domingo, 30 de diciembre de 2018

PATOS KAZAJOS Y GESTORES PATOSOS. ACABANDO EL AÑO EN LES ARTS.


Ayer se estrenó en el Palau de les Arts el ballet El lago de los cisnes, de Tchaikovski, la ración anual de danzarines que nos embuten sin derecho a rechistar a los simples aficionados al género operístico que, ignorantes de nosotros, decidimos fidelizar nuestra presencia en Les Arts mediante la compra de un abono de ópera y siempre nos lo encontramos adornado con espectáculos de danza y conciertos sinfónicos, no necesariamente deseados, a modo de impuesto revolucionario. Ya sé que esto no es algo que ocurra sólo en nuestro teatro, pero eso no quita para que me siga pareciendo un agravio injustificado tanto para los amantes de la ópera como para los del ballet.

Al igual que ocurre cada año con los espectáculos de danza que salen a la venta, este Lago de los cisnes ha agotado rápidamente todas las localidades de las seis funciones que se ofrecen. Me consta que ha habido muchas personas amantes de los tutús saltarines que se han quedado sin entrada, entre otras cosas porque se ha colocado este ballet en 5 de los 7 turnos de abono operístico, reduciendo así notablemente el aforo disponible para la venta libre y “condenando” al abonado a chuparse el ballet con ganas o sin ellas. Me parece absurdo.

Creo que si se dejasen las funciones de ballet para la venta libre se llenarían igualmente con toda seguridad, pero sólo por personas amantes de ese tipo de espectáculo. Incluso pienso que, dentro de esa política que se quiere implantar, con buen criterio, de dar más uso a las salas y a la orquesta, podría incluso plantearse la posibilidad de ofrecer un abono anual independiente de ballet. Parece que ahora se dé por sentado que si te gusta la ópera te ha de gustar el ballet, lo cual no es cierto. El mío no es un caso aislado, conozco a un buen número de abonados de Les Arts a los que, como a mí, les apasiona la ópera y el ballet nos aburre soberanamente; al igual que me consta que hay muchos aficionados a la danza o a los conciertos sinfónicos que no soportan a los obesos gritones de la ópera. Ya sé que es una guerra que tengo perdida, pero como soy un cansino lo seguiré repitiendo.

Dicho esto, he de admitir que anoche ha sido el día que menos me he aburrido en una sesión danzarina desde aquellas funciones en 2009 de Pajáro de fuego y Schéhérazade con la compañía del Mariinski, Gergiev y con Carlos Acosta como artista invitado. La producción del Lago de los cisnes estrenada ayer es del Teatro Estatal de Ópera y Ballet de Astaná (capital de Kazajistán). Y claro, desde mi absoluta ignorancia, me planteo si realmente es preciso traer a una compañía kazaja para ofrecer la dosis anual de ballet, cuando tampoco me pareció que fueran la repanocha… Insisto en que soy un primate ignorante en temas de baile y, como ya he dicho otras veces, no lo manifiesto haciendo ostentación de ello, sino reconociendo mi carencia. Me encantaría entender y disfrutar con el ballet como lo hago con la ópera, pero por más que lo intento no hay manera.

Precisamente es mi lamentable ignorancia la que me lleva a obviar cualquier crítica o crónica seria de lo sucedido anoche sobre el escenario de Les Arts. Únicamente diría que me llamaron mucho la atención las intervenciones de Madina Basbayeba, en sus papeles de Odette y Odile, y de Serik Nakyspekov como Bufón. La primera, con una inusitada capacidad para mantener el equilibrio y tragarse el vómito sin que se note, porque a mí que no me digan que después de ponerse a girar en puntas por todo el escenario como una peonza en una centrifugadora, cualquier ser humano se derrumbaría con cara de lelo y echaría la pota. Y el segundo, por lograr conservar la sonrisa puesta pese al chile habanero que debía tener introducido en el ojete y que sería la única explicación razonable a los desaforados saltos que pegaba con despatarre muslar completo rozando el desgarre escrotal. Más flojo me pareció un príncipe Sigfrid patilargo, culiestrecho y un tanto sosainas. Una pobre chica del conjunto de cisnes, en una de esas bobadas de: ahora salto, me espatarro y caigo en un solo pie; perdió el equilibrio y se estampó contra el suelo, dejándonos ver que efectivamente eran seres humanos kazajos y no un holograma de realidad virtual lo que se movía en escena.

Después de haber asistido al estreno de temporada con una Flauta mágica provocadora y transgresora, ayer pasamos al extremo opuesto con una puesta en escena de un clasicismo irreprochable: donde se decía palacio aparecía un palacio, el lago era un lago y los cisnes, cisnes; allí ellas con sus tutús impolutos y ellos con sus nalgas prietas y paquetes marcadores. Pero hay que reconocer que visualmente la cosa funcionó estupendamente y se acoplaba como un guante a la música de Tchaikovski. Música de una obra a la que, francamente, yo diría que le sobra bastante paja, con perdón. Todos esos bailes regionales y momentos de lucimiento danzarín que trufan la partitura, alargan absurdamente la duración de la función y provocan los saluditos de sus protagonistas en cada chimpún, a lo que le sigue los esperados aplausos del público, todo lo que a su vez provoca que se demore aún más el fin del espectáculo. Ayer entramos a las 19 horas y salimos cerca de las 22… Casi tres horas de piruetas y saltitos… y sin que diga que me aburrí… quién me ha visto y quién me ve…

De todas formas, si he decidido hacer esta pequeña reseña de la función y si algo contribuyó a hacerme pasar una buena velada fue la preciosa música de Tchaikovski en manos de una Orquestra de la Comunitat Valenciana que merece público reconocimiento y mi más encendido elogio, ya que sonó ayer maravillosamente, como en los mejores momentos. Se colocó a su frente en el foso el kazajo Arman Urazgaliyev, con una técnica gestual un tanto marionetil (brazos arriba y abajo de forma mecánica como si le tirasen de unos hilos), pero con unos resultados estupendos. Es verdad que hubo algunos pasajes algo toscos y de volumen exagerado, pero en general se obtuvo un sonido bellísimo y homogéneo con unas intervenciones solistas que volvieron a poner de manifiesto el enorme nivel de los atriles de nuestra orquesta. Absolutamente mágico se elevó anoche nuevamente el oboe de Christopher Bouwman y magníficas fueron igualmente las apariciones de arpa, violín, chelos, trompeta, flautas o clarinete.

La sala estaba prácticamente llena, con mucha gente joven y más que joven y un público distinto al habitual que aplaudió todo lo aplaudible. Pero si algo se comentaba especialmente anoche a la salida era el gran rendimiento de la orquesta y lo bien que había sonado, lo cual tiene mucho más mérito si lo enmarcamos en la situación de incertidumbre que, desgraciadamente, se sigue viviendo en este teatro año tras año.

Estos últimos días hemos asistido a un capítulo más del sainete de Les Arts que, estoy convencido, acabará siendo argumento de una teleserie. El pasado 5 de diciembre, tras la dimisión de Francisco Potenciano como Director General, se anunciaba a bombo y platillo desde la Conselleria de Cultura el nombramiento de la funcionaria castellonense Inmaculada Pla como su sustituta, recalcando su idoneidad para el cargo por su trayectoria y experiencia en la Administración Pública. Apenas 13 días después, coincidiendo con el Día de los Inocentes, se hacía pública la renuncia de Inmaculada Pla, La Breve, por “razones personales” y se anuncia ahora a José Carlos Monforte como tercer Director General de la casa en el plazo de un año.

Pero si hay algo que realmente no entiendo en todo este trajín son las prisas con las que se está actuando desde la Conselleria de Cultura y desde el propio Patronato de Les Arts para estos nombramientos a la carrera, cuando, recordemos, en verano se nombró un director artístico que todavía no se ha incorporado de hecho a su despacho.

Mientras tanto, el Comité de Empresa del Palau de les Arts ha hecho pública una nota de prensa en la que denuncia la “incompetente gestión del coliseo” y “la falta de dirección y rumbo”; mientras que los representantes de la orquesta en el Comité se han desligado de dicha crítica y han defendido la gestión actual por entender que “se están sentando las bases para un futuro estable desde el punto de vista organizativo y de excelencia artística para el futuro del Palau de Les Arts".

Personalmente tengo bastante confianza en que la situación se enderece y pienso sinceramente que el rumbo marcado es el correcto, aunque es innegable que en el caso de los nombramientos de la Dirección General se ha actuado de forma precipitada y poco comprensible. Esperemos que con la incorporación a partir de enero de Jesús Iglesias como Director Artístico se pueda controlar definitivamente la situación, se vaya perfilando la programación futura y empiecen a solucionarse los muchos temas que todavía están pendientes antes de que sea demasiado tarde.

Y ahora toca esperar hasta febrero a que vuelva la ópera a València. Una práctica que puso de moda Livermore, la de dejar el mes de enero incomprensiblemente en blanco, y que este año se ha repetido. Confiemos en que eso también cambie.

Mientras tanto, llegados a estas fechas, os deseo a todos muy feliz año y mucha música.



7 comentarios:

  1. Anónimo1/1/19 13:07

    Hola Atticus:

    Lo primero FELIZ AÑO.

    Yo lo vi el Domingo y aunque el ballet no me entusiasma tengo que reconocer que escuchar la musica de Tchaikovsky en la sala grande y por los músicos de la Orquesta bien merece verlos y oirlos con ballet o sin el.
    A mi me pareció una puesta en escena muy de acuerdo con la música y por cierto nada que ver con lo de la Flauta Mágica.
    Sin entender nada del ballet los que más me gustaron fueron Bufón y Odette/Odile.
    La verdad es que pase una tarde muy agradable.

    Lo dicho FELIZ 2019 y espero que hayas sido bueno y te traigan muchas cosas los Reyes Magos.

    Rafa

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    1. Hola Rafa. Gracias por dejar tu comentario. No creo que los reyes magos vayan a ser muy generosos, ya que, lamentablemente, este año he vuelto a portarme mal... y si no lo crees no tienes más que leer el comentario siguiente...

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  2. Anónimo2/1/19 17:24

    La función me pareció muy interesante y la primera bailarina estupenda. La orquesta extraordinaria como siempre.
    Atticus, tus comentarios siempre son divertidos pero creo que esta vez te has pasado, no te gustará el ballet lo entiendo y lo siento, no sabes lo que te pierdes, pero no se debe ser mal educado y hacer chistes y bromas de mal gusto con el esfuerzo y las habilidades de personas que se han trabajado sus capacidades hasta la extenuación .
    Un abrazo. Eduardo.

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    1. Hola Eduardo. Te agradezco que compartas aquí tus impresiones de la función y lamento mucho que hayas entendido que con mis comentarios falto al respeto a los artistas. Nada más lejos de mi intención.
      De hecho si algo pretendía era poner de manifiesto las habilidades de esos dos bailarines desde el punto de vista de alguien como yo que desgraciadamente no entiendo nada técnicamente de ballet.
      Lo dicho, siento que te haya incomodado mi comentario.
      Un saludo

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    2. Anónimo3/1/19 15:43

      Muchas gracias.

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  3. Anónimo3/1/19 13:22

    Tras asistir a la representación de anoche y después de leer la crónica/critica de Atticus y como seguidor asiduo del blog, me gustaría dar mi opinión sobre la polémica ballet vs ópera en un abono de temporada de un teatro de ópera.
    Yo creo que el problema se resuelve cuando somos capaces de apreciar todos los aspectos que comparten las dos artes. Se podría considerar al ballet como una ópera en la que las cuerdas vocales/aparato fonador se sustituyen por TODO el resto del cuerpo. En los movimientos del ballet yo veo analogías con muchos aspectos del canto: armonía, fiato, legato, coloratura, agilidades, todo está en el ballet… los bailarines no emiten notas musicales, pero mueven el cuerpo (todas las partes de su cuerpo) como si lo hicieran. No hay improvisación, todo está calculado. Hay solos, dúos, tríos, cuartetos, coro, combinaciones de solistas y coro, y hay una historia que contar y sobre todo hay un objetivo que es el mismo en ópera y ballet: emocionar al espectador a través de la música y el cuerpo y de su sabia combinación.
    Los bailarines empiezan su formación a edades tan tempranas como los 5-6 años y además de desarrollar la parte artística tienen que hacer un continuo esfuerzo físico que está lejos del que pueda necesitar un cantante. No creo que se deba menospreciar su actividad en relación con el canto… casi estoy por considerarla incluso con un mayor grado de dificultad.
    Todo esto se pudo ver en la representación de anoche. ¿Cómo no emocionarse viendo el movimiento de los brazos de la primera bailarina? ARTE, con mayúsculas y en estado puro.
    Para el recalcitrante que “se aburre con el ballet” yo le recomendaría que hiciera de la necesidad virtud y aproveche la inclusión del ballet en los abonos de Les Arts para intentar acercarse al espectáculo sin prejuicios y con curiosidad. Pero si a pesar de todo se resiste a disfrutar del ballet, que piense antes de quejarse que quizás una buena taquilla en el ballet puede permitir incluir en la temporada otras representaciones no tan populares pero de indudable valor operístico sin que una mala asistencia termine por afectar al ya de por si menguado presupuesto de nuestro inigualable Palau de Les Arts.
    ¡Feliz año 2019, lleno de arte y cultura para todos!

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    1. Pues feliz año para ti también y gracias por ofrecernos una visión tan interesante del arte del ballet en comparación con la ópera. Sinceramente te digo que es uno de los discursos más motivadores que me han hecho nunca.
      Desde luego comparto la admiración por el mérito que tiene, como comentas, el enorme esfuerzo de estas personas y en modo alguno he pretendido nunca menospreciar el baile en relación con el canto. Todo tiene su mérito y es el resultado de la dedicación profesional de los artistas.
      Cuando hago bromas acerca del ballet no pretendo banalizar el esfuerzo de los bailarines/as, sino más bien reirme de mí mismo y de mi ignorancia sobre el tema, porque, como bien dices, yo soy uno de los "recalcitrantes".
      Te aseguro que he aprovechado todas las oportunidades de los abonos de todas las temporadas, más alguna incursión de por libre en alguna función que me han recomendado... y no hay forma... Disfruto bastante en aquellos en los que la música me resulta más disfrutable, en los que no, generalmente me aburro, sin perjuicio de que reconozca y valore el mérito que tiene lo que se hace en escena aunque no termine de engancharme.
      Ahora bien, sí hay una cosa que me gustaría aclarar. Mi queja respecto a la inclusión del ballet en el abono de la temporada no está referida a la inclusión de funciones de ballet durante el año, eso me parece extraordinario y, por supuesto, considero que es una buena forma de asegurar ingresos complementarios ya que tiene muchísimo público adepto; como también me parecería bien que se hicieran funciones de zarzuela, más conciertos sinfónicos, música de cámara y cualquier tipo de manifestación artística que pueda atraer otros públicos. Lo que critico es que esos espectáculos nos los incluyan sin opción a rechistar dentro del abono operístico que pagamos los abonados y donde nos meten y pagamos, por ejemplo, 5 funciones, de las cuales luego resulta que 3 son óperas, 1 ballet y otra mas un concierto. Yo preferiría que ese abono tuviera 5 óperas o, en su defecto, las 3 óperas que ya lleva, pero sin más espectáculos añadidos, esos deberían quedar para que voluntariamente se comprasen aparte, permitiendo así además que los aficionados al ballet, a los conciertos sinfónicos o a la música de cámara, tuvieran más facilidad para conseguir localidades disponibles.
      Bueno, me he enrollado demasiado y no sé si acabo de explicarme bien.
      En cualquier caso, muchas gracias por tu comentario y prometo seguir intentándolo.
      Un abrazo

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