domingo, 26 de septiembre de 2010

ERIK SATIE Y EL CABARET

“El bohemio (Erik Satie en su estudio de Montmartre)” - 1891 – Santiago Rusiñol

Durante bastantes años el compositor francés Erik Satie intentó sobrevivir a su pobreza trabajando de pianista en distintos locales, especialmente en el cabaret parisino “Le Chat Noir”. En la entrada de este mítico recinto de Montmartre había un cartel que decía algo así como: “¡Paseante, detente!. Este edificio fue consagrado por voluntad del destino a las Musas y a la Alegría bajo los auspicios del Gato Negro. ¡Paseante, sé moderno!”.

Y es que, en aquellos años, “Le Chat Noir” era el paradigma de la modernidad y centro de reunión de la sociedad parisina en su animada vida nocturna. Pero también era el lugar al que acudían jóvenes artistas con el propósito de conseguir algún día leer sus versos, cantar sus canciones, vender sus dibujos o simplemente para
dejarse ver con aire bohemio e intelectual en aquel templo de la modernidad.

Uno de esos jóvenes fue Satie. Con apenas 20 años, tras dar por finalizado su servicio militar con alguna que otra argucia (parece que se provocó una bronquitis para ser licenciado), se instaló en el barrio parisino de Montmartre y entró en contacto con el mundo bohemio de la capital, apareciendo un buen día por “Le Chat Noir”, donde se presentó como “Erik Satie, Gimnopedista”, y al poco tiempo era uno de los pianistas habituales del cabaret.

Su actividad en el mundo del music-hall no se limitó a “Le Chat Noir” y estuvo presente en otros locales emblemáticos de París, como “Le Divan Japonais”, inmortalizado por los carteles de Toulouse-Lautrec, o “L´Auberge du Clou”, donde conoció a Claude Debussy.

Durante las casi dos décadas en las que se ganó la vida como músico de cabaret o café-concert, Satie realizó arreglos de más de un centenar de canciones populares y además compuso algunas propias, muy alejadas del estilo de música que le consagraría definitivamente como uno de los más relevantes (y extravagantes) compositores de principios del siglo XX.

Satie siempre renegó de estas composiciones de cabaret, que consideraba decadentes y puramente alimenticias, pero no pudo evitar que esa música tuviera cierto reflejo en obras suyas posteriores y, en cualquier caso, aun constituyendo obras menores dentro de su producción, son atractivas, cadenciosas y pegadizas melodías que nos transportan inmediatamente al ambiente de las noches parisinas de comienzos del siglo XX.

Posiblemente las obras más conocidas sean
“Tendrement”, “La Diva de l’Empire” y “Je te veux”. Al igual que otras muchas de las canciones de Satie de este periodo, fueron compuestas para Paulette Darty una cantante francesa que era conocida como “la reine de la valse lente”. Darty llegó a ser muy popular en el ámbito del cabaret y el music-hall, llegando a cantar en La Scala… bueno, en la otra Scala, un afamado music-hall parisino homónimo del teatro milanés.

“Tendrement”, con texto de Vincent Hyspa, es un ejemplo de esos “valses chantées” que popularizara Paulette Darty en los últimos años del siglo XIX. Aquí podemos escuchar esta pieza, en su versión para piano solo, interpretada por Jean-Yves Thibaudet:


Video de newFranzFerencLiszt

“La Diva de l’Empire” fue compuesta originariamente para voz y piano, con letra de Dominique Bonnaud y Numa Blès, aunque curiosamente se popularizaría en su versión para piano solo. No llega a ser un típico “valse chantée”, sino que suele asociarse más a los ritmos del cakewalk o el ragtime. He traído hoy la versión de la soprano británica Felicity Lott, acompañada al piano por el gran Malcolm Martineau, tal y como la interpretaron en el Liceu en la temporada 2002-2003:


Video de LiceuOperaBarcelona

“Je te veux”, con letra de Henry Pacory, fue estrenada en 1903 en La Scala (el cabaret) y es un prototipo de chanson de café concert con un bello aire de vals. La versión que de ella hace Jessye Norman, acompañada al piano por Elisabeth Cooper, me parece el mejor cierre posible para este post de hoy:


Video de PakoChile

lunes, 20 de septiembre de 2010

DANDO RESPUESTA A BÚSQUEDAS FALLIDAS


Hace ya bastante tiempo que me pasó por la cabeza hacer una entrada acerca de qué está buscando la gente cuando entra en mi blog. Y creo que hoy puede ser el día.

Siempre he dicho que hay cosas de Internet que me parecen directamente obra del Maligno, y, en este sentido, una de las posibilidades que nos brinda a quienes administramos un blog es conocer qué parámetros de búsqueda han utilizado nuestros visitantes (o sea, qué han escrito en Google) para acabar viendo en su pantalla las tonterías que de vez en cuando me da por escribir.

Está claro que, en la mayoría de las ocasiones, las búsquedas están directamente relacionadas con los temas sobre los que escribo, pero hay veces en que sólo Bill Gates sabrá por qué surrealistas circunstancias acaban aquí algunas personas que buscaban en la red informaciones, en algunos casos de lo más insólito, que no tienen nada que ver con el contenido del blog y que, obviamente, no encuentran respuesta en el mismo.

Así que hoy he decidido reflejar algunas de esas búsquedas frustradas, intentando dar solución a lo que inquietaba a esos osados navegantes de las procelosas aguas de la red de redes que arribaron esperanzados a las costas del blog de Atticus y marcharon de él abatidos por el fracaso; confiando en que si el Diablo Google vuelve a engañarles con malévolos cantos de sirena atrayéndoles hacia aquí, puedan ver sus expectativas cumplidas. Al menos en parte, porque al no ser yo experto en estos temas, quizás mi información no sea todo lo precisa que esperan, pero la intención es lo que cuenta.

Bueno, pues vamos allá con una pequeña selección.

¿Cómo es el canto de un isabelita del Japón?
El isabelita del Japón es un pájaro de cuerpo fuerte, cola ancha y plana, con un pico fuerte de color carne en los jóvenes y gris oscuro en los adultos, y las patas son de color pardo con las uñas oscuras. Hay quien dice que el canto es la única forma de diferenciar al macho de la hembra, pero no es así. Ambos pueden cantar, aunque la hembra en un tono más grave que el macho. La única forma real de diferenciarlos parece que es porque el que baila en el cortejo nupcial es el macho. Y yo añado que si pone huevos es hembra, fijo. En cuanto a cómo canta, aquí te dejo un video apasionante:

 

Sonidos guturales director negro Scala de Milán
Yo recuerdo a Henry Lewis un director de orquesta norteamericano que creo que sí llegó a dirigir en alguna ocasión en la Scala en los años 60, pero dudo mucho que se dedicara a emitir sonido alguno mientras dirigía. Más bien tu consulta creo que encuentra respuesta en que, en el año 2000, Vittorio Grigolo debutó en la Scala y, ante la continua emisión de berreos y sonidos guturales por parte del muchacho, el director, Riccardo Muti, acabó negro.

¿Cuántos años tiene doña Schmidt?
Eso está muy feo. Indagar la edad de las mujeres siempre ha sido contrario a las básicas normas de urbanidad. Así que sintiéndolo mucho no te voy a facilitar la fecha de nacimiento de nuestra querida Helga Schmidt, pero para que no te vayas otra vez de vacío, te daré algún dato. Dice ella misma que se colaba cuando era niña en los ensayos del Festival de Salzburgo para ver dirigir a Fürtwangler. Bueno, pues Fürtwangler empezó a dirigir en Salzburgo en 1937 y murió en 1954. Tú mism@.

Videos de señoras en medias de seda Ignoro si el interés de la consulta es meramente profesional y procede de un directivo de Golden Lady, o si el propósito de la búsqueda es de índole lúbrico y fetichista. A mí, dentro de mis limitaciones, no se me ocurre mejor video que el de este pedazo de señora que se llamaba Cyd Charisse, en medias de seda, o sea en la película “Silk Stockings” (traducida en España con ese gracejo que nos caracteriza como “La Bella de Moscú”), acompañada de Fred Astaire, bailando el tema “All of you” de Cole Porter:



¿Por qué los marranos engordan más escuchando música de Beethoven y Mosar?
Doy por sentado que no es una alusión a mi persona, sino una inquietud científica y que Mosar es Mozart. Pues bien, parece ser que es verdad que el ganado porcino aumenta su engorde en las granjas si escuchan música clásica y en concreto se habla de tres compositores: Beethoven, Mozart y Haydn. Parece que los cerditos se relajan cuando escuchan la música y así asimilan mejor el alimento sin quemar energía por stress. No sé si el que esos tres compositores sean los preferidos se deberá a que sólo han hecho la prueba con estos tres o a que realmente su música es más propicia para el engorde. Yo por si acaso me he puesto a escuchar a Schönberg a ver si hace el efecto contrario.

Garanca Netrebko en la cama
Querid@ visitante: Denoto cierto tenor guarrindongo en tu búsqueda. ¿No serás tú quien buscaba también lo de las señoras con medias de seda?... He encontrado una imagen de la producción de “I Capuleti e I Montecchi” de Bellini, que pudo verse en Londres el año pasado, donde ambas cantantes están en la cama, aunque posiblemente no sea lo que tú querías ver. Si prefieres un video, como no he encontrado nada de las dos juntas encamadas, aquí te adjunto uno de Netrebko en la cama, aunque con Alagna, interpretando “Romeo y Julieta” de Gounod. Igual te corta un poco el rollete ver a Roberto en gallumbos luciendo pantorrillas, pero es lo que hay:



Danny Daniel tiene el mismo timbre que Juan Diego Flórez

No sé si te refieres al Danny Daniel que en los años 70 cantaba “El vals de las mariposas” con Donna Hightower. Si es así, he de decirte que el timbre no es exactamente igual. Si observas detenidamente la foto, podrás percatarte que el de la derecha, que es el de la mansión de JDF, tiene videoportero, y el del piso de Danny, no.

Escuchar ópera Lucía de la muermón
Ya sé que hay quien opina que la obra de Donizetti es aburrida. No es mi caso (bueno, L’Elisir…). Pero precisamente la Lucía no es un muermón, hombre. Para que lo compruebes aquí te dejo este video del final del acto I, con Nino Machaidze y el magnífico Celso Albelo:



Hugh Jackman se parece a Robert Powell
Lo que más me sorprendió de esta consulta era la ausencia de signos de interrogación, con lo cual doy por hecho que es que se afirma que Hugh Jackman se parece al también actor Robert Powell. Esto de los parecidos es algo muy personal, así que lo mejor es ver la imagen de los dos juntos y cada uno que se forje su opinión. Ahí los tenéis. Clavaditos.

Oscar de Yon Wein

Querid@ visitante: El actor norteamericano Yon Wein pese a haber llevado a cabo inolvidables (y peculiares) interpretaciones a lo largo de su carrera, sólo al final de la misma consiguió ganar el Oscar de la Academia, por “True Grit” (Valor de Ley) en 1969, teniendo grandes rivales ese año que también estaban nominados, como Dastin Jofman, Yon Boit, Richar Barton y Piter Otul.

Escuchar wa yen si ei
Cuando vi esta búsqueda no entendía nada. No sólo por qué narices acabó alguien aquí escribiendo semejantes palabros, sino ni siquiera lo qué buscaba. Pero releyendo la frase una y otra vez, de pronto hízose la luz y comprendí, ¡querías escuchar la canción “YMCA”, de Village People!. Así que eso tiene fácil solución. Eso sí, intenta apuntarte aunque sea al curso ese de “El inglés en mil palabras” que anuncian en la radio. Tus deseos quedan cumplidos con el video con el que finalizo este disparate de post que me ha salido hoy y que podrás ver si pinchas aquí.

jueves, 16 de septiembre de 2010

PIOTR BECZALA CANTA MONIUSZKO


Ya está en el mercado el segundo disco de Piotr Beczala. Si en 2007 su primer trabajo, “Salut!”, estaba dedicado a arias de ópera francesa e italiana, en esta ocasión nos ofrece una interesante selección de arias de ópera eslava, acompañado por la Orquesta Sinfónica de la Radio Polaca bajo la dirección del jovencísimo Lukasz Borowicz.

Junto a fragmentos de obras más conocidas (“Eugene Onegin”, “Rusalka”, “Iolanta”, “La Dama de Picas”, “El Príncipe Igor” o “Sadko”) el mayor aliciente del disco, aparte de disfrutar de la siempre interesante voz de Beczala, está en descubrir algunas atractivas piezas del demasiado desconocido repertorio polaco, de autores como Zelenski, Nowowiejski o Moniuszko, a quien quería hoy traer al blog.

Stanislaw Moniuszko (1819-1872) es un compositor polaco cuya fama ha trascendido escasamente fuera de sus fronteras, pero que está altamente valorado en su país, casi al mismo nivel que Chopin. Está considerado como el padre de la ópera polaca, aunque anteriormente a él otros compositores, como Kamienski o Stefani, ya habían hecho sus pinitos en este campo. Sin embargo, las óperas de Moniuszko, claro ejemplo de nacionalismo romántico, están profundamente impregnadas del folklore tradicional polaco y fueron las primeras en obtener una importante repercusión popular en su país.

Su primera ópera es también su composición más conocida. Se trata de “Halka”, una obra con libreto de Wlodzimierz Wolski, autor del poema del mismo nombre. En ella se cuenta la historia de Halka, una joven campesina enamorada de un hombre de clase alta de quien queda embarazada y que termina engañándola al comprometerse con la hija de un alto funcionario real, para conservar su riqueza, ante lo cual Halka se suicida.

Es una obra cargada de lirismo, que se ha venido considerando un símbolo del sufrimiento del pueblo polaco por su libertad. Inicialmente compuesta en 1847 como ópera en dos actos, no fue estrenada en Varsovia hasta 1858, tras ser reescrita en una versión revisada en cuatro actos, alcanzando un enorme éxito.

Aquí podemos escuchar a Piotr Beczala en el aria del acto IV “Nieszesna Halka!”, en la que el campesino Jontek, enamorado de Halka desde la infancia, se lamenta de su amor no correspondido:



“Straszny Dwór” (“La Mansión Encantada”) fue estrenada el 28 de septiembre de 1865 en el Teatro Wielki de Varsovia, donde tan sólo se llevaron a cabo dos funciones, ya que, a la tercera, la censura de la Rusia zarista que controlaba el país prohibió que se siguiera representando, no volviéndose a poner en escena en vida del compositor. Realmente no tiene un trasfondo político, como sí lo tenía “Halka”, tratándose de una trama amorosa con toques humorísticos en el seno de la aristocracia, pero no sentó nada bien a la censura zarista.

Narra cómo Stefan y su hermano regresan de servir como soldados en la guerra y juran permanecer célibes para servir mejor a su país, pero, como no podía ser de otra forma, caen enamorados de dos hermanas y para comprobar su valor son invitados a pasar una noche en una casa que se dice encantada. Actualmente es una obra fundamental en el repertorio operístico de su país y en ella Moniuszko alcanza su mayor refinamiento, destacando especialmente por el inteligente tratamiento de los fragmentos corales.

Seguidamente podemos escuchar a Beczala interpretando el aria “Cisza Dokola” (algo así como “el silencio que me rodea”) también conocida como aria del reloj, del acto III de “La Mansión Encantada”, un fragmento que rebosa melancolía, en el que Stefan, rememora su infancia mientras contempla la luna y el sonido del reloj acompaña sus pensamientos:



“Flis”, estrenada en 1858 tras el enorme éxito cosechado por "Halka", fue la segunda ópera estrenada del compositor polaco, pese a ser la cuarta que compuso. Si “La Mansión Encantada” apenas ha trascendido fuera de las fronteras polacas, “Flis” lo ha hecho aún menos, y apenas es conocida por alguna escasa grabación discográfica. Es una ópera en un acto que describe una historia de amor ambientada en los paisajes rurales del río Vistula y también se encuentra fuertemente impregnada de las tradiciones populares polacas.

Para finalizar, escuchamos de nuevo a Beczala, esta vez en el aria de Franek “Plyna tratwy po Wisle”, perteneciente a la ópera de Moniuszko “Flis”:


Si estáis interesados en escuchar el disco completo de Piotr Beczala dedicado a arias de óperas eslavas, hacedme llegar vuestro email y veremos qué se puede hacer…

domingo, 12 de septiembre de 2010

AU REVOIR, MONSIEUR CHABROL


Hoy ha fallecido en París, ciudad en la que nació, el cineasta francés Claude Chabrol.

Cuando se cumplían exactamente ocho meses de la muerte de Eric Rohmer, ha llegado la noticia del fallecimiento de Chabrol, otro de los críticos-cineastas que trabajaban en la revista “Cahiers du Cinema” y que junto a Rohmer, Truffaut, Godard o Rivette formaban el grupo de los llamados “jóvenes turcos”. Como críticos se propusieron defender la condición de “cine de autor” respecto a la obra de directores como Hitchcock, Howard Hawks, Fritz Lang o Jacques Becker, y como realizadores conformarían el germen de lo que se denominaría Nouvelle Vague, constituyendo una auténtica revolución técnica y artística en el lenguaje cinematográfico.

Se suele admitir que el inicio oficial de la Nouvelle Vague se produce precisamente con el estreno el 10 de enero de 1959 de la película dirigida por Claude Chabrol “El Bello Sergio”, su ópera prima, y con la que conseguiría el premio al mejor director en el Festival de Locarno. Con su siguiente película, “Los Primos”, aún llegó más lejos y obtuvo el Oso de Oro en el Festival de Berlín.

Siempre he sido un enamorado del cine francés, y Claude Chabrol ha tenido un lugar destacado en mi filmoteca. Me gusta del cine de Chabrol la acidez corrosiva con la que radiografía a la sociedad francesa pequeño burguesa y las violentas relaciones de clases. Sus películas se suelen desarrollar en pequeñas ciudades de provincias donde la apariencia de normal cotidianeidad de lo que sucede, esconde unos oscuros comportamientos marcados por la ambición, la mezquindad y los bajos sentimientos que acabarán desatándose. Su mirada se centra más en el fondo de sus personajes y sus ambiguos comportamientos, llenos de contradicciones morales, que en el mero espectáculo de la narración de los hechos que suceden. Él mismo decía que era partidario de “tramas simples con personajes complicados”.

La influencia de algunos de los directores que él alabó como crítico, como Hitchcock o Lang, es palmaria en muchas de sus obras, sin embargo Chabrol consigue dotarlas de un lenguaje particular que las hace reconocibles a pesar de la variedad de temas que puedan tratar y que le convierte a él también en un director-autor indiscutible.

Reputado director de actrices, en la mayor parte de su filmografía nos encontramos con mujeres de fuerte personalidad que se convierten en protagonista central de algunas de sus principales películas como “Las ciervas” (1968), “La Mujer Infiel” (1969), “El Carnicero” (1970), “Violette Nozière” (1978), “Pollo al Vinagre” (1985), “Un asunto de mujeres” (1988), ”Madame Bovary” (1991), “La Ceremonia” (1995), “Gracias por el Chocolate” (2000), o su penúltimo trabajo, “Borrachera de Poder” (2006). Para estos papeles ha contado siempre con dos actrices fetiche de enorme talla interpretativa, su segunda esposa en la vida real, Stephane Audran, y la extraordinaria Isabelle Huppert.

Otros colaboradores habituales han sido el director de fotografía portugués Eduardo Serra, con quien consigue un inteligentísimo empleo de la luz y del color, o su hijo Matthieu Chabrol, que ha compuesto la banda sonora de todas sus películas desde los años 80, caracterizándose por no ser música descriptiva que acompaña a la acción, sino música creada a partir de lo que el guión sugiere al compositor y colocada luego por Chabrol (padre) donde éste consideraba oportuno. Sus ritmos seriales y la chirriante atonalidad presente en las bandas sonoras de Chabrol (hijo), constituyen el complemento perfecto a los ambientes opresivos y desasosegantes en que suele desarrollarse la acción de las películas de su padre.

Gastrónomo exquisito, la comida siempre ocupa un lugar importante en los films de Chabrol y eran famosos en sus rodajes los banquetes que se organizaban en lugar del socorrido bocadillo. Se llegó a comentar incluso que elegía las zonas de rodaje en función de que en ellas se pudiese comer bien.

Para finalizar este modesto recuerdo a otro nombre clave de la cinematografía europea que nos ha dejado un poco más huérfanos de talento, aquí podemos ver el tráiler de “Pollo al Vinagre”, con una aparición del propio Chabrol en un gesto muy a lo Alfred Hitchcock, ese director al que tanto admiraba:


video de pablomaia54

jueves, 9 de septiembre de 2010

FESTIVAL DE SALZBURGO 2010 (II). "ROMEO Y JULIETA" (13/08/10)

Piotr Beczala y Anna Netrebko - "Romeo y Julieta" - Festival de Salzburgo 2010

Tras las intensas emociones de la noche anterior con “Elektra”, me dispuse a vivir mi segunda y última jornada de ópera en el Festival de Salzburgo. En esta ocasión se trataba de “Romeo y Julieta” de Charles Gounod. No es que sea una de mis óperas favoritas, pero lo que me atraía era la posibilidad de poder escuchar por fin en directo a Anna Netrebko después de algunos intentos fallidos, y si para ello tenía que pasar por un “Romeo”, no había problema, y menos aún en Salzburgo, donde hubiese estado dispuesto a tragarme hasta un Elisir donizettiano, que ya es decir.

Al llegar a la calle de los Festivales observé que el ambiente era ligeramente distinto al día anterior. Más joyas, más gente presuntamente famosa que era parada por fotógrafos de prensa y, sobre todo, muchísimas más personas con el típico cartelito: “Suche Karte” (busco entrada). Alguno de los cuales estaba posteriormente en el interior de la sala, con lo cual supongo que consiguió su objetivo. Según leí después en la prensa local parece que en el día del estreno de este “Romeo” se pagaban en reventa unos 1.000 euros por una localidad, lo que pone de manifiesto, aparte de la incorregible estulticia de algunas personas, el tirón popular que tiene Anna Netrebko.

Esta vez la representación tenía lugar en la Felsenreitschule, antigua escuela de equitación, y que constituye uno de los más emblemáticos recintos del Festival. Aquí se vienen representando espectáculos desde los primeros años del Festival de Salzburgo, y los seguidores de los musicales de Rodgers y Hammerstein lo conocemos bien gracias a la película “The sound of music” (en Ejpaña, que somos más chulos, “Sonrisas y Lágrimas”). Realmente impresiona ver este inmenso escenario de anchura inacabable, con sus características arcadas de fondo en 3 pisos, que lo primero que te hace pensar es que los cantantes que no tengan una voz de gran volumen se las van a ver negras para conseguir proyectar adecuadamente. Pero, al menos en este caso, la pareja protagonista lo consiguió con creces.

La producción presentada es la reposición de la que ya pudo verse en el Festival en 2008 y que fue posteriormente editada en DVD. Preparada en aquella ocasión para reunir de nuevo a la mediática pareja Villazón-Netrebko, el embarazo de ésta frustró las previsiones, aunque lanzó a la fama a su sustituta, la georgiana Nino Machaidze. Este año se ha llevado de nuevo la producción al Festival con la presencia, esta vez sí, de Anna Netrebko, y, en lugar de Villazón, el tenor polaco Piotr Beczala.

La dirección escénica ya conocida de Bartlett Sher es vistosa, colorida y muy clásica. No aporta absolutamente nada, pero tampoco llega a molestar. Es muy “americana”, con una estética y planteamiento muy de comedia musical. De hecho, Bartlett Sher ganó en 2008 un premio Tony, como mejor director de un musical, por “South Pacific” en Broadway. Pero, como decía, a mí al menos no me molestó y la puesta en escena es eficaz como mero entretenimiento visual, sabiendo aprovechar el enorme espacio escénico. Incluso parece que a veces se le quedase pequeño, pues hubo varios momentos en los que se decidió desarrollar la acción por los pasillos de platea (un error desde mi punto de vista).

Las coreografías ideadas por BH Barry para las luchas a espada estuvieron bastante bien resueltas y se notaba un trabajo serio de preparación de los cantantes, no quedando, como suele ser habitual, de función fin de curso o filà de moros y cristianos.

Yannick Nézet-Séguin se encargó de la dirección musical, al frente de la Orquesta del Mozarteum. El quebequés debutó en el Festival en 2008 dirigiendo precisamente esta producción de “Romeo y Julieta”. Siempre vehemente en el pódium, su dirección resultó apasionada y llena de ímpetu, sin descuidar los matices más emotivos y la elegancia inherente al repertorio. En el preludio del segundo acto hizo brillar especialmente a una orquesta que mostró durante toda la obra una impecable conjunción y musicalidad, como también lo hizo el Coro de la Ópera de Viena.

La belleza de la voz de Anna Netrebko hace mucho tiempo que me conquistó. Independientemente de la mercadotecnia que siempre acompaña al personaje y de las aventuras profesionales más o menos acertadas que en algún momento ha podido acometer, lo cierto es que esta mujer posee una de las voces más privilegiadas del panorama actual. Pero realmente hasta que no se escucha una voz en directo no se pueden calibrar sus auténticas cualidades. Yo llevaba ya mucho tiempo intentando conseguirlo y la verdad es que esta vez tenía cierto temor a salir desilusionado o a que las condiciones actuales de la rusa no fueran ya las más idóneas. Pero, afortunadamente, no fue así y la experiencia de escuchar y ver a Anna Netrebko sobre la escena supero todas mis expectativas, y estuvo auténticamente radiante.

La cosa sin embargo no empezó del todo bien y en su primera intervención estuvo bastante insegura sin acabar de controlar la emisión de la voz, pero cuando llegó al “Je veux vivre” el torrente vocal fluyó seguro y cristalino consiguiendo una interpretación de gran calibre. Las agilidades siguen siendo uno de los caballos de batalla de Netrebko, pero resolvió la papeleta con encomiable corrección, ayudada también por el tempo impuesto por Nézet-Séguin.

Otro de los habituales reproches que se le suelen hacer es su mala dicción francesa, y he de decir que en este aspecto ha mejorado muy notablemente. No es que la chica sea Régine Crespin, pero no chirría tanto su escucha como hace años.

A partir del segundo acto, donde sus características vocales se adaptaban mejor a la partitura, las prestaciones de la cantante alcanzaron su punto máximo, sabiendo transmitir perfectamente la evolución del personaje. El momento más importante de la tarde vino sin duda con la extraordinaria aria de la poción “Viens! viens! Amour, ranime mon courage” que nos brindó Netrebko, dando una auténtica exhibición de canto, fuerza, matices y emoción, que arrancó el espontaneo aplauso del público y numerosos bravos que se mantuvieron durante largos instantes.

Creo que Juliette es un papel que se le queda ya pequeño a sus condiciones actuales, que reclaman roles de mayor envergadura, pero daba igual. La magia y carisma que desprende Anna Netrebko con su mera presencia es inigualable. Nada más salir a escena su imagen magnetiza todas las miradas. Es como aquellas actrices de cine clásico que con una simple caída de ojos llenaban la pantalla. Además su comportamiento actoral es inmejorable, lo que unido a la mayúscula expresividad que despliega con su canto, hace de la experiencia de asistir a su interpretación un acontecimiento inolvidable.

La belleza de su voz en directo se acentúa, y esa oscura suntuosidad que la caracteriza se extiende homogéneamente, abrazando al espectador e inundándole de belleza sonora. Y no sólo canta con belleza, sino que además emociona. Y lo hace consiguiendo desplegar una paleta de matices casi imposible, llegando desde los pianísimos y filados más exquisitos, desbordados de lirismo, hasta los arrebatados momentos cargados de fuerza y pasión en que despliega toda su exuberancia vocal y el volumen hace que se estremezcan los cimientos del teatro. Y todo ello además lo lleva a cabo con una apariencia de facilidad casi insultante para el resto de los mortales.

Como decía antes, al final la experiencia no sólo valió la pena, sino que superó mis expectativas, y escuchar a Anna Netrebko en directo es algo que recomiendo a todos los amantes de la ópera, incluso a aquellos que puedan ser más críticos o escépticos respecto a la cantante. Creo que no les defraudará.

A Piotr Beczala pude escucharle en directo el año pasado en Viena, también cantando Gounod (en aquella ocasión “Fausto”), y he observado respecto a entonces dos circunstancias que han cambiado para mejor: su dicción francesa, y, sin ser un volcán de pasión, ha mejorado también notablemente en expresividad tanto actoral como vocal. Su comportamiento escénico fue impecable y su dominio de la técnica es espectacular. Exhibió una exquisita musicalidad, homogeneidad y adecuación al género, sin brusquedades ni los histrionismos efectistas de algún antecesor en estas tablas. No capó ni un solo agudo, y en todo momento estuvo valiente, encarando por derecho los escollos de la partitura. Sigue teniendo la peculiaridad de que en los sobreagudos la voz tiende a irse hacia atrás, pero su emisión es limpia y segurísima, mostrando una luminosidad deslumbrante. Su fraseo es impoluto y se marcó algunos pianísimos de ensueño. Un estupendo Romeo.

El resto del reparto estuvo correcto en general, destacando Mikhail Petrenko, que fue un meritorio Fray Lorenzo, luciendo una emisión llena de prestancia y empaque. Su “Entends ma prière fervente” fue más que notable.

Nada más sonar el último acorde, la respuesta del público, que llenaba por completo las más de 1.400 localidades de la Felsenreitschule, fue exultante. Una gran ovación para todos los intervinientes que se convertía en atronadora tempestad de bravos para la pareja protagonista. Muy largos minutos de aplausos que obligaron a salir a saludar al elenco reiteradamente, incluso después de encendidas las luces y retirada ya la orquesta. Pese a que Beczala animaba a Netrebko a recibir en solitario su ovación, ella cogió la mano del tenor y le obligó a compartir con ella todo el tiempo los calurosísimos aplausos.

Al haber comenzado la función a las 3 de la tarde, cuando salimos todavía no había anochecido, y como además no llovía decidí acercarme a ver el ambientillo que había por la puerta de salida de artistas. Para lo que suele ser habitual cuando canta una artista tan mediática como Anna Netrebko, no había demasiada gente, unas 30 personas. Eso sí, allí estaba un curioso sujeto (ver foto) al que ya me he encontrado dos veces en la stage door del ROH de Londres, otra en la Opéra Bastille parisina y ahora en Salzburg. A modo de “dónde está Wally” no hay puerta de artistas europea que no cuente con la presencia en primera fila de este individuo entradito en carnes, francoparlante, siempre con gafas de sol aunque sea noche cerrada y siempre acompañado de su madre, la cual siempre lleva, aunque sea agosto, una gabardina blanca no precisamente recién estrenada. Tienen, sobre todo la mami, una habilidad innata para colocarse en primera fila y sortear a las hordas de fans, con grácil manejo del hincamiento de codos en higadillos, siendo los primeros en dar la vara al cantante de turno y haciéndoles firmar hasta las fotos de la Comunión. Ya me diréis si os suena.

Muy pronto salió Anna Netrebko acompañada de su pareja, el barítono uruguayo Erwin Schrott, quien el día anterior había obtenido un importante éxito en el Festival como Leporello. Mientras ella atendía amablemente a mami Wally y al resto de admiradores, yo aproveché para acercarme a Schrott y conversar con él unos instantes. Cuando supo que veníamos de Valencia le faltó tiempo para contarnos que están pensando en venirse a vivir a Valencia o hacia la zona de Jávea, donde han estado viendo algunas casas, y que el único problema es que Anna dice que está un poco lejos de todo, pero que no descartan trasladarse aquí porque les encanta esta parte de España. Me confirmó que vendrá esta temporada a Les Arts como Dulcamara (omití prudentemente mi parecer acerca de L’Elisir) y le dije que ya nos veríamos por aquí. Luego me acerqué a Netrebko, a la que no dije nada de la conversación con Erwin no la fuéramos a liar, me limité a felicitarla y me di cuenta de que, aunque ganó peso tras el embarazo, está menos oronda de lo que parece en algunas fotografías. Al grito de “Erwin, andiamo!” la pareja se alejó caminando del teatro y podía seguirse su ruta por los aplausos con que les iban obsequiando la gente que estaba cenando en las terrazas de las calles próximas.

Posteriormente salió Beczala con quien también estuve charlando brevemente en universal idioma ciclista (un poco de todo mezcladillo) y que me dijo que cantará “Fausto” en el Liceu a principios de la próxima temporada, precisamente con Schrott de Mefistófeles.

Bueno, pues hasta aquí han llegado mis crónicas salzburguenses. Creo que me he extendido demasiado, pero quería dejar constancia de una experiencia francamente muy positiva y que espero poder repetir algún día.

De momento ya parece confirmarse que en el Festival de 2011 se repondrá la Trilogía Da Ponte de Mozart (“Las Bodas de Figaro”, “Cosí fan Tutte” y “Don Giovanni”) con la conocida y polémica dirección escénica de Claus Guth y dirección musical de Robin Ticciati, Marc Minkowski y Yannick Nézet-Séguin, respectivamente.

También se habla de tres nuevas producciones:
- “Macbeth” de Giuseppe Verdi, con dirección escénica de Peter Stein y musical de Riccardo Muti.
- “El caso Makropulos” de Janacek, con dirección escénica de Christian Marthaler y musical de Essa Pekka Salonen.
- Y “La mujer sin sombra” de Richard Strauss, con dirección escénica de Christof Loy y musical de Christian Thielemann, con un reparto del que podrían formar parte Anne Schwanewilms, Evelyn Herlitzius, Michaela Schuster, Stephen Gould y Wolgang Koch.

No pinta mal. Por si acaso, iremos ahorrando.

domingo, 5 de septiembre de 2010

FESTIVAL DE SALZBURGO 2010 (I). "ELEKTRA" (12/08/10)

Iréne Theorin y Eva-Maria Westbroek - "Elektra" - Festival de Salzburgo 2010

Tras una ausencia del blog más larga de lo previsto, fruto de unos días de descanso sin acceso a ese diablo llamado internet, vuelvo por aquí para, tal y como prometí, contar algunas cosas de las dos óperas que pude ver en el marco del Festival de Salzburgo de este verano. Y como llevo tantos días sin escribir me temo que me desquitaré un poco…

Era la primera vez que asistía yo a este Festival, absolutamente mítico, que durante tantos años había seguido por las retransmisiones en radio o televisión, pero que en esta ocasión me propuse descubrir por mí mismo. Una “Elektra” con Westbroek, Meier y Pape, y un “Romeo y Julieta” con Netrebko y Beczala, eran una buena excusa para planificar la escapada. Y al final lo conseguí.

Pasear por Salzburgo durante los días en los que se desarrolla el Festival es un espectáculo realmente curioso. En las calles principales de la bellísima ciudad austriaca, a cualquier hora del día, se entremezclan las habituales legiones de turistas con bermudas, camiseta Águila Amstel y riñonera de vestir, con acicaladas señoras en traje de noche y canosos varones con esmoquin que se dirigen a alguno de los innumerables espectáculos teatrales y musicales que se llevan a cabo durante todo el día. En un café te puedes encontrar con Diana Damrau charlando con unos amigos, y ver pasar a Patricia Petibon dirigiéndose en bicicleta al teatro, mientras en la tienda de música de la esquina Piotr Beczala firma su último disco.

La llegada al Grosses Festpielhaus tampoco tiene desperdicio. Un singular pase de modelos tiene lugar en la puerta de entrada. Elegantes los más, extravagantes otros cuantos. Muchos lugareños acuden vistiendo el traje regional típico de gala. La acumulación de silicona y rayos UVA por metro cuadrado es de record Guiness, y la media de edad de los asistentes es muy alta, tanto que para calcularla exactamente en algún caso habría que recurrir al Carbono 14. Mientras, en la acera de enfrente los turistas divertidos fotografían a los que acudimos a la representación y uno se siente por breves momentos como si estuviera en la alfombra roja… o en el zoo.

El Festival de Salzburgo celebraba en esta edición su 90 cumpleaños y el plato fuerte de la misma era la representación de la ópera “Elektra”, compuesta por Richard Strauss con libreto de Hugo von Hofmannsthal, precisamente dos de los padres fundadores del Festival, a quienes ahora se ha querido rendir homenaje con esta nueva producción, realizada en colaboración con la English National Opera, que contaba con dirección escénica del alemán Nikolaus Lehnhoff, dirección musical de Daniele Gatti y un espectacular reparto "wagneriano" con Iréne Theorin (Elektra), Eva-Maria Westbroek (Chrysothemis), Waltraud Meier (Klytämnestra), René Pape (Orestes) y Robert Gambill (Egisto).

La ópera no se representaba en el Festival de Salzburgo desde 1996, cuando se contó con la dirección musical de Lorin Maazel y un reparto en el que destacaba Leonie Rysanek como Klytämnestra en dos funciones, en lo que supuso la despedida de la legendaria cantante austriaca de los escenarios.

La sala del Grosses Festpielhaus, con completa visibilidad en todas sus localidades, se encontraba completamente llena. Me llamó la atención que la incomodidad y dureza de los asientos es considerable, y parecía más propia de la cámara de torturas del castillo de Salzburgo, que había visitado esa mañana, que de su teatro de ópera.

Justo antes de comenzar la representación, salió a escena una mujer con un micrófono y pensé: “Ya está. Se han enterado que ha venido Atticus y alguien ha cancelado”. La buena señora informó en alemán e inglés, dando bastante suspense al tema por cierto, que Waltraud Meier sufría un ataque de lumbalgia que afectaba a su movilidad, pero… finalmente había decidido salir a escena. Fuertes aplausos, y en mi caso un suspiro de alivio al saber que iba a poder escuchar a todos los cantantes anunciados.

Se apagaron las luces, se hizo un silencio sepulcral que no se rompió ni con una tos hasta el final de la obra, y dio comienzo un espectáculo inolvidable.

Sobre la dirección artística de Lehnhoff no quiero extenderme demasiado, porque lo realmente importante fue lo musical. He de decir, no obstante, que me gustó su propuesta escénica, aunque se omitiese la danza final y hubiese algún detalle discutible.

La escenografía de Raimund Bauer, consistente en un simple patio gris rodeado por los muros inclinados del palacio-bunker con simples agujeros negros por ventanas, contribuye de forma capital a acrecentar la sensación de opresión y angustia que viven los personajes, recordándome inmediatamente las imágenes del film expresionista alemán “El Gabinete del Dr. Caligari”, y la encontré perfectamente adecuada tanto al libreto de Hofmannsthal como a la música de Strauss. Los colores gris y negro dominaban la escena, realzando aún más esa vertiente expresionista, como también lo hizo la aparición final de unos enormes y siniestros pájaros negros, simbolizando a las diosas Erinias castigadoras de los homicidas, que emergen del suelo cerniéndose sobre Orestes e impidiéndole escapar.

No me gustó sin embargo la imagen del garaje ensangrentado iluminado por neones en el que aparece Klytämnestra muerta, colgada de un gancho como un cordero. "Elektra" es una obra donde la muerte y la sangre son protagonistas, pero toda esa violencia se desarrolla fuera de escena y queda suficientemente expuesta con la fuerza de la música de Strauss y el libreto de Hofmannsthal, por lo que creo que esta pincelada gore de Lehnhoff es innecesaria.

Daniele Gatti, al frente de la excepcional Orquesta Filarmónica de Viena, ofreció una lectura cargada de fuerza en la que quizás lo único criticable fuera el exceso de volumen que en ocasiones fue inclemente con los cantantes, pero hay que recordar que “Elektra” es una obra que fue escrita para 111 instrumentos y ya desde su inicio comienza a un volumen importante con esas 4 notas que componen el “motivo de Agamenón” y el impactante redoble de timbal, que nos anticipan la violencia e intensidad dramática que nos esperan. El propio Strauss llegó a calificar su obra como una “ópera orquestal” y daba una importancia relativa a que las voces quedaran parcialmente tapadas, bromeando incluso sobre ello.

Es cierto que Gatti en algún momento pudo cometer algún exceso sonoro, pero la belleza de la partitura y la calidad y exquisita conjunción de los músicos (maravillosas trompas y trombones), compensaban el puntual desmadre decibélico. Pese a todo, el director italiano supo dotar del acento adecuado a todo el tejido sinfónico concebido por Strauss tanto en los momentos dramáticos (los más) como en los líricos, donde destacó por su emotiva intensidad el dúo de Elektra y Orestes. Y, en cualquier caso, es inenarrable el placer de escuchar una obra tan rica desde el punto de vista instrumental a una agrupación con la calidad de la Filarmónica de Viena que es capaz de resaltar con brillantez cada uno de los infinitos matices y colores de la partitura straussiana.

Iréne Theorin, con un maquillaje perfecto para un cumpleaños de zombies, cumplió con corrección en su debut en el difícil papel protagonista. Su entrega dramática fue irreprochable y hay que reconocerle el mérito de aguantar el esfuerzo que supone permanecer en escena durante toda la representación. Fue la más perjudicada por los volúmenes de la orquesta. Se movió con más comodidad en los pasajes dramáticos que en los más íntimos, aunque su registro agudo se veía algo forzado y tendía al chillido. En el tramo final se apreciaron algunos signos de fatiga, pero en general creo que su labor fue merecedora del aplauso que finalmente obtuvo.

Eva-Maria Westbroek volvió a dejarme absolutamente traspuesto, rendido y genuflexo. Escuchar a esta mujer en directo en estos papeles de enorme carga dramática es una experiencia inolvidable. Inolvidable para mí será su Sieglinde del año pasado en Valencia, como inolvidable será la Cassandre de “Les Troyens” de abril en Amsterdam, y sin duda también será imborrable el recuerdo de esta inmensa Chrysothemis, conmovedora y desgarrada, que conquistó sin reservas a la totalidad del público que abarrotaba el grandioso recinto del Grosses Festpielhaus, y que ella se encargó de llenar con su maravillosa voz, superando sin aparente dificultad el enorme bastión sonoro conformado por Gatti y la Filarmónica de Viena.

Una vez más, Westbroek hizo gala de su enorme talla escénica y vocal, logrando, con una admirable sensibilidad interpretativa, la perfecta representación de todos los sentimientos y estados de ánimo por los que se desenvuelve un personaje que no creo que admita más matices que los que la Westbroek le aporta. Desbordó la sala de emoción en cada una de sus intervenciones, especialmente en ese conmovedor “soy una mujer y quiero vivir el destino de una mujer. Es preferible morir a vivir sin vivir”, que exhaló con una intensidad difícil de superar.

Waltraud Meier, con un look a lo Norma Desmond, salió finalmente a escena pese a su anunciado lumbago y he de decir que en ningún momento se apreciaron limitaciones en su rendimiento escénico, salvo que Lehnhoff tuviese ideado que apareciese en escena entre volantines y piruetas, cosa que dudo. Su Klytämnestra fue excepcional en lo actoral y lo vocal, aunque, posiblemente debido en gran medida a instrucciones de la dirección artística, no acabó de dotar al personaje de la maldad que le es propia y tanto su aspecto como su voz parecían demasiado “jóvenes” para el rol. Eso sí, lució una impecable línea de canto y derrochó elegancia y exquisitez canora, quizás no muy acordes con Klytämnestra, pero que nos permitieron disfrutar una vez más del placer que supone escuchar en directo a esta gran dama de la ópera.

Fue todo un privilegio completar este elenco vocal con el magnífico René Pape como Orestes. Su autoridad escénica y vocal, con su potente y ancha voz, su bellísimo timbre y su perfecta dicción, hizo muy grande su breve pero trascendental papel. Imponente por voz y por presencia. Realmente era el hijo del rey.

Robert Gambill, en el aún más breve rol de Egisto, apenas tuvo oportunidad de destacar y cumplió con corrección, a pesar de ser otro de los grandes perjudicados por el volumen de la orquesta.

La respuesta del público al finalizar el espectáculo fue apoteósica, con frenéticas, apasionadas y muy largas ovaciones para todos los participantes, especialmente intensas para Westbroek y Pape, y tan sólo se escucharon algunos incomprensibles abucheos muy aislados en la segunda salida a saludar de Daniele Gatti, lo cual me pareció totalmente injustificado.

Yo tardé en levantarme del asiento. Estaba pegado a él por la emoción sentida (y, por qué no decirlo, por la incomodidad, que me había dejado bastante anquilosado). Fui de los últimos en salir de la sala, como queriendo aprehender, para llevarme conmigo, los últimos ecos de la maravillosa noche allí vivida.

A la salida, la lluvia y el frío nos aguardaban. Allí estaban los botones de los hoteles de lujo (vestidos de Sacarino, a la vieja usanza) con paraguas para sus huéspedes. También las furgonetas y limusinas de los establecimientos hosteleros esperaban a los más pudientes para trasladarles sin que se mojaran las sedas y tafetanes. Algunos se dirigieron al selecto restaurante Goldener Hirsch donde una onza de caviar beluga se paga a 160 euros, y otros habían reservado mesa en el cercano “Triangel” donde los menús llevan nombres este año como "Eva-Maria Westbroek", "Anna Netrebko" o "Patricia Petibon".

Yo abrí mi modesto paraguas “de los chinos” y eché a andar para cruzar el río y encontrar algún sitio cercano al hotel donde nos dieran algo de cenar a las 11 de la noche. Aunque lo cierto es que no había mucha hambre, sólo un cúmulo de emociones que se acrecentó aún más al girar la vista en el puente y vislumbrar la increíble panorámica de la ciudad vieja iluminada bajo la lluvia, mientras en mi cabeza aún resonaba la música de Strauss. Y entonces recordé las palabras que dirige Elektra a su hermano Orestes: “imagen soñada, sueño que se me ofrece, imagen soñada, más bella que todos los sueños”.

Y al día siguiente tenía una cita con Anna Netrebko (si no cancelaba)…