"Eneas escapa de Troya" - Federico Barocci - 1598 - Galleria Borghese - Roma
En plena vorágine troyana, y aparcando definitivamente la polémica acerca del abucheo, quería hacer referencia a una figura que resultó clave en el proceso creativo de la ópera “Les Troyens”, como fue la Princesa Carolina de Sayn-Wittgenstein.
Esta mujer culta y amante de las artes tuvo un papel importante en la historia de la música de su época, quizás no directamente, pero sí de forma colateral a través de los artistas con los que se relacionaba y a los que conseguía estimular en su proceso creativo, como Liszt, Wagner o Berlioz.
Carolina Iwanowska nació en Woronice en 1819. De origen polaco, se casó, menor de edad y sin su consentimiento, con el noble ruso Nicolás Sayn-Wittgenstein. En 1847, en Kiev, conoce a Franz Liszt, comenzando dos años después una relación sentimental que duraría hasta la muerte del compositor, aunque no llegarían a casarse al no conseguir la anulación de su primer matrimonio. Fue ella quien motivó a Liszt a dar el salto definitivo de intérprete virtuoso a compositor y quien le animó a ocuparse personalmente de la orquestación de sus obras, además de promocionarle activamente.
Durante una estancia de Héctor Berlioz en Weimar, en la residencia de esta mujer, que él mismo describe en sus Memorias como de fuerte carácter e inteligente y de la que afirma que le brindó todo su apoyo “en sus horas más oscuras”, Sayn-Wittgenstein insistió a Berlioz para que tradujese en una ópera el amor que éste sentía por el mundo antiguo y por la obra de Virgilio, instándole a afrontar el reto pese a las dificultades que pudiese encontrar. La tal Carolina debía ser una hembra de armas tomar y, con una capacidad de convicción envidiable, llegó a decir a Berlioz que si retrocedía ante los obstáculos y era tan débil como para amedrentarse ante la envergadura de la obra, no siendo capaz de enfrentarse a todo por Dido y Casandra, no sería digno de volver por allí y no querría verle nunca más. Estas palabras, confiesa Berlioz, fueron suficientes para él y, nada más volver a París, se puso a trabajar en el libreto y partitura de “Les Troyens”.
Así, en mayo de 1856 comienza Berlioz la creación de su gran ópera, para la que escribe él mismo el libreto basado en los libros segundo y cuarto de “La Eneida” de Virgilio y con notables influencias de Shakespeare.
Berlioz se refiere a su obra como un “Virgilio shakespearizado”. Y efectivamente, el sentido dramático del autor inglés, al que admiraba Berlioz profundamente, gravita sobre la obra y se puede apreciar en diferentes aspectos de la trama, como la imposibilidad de combatir el destino por Eneas, las apariciones fantasmales de Héctor y otros personajes o la composición de la figura de Casandra. Una mujer fuerte a la que quizás la personalidad de Carolina Sayn-Wittgenstein no le fuese tan ajena.
Aquí podemos ver a una de mis Casandras favoritas, Anna Caterina Antonacci, en la producción del Teatro Châtelet de Paris de 2003, en la conmemoración del segundo centenario del nacimiento de Berlioz, en lo que constituyó la primera representación íntegra de la ópera en la capital francesa. Escuchamos el recitativo y aria del Acto I “Les grecs ont disparu... Malhereux roi”, la primera intervención en la obra del personaje de Casandra:
El 12 abril de 1858 finalizó Berlioz la composición de “Les Troyens” tras 2 años de trabajo. En unas cartas dirigidas a la Princesa Sayn-Wittgenstein, Berlioz le reconoce que fue capaz de afrontar el esfuerzo y sucumbir ante tal reto compositivo sólo gracias a ella, a su “estímulo e indulgentes reprobaciones”, y que la ópera no hubiera existido de no ser por ella, por lo que le anuncia que la obra tendrá una doble dedicatoria, a Virgilio y a la propia Princesa Sayn-Wittgenstein.
Por eso he querido, al igual que hizo Berlioz, dedicarle un pequeño y humilde espacio a recordar la figura de esta mujer, gracias a la que muchos años después hemos podido seguir disfrutando de la genial inmensidad de esta composición.
Finalizo esta entrada con Anna Caterina Antonacci, de nuevo como Casandra, esta vez en la última escena del Acto II que finaliza con el suicidio de Casandra y las mujeres troyanas:
Esta mujer culta y amante de las artes tuvo un papel importante en la historia de la música de su época, quizás no directamente, pero sí de forma colateral a través de los artistas con los que se relacionaba y a los que conseguía estimular en su proceso creativo, como Liszt, Wagner o Berlioz.
Carolina Iwanowska nació en Woronice en 1819. De origen polaco, se casó, menor de edad y sin su consentimiento, con el noble ruso Nicolás Sayn-Wittgenstein. En 1847, en Kiev, conoce a Franz Liszt, comenzando dos años después una relación sentimental que duraría hasta la muerte del compositor, aunque no llegarían a casarse al no conseguir la anulación de su primer matrimonio. Fue ella quien motivó a Liszt a dar el salto definitivo de intérprete virtuoso a compositor y quien le animó a ocuparse personalmente de la orquestación de sus obras, además de promocionarle activamente.
Durante una estancia de Héctor Berlioz en Weimar, en la residencia de esta mujer, que él mismo describe en sus Memorias como de fuerte carácter e inteligente y de la que afirma que le brindó todo su apoyo “en sus horas más oscuras”, Sayn-Wittgenstein insistió a Berlioz para que tradujese en una ópera el amor que éste sentía por el mundo antiguo y por la obra de Virgilio, instándole a afrontar el reto pese a las dificultades que pudiese encontrar. La tal Carolina debía ser una hembra de armas tomar y, con una capacidad de convicción envidiable, llegó a decir a Berlioz que si retrocedía ante los obstáculos y era tan débil como para amedrentarse ante la envergadura de la obra, no siendo capaz de enfrentarse a todo por Dido y Casandra, no sería digno de volver por allí y no querría verle nunca más. Estas palabras, confiesa Berlioz, fueron suficientes para él y, nada más volver a París, se puso a trabajar en el libreto y partitura de “Les Troyens”.
Así, en mayo de 1856 comienza Berlioz la creación de su gran ópera, para la que escribe él mismo el libreto basado en los libros segundo y cuarto de “La Eneida” de Virgilio y con notables influencias de Shakespeare.
Berlioz se refiere a su obra como un “Virgilio shakespearizado”. Y efectivamente, el sentido dramático del autor inglés, al que admiraba Berlioz profundamente, gravita sobre la obra y se puede apreciar en diferentes aspectos de la trama, como la imposibilidad de combatir el destino por Eneas, las apariciones fantasmales de Héctor y otros personajes o la composición de la figura de Casandra. Una mujer fuerte a la que quizás la personalidad de Carolina Sayn-Wittgenstein no le fuese tan ajena.
Aquí podemos ver a una de mis Casandras favoritas, Anna Caterina Antonacci, en la producción del Teatro Châtelet de Paris de 2003, en la conmemoración del segundo centenario del nacimiento de Berlioz, en lo que constituyó la primera representación íntegra de la ópera en la capital francesa. Escuchamos el recitativo y aria del Acto I “Les grecs ont disparu... Malhereux roi”, la primera intervención en la obra del personaje de Casandra:
El 12 abril de 1858 finalizó Berlioz la composición de “Les Troyens” tras 2 años de trabajo. En unas cartas dirigidas a la Princesa Sayn-Wittgenstein, Berlioz le reconoce que fue capaz de afrontar el esfuerzo y sucumbir ante tal reto compositivo sólo gracias a ella, a su “estímulo e indulgentes reprobaciones”, y que la ópera no hubiera existido de no ser por ella, por lo que le anuncia que la obra tendrá una doble dedicatoria, a Virgilio y a la propia Princesa Sayn-Wittgenstein.
Por eso he querido, al igual que hizo Berlioz, dedicarle un pequeño y humilde espacio a recordar la figura de esta mujer, gracias a la que muchos años después hemos podido seguir disfrutando de la genial inmensidad de esta composición.
Finalizo esta entrada con Anna Caterina Antonacci, de nuevo como Casandra, esta vez en la última escena del Acto II que finaliza con el suicidio de Casandra y las mujeres troyanas:
Agradezcamos pues a la Princesa Carolina de Sayn-Wittgenstein,
ResponderEliminarsu terca insistencia para que se compusiera Les Troyens, un pedazo ópera de la que hace años estoy enganchado.
Gracias Atticus por acordarte de ella
Viendo las pasiones que despierta Les Troyens la pongo en lista para trabajar en élla tan pronto como me sea posible y sienta disposición. Me aturulla un poco afrontar una ópera tan larga de un compositor, para mí, muy desigual pero, dado que con vosotros siempre aprendo, intentaré ir más allá de La damnation de Faust o del bello oratorio de Romèo et Juliette.
ResponderEliminarCon afecto!
Bien por la Princesa Carolina de Sayn-Wittgenstein.
ResponderEliminarY bien por ti, Atticus, que nos descubres cada dia trocitos de buena musica.
Un besito
Gracias a vosotros por vuestros comentarios.
ResponderEliminarGlòria, estoy seguro de que disfrutarás con "Les Troyens". Hazte el ánimo.
Otra que se apunta al espíritu troyano que nos invade desde la zona levantisca...con algún infiltrado en casa,¿eh?. Gracias por contagiarnos la curiosidad de conocer.
ResponderEliminarVengo de lo de Alfredo, y de disfrutar un valioso post. Leerte me da mucho gusto, en esta búsqueda de nuevos elementos para acercarme a este tema.
ResponderEliminarSaludos!!!