viernes, 26 de febrero de 2016

"AIDA" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 25/02/16

Ayer tuvo lugar en el Palau de les Arts el estreno de la ópera Aida, de Giuseppe Verdi, tras un parón de más de un mes, desde el 23 de enero, lo cual, como ya comenté en mi anterior post, me parece impresentable, sobre todo si el motivo fuese que el Intendente Livermore ha estado en Italia preparando su producción de El barbero de Sevilla para la Ópera de Roma, lo cual significaría que la actividad del Intendente como regista en el exterior podría estar condicionando el calendario del teatro de ópera valenciano.

No sé si se habrá debido al parón livermoriano y las ganas que había de ópera o a la popularidad de Aida, pero el caso es que, si nos atenemos al resultado de taquilla, este parece ser el espectáculo que más expectación ha generado esta temporada, estando todas las entradas agotadas desde hace meses. Yo pensaba que Aida se vendería bien, pero, sinceramente, ni por asomo contaba con semejante éxito de venta, sobre todo teniendo en cuenta que es una producción que ya se ha visto aquí y que tampoco cuenta en su reparto con figuras de especial renombre. Por aquí han pasado óperas que suelen arrastrar más público, como Bohème, Traviata, Tosca, Turandot…, que también han tenido una excelente respuesta de taquilla, pero no han llegado a agotar las localidades con tanta antelación.

La lástima es que esa excelente respuesta del público ante Aida no ha venido acompañada, a mi juicio, de un éxito artístico proporcional. Y el caso es que, en conjunto, yo me lo pasé bien, pero creo que la ocasión merecía un nivel superior, especialmente en el apartado vocal.

Esta coproducción del Palau de les Arts con la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Den Norske Opera & Ballet de Oslo, se pudo ver ya aquí en 2010. La dirección escénica, concebida por el escocés Sir David McVicar, ha sido encomendada en esta reposición a Allex Aguilera. Cuando se presentó la temporada, el Intendente Livermore dijo que esta vez íbamos a ver la versión íntegra, ya que en  la versión ofrecida en Valencia en 2010 se habían suprimido algunas cosas respecto al estreno londinense, añadiendo Livermore que ahora podríamos captar toda la profundidad de la puesta en escena de McVicar. Después de lo visto anoche, os juro por Torrebruno que yo no me percaté de más diferencia que la aparición de unos cadáveres momificados colgando del techo en la escena del desfile triunfal. Lo que no quiere decir que no hubiese más, pero a mí no me llamó la atención nada más. Bien es verdad que ni en 2010 ni anoche la propuesta me dejó un especial poso.

Pienso, igual que dije entonces, que estamos ante una puesta en escena más bien fea, muy oscura (para variar) y que, pese a la mutación espacio temporal que realiza, tampoco creo que aporte nada nuevo ni especialmente transgresor; pero reconozco que puntualmente tiene fuerza visual y dramática y, sobre todo, no me resultó molesta. Posiblemente si hubieran empezado a desfilar egipcios con camello me hubiera hastiado más.

Se ha insistido mucho en que se ha querido huir del aspecto más tópico y zefirelliano de las Aida con pirámides y elefantes, para trasladarnos a un espacio y tiempo indeterminados donde se entremezclan elementos de distintas civilizaciones guerreras y donde el componente religioso, la violencia y los sacrificios rituales han jugado un importante papel. Así encontramos guerreros samurái, druidas, mayas, incas o bereberes. Pero, más allá de esa sustitución del Egipto faraónico por lo que en muchos momentos parece un carnaval de barrio, tampoco se aporta mucho más. No deja de primarse el espectáculo puramente visual (sobre todo en los dos primeros actos), mientras que en los momentos más intimistas no aprecié ninguna lectura especialmente original ni profundización en las emociones o rasgos psicológicos de los personajes.

En esta ocasión, respecto a 2010, me ha dado la impresión de que la dirección de actores y movimientos escénicos, sin que tampoco sean la bomba, han estado algo más trabajados. En el vestuario hay de todo, más para bien que para mal, en mi opinión, aunque sigo sin entender el look espantoso de la pobre Amneris. Y la escenografía es bastante simple, con el escenario dominado por un gran andamiaje central giratorio, muy feo, que siempre nos da la impresión de estar viendo a un grupo de chalados disfrazados en un almacén abandonado de un polígono industrial.

Insisto en que, pese a todo, la propuesta escénica no me pareció ni mucho menos lo peor de la noche e incluso creo que la música y el texto fluyeron con cierta comodidad entre las ocurrencias de Sir David McVicar.

El valenciano Ramón Tebar causó muy buena impresión en la función de Nabucco que dirigió la temporada pasada poco después de haber sido designado principal director invitado de Les Arts. Anoche fue el gran triunfador de la velada, si al aplausómetro nos remitimos. Y yo creo que hizo una meritoria labor, aunque también hubo cosas que me gustaron menos.

Pese a algún pequeño desajuste en el preludio, ya apuntó en estas notas iniciales algunos trazos de extrema sensibilidad que se repetirían en otros muchos momentos. Remarcó los contrastes de la partitura con habilidad, extrayendo de la orquesta todo su potencial para brillar en los numerosos pianísimos que pueblan esta genial página verdiana, deleitándose en estos momentos más líricos con un importante alargamiento de los tempi, y conduciendo con nervio y pulso firme en los pasajes más heroicos.

Dirigió con gesto claro y preciso, manejó las dinámicas con acierto y concertó con inteligencia los difíciles pasajes del segundo acto. ¿Cuál fue el problema entonces?, pues que, en mi modesta opinión, al conjunto le faltó emoción, alma. Me dio la impresión de que la orquesta presentó menor homogeneidad y mayores desequilibrios que en otras ocasiones, careció de continuidad en la exposición, y la ralentización de los tiempos más de una vez llevó aparejada una caída de la tensión dramática. Maazel era el rey de la cámara lenta, su Aida seguro que duró un cuarto de hora más, pero era un genio para llevar la situación al límite sin que la construcción dramático musical se desplomase.

En la Orquestra de la Comunitat Valenciana hay que empezar por destacar a los metales. La colocación de las trompetas en el quinto piso durante la marcha triunfal consiguió un efecto impactante que se resolvió satisfactoriamente en cuanto a la difícil concertación del conjunto y con excelso virtuosismo en la ejecución. La cuerda grave, contrabajos, chelos y violas, tuvieron también una noche inspiradísima, al igual que Tamás Massànyi al clarinete y Pierre Antoine Escoffier al oboe. Conmovedora resultó también la última intervención del concertino en unas notas finales sublimes.

El Cor de la Generalitat volvió a resultar deslumbrante, más allá de alguna puntual entrada en falso, y merece más que nunca todos mis elogios, porque creo que debe valorarse especialmente que cumpliese su cometido con la excelencia a la que nos tiene acostumbrados pese a tener que hacer frente a la contundencia orquestal de los momentos triunfales, o en los internos, con un número de componentes muy inferior al que sería deseable. Si seguimos sin dotar al coro de los refuerzos que precisa en determinadas óperas, acabarán por echar a perder uno de los principales valores de este teatro. Luego encima habrá quien vuelva a decirnos que este coro sólo sabe cantar en forte. Ayer demostró que no es cierto, pero es que además si les dejamos en cuadro y les exigimos apianar, también habrá quien diga que ya no suena tan contundente como antaño.

En el apartado solista es donde más carencias encontré. En 2010, la protagonista femenina que nos chupamos en las funciones dirigidas por Lorin Maazel fue una de las peores cantantes que han pasado por Valencia, Indra Thomas; así que mejorar el recuerdo no era complicado. La encargada de asumir el papel de Aida en el estreno anoche, tras caer del cartel Oksana Dyka “por indisponibilidad” (sic) no explicada, ha sido la uruguaya Maria José Siri, quien, por supuesto, mejoró las prestaciones de Thomas, pero me dejó seriamente preocupado.

Hace apenas un año que tuvimos ocasión de escucharla en Les Arts como Manon Lescaut, así que no ha transcurrido tanto tiempo como para que su voz haya experimentado un cambio radical. Sin embargo, su registro agudo anoche se mostró destemplado, cercano al chillido y, lo peor de todo, presentando un vibrato casi tambaleante propio de voces seniles. Ignoro si será un problema puntual o es el alarmante resultado de venir asumiendo roles de mayor peso de lo que su voz, de lírica pura, aconseja. En su haber se han de anotar sus buenas intenciones toda la noche, regulando, matizando, intentando apianar, con más fortuna unas veces que otras, y ofreciendo en O patria mia sus mejores momentos.

El tenor Rafael Dávila, a quien también vimos en Manon Lescaut como Des Grieux, tampoco es un tenor spinto, es un tenor lírico discreto, con una franja alta en la que muestra poderío en los agudos, algunos de ellos luminosos, pero sus graves y centro carecen totalmente de brillo y sonoridad. Su fraseo es insulso, desganado y tosco, y menos verdiano que el cuac cuac de un pato de los Urales. Se escapó de la orquesta dos o tres veces. Su dicción posiblemente fuese la mejor del trío protagonista, pero tiene el problema que rajoyea, o sea arrastra un poquito las eshes. Su versión peculiar de Celeste Aida hizo irreconocible por momentos el aria, intentó apianar pero casi mejor que no lo hiciese; en su dúo con Amneris pareció que estuviera ausente y en el dúo final llegó incluso a desafinar. Y como actor, el pobrecico mío, es muy malo.

Marina Prudenskaya tampoco me convenció como Amneris. Se mostró muchísimo más solvente en el registro agudo que en los graves, donde la voz perdía color y devenía mate, inaudible y ojetera. Su dicción resultaba ininteligible y transmitió una frialdad absolutamente impropia del personaje. Su mejor momento fue la escena del juicio, único instante de la noche en que consiguió encender una chispa de emoción.

Gabriele Viviani fue un Amonasro vociferante y brutote, con falta de contundencia en la zona grave, pero, sin ser tampoco el baluarte de las esencias verdianas, defendió el personaje con dignidad y, tanto en Quest’assisa como en Non sei mia figlia echó el resto y mostró el tono requerido.

Voces más bien feas, pero cumplidoras en general, presentaron Alejandro López, como el Rey, y Riccardo Zanellato como Ramfis, quien tuvo su mejor momento en la escena interna del juicio. Bien Federica Alfano en su breve intervención, también interna, como Sacerdotisa; y destacado el Mensajero de Fabián Lara.

Uno de los grandes protagonistas de la noche fue el Ballet de la Generalitat, cuyos componentes merecen un enorme aplauso, pues, más allá de la polémica entre rijosos y pacatos acerca de que mostrasen las tetas, tuvieron un excelente rendimiento, muy meritorio por la enorme exigencia escénica que se les ha requerido.

Ojalá todas las noches el recinto operístico de nuestra ciudad pudiese verse como ayer. Lleno completo, con bastante gente joven. Y nutridos aplausos al final para todos los participantes que fueron especialmente efusivos para Ramón Tebar y la orquesta. También hubo presencia institucional, con el Alcalde Joan Ribó y el Secretario Autonómico de Cultura, Albert Girona, entre otras personalidades… Estaba hasta el Intendente Livermore que se ve que ya ha acabado su barbero romano. Ah, y una vez más volvió a honrarnos con su presencia el internacionalmente conocido coro de carrasperos y tísicos terminales del Bajo Aragón, que toda la noche acompañó a destiempo y con saña los momentos más intimistas de la partitura, exhibiéndose especialmente en el primer tercio del acto tercero, donde marcaron un precioso contrapunto gargajoso que sepultó entre flemas todo el lirismo de Verdi sin piedad.

Ya dije al comienzo que, pese a que pueda poner de manifiesto cosas que no me gustaron tanto, yo pasé una noche muy agradable. Aunque si me preguntaseis qué es lo que más me gustó de Aida, os diré que el Encuentro que tuvo lugar dos días antes en el Aula Magistral con Allex Aguilera y Ramón Tebar, hablando de esta producción, y donde el director musical, mostrando también sus dotes como pianista, ilustró algunas ideas interesantísimas sobre esta obra. La pena fue que sólo lo disfrutásemos unas 30 personas. Pero claro, Les Arts lo anunció a sus abonados y en el programa de Aida, apenas unas horas antes de su comienzo.

Esperemos que un día de estos Livermore se centre en Les Arts y se empiecen a enderezar muchas cosas.


jueves, 18 de febrero de 2016

PRIMEROS RUMORES SOBRE LA PRÓXIMA TEMPORADA EN LES ARTS

Ayer la página de Beckmesser filtró las primeras informaciones acerca de algunos títulos que podrían configurar la programación operística de la temporada 2016-2017 en el Palau de les Arts.

Bueno, realmente no fue la primera información filtrada al respecto, pues, apenas unos días antes, el propio Davide Livermore daba algunas pistas acerca de qué podremos ver en Valencia la próxima temporada. Decía el Intendente que en sus planes entraba “de nuevo el tenor Gregory Kunde, una obra de Verdi con Plácido Domingo, un título de la gran ópera francesa y una producción de un compositor del siglo XX, que seguramente será Leos Janacek, además de actuaciones de los directores musicales Abbado, Biondi y Tebar”.

En Beckmesser no se acaba de coincidir del todo con lo manifestado por Livermore. Se anuncia que la próxima temporada podría verse Las vísperas sicilianas, de Verdi, dirigida por Roberto Abbado, con Gregory Kunde como protagonista, en la producción de Torino que realizó el actual Intendente de Les Arts en 2011. Este, si se confirma, podría ser el espectáculo más atractivo de la temporada, con una ópera enorme e interesantísima que se representa demasiado poco. Pero permitidme que manifieste mi estupor. Yo sigo sin entender nada. ¿El Palau de les Arts contrata una producción de su Intendente? ¿O es que éste la ofrece gratis? Supongo que ya dirán algo, porque después de haberle buscado hasta entre la lencería a Helga a ver qué le podían encontrar de irregular, esto suena, como poco, raro.

Otro Verdi, esta vez con Plácido Domingo en el reparto como Germont, sería una enésima Traviata. Y ahí acaban las coincidencias con las pistas que adelantó Livermore.

Otra gratísima sorpresa, de confirmarse, sería el Peter Grimes, de Benjamin Britten, también con Kunde como protagonista, y se dice que en la intención de Livermore estaría incluso consolidar un ciclo Britten, aunque se apunta que duda por la baja expectativa en taquilla. Esto último se contradice directamente con lo manifestado por el Intendente en esas declaraciones de las que hablaba antes, en las que decía “yo tengo coraje y confianza en la gente, que sabrá valorar títulos que no conoce. La ópera no puede convertirse en la inteligencia de una elite. No tengo miedo al teatro vacío". Ese ciclo Britten sería una inmejorable oportunidad para demostrarlo y, si se ofrece calidad en las producciones y los intérpretes, seguro que el público responderá.

Los otros títulos que se apuntan son Lucrecia Borgia, de Donizetti, dirigida por Biondi y en coproducción con el Teatro Real; El turco en Italia, de Rossini, en una producción del Festival de Pésaro; y otra vez Tosca, de Puccini, en una producción de Génova.

Lo de Tosca tampoco lo entiendo. Tenemos una producción propia, que ya se ha visto dos veces, eso sí, pero que no costaría dinero, y se acude a contratar una producción italiana. Ya nos dará las correspondientes explicaciones el Intendente y seguro que nos convence.

Esto es de momento lo que se ha dicho, no hay nada oficial, y teniendo en cuenta el último patinazo que tuvo Beckmesser cuando anunció que Fabio Luisi sería el director musical de Les Arts, pues casi mejor esperarnos hasta que Livermore haga el anuncio oficial, que espero sea lo antes posible.

Aprovechando que he pasado por aquí a escribir esta breve reseña, no quisiera dejar de comentar dos cuestiones.

La primera son los cambios que se siguen produciendo en los repartos anunciados sin dar explicaciones. No pretendo que nos den exhaustivos detalles sobre la temperatura corporal o el color de las deposiciones de los intérpretes, pero sí que hagan algo más que cambiar en silencio los nombres en el pdf de la temporada general. Ha caído Varduhi Abrahamyan de Idomeneo y en Aida se ha sustituido al cantante anunciado para Il Re, así como a Oksana Dyka, que era la soprano prevista para asumir el papel protagonista en las dos primeras funciones, y que ha sido sustituida por la uruguaya María José Siri, a quien ya pudimos ver en Manon Lescaut el año pasado.

En el caso de Dyka, en las redes sociales, no en la basura que tiene por página web Les Arts, se ha dicho desde el teatro que la sustitución se ha debido a “indisponibilidad” (sic) de la cantante. Amoavésinojentendemooo, que dirían Faemino y Cansado… ¿Quieren decir que no tenía disponibles los días para los que le anunció Les Arts?, lo cual sería gravísimo; ¿o, lo que es más probable, que le ha sobrevenido una baja por enfermedad? Pues en este caso, señores de Les Arts, deberían hablar de indisposición, no indisponibilidad. Noejlomijmooo.

Y la segunda cosa que quisiera comentar, y me chupa un pie que haya quien se enfade, es que no me parece de recibo que el teatro haya permanecido sin actividad durante más de un mes (desde el 23 de enero, última función de Sansón y Dalila), en un periodo del año en el que cualquier teatro de ópera serio se encuentra a pleno rendimiento. Y aún más preocupante me parece que esta inactividad haya coincidido con el tiempo en el que el Intendente Livermore ha estado en Italia preparando su producción de El barbero de Sevilla que ha presentado en la ópera de Roma, con ocasión del 200 aniversario de su estreno, por cierto con un notable fracaso. No creo que la actividad de Les Arts tenga que sujetarse a la disponibilidad (aquí sí está bien dicho) de su Intendente, en función de los contratos que le salgan para su actividad como regista.

Si al menos en este tiempo de parón se hubiese aprovechado para modernizar la página web de Les Arts, aun hubiésemos sacado algo de provecho, pero ni eso. La actual web del teatro valenciano es una auténtica vergüenza. Todo se basa en remisiones a documentos en formatos pdf con informaciones ya desfasadas, cantantes que han sido sustituidos y otras lindezas que sólo sirven para confundir más al heroico visitante, que tiene que comprobar estupefacto, entre otras cosas, como el apartado de noticias está en una especie de día de la marmota anclado en octubre.

Seguiremos informando.