Ya dije cuando se anunció la presente temporada operística 2018/19 del Palau de les Arts que, en principio, lo que más interés me suscitaba, junto a la Lucia di Lammermoor que la clausurará, eran las funciones de Iolanta, de P.I. Tchaikovsky, que se iniciaron ayer en el coliseo valenciano. Varios eran los alicientes que presentaba: para empezar, es una ópera que me conquistó desde la primera vez que la escuché con una música que me parece preciosa; se trata de una obra que no es muy habitual ver representada; cuenta con la dirección escénica del polaco Mariusz Trelinski que casi siempre nos ha ofrecido propuestas interesantes; y de la dirección musical se encarga Henrik Nánási, que ha culminado con éxito incontestable cada aparición suya en el foso de Les Arts.
Para romper la intriga cuanto antes, empiezo ya por confesar que mis expectativas no quedaron defraudadas y considero que, aunque haya algunas cosas a las que se les pueda sacar punta, anoche se vivió un estreno muy exitoso en el que el público se lo pasó fenomenal, lo que, al fin y al cabo, es lo más importante.
Sí hay algo que no entiendo, y es que esta ópera de poco más de hora y media de duración no se haya ofrecido en un programa doble junto a otra obra breve, como se hace habitualmente en otros teatros (por ejemplo, recientemente, en el Teatro Real junto a Perséphone, de Stravinski; o en el neoyorquino Met junto a El castillo de Barbazul, de Bartók). Es verdad que prefiero que se haya optado por la versión escenificada, aunque sea sin ópera acompañante, y no por otra versión en concierto en el infecto Auditori, como ya la tuvimos en 2012; y también es cierto que se han reducido un poco los precios habituales de la sala principal para estas funciones. Igualmente, reconozco que posiblemente la programación un tanto coja de esta ópera venga derivada de cómo se fraguó esta temporada, sin director artístico, en pleno cambio de sus órganos de gobierno y sin apenas tiempo ni margen de reacción. Pero lo que es un hecho incontestable es que el público sale muy satisfecho de la sala con lo vivido, aunque con una especie de sensación de coitus interruptus muy significativa al quedarte con ganas de más.
Sí hay algo que no entiendo, y es que esta ópera de poco más de hora y media de duración no se haya ofrecido en un programa doble junto a otra obra breve, como se hace habitualmente en otros teatros (por ejemplo, recientemente, en el Teatro Real junto a Perséphone, de Stravinski; o en el neoyorquino Met junto a El castillo de Barbazul, de Bartók). Es verdad que prefiero que se haya optado por la versión escenificada, aunque sea sin ópera acompañante, y no por otra versión en concierto en el infecto Auditori, como ya la tuvimos en 2012; y también es cierto que se han reducido un poco los precios habituales de la sala principal para estas funciones. Igualmente, reconozco que posiblemente la programación un tanto coja de esta ópera venga derivada de cómo se fraguó esta temporada, sin director artístico, en pleno cambio de sus órganos de gobierno y sin apenas tiempo ni margen de reacción. Pero lo que es un hecho incontestable es que el público sale muy satisfecho de la sala con lo vivido, aunque con una especie de sensación de coitus interruptus muy significativa al quedarte con ganas de más.
Como decía antes, la dirección escénica de esta producción del Teatro Mariinsky de San Petersburgo corre a cargo del polaco Mariusz Trelinski, de quien en Les Arts ya hemos visto en temporadas anteriores sus versiones de Madama Butterfly (2010) y Eugene Onegin (2011), mucho mejor a mi juicio la primera que la segunda, aunque siempre con un poderío e impacto visual muy relevante. También en esta ocasión la iluminación y el componente visual y estético tendrán un papel fundamental, lo cual en esta ópera cobra aún más sentido al ser la luz o su ausencia el eje en torno al cual gira toda esta fábula. El vestuario y la escenografía juegan también con el contraste entre blancos y negros, reflejo de esa dualidad simbólica entre luz y oscuridad (conocimiento – ignorancia; uniformidad – singularidad; integración - marginación) que recorre la trama.
La acción se ha trasladado temporalmente del siglo XV a una época más moderna, posiblemente sobre los años 40 del pasado siglo, y se ha comentado que se ha buscado inspiración en el cine negro de esos años. Como también suele ser habitual en el director polaco, nos encontramos aquí con una escenografía muy limitada; únicamente una estancia en forma de cubo giratorio que representará tanto el interior como el exterior de la casa donde permanece recluida Iolanta rodeada de cráneos de ciervos muertos. Allí la tiene encerrada su padre, igual que a esos animales sin vida, fuera de su hábitat, como un trofeo, sólo para él, tan sobreprotegida que está muerta para el mundo.
Junto a la casa, enmarcando la acción, simplemente una pila de leña y un bosque de árboles secos flotantes con sus raíces suspendidas, dando al conjunto un cierto aire fantasmagórico muy apropiado para la fábula que en definitiva es. La oscuridad que rodea la casa o ese ambiente neblinoso y turbio, otorga especial protagonismo a la figura de Iolanta y centra la atención del espectador en los personajes principales y en el devenir dramático. El hecho de que gire el cubo central logra dotar de gran ligereza a la acción y los cambios de escena se suceden sin demoras innecesarias y sin que el ritmo narrativo se resienta.
Durante toda la representación, entre el escenario y la platea permanece permanentemente bajada una tela/pantalla sobre la que puntualmente se proyectan algunas imágenes. Yo pensaba que en la escena final, cuando la protagonista recupera la vista, la pantalla se retiraría definitivamente, pero no; con lo que la verdad es que no entiendo por qué nos tenemos que chupar toda la obra tras ese velo que dificulta la visión y la escucha del espectador, para que sirva de soporte para la proyección de video en apenas 4 o 5 ocasiones. Si es para que empaticemos más con la ceguera de la protagonista, ya puestos, que la hubieran hecho a oscuras. Aunque poco faltó para que la platea quedara ciega de verdad, pues, una vez más, las musas de los registas, que deben tener accionariado en la ONCE, decidieron que había que deslumbrar al espectador en una escena, en este caso cuando se descubre que Vaudemont está con Iolanta y todo el reparto aparece armado con linternas que, por supuesto, se encargan de dirigir convenientemente a las pupilas de los espectadores, no vaya a ser que se duerman.
Cuando finalmente la protagonista consigue ver, la luz crecerá en intensidad, y en la última escena todos los intérpretes, con un vestuario en el que predominará claramente el blanco, se alejarán festejando la buena nueva, a excepción de uno, el rey René, vestido de riguroso negro, con un guante de cuero del mismo color (posiblemente simbólico de lo cerca que está su comportamiento sobreprotector hacia su hija del sadismo o del maltrato psicológico), y que se quedará solo en la habitación de Iolanta mientras suenan las últimas notas de la ópera.
Creo que, en conjunto, la dirección escénica puede calificarse de positiva. Es verdad que se encuentra un poco en tierra de nadie entre las propuestas ajustadas al libreto y las más transgresoras, sin que aporte ninguna lectura especialmente original; pero hay una buena dirección de actores (otra cosa es lo buenos o malos que sean luego ellos) y obtiene una alta calificación en la creación de atmósferas y ambientes sugerentes que acompañan adecuadamente el discurso musical y dramático sin alterarlo especialmente y sin perturbar demasiado al espectador, a excepción, como ya he dicho, de esa molesta pantalla interpuesta y las linternitas del demonio.
Para quien esto suscribe es una alegría poder volver a decir que regresaba al foso de Les Arts Henrik Nánási. Siempre que ha pasado por nuestro teatro, el rendimiento de la orquesta ha sido excelente. Y ayer no fue una excepción. Esta ópera, aparentemente menor, cuenta con una maravillosa orquestación que encontró en la batuta de Nánási y los componentes de la Orquestra de la Comunitat Valenciana una interpretación privilegiada. Todo el cromatismo con el que Tchaikovsky impregna los pentagramas para mostrarnos musicalmente esa dualidad entre la luz y la oscuridad, fue trasladada a la sala por la orquesta de manera mágica. El director húngaro volvió a maravillarme con su extraordinario manejo de las dinámicas y sabia administración de las intensidades, con el absoluto control y equilibrio de orquesta y foso y, sobre todo, con una labor de dirección rebosante de sentido dramático, sabiendo resaltar cada matiz de la partitura generando emociones, al mismo tiempo que cuidaba las voces con un mimo exquisito.
Ya desde los primeros compases, desde ese preludio donde sólo los vientos intervienen para reflejar así la carencia de la luz que padece la protagonista, la calidad de los componentes de nuestra orquesta se puso una vez más de manifiesto. Grandísima noche de maderas y metales, con muy destacadas intervenciones de flautas, trompas y trompetas, de Ana Rivera en el corno inglés, Pierre Antoine Escoffier al oboe y unos más que sobresalientes Salvador Sanchís al fagot y Tamás Massànyi con el clarinete. Y no menos sensacionales estuvieron las cuerdas, desde las luminosas arpas a unos soberbios contrabajos que junto con violines, chelos y violas sustentaron con excelencia el magnífico edificio orquestal concebido por Tchaikovsky. Mención especial merece también el virtuosismo mostrado por Guiorgui Dimchevski, de nuevo como concertino en el foso de Les Arts.
El coro en esta ópera tiene una escasa participación aunque con momentos de indiscutible belleza. Las componentes femeninas del Cor de la Generalitat estuvieron situadas otra vez en el foso, tras la orquesta, durante casi toda la representación. Esto parece ya una nueva moda y esta es ya la tercera vez que se recurre a este singular emplazamiento en menos de un año, desde que a finales de la pasada temporada Abbado tomara la decisión de ubicar parte del coro en el foso en La damnation de Faust y repitiera recientemente en I Masnadieri. La verdad es que, al menos desde mi posición, anoche se logró un gran equilibrio del coro con la orquesta y las voces. Impecables fueron todas sus intervenciones cargadas de sutileza y musicalidad, e imponente la última escena con todo el conjunto sobre el escenario en uno de esos momentos que quedarán para el recuerdo.
El papel de la protagonista ha sido encomendado a la soprano armenia Lianna Haroutounian, quien ya nos visitara el año pasado como Tosca. En aquella ocasión no me acabó de convencer, pese a reconocer la calidad de su instrumento. Como Iolanta me ha gustado más, aunque valdrían muchas de las consideraciones que hice entonces. Es incuestionable la belleza de una voz sana, con cuerpo, bien proyectada, de atractivo timbre lírico que en la zona aguda se expande y agranda notablemente. Puntualmente se le descontroló un poquito la afinación y, pese a que la cantante pone todo su empeño, no puedo evitar que me traslade una cierta frialdad. Es cierto que hay instantes en los que su derroche vocal y entrega artística elevan la vertiente expresiva, pero le falta ese punto de magia, esa chispa de emoción que estimula nuestra espina dorsal, pero puede que sea una sensación muy particular. De cualquier modo, compuso una Iolanta más que notable que sólo puede merecer un encendido elogio.
El rol de Vaudemont no es precisamente una perita en dulce y el tenor ucraniano, hasta ayer para mí desconocido, Valentyn Dytiuk, ha sido toda una agradable sorpresa. Es aún muy joven, apenas 28 años, y está claro que debe madurar y pulir muchos aspectos, pero el resultado final fue muy relevante. Cantó su romanza con un gusto exquisito, adornándose con falsetes y medias voces, presentando en el registro agudo una frescura deslumbrante con apabullante comodidad. El fraseo en la zona central estaba más descuidado, pero es una cuestión a trabajar y que no deslució su muy brillante rendimiento vocal general. Su flanco más vulnerable es su actuación dramática porque como actor el muchacho muestra obvias carencias, con una movilidad y gestualidad limitadas, sacando pecho palomo y posando cual muñeco Michelin. El vestuario con pijo-jersey de Zipi y Zape y pantalón de chándal metido por dentro del botín, tampoco ayudaba.
Poco antes de comenzar la función, nos encontramos en el programa de mano con la sorpresa de que el bajo ruso Mikhail Kolelishvili, inicialmente anunciado como rey René, quedaba relegado a las dos últimas representaciones. Les Arts ha hecho público un comunicado diciendo que cancelaba por indisposición su participación y que sería sustituido por el ucraniano Vitalij Kowaljow, un cantante que también ha pasado ya por Les Arts, cuando vino en 2014 a cantar el Jacopo Fiesco de Simon Boccanegra, también por cierto para sustituir otra cancelación de otro bajo ruso, Ildar Abdrazakov. Kowaljow cumplió sobradamente el compromiso con una voz grave poderosa que manejó cantando con mucha clase y sabiendo dibujar este complicado personaje de perfiles tan polivalentes. Quizás se echase de menos que se mostrara más imponente con esas resonancias cavernosas de los bajos más profundos.
En mi opinión, el menos destacado del quinteto protagonista, sin que ello quiera decir que estuvo mal, fue el Ibn-Haqia de Gevorg Hakobyan, un barítono armenio que también hemos visto en Les Arts el año pasado como uno de los Scarpia de aquellas Tosca con la Haroutounian. Tiene un instrumento más limitado y muestra más tosquedad en su fraseo. Aun así, solventó bastante bien la difícil papeleta en su monólogo en crescendo, aunque acabase algo apurado, y siempre contó con el apoyo y mimo de una base orquestal fantástica.
Excelente me pareció Boris Pinkhasovich como Robert. A mí fue el que más me gustó de la noche. El barítono ruso mostró un auténtico color baritonal, con graves bien apoyados, agudos potentes y un timbre luminoso que recorría la sala y se imponía a la orquesta con facilidad. Fraseó con vehemencia y estupendo legato. Su aria resultó imponente por potencia vocal, musicalidad y expresividad, aspecto este en el que sin duda fue también el más destacado de la velada, tanto en lo vocal como en lo actoral.
Me gustó mucho el trío de criadas Marta, Briggitta y Laura, que estuvieron interpretadas con indudable acierto por Marina Pinchuk, Olga Zharikova y Olga Syniakova, respectivamente. Mostraron un gran equilibrio vocal, sensibilidad y un muy buen comportamiento escénico.
Muy correcto estuvo también Gennady Bezzubenkov, en el casi anecdótico papel de Bertrand; y magnífico en todos los aspectos el veterano Andrei Danilov en el también breve rol de Almeric.
Como era de esperar conociendo el comportamiento del público valenciano, al ofrecerse una ópera menos popular aparecieron bastantes más huecos en la sala. Una verdadera pena teniendo en cuenta la calidad del espectáculo ofrecido. Ojalá en las próximas representaciones el boca a boca vaya funcionando y se mejore la venta de entradas. Se aplaudió generosamente a todos los intérpretes a la finalización y hubo gran ovación para la orquesta. Esta vez sí salieron a saludar los responsables de la dirección artística que también obtuvieron la unánime aprobación por parte del público presente.
A los que no se os haya pasado por la cabeza asistir a alguna de estas funciones de Iolanta, os recomiendo que reconsideréis vuestra decisión. Descubriréis una ópera de música bellísima, con una orquesta en estado de gracia y un reparto vocal muy homogéneo y equilibrado. Además, los precios de las localidades son más baratos que de costumbre. ¿Qué más se puede pedir?
Buenas.
ResponderEliminarCoincido en que fue una representación digna, yo también salí satisfecho; en que la orquesta estuvo magnífica y muy bien dirigida por Nánási; el Cor femenino en el foso me convenció por su sutileza (aunque me estropeó un poco el final de la obra el Cor al completo precisamente por lo contrario, la falta de control de emisión)
Los roles principales, Iolanta (Haroutounian) y Vaudemont(Dytiuk), creo que lucieron voces bonitas, pero a ambos les faltaron matices para expresar los diferentes estados de ánimo de sus personajes conforme avanza la historia, más a él que a ella. Me gustó mucho Robert (Pinkhasovich) y Almeric (Danilov); Kowaljow como René me sonó soberbio y quizás el mejor dramáticamente hablando. Porque en este aspecto excepto René, todos me pareciendo muy flojos, sobreactuados a ratos, hieráticos otros; incluso patético Dytiuk, cierto es que no le acompaña el volumen corporal para ese papel de joven enamorado de la princesa a primera vista; la escena del enamoramiento la resolvieron bastante mal a mi juicio, sin llegar a transmitir lo que la música sí consigue.
También he de decir que pude estar influenciado por el hecho de haber visto la misma versión con Netrebko y Beczala, dirigida por Gergiev en el MET, que me pareció, no ya mejor vocalmente, que lo es, sino más matizada y sutil en todos los aspectos.
Saludos
Hombre Juan, disponer de una pareja protagonista como Beczala y Netrebko, permite ser más sutil y matizar mucho más. Aquí, con dos cantantes como Haroutounian y Dytiuk, con evidentes carencias en cuanto a riqueza expresiva, el trabajo orquestal se complica pues ha de atenderse por un lado a poner de manifiesto ese colorido y variedad que los cantantes descuidan, a la vez que ha de cuidar el adaptarse a las peculiaridades de estos. Nánási creo que hizo una labor magnífica.
EliminarEs una lástima que en la faceta dramática y expresiva flojee un reparto que, en cuanto a tesitura vocal, cumple con creces.
Un saludo
Y aunque no es ópera, es canto lo que hoy ha ofrecido el Palau de la Música: La Pasión según San Juan con Les Arts Florissants de William Christie.
ResponderEliminarCrhistie es una leyenda viva de la música barroca historicista, su orquesta usa instrumentos de época y él mismo es un gran clavicembalista; ha recuperado y presentado óperas de Lully, Monteverdi, Rameau, Purcell, Handel, Mozart...
Hoy ha sido un concierto muy raro, pero con final feliz.
En la primera parte, 35 minutos, tenía una sensación de aburrimiento mortal, y cuando me ocurre eso con Bach, Mozart, Handel...no puedo creérmelo. La orquesta parecía tocar con desgana, el tenor-evangelista se salvaba y también el bajo-Jesús, pero la contralto ha cantado su única aria de esta parte para su cuello, no se la oía.
Pero tras el descanso...el milagro: la orquesta se ha transformado y ha dado, durante 75 minutos, una lección magistral de música; hasta la contralto ha estado bien, no sólo audible, en su aria. No es la primera vez que esto ocurre, en obras tan largas y exigentes incluso grandes formaciones parece que se reserven al principio para darlo todo después; pero es una pena.
Pues gracias por tu crónica. Lamentablmente no puedo opinar al no haber podido asistir.
EliminarDe nada. Estas fallas huí de la quema (que no de la cremà)y estuve tentado de hacer una pequeña crónica de la Wien staatsoper: Cavalleria Rusticana con Elina Garança y Pagliacci con Grigolo, Petean y Rebeka. También asistí a una maravillosa 3ª de Mahler en el Musikverein.
EliminarTot molt ben dit, com sempre, Atticus. I en termes molt justos. Gràcies per les hores dedicades.
EliminarCom que és impossible afegir res, m'agradaria aportar al blog una cosa que diu la Viquipèdia de Iolanta. Es diu que Rimski-Kórsakov opinava que era de les pitjors òperes de Txaikovski. M'ha sorprés perquè m'ha paregut una òpera molt "russa" i en molts moments em pareixia que era del mateix R-K. Per exemple, el cor de les amigues, la posterior cançó de bressol, l'ària de Ŕené i una altra de la soprano cap al final. Si tens ganes d'escriure més, tu què en penses?
Crec que ha sigut un encert del PdA la programació de Iolanta perquè serveix per a no caure en bucle de bohemes i traviates, i que el públic nou conega que la música lírica està plena de meravelles per descobrir. Si queden butaques buïdes no sé que passaria amb una de les dures de Richard Strauss.
Això de Rimski no ho coneixia i em sorprén tant com a tu. Hi ha molts compositors dels quals podria pensar que havien dit això abans que Rimski, perquè com molt bé dius no són pocs els paral·lelismes que es poden trobar en una obra com aquesta i altres de Rimski.
EliminarA rus sona i això és evident i Rimski també va treballar amb contes com a base. Si l'afirmació de la Viquipèdia és certa, igual no vol dir més que això, que no li va agradar, sense entrar en més complexitats. Potser el que li va descol·locar una mica va ser el final o l'existència de àries, duos, tan marcats més propis d'òperes italianes. En fi, si algú sap més que ho aclarisca.
Respecte a això de les butaques buïdes amb Strauss, l'any que ve parlarem... si no canvien els plans...
Una abraçada
No sé cómo habrá estado el aforo en otros días; pero el día del estreno sé que se regalaron entradas a "grupos" de jóvenes, ignoro con qué criterio. Y 2 conocidas, jubiladas, que suelen asistir a ambos Palaus, el día del estreno por la mañana recibieron un email indicándoles que a partir de las 11 de la mañana podían comprar entradas a mitad de precio, y es la primera vez que lo reciben aunque ese sistema funciona hace tiempo. Vamos, que si no es por cosas así aún hubiese estado más vacío el teatro. ¿Será que no hay público suficiente para la ópera, salvo que cante Domingo o venga Valentino? Preocupante!
ResponderEliminarPues mira Juan, la segunda función estuvo con bastantes huecos, pero en la del jueves el teatro estaba casi lleno. Una buena noticia.
EliminarRespecto al público potencial que haya para la ópera, sería tema de amplio debate. Pero no sólo en Valencia. Con óperas más minoritarias hay huecos en todas partes. Con tiempo, educación y calidad, es obvio que los resultados mejoran. Pero ya digo que eso sería objeto de largo debate.
Acabe de vore la cançó de bressol de Txaikovski. Dic això perquè m'he quedat adormit. La musiqueta orquestral era agradable però monòtona i gens dramàtica. Els solistes, el mateix i ni m'ha despertat ni el cor. La foscor i l'estatisme al costat de la monotonia d'una escena idèntica a si mateixa excepte en moments donats, han rematat la meua becaeta i això que m'estime molt la música del compositor, sobretot les tres últimes simfonies i concert per a piano. Jo crec que l'òpera no era el millor de Txaikovski. Eugin Onegin la trobe millor que esta però tampoc la pose a l'alçada de la Walky que voré en el Yelmo en uns dies. Està bé conéixer obres noves i no repetir sempre el mateix, però, sincerament, Bastian i Bastiana per a xiquets en valencià i decorats d'època de Lamermoor que van fer en una de les sales xicotetes d'un Moozart adolescent el trobe molt per damunt del conte infantil que m'ha fet perdre 90 minuts. Ja m'estic baixant una altra versió (2018) en DVD acompanyada per Persèfone del Korchakof publicada en Euroarts i amb subtítols en castellà, procedent del Real de Madrid. Ara acabe de baixar en versió DVD les obres dels russos.
ResponderEliminarEl Palau de les Arts va de mal en pitjor. Jo he tornat a anar al Real i el Liceu perquè ens han quedat uns productes que estÀ MOLT PER DAVALL DEL QUE FAN EN EL CINES PER CULpA DELS polítics ESPANYOLS - IGUAL TÉ Q SIGUEN PP O PSOE - QUE NO ENS TORNEN ELS NOSTRES DINERS PER FER ALGUNA COSA MILLOR. Potser en una república valenciana independent i federada amb els territoris de la nostra llengua, això no passaria. I damunt hem d'engolir-nos el "lema" tripartit del Botànic: "Tots a una veu, vingueu a furtar-nos el que és nostre".
pep
WAGNERIÀ!
EliminarRespeto enormemente tu opinión somnolienta, Pep, sobre Iolanta, aunque discrepo radicalmente. Pero para gustos, colores.
EliminarEn cuanto al último párrafo de tu comentario sólo te diría que en una república valenciana independiente federada, si es que seguía habiendo ópera, no creo que variase mucho de lo que hay actualmente, ya que nos estamos nutriendo casi exclusivamente en Les Arts de aportaciones de la Generalitat.
Una república valenciana independent federada amb Catalunya i Balears, evidentment tindria més diners per a tot i per òpera també. Fins i tot tindríem un AVE mediterrani que en poc més d'una hora uniria Les Arts amb el Liceu. Els catalans en sentit ampli paguem molt més a l'estat del que rebem.
ResponderEliminarPer altra banda, esta nit he vist en el Yelmo la Walky del MET amb les llums apagades i moltes hores i no m'he adormit. What a difference!
Era soci de les Arts, però vaig deixar-ho. En canvi ho sóc del Palau de la Música i estic molt content. La Passió secundum Willians Christie va ser fenomenal i a preus ben populars.
Salut i república
La mida no importa. Àustria, amb menys habitants que els països catalans 8.572.895 (2014)i un territori semblant té la millor orquestra del món i una òpera també d'allò millor. Això és perquè no ha de mantenir els eslovacs, posem per cas. A Bèlgica o Països baixos tampoc no es poden queixar malgrat ser països xicotets. La despoblada Finlàndia representa òperes contemporànies d'ara mateix compostes fa ben poc. El festival de Savonlinna és una passada i són quatre gats amb Matti Salminem al cap.
ResponderEliminarAcabo de salir de la última función de Iolanta, y he de decir que salgo encantado.
ResponderEliminarLa primera sorpresa agradable ha sido no ver la sala tan vacía como esperaba, pero en cualquier caso, no habría estado mal un lleno, sobretodo con los resultados.
Lianna me ha vuelto a encantar. Con un instrumento poderoso y sano (cada vez parece que sea más extraño). No me ha parecido en absoluto fría, aunque también puede que se deba a que en esta última sesi´pon ya va todo más rodado y puede dedicarle más a la parte expresiva.
De Vaudemont poco más se puede decir. Buena voz con agudos facilísimos, y eso que Tchaikovsky no lo puso fácil. En cualquier caso, no me importaría que volviese a visitarnos.
Quizá me ha parecido el más flojo el rey René. Me habría encantado una voz más contundente para su aria, pero en calquier caso no se puede hablar de fracaso ni mucho menos.
Sorpresa para bien con Marta y especialmente Robert, acertadísimos los dos.
A Nánasi solo lo conocía de Wagner y hoy me ha vuelto a impresionar. Quizá un poco acelerado en el dúo y algún punto más pero ha hecho que la orquesta se luzca, que es de lo que se trata. Ojalá se quedase... En fin, por lo menos espero que nos visite cada temporada.
La producción creo que es efectiva. A mí la pantalla no me ha molestado en exceso, y creo que las de fondo sirven muy bien a su propósito. Así deberían usarse y no abusando para todo.
En fin, que entre tanto Verdi y Mozart, siempre está bien variar, y debería hacerse más, especialmente cuando se sirve de esta manera. Muchas gracias por tu crónica. Un saludo.
PD: qué suculento el comentario de Strauss. A ver si hay suerte.
Muchas gracias, Guille, por dejarnos tus impresiones. Y eso, a ver si hay suerte con Strauss...
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