Ayer, 6 de
febrero, se representó en el Palau de les Arts la primera función de ópera del
año 2019, con el estreno de I Masnadieri,
de Giuseppe Verdi. Este es un dato bastante lamentable. Que hayamos
estado en València 52 días, desde la última Flauta
Mágica del 15 de diciembre, sin una sola representación de ópera de
temporada, en un mes como el de enero, de máxima actividad operística en
cualquier teatro medianamente serio, es preocupante.
Esta era una práctica habitual durante el mandato Livermore, ya que el ex intendente aprovechaba tradicionalmente ese mes para dedicarse a sus bolos presentando en otros teatros producciones suyas como director de escena. Este año no sé realmente por qué se ha vuelto a dejar enero en blanco. En cualquier caso, es una temporada de transición que fue montada tras la dimisión de Livermore mientras se esperaba el nombramiento del nuevo responsable de la dirección artística; así que confiemos en que esta sea una de las cosas que remedie a partir de la próxima temporada el nuevo equipo gestor comandado por el señor Jesús Iglesias Noriega.
Iglesias parece que el 1 de enero se ha incorporado ya definitivamente a su despacho en Les Arts y la entrada no ha podido estar rodeada de menos tranquilidad. Se encontró con la dimisión de Inmaculada Pla como Directora General a los 18 días de su nombramiento, después con una nota del Comité de Empresa del teatro acusando a sus gestores de incompetente gestión y falta de rumbo y, por si teníamos poco, el pasado martes se hizo público el anuncio de convocatoria de huelga por parte del Cor de la Generalitat. De momento la huelga está convocada para las dos últimas funciones de I Masnadieri, los días 15 y 17 de febrero; para el concierto del 7 de marzo en conmemoración del 600 aniversario de la Generalitat; y para todas las funciones de Iolanta y La malquerida.
La amenaza de huelga del Cor venía ya rondando desde las funciones de Tosca de la primavera pasada. Finalmente parecieron tranquilizarse las aguas, estableciéndose una comisión de seguimiento y continuando las negociaciones entre representantes de la empresa y de los trabajadores, pero la administración autonómica les ha sorprendido ahora sacando la convocatoria de las plazas de todos los componentes del coro a oposición, poniendo así en riesgo el mantenimiento mismo de la formación y dejando en evidencia la palabra del conseller Marzà cuando les aseguró recientemente que se tendría en cuenta la singularidad del coro a la hora de tomar decisiones sobre la consolidación de sus plazas que sería paulatina y no traumática.
Veremos cómo acaba esto, aunque entre la estulticia de algunos y el cabreo de otros, la cosa no parece pintar bien. Después de tanta tomadura de cabello y buenas palabras que siempre han sido seguidas por malas acciones de la administración, sería lógico pensar que los componentes del coro no se chupen el dedo y les cueste bastante fiarse ahora de cualquier nueva promesa… pero, en fin, seguiremos confiando en la capacidad negociadora de las partes y en que alguien imponga una brizna de sentido común en los representantes públicos que están a punto de conseguir cargarse un pilar cultural fundamental de la Comunidad Valenciana como es el Cor de la Generalitat, afectando además de manera directa a la línea de flotación del proyecto de futuro del Palau de les Arts, que, si acaba por perder la calidad de sus cuerpos estables (orquesta y coro) que han sido hasta ahora un referente en España, dejará de tener sentido. Habrá que estar atentos pues a ver qué papel mediador puedan jugar, o no, el nuevo director artístico o el Patronato de Les Arts. Seguiremos atentos el culebrón.
Pero bueno, ciñéndome ya a mis impresiones de la función de ayer, después de la polémica generada por La flauta mágica que abrió la temporada, la producción de I Masnadieri presentada anoche obtuvo un éxito bastante considerable. Más por el apartado musical y vocal que por una puesta en escena que más bien pasó sin pena ni gloria, lo cual no es que sea algo positivo, pero viendo el escandalazo anterior casi que igual hay quien salió más contento que unas pascuas. Se trata de una coproducción del Teatro San Carlo de Nápoles y La Fenice de Venecia con dirección escénica de Gabriele Lavia, aunque ha sido Allex Aguilera el encargado de dirigir esta reposición, con la escenografía de Alessandro Camera, vestuario de Andrea Viotti e iluminación de Allex Aguilera y Nadia García.
Toda la acción se desarrolla en un único espacio escénico que recuerda a una nave industrial abandonada, configurado por una especie de bosque donde los árboles son focos y enmarcado por unos muros con grafitis y la leyenda Libertà o Morte de fondo. Un viejo sillón y una enorme cruz que desciende en la escena del sepulcro de Massimiliano son los únicos elementos escenográficos en ese espacio. Aunque escuché bastantes comentarios positivos, posiblemente debidos a la resaca flautista, a mí me pareció estéticamente bastante feo todo. Pero eso de la fealdad o belleza es algo subjetivo y además no creo que sea lo peor. A mi juicio lo más negativo de la propuesta escénica es lo poco que se lo curran.
Es verdad que el libreto de Maffei es absurdo e insustancial como pocos y posiblemente plantee no pocos problemas de concepto escénico, pero aquí la solución adoptada parece ser no afrontar esos retos dramatúrgicos y dejar que todo se desarrolle en un único espacio, con el agravante de que la dirección y movimiento de actores brilla por su ausencia y la mayor parte del tiempo parecen dejados a su suerte. Si, como es el caso, los cantantes tampoco son precisamente Sarah Bernhardt y Laurence Olivier, pues el impacto de la acción dramática viene más dado por la música que por el trabajo actoral que me pareció bastante pobre. Eso sí, al pobre Ruciński le hacen pasarse toda la ópera moviéndose con la pata tiesa (con perdón). Este inconsistente trabajo de actores llama la atención especialmente por la condición de actor, director de cine y director teatral de Gabriele Lavia que aquí francamente parece haberse querido complicar la vida muy poco.
No pude evitar recordar anoche el modesto Barbiere di Siviglia que se ofreció la pasada semana en versión semi escenificada en el Auditori por los amigos de la Fundación Eutherpe, donde, con una escasez de medios enormes y un espacio nada favorable, pero con un trabajo cuidadoso e inteligente de Kike Llorca y unos jóvenes artistas entregados, se consiguió meter plenamente en la obra al espectador y transmitir el espíritu de la ópera de forma idónea.
En la parte negativa de la propuesta de Gabriele Lavia consignaría también los focos que deslumbran al espectador (si me dieran un euro por cada vez que he renegado de esto, tendría ahora una piscina como la del Tío Gilito) y el exceso de humo que ahoga al que todavía no ha quedado cegato. El vestuario de los bandidos con cueros, fular de colores y sombreros de copa era casi tan absurdo como feo. Aunque para feo el tropel de punkis zombis que acompañan a Francesco en el acto II.
Sí que hubo cosas que me gustaron, como algún efecto luminoso, pese a la quemadura de córneas y, sobre todo algo enormemente positivo y de aplaudir sin reparo: que nos dejasen disfrutar de la preciosa obertura y el estremecedor solo de chelo sin proyecciones, actores haciendo el memo, ruidos improcedentes, ni pamplinas. Telón bajado, sala oscura y la música de Verdi. Esa es la mejor forma de ambientar al espectador y empezar a introducirle en el drama musical que se avecina.
La dirección musical corrió a cargo de Roberto Abbado que este año se va a inflar a dirigir funciones como despedida de su condición de director titular de la casa. Parece ya absolutamente confirmado que no renovará como tal cuando finalice su contrato, aunque se ha anunciado el deseo de Les Arts y del propio director para que su presencia en València en futuras temporadas quede garantizada como uno de los directores invitados. También ha confirmado Jesús Iglesias que la próxima temporada la orquesta continuará sin director titular. Ese es otro de los problemas prioritarios que debería solucionar el nuevo director artístico, anunciando tan pronto como sea posible un nombre relevante para sustituir a Abaddo si no quiere que continúen las deserciones en la Orquestra de la Comunitat Valenciana y su calidad se vea mermada de forma irreversible.
Por el momento, la calidad de la agrupación sigue estando ahí y ayer se lograron algunos momentos muy relevantes para el lucimiento de los solistas, especialmente de Rafal Jezierski con ese maravilloso violonchelo que lleva a sus espaldas todo el peso de la obertura y que consiguió poner los pelos de punta a la platea desde los primeros compases. También destacó la cuerda en la bellísima introducción al acto II, el diálogo de arpa y flauta en “Lo sguardo avea degli angeli” y durante toda la obra fue memorable la asociación de las maderas, con gran inspiración en flautas, fagot, clarinete y oboe, este último a cargo de un Christopher Bouwman que ya ha anunciado oficialmente que el año que viene estará en la Israel Philarmonic Orchestra, otra pérdida muy dolorosa para nuestra orquesta.
Por el momento, la calidad de la agrupación sigue estando ahí y ayer se lograron algunos momentos muy relevantes para el lucimiento de los solistas, especialmente de Rafal Jezierski con ese maravilloso violonchelo que lleva a sus espaldas todo el peso de la obertura y que consiguió poner los pelos de punta a la platea desde los primeros compases. También destacó la cuerda en la bellísima introducción al acto II, el diálogo de arpa y flauta en “Lo sguardo avea degli angeli” y durante toda la obra fue memorable la asociación de las maderas, con gran inspiración en flautas, fagot, clarinete y oboe, este último a cargo de un Christopher Bouwman que ya ha anunciado oficialmente que el año que viene estará en la Israel Philarmonic Orchestra, otra pérdida muy dolorosa para nuestra orquesta.
La partitura de I Masnadieri responde a un esquema todavía bastante primitivo de Verdi, con sus números cerrados, sus recitativos, arias y cabalettas y una orquestación todavía lejos del refinamiento de sus más maduras creaciones. No obstante es innegable la belleza musical de muchos momentos y el sustento dramático que impregna buena parte de sus pentagramas. A mí me gustó bastante el trabajo que llevó a cabo ayer Roberto Abbado. Tuvo un cuidado exquisito con los cantantes, especialmente con la soprano a quien llevó en bandeja en los pasajes más peliagudos. Supo imponer brío, ritmo y un buen pulso dramático donde los acentos verdianos no se desdibujaban. Combinó con inteligencia la morbidez de los fragmentos más líricos y la garra en los heroicos. Optó por situar al coro en el foso para algunos de los coros internos y creo que la decisión esta vez fue acertada. Considero que Abbado pasó ayer la prueba con nota una vez más. Estoy convencido de que no es el director que necesita la Orquestra de la Comunitat Valenciana para evolucionar y consolidarse, pero lo que no se le podrá negar al director italiano es su honestidad y los buenos resultados que, en líneas generales, ha obtenido en València.
Que la ópera se llame I Masnadieri y no Ahí viene Carlo de Moor el pecador de Sajonia, por ejemplo, pone de manifiesto la importancia que tiene el coro en esta obra. El Cor de la Generalitat estuvo de nuevo sobresaliente y ni siquiera las malas noticias que les han llevado a convocar la próxima huelga, impidieron que disfrutásemos de su enorme calidad. El protagonismo de sus componentes masculinos brilló en el acompañamiento a la cabaletta del acto I “Nell'argilla maledetta” o en el “Noi meniam la vita libera” del III y se mostró poderosísimo en momentos como el “Su fratelli” que cierra el acto II o en el coro del juramento. Las mujeres tienen una actuación mínima, pero aún así quisiera destacar dos aspectos, la homogeneidad, equilibrio y claridad que se apreció en su interno del inicio del acto II y la belleza en la ejecución muy matizada de su intervención desde el foso.
El reparto de solistas vocales mantuvo un nivel general bastante bueno, aunque hubo un intérprete que estuvo muy por encima del resto, el barítono polaco Artur Ruciński, en su cuarta visita a Les Arts, si no recuerdo mal, tras sus participaciones en Manon, Eugene Oneguin y Don Pasquale, al que en esta ocasión le tocó afrontar uno de los personajes más detestables del repertorio, el malvado Francesco… y estuvo imponente. Reconozco que cuando me encuentro con un cantante que controla el fiato y se recrea en frases larguísimas, bien ligadas y con buena dicción y expresividad, ya me tiene conquistado, y anoche Ruciński dio toda una lección en ese terreno. Me da igual que a veces se le vaya la voz un poco atrás o que escénicamente le falte un poco de chispa; con acentos nobles, fraseo sentido y expresividad vocal dibujó un malvado barítono verdiano de muchos quilates, en una actuación a la que hay que añadir el mérito de ir todo el tiempo arrastrando la pierna estirada, que digo yo que acabaría con un dolor muscular importante. Fantástico en su aria de salida y especialmente en su gran escena del acto IV. Bravo.
Pese a que durante un tiempo se anunció en el papel protagonista de Carlo de Moor a Fabio Sartori, finalmente, sin que sepamos por qué no vino Sartori, el rol ha sido asumido por el tenor Stefano Secco. Fue el que menos me convenció de todo el elenco. Presentó tirantez arriba, una emisión no del todo limpia en su aria de entrada y sobre todo un recurrente empleo de portamentos y empujones de voz que afearon un fraseo en el que, por otra parte, mostraba legato y estilo, pero huérfano de belleza.
La también italiana Roberta Mantegna fue una Amalia muy digna en un papel que es un auténtico campo minado lleno de trampas, escrito para el virtuosismo de la mítica soprano sueca Jenny Lind. Cantó Mantegna con delicadeza y buen gusto, con algunos matices interesantes y bien en el plano expresivo. Peor lo pasó con trinos y agilidades, pero como decía antes, solventó la papeleta muy dignamente, con timbre atractivo, suficiente volumen y homogeneidad de registros. En su debe hay que consignar que no apartase la mirada en toda la función de Roberto Abbado, desluciendo así sus prestaciones escénicas.
El veterano Michele Pertusi fue un Conde de Moor de irreprochable acento verdiano, bello timbre, noble fraseo, perfecta dicción y gran sabiduría escénica; los problemas vienen con un cierto desgaste vocal que empieza ya a mostrarse y un volumen limitado que le impedía a veces superar la orquesta.
En papeles menores estuvieron mucho mejor de lo que me esperaba el Moser de Gabriele Sagona, Bum Joo Lee como Arminio y Mark Serdiuk como Rolla. Pese a alabar su desempeño no entiendo por qué para estos comprimarios no se tira del fondo del Centre de Perfeccionament.
Como muchos nos temíamos, el reclamo de Verdi no fue suficiente para conseguir llenar el teatro con un título muy desconocido para el gran público. Y esto es algo que no consigo entender. Precisamente si la obra es menos conocida debería motivarnos más a enfrentarnos con nuevas propuestas, pero parece que hay gente que sólo está dispuesta a ver todos los años lo que se sabe de memoria. En fin… Bastantes huecos en la sala, pero creo transmitir el sentir general si digo que los que fuimos nos lo pasamos estupendamente. Al final fueron ovacionadísimos Ruciński, el coro y la orquesta, habiendo grandes aplausos para el resto del elenco. La curiosidad final que no he conseguido aún aclarar es por qué no salió nadie del equipo escénico a saludar…¿flautitis aguda?...
Bueno pues hasta aquí esta primera crónica del año. Si os estáis pensando si vais o no a conocer a estos bandoleros verdianos, mi consejo es que lo hagáis, seguro que descubrís una partitura con muchas más sorpresas de las esperadas, un equipo vocal muy solvente y un coro espectacular que merece nuestro apoyo más que nunca.
ACTUALIZACIÓN A 11/02/19:
Los trabajadores del Cor de la Generalitat han acordado hoy desconvocar los paros que habían anunciado para las dos últimas funciones de I Masnadieri, los días 15 y 17 de febrero; para el concierto del 7 de marzo en conmemoración del 600 aniversario de la Generalitat; y para todas las funciones de Iolanta y La malquerida. Se supone que mañana se comunicará oficialmente la desconvocatoria al Tribunal d'Arbitratge Laboral (TAL) tras haber aceptado la Conselleria de Cultura que la regularización de la plantilla se lleve a cabo de forma progresiva y no sacando la totalidad de las plazas a concurso oposición.
Una muy buena noticia que espero se confirme definitivamente y ayude a garantizar la estabilidad de los miembros del Cor de la Generalitat y el mantenimiento de su excelencia artística.