Mientras en el Palau de les Arts de Valencia, ayer domingo, Lorin Maazel dirigía la última representación de su inaguantable “1984” coincidiendo con el día de su cumpleaños, en el vecino Palau de la Música hemos podido vivir un fin de semana musical francamente intenso e interesante.
El sábado 5 se ofrecía, en versión concierto, la ópera de Francis Poulenc “Diálogos de Carmelitas”, con la Orquesta de Valencia dirigida por quien fuera su titular años atrás, Miguel Ángel Gómez Martínez. Y al día siguiente nos esperaba un recital de lieder a cargo de Violeta Urmana acompañada al piano por Jan Philip Schulze.
La Orquesta de Valencia parece crecerse últimamente cuando es dirigida por batutas ajenas a su titular Yaron Traub. Así ocurrió en la espléndida 3ª Sinfonía de Mahler que nos brindó recientemente el maestro Frühbeck de Burgos, y de nuevo volvió a pasar el sábado con Miguel Ángel Gómez Martínez dirigiendo con inteligencia y emoción la maravillosa partitura compuesta por Francis Poulenc para su ópera “Diálogos de Carmelitas”, y logrando hacer brillar la gran riqueza orquestal concebida por el compositor francés.
Gómez Martínez, casi siempre dado al desmadre sonoro, cuidó con una pulcritud inusitada los volúmenes de la orquesta en beneficio de los solistas vocales. Logró algunas matizaciones espléndidas en los momentos más líricos, y en el final del primer acto consiguió apagar progresivamente el sonido de la orquesta de forma magistral. El último cuadro de la ópera, posiblemente uno de los finales del género más impactantes, se resolvió con enorme acierto y fuerza dramática, con un extraordinario rendimiento orquestal y del Coro, aunque no me gustó el sonido artificial de la guillotina a través de lo que parecía un sintetizador amplificado.
Los violines, generalmente punto débil de esta orquesta, sonaron con un empaste y calidez desconocidos. Lástima de los perseverantes errores en sus entradas de los metales que tuvieron una noche muy desafortunada.
Fue una pena que la altura del nivel musical ofrecido no encontrase justa correspondencia en un reparto vocal muy irregular.
La soprano valenciana Isabel Monar tuvo que hacer frente al exigente papel de Blanche de la Force. Impecable en el aspecto dramático del personaje, mostró algunas limitaciones en lo vocal y algún fallo de técnica, pero defendió el rol con valentía, yendo de menos a más y siendo el resultado final muy positivo.
La gran triunfadora de la noche, no obstante, fue la mezzosoprano alemana Iris Vermillion, que con su voz oscura, potente y profunda, derrochó autoridad vocal como la Madre Marie.
Me gustó también Kathryn Harries como la anciana Priora Madame de Croissy. Reconozco que su voz está cascadísima, pero al personaje moribundo no le viene mal ese declive vocal y, además, la tremenda fuerza expresiva que exhibió Harries a mí me compensó sobradamente cualquiera de sus carencias.
Más desafortunadas estuvieron Janice Watson, que fue una chillona Madame Lidoine, y la argentina Maria Cristina Kiehr, como Constance, que, pese a que su timbre ligero se adaptaba al personaje, con sus sonidos fijos y gritos convirtió en insoportables sus intervenciones.
Del elenco masculino, sólo se salvaron de la quema el correctísimo Marqués de la Force de Anthony Michaels-Moore y el tenor barcelonés Roger Padullés, como Caballero de la Force, que lució un bellísimo timbre y muchísimo gusto en su canto, destacando especialmente en el dúo del segundo acto con Blanche.
Extraordinario fue el rendimiento de la Coral Catedralicia en sus intervenciones corales, entre cuyos componentes pudimos ver a Irina Ionescu, a quien destaqué recientemente en su pequeña intervención en “1984”, y que aquí apenas pudimos escucharla en una frase en solitario. Más discutible resultó la selección de solistas de dicha agrupación.
El público se hizo notar demasiado por sus deserciones antes de hora y los inconvenientes ruidos que acompañaron en todo momento la representación, culminando con un teléfono móvil que en el tramo final del tercer acto protagonizó unos horrísonos segundos que motivaron incluso un airado gesto del maestro Gómez Martínez.
Aquí podemos ver el final de "Diálogos de Carmelitas" en la producción del Met de 1987, con Jessye Norman como Madame Lidoine y Maria Ewing como Blanche de la Force:
video de tenore23
Al día siguiente, una sala con demasiados huecos para la calidad del espectáculo que se anunciaba, recibió a la lituana Violeta Urmana y al pianista alemán Jan Philip Schulze.
El recital tuvo una primera parte dedicada a Gustav Mahler, con una selección de “Des Knaben Wunderhorn” y los “Rückert Lieder”. Ya desde el principio se pusieron de manifiesto las principales virtudes de la cantante, que nos hizo gozar de una lectura cuidadosa y sentida de las piezas seleccionadas. Su voz extensa, homogénea y uniforme en todos los registros y de generoso volumen, corría con fluidez y potencia, pero siempre sabiamente domada para adaptarse al carácter íntimo que debe caracterizar un recital de este tipo, pese al indudable poderío vocal de la intérprete.
La emoción llegaría con toda su intensidad en los bellísimos “Rückert Lieder”, especialmente en un espléndido “Ich bin der Welt abhanden gekommen”, donde el maravilloso fraseo de Urmana y la intensidad del acompañamiento pianístico, pusieron los pelos de punta de un auditorio que, con la última nota de “Um Mitternacht”, prorrumpió en entusiastas bravos.
La segunda parte del recital se inició con dos canciones de Henry Duparc, “Phydilé” y “Chanson triste”, que la cantante lituana interpretó con una corrección y estilo irreprochables.
Tras esto, afrontó una selección de canciones de Sergei Rachmàninov, llevando a cabo un auténtico alarde de encendida expresividad en “Disonancia” (opus 34, nº 13) y una lección de canto ligado y matizado en “Zdes' khorosho” (Opus 21, nº 7).
Cuando ya parecía que no se podía cantar mejor, llegaron las cuatro canciones de Richard Strauss que componen su opus 27, donde su virtuosismo vocal y altura interpretativa alcanzaron la perfección, brindándonos un “Morgen” majestuoso, arrebatador, donde supo jugar también con los silencios de forma maestra.
El apartado de las propinas comenzó con un electrizante “Der Engel” de los “Wesendonck Lieder” de Richard Wagner, siguió con un espectacular “Zueignung” de Richard Strauss y finalizó con una impresionante “la Mamma Morta” del “Andrea Chénier” de Giordano, donde aquí sí que ya dejó de lado la contención e intimidad, para dar rienda suelta a toda su fuerza vocal y dramática en un auténtico vendaval de emoción que puso la sala patas arriba.
Hay que lamentar que las consabidas prisas de algunos por salir corriendo al primer “chim-pom”, evitaron que continuaran los bises. Habrá que decirles algún día a estos del culo inquieto, que es mentira eso que les deben haber contado de que el último en salir paga a la orquesta y los cantantes. La cosa con la crisis está mal, pero no tanto, hombre.
En cualquier caso, nada pudo privarnos de una noche realmente mágica en la que disfrutamos de la grandeza interpretativa de una artistaza.
Y mientras tanto, en Les Arts, los músicos y el Coro le cantaban el “Cumpleaños Feliz” a Lorin Maazel como despedida.
Para finalizar os dejo con Violeta Urmana cantando "Ich bin der Welt abhanden gekommen" de los "Rückert Lieder" de Gustav Mahler:
video de operazaile
El sábado 5 se ofrecía, en versión concierto, la ópera de Francis Poulenc “Diálogos de Carmelitas”, con la Orquesta de Valencia dirigida por quien fuera su titular años atrás, Miguel Ángel Gómez Martínez. Y al día siguiente nos esperaba un recital de lieder a cargo de Violeta Urmana acompañada al piano por Jan Philip Schulze.
La Orquesta de Valencia parece crecerse últimamente cuando es dirigida por batutas ajenas a su titular Yaron Traub. Así ocurrió en la espléndida 3ª Sinfonía de Mahler que nos brindó recientemente el maestro Frühbeck de Burgos, y de nuevo volvió a pasar el sábado con Miguel Ángel Gómez Martínez dirigiendo con inteligencia y emoción la maravillosa partitura compuesta por Francis Poulenc para su ópera “Diálogos de Carmelitas”, y logrando hacer brillar la gran riqueza orquestal concebida por el compositor francés.
Gómez Martínez, casi siempre dado al desmadre sonoro, cuidó con una pulcritud inusitada los volúmenes de la orquesta en beneficio de los solistas vocales. Logró algunas matizaciones espléndidas en los momentos más líricos, y en el final del primer acto consiguió apagar progresivamente el sonido de la orquesta de forma magistral. El último cuadro de la ópera, posiblemente uno de los finales del género más impactantes, se resolvió con enorme acierto y fuerza dramática, con un extraordinario rendimiento orquestal y del Coro, aunque no me gustó el sonido artificial de la guillotina a través de lo que parecía un sintetizador amplificado.
Los violines, generalmente punto débil de esta orquesta, sonaron con un empaste y calidez desconocidos. Lástima de los perseverantes errores en sus entradas de los metales que tuvieron una noche muy desafortunada.
Fue una pena que la altura del nivel musical ofrecido no encontrase justa correspondencia en un reparto vocal muy irregular.
La soprano valenciana Isabel Monar tuvo que hacer frente al exigente papel de Blanche de la Force. Impecable en el aspecto dramático del personaje, mostró algunas limitaciones en lo vocal y algún fallo de técnica, pero defendió el rol con valentía, yendo de menos a más y siendo el resultado final muy positivo.
La gran triunfadora de la noche, no obstante, fue la mezzosoprano alemana Iris Vermillion, que con su voz oscura, potente y profunda, derrochó autoridad vocal como la Madre Marie.
Me gustó también Kathryn Harries como la anciana Priora Madame de Croissy. Reconozco que su voz está cascadísima, pero al personaje moribundo no le viene mal ese declive vocal y, además, la tremenda fuerza expresiva que exhibió Harries a mí me compensó sobradamente cualquiera de sus carencias.
Más desafortunadas estuvieron Janice Watson, que fue una chillona Madame Lidoine, y la argentina Maria Cristina Kiehr, como Constance, que, pese a que su timbre ligero se adaptaba al personaje, con sus sonidos fijos y gritos convirtió en insoportables sus intervenciones.
Del elenco masculino, sólo se salvaron de la quema el correctísimo Marqués de la Force de Anthony Michaels-Moore y el tenor barcelonés Roger Padullés, como Caballero de la Force, que lució un bellísimo timbre y muchísimo gusto en su canto, destacando especialmente en el dúo del segundo acto con Blanche.
Extraordinario fue el rendimiento de la Coral Catedralicia en sus intervenciones corales, entre cuyos componentes pudimos ver a Irina Ionescu, a quien destaqué recientemente en su pequeña intervención en “1984”, y que aquí apenas pudimos escucharla en una frase en solitario. Más discutible resultó la selección de solistas de dicha agrupación.
El público se hizo notar demasiado por sus deserciones antes de hora y los inconvenientes ruidos que acompañaron en todo momento la representación, culminando con un teléfono móvil que en el tramo final del tercer acto protagonizó unos horrísonos segundos que motivaron incluso un airado gesto del maestro Gómez Martínez.
Aquí podemos ver el final de "Diálogos de Carmelitas" en la producción del Met de 1987, con Jessye Norman como Madame Lidoine y Maria Ewing como Blanche de la Force:
video de tenore23
Al día siguiente, una sala con demasiados huecos para la calidad del espectáculo que se anunciaba, recibió a la lituana Violeta Urmana y al pianista alemán Jan Philip Schulze.
El recital tuvo una primera parte dedicada a Gustav Mahler, con una selección de “Des Knaben Wunderhorn” y los “Rückert Lieder”. Ya desde el principio se pusieron de manifiesto las principales virtudes de la cantante, que nos hizo gozar de una lectura cuidadosa y sentida de las piezas seleccionadas. Su voz extensa, homogénea y uniforme en todos los registros y de generoso volumen, corría con fluidez y potencia, pero siempre sabiamente domada para adaptarse al carácter íntimo que debe caracterizar un recital de este tipo, pese al indudable poderío vocal de la intérprete.
La emoción llegaría con toda su intensidad en los bellísimos “Rückert Lieder”, especialmente en un espléndido “Ich bin der Welt abhanden gekommen”, donde el maravilloso fraseo de Urmana y la intensidad del acompañamiento pianístico, pusieron los pelos de punta de un auditorio que, con la última nota de “Um Mitternacht”, prorrumpió en entusiastas bravos.
La segunda parte del recital se inició con dos canciones de Henry Duparc, “Phydilé” y “Chanson triste”, que la cantante lituana interpretó con una corrección y estilo irreprochables.
Tras esto, afrontó una selección de canciones de Sergei Rachmàninov, llevando a cabo un auténtico alarde de encendida expresividad en “Disonancia” (opus 34, nº 13) y una lección de canto ligado y matizado en “Zdes' khorosho” (Opus 21, nº 7).
Cuando ya parecía que no se podía cantar mejor, llegaron las cuatro canciones de Richard Strauss que componen su opus 27, donde su virtuosismo vocal y altura interpretativa alcanzaron la perfección, brindándonos un “Morgen” majestuoso, arrebatador, donde supo jugar también con los silencios de forma maestra.
El apartado de las propinas comenzó con un electrizante “Der Engel” de los “Wesendonck Lieder” de Richard Wagner, siguió con un espectacular “Zueignung” de Richard Strauss y finalizó con una impresionante “la Mamma Morta” del “Andrea Chénier” de Giordano, donde aquí sí que ya dejó de lado la contención e intimidad, para dar rienda suelta a toda su fuerza vocal y dramática en un auténtico vendaval de emoción que puso la sala patas arriba.
Hay que lamentar que las consabidas prisas de algunos por salir corriendo al primer “chim-pom”, evitaron que continuaran los bises. Habrá que decirles algún día a estos del culo inquieto, que es mentira eso que les deben haber contado de que el último en salir paga a la orquesta y los cantantes. La cosa con la crisis está mal, pero no tanto, hombre.
En cualquier caso, nada pudo privarnos de una noche realmente mágica en la que disfrutamos de la grandeza interpretativa de una artistaza.
Y mientras tanto, en Les Arts, los músicos y el Coro le cantaban el “Cumpleaños Feliz” a Lorin Maazel como despedida.
Para finalizar os dejo con Violeta Urmana cantando "Ich bin der Welt abhanden gekommen" de los "Rückert Lieder" de Gustav Mahler:
video de operazaile
Sólo por completar la información del fin de semana: el viernes en el Palau de la Música tuvo lugar un concierto igualmente exquisito.
ResponderEliminarORQUESTA Y CORO DE LES ARTS FLORISSANTS
William Christie, director
J.P.Rameau, Anacréon (Ballet heroico en un acto); Pygmalion (Acto del Ballet)
Gracias por tu información, Anónimo. Tienes razón. El fin de semana se completaba con ese magnífico concierto del viernes al que, lamentablemente, no pude asistir.
ResponderEliminarAl final me pudo la operofilia, aunque la ópera en cuestión sea mala, y me fuí a ver el engendro maazeliano, pero me habría encantado volver a escuchar a Violeta Urmana, una cantante que me gusta mucho.
ResponderEliminarTe comprendo perfectamente, Imperator.
ResponderEliminarAhora que nadie nos oye te diré que hubo un comando levantisco que a punto estuvo de salir corriendo nada más acabar Urmana para ver si llegaba al último acto del bodrio maazeliano y despedir al Maestro.
Pero el impacto con que les dejó Urmana les hizo recobrar la sensatez.
Gracias Atticus por sus comentarios siempre interesantes. Leo el blog con regularidad cada vez que puedo.
ResponderEliminarHoy Urmana ha interpretado el mismo programa en Madrid y coincido bastante con tus apreciaciones. Una cantante que es capaz tanto de cantar con un recogimiento acongojador, como para despegar medios cuando quiere, homogéneo en los registros, aunque alguna subida precipitada al agudo que estuvo al borde del chillido, como viene demostrando últimamente- ya notable en la Norma que nos brindó hace unos meses en Madrid- pero que no deslució en absoluto la representación. Grandes los Rückert-lieder y los Vier lieder, no tanto el resto. Las propinas fueron las mismas, salvo por la tan esperada "Mamma morta" que omitió y que dejó al público sin saber que hacer, algo decepcionado y que suplió con una canción lituana. "Non ho voce, oggi" dijo a la salida, pero lo cierto es que si lo tuvo para dar tres propinas flojas. En cualquier caso, se agradece escuchar una voz con empaste, rica de armónicos y que corre por un teatro, sobre todo en estos tiempos que corren en los que uno no sabe si va a oir algo aunque esté a medio metro del artista.
Preciosa crónica para preciosos espectáculos aunque a mi los Dialogues se me encallan, me parecen harto difíciles y siempre siento la deuda que les tengo y me tengo de volver a escucharlos y ser capaz de darles el valor que tienen.
ResponderEliminarUrmana cantando entre otros a Mahler y a Strauss...esto es un lujo.
Gracias por compartir tus veladas conn humor y elegancia.
Arian, gracias por tu información sobre el recital de Madrid.
ResponderEliminarLa verdad es que siempre es un placer escuchar en directo voces como las de Urmana. Lástima que no se animase con "La Mamma Morta", porque fue un auténtico volcán de pasión y fuerza vocal.
Glòria: Desde luego que fue un lujazo escuchar a Urmana.
Dale otra oportunidad a las Carmelitas de Poulenc. A mí me parece una ópera preciosa.