
Ernest Charles (1895-1984) fue un compositor estadounidense, nacido en Minneapolis, que comenzó su carrera como cantante de vodevil y de musicales en Broadway. Se estableció en Nueva York donde fue director musical del programa de radio “Great Moments in Music”,
aunque algunos años después se trasladó a Hollywood donde desarrolló la mayor parte de su carrera compositiva. Su obra se centró en la composición de canciones para voz y piano, y comenzó a ser conocida por el público después de que en 1932 el barítono John Charles Thomas interpretase su canción “Clouds” en sus recitales.
Entre los años 1930 y 1940 su obra alcanzó una cierta popularidad, aunque la mayor parte de sus composiciones apenas han trascendido hasta la actualidad más allá de quedar registradas en alguna compilación de canciones americanas, pero dos de ellas sí han continuado siendo interpretadas, permitiéndonos acercarnos un poco al muy desconocido legado creativo de este compositor.
La primera de ellas, “Let My Song Fill Your Heart”, fue popularizada por la últimamente habitual de este blog Eileen Farrell, a quien podemos escuchar a continuación interpretando esta canción en el programa de radio "Encores from the Bell Telephone Hour", previa presentación del locutor de turno:

Entre los años 1930 y 1940 su obra alcanzó una cierta popularidad, aunque la mayor parte de sus composiciones apenas han trascendido hasta la actualidad más allá de quedar registradas en alguna compilación de canciones americanas, pero dos de ellas sí han continuado siendo interpretadas, permitiéndonos acercarnos un poco al muy desconocido legado creativo de este compositor.
La primera de ellas, “Let My Song Fill Your Heart”, fue popularizada por la últimamente habitual de este blog Eileen Farrell, a quien podemos escuchar a continuación interpretando esta canción en el programa de radio "Encores from the Bell Telephone Hour", previa presentación del locutor de turno:
When I have sung my songs to you,
I’ll sing no more.
T’would be a sacrilege to sing
at another door.
We’ve worked so hard to hold
our dreams, just you and I.
I could not share them all again,
I’d rather die
With just the thought that
I had loved so well, so true,
That I could never sing again,
except to you.
I’ll sing no more.
T’would be a sacrilege to sing
at another door.
We’ve worked so hard to hold
our dreams, just you and I.
I could not share them all again,
I’d rather die
With just the thought that
I had loved so well, so true,
That I could never sing again,
except to you.