domingo, 29 de enero de 2012

"DON GIOVANNI" (W.A. Mozart) - Palau de les Arts - 27/01/12


A finales de 2006, el Palau de les Arts de Valencia vivió uno de los momentos más complicados de su corta historia al producirse el hundimiento de la plataforma central del escenario, lo que motivó que la producción de “Don Giovanni”, que estaba a punto de estrenarse, tuviera que hacerlo con una puesta en escena que se vendió como “de circunstancias”, y que era poco más que una versión en concierto.

El pasado viernes, cinco años después de aquellos acontecimientos, se ha estrenado la reposición de esta producción de “Don Giovanni”, con la dirección escénica, concebida por el prestigioso Jonathan Miller, por fin pudiendo brillar en todo su esplendor. Pero, lamentablemente, lo único que brilló el viernes en Les Arts fue el enorme collar que lucía Rappel en el patio de butacas, porque la creación de Miller es una tomadura de pelo en toda regla que muy poco se diferenciaba de lo que se vio en 2006.

La ‘fabulosa’ escenografía que no pudo lucirse en aquella ocasión no son más que tres oscuras fachadas de mansiones con numerosas puertas y ventanas; un enorme espacio vacío en el centro del escenario a modo de plaza donde se desarrolla toda la acción, ya sea el jardín, un patio, el salón de la casa de Don Giovanni o el cementerio; y dos bancos en cada uno de los extremos del escenario. No existe ni un solo cambio en la escenografía, y ese estatismo en los decorados tampoco se compensa con una iluminación sugerente que pueda crear distintos ambientes. Nada. Espacio vacío, la luz justa y a cantar.

Llegados a ese punto, el desastre sólo podía salvarlo una inteligente, o por lo menos adecuada, dirección de actores. Pues tampoco. Todo el trabajo de Miller en este sentido parece haberse centrado en la escena del baile de máscaras, donde se ve una cierta preparación y hay unos movimientos mínimamente estudiados. El resto es de llorar. Miller se empeña en colocar a los cantantes siempre que puede quietos y a ser posible sentados en los bancos de los extremos del escenario, no sé si por pura incompetencia o para fastidiar al espectador de los laterales. En todos los miembros del elenco solista se percibía un importante estatismo en escena que sólo podía responder a las instrucciones del ingenio de Miller. El colmo llegó en la escena del banquete, cuando la presunta pugna final entre la estatua del Comendador y Don Giovanni, más bien parecía una foto para la prensa en la escalera de La Moncloa entre Rajoy y Zapatero. Los dos personajes completamente quietos chocando sus manos sin mover un músculo, mientras Leporello, por supuesto, permanecía también quieto sentado en el banco del extremo del escenario, para variar.

La concepción es absolutamente clásica y respetuosa del libreto, eso sí. La única innovación aportada por Miller es la inclusión al finalizar la escena del banquete, mientras Don Giovanni desciende a los infiernos, de una especie de mujeres zombis que se supone serán las almas de las féminas ultrajadas por el conquistador. No me parece mal la cosa, pero,  vamos, que ese sea todo el bagaje de su propuesta es vergonzoso.

Dejando aparte la infumable dirección escénica de Miller y yendo a lo puramente musical, tengo que decir que todo se movió en un nivel de corrección muy aceptable, pero curiosamente el resultado de conjunto resultó frío, soso y rozó siempre los límites del aburrimiento, lo cual, hablando de una obra maestra como “Don Giovanni”, es un crimen. Posiblemente Jonathan Miller tuvo mucho que ver en eso, pero creo que Zubin Mehta tampoco consiguió que la emoción de la música de Mozart acabase de prender en la sala.

La primera impresión que me produjo la dirección de Mehta fue la de desconcierto. Los primeros compases de la obertura fueron lentísimos y parecían augurar un “Don Giovanni” alla Maazel, pero inmediatamente después el tempo se aceleraba y se escuchaba un Mozart lleno de brío y frescura y hasta con cierto apresuramiento. A lo largo de toda la obra se repitieron momentos donde de repente se echaba el freno a la orquesta y los tempi se ralentizaban para volver luego a acelerarse, produciéndome una personal sensación de incoherencia en la lectura que se estaba ofreciendo de la partitura mozartiana.

En la parte positiva, tengo que consignar algunos pasajes donde la excelente labor de técnica de dirección de Mehta consiguió extraer unos sonidos de la orquesta verdaderamente increíbles, escuchándose algunos detalles que la mayoría de las veces pueden pasar desapercibidos, especialmente en maderas y cuerdas. En lo negativo, destacaría los numerosos instantes de falta de sincronía entre el foso y la escena, que quiero pensar que tan sólo fueron producto de pocos ensayos con los solistas. En conjunto, algunos momentos sublimes se vieron empañados por una lectura que me pareció incoherente, muy irregular y con un notable decaimiento de la tensión dramática en muchos pasajes.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana cumplió su trabajo con enorme corrección, con un Joan Enric Lluna al clarinete sencillamente soberbio, como también lo estuvo el siempre acertado Alvaro Octavio a la flauta.

Los miembros del Coro de la Generalitat, aunque no tienen en esta obra demasiadas opciones de lucimiento, también mantuvieron su habitual nivel de excelencia.

En el apartado de los solistas, se ha conseguido reunir un joven reparto bastante homogéneo, donde no hubo nada extraordinariamente malo, pero tampoco nada especialmente genial.

Lo mejor, a mi juicio, el Don Ottavio que compuso el tenor ruso Dmitri Korchak, quien protagonizó el momento de mayor emoción de toda la noche con su aria “Dalla sua pace”, que dibujó con una sensibilidad enorme, haciendo un inteligente uso de las medias voces y exhibiendo un legato espléndido.

Estupendo estuvo también el bajo ucraniano Alexánder Tsymbalyuk como El Comendador, haciendo absoluta ostentación de su profunda y enorme voz que provocaba el temblor de los asientos de la sala, y ofreciéndonos una escena del banquete sobresaliente en lo vocal.

Me gustó bastante la Zerlina de la joven italiana Rosa Feola, así como la Donna Anna de la rusa Anna Samuil, aunque esta última tuvo en su contra una deficiente pronunciación y unos agudos, la mayoría de las veces, chillados.

Muy bien el Leporello de David Bizic, pero habría que escucharle en otra producción con otros directores escénico y musical, porque la mamarracha puesta en escena de Miller le llevaba a estar siempre sentado, hasta en el aria del catálogo, donde además la dirección lentísima de Mehta le deslució su mejor momento.

Correcto sin más el Masetto de Simon Lim. Y en cuanto al protagonista, el bajo barítono italiano Nicola Ulivieri, me dejó cierto sabor agridulce. No hizo nada especialmente mal, tiene una voz bonita, cantó con buen gusto, pero mostró grandes carencias de expresividad, numerosos desajustes con la orquesta y creo que le falta fuerza vocal y autoridad escénica para este papel.

Lo peor, lamento decir que fue la Donna Elvira de Sonia Ganassi. La mezzosoprano italiana era uno de los mayores alicientes que encontraba yo en el reparto a priori y sin embargo me defraudó muchísimo. No sé si es que tendría algún problema puntual, pero desde luego mostró algunos preocupantes signos de decadencia vocal propios de cantantes de bastante más edad que la suya. Sus graves eran inexistentes, su fiato escasísimo y la línea de canto horrorosa. Es verdad que en la difícil aria “Mi tradì, quell'alma ingrata” tuvo sus mejores prestaciones, y expresivamente quizás fuese la mejor de todo el reparto, pero los problemas ya mencionados deslucieron mucho el resultado final.

El público que prácticamente llenaba las butacas de Les Arts se mostró bastante frío toda la noche, pero al final supo estar a la altura y premió con cálidos aplausos a la orquesta y a todo el elenco solista, destacando una gran ovación a Alexánder Tsymbalyuk, y tributó algunos merecidos abucheos a Jonathan Miller.

Supongo que eso igual es lo que esperaba el director británico, después de haber declarado esta pasada semana que la ópera no le interesaba nada, que era un coñazo y que pensaba que el público que llenaba las butacas de los teatros de ópera tan sólo buscaba lucir las pieles. No sé si lo dijo para provocar o no, pero es impresentable que haga semejantes declaraciones cuando luego lo que ofrece sobre el escenario es de encefalograma plano. Si al menos nos hubiera sorprendido con alguna genialidad, le aguantaríamos su majadería, pero, encima, demostrándonos su incompetencia, lo mínimo que le podía pasar era llevarse el abucheo que se le propinó.

Así que confío fervientemente en que cumpla lo que decía este sujeto en sus declaraciones, cuando afirmaba que espera no volver a trabajar en la ópera. Hágalo señor Miller, la gente a la que sí nos gusta ese coñazo se lo agradeceremos.


No os perdáis las estupendas crónicas de Titus, Maac y FLV-M.

11 comentarios:

  1. Estamos bastante de acuerdo en general. Absolutamente impresentable lo de Miller, sobre todo, como bien dices, el choque de manos entre Don Giovanni y la estátua, pero también todas las arias que cantan sentados, estáticos e inexpresivos. Menos mal que se retira, ojalá lo hubiese hecho antes de que lo contratara doña Helga.

    Otro momento risible, me acabo de acordar ahora, es cuando salen los zombis a llevarse a Don Giovanni y todos juntos se retiran tranquilamente por las puertas del fondo, que sólo le faltaba a Ulivieri cederle el paso a una zombi educadamente. ¿Tanto le costaba poner cara de miedo y salir corriendo?

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  2. Jajaja, es verdad, Titus, la salida de escena de Ulivieri con las zombies fue patética.

    El engendro que ha parido Miller es la prueba evidente de que, efectivamente, a este señor la ópera le chupa un pie. No se ha tomado el más mínimo interés por construir una acción dramática a partir del libreto. Simplemente ha puesto tres paneles, unas luces y ha echado a los cantantes al escenario.
    Una vergüenza.

    Pero peor todavía que Helga le haya seguido el rollo y encima haya defendido su trabajo diciendo que estos montajes fieles al libreto son los mejores y se pueden reponer indefinidamente y vender a todo el mundo.
    O sea, justo lo contrario de lo que decía cuando defendía los montajes de La Fura.
    Y, por Dios, que no haga realidad sus palabras y no vuelva a reponer esta basura nunca más. Y sobre todo que no la vaya vendiendo por ahí si no quiere ser acusada de estafa.

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  3. Me repito diciéndote por enésima vez: ¡Estupenda crónica! pero es que así es. Siento que una ópera tan completa, tan imparablemente hermosa se vea escenificada por este señor que, por fortuna, se retira. Ha sido, sin embargo, coherente dejando una prueba de su nula creatividad a juzgar por tu comentario.
    Saludos, Atticus!

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  4. Entre la Carmen de Saura y la Nada de Miller, me quedo con la Nada.

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  5. Glòria: Pues, como siempre, gracias a tí por tu amable comentario.
    Mira que es complicado que un operón tan redondo como "Don Giovanni" resulte un pestiño, pero el figura este del Miller no sólo lo ha conseguido, sino que ha logrado además que por primera vez en muchísimo tiempo toda la crítica esté de acuerdo en lo rechazable y hueca que es su propuesta.

    Maac: Difícil lo pones... yo entre la Carmen de Saura y la Nada de Miller creo que me alisto en la Legión Extranjera.

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  6. Anónimo2/2/12 22:04

    Desde luego con otro montaje más de Miller más de uno también odiará la opera como él. Estoy ultimando la demanda contra Les Arts y Miller; no se puede seguir vendiendo entradas en localidades laterales.
    Ayer en lugar de ópera parecía un concierto de toses y arranques de garganta; el destrozo fue monumental en "Deh vieni alla finestra"
    Aún con la desfachatez indecente del montaje y lo plano y aburrido que resulta volvería a repetir; la Orquesta lo merece. Y Don Giovanni también.
    Jocamon2

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  7. Jocamon2: Yo repetiré este sábado con los únicos alicientes que mencionas, la orquesta y la grandeza de la música de esta obra maestra". Cerraré los ojos de vez en cuando y mejorará la cosa.
    Con un sólo montaje como este de Miller basta para hacer huir a cualquiera que no tenga la afición a la ópera demasiado arraigada. Un segundo, puede matar.

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  8. Antes de entrar ayer, a traves de un amigo, me entere de la esistencia de este blog al que he agregado 0para seguir, por su interés. Firmó casi el cien por cien de tu comentario salvo el tema de las zombies que me pareció absolutamente patético y su salida tras el pobre de don Giovanni cada una por la puerta que tenía más a tiro fue el soberbio colofón de la mayor decepción que he tenido en tiempos. Y ese decorado que parecía de obra de colegio o un muestrario de molduras de IKEA es algo impagable aunque, y eso me duele más, seguro que ha estado muy bien pagado. Un saludo

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  9. perdón pero acabo de darme cuenta de que me he comido la " x " de existencia. Consecuencia de escribir con aceleramiento...

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  10. Cal_2: Bienvenido al blog. Espero poder contar con tus comentarios en más ocasiones.
    La idea de los zombies, como tal, a mí particularmente no me parece mal. Lo que me pareció horrible fue su torpe y chapucera resolución.

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  11. Un aburrimiento mortal en el último día.
    Lo de la puesta en escena es una auténtica tomadura de pelo, daba vergüenza de verdad, el decorado inexistente. Por su aspecto debería haber sido lo más barato que ha pasado por aquí, pero por desgracia seguro que no. Ah, y el movimiento de actores casi peor.
    Los cantantes tampoco tenían gran nivel, prácticamente casi todos se quedaban esperando los aplausos que casi nunca llegaron.

    Y como siempre, lo peor de la noche el público! Yo sacaría un cartel gigante al pricipio de cada representación donde dijera "Hablar durante la representación es molesto y denota una gran falta de respeto y educación".
    El TIO de mi lado, que iba con su joven rusa sacada del puticlub (con todos mis respetos a estas señoras) comentaba en voz alta todo lo que le parecía, y le daba igual que le chistaras o que la gente se girara para mirarlo.
    Me pongo de los nervios!

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