Hace dos años
pasaron por el Palau de la Música de Valencia Fabio Biondi y los músicos
de Europa Galante, llevando a cabo una versión de la Norma de Bellini interesantísima,
basada en la partitura original, en la que se consiguieron unos resultados
musicales excelentes. Tras aquella representación parece que se acordó con la
dirección del Palau que regresarían por Valencia con otra ópera belcantista, en este caso Anna Bolena, de Gaetano Donizetti.
Y ayer se hizo realidad esta vuelta de Biondi, en la que obtuvo de nuevo
un enorme y merecidísimo éxito.
El trabajo de
investigación llevado a cabo por el director siciliano ha recuperado la versión
de Anna Bolena aprobada por el propio
Donizetti para la representación de la obra en el Teatro alla Scala diez años después de su estreno, habiéndose
adoptado además unos criterios interpretativos y un equilibrio entre música y
voces que procurasen reproducir, en la mayor medida posible, las sensaciones
que pudieron vivir los espectadores milaneses en 1840. A este respecto, os
recomiendo leer en la web de Amics de l’Òpera i de les Arts de la Comunitat
Valenciana la interesantísima entrevista realizada a Fabio Biondi,
donde éste explica todos los entresijos de la versión presentada ayer.
Igual que
ocurriera hace dos años con Norma, mi
primera impresión ante los sonidos recibidos en la sala fue de cierta extrañeza.
Acostumbrados como estamos a las grabaciones “clásicas” de la obra, aquello estaba claro que no sonaba igual,
pero sonaba muy bien. Mejor que bien. Y la dirección musical llevada a cabo por
Biondi y el control de éste de todo cuanto ocurría sobre el escenario,
fueron espléndidos.
Resultó impecable
el equilibrio obtenido entre las diferentes secciones orquestales y, al mismo
tiempo, la atención prestada al color y características de cada familia
instrumental. La dirección fue vivaz, ágil y con una carga dramática
impresionante de principio a fin, sin que la tensión decayese ni un solo momento.
Magistral me pareció la lectura del dúo del segundo acto entre Anna y Giovanna, así como la intensidad y evolución de la escena final.
También se mostró muy preciso el maestro en la dirección de los concertantes.
La orquesta tuvo
un protagonismo capital, estando siempre presente, yendo mucho más allá de un
simple acompañamiento de las voces, dibujando con precisión las emociones y
tensiones que navegan por la partitura. Entre los músicos me parecieron muy destacables
las intervenciones de las flautas, trompas o de la percusión, que jugó un papel
importantísimo en el énfasis dramático de algunas escenas.
La soprano Marta
Torbidoni sorprendió a propios y extraños, llevando a cabo una excelente
interpretación de la protagonista donizettiana. Comenzó un tanto fría o
nerviosa, sin acabar de alcanzar todo el empaque vocal que requiere el personaje
y con algún problema en las agilidades, pero pronto hizo refulgir toda la
belleza de una voz homogénea y de amplio registro, que supo utilizar con una
fuerza dramática imponente. Sensacional se mostró en el dúo con Giovanna y su escena final revolucionó
completamente la platea. Sólo eché en falta un mayor grado de matización en “Al dolce guidami”. Me encantó el efecto
conseguido con los sonidos fijos y una peculiar emisión en los recitativos que
anunciaban el estado de delirio de Anna.
No menos halagos
se deben dedicar a una Laura Polverelli, como Giovanna, que tampoco comenzó bien. Bueno, realmente empezó fatal,
con un acusado vibrato y un timbre
hiriente y desagradable, pero, conforme calentaba la voz, fue mejorando
exponencialmente, con un gran sentido del legato
y del drama, culminando su interpretación en el dúo inicial del segundo acto,
donde se mostró soberbia. Hacía mucho tiempo que no veía yo a una cantante, y
menos en una versión de concierto, ofrecer tal intensidad emocional en su
fraseo.
Positivo resultó
también el Percy de Moisés Marín.
Se mostró valiente, con gran musicalidad, buen control de la respiración y
seguridad en el agudo. Alguna falta de apoyo y sonoridad en los graves,
puntuales errores de afinación y cierta tendencia al golpe de glotis, no
consiguieron deslucir, sin embargo, una actuación enormemente meritoria que fue
reconocida por el público con una enorme ovación.
Buenas prestaciones ofreció también Marina de Liso como Smeton, aunque presentase unos registros desequilibrados. Pese a su atractivo
timbre de bajo y buenas resonancias, menos me gustó Ugo Guagliardo como Enrico VIII, quien pasó ostensibles
apuros en sus ascensos al agudo y en las agilidades. Olvidable el Rochefort de Dionisos Tsantinis y
correcto el Hervey de Francisco
Fernández-Rueda.
Mención aparte merece
la Coral Catedralicia de Valencia que, bajo la dirección de Luis Garrido,
llevo a cabo una de las mejores actuaciones a las que yo he asistido, demostrando
que están siguiendo una evolución espléndida. Impresionantes resultaron la
sonoridad, el empaste y el equilibrio de sus voces, ofreciendo una gama
sorprendente de matices y unas interesantes variaciones dinámicas.
La sala mostraba demasiados
huecos para la excelencia del producto ofrecido, sobre todo siendo una función
de abono, aunque el público asistente se lo pasó en grande y premió a todos los
intervinientes con fuertes ovaciones. Eso sí, no estuvieron ausentes los típicos
abonados del culo inquieto que no son capaces de esperarse cinco minutos a que
finalice la representación para abandonar la sala.
Especialmente digno
de ejecución sumaria fue el tipejo sentado en los asientos de Coro que, en
plena escena final, no sólo se levantó y cruzó su fila molestando a los
espectadores y al director, al cual tenía enfrente, sino que además tuvo los
santos atributos masculinos de quedarse en pie frente a Biondi
poniéndose una horripilante cazadora color diarrea sangrienta y volver a sentarse
en el extremo de la fila, preparado para salir con el chimpún final cual Usain Bolt. Si yo hubiese sido ayer Biondi
le hubiera lanzado la batuta a modo de jabalina y hoy estaría el señor en la
tienda de parches para tuertos.
Bueno, pues hasta
aquí esta crónica de urgencia de una extraordinaria tarde de ópera. Esperemos
que el maestro Biondi siga con su buena costumbre de pasarse por
Valencia ofreciéndonos sus peculiares pero interesantes aproximaciones al
repertorio belcantista.
Leyendo tu excelente crónica he revivido la magnífica tarde de ópera que disfrutamos con Biondi y Cia. Solo añadir que parece que Biondi vuelve en enero del año que viene pero no con Europa Galante, sino para dirigir la Orquesta de Valencia.
ResponderEliminarBuenísima noticia, Nibelungo!!. Gracias por la información.
EliminarGracias por el enlace de la entrevista de Fabio Bondi, es muy interesante. :-)
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