Por primera vez en la breve historia del Palau de les Arts, con el estreno anoche de “La Cenerentola”, se representaba una ópera de Gioachino Rossini en la sala principal del teatro valenciano donde, hasta ahora, se había reservado la producción del compositor de Pésaro a la pequeña sala Martin i Soler y a cantantes del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo.
El hecho de que el estreno fuese un martes y que ayer estuviese lloviendo intensamente durante todo el día en la ciudad, contribuyó decisivamente (quiero pensar) a dejar de nuevo los asientos de Les Arts con muchos huecos, estando los pisos altos prácticamente vacíos. En conjunto poco más de media entrada (más Rappel). También pudo verse en el patio de butacas a Carlo Goldstein, el joven asistente de Omer Wellber que, por enfermedad de éste, le sustituyó a última hora en el “Boris Godunov” del pasado domingo, obteniendo un importante e inesperado éxito.
La producción de “La Cenerentola” presentada ayer fue concebida originalmente a finales de los 90 por el reputado regista Luca Ronconi para el Festival de Pésaro, donde se ha convertido en una de sus obras emblemáticas. La dirección de escena de Ronconi, a pesar de los años, conserva bastante frescura y resulta visualmente atractiva, aunque también presenta algunos puntos débiles.
La casa de Don Magnífico es una estancia llena de muebles apilados en diferentes niveles, lo que, si bien permite que en las intervenciones de conjunto la colocación de los cantantes favorezca una mejor distribución de las voces, exige a los intérpretes moverse por el escenario con riesgo de pegarse un buen batacazo. El palacio del príncipe está representado por una habitación de suelos de mármol rodeada de chimeneas, a una de las cuales llega Angelina para asistir al baile transportada por los aires por una cigüeña, en uno de los momentos más espectaculares de la producción.
La transición entre los dos ámbitos escenográficos se lleva a cabo mediante el izado y descenso, a la vista del público, de la plataforma sobre la que se asienta el decorado que representa la casa de Don Magnífico, bajo la cual está el palacio del príncipe. Esto origina largas interrupciones entre cuadro y cuadro, lo que lastra a mi juicio la agilidad de la propuesta, aunque sirva para hacer exhibición de la maquinaria escénica del teatro.
Ronconi ha acentuado con la dirección de actores la vertiente cómica del libreto, con una notable preocupación por remarcar los diferentes caracteres de los personajes, los cuales se ven aún más resaltados por el maquillaje y vestuario, éste por cierto bastante horrible.
En conjunto, una propuesta efectiva y divertida que no llega a entusiasmar, pero que tampoco me parece merecedora de los dos o tres abucheos aislados que se llegaron a escuchar al finalizar la función.
En el apartado musical, el joven director italiano Michele Mariotti debutaba anoche al frente de la Orquesta de la Comunitat Valenciana y he de decir que a mí me gustó. Su lectura de la página quizás no sonase todo lo rossiniana que uno imagina a priori, pero el vuelo lírico que imprimió me pareció más que interesante, alcanzando algunos momentos bellísimos donde la técnica contrapuntística del compositor de Pésaro pudo disfrutarse gracias a la batuta de Mariotti y los excelentes músicos a su cargo, pese a que los solistas vocales no ayudaban mucho, como en el quinteto del primer acto ”Nel volto estatico”. Mariotti marcó atento y con precisión las entradas de los cantantes, y resultaba curioso verle vocalizar el libreto, de principio a fin, mientras dirigía. Es verdad que hubo algunos desajustes y cierto descuido de la tensión en momentos puntuales, pero el conjunto de su dirección me pareció muy notable.
Una vez más fue todo un lujo poder escuchar a la Orquesta de la Comunitat Valenciana rindiendo a un altísimo nivel y, como me comentó un amigo en el entreacto, es inevitable cada día que pasa hacerse la pregunta: ¿cuánto puede durar esto con la que está cayendo? Esperemos que todo el tiempo posible, porque es una gozada poder disfrutar del increíble sonido de esa sección de cuerda que llega a hacer irrelevante casi cualquier referencia anterior que se tenga, o de esas flautas y clarinetes que también destacaron anoche especialmente.
El otro gran pilar de nuestro teatro de ópera, el magnífico Cor de la Generalitat, limitado en esta ocasión a su sección masculina, pese a algún fugaz despiste en el segundo acto ofreció también unas prestaciones dignas de aplauso.
Fue una auténtica pena que el buen rendimiento de orquesta y coro no se viera acompañado por un reparto solista homogéneo que brillase al mismo nivel y, aunque todos pusieron mucha voluntad, el resultado fue muy desigual.
La mezzosoprano Serena Malfi dio vida a la protagonista, Angelina, en lo que suponía su debut en España. Al alzarse el telón fue difícil no acordarse de Cecilia Bartoli por el aspecto físico de la cantante y el color oscuro de la voz con el que afrontó sus primeras notas, pero lamentablemente la comparación con la Bartoli acabó ahí, en breves segundos. La voz de Malfi tiene algunos acentos interesantes en la zona media, pero es muy pequeña, lo que unido a una emisión entubadísima, que parece provenir de la misma nuca, y a su incapacidad de proyectar adecuadamente, hace que quede tapada permanentemente por orquesta, coro y compañeros de reparto. Si la hubiesen sustituido por un muñeco de José Luis Moreno en los concertantes, el efecto hubiera sido el mismo, ella movía la boca pero daba igual que cantase o que mascase chicle. Su rondó final “Nacqui all’ affanno… non piú mesta” fue un cúmulo de despropósitos, agudos calados unos y capados los más, graves eructados, la expresividad de un berberecho cocido, coloratura tramposa, y adornos… los del pelo. Una Angelina francamente decepcionante.
Lo mejor de la noche en el plano solista vino de la mano del tenor ruso Dmitri Korchak, que ya nos enamorase con su Lensky de la pasada temporada y que anoche, aunque no estuvo al mismo nivel, volvió a destacar por encima de sus compañeros de reparto. Su preciosa voz, bien timbrada y rica en armónicos corrió luminosa por la sala. Comenzó un tanto frío, con algún agudo abierto y tirante, pero llegó al final pletórico y en su “Si, ritrovarla io giuro” dio toda una lección de potencia y elegancia belcantista, pese a que las agilidades no sean su fuerte.
Paolo Bordogna fue un Don Magnífico irreprochable en cuanto a lo actoral, con su punto justo de exageración, sabiendo dotar al rol del carácter bufo que requiere, con una interpretación soberbia en lo gestual y en el movimiento escénico. Vocalmente comenzó fatal, desafinando directamente y con dificultades en la emisión, pero poco a poco fue yendo a más y estuvo estupendo en su aria del acto segundo, ayudado siempre por su apabullante dominio de las tablas con el que se metió al público en el bolsillo desde el primer momento.
El barítono Mario Cassi, a quien ya hemos tenido ocasión de escuchar en Les Arts en algún papel como el Valentín de “Fausto”, fue un Dandini lastimoso. El joven cantante italiano puede que dé el pego en algún otro repertorio, pero anoche demostró estar absolutamente negado para el belcanto rossiniano, con ostensible falta de fiato, incapacidad técnica para moverse por las agilidades que exige la partitura, escuchándose todas sus respiraciones cual rebuznos y con continuas pérdidas de impostación. Una auténtica pena porque el papel de Dandini tiene gran importancia y deslució notablemente el conjunto.
El bajo coreano Simon Lim también se encuentra lejos de ser el Alidoro ideal. Tampoco pudo con la coloratura y producto de ello fue que en su aria del acto primero hubo un momento en que perdió a la orquesta produciéndose un evidente desajuste que se corrigió enseguida. Su voz tiene algunas bonitas resonancias en la zona media, pero carece todavía del suficiente peso en la zona grave.
Las dos hermanastras encarnadas por Cristina Faus y María José Moreno cumplieron con corrección, mostrando evidentes limitaciones cuando se escuchaban sus voces en solitario, pero conjuntándose sin embargo ambas a la perfección, sonando preciosas en los dúos.
El público de ayer se mostró bastante frío, no sé si por la humedad que reinaba en el exterior o porque tampoco les estaba gustando mucho el espectáculo, y al final tan sólo fue clamorosa la ovación dedicada a Paolo Bordogna, con fuertes aplausos también para Korchak, Malfi y la orquesta, pero que fueron extremadamente cortos de duración, finalizando antes de bajarse el telón y encenderse las luces, ante cierta perplejidad de todos los que estaban en el escenario. La dirección escénica de Luca Ronconi, representada por su adaptador Ugo Tessitore, fue objeto de generalizados aplausos de cortesía y, como dije antes, de un par de abucheos aislados.
Me gustaría poner de manifiesto, a quien corresponda, que el ruido que se escucha últimamente en la sala principal de Les Arts proveniente del sistema de aire acondicionado está alcanzando unas proporciones muy molestas y el zumbido persistente se oye desde cualquier punto del teatro en cuanto el nivel de la música es bajo.
Por otro lado también quisiera dejar constancia, una vez más, de mi inútil queja por las estúpidas traducciones al castellano de los libretos en la subtitulación, donde siguen obsequiándonos con giros y expresiones “actuales” como: “que se te pasa el arroz” o “me quedo de pasta de boniato”, pretendiendo (supongo) acercar el texto a los más jóvenes o hacerse los graciosillos, pero consiguiendo únicamente sonrojar al público, al que parece que toman por imbécil.
No quiero finalizar sin hacer referencia a un par de noticias de las que tuvimos conocimiento anoche. En primer lugar se ha hecho ya oficial, muy lamentablemente, que Riccardo Chailly no dirigirá en Les Arts la ópera “Ariadne auf Naxos”, de Richard Strauss, prevista para mediados de diciembre, al estar siendo objeto el director italiano de pruebas cardiológicas que le han obligado a cancelar todos sus compromisos para el próximo mes. Ahora queda en manos de la dirección del teatro valenciano decidir si cancela definitivamente la representación, la pospone o busca a otro director con garantías, cosa que en las fechas en que nos encontramos me parece harto difícil.
Por otro lado, ya se van confirmando parte de los repartos previstos para las funciones del Festival del Mediterrani. Para “Il Trovatore” se anuncia que Jorge de León estará acompañado por la soprano italiana María Agresta y por el barítono Sebastián Catana. En “Medea”, Violeta Urmana asumirá el papel protagonista, anunciándose a María José Montiel como Neris, Ofelia Sala como Glauce, y del elenco masculino nada se sabe aún. Y para “Tristán e Isolda” la protagonista femenina será Jennifer Wilson, con Ekaterina Gubanova como Brangane y el barítono británico James Rutherford, intuyo que como Kurwenal.
Veremos en qué queda todo al final.