domingo, 12 de mayo de 2019

"RIGOLETTO" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 11/05/19


Desde que se anunciase oficialmente la presente temporada operística valenciana hace ya casi un año, dos dudas rondaban la cabeza de los aficionados respecto a las funciones de este Rigoletto que se estrenó anoche. La primera era conocer si, finalmente, Leo Nucci pisaría por vez primera el escenario del Palau de les Arts, tras haber cancelado en 2015 su participación aquí en Nabucco y haber hecho lo mismo recientemente respecto a la Luisa Miller que se verá en el Liceu en julio. La segunda era ver si Nucci protagonizaría el primer bis de la historia de Les Arts, aunque adivinar esto estaba francamente chupado, estaba claro que si venía, bisaría. Nucci vino con el tiempo justo para el ensayo general, cantó a su manera y, por supuesto, bisó la Vendetta ante el delirio del respetable. E intuyo que, si no cancela la función del día 14, el teatro valenciano vivirá su segundo bis.

Supongo que mucho se hablará y escribirá sobre lo sucedido anoche y las crónicas dejarán para la posteridad el hito histórico del bis, el gran éxito obtenido por el veterano barítono italiano y el entusiasmo del público de Les Arts. Es indudable que la gente se lo pasó muy bien, incluido un servidor, pero el espectáculo fue bastante lamentable. Al menos como ejemplo de función de ópera. Si hablamos de circo o de cachondeo, está muy bien; como representación operística de un teatro de relieve internacional, se consiguieron unos muy buenos momentos, pero el show del bis lo prostituyó todo. Es cierto que esto no sólo pasa aquí. Teatro que pisa el señor Nucci, bis que te crió. La gente lo esperaba y supongo que si no se hubiera bisado hubiera habido protestas. Así de memos somos.

En términos generales, la repetición de un fragmento operístico ante los aplausos y la demanda unánime del público, podríamos discutir si debe admitirse o no. Lo cierto es que se corta radicalmente el desarrollo dramático de la representación y se interrumpe el hechizo conseguido en el espectador por las emociones del texto y el canto, impidiendo que el drama fluya con el ritmo buscado por el autor. Pero bueno, sabemos que cuando las emociones en el público son muy fuertes, las mismas ovaciones y bravos interrumpen de alguna forma la función, e históricamente se viene aceptando que cuando esa muestra de aprobación es intensa y mantenida en el tiempo, paralizando la representación, pueda obsequiarse al respetable con el bis.

Lo de ayer fue distinto. Fue el particular show de Leo Nucci que hace allá donde va. Yo recuerdo haber asistido en Londres a un Barbero de Sevilla con Juan Diego Flórez, con muchos, pero muchos, minutos de aplausos tras una de sus arias y el público en pie gritando bis, bis… y nada. Anoche, nada más acabar la Vendetta, hubo unos microsegundos de aplausos y Nucci ya se dio la vuelta, se puso a saludar como si del final de la función se tratase, agarró a la soprano, saludó al director, hizo levantar a la orquesta, saludaba a diestra y siniestra, la gente le siguió el rollete, consiguió que la platea se pusiera en pie… hizo la seña a Abbado y a por el bis. Prueba conseguida.

Todos contentos… Bueno, yo no. No porque sea un señor estirado y amargado; me divertí y disfruté del show, pero como show, no como ejemplo de lo que debe ser una función de ópera de una intensidad musical y dramática como la de esa obra maestra que es Rigoletto. Recuerdo que de niño me gustaba ver los partidos de los Harlem Globetrotters, pero como espectáculo circense; para ver buen baloncesto prefería los legendarios encuentros de los Celtic contra los Lakers. Pero bueno, como decía antes, ya habrá tiempo de sobra para seguir hablando del bis.

Lo cierto es que estas funciones de Rigoletto han generado una inusitada expectación entre el público valenciano y las entradas para todas las sesiones se encuentran ya agotadas desde hace meses. Sin duda se trata de la ópera estrella de la temporada en cuanto a taquilla, pero, aunque los resultados artísticos han de considerarse buenos, no creo que pueda merecer la valoración de la mejor producción de este año como algunos ya se han atrevido a calificarla. La próxima Lucia di Lammermoor tiene todos los números para superarla y la reciente Iolanta creo que fue mucho más redonda.

Para la ocasión se ha traído una producción de la ABAO y el teatro San Carlos de Lisboa que cuenta con la dirección escénica de Emilio Sagi y que tiene ya unos cuantos años de rodaje. En concreto, fue la que inició en 2006 en Bilbao el ciclo Tutto Verdi que todavía se sigue desarrollando en las temporadas de la capital vizcaína.

La propuesta de Sagi en esta ocasión no tiene el colorido y la luminosidad que han caracterizado otras producciones del director asturiano. Al contrario, la oscuridad y un cierto tenebrismo planean sobre este Rigoletto, con el propósito, parece ser, de dibujar la maldad e inmoralidad que preside la actuación de la mayoría de personajes de la obra. Planos inclinados y paneles movibles marcarán los diferentes ambientes en los que se desarrolla la acción, mientras que espacios muy abiertos y una escasa escenografía resaltarían a su vez la soledad e incomunicación de los protagonistas. Esta limitación escenográfica deja muchas veces a los personajes desnudos frente a la actuación dramática de sus intérpretes, haciendo que toda la atención del espectador se concentre en ellos y en cómo transmiten las intensas emociones que desprende la obra, y alcanzará su mayor expresión en el tercer acto, con el fondo de la caja escénica a la vista.

Esa opción por el escenario abierto por los laterales toda la obra, y además por el fondo en el último acto, más allá de que pueda resultar acertado o no para poner el énfasis en la soledad que rodea a los personajes, conlleva una carga demasiado pesada al perjudicar notablemente la proyección de las voces. Para mí este es el mayor inconveniente de la producción. Cada vez que los intérpretes se alejaban de la boca del escenario, las voces se perdían. El coro durante el primer acto fue el más perjudicado por ello, así como Monterone.

Como siempre ocurre con los planos inclinados, algunos espectadores nos pasamos gran parte de la velada sufriendo por los cantantes que da la impresión que van a salir rodando en cualquier momento. Y no digamos en el segundo cuadro del primer acto, cuando el septuagenario Nucci se puso a saltar entre los huecos que dejaban los citados paneles simulando las callejuelas. No me pareció tampoco acertado que los cambios escenográficos entre los dos cuadros del primer acto y entre el segundo y tercer acto, fueran tan lentos y se realizaran a telón levantado.

Aunque el enclave espacio temporal es indeterminado, el clasicismo de la propuesta es evidente y apenas existen transgresiones de relevancia al texto original. Quizás lo más llamativo sea la más que expresa insinuación de relación incestuosa entre Sparafucile y Maddalena, lo cual tampoco creo que aporte absolutamente nada, ni que sea preciso remarcar la inmoralidad de unos personajes que vienen ya suficientemente bien caracterizados en el libreto. No comprendí tampoco por qué, durante la escena de la tormenta, los miembros del coro que imitan el ulular del viento, en lugar de estar haciendo el coro interno, permanecen en la balconada asistiendo como espectadores a las depravaciones que ocurren en la posada.

Buen trabajo de iluminación de Eduardo Bravo que, pese a la penumbra generalizada, consigue algunos efectos visuales interesantes, especialmente en el tercer acto y en el segundo cuadro del primero, aquí con una representación escenográfica de la casa de Gilda algo cursi, pero con buena resolución del movimiento escénico en la escena del rapto, donde se acaba raptando a la chica con casa incluida. De cualquier modo, en general, creo que la propuesta de Sagi funciona correctamente, hay un trabajo dramatúrgico serio y ante las mamarrachadas que por ahí circulan, puede valer; aunque eso no quite para que, personalmente, esperase más.

El todavía director titular de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, Roberto Abbado, regresaba al foso de Les Arts para afrontar un final intenso de contrato y de temporada con este Rigoletto y la próxima Lucia. El trabajo que hizo ayer el director milanés tuvo muchísimo mérito. No me siento capacitado para valorar objetivamente su lectura hasta volver a asistir a alguna de las últimas funciones, porque ayer su labor consistió básicamente en perseguir a Nucci y adaptar sus tempi y dinámicas al ritmo y fraseo que marcaba el barítono y, en algunas ocasiones también, Celso Albelo, que ayer tuvo más de un descoordinación con la orquesta. Me gustó bastante la intensidad y el pulso que, pese a todo, impuso Abbado en momentos como el de la tormenta o en la gran escena de Rigoletto del segundo acto, pese a tener que ajustarse al particular fraseo y fiato de Nucci.

Excelente fue también el rendimiento de los atriles orquestales, pese a un dubitativo comienzo de los metales en el Preludio que corrigieron sobradamente a lo largo de una inspirada velada. Espectacular, como de costumbre, el acompañamiento de Christopher Bouwman al oboe en Tutte le feste al tempio; así como los violonchelos en la escena de Sparafucile; y concertino, flautas y flautín toda la noche.

Los componentes masculinos del Cor de la Generalitat realizaron la gran labor escénica y vocal a la que nos tienen acostumbrados, aunque, como ya he comentado, salieron bastante perjudicados con la distorsión acústica que provocaba la apertura de la caja escénica. También les afectó el variable ritmo orquestal que imponía el particular fraseo de Nucci, originando algún desajuste; pero estuvieron fantásticos en sus intervenciones, como en el Scorrendo uniti remota via del acto segundo.

Leo Nucci, a sus 77 años, que se dice pronto, y con más de 500 Rigoletto en su joroba, ya no interpreta Rigoletto, él es Rigoletto y parece completamente poseído por el personaje. Lo tiene interiorizado, sufre con él y consigue transmitir al espectador todas las emociones de este padre verdiano. Me sigue pareciendo antológica su entrega dramática, su capacidad actoral y la intensidad que desprende en su escena del acto segundo en el Cortigiani y el subsiguiente Ebben, piango, mucho más que en la Vendetta del bis garantizado. Sólo por esto y por el reconocimiento que sin duda merece la carrera y el recorrido de una figura operística de este relieve, ya se justifica el aplauso a Nucci. Pero eso no puede hacernos obviar otras consideraciones que se deben realizar si no se quiere ser injusto. Sigue asombrando el timbre baritonal y la potencia de una voz que brillan puntualmente, pero el fiato ha menguado notablemente y esto desdibuja una línea de canto irregular, con los finales de frase inaudibles y sometida a un continuo empujón y empleo del portamento y de más trucos que Juan Tamariz. Es verdad que ocasionalmente, como aquellos muletazos de Curro Romero, te enhebra una frase espectacular llena de sentido verdiano y emoción y te derrite, pero también hace sufrir. No pretendo desmerecer un éxito justo y merecido, pero sí ponerlo en su justa medida de acuerdo con lo que pienso, que no tiene por qué ser acertado.

Muy notable resultó Celso Albelo como el Duca di Mantova, aunque también he de confesar que quedé un tanto decepcionado. Desconozco si tenía algún problema puntual, pero después de haberme gustado mucho en este mismo papel en 2013 en la Maestranza, anoche le encontré mucho más corto de fiato, sin acabar de ligar las frases con la elegancia y maestría que siempre le han caracterizado. Empezó muy regular en un Questa o quella sin chispa, viniéndose claramente arriba en el dúo con Gilda, donde creo que ofreció los mejores momentos de la noche. Espero también a ver si puedo escucharle en alguna de las próximas funciones porque estoy convencido de que su rendimiento mejorará.

La mejor de la noche me pareció la Gilda de la soprano Maria Grazia Schiavo, que regresaba a Les Arts 13 años después de su Zerlina en el accidentado Don Giovanni de 2006. Voz cristalina y angelical que en el primer acto brilló en un Caro nome de muchos quilates, afrontando las agilidades con corrección y adornando con trinos y reguladores un fraseo lleno de musicalidad y sentimiento. En el segundo  y tercer acto mostró que su instrumento de soprano ligera no está exento de cuerpo y expresividad y resolvió con sobresaliente sus intensas escenas con el padre. Fue una lástima que en el forzado bis de Nucci calase ligeramente el sobreagudo, algo que no puede empañar de ninguna manera su merecidísimo éxito.

La mezzo georgiana Nino Surguladze cumplió como Maddalena, con una voz de atractivo color oscuro, aunque en las bajadas más extremas al grave mostrara algún apuro. Derrochó buen hacer escénico y sensualidad. Menos me gustó el bajo italiano Marco Spotti, un habitual en Les Arts, que compuso un entregado Sparafucile pero muy corto de gravedad y profundidad que no asustaba ni a los gatos del callejón.

Gabriele Sagona fue el encargado de interpretar a Monterone. También le faltaron voz y carácter. La limitación de su instrumento, la apertura de la caja escénica y su entrada en el primer acto desde el fondo, remataron la faena. Si en las dos intervenciones que tiene el personaje no consigues imponerte con una voz rotunda que estremezca cuando lance la maldición, no has cumplido tu papel. No entiendo muy bien por qué, siendo así, no se ha optado por acudir a alguno de los alumnos del Centre Plácido Domingo, como se hizo para el resto de comprimarios. Quizás que comparta representante con Nino Surguladze lo explique.

En esos otros papeles menores cumplieron más que correctamente los cantantes del Centre Plácido Domingo: Marta Di Stefano, Alberto Bonifazio, Mark Serdiuk, Arturo Espinosa, Olga Syniakova, Pau Armengol y Juliette Chauvet.

Prácticamente abarrotada se encontraba la sala principal de Les Arts con todo tipo de politiquetes, famosillos y un público que sabía a lo que iba. A regocijarse con el show de Nucci y seguirle el rollo para poder decir que estuvieron allí el día que se produjo el primer bis del teatro valenciano. Por si fuera poco, la salida de Nucci en los saludos finales fue acompañada de una lluvia de los consabidos papeles pequeñines de colores dando las gracias al barítono italiano por su presencia en Valencia, cosa a la que también habrá influido, digo yo, que se le abone el caché que pedía. Grandísimas ovaciones para el terceto protagonista y para la orquesta, mientras que la dirección escénica fue acogida con tibios aplausos y alguna protesta aislada.

Como todas las entradas están agotadas, esta vez no voy a animaros a acudir a Les Arts, aunque siempre quedará el 5% reservado por ley para cada función, Yo de hecho intentaré conseguir localidades para alguna de las últimas representaciones porque quiero ver cómo resulta este Rigoletto sin estar condicionado por el huracán Nucci.

Sí que me gustaría que alguien me informase, si lo sabe, por qué había ayer en el escenario una concha de apuntador. Entiendo que no era para Nucci que se lo sabe ya del revés, ni para Albelo que lo ha cantado en no pocas ocasiones. Así que supongo que sería para la soprano, pero, bueno, ya dirán quienes lo sepan.



21 comentarios:

  1. A mi me pareció maravillosa, Nucci excepcional, soprano y Celso muy bien. Magnifica orquesta.
    De lo mejor visto en el Palau.
    Que digas que el espectáculo te pareció lamentable... me parece un poco esnob.
    De las pocas veces que no coincidimos.
    Un abrazo.

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    1. Pues no siempre se puede estar de acuerdo, pero sí me gustaría puntualizar que lo que me pareció lamentable no fue el espectáculo Rigoletto, que creo que fue de buen nivel y disfrutable, sino el espectáculo del bis provocado por Nucci.
      Un abrazo

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    2. Estais como con lo del rabo en los toros.
      Yo solo había visto un bis de Florez en La hija del regimiento muy merecido, como me pareció este.

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  2. Gràcies, Atticus. Les teues reflexions són molt encertades i molt ponderades. Et confesse que el meu interior es debatia entre deixar-se dur per l'espectacle Nucci, que pareixia d'un divo antic, o respectar Verdi. Mira, ha passat, m'he rist, i ja està. En conjunt, fou una bona nit, encara que Schiavo no arribà a emocionar-me, sense tindre-li en compte que en el bis es venjà de Nucci fent-ho tan malament com pogué.

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    1. Ah, una curiositat. Fa més de dos-cents anys el corregidor de València ja prohibia que el públic demanara bisos i que els cantants correspongueren els aplaudiments amb gestos de gratitud. I podien multar. És clar que no eres un esnob.

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  3. Quant a l'escena, he de dir que Sagi sol agradar-me, però en esta ocasió hi ha molts elements que em pareixen poc meditats. La idea que estiguen presents els llits, en la sala del palau i en la casa del crim, poden simbolitzar la lascívia que inunda Màntua, però provoquen absurds en el relat. D'on ix Gilda mig despullada? Si el duc ja estava revolcant-se en el llit amb Maddalena, per què li ofereix Sparafucile la seua habitació per a matar-lo? Destarifos de director d'escena.
    Quant a l'apuntador, tingué un aplaudiment de Nucci, però aplaudí a tot el món. L'altre que li féu un gest d'agraïment fou Albelo. Una salutació, Atticus. T'informaré del segon bis de les Arts.

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    1. Ya estuve yo viéndolo en directo también... Todavía peor que el del estreno porque le aplaudieron bastante menos y cuando parecía que incluso los aplausos se extinguían, metió el bis.
      Desde mi posición pude medio ver al apuntador y no sé quién lo puso ni su destinatario, pero se pasó toda la ópera dirigiendo con sus manos hacia la escena estuviera quien estuviera.

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    2. Efectivament, esta volta no foren uns microsegons, foren nanosegons d'aplaudiments.
      Després de llegir el que dius em pregunte si l'apuntador serà per a dirigir els moviments escènics de Nucci, que no els ha assajat prou. Ja han passat anys desde Bilbao.

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  4. Querido Atticus, como bien ha indicado Titus, Abbado va detrás de Nucci, pero también del resto de cantantes y de la orquesta. Es un director que dirige lo que oye siendo incapaz tanto técnica como musicalmente de hacerse con las riendas de todo lo que tiene delante. Los ensayos han sido un sufrimiento constante. Me gustaría ver al Sr. Abbado dirigiendo una compañía que no sea de primer nivel, a saber como acabaría la cosa...
    Lo de la concha ha sido idea suya, lo curioso es que en ella no hay un suggeritore(apuntador) sino un señor dirigiendo y dando las entradas que el “director” principal no es capaz de indicar.
    Imaginaos intentar mirar a Abbado con un tempo y tener delante a otro señor dirigiendo con otro gesto diferente y no siempre con el mismo tempo. Os puedo asegurar que las quejas de la orquesta y solistas son totalmente fundadas.
    Los ajustes que se pueden apreciar durante la función son debidas exclusivamente a Abbado, ya que con su gesto tacañano y tempo inestable es lo mínimo que puede suceder. Dirigir de una manera y pedir lo contrario es el pan de cada día con este señor.
    Miedito me da la Lucia que se avecina...

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    1. Pues más allá de las consideraciones sobre Abbado que las dejo a los profesionales que trabajan con él, lo que sí puedo certificar porque lo medio vi ayer es que, en efecto, el apuntador marca entradas y dirige toda la ópera, cosa que también hacía Abbado en el foso... No lo entiendo.

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    2. No hay nada que entender, es un despropósito.

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  5. Querido Atticus, he estado de acuerdo contigo en muchas de las crónicas que he leído, pero creo que tu segundo párrafo se lleva la Palma. Solo puedo decir: GRACIAS.

    Acabo de salir de la segunda función y, sinceramente, salgo desconcertado.

    Contemplar a todo el público, en pie, ovacionando como nunca he visto la función de esta noche, me ha descolocado completamente.

    Desde luego que todo son opiniones pero de verdad que creo que, objetivamente, hemos visto cosas bastante mejores que este Rigoletto sin el resultado de esta noche.

    Que Nucci tiene momentos como el Cortiggiani, desde luego. Te pone los pelos de punta. Pero para tener ese gran momento trabaja medio gas, con falta de aire y en mi opinión, no creo que compense.

    La Gilda creo que fue de lo mejor, aunque me parece por lo que leo que estuvo mejor en el estreno. Aquí estuvo fantástica, el personaje le va de maravilla, pero ya se notó en las notas picadas del final de Caro Nome que el agudo iba un pelín pillado. El resultado en La Vendetta fue de dos notas caladas completamente. Y, jopé, me da rabia, porque ya son ganas de ensuciar una gran actuación por una nota que (creo) ni está escrita.

    El Duca de Celso también me ha decepcionado. No sé de términos vocales ni nada, pero me parecía que la voz quedaba en la garganta, sin ser libre, salvo cuando subía al agudo o cantaba en forte. Si no, me sonaba quebradiza y perdía un poco la "nobleza" que que va al personaje.

    En cualquier caso, salgo enfadado con el público. No, parecía que aplaudiesen algo que les había entusiasmado, aplaudían porque "tenían" que aplaudir, porque a eso iban, porque los periódicos decían que el gran Leo Nucci venía a Valencia.

    En fin, muy triste lo visto hoy. Espero que de verdad la gente haya aplaudido porque estaba entusiasmada, porque si no, es que simple y llanamente, somos bobos, y contra eso no se puede hacer nada.

    Un saludo.

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    1. Pues mira, como he ido a las dos primeras te diré que Nucci y Schiavo han estado peor que en el estreno y Albelo y Spotti mejor.
      La pobre soprano en las dos vendettas lo pasó fatal con unas subidas al sobreagudo no escrito más que apuradas.
      Y lo del bis fue de traca. En el estreno el numerito de Nucci consiguió al menos poner a toda la platea en pie y cobrarse una muy cerrada ovación, pero en la segunda función miré la platea y poco antes de iniciar el bis no aplaudía más de la mitad.

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  6. Has estado en la misma funcion que yo? Yo he salido supercontento. Nucci ha estado muy bien y quizas el “bis” seria como un premio a su carrera. Tenor y soprano fabulosos. Y la produccion para mi una joya de sencillez. La orquesta coro y director de lo mejor que ha habido en Les Arts.

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    1. Coincido al cien por cien.
      El viernes volveré a ir para disfrutarla otra vez y ver al "segundo Rigoletto"

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  7. Casi seguro de que sí que ha sido la misma.

    Orquesta y coro geniales, por supuesto. La producción... bueno, no molestaba pero no me ha acabado.

    Soprano muy bien, ya digo. El Duca el problema ha sido lo de la voz "quebradiza" de algunos momentos, aunque por supuesto es una impresión mía. Y Nucci ya digo que ha habido momentos que me han emocionado pero no creo que compensen la actuación total. Demasiado show y, sobretodo, demasiada gente deseando y siguiendo el show.

    En mi opinión Iolanta le da bastantes vueltas a este Rigoletto.

    Un saludo

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  8. Pues por lo visto hoy también ha habido bis, o Nucci ha dejado instrucciones o Abbado se ha líado y piensa que esa aria se canta dos veces

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    1. Además, no ha podido ser menos merecido. Me ha parecido una vergüenza, el baritono no me ha gustado nada.

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  9. Pues sí, lo del bis de hoy completamente forzado y fuera de lugar. No es que Stoyanov lo haya hecho mal, pero entiendo que un bis es para cuando algo ha sido excepcional.

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  10. Coincido con la valoración "técnica" de Atticus del día del estreno. Y evidentemente el bis de Nucci fue, creo, para la leyenda Nucci. Claro que hemos disfrutado de otras noches mejores, más redondas musical y vocalmente, Peter Grimes, Lucrezia Borgia...; pero seguramente ha sido la primera y la última vez que veamos a Nucci.
    No hay que rasgarse ls vestiduras; a Domingo lo vitorean allá donde canta y por eso sigue y sigue, y ya sabemos que sus actuaciones "baritonales" dejan mucho que desear.

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  11. Hola Atticus, molt bona valoració, com sempre.
    Jo vaig estar el divendres amb Stoyanov, que a mi no em va transmetre res, i el bis em va semblar lamentable. Ara bé, el públic sabedor dels que havia passat les dues funcions prèvies no volia ser menys. Aquest bis amb el temps quedarà institucionalitzat com el Va Pensiero de Nabucco. L'estampida del públic abans que el cantants eixiren a saludar va ser també impressionant.

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