qué fino canta esta chica”.

La presidenta del Palau y Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, Mayrén Beneyto, volvió a tener el bonito detalle de llegar al recinto en coche oficial, supongo que para que veamos que, como estamos en crisis, no malgasta su ajustado sueldo en taxis.

Bueno, pues una vez más en esta temporada una ópera en versión concierto nos ha proporcionado una magnífica velada musical. Espero que si nuestra amiga Helga Schmidt lee o le leen esto, no lo interprete como una alabanza de este tipo de representaciones y nos siga cargando la temporada con óperas en concierto, porque, sinceramente, para eso no hacía falta el derroche de Les Arts y ya teníamos el Palau de la Música, por cierto con una acústica infinitamente mejor que la del Auditorio del monstruo de Calatrava, donde sigue empeñada nuestra Intendente favorita en castigarnos programando representaciones.

Sobre esto mismo habla también maac en la estupenda crónica que ha hecho de esta “Norma” y que podéis leer aquí.

martes, 7 de febrero de 2012

"IOLANTA" (Piotr Ilich Tchaikovsky) - Palau de les Arts - 31/01/12


Hace ya una semana que tuvo lugar, en el mal llamado Auditorio del Palau de les Arts, la representación de la ópera “Iolanta”, de Tchaikovsky, en versión concierto. Mis obligaciones laborales, preciado tesoro hoy en día, me han impedido hasta ahora traer aquí mis impresiones sobre una función que quería reseñar, aunque fuese brevemente, por el buen nivel de lo escuchado.

Me hacía mucha ilusión ver esta “Iolanta” ya que es una obra por la que siempre he sentido especial debilidad. Indudablemente, dentro de las óperas de Tchaikovsky no está al nivel de un “Eugene Oneguin” o de “La Dama de Picas”, pero musicalmente es bellísima, con algunos fragmentos realmente inspirados. El libreto ya es otro cantar, pues, pese a las sesudas interpretaciones que se han venido queriendo hacer de esta historia, a mí siempre me ha parecido un cuento de hadas bastante tontainas.

El que se representase en versión concierto me motivaba más bien poco, pero después de haber asistido apenas tres días antes al “Don Giovanni” escenificado con la deleznable dirección de Jonathan Miller, aquello no podía ser peor. Y efectivamente, no sólo no fue peor, sino que hubo bastante más movimiento y expresividad en la versión en concierto de “Iolanta” que en la gélida defecación mental con la que nos ha estafado Miller. Y los cantantes, pese al poco espacio existente, procuraron moverse y actuar en función de lo que cantaban, lo cual hicieron además con notable entrega y fuerza expresiva.

Esta representación respondía a un acuerdo de intercambio entre el coliseo valenciano y el Teatro Real de Madrid, por lo que Coro y Orquesta no fueron los titulares de Les Arts, sino los del teatro madrileño (Coro Intermezzo y Orquesta Sinfónica de Madrid), bajo la dirección del griego Teodor Currentzis.

Me gustó bastante el trabajo de batuta llevado a cabo por Currentzis, quien hizo una lectura muy detallista y meticulosa de la partitura de Tchaikovsky, a la que consiguió dotar de notable aliento lírico, logrando transmitir toda la emoción y tensión requeridas, cuidando las dinámicas y estando siempre extraordinariamente pendiente de los cantantes, ajustando los volúmenes de la orquesta a las características de éstos.

En contra de Currentzis tan sólo señalaría el hecho, que parece haber sido decisión suya, de que, poco antes del final de la obra, se haya incluido un coro a capella de Querubines perteneciente a otra obra de Tchaikovsky, “La Liturgia de San Juan Crisóstomo”. Independientemente de la mayor o menor belleza del fragmento, me pareció que es un pegote que rompe completamente la tensión dramática sin venir a cuento.

La Orquesta Titular del Teatro Real rindió a un buen nivel, especialmente las maderas, aunque resultó inevitable echar de menos las voluptuosas y precisas sonoridades a las que nos tiene acostumbrados la Orquesta de la Comunitat Valenciana.

Otro tanto puede decirse del Coro Intermezzo respecto al Coro de la Generalitat, aunque ofrecieron unas muy buenas prestaciones, especialmente en el pegote de “La Liturgia de San Juan Crisóstomo” incluido justo antes del final.

El nivel de los solistas vocales fue, en líneas generales, muy notable. La protagonista femenina fue la soprano Ekaterina Scherbachenko, quien supo infundir al personaje de Iolanta toda la inocencia y candidez requeridas, luciendo una voz lírica, de bello timbre, a la que tan sólo hay que reprochar su cortedad en el registro agudo donde pasó más de un trance comprometido.

Destacó por méritos propios el bajo ruso Dmitri Ulianov en su papel de rey René, contundente vocalmente y derrochando expresividad, alcanzando las más altas cotas de emoción de la noche en su apasionada aria.

El barítono Maxim Aniskin, como Robert, encandiló al público con su potencia y entrega; como también hizo el veterano bajo Sir Willard White, como Ibn-Hakia, pese a que acuse el paso de los años.

El complicado rol de Vaudemont fue encarnado por el tenor checo Pavel Černoch, quien compensó sus carencias con una inteligente técnica y apasionada ejecución.

Muy correctos todos los secundarios, destacando la mezzosoprano rusa Ekaterina Semenchuk, con una zona central de indudable belleza. Semenchuk parece ser precisamente la Azucena anunciada en Les Arts para “Il Trovatore” que podremos ver en junio, papel muy exigente para el que me da un poco de miedo después de haberle escuchado algunos graves de camionero bastante feos.

Como era de esperar en una versión concierto un día laborable y con una ópera no demasiado popular, el aforo del infame Auditorio presentaba bastantes huecos. No obstante, el público presente, entre quienes se pudo ver a Gerard Mortier y a la soprano Anna Samuil, tuvo un comportamiento irreprochable, mucho más silencioso y respetuoso que de costumbre y se mostró eufórico al final, ovacionando largamente con fuerza a todos los participantes, especialmente a los miembros del Coro, escuchándose a la salida comentarios muy elogiosos de la, hasta entonces para muchos de ellos desconocida, obra de Tchaikovsky.

Es curioso que, en lo que llevamos de temporada, dos de los mejores momentos vividos han tenido lugar en versiones concierto, esta “Iolanta” y “Ariadne auf Naxos”. Eso no es fruto de la bondad de este tipo de versiones frente a las escénicas, sino del gran nivel musical que han tenido y lo poco que las puestas en escena presentadas hasta ahora han contribuido a elevar la calidad de los espectáculos escenificados. Es más, horrendos engendros mentales como el “Don Giovanni” de Jonathan Miller, son capaces de hundir una obra maestra. Pero la solución no es hacer más versiones concierto, sino contratar registas medianamente serios y competentes.

Para finalizar os dejo con dos fragmentos de "Iolanta". En primer lugar podemos escuchar la interpretación que hace el gran Nicolai Ghiaurov del aria del rey René:



video de guadalupe8311

Y termino por hoy con el bellísimo dúo entre Iolanta y Vaudemont, en la interpretación que llevaron a cabo Anna Netrebko y Piotr Beczala el pasado año en Salzburgo:


video de kurmachev