viernes, 1 de abril de 2022

"MACBETH" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 31/03/22

 

Ne3jdol elwkfw kefoo mlqindññ efnii, kefofn… perdón, pero es que estoy recuperándome del doble desprendimiento de retina sufrido ayer en Les Arts con los deslumbramientos de los focos de la producción asesina que nos ofrecieron… pero de eso hablaré después…

Se inicia a telón bajado el tercer cuadro del cuarto acto de Macbeth. La orquesta comienza a sonar. A los pocos compases, el director de orquesta se pone a hablar con los músicos gesticulando, la música se detiene y el director abandona el foso. Perplejidad y desconcierto en la sala. Por la megafonía se anuncia enseguida que se pide al público que permanezca en sus asientos. Se desatan los murmullos y comentarios entre el respetable: “se ha enfadado el director y se ha ido”, “no, igual le ha entrado un apretón”, “aquí ha pasado algo gordo”… Los mejores que yo escuché vinieron de dos señoras de detrás que inmediatamente dijeron: “aquí huele a quemado, vámonos ya”, y así lo hicieron, supongo que pensando que si había fuego los responsables de Les Arts no dirían nada, sonaría El Fallero y el público emocionado y valencianote ardería como una tea, cual falla de primera especial. También otra pareja cercana echó a volar la imaginación y concluyó que el problema podría estar en el exterior de la sala “cariño, abre el móvil y mira qué ha pasado, mira que estamos en guerra y nunca se sabe”. Intuyo que imaginaban que igual un misil con cabeza nuclear había pulverizado El Micalet y Les Arts se había convertido en refugio atómico; o que las hordas rojas, con Putin a la cabeza chupando vodka, estaban tomando al asalto el recinto de Calatrava disfrazados de bosque de Birnam, bueno, en este caso de Dehesa del Saler.

Tras unos minutos sin noticias, con peticiones al público de permanecer sentados y anuncios de que la función se reanudaría, se comunica finalmente que el motivo ha sido una indisposición repentina del protagonista, Luca Salsi, pero que la representación continuaría en breve. No fueron pocas las personas que abandonaron la sala durante estos 15 o 20 minutos que duraría el parón. Poco antes de reanudarse, se informa de que la indisposición ha consistido en una hemorragia nasal del barítono, pero que el propio Salsi retomaría el papel (que no me digáis que no tiene cosica que en una ópera sangrienta como Macbeth, sea precisamente una hemorragia nasal la indisposición que aqueja al protagonista). Y Salsi volvió a escena con una torunda tamaño misil putinesco en una de sus fosas nasales y recurriendo a limpiarse con un pañuelo de vez en cuando la otra, cantando ese final de la ópera que incluye las exigentes Pietà, rispetto, onore y Mal per me, por cierto con una calidad extraordinaria. Por dónde tomaba aire para respirar mientras cantaba, no me lo preguntéis que estamos en horario infantil.

Pues esa fue sin duda la anécdota de la noche que a más de uno nos hizo recordar aquel otro momento parecido vivido en La Traviata de 2013 cuando Ivan Magrì se retiró por lesión al comienzo del segundo acto y Nikolai Schukoff que estaba presente en la sala, cantó desde un atril en el proscenio lo que restaba, mientras un figurante hacía los movimientos en escena del personaje.  

Macbeth, por cierto, es sabido que tiene fama de ópera gafe para quienes asumen el personaje principal y son relatados múltiples infortunios en sus representaciones a lo largo de la historia, de ahí que en el mundillo haya quien no pronuncie su nombre y se refiera a ella como “la ópera escocesa” o quien directamente renuncie a intervenir en ella. El mismo Luca Salsi, si no recuerdo mal, ya tuvo una lesión ensayando el personaje en el Liceu hace algunos años. De cualquier modo, supersticiones aparte, lo fundamental es que la genialidad de Giuseppe Verdi volvió a hacerse presente anoche en el Palau de les Arts con una de sus obras emblemáticas y por la que confieso que tengo una especial debilidad y no me canso nunca de escuchar, descubriendo siempre nuevos matices y detalles inigualables de inspiración compositiva. Pese a ello, como también he comentado ya aquí en alguna ocasión, no acabo de entender que existiendo todavía relevantes títulos verdianos pendientes de pisar por primera vez el escenario valenciano, como Un ballo in maschera o Ernani, se opte por repetir una obra que ya se representó en 2015, con unos notables resultados artísticos, pese a que se ofreciese con la peculiaridad de que fuese un tenor reconvertido en barítono llamado Plácido Domingo quien la protagonizase. Sí, aquel cantante que seguirá siendo una de las figuras más insignes que ha dado la historia de la ópera, pese a que la infame política seguida por el actual equipo rector de Les Arts se haya empeñado en convertirlo en una especie de Lord Voldemort ‘que no puede ser nombrado’, no sé si por temor al gafe de Macbeth o por estulticia supina, suprimiendo su nombre al Centre de Perfeccionament y siendo vetado de hecho para cualquier tipo de espectáculo.

La puesta en escena vista en 2015, con dirección del alemán Peter Stein, no fue nada del otro mundo, tirando a regulera, pero su recuerdo subió muchos puntos anoche ante el monumental excremento de res vacuna ofrecido sobre el escenario con la producción de la Royal Danish Opera elegida para este estreno, con dirección de escena del australiano Benedict Andrews (que intuyo que se encontrará oculto en un volcán islandés mientras esté vigente la orden de busca y captura internacional para ser conducido ante el Tribunal de la Haya), adornada con la escuetísima y fea escenografía de Ashley Martin-Davis, el heterogéneo y rocambolesco vestuario de Victoria Behr y la sobrecargada, pretenciosa y muy molesta iluminación de Jon Clark.

Quizás la culpa sea mía y que me pilló ayer el estreno con el pie cambiado y el ánimo un poco bajo de forma, porque hubo quien me comentó, estando sobrio, que le estaba gustando; pero os juro por el alma de Chiquito que a mí esta puesta en escena me pareció una tomadura de pelo imponente. Andrews, en la rueda de prensa de presentación de la ópera hace unos días, además de hacer un comentario oportunista comparando su visión de la tragedia y crueldad residente en Macbeth con la matanza de niños en Ucrania, aludió a que pretendía representar a los personajes en un espacio cerrado para mostrarles que no podían escapar y vacío de elementos para dar el protagonismo a la iluminación que resaltase el clima de pesadilla… Todo esto lo explico por si alguien se quedó tan ojiplático como yo pensando qué narices sangrantes nos había querido contar Andrews con ese abigarramiento de memeces, inversamente proporcional al desierto escenográfico ofrecido. Allí los únicos encerrados que no podíamos escapar del elefantiásico mojón escénico éramos los espectadores y la pesadilla fue la nuestra.

No quisiera extenderme demasiado en comentar una puesta en escena a la que de verdad que no dudo en reconocerle que pudiera tener buenas intenciones, pero que me resultó absolutamente fallida. Ya la cosa no empezó bien cuando, como suele ser habitual, en lugar de dejarnos disfrutar del preludio en paz, se nos ilustra en escena con la pareja protagonista jugando a la gallinita ciega. Las alusiones a los juegos infantiles serán permanentes durante toda la función y por allí deambularán, en medio de la tragedia sin par que se desarrolla, niños y niñas jugando al fútbol, con muñecas, etc.

Toda la acción se desarrollará en un espacio vacío, enmarcado por tres paredes cubiertas de laminas de madera a modo de armarios del Ikea, sobre el que penden unas lámparas cenitales que cambiarán de color la iluminación de la escena, por supuesto con el rojo muy presente en los momentos más sangrientos. Y ahí se queda todo. Como, lamentablemente, la dirección de actores tampoco compensaba aquella pobreza escénica, la cosa, sobre todo en los dos primeros actos, no dejó de ser una especie de versión en concierto con luces de puticlub, y con algunos efectos lumínicos absurdos que me cuesta creer que no se hayan concebido con otra intención que no sea la de fastidiar al espectador: como los molestos parpadeos mareantes en la primera escena de las brujas o los focos dirigidos a los ojos de los espectadores durante largo tiempo, tanto en la muerte del rey como en la escena de la muerte de Macbeth. Ahí los que vimos la luz al fondo del túnel no fueron los muertos ni Carol Anne la de Poltergeist, sino los sufridos espectadores de Les Arts. Y también el fantasma de Banco se encargó de deslumbrar con un espejo a toda la sala por si alguien todavía veía algo. Sugiero que para las próximas funciones adviertan, como hacen los tontos de Netflix, que algunas escenas tienen un efecto estroboscópico que puede causar incomodidad para las personas fotosensibles, y que confiesen que en realidad es Ópticas Andrews la que patrocina las representaciones.

El colmo del ridículo se consuma durante el coro de sicarios y la escena de la muerte de Banco, apareciendo los miembros del coro, no ocultos en el parque, sino formados en fila portando bolsas de conocidos establecimientos comerciales, de las que sacaran guantes, puñales y caretas para cometer el asesinato. Así, todo el esfuerzo y la genialidad de Verdi para diseñar musicalmente la angustia, el temor y la tragedia en ese momento estremecedor de la muerte de Banco, queda convertido en un insultante chiste de humor negro, cuando son Goofy, la rana Gustavo, Bugs Bunny o la Pantera Rosa quienes ejecutan el crimen. Las ocultas intenciones de Andrews para semejante payasada las sabrá él y su psiquiatra si es que no se ha suicidado todavía.

La escena de las apariciones del tercer acto, no me pareció tan mal, y eso que se desarrolla en un escenario de cabaret, con señorita en topless haciendo pole dance incluida. Y en el cuarto me gustó incluso más la resolución del sonambulismo, con las lámparas a ras de tierra y por supuesto luces en los ojos de los espectadores, pero con un más atractivo efecto visual. Aunque todo volvió a empeorar con la paupérrima construcción de toda la parte final, de nuevo a escenario vacío, con luces en los ojos, y resolviendo la llegada del bosque de Birnam con los miembros del coro llevando cada uno una ramita delante, como en una función de colegio de barriada humilde.

No voy a insistir en contar más idioteces vistas. El problema no fue el escenario vacío y basarlo todo en juegos de luces. Ahí están las producciones de Robert Wilson que poco más que eso aportan aparentemente, pero la belleza estética y el sentido dramático de sus propuestas están a años luz de la pobreza de lo visto ayer. También esperaba que ante ese vacío escenográfico se visualizara un contundente e inteligente trabajo de dirección dramática de actores que tampoco apareció por ninguna parte. Además, se confunde al espectador menos conocedor de la obra metiendo en escena personajes cuando no tocan o directamente que no se sabe qué pintan allí, como las niñas y niños. Y lo peor es que, encima, la ridiculez de la propuesta, salvo en momentos aislados, chocaba de frente con el sentido dramático de la música, perjudicando y menospreciando la misma. Sé que no todos pensarán como yo, pero también sé que no fui el único incomodado con la producción, pues al final se escucharon sonoros abucheos.

Afortunadamente, lo musical discurrió por mejores derroteros. La dirección de la Orquestra de la Comunitat Valenciana corrió a cargo de Michele Mariotti, quien ya dirigió aquí una Cenerentola en 2011 y un concierto sinfónico en 2020. El director italiano ofreció una lectura muy personal e intensa del drama verdiano. Hubo momentos que sonaron al Verdi más genuino y otros en los que optó por exagerar contrastes y matices, a mi juicio con resultados dispares. Pero si algo no se le puede discutir desde luego es que vino aquí a currar y a construir una versión muy cuidada de lo que quería ofrecer. Me gustó mucho el preludio, donde ya se dibujaron esos matices y contrastes de tiempos y dinámicas que presidirían la velada, manteniendo un pulso vivo e imbuyendo a la sala del espíritu de la obra. El problema, a mi juicio, estuvo en que en algunos momentos puntuales, como en La luce langue, los ritardando y diminuendo de la orquesta, de la que obtuvo por cierto algunos pianísimos magníficos toda la noche, llegaban a un punto tal que la tensión se caía. En el otro extremo, hubo instantes en que las subidas al forte se pasaron un poco de rosca. Y también me dio la impresión de que en algún concertante la orquesta y las voces se le escaparon un poco, y eso que estuvo muy controlador y sabiendo respirar con los cantantes. Sacada la punta al lápiz en esas cositas que me faltaron para redondearlo, he de decir que, en conjunto, disfruté muchísimo con el sonido orquestal y con determinados pasajes donde la garra y la tensión cobraban muchos enteros, como en el dúo del acto primero o en la escena de las apariciones, o con otros donde la delicadeza y la belleza se apropiaron de la escena en medio de la fealdad, como en el maravilloso Patria oppressa. Instrumentalmente hubo un excepcional trabajo de todos los atriles, con una percusión y metales imponentes, con esa cuerda dúctil y aterciopelada sustentando el armazón melódico con mil detalles, con las siempre eficaces maderas y esta vez con un reconocimiento especial al estupendo corno inglés de Ana Rivera.

El Cor de la Generalitat vuelve a tener en esta obra un protagonismo muy relevante, y de nuevo tuvimos la suerte de contar con la calidad de esta agrupación que nos ofreció unos resultados excelentes en lo canoro y en lo actoral, por tonto que sea lo que les hagan hacer, incluido el mantenerles más tiempo en escena de los que les tocaría según el libreto. Imponentes se mostraron en los dos grandes concertantes de los actos primero y segundo; contundente el coro de sicarios pese a estar recién llegados de comprar en el Primark; maravilloso el coro de brujas en la escena de las apariciones, con un final en pianísimo espectacular; y, por descontado, ofreciendo un Patria oppressa antológico que será difícil de olvidar.

Cuando se anunció la temporada, este Macbeth cobraba un muy especial interés por la pareja protagonista que se anunciaba, Anna Pirozzi y Carlos Álvarez. La presencia del barítono malagueño en cualquier papel relevante verdiano, para mí constituye ya una cita imprescindible más allá de las condiciones en las que se pueda encontrar puntualmente, porque su clase, su nobleza, su estilo y arte cantando a Verdi, hoy por hoy, es muy difícilmente superable. Lamentablemente, problemas de salud que espero fervientemente que sean pasajeros, han impedido poder disfrutar del Macbeth de Carlos Álvarez que, a buen seguro, nos hubiera ofrecido una velada inolvidable.

Finalmente, los sustitutos para el papel protagonista han sido el italiano Luca Salsi (para el estreno y los días 3 y 10) y el georgiano George Gagnidze los días 5 y 8. Evidentemente hubiera preferido a Álvarez mil veces, pero hay que reconocer que actualmente, estos dos, junto con Tezier o Lučić, serían de las mejores opciones posibles. Luca Salsi ha sido incluso quien interpretó el rol el pasado San Ambrosio en La Scala junto a la Netrebko. No voy a negar las muchas cualidades que tiene este cantante, aunque haya cosas que a mí no me acaben de convencer del todo. Desde luego hay algo que no se le puede negar y es la intensidad interpretativa con la que afronta sus principales pasajes, dotando también de intención y sentido dramático a los recitativos. Su voz se proyecta generosa y se muestra imponente, aunque en la franja más aguda tiende a perder parte de esa fuerza. Su expresividad es encomiable, pero a veces exagerando el fraseo a costa de no mantener el legato y el cantabile verdiano. Perdonadme comparaciones, pero ese amplio legato de largas frases, rezumantes de ese particular pellizco verdiano, que ofrece Álvarez o incluso Tezier, no acababa de hacerse presente; dicho lo cual, da igual, hay que reconocer que brindó una más que notable actuación, con un fraseo variado siempre dotado de acentos precisos e intenciones óptimas, y sobre todo derrochando expresividad y el dramatismo requerido. Fue de menos a más, y su implicación expresiva y sentido del drama, elevaron sus resultados de conjunto que culminaron en un impecable Pietà, rispetto, onore, con torunda nasal incluida, obteniendo un merecido e incuestionado éxito.

Pocas cantantes hay hoy en el panorama internacional que puedan defender mejor el diabólico, en todos los sentidos, papel de Lady Macbeth que Anna Pirozzi. Y ayer lo demostró con creces. Ya hemos  tenido la ocasión de disfrutarla como una excelente Abigaille de Nabucco en los años 2015 y 2019, y anoche ofreció una Lady Macbeth de auténtico lujo. Qué gusto da encontrar todavía en escena voces que suenan a soprano dramática de verdad, con ese poderío homogéneo en toda la extensión del registro, con esos agudos punzantes, con esa anchura natural y no forzada y cuya zona grave deviene ya en un coto de absoluto disfrute. Voz grande, bien proyectada, afinada, limpia, timbre rebosante de italianità y acento verdiano, pese a que quizás sea incluso hasta demasiado bello para lo que pedía al malvado personaje el maestro Verdi. En el canto de agilidad sigue mostrándose segura, y se lució con una espléndida La luce langue, ofreciendo los contrastes que requiere Vieni t’afretta y la cabaletta Or tutti sorgete, o en la escena del sonambulismo con Una macchia è qui tuttora, renunciando por cierto al habitual agudo final. Una actuación vocal impecable, a la que si tuviera que buscar alguna pega diría que quizás le faltó transmitir esa chispa expresiva y emocional que Salsi, de forma menos ortodoxa, transmitía. En cualquier caso, tuvimos una pareja de lujo.

No desmereció en absoluto tampoco el Banco de Marko Mimica, un cantante que ya mostró sus cualidades en la Lucrezia Borgia de 2017. Voz grave potente, rotunda, contundente, a la que supo dotar de un fraseo bien ligado y expresivo. Brilló en su aria Come dal ciel precipita, pese a estar rodeado de personajes de dibujos animados; y luego se pasó el resto de la ópera apareciéndose chorreando sangre y con corona. Creo que incluso muchos espectadores no le identificaron como el bajo que había cantado tan pinturero los dos primeros actos con su traje de Emidio Tucci, cuando salió a saludar ensangrentado e irreconocible.

El rol principal para tenor en esta obra es el del personaje de Macduff, que realmente no tiene una especial relevancia si no fuese por esa auténtica joya que es el aria Ah, la paterna mano. Para la ocasión se ha buscado al muy joven Giovanni Sala, absolutamente desconocido hasta ayer para mí. Mostró una voz no muy llamativa que, de hecho, en su intervención en el acto primero me inspiró los peores augurios y quedó inaudible en el concertante; pero cuando llegó su gran momento defendió el aria con solvencia, proyectando contundentemente y controlando la emisión, consiguiendo también transmitir con expresividad el sentimiento contenido en ese gran fragmento.

Más que correctos estuvieron también la Dama de Rosa Dávila y el Malcolm de Jorge Franco, ambos miembros del Centre de Perfeccionament, así como Luis López Navarro en sus tres distintos papeles y los niños Francisco Arasteny y Adrián García de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats. Y también cumplieron en papeles más breves, Juan Felipe Durá y Marcelo Solís, quien, por cierto, en la charla de presentación de Ramón Gener, se marcó un Pietà, rispetto, onore, más allá de la calidad de su voz, con algunos detalles francamente de mucho gusto.

Me llamó la atención los muchos huecos que mostraba ayer la sala principal de Les Arts tratándose de una ópera de Verdi. Se estuvo muy lejos del casi lleno absoluto que hubo en Los cuentos de Hoffmann, e incluso hubo menos público que en Ariodante. Y eso que estas representaciones de Macbeth están incluidas en esa buena iniciativa del teatro valenciano de hacer un descuento del 50 % en todas las localidades para menores de 35 años. En el descanso hubo algunas deserciones, supongo que motivadas por el desagrado escénico, además de las que se produjeron posteriormente durante el parón hemorrágico, pero los que nos quedamos aplaudimos con fuerza a todos los participantes en el espectáculo, con la excepción ya mencionada del abucheo, con alguna división de opiniones, a los responsables de la escena.

Pues hasta aquí esta crónica. Pese a los reparos que he hecho a la escena, yo pienso repetir, porque lo musical vale mucho la pena. Ah, e informaros porque el próximo 10 de abril se ha anunciado la retransmisión gratuita en streaming de la ópera para los municipios y sociedades musicales de la Comunitat Valenciana que lo hayan solicitado.

13 comentarios:

  1. Anónimo2/4/22 10:34

    M'he posat el despertador per a llegir la teua crònica. Perfecte reflex d'allò que es va veure. Gran repartiment, excel·lent música i una escena amb poc sentit, que confonia, i, a més, era pura lletjor. Tenen sort que Verdi no visca encara. La comparació ens porta sempre al Peter Grimes de fa uns anys, en el qual l'escenari també estava buit, però simplement uns extraordinaris moviments dels cantants i el cor ajudaven a posar la carn de gallina al respectable. Gràcies per fer hores extres per als teus lectors, Atticus. Una forta abraçada.

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    1. Peter Grimes ha sido una excelente muestra de cómo ir a lo esencial reflejando y potenciando lo que la música describía.
      Y otras muchas. Yo creo que este lo intentó pero a mí no me llegó lo que me quiso contar y me pareció que lo contaba feo, mal y en contra del discurso musical.
      Pero bueno, son opiniones.
      Un fuerte abrazo y siempre gracias a vosotros por la fidelidad a leer mis tonterías

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  2. Mañana día 3 tengo mi entrada. Tengo unos ojos muy delicados y estoy pensando en llevarme las gafas de sol. Lo digo en serio.

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    1. Pues en serio también te digo que si estás centrado, hagas de Almodóvar y no te olvides las gafas de sol.

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  3. Tras leer tu crítica, y alguna más, del día del estreno, iba con perspectivas sombrías respecto a la producción; pero, para mí, nada más lejos de lo que ayer vi. Es una producción traída a nuestros días, minimalista la mayor parte del tiempo, usando la luz como gran apoyo (por cierto, tampoco hubo grandes deslumbramientos del público, salvo los segundos que te tocaba el reflejo del espejo). La trama de Macbeth es enrevesada, el libretto a veces infumable como pasa en tantas obras; pero precisamente por eso eliminar marmitas de brujas puede no ser tan mala idea. Hay varios momentos en que al director escénico se le ha ido la mano, como la escena de Banco y su hijo con pantera rosa incluida; o la segunda aparición de las brujas en plan cabaret; pero, para mí, eso no empaña la limpieza del conjunto, la impactante escena del banquete, la fuerza del momento de la locura de Lady Macbeth, la crudeza, muy de actualidad (guerra de Ucrania) de la escena del pueblo desesperado por la guerra, la solución del movimiento del bosque de Birnam, ya usada de forma similar en otras muchas producciones.
    En cuanto a cuestiones musicales y vocales coincido plenamente.
    Salsi fue sustituido por Gagnidze, pues parece que la hemorragia nasal ha sido algo más importante. Gagnidze estuvo bien; pero nada es comparable a la calidad de Mimika y sobre todo a la gran Anna Pirozzi.
    Yo salí encantado, y me pareció que la mayoría del público, sala prácticamente llena, también, si tenemos en cuenta el volumen y duración de los aplausos.

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    1. Ya dije en mi crónica que quizás me pilló un poco torcido este estreno y vi las cosas peor de lo que fueron. Leyendo críticas oficiales parece que básicamente no ha desagradado, aunque con cierta división de opiniones. Eso es bueno, sano y nos enriquece a todos. Yo me alegro mucho de que a la gente le haya gustado más que a mí, que tampoco echo de menos un clasicismo riguroso, pero entre marmitas y panteras rosas con luces asesinas, puede haber puntos medios. La de Livermore de La Scala de diciembre tampoco me gustó nada, por cierto.
      Yo intentaré volver el día 10 (espero que con Salsi) y seguro que sabiendo ya lo que me espera, me gusta mas.
      Gracias por compartir tu opinión.

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  4. Hola Atticus, coincido prácticamente en casi todo lo que dices. Estuve anoche (vuelvo el viernes), y la Pirozzi fue un espectáculo, no creo que hoy en día haya muchas sopranos que la puedan superar en este papel. Nos decían algunos compañeros que estuvieron el día del estreno que Gagnize les parecía inferior a Salsi, eso era en la primera parte, pero en la segunda se puso las pilas y dio un recital, de potencia y de gusto cantando. Marco Mimika fenomenal también, y Giovanni Sala en su aria "Ah, la paterna mano" estuvo perfecto. La Orquesta y Coro muy bien como siempre.
    En cuanto al montaje, yo a alguno de estos "genios" le pondría una orden de alejamiento de tres km. mínimo de los teatros, no puedo con ellos. Salvo en algunos casos en los que si demuestran su genialidad, creo que es una lacra que hay ahora mismo en el mundo de la ópera.
    Un abrazo.

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    1. Yo fui al estreno y a la última, donde volvió a cancelar Salsi, así que escuché a Gagnidze y, sin que Salsi sea tampoco Bruson, fue muy inferior Gagnidze. Es verdad que en el último acto se viene arriba y queda medio aliñado, pero esa voz tan carente de brillo, tan retrasada que casi hay que hacerle una colonoscopia para que proyecte... Y con Pirozzi al lado queda más en evidencia.
      Me gustó el tenor mucho más que en el estreno.
      Y confirmo mi pésima opinión de la escena y seguí viendo excesos de Mariotti ralentizando a veces demasiado y perdiendo tensión.
      Pero con un Verdi de esta categoría a la fuerza sales contento.
      Un abrazo y espero que no te peles Wozzeck

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    2. En principio no he sacado entrada para Wozzeck, lo que he oído no me convence ni me atrae demasiado. Sobre la marcha ya veremos lo que hago.
      El sábado día 9 estuvimos comiendo los amigos de la Panderola con Anna Pirozzi, nos lo pasamos en grande con los comentarios y anécdotas que nos contó. Además de una sensacional soprano es una mujer muy sencilla y agradable.

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  5. Perfecta y divertida explicación de la puesta en escena. Mi sobrino de 14 años se ha reído mucho. Otra soberbia sesión musical en casa. Lo que no he entendido es lo de detalles inigualables de inspiración compositiva. Verdi es un genio del teatro, ya es bastante, pero si es lo que le gusta al personal pues a disfrutar. Seguro que nos hacen un Wozzeck amable para redondear la temporada.

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    1. Cuando yo hablaba de los detalles de inspiración compositiva me refería por supuesto a la partitura de Verdi, no al cagurrio mental este que nos han despachado Andrews y Les Arts.
      Wozzeck aunque se empeñen no puede ser amable, pero vamos ya me espero cualquier cosa...
      Gracias por tu comentario

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  6. ¿has visto esto, Atticus? ya empiezan a filtrar la nueva temporada https://www.europapress.es/comunitat-valenciana/noticia-anna-bolena-donizetti-tristan-und-isolde-wagner-proxima-temporada-les-arts-20220429121750.html

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    1. Sí lo había visto. Buena noticia la recuperación del Tristán que esperemos que esta vez sí podamos disfrutarlo.
      También la trilogía Tudor es una propuesta interesante.
      Veremos cómo se completa la programación porque hay algunas otras cosas como El cantor de Méjico que también suenan y son bastante menos estimulantes

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