lunes, 28 de marzo de 2011

"L'ELISIR D'AMORE" (Gaetano Donizetti) - Palau de les Arts - 26/03/11

El pasado sábado tuvo lugar la última noche de estreno de esta fugaz temporada en la sala principal del Palau de les Arts valenciano, con la ópera de Donizetti “L’Elisir d’Amore”. Aún quedará una ópera más, “Mefistofele” de Arrigo Boito, pero será interpretada en versión concierto y en el nefasto Auditorio.

Este “Elisir” es una coproducción entre el Palau de les Arts y el Teatro Real, y, a la vista de la línea de programación que ha impuesto el amigo Mortier, me temo que en Madrid va a tardar bastante tiempo en poderse ver.

La dirección de escena corre a cargo del italiano Damiano Michieletto y empezaré dejando claro que me gustó mucho. Se ha trasladado la acción de la granja italiana del libreto a un chiringuito en una playa mediterránea, donde Adina es quien lo regenta, los segadores son familias de bañistas, los soldados son marineros de permiso y el falso doctor Dulcamara se troca en un chulo de playas, vendedor de bebidas energéticas, que se dedica a trapichear con drogas. De hecho, el elixir es sustituido aquí por una bolsita con polvos blancos, que tienen que mezclar con agua para que luego tenga sentido el libreto cuando se habla de que “la botella se agita, se destapa…”, aunque las referencias posteriores al vino de Burdeos no haya por dónde pillarlas. Leído así se le ponen los pelos de punta a cualquiera, pero el resultado final fue muy satisfactorio.

Es verdad que se le pueden hacer bastantes reparos, y los más puristas criticarán ciertas licencias, posiblemente con razón, pero lo cierto es que el público se lo pasó en grande, incluido yo, que ya sabéis que me suelo aburrir soberanamente con esta ópera, y daba la impresión de que los que estaban sobre el escenario también estaban disfrutando con su trabajo. Y eso al final es lo importante.


Michieletto ha planteado una propuesta enormemente fresca, colorida, ágil y entretenida. Quizás demasiado entretenida. Porque el principal punto que se le puede criticar, precisamente, es que se ofrece demasiada información visual, excesivos planos de acción, lo que tiende a distraer al espectador de lo que realmente importa. Mientras Nemorino intenta conquistar a Adina, unos hacen aerobic, otros juegan al fútbol o se zampan un arroz al horno en biquini, y es casi imposible no acabar apartando la atención de lo puramente musical.

Otro aspecto criticable a mi juicio fue la decisión de que Nemorino cantase el aria “Una Furtiva Lagrima” subido en el tejado del chiringuito. Me pareció estéticamente atrayente que mientras cantaba abrazase el nombre de Adina en el neón iluminado y que al finalizar el aria se fuesen apagando progresivamente las letras, pero creo que no era la mejor ubicación para proyectar la voz, y, sobre todo, me indignó el hecho de que se hiciese aparecer a Adina en escena deambulando antes de que Nemorino acabase su melancólica aria.

Nemorino no aparece aquí retratado con unos rasgos tan acusados de tonto del pueblo como en otras producciones, sino que su diferencia respecto al resto de personajes se ha acentuado más desde una perspectiva social, como tipo sin recursos que trabaja de chico para todo.

Al positivo resultado final contribuyó también de forma decisiva la excelente iluminación de Alessandro Carletti, creando la ambientación requerida en cada momento y mostrando el discurrir del día con los inteligentes cambios de luces.

Como en todo chiringuito que se precie, una marca de cervezas, otra de refrescos de cola y una más de helados, tienen permanente publicidad a la vista, con lo que imagino que Helga igual ha sacado una ayudilla para sus polvorientas arcas, y no es descartable que se imponga como sistema de obtener ingresos en futuros montajes, así que cualquier día nos vemos a un Scarpia con una camiseta de publicidad de tomate frito. Como me comentó un amigo durante la cena “por un momento pensé que cuando salió Vargas a cantar la Furtiva Lagrima iban a decir: Poca Cola Light patrocina este aria”.

Ya lo he comentado en alguna ocasión, pero reitero que no me parecen bien las licencias en la traducción de la subtitulación. Creo que se deberían limitar a traducir simplemente lo que se dice y, si chirría más o menos, que asuma el director de escena las discordancias que pueda haber, pero, aunque sea una bobada, cambiar los escudos y ducados del libreto por euros, me pareció una majadería.

En el apartado musical, Wellber dirigió con sus habituales aspavientos e hiperactividad a una Orquestra de la Comunitat Valenciana que, una vez más, sonó increíblemente bien, a pesar de los desajustes y desequilibrios puntuales que ya son habituales en los estrenos, y de que hubo cierta precipitación en los tempi. Destacaron en sus intervenciones solistas el fagot de Salvador Sanchís, Magdalena Martínez a la flauta y José Ramón Martín en el fortepiano. También hay que alabar a los contrabajos que continuaron tocando aguantando estoicamente la imprevista lluvia de espuma que les llegó desde el escenario en un momento dado.

Una mención muy especial merece hoy el fantástico Cor de la Generalitat. Y en esta ocasión aún más si cabe, pues a su buen hacer en el terreno musical hay que añadir un trabajo escénico impresionante, enormemente exigente, combinando el canto con las múltiples actividades playeras impuestas por la regia. Y no sólo lo hicieron bien, sino que además evidenciaban que se lo estaban pasando pipa.

Con el quinteto vocal solista creo que se ha logrado el nivel más alto y homogéneo de la temporada, y aunque parecieron comenzar un poco fríos, acabaron todos ellos por cuajar una fantástica actuación, empezando por un Ramón Vargas inconmensurable.

El tenor mejicano fue de menos a más, comenzando algo inseguro, pero finalizando pletórico. Hizo gala de su depuradísima técnica, exhibiendo una bellísima línea de canto, una elegancia mayúscula y gran expresividad. Es un placer escuchar hoy a tenores que son capaces de cantar tan bonito sin gritos ni aspavientos, delineando puro bel canto a base de legato y musicalidad. El momento siempre esperado de la famosísima “Una Furtiva Lagrima” ha quedado ya archivado en mi memoria como uno de los instantes mágicos vividos en este teatro. Vargas elevó en este fragmento aún más el listón y maravilló con un portentoso fiato e increíble elegancia melódica, esculpiendo un aria majestuosa, donde su voz se proyectaba con una delicadeza extrema, como si se deslizase lentamente por la sala en una invisible alfombra de seda, culminando en un final excelso, donde la emoción se desbordó por completo. Lástima que el típico mentecato de turno rompiese el hechizo iniciando un desafinado bravo cuando la música aún no había dejado de sonar.

Aleksandra Kurzak compuso una solvente Adina, muy implicada en lo actoral y luciendo una voz bonita y fresca, aunque resultase algo pequeña. Se apreció alguna cortedad en los agudos, y ciertos problemas de afinación, especialmente en el primer acto, pero su actuación general fue muy notable, resolviendo las complicadas coloraturas del segundo acto con limpieza y precisión.

Ya sé que ahora parece que hablar bien de Erwin Schrott casi esté mal visto, pero es imposible no elogiar el carismático Dulcamara que crea el uruguayo. Borda el personaje, aquí reconvertido en un chulo de playas que trapichea con droga. Lució su vozarrón de enorme volumen, con algunas resonancias profundísimas, y una buenísima dicción. Ya en su aria de entrada, “Udite, udite”, obtuvo los primeros bravos de la noche y, a partir de ahí, se creció aún más, sobre todo en la parte actoral, donde es un maestro. Se come absolutamente la escena y se desenvuelve con una tremenda soltura. El problema es que hace demasiado el ganso, poniendo tanto énfasis en su faceta de actor que se ve perjudicado en muchos momentos el fraseo, siendo habitual la pérdida de impostación.

Fabio Capitanucci fue también un estupendo Belcore. Nunca le había escuchado en directo y hubo quien no me dio precisamente buenas referencias de él, pero he de decir que me gustó bastante. Presentó una voz potente, homogénea y robusta, que proyectaba con suficiencia, con unos graves contundentes y su actuación dramática fue más que aceptable.

También es de destacar la Gianetta de Ilona Mataradze. La joven soprano georgiana sacó petróleo de este breve papel, luciendo una voz francamente bonita y muy bien colocada, estando acertadísima en sus intervenciones junto al Coro, y llevando a cabo un trabajo escénico infatigable durante toda la obra como camarera choni: sirviendo copas, fregando vajilla, limpiando las mesas, pasando el mocho y marcándose un animado baile al final del primer acto encima de una mesa.

Como decía al principio, el público se lo pasó en grande y lo demostró con fuertes aplausos para todos los participantes tanto musicales como escénicos, siendo Erwin Schrott quien cosechó los mayores bravos en una de las más sonoras ovaciones que he escuchado yo en este teatro.

Creo que fue la primera vez que en Les Arts anuncian por megafonía antes de comenzar la función y después de los descansos que no se olvide el público de apagar los teléfonos móviles. Y el aviso tuvo sus frutos. Yo no escuché ni un maldito soniquete en toda la noche, cosa rara en este teatro.

Muchas toses, eso sí, como siempre. Aunque lo peor vino al final, cuando comenzaron los aplausos muchísimo tiempo antes de que acabase la música, privándonos a los demás de escuchar los últimos compases, para, inmediatamente después, salir a la carrera cual manada de búfalos con cistitis en estampida.

No quiero acabar sin comentaros el Expediente X de la noche. Nada más finalizar los largos aplausos tras la Furtiva Lagrima, se escuchó claramente en la zona de la orquesta un sonido de acople de amplificación. Me dijeron que parecía ser que se trataba del fortepiano que contaba con algún tipo de ayuda sonora. Yo no sé más.

Otras opiniones: Titus, Maac

jueves, 24 de marzo de 2011

DAVID ROCABERTI EXPONE EN VALENCIA


El fotógrafo madrileño David Rocaberti tiene previsto inaugurar hoy, día 24, en Valencia (a las 20 horas, en la Junta Municipal de Ruzafa, c/ Matías Perelló nº 5-7) una interesantísima muestra de su trabajo.

Ya tuve oportunidad de hablar de su obra en el post que le dediqué con motivo de su anterior exposición en esta ciudad en 2009. Desde entonces Rocaberti ha continuado su incesante trabajo, cámara al hombro, y se han sucedido con éxito las exposiciones de sus fotografías en diferentes ciudades. Ahora regresa a Valencia y vuelvo a aprovechar la ocasión para recomendar a todos los amantes de la fotografía y de las artes visuales que se acerquen por allí, hasta el 8 de abril, para disfrutar con sus creaciones.


No me llevo comisión, ni me van a dar más jamón en la inauguración por hacer esta reseña y ni siquiera el fotógrafo sabe que estoy escribiendo esto, pero cuando surgen iniciativas culturales interesantes en esta ciudad, considero de justicia hacer mención de ello, sobre todo cuando los canales oficiales guardan un silencio que retrata (nunca mejor dicho) su desconocimiento.

Desde que conocí la obra de Rocaberti me fascinó su fuerza visual y su valor artístico; su habilidad para descubrir con el disparador de una cámara lo excepcional en lo cotidiano, consiguiendo atrapar en sus imágenes la belleza visual de cuanto nos rodea, capturando para siempre momentos irrepetibles.


Detrás de estas fotografías hay un cuidadoso trabajo que va mucho más allá de disparar instantáneas para buscar posteriormente las mejores, pero evitando a la vez los trucos y ediciones. No estamos ante un artista que moldea y adapta lo natural a su particular visión del mundo, sino ante un simple testigo de lo que ocurre a nuestro alrededor, pero cuya perspicaz mirada, siempre alerta y en activa contemplación, alcanza a ver lo que los demás muchas veces no nos detenemos a observar y, cual avezado cazador, lo apresa en su cámara para nosotros.



El secreto de Rocaberti es algo tan simple, y tan extraordinario a la par, como la experiencia de un auténtico profesional que sabe colocar su objetivo en el momento y lugar en que la realidad, de forma natural y casual, se organizará en armónica composición visual, convirtiendo la fugacidad de la mirada en poética obra de arte para goce permanente de nuestros sentidos. Robert Doisneau dijo en una ocasión que la disciplina más próxima a la fotografía era la poesía, y Rocaberti ha venido a Valencia para demostrarnos que tenía razón.

La exposición de fotografías de David Rocaberti puede visitarse en Valencia, del 24 de marzo al 8 de abril, en la Junta Municipal de Ruzafa (c/ Matías Perelló nº 5-7), en horario de 10.30 a 13.30 y de 16.30 a 19.30 horas, de lunes a viernes.



martes, 22 de marzo de 2011

DEDICATORIA

"El árbol de la vida" - Gustav Klimt - 1905.

La entrada del blog de hoy va a ser un poco distinta. No voy a criticar a Helga Schmidt, ni a soltaros ningún rollo, sino que tan sólo quería compartir públicamente unas cuantas canciones, en un día que es especial para una persona muy cercana, con el propósito de que sirvan de agradecimiento y dedicatoria.

Una dedicatoria para alguien gracias a quien cada nuevo día se llena de sentido para mí y de ganas de vivir y de compartir con ella lo vivido.

Precisamente “Zueignung” (Dedicatoria) es el título del primero de los lieder que traigo. Fue compuesto por Richard Strauss a los 18 años sobre unos versos de Hermann von Gilm y es la primera de las ocho canciones que componen su Opus 10. He elegido la interpretación de Elizabeth Schwarzkopff, ya que, además de que lo hace estupendamente, fue la primera cantante a quien yo le escuché este lied:


video de saiserieht

“ZUEIGNUNG”
Sí, tú sabes, alma querida,
que lejos de ti me atormento,
el amor hace enfermar los corazones.
¡Te doy gracias!
Un día, borracho de libertad,
alcé en alto la copa de amatista
y tú bendecías la bebida.
¡Te doy gracias!
Conjuraste así los malos espíritus
hasta que yo, como nunca antes lo había estado,
santificado, santificado, caí sobre tu corazón.
¡Te doy gracias!


Vamos ahora atrás en el tiempo para encontrarnos nada menos que con Ludwig van Beethoven y su lied "Zärtliche Liebe" (Tierno amor), compuesto en 1795, cuando apenas contaba 25 años, con texto de Karl Friedrich Herrosee. Podemos escucharlo en la sensacional voz del barítono Dietrich Fischer-Dieskau acompañado al piano por Jörg Demus, en una grabación de 1966:


video de classicbinylbiz

“ZÄRTLICHE LIEBE”
Te amo como tú me amas
en la noche y en la mañana.
No hubo un día en el que nosotros
no compartiéramos nuestros problemas.
Y cuando lo hacemos
resultan más fáciles de llevar:
tú me confortas en el dolor
y yo hago míos tus lamentos.
Por ello, quiera Dios bendecirte
a ti, alegría de mi vida
Que Dios te proteja, te guarde para mí,
Que Dios nos proteja y nos guarde juntos.


“Du Bist die Ruh” (Tú eres el reposo) fue compuesto por Franz Schubert en 1823 sobre un poema de Friedrich Rückert. El lied es el tercero de los cuatro que componen su Opus 59, y la interpretación elegida en esta ocasión ha sido la de la excelente contralto británica Kathleen Ferrier:


video de Onegin65

“DU BIST DIE RUH”
Tú eres el reposo,
la paz agradable.
Tú eres la nostalgia
y lo que la aquieta.
A ti me consagro
lleno de dicha y de dolor.
Aquí hallarán su morada
mis ojos y mi corazón.
Entra en mi casa
y cierra tras de ti
las puertas
con cuidado.
¡Expulsa todo pesar
de este pecho!.
Que mi corazón se llene
con tu dicha.
Este templo ocular
lo ha iluminado
tu solo fulgor.
¡Oh, llénalo a rebosar!


Félix Mendelssohn compuso en 1835 "Auf Flügeln des Gesanges" (En las alas del canto), con textos de Heinrich Heine. Se trata posiblemente del lied más conocido de su autor, y podemos oírlo en la maravillosa interpretación de Victoria de los Ángeles:


video de c1wang

"AUF FLÜGELN DES GESANGES"
En las alas del canto,
amada mía, te llevaré
hacia las orillas del río Ganges,
donde conozco un lugar maravilloso.
Allí se encuentra un jardín teñido de rojo
bajo la silenciosa luz de la luna;
las flores de loto esperan
a su querida hermana.
Las violetas se divierten
y observan las estrellas;
secretamente se susurran
al oído cuentos perfumados.
Se acercan atentas
las mansas y discretas gacelas;
y a lo lejos corretean
las olas del río sagrado.
Allí nos posaremos
debajo de la palmera
para saborear el amor y la paz
y soñar sueños dichosos.


Y termino casi como empecé. Con Elisabeth Schwarzkopff interpretando otra “Dedicatoria”, en este caso “Widmung” (Dedicatoria), el lied que compuso Robert Schumann en 1840 sobre los versos de Friedrich Rückert:


video de themfromspace

"WIDMUNG"
Tú, alma mía; tú, mi corazón;
tú, mi deleite; oh, tú, mi sufrimiento;
tú eres el mundo en el que yo vivo,
el cielo en el que yo floto,
¡oh tú eres mi tumba, dentro de la que yo
enterraré para toda la eternidad mis preocupaciones!
Tú eres el reposo, tú eres la paz,
eres lo que el cielo me ha otorgado.
Que tú me ames, me hace digno,
tu mirada me transfigura,
amándome me elevas por encima de mí mismo,
¡mi espíritu bueno, mi mejor yo!

miércoles, 16 de marzo de 2011

"PARSIFAL" (Richard Wagner) - Gran Teatre del Liceu - 12/03/11


El pasado fin de semana pude organizar una escapada a Barcelona con el propósito de cumplir una deuda que tenía pendiente conmigo mismo. Acudir a una función de ópera en el Gran Teatre del Liceu.

A pesar de haber visitado ya unos cuantos escenarios operísticos en distintos países, la cita con el coliseo barcelonés siempre se había frustrado por unas u otras causas. Una de las cuales recuerdo que fue su desgraciado incendio (el de 1994, no el de 1861). Pero esta vez, con la inmejorable excusa de un wagneriano “Parsifal”, era el momento oportuno para no dilatar más la visita. Y el caso es que los elementos tampoco ayudaron mucho, porque el sábado 12, día de la representación, estuvo diluviando ininterrumpidamente en la capital catalana desde el amanecer, aunque finalmente el grupo de “levantiscos” que hasta allí nos desplazamos pudimos llegar a tiempo al teatro y disfrutar de casi cinco horas y media francamente inolvidables, sobre todo en el apartado vocal.

Por si fuera poco, los amigos Joaquim y Colbran, liceístas de pro, tuvieron la gentileza de mostrarnos los rincones de este bellísimo teatro, modélico en muchos aspectos y concretamente en dos que me llamaron especialmente la atención por su abismal diferencia con alguno que me pilla más cercano: lo acogedor de sus espacios y la sensación de que todo está pensado para servir y atender al público, no para la vanidad de egos de arquitectos o Intendentes.

Ha sido una auténtica suerte, además, que esta visita tuviese como objeto asistir a la última representación de este “Parsifal”, que, a día de hoy, estoy convencido de que va a ser una de las producciones más relevantes de las que pasen esta temporada por los escenarios operísticos. Y, aunque ya se ha dicho casi todo de estas funciones, quería contaros hoy mis impresiones, aunque lleguen con más retraso del que hubiese deseado.

Se trata de una coproducción del Gran Teatre del Liceu con la Opernhaus de Zürich, que contaba con la dirección escénica ideada por el alemán Claus Guth, dirección musical del actual titular de la Orquestra del Liceu, Michael Boder y un elenco solista muy homogéneo y de alto nivel.

La propuesta de Claus Guth, que ha hecho ya correr ríos de tinta, puede resultar discutible en cuanto al fondo, pero resulta estéticamente cautivadora y de una indudable fuerza dramática. Desde el punto de vista teatral es impecable. Su escenografía, con un decorado giratorio en dos niveles, y su cuidadísima y minuciosa dirección de actores, dotan a esta producción de una frescura y dinamismo extraordinarios. La luz es otro elemento fundamental de esta puesta en escena en la que las sombras juegan un papel expresivo muy relevante.

Los largos monólogos de Gurnemanz se ven reforzados con un movimiento escénico y una dirección de actores muy inteligentes y de gran efectividad, sin distraer al espectador del discurso, con coherencia con el mismo y evitando al mismo tiempo la monotonía en que otros planteamientos más introspectivos y minimalistas han incurrido a veces.

La acción se ha situado en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, en un sanatorio ocupado por soldados alemanes heridos, física y mentalmente, siendo Gurnemanz el capellán de la institución. Pese a su traslación espacio-temporal, creo que es bastante respetuosa con la esencia del libreto original, y ello aún cuando cuente con algunas importantísimas licencias que, al menos a mí, no me llegaron a molestar, aunque entiendo que puedan resultar más que discutibles.

Quizás el mayor inconveniente de esta dirección escénica sea que, aunque tiene muy claro el mensaje que quiere transmitir y al final todo cobra el sentido que pretende el regista, deja al espectador demasiado tiempo desorientado sin saber muy bien lo que le están queriendo contar. A mí no me importó, porque, como he dicho, existía un trabajo muy elaborado con los actores y estéticamente me resultaba muy atrayente, pero si intentaba preguntarse uno por el sentido final de todo aquello lo más fácil es que se perdiera intentando adivinar lo que finalmente aparece claro.

Lo malo es que precisamente este mensaje es el que ha resultado más controvertido, con la aparición en la última escena de un Parsifal aclamado como redentor y vestido de oficial nazi, augurando así el advenimiento de la dictadura fascista como liberadora de un pueblo germano destrozado física y anímicamente tras su derrota en la Gran Guerra.

Otros aspectos criticados son que Klingsor no acabe destruido por Parsifal o que Kundry no muera, sino que salga huyendo de escena con una maleta, recordándonos demasiado a una asustada judía.

Guth ha incluido además un prólogo y un epílogo escénicos. Mientras suena el final del Preludio del primer acto, se nos muestra una escena en la que vemos, a modo de introducción de lo que vendrá después, como Titurel opta por Amfortas como sucesor y Klingsor abandona la reunión airado. Luego, mientras suenan los acordes finales de la ópera, veremos como Klingsor (vivo) se reconcilia con Amfortas.

De cualquier forma, incidiendo en lo dicho, me parece la de Guth una dirección escénica muy interesante y coherente, así como dramática y conceptualmente arrebatadora.

La dirección musical de Michael Boder no presentó innovaciones destacables, alejándose de presuntas genialidades, sin exhibicionismos en los tempi, pero manteniendo siempre lo principal, la tensión dramática permanente, lo cual en una obra de estas colosales proporciones es muy meritorio. A mi juicio le faltó un poco más de garra en el segundo acto y una mayor variedad de matices, sobre todo en el primer acto, abusando de volumen en el Preludio, pero el tercero fue muy notable.

La Orquestra del Liceu, sin entrar en comparaciones con otras agrupaciones, tuvo un buen rendimiento. Es verdad que si esta función queda en el recuerdo no será por la brillantez de la ejecución orquestal, pero al menos el foso no deslució en absoluto el magnifico espectáculo que vocalmente se estaba desarrollando en el escenario, y en algunos momentos sonó especialmente bien, como en el inicio del tercer acto, en la llegada de Parsifal, donde la cuerda alcanzó sus mejores prestaciones, consiguiendo la calidez y emoción que el fragmento requiere. Las maderas y la percusión funcionaron con aceptable precisión y los metales, aun ofreciendo las peores prestaciones del conjunto orquestal, salvaron, mal que bien, los exigentes requerimientos de la partitura, aunque en el último acto se hizo notar un evidente decaimiento y hubo mayores desajustes.

El Cor del Gran Teatre del Liceu y el Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana lucieron un buen nivel, mucho mejor la parte masculina que la femenina, donde las sopranos no tuvieron precisamente una noche inspirada y encima se vieron perjudicadas por la incomprensible decisión de situar coros internos. El momento más destacado con diferencia me pareció el que nos brindó el coro masculino en el tercer acto junto al cadáver de Titurel.

Pero lo mejor de la noche fue el nivel general del conjunto de solistas vocales, con alguna interpretación que merece matrícula de honor.

Para mí, la sorpresa más agradable de este “Parsifal” fue el excelso Gurnemanz que nos ofreció el bajo Hans-Peter König. Nunca había escuchado en directo a este hombre y, desde sus primeras frases, me dejó completamente catatónico. Exhibió una voz potente y sólida, con unos graves de peso, muy contundentes. Y, sobre todo, un fraseo perfecto, bellísimo. Salminen redivivo. A todo ello le unió una resistencia titánica, aunque el descanso tras el primer acto le llegó cuando se le notaba ya casi al límite. Un “Parsifal” donde falle alguno de los protagonistas puede ser más o menos decepcionante, pero si Gurnemanz falla puede convertirse en un pestiño. Y por el contrario, con un Gurnemanz como König, la grandeza de la obra de Wagner brilla en todo su esplendor.

La segunda gran sorpresa fue Ante Jerkunica, un croata al que tampoco había escuchado nunca y que cinceló, con una voz profundísima, casi cavernosa, de auténtico bajo, un Titurel de referencia, llevando a cabo además una interpretación majestuosa y convirtiendo este brevísimo papel en pieza clave del drama y en un inmenso goce para los sentidos.

La soprano italo-germana Anja Kampe ofreció también un comportamiento escénico sensacional y vocalmente la encontré soberbia, con gran expresividad y luciendo una excelente línea de canto. Afrontó con enorme valentía las diabólicas tesituras de este papel, mostrando una voz de gran extensión y homogeneidad, de auténtica soprano dramática, con unos graves redondos y unos agudos estratosféricos, bien atacados, sin que importase alguna tirantez ocasional. Una extraordinaria Kundry.

Klaus Florian Vogt es un cantante que tiene sus amantes y detractores. Yo en esta ocasión me veo obligado a situarme en un punto medio. Su voz carente de armónicos y casi blanca creo que no desentona con el Parsifal inocente y puro, pero es evidente que le falta el punto de brillo de tenor heroico que yo le exijo al rol, sobre todo en el segundo acto, y eso me chirría bastante. A ello hay que unir una cierta frialdad y falta de energía y énfasis en el fraseo. Pero dicho todo eso, tengo que reconocer que Vogt cantó espléndidamente. Derrocha musicalidad y su voz corre con elegancia y facilidad, limpia, clarísima, proyectándose con una luminosidad sorprendente y acaba por conquistarte. Es un Parsifal “sui generis”, pero que ofrece un resultado mucho más interesante de lo que a priori esperaba de él, aunque sigo pensando que el segundo acto le viene grande.

Alan Held fue un Amfortas fabuloso en lo actoral. Fue de menos a más en su rendimiento vocal, mostrándose entregadísimo en todo momento, combinando poderío y matización, y llevando a cabo una interpretación muy meritoria.

No me gustó, por el contrario, el Klingsor de Boaz Daniel. Estuvo muy inseguro y falto de autoridad vocal. Los graves se le atragantaban y fue tapado por la orquesta en varias ocasiones.

Y a las muchachas-flor mejor olvidarlas. Deberían haberse denominado gallinas-flor. Desde que comienzan su intervención tenían la batalla perdida con Parsifal. Era imposible que consiguiesen seducir al héroe puro con semejante exhibición de chillidos y cacareos en caótica descoordinación.

El público, que llenaba casi por completo el teatro, obsequió con grandes ovaciones a todos los intervinientes, apreciándose mayor intensidad de bravos para König, Kampe y Boder.

Tuve la oportunidad de ver personalmente en acción a ese sujeto singular del lateral del quinto piso, del que me habían hablado, que bravea como un poseso todo lo que se mueva. Este personaje persistió en sus bravos y aplausos a telón bajado y con luces encendidas y a él se unió un pequeño grupo, y no pararon hasta que salieron a saludar Kampe y Vogt, mientras en el teatro apenas quedaban un centenar de personas. Las caras de ambos, más que de satisfacción, fueron de estupefacción cuando comprobaron que el Liceu estaba casi vacío y todo aquel escándalo era obra de cuatro chalaos.

A la salida, seguía lloviendo abundantemente sobre Barcelona, pero nada impidió que la velada tuviese un inmejorable colofón con una estupenda cena, a la que Colbran tuvo la generosidad de invitarnos, y un agradable paseo y charla posterior bajo la ya menguante lluvia, mientras perduraban las emociones de un día realmente intenso.

Mil gracias por todo, Joaquim y Colbran. Volveremos pronto. Lo más tarde en julio, para ver a la Westbroek.


video de LiceuOperaBarcelona

viernes, 11 de marzo de 2011

DONCELLAS DE ORLEANS

“Juana de Arco” – Jules Bastien-Lepage – 1879 - Metropolitan Museum of Art, New York

“Orleanskaya Deva” (La Doncella de Orleans) es una ópera en 4 actos compuesta a lo largo de seis meses, entre 1878 y 1879, por Pyotr Ilyich Tchaikovsky (1840-1893). Fue la quinta ópera escrita por el compositor ruso y la primera que fue representada fuera de su país, en concreto en Praga en 1882, a lo cual sin duda contribuyó el hecho de que, por primera vez en sus óperas, la temática no era rusa.

El estreno oficial tuvo lugar el 25 de febrero de 1881 en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, bajo la dirección musical de Eduard Napravník, obteniendo una reacción del público bastante entusiasta, o al menos eso contaba el propio compositor, quien presumía de haber tenido que salir a saludar 28 veces. Sin embargo, la crítica no fue nada benévola. Además, dos semanas después de este estreno, el Zar Alejandro II moría asesinado en San Petersburgo, por lo que la temporada de ópera fue cancelada y eso acabó de rematar el poco éxito de la obra. De hecho, no volvería a representarse en Rusia en vida de Tchaikovsky y se dice que hasta los años 50 del siglo XX no se representó más allá de diez veces.

La ópera está basada en la vida de Juana de Arco, la adolescente que con apenas 17 años dirigió las tropas del ejército francés encabezando la batalla del sitio de Orleans, tras decir haber escuchado la voz de Dios asegurándole que ella liberaría la ciudad, y que murió en la hoguera condenada por brujería y hechicería en 1431, siendo canonizada en 1920 y quedando convertida en todo un símbolo de la unidad francesa.

El libreto fue construido por el propio Tchaikovsky tomando elementos de la tragedia de Schiller “Die Jungfrau von Orleans”, del libreto de Auguste Mermet para su ópera "Jeanne d'Arc” (1876), de la “Jeanne d’Arc” de Jules Barbier y de la biografía de la heroína francesa escrita por Henri Wallon.

Existe coincidencia en que quizás no sea la obra más inspirada del genial compositor, pero la ópera constituye otra indudable muestra de su dominio de la orquestación y cuenta con algunos momentos de gran intensidad y belleza. Dentro de estos, el más popular es el aria que canta Jeanne en el acto I, “Da, chas nastal! ... Prastite vy” (Sí, la hora ha llegado… Adiós colinas), más conocida por su versión francesa “Adieu Forêts”.

En este fragmento, la joven Jeanne se dispone a partir de su localidad natal para cumplir con la vocación que le ha sido revelada y se despide con tristeza de su tierra para siempre, al tiempo que le asalta también el temor ante el futuro que le pueda esperar, debatiéndose entre este miedo y el cumplimiento de los designios divinos.

En algunos aspectos es un aria que siempre he sentido bastante emparentada con el “Kuda, Kuda” que canta Lensky en “Yevgueni Oneguin”, la ópera que compuso Tchaikovsky inmediatamente antes de esta “Doncella de Orleans”.

El papel de Jeanne fue escrito originalmente por Tchaikovsky para una soprano dramática, pero poco antes del estreno la partitura fue adaptada para voz de mezzosoprano, ya que el compositor entendía que no había en esos momentos una soprano que pudiese asumir el personaje con garantías, siendo la mezzo María Kamenskaya la cantante que mejor podía afrontar el papel. Desde entonces el personaje de Jeanne ha sido interpretado en escena indistintamente por sopranos y mezzos, siendo pieza habitual del repertorio de conciertos y recitales.

Existen múltiples grabaciones de este aria, bien dentro de la ópera completa o en selecciones de arias, tanto en su versión original en ruso, como en la versión francesa e incluso en inglés. Yo hoy he querido traer al blog cuatro versiones diferentes.

La primera versión confieso que es mi preferida. La intérprete es la mezzosoprano rusa Irina Arkhipova, nacida en 1925 y fallecida el año pasado (“annus horribilis” para el mundo de la lírica). Arkhipova fue la mezzo de referencia en Rusia durante las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo, y de las pocas que obtuvo permiso para cantar fuera de su país, siendo el de Jeanne uno de sus papeles más renombrados. La grabación es del año 1973 y cuenta con la dirección de Gennady Rozhdestvensky al frente de la Moscow Radio Symphony Orchestra:


video de Homoclassicus

La siguiente versión corre a cargo de una soprano, también rusa y contemporánea de Arkhipova. Se trata de la gran Galina Vishnevskaya, una de las más importantes figuras de la lírica rusa, que nos brinda también una extraordinaria interpretación a la que se pueden hacer pocos reproches:


video de ManricoV

Vamos ahora con una versión del aria de Jeanne en francés. Es la que grabó en 1957 mi admirada Eileen Farrell, acompañada por la Philharmonia Orchestra dirigida por Thomas Schippers, en una interpretación posiblemente peculiar, pero cargada de fuerza y con toda la belleza vocal y musicalidad que desplegaba la soprano norteamericana cada vez que cantaba:


video de Onegin65

Finalizo esta entrada de hoy con la mítica soprano italiana Mirella Freni, quien en 2003, a los 68 años de edad, afrontó, con una energía y carisma escénico envidiables, el papel de la adolescente Jeanne en directo en el Teatro Massimo de Palermo. Y dos años más tarde volvería a hacerlo, esta vez en la Ópera de Washington, en la que sería su última representación de una ópera sobre un escenario:


video de opcel1

Sí, la hora ha llegado.
Jeanne ha de someterse al mandato celestial,
pero el temor invade mi alma.
El dolor y la angustia marchitan mi corazón.

Adiós, colinas, campos natales, sereno valle,
pacífico cobijo, adiós.
No volveréis a ver a Jeanne,
que para siempre os dice: Adiós.

Prados amigos, mis devotos árboles,
floreceréis y os marchitaréis sin mí.
Fresca gruta, arroyo caudaloso,
os dejo para nunca regresar.

Encantadoras comarcas, estaremos separados.
Rebaños míos, ya no seré vuestro cercado,
sin pastora habréis de vagar.

De otro rebaño habré de ocuparme ahora
en los mortales pastizales de la guerra.

La más alta vocación me ha elegido.
No me mueve el deseo vano.
Señor mi corazón está abierto a ti
Y se angustia y sufre.