Transcurría todavía el frío mes de enero
cuando un grupo de amigos decidimos comprar entradas para acudir a finales de
junio a Sevilla, a la representación de “Rigoletto”
que se había anunciado en el Teatro de la Maestranza. La
verdad es que a mí me hacen falta pocos pretextos para ir a una ciudad que me
encanta y a la que tengo gran cariño, pero en esta ocasión la excusa era
perfecta, pues un “Rigoletto” con Leo Nucci, Jessica Pratt, Celso Albelo
y María José Montiel no se ve todos
los días. Lástima que no pudiera organizarme para haber ido a alguna de las
funciones del también muy interesante primer reparto, con un trío protagonista
andaluz formado por Juan Jesús Rodríguez,
Mariola Cantarero e Ismael Jordi.
Y la experiencia ha valido la pena. Ya la simple
presencia del veterano barítono italiano Leo
Nucci en el papel del bufón, garantizaba el espectáculo, pero es que,
además, el resto del reparto rindió a un nivel espléndido y pudimos vivir y
disfrutar una fantástica noche de ópera, a la vieja usanza, como cuando todavía
había divos operísticos y en la que la pasión contagiada desde el escenario desbordó
el patio de butacas.
Si se buscaban ortodoxas esencias interpretativas
de la partitura de Giuseppe Verdi,
no era la cita más adecuada. La orquesta estuvo lejos de infundir al conjunto
acentos y clímax puramente verdianos, y los cantantes se lanzaron a una
impactante exhibición vocal incluyendo todos los agudos y sobreagudos no
escritos originariamente pero que los sucesivos divos y divas han ido
incorporando para su propio lucimiento a lo largo de los años. Ahora bien, si
lo que se pretendía era pasarlo estupendamente asistiendo a un emocionante
espectáculo de ópera, no había mejor ocasión.
Leo
Nucci
ES Rigoletto. Ha cantado tantas veces
el papel y lo tiene tan asumido en su interior que, pese a sus puntuales
excesos interpretativos, te lo crees completamente. El personaje le surge de
forma natural. Se planta la joroba y se transforma. Si algún día me contasen
que este hombre ha acabado en su vida personal, como le pasó a Johnny Weissmüller con Tarzán, creyéndose el personaje
interpretado y entrando en el comedor de la residencia de la tercera edad gritándoles
a todos “Cortigiani, vil razza dannata”,
me lo creería sin dudar.
Vocalmente tiene más trampas que una película
de chinos, empuja la voz, utiliza portamenti
a cascoporro, pero, a sus ¡71 años!
el derroche que lleva a cabo en escena es brutal y digno de elogio. Y, lo que
es más importante, logra alcanzar de forma inmediata el punto sensible del
espectador transmitiendo emoción en estado puro, lo cual tiene mucho más mérito
teniendo en cuenta que no baja el piloto automático del forte y no ofrece ni un solo matiz.
Pese a su edad, la voz, aunque pueda
denotar cierto desgaste, se muestra sin apenas vibrato, su fiato sigue
siendo muy respetable y su potencia y técnica de emisión permanecen incólumes.
El incisivo fraseo de Nucci emociona
y conmueve, retratando a la perfección las diferentes facetas del personaje, desde
el arrastrado siervo sin reparos para ser cruel, al amante padre o al ultrajado
progenitor dispuesto a la despiadada venganza.
En ese sentido, su “Cortigiani” y el subsiguiente “Ebben,
piango”, me parecieron antológicos, diferenciando de forma maestra las dos
secciones, dando una lección de interpretación operística. Me gustó bastante
más que la “Vendetta”, más
atropellada y efectista, la cual, como no podía ser de otra forma, bisó a telón
bajado en compañía de la Pratt con
el público puesto en pie. De hecho me comentaron que la bisó hasta en el ensayo
general. Nucci es así. That’s entertainment!.
Cuando escuché las primeras notas de Celso Albelo como Il Duca, no pude evitar recordar a Alfredo Kraus. Cierto es que las voces de ambos difieren y que la
composición que del personaje realiza Albelo
tiene una vertiente mucho más golfa que aquel elegante duque que encarnaba Kraus, pero me pareció evidente que el
desaparecido maestro es la clara referencia de su joven pupilo. Tengo que decir,
ante todo, que me gustó muchísimo Albelo.
Y eso pese a que a su fraseo le falte un punto de expresividad y a que comenzó
un tanto inseguro y sin acabar de colocar bien la voz, pero en el dúo con Gilda estuvo formidable y su recitativo
y aria “Ella mi fu rapita… Parmi veder le
lagrime” me parecieron referenciales. Elegancia canora de muchísimos
quilates, con impecable dicción, exhibición de fiato y un exquisito canto ligado que no se vio afectado ni pese a
los estirados tempi que imponía Halffter. En “La donna é mobile” remató con una nota final eterna, quizás efectista
en demasía, pero la noche pedía excesos.
Uno de mis principales alicientes para esta
excursión sevillana se centraba en escuchar a la soprano australiana Jessica Pratt, de quien me habían
hablado especialmente bien; y no me defraudó en absoluto. Lejos de muchos de
los jilguerillos que asumen el papel de Gilda,
la Pratt tiene una voz brillante y con cuerpo, con
unos agudos timbradísimos, bien emitidos y mejor colocados, de impecable
afinación. Dio todo un recital de medias voces, filados, pianísimos y trinos espectaculares que enriquecían su elegante
y muy bien ligado fraseo de forma magistral. Haber podido disfrutar en directo,
en apenas quince días, de dos voces de soprano como las de María Agresta y Jessica
Pratt, es un lujazo.
Posiblemente, Maddalena no sea el rol más adecuado para que se desplieguen las
virtudes vocales de María José Montiel,
quien se encuentra más cómoda en tesituras no tan graves, pero, a pesar de
ello, la mezzosoprano madrileña llevó a cabo una actuación excelente, dotando
al personaje de una enorme expresividad, sabiendo transmitir sus diferentes
estados de ánimo pese a la brevedad del papel, y con una tremenda carga sensual
(a la salida casi había tantos comentarios alusivos a las bonitas piernas de la Montiel
como sobre el bis de Nucci). En el cuarteto se mostró
soberbia, afinadísima, perfectamente audible y en conjunción perfecta con el
trío protagonista, lo que en una Maddalena
no suele ser muy habitual.
El bajo ruso Dmitri Ulianov, a quien vimos el año pasado en Les Arts como rey René de "Iolanta", fue un contundente y muy notable Sparafucile de profundas
resonancias, voz potente y, aunque su canto no sea especialmente refinado, de
intencionado fraseo con el que logró dibujar de forma efectiva la maldad del
personaje.
Todo el resto del reparto funcionó también
muy bien, sin que nadie desluciese el relevante nivel vocal general, mereciendo
destacarse el buen Monterone de Miguel Ángel Arias, con una voz
francamente interesante, a quien pienso que perjudicaba un tanto la caracterización
empleada para avejentarlo, con postizos impropios hasta de la cabalgata de
reyes.
No me convenció en absoluto Pedro Halffter al frente de la Real
Orquesta Sinfónica
de Sevilla. Interpretar a Verdi
exige saberle dar a la partitura todo el protagonismo dramático que la
genialidad del compositor de Busseto le otorgó. Y Halffter no supo o no quiso. Su empleo de tempi y dinámicas se me antojó caprichoso, sin responder al devenir
narrativo y emocional del drama, siendo la monotonía e insulsez la tónica dominante
de su lectura. Hubo pasajes de una morosidad exacerbada, como en “Parmi veder le lagrime”, donde no sólo
la orquesta no respiraba con los cantantes, sino que les colocó en una
situación muy comprometida que sólo se salvaba gracias a la técnica individual
de los intérpretes. Curiosamente, o no, Nucci
fue quien menos padeció estas lentitudes. Posiblemente el ser la estrella de la
función influyera en ello.
Para no ser del todo injusto diré que hubo
momentos donde la orquesta brillo con más relevancia, como en las entradas de Monterone o en la escena de la tormenta
y el último acto en general, donde el cuarteto fue bien conducido.
Muy importante me pareció sin embargo la
aportación del Coro de la Asociación de Amigos
del Teatro de la Maestranza. Si en el aspecto orquestal cualquier comparación que
se pudiese hacer con la agrupación que escuchamos habitualmente en Les Arts no
se sostenía, en el caso del Coro no ocurrió lo mismo. Sonó fantásticamente bien
con un ajuste, sonoridad y empaste de primera línea. Todo un descubrimiento.
En cuanto a la dirección escénica, se
trataba de la concebida por Stefano
Vizioli para el Teatro Regio di Parma. De corte absolutamente clásico, como
le gusta a Nucci, con una
escenografía especialmente vistosa en el primer cuadro, sirvió a la perfección
para contribuir a la sensación de estar viviendo una noche operística de las de
antaño, si bien el trabajo escénico como tal me pareció pobre, sobre todo en lo
que a la dirección de actores se refiere.
Pienso que se resolvió bastante hábilmente
el último acto, aunque, en este caso, la colocación de los cantantes durante el
cuarteto en alturas diferentes creo que es un error. Tampoco se solucionó
adecuadamente la voz interna del tenor que sonaba claramente a nivel del
escenario y no desde la ventana donde se supone que se encontraba. Pero esta
noche, más que nunca, la dirección escénica era lo de menos.
El público, que llenaba totalmente el
recinto sevillano, con presencia de caras conocidas de la jet local y muchos
aficionados desplazados de toda España, enloqueció literalmente con el
espectáculo ofrecido y jaleó y braveó puesto en pie a todos los intérpretes,
llegando en el bis de la Vendetta a no esperar ni a que Nucci acabase de cantar. Pocas veces he
visto, además, tal cantidad de gente intentando entrar en los camerinos al
acabar la función.
Aunque si de verdad hubo algo que nunca
había visto en un patio de butacas de un teatro serio de ópera, fue lo que
aconteció cuando Celso Albelo
comenzaba a afrontar “È il sol dell'anima”:
una ruidosa bolsa de plástico empezó a sonar insistentemente, pese las
protestas de los que nos encontrábamos cerca del humanoide con gafas autor de
semejante concierto que no cesaba. Cuando finalmente paró el ruido, mi
compañera de butaca me hizo señas de que mirase al personaje en cuestión y allí
estaba el señoritingo de la bolsa metiéndose entre pecho y espalda un bocata
tamaño fagot y chuperreteándose sus pezuñas… Al encenderse las luces, apenas unos
minutos después, mi amiga le llamó la atención ante la falta de respeto con los
artistas y el público de su comportamiento y su respuesta fue que éramos “muy
sensibles”, con lo que todos los que por allí estábamos a punto estuvimos de
demostrarle que lo único sensible iba a ser su nariz al día siguiente.
En fin, no me alargo más. Hasta aquí mi
crónica para dejar constancia de otra inolvidable jornada operística y de un
estupendo fin de semana gastronómico-cultural que quiero agradecer a todos los
amigos y amigas que me ayudaron a pasarlo todavía mejor, y muy especialmente a
nuestros anfitriones Joan, Gabriel y
Cayetana. Esperemos poder repetir muy pronto otra escapada.
Poco que añadir a tu intenso y emocionado relato, como así fue. Para mí, escuchar por primera vez un bis en plena representación escénica, aunque no sea muy ortodoxo, a un tenorazo como Albelo y a un mito del canto, fue impactante. Pero es que, además, como cuentas, todo rodó. Hay que hacer siempre que sales de Les Arts un esfuerzo para acostumbrarte a la nueva acústica y aceptar que la orquesta no va a responder de la misma manera, pero una vez superado la magia nos envolvió. El cuarteto que no pude disfrutar en Les Arts, gracias a Montiel pudo brillar en todo su esplendor a pesar de la colocación de los cantantes. También agradezco haber podido comparar en una temporada dos versiones tan distintas pero tan interesantes como la de Nucci y la de Rodríguez.
ResponderEliminarYa he comentado que fue la primera vez de muchas experiencias acústicas, pero efectivamente, ninguna como la del compañero de butaca que disfrutó de su bocata que previo concierto para plástico y albal le pasó su pareja, totalmente ajenos a lo que allí se representaba. Para mayor información por si lo leen los sevillanos, el individuo vestía pantalón blanco aderezado con unas finas pequeñas anclas, indumentaria con la que pensaba que sería inmune a la crítica del público. Pedazo mal educado imputable.
En fin, afortunadamente los cantantes, según comprobamos después, no lo oyeron y eso es lo importante.
En buena hora ese día de enero decidimos embarcarnos en la aventura... aunque se nos cruzaron unas anclas.
Gracias a los anfitriones que nos descubrieron los rincones más interesantes de Sevilla.
Y a ti Atticus por tan interesante trabajo.
Gracias a ti, Mime, por leerle la cartilla al Chanquete de las anclas, y por ser la principal artífice, junto a tu ya mítica tarjeta, de este viaje.
EliminarDe vez en cuando hay que vivir momentos así, aunque lleven vendetta incluida, para recuperar el sabor de la ópera espectáculo.
Besos
Gran fin de semana, estoy de acuerdo en "todo" (la única discordancia es que me esperaba más de Albelo, gran tenor pero personalmente me pareció un poco de "efectos especiales" ) Destacar, aunque tú ya lo has hecho, tanto al Sparafucile como a Monterone (pobret, le pusieron unas barbas que me recordaron a los "cirialots" del Corpus de Valencia).
ResponderEliminarEl resto, mítico, tal y como has explicado. Me encandiló Jessica Pratt, es posible que, como dice Mim, estuviese calante al principio pero tuve la suerte (o el poco oído) de no percibirlo, para mí fue mundial.
Fin de semana redondo, para repetir sí o sí.
Tutto nel mondo è burla (Falstaff dixit)
De "efectos especiales" lo único que tuvo Albelo, a mi juicio, fue el alargamiento de la nota final de la Donna, pero el espectáculo estaba ya disparado y era lógico que tuviese su momento exhibición.
EliminarPor lo demás me pareció un tenor elegantísimo.
Repetiremos, por supuesto, y volveremos a correr por los pasillos del WC del Peregil.
Ma ride ben chi ride
La risata final
Entre los defectos que se pueden achacar a Nucci es ese constante ataque violento con que comienza todas y cada una de las frases para colocar la voz. Pero hace treinta años hacía lo mismo y lo cierto es que a él, y sólo a él, no le queda nada mal. Y una vez que la voz está en su sitio la emisión es espléndida y su timbre verdiano fluye milagrosamente con efectos de una belleza que no pierden fuelle a su edad. Es imposible tener más oficio. Yo tengo un gran recuerdo de "Rigolettos" barceloneses con Kraus y, como punto flojo, su mujer (la de Nucci) Adriana Anelli, que desafinaba por sistema.
ResponderEliminarÁlvaro, yo escuché a Albelo en vivo por primera vez hace unos meses en la "Marina" de Madrid y no es que no me gustara, ni mucho menos, pero lo cierto es que me desconcertó porque me esperaba una voz más pequeñita y de timbre mucho más inmaculado, tipo de la Flórez. Pero esta vez, pasado el desconcierto inicial, me satisfizo bastante. Imita mucho al maestro Kraus en el fraseo pero es que hacer eso y no morir en el intento ya es un mérito. El problema es que no apiana ni de lejos lo que debiera para lograr impactar al aficionado más exigente y, sinceramente, dudo que lo consiga.
A mí la Pratt, a diferencia de a los demás, me dejó bastante más frío. Aunque se entonó mucho a partir del segundo acto y brindó un "tutte le feste" de antología sacando toda la paleta de colores y sentimientos, contenida y expansiva a la vez; pero el caso es que yo percibí en el duo inicial una emisión muy abierta.
Probablemente imite a Kraus (lo cual, tal y como dices, ya tiene mérito) pero yo me acordé mucho más de Bros
Eliminar:-(
¡¡¡¿¿¿Bros????!!!... NEIN.
EliminarAdmito que guste o no guste, y que lo consiga con mayor o menor acierto, pero es evidente que el fraseo es krausiano.
Con todos mis respetos por Bros, ya quisiera Bros.
¡¡¡¡¿¿¿Bros???!!!!..... JA.
EliminarTe agradezco que digas que admites algo distinto de tu opinión. Con tu permiso, me acordé de Bros, tu dirás lo que quieras y con la contundencia que creas oportuno, tal como has hecho.
No me refería al fraseo, sino a la emisión.
La contundencia se refiere únicamente a mi opinión, no a la de los demás que, obviamente, es libre.
EliminarA ti te recordó a Bros y a mi a Kraus... e incluso a Albelo.
Or tutto è chiaro...
EliminarJo, que envidia. Me alegro de que disfrutáseis con Nucci y su show. Me gustaría haber esatado porque este señor me produce sensaciones encontradas y creo que sólo estando presente en una de sus actuaciones sabría salir de mis dudas.
ResponderEliminarHubieras seguido teniendo las sensaciones encontradas, pero pienso que el espectáculo, pese a su exceso, te hubiera acabado conquistando.
EliminarSe te echó de menos en el periplo sevillano...
Un abrazo a la familia imperial.
Cielos...O sea que el ruido era "eso"...Madre del amor hermoso, jamás, jamás ha ocurrido nada similar en Sevilla (y una es de Málaga, ojito, que si se puede echar alguna pulla, se hace), a cuadros me quedo, qué desfachatez...
ResponderEliminarEn fin, yo encantada de conocerte y de ver a Álvaro, preparada para la "fiesta Nucci", tras la impresionante función del día anterior, la verdad es que fue lo que me esperaba, lo que has señalado exactamente que, a mí (pobre de mí) no me impactó pero sí a otros muchos. En cuanto a Celso Albelo y a Jessica Pratt era la primera vez que los escuchaba y deseaba comprobar cómo eran en vivo sus voces. Sobre Pratt, a mí me gustó: una Gilda angelical sin ser jilguero; de Albelo me esperaba más (es lo malo cuando hablan tanto y tan bien de un tenor), la verdad es que los tiempos lentos no le ayudaron en nada y bastante realizó con llegar con fiato al final. Bella voz, por cierto...¿Cuándo regresáis? Así se prepara mejor el recibimiento ¡Un saludo a los valencianos!
Leonor
Yo eso no lo había visto en ningún sitio y te aseguro que he estado en unos pocos.
EliminarNo sé cuando volveremos, pero volveremos. Lo primero que hicimos fue coger el programa de la próxima temporada sevillana para hacer planes.
A ver si en la siguiente tenemos un poco más de tiempo.
Un beso