viernes, 25 de octubre de 2013

"LA TRAVIATA" CON AQUILES MACHADO


Tras el show del día del estreno de la temporada en el Palau de les Arts, ayer tuvo lugar la segunda representación de la ópera "La Traviata", de Giuseppe Verdi, con la novedad de la sustitución del tenor Ivan Magrì, por el venezolano Aquiles Machado.

La repercusión que tuvo en la prensa y otros medios la charlotada del estreno, que por otra parte alcanzó unos muy buenos resultados musicales, parece que ha escocido bastante en los círculos de dirección del teatro valenciano, donde, tras las críticas recibidas, se han puesto las pilas y esta vez sí han hecho las cosas como se deben hacer. En cuanto buscaron sustitutos para Magrì, se anunciaron los nuevos repartos en la web, acompañados de una nota explicativa que fue también remitida a la prensa.

Además, como también se ha convertido ya casi en costumbre en Les Arts, sobre todo cuando es Mehta quien dirige, los repartos alternativos son casi más atractivos que los originalmente previstos. Sustituir a Ivan Magrì por un tenor de la categoría de Aquiles Machado y otro como Saimir Pirgu (que puede gustar más o menos, pero está cantando Alfredo en los más prestigiosos teatros) es una gestión que debe calificarse de muy positiva.

De todas formas, debe haber una especie de ley no escrita en este teatro que parece empeñarse en impedir que las cosas se hagan bien del todo. Cuando, esta vez, todo parecía haberse resuelto de forma satisfactoria, los asistentes a la función de ayer nos encontramos con que los programas de mano que se repartían seguían anunciando los repartos sin modificar. ¿Tanto costaba haber encartado una simple nota informando de cómo quedaba el cast tras las sustituciones?. Frente a eso, se optó por anunciar por megafonía, poco antes del comienzo de la representación, que la pareja protagonista esa noche iba a ser la formada por Jessica Nuccio y Aquiles Machado, lo que no tenía nada que ver con el programa y daba nueva sensación de chapuza para el que no estuviese enterado de todo lo ocurrido estos días. De hecho, mi vecino de localidad, al finalizar, me preguntó si la que había cantado era la búlgara o la italiana y si el tenor era Magrì.

Aunque ya hice en este blog la crónica del estreno, he querido volver hoy para hacer una breve referencia a lo acontecido ayer, ya sin incidentes que empañasen lo puramente artístico y con un nivel musical, desde mi punto de vista, aun mejor que el día del estreno.

Como no quiero ser reiterativo respecto a lo que ya comenté de la primera de las funciones, tan sólo incidiré en aquello que considero que varió respecto a lo ya dicho entonces.

La atención se centraba en el nuevo Alfredo que, en apenas dos días, había tenido que incorporarse a la producción, recién llegado de cantar el papel en Oviedo. Aquiles Machado llevó a cabo una actuación magnífica. Su derroche físico fue extraordinario, moviéndose por escena con una agilidad y soltura increíbles. Al tercer acto llegó empapado en sudor y congestionado del palizón físico que se estaba metiendo. Yo no sé las veces que acabó rodando por el suelo. Imagino que debió llegar al hotel con más cardenales que una elección de Papa. En su faceta como actor estuvo implicadísimo, metido completamente en el personaje y muy expresivo.

En lo vocal, pese a haberle escuchado hace menos de un año como Rodolfo en “La Bohème” que dirigiese Riccardo Chailly, me sorprendió una voz que cada vez se va alejando más de terrenos ligeros y que está adquiriendo una anchura y un peso sorprendentes en centro y graves. En la zona aguda, más inestable, sin embargo pasó menos apuros en la resolución de la zona de paso que en otras ocasiones y las oscilaciones fueron menos ostensibles.

Sólo mostró apuros en la cabaletta “O mio rimorso”, ofreciendo toda la noche un recital antológico de belleza tímbrica, fraseo elegante, buen gusto y delicadeza canora, propio de los más grandes. Cuando finalizó “De' miei bollenti spiriti”, mientras el público rompió a aplaudir, el maestro Mehta le dirigió una sonrisa de complicidad muy elocuente, como también lo fue el abrazo en el que se fundió con el venezolano durante los saludos finales.

Un gran Alfredo que ha puesto el listón francamente alto a los compañeros que van a sustituirle en las próximas representaciones.

Y otra que va a tener difícil hacer olvidar a su predecesora será la Yoncheva si finalmente viene a cantar, ya que la joven siciliana Jessica Nuccio, más centrada y tranquila que el día del estreno, volvió a construir una Violetta de muchos quilates mostrando que estamos ante una cantante a tener en cuenta.

El tercer acto volvió a ser el marco de sus mejores prestaciones, con una combinación de fiato, legato y expresividad dramática, desbordantes. Tuvo un par de amagos de gallo en “sempre libera” y “addio del passato”, puros accidentes, bien resueltos y que además se produjeron por querer adornar su canto apianando el sonido. En el “sempre libera”, incluso, las notas inmediatamente siguientes fueron acometidas con valentía y fuerza, jugándosela a pecho descubierto. Salvó la situación a lo grande y con valor, allá donde otras se hubieran atemorizado y mostrado conservadoras.

Del barítono Simone Piazzola sigo pensando que, con buen material y sentido del canto verdiano, a mi juicio exagera demasiado al final de su aria, haciendo unas ostentaciones que buscan el aplauso fácil y que, desde mi punto de vista, deslucen su interpretación, aunque consiga que el teatro se venga abajo en aplausos.

El maestro Zubin Mehta, que se pasó casi toda la noche tosiendo (Wotan no quiera que haya que sustituir a este), volvió a ser el auténtico protagonista de la noche, llevando a cabo una dirección magistral, curiosamente lejos de cualquier tipo de exhibicionismo, dejando que fueran los cantantes y la genial música de Verdi quienes cumpliesen con su papel. Hay que ver lo fáciles que parecen estas cosas cuando hay una mano sabia dirigiendo como se debe.

Coro y Orquesta, una vez más, fabulosos. Sí quisiera mencionar aquí al concertino Stefan Eperjesi, a quien el día del estreno no pude identificar y que anoche volvió a lucirse, como toda la sección de cuerda.

Pese a tratarse de una representación en día laborable, la sala presentó un lleno casi absoluto, lo cual es una muy buena noticia, y el público se lo pasó en grande. Ojalá que se acaben ya los sustos y continuemos la temporada por estos derroteros de sala llena y gran nivel artístico y musical.

Una curiosidad. En la función de ayer, al comienzo del segundo acto, cuando se supone que Alfredo en esta producción sale descalzo, con un batín de flores y en calzoncillos (no he podido desterrar todavía de mi mente desde el estreno las canillas de Magrì), Machado entró en escena con el horroroso batín pero ocultando sus extremidades inferiores con unos elegantes pantalones largos negros y zapatos de vestir. Ignoro si se habrá debido a la negativa del tenor a tener que enseñar sus miserias, además de venir a cantar deprisa y corriendo, o habrá sido una decisión del teatro. En las próximas representaciones veremos.

domingo, 20 de octubre de 2013

"LA TRAVIATA" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 19/10/13


Anoche, finalmente, tras no pocos contratiempos e incertidumbres, se puso en marcha la temporada operística 2013/2014 en el Palau de les Arts con el estreno de “La Traviata”, de Giuseppe Verdi.

Una Traviata algo peculiar, desde luego, porque resulta que Alfredo, en la primera escena del acto II, dice que se va a París a salvar su honor y, cual adúltero marido que alegase bajar a por tabaco, ya no volvió. Menos mal que el welsungo Siegmund, harto ya de tantos rollos incestuosos con Sieglinde y de andar huyendo del vengativo cornudo Hunding y de la ira de los dioses Fricka y Wotan, se largó de los bosques germanos y acabó recalando en casa de Violetta, haciéndose pasar por Alfredo y ligándosela… No hay nada como ser un inútil gestionando un teatro de ópera para acabar celebrando el bicentenario de Verdi y Wagner a lo grande, fusionando Traviata y Valquiria para regocijo de los espectadores.

Lo ocurrido anoche en Les Arts no puede más que calificarse de bochornosa vergüenza. Posiblemente ahora haya quien salga alabando la capacidad de improvisación y el buen resultado final, pero ayer, más que nunca, quedó al desnudo la chapucera gestión del teatro valenciano.

Instantes antes de comenzar la función se anunció por megafonía que el tenor Ivan Magrì, pese a padecer una inflamación aguda de las cervicales, de última hora, iba a actuar. Mintieron. De última hora, nada. Hace ya semanas que se conocía el problema físico de Magrì habiéndose especulado que podría cancelar su participación en Traviata. Así lo manifesté yo ya hace días en este blog, donde también adelanté que el tenor no tenía cover y podría haber problemas.

Durante el primer acto y la primera escena del segundo, el pobre tenor se movía como Robocop y presentó algunos apuros vocales. Tras la salida de escena de Germont, cuando se supone que Alfredo vuelve de París, y ante el desconcierto de Violetta (Jessica Nuccio), cae el telón y hacen retirarse de escena a esta, anunciándose por megafonía que el tenor Magrì había sufrido una indisposición y no iba a poder continuar (posteriormente se supo que había llegado incluso a tener un desvanecimiento), pidiendo al público que continuase en sus asientos. Casi media hora nos tuvieron allí. Apenas un par de silbidos manifestaron el descontento de un público demasiado acostumbrado a aborregarse y dejarse pisotear en todos los ámbitos sociales.

Un par de avisos más seguían pidiendo paciencia mientras se resolvía la situación, anunciándose finalmente que el tenor austriaco Nikolai Schukoff, que se encuentra estos días ensayando en Valencia su papel de Siegmund en la próxima Valquiria y que se hallaba entre el público (yo le vi en el descanso tomándose tranquilamente una copita de cava), iba a cantar desde un atril en el proscenio, mientras un coreógrafo y asistente de la dirección de escena, Christian David Krumm, interpretaría escénicamente el personaje.

Algunos me dirán que eso ocurre en otros teatros también. Cierto, yo lo viví en Londres, pero la situación fue muy diferente, aquello sí fue algo imprevisto, una fuerte tormenta de nieve que impedía llegar a algunos cantantes a tiempo a la representación. También en Les Arts, en un reciente “Cosí fan tutte”, cuando una cantante se quedó sin voz. Pero lo de ayer, aunque acabase resolviéndose bien, fue una imperdonable chapuza y falta de previsión de los responsables del teatro. Si hace semanas que sabes que este cantante está con serios problemas, que ha tenido mareos y fuertes dolores, aunque se lance a cantar tienes que tener preparada una solución por si pasa lo que pasó. ¿Si no llega a estar Schukoff, qué hubiera pasado? ¿Hubiera salido Mehta a escena a tararear?

Esto además puede traer cola. De fondo tiene que haber mucho más tomate. En el despacho de Helga Schmidt hubo una crispada reunión, durante el parón, de aquélla con el maestro Mehta y el agente de Magrì, en la que los gritos que se oían hubiesen hecho apocarse al mismísimo Tarzán. Veremos que trasciende de todo eso.

Insisto. La solución final fue aceptable y el resultado mejoró el original, pero no se puede funcionar a golpe de improvisación.

Por lo demás, se vieron por allí las caras conocidas del faranduleo pueblerino y la corrupción local que suelen acudir a los estrenos. También estaba el habitual Rappel que, aunque estuviese de fiesta en su día libre, bien podría haber avisado a Helga antes de empezar de lo que iba a ocurrir, que seguro que lo habría visto en su bola de cristal aunque llevase las gafas del revés. Nos obsequió con su presencia el President Fabra, que mostró durante la representación menos entusiasmo que un berberecho en una lata, acompañado por una corte de los milagros en la que se hacían ver la Consellera de Cultura, el Conseller de Sanidad y el Conseller cazador Castellano. Cuando pasaban en comitiva por el foyer durante el intermedio, alguien les gritó: “panda, que sois una panda”.

La producción elegida para abrir la temporada ha sido la que la De Nederlandse Opera de Ámsterdam crease, basada en el montaje que concibió Willy Decker para el Festival de Salzburgo de 2005. La famosa “Traviata del reloj” que firma en esta adaptación la directora de escena Meisje Barbara Hummel.

He de decir que me encantó. Ya la conocía del célebre Dvd con Netrebko y Villazón, pero ayer descubrí otros muchos detalles que me hacen valorar muy positivamente esta propuesta. Carece de cualquier envoltorio escenográfico que distraiga y toda la obra está dominada por un juego de luces muy inteligente y un escenario vacío en tonos claros, donde tan sólo nos encontramos con un sofá rojo y un omnipresente y enorme reloj que simboliza el inexorable paso del tiempo. Un tiempo que para Violetta se agota porque la muerte la espera, simbolizada en este caso por la figura del Dr. Grenvil (Luigi Roni) quien también tendrá un gran protagonismo en escena a lo largo de la obra, recordando a la joven con su presencia el inevitable final.

Violetta es la única que viste con color rojo, todo el resto del elenco va de negro y con trajes masculinos, salvo la criada que también es la única que viste de época. La obra se centra en Violetta y en su lucha dentro de una sociedad hipócrita y machista. Y así, escénicamente, se acentúa este objetivo.

Se podrá decir que todo este simbolismo es facilón y simplista, pero la construcción teatral y escénica alrededor del mismo me parece muy interesante. Hay momentos inolvidables, de gran fuerza dramática, como el tránsito del segundo al tercer acto, mientras suena el bellísimo preludio; el despojo de los ropajes y sábanas floridas que cubren la escena cuando en el segundo acto llega Germont a romper la felicidad de la pareja; o las miradas angustiosas de Violetta a Grenvil (la muerte), tanto en el primer acto, cuando Alfredo pide volver a verla al día siguiente y ella mira al doctor antes de responder “ebben, domani”, como en el tercero, cuando vuelve a cruzar la mirada, implorándole más tiempo, al regresar Alfredo y parecer que una feliz vida en común es posible. Y hay otros muchos instantes más que creo que dotan de gran fuerza a esta puesta en escena, aunque en ocasiones se contradiga el libreto, como la presencia de Alfredo junto a Violetta al final del primer acto o de ésta al lado de aquél al inicio del segundo. Hasta la, para mí, siempre antipática escena de “los toreros de Madrid”, resulta aquí más interesante al plantearse casi como una pesadilla de Alfredo.

El gran valor de la producción es este impacto dramático y la concentración en la psicología y pasiones interiores de los personajes. El problema es que la propuesta requiere grandes actores, además de cantantes, y de eso no estuvimos muy sobrados, primero con un Magrì que apenas podía moverse y luego rompiéndose definitivamente la magia escénica con ese Alfredo mudo, impecablemente interpretado por Krumm, pero que al ser doblado por Schukoff desde un rincón, la mirada inconscientemente se dirigía a éste.

Quisiera también destacar, por último, lo mucho que favorece la acústica el diseño del escenario, que hace que, incluso cuando cantan de espaldas los intérpretes, la voz corra perfectamente.

En lo musical, y pese a las incidencias, interrupciones y reuniones en el despacho de Helga, el maestro Zubin Mehta llevó a cabo una labor de batuta magistral. Atentísimo toda la noche a los cantantes, respirando con ellos, cuidándoles, acabó dirigiendo a tres bandas: orquesta, cantantes y atril. Comenzó con un tempo vivo, muy verdiano, alejado de algunas lecturas repipis muy comunes en esta obra. Ello no quita a que hubiera pasajes donde se ralentizó el tempo, pero con una profundidad tal que se logró hacer crecer la tensión y la emoción de manera soberbia, como en el maravilloso Preludio del tercer acto, con una cuerda en pianísimo antológica, o en el dúo de Violetta y Germont o en el aria de éste (ahí quizás en exceso). En el “addio del passato”, y todo el tramo final de la ópera en general, la magia de Mehta y la calidad de la Orquesta de la Comunitat Valenciana brillaron definitivamente, haciendo surgir emociones hasta dentro de ese espectáculo charlotesco que se había vivido con la sustitución tenoril.

Toda la sección de cuerda debe ser destacada por su labor anoche, con un concertino espectacular al comienzo de “teneste la promessa”, y también creo que merece hacerse una referencia a las flautas, al clarinete de Tamás Massànyi o al oboe de Cristopher Bouwman en el “Alfredo, Alfredo”.

No por repetidos deben ser menos apasionados los elogios al lujazo de Cor de la Generalitat que, pese a recortes, EREs y zarandeos varios, podemos seguir disfrutando y que continúa exhibiendo una calidad estratosférica. En la representación de ayer su trabajo merece ser más valorado aún si cabe, teniendo en cuenta que el día anterior cantaron en el Palau de la Música, también de forma excepcional, una obra tan exigente como “La condenación de Fausto”, de Héctor Berlioz. Bravo de nuevo, chicas y chicos del coro. Sois un ejemplo.

Tras confirmarse la cancelación de la participación de la soprano Sonya Yoncheva en las funciones del mes de octubre (de momento), se ha optado porque sea la siciliana Jessica Nuccio, quien la sustituya en el papel protagonista. Nuccio, que es la pareja del barítono Piazzola, que encarna a Germont, fue buscada en un principio para suplir a la búlgara en la representación del 2 de noviembre, fecha en que Yoncheva tenía un compromiso en Berlín en una gala benéfica contra el SIDA.

Curiosamente, en la web de ésta se anuncia que, efectivamente, el día 2 de noviembre cantará en Berlín, y que lo hará en Valencia el resto de funciones de octubre y noviembre. Ya veremos cómo se soluciona finalmente este galimatías.

Yo pensaba que este lío de sustituciones de sopranos iba a concentrar la atención de esta crónica, pero el esperpento de las vértebras de Magrì y de Siegmund cantando Alfredo, ha superado cualquier previsión.

En cualquier caso, antes de entrar a hablar de las voces escuchadas ayer quisiera hacer aquí una reflexión. Una cosa es que el Palau de les Arts opte por seguir procurando construir una programación con cantantes de cierto renombre, como la Yoncheva, dentro de las limitaciones económicas que, cada vez más, condicionan su actividad, y otra que, por esas mismas circunstancias económicas o imprevistos sobrevenidos, se opte por llenar los repartos con cantantes jóvenes, empleando esos habituales eufemismos de “estrellas emergentes” o “jóvenes promesas”. Jessica Nuccio es una cantante que, sin duda, merece oportunidades y que demostró ayer estar a muy buen nivel, aunque todavía tenga que pulirse en aspectos técnicos y desenvoltura escénica. Pero si vamos a optar por afrontar la crisis o los imprevistos con gente joven, para eso aquí contamos con cantantes locales de un buen nivel que han venido representando el papel en muchos teatros con notable éxito.


Hablo de voces como las de Carmen Romeu, Dolores Lahuerta, Silvia Vázquez o Maite Alberola.  Insisto en que no me parece mal que se les den esas oportunidades a jóvenes voces en un teatro como el Palau de les Arts, teniendo un director musical como Mehta y una orquesta y coro de primera línea. Me parecería perfecto incluso que se programasen habitualmente funciones populares más baratas con cantantes principiantes, pero eso debería aprovecharse, básicamente, para lanzar también las carreras de nuestros jóvenes y buenos  intérpretes.

Estas consideraciones hubiera sido fácil hacerlas si ayer la Nuccio hubiera resultado un desastre, pero las hago comenzando por afirmar que la soprano siciliana llevó a cabo un trabajo muy meritorio y que se ganó a pulso el éxito que finalmente obtuvo.

Y eso que comenzó bastante mal. Afrontó las primeras notas con voz temblona, posiblemente por los nervios del estreno, y con algunas desafinaciones demasiado evidentes y notas caladas. Tiene la Nuccio un timbre metálico, algo ingrato en ocasiones, mostrándose tremendamente frágil en la zona grave, pero con un poderoso registro agudo, si bien con abuso del portamento. Defendió el “sempre libera” con solvencia, aunque la coloratura quedase algo corta y esos portamenti comentados desluciesen un tanto su intervención. Su “dite alla giovine”, por el contrario, estuvo matizadísimo y cargado de intención y sensibilidad. En la parte menos positiva destacaría un “amami Alfredo” cortito de emoción y fuerza dramática, y el “Alfredo, Alfredo, di questo core” demasiado frío e insulso.

De cualquier forma, el resultado final fue muy positivo, gracias sobre todo a un tercer acto que, frente a lo que muchos pensábamos a priori, resolvió extraordinariamente bien. Su “addio del passato” fue sumamente emocionante, jugando con las medias voces y los filados con muchísimo gusto y, sobre todo, exhibiendo un magnífico fiato, impecable legato y un fraseo expresivo y cargado de sentimiento.

De Ivan Magrì poco debo decir, dado que era obvio que no se encontraba en condiciones para salir a escena. Las descoordinaciones con el foso fueron numerosas y pienso que no es el papel más adecuado para él, pero deberá juzgársele cuando cante en condiciones.

Nikolai Schukoff sí merece una elogiosa reseña. Ciertamente era Siegmund cantando Alfredo, pero qué bien cantado… Parecía increíble que este hombre subiese del patio de butacas y, a pelo, se zampase tres cuartos de Traviata con semejante autoridad vocal, con unas inflexiones y matices fantásticos, inundando de expresividad su canto, de tal forma que no hacía falta ver la actuación de su doble escénico, y, lo que es más sorprendente, con tal grado de coordinación con el foso y con sus compañeros. Parecía que llevase ensayando un mes. Su intervención en el complicado concertante del segundo acto fue magistral y de poner los pelos de punta todo el pasaje del “Ogni suo aver tal femmina”. Incluso se permitió unirse a la actuación escénica en la transición entre los actos segundo y tercero, mientras sonaba el Preludio. Bravísimo Nikolai. Esperamos ahora su Siegmund con más ganas si cabe.

El barítono veronés Simone Piazzola, pese a su juventud, compuso un buen Germont, bastante creíble, en el que yo destacaría su fraseo verdiano, intencionado y muy ligado, aunque pienso que se equivocó al cargar todo el final de su aria “Di Provenza” de efectismos cara a la galería buscando el aplauso fácil. No lo necesitaba.

El resto del jovencísimo (a excepción del Dr. Grenvil de Luigi Roni) reparto, formado básicamente por alumnos y ex alumnos del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, funcionó a bastante buen nivel, destacando como siempre la voz del tenor Mario Cerdá, esta vez en el papel de Gastone.

El público, que casi llenaba el teatro, con una numerosísima presencia de espectadores foráneos, prorrumpió en estruendosas ovaciones nada más finalizar la obra, esperándose en esta ocasión, por fin, a que finalizase la música en el tercer acto, no así en el primero. Nuccio, Piazzola y los siameses Schukoff-Krumm fueron especialmente braveados. También Mehta, coro y orquesta. Y la directora escénica fue igualmente bastante aplaudida sin que se apreciasen muestras de rechazo. Yo, al menos, le grité un sentido bravo.

Bueno, pues hasta aquí la extensa crónica del accidentado inicio de temporada. Si las cosas ya se avecinaban complicadas, esto no parece que ayude mucho a levantar nuestro optimismo. Aunque, para ser sincero, debo reconocer que, en esta ocasión, la imprevisión e inutilidad manifiesta para la gestión de los responsables de nuestro teatro, hicieron transformarse la noche, que podría haber pasado sin mucha pena ni gloria, en un cúmulo de emociones.

Ahora sólo falta saber si Sieglinde le leerá la cartilla a Siegmund cuando vuelva a casa… ¡habrase visto!… dejar a una welsunga por una tísica…


miércoles, 16 de octubre de 2013

SONYA YONCHEVA CANCELA EN VALENCIA


Tal y como ya avancé el lunes en este blog, se ha confirmado que la soprano búlgara Sonya Yoncheva ha cancelado su participación en el papel de Violetta en “La Traviata” que inaugurará temporada en Les Arts el próximo sábado.

La confirmación ha venido de la propia soprano a través de facebook esta mañana, donde se ha publicado la siguiente nota:

“We are really sorry to announce that due to a severe cold, Sonya is obliged to renounce to her shows of Traviata prevue in Valence for end of October. Sonya is really sad about this inconvenience and hopes to get better for her performances in november. We will post an information about that as soon as we have news. Sonya's team”

En principio, se alude a un fuerte resfriado y se deja abierta la posibilidad de que pudiese incorporarse a las funciones previstas en el mes de noviembre. Ya veremos si finalmente se produce ese retorno porque hay quien desconfía de que esa sea la auténtica causa.

Mientras tanto, en Les Arts siguen sin enterarse, o sin quererse enterar, y continúa apareciendo Yoncheva anunciada en la web. Tampoco en el teatro hay nota alguna ni se ha informado de nada en las taquillas.
 
Ya puestos a tomar el pelo al público y estafarle, sería casi mejor que lo hiciesen a lo grande y anunciasen a Diana Damrau y Piotr Beczala y se hinchasen a vender entradas...

ACTUALIZACIÓN A 17/10/2013:
En la web de Les Arts ya se han dignado modificar la información, anunciándose que será la siciliana Jessica Nuccio la que cante el papel de Violetta tanto el día del estreno como el 24 y 29 de octubre. Para el resto de funciones se anuncia a Sonya Yoncheva, lo que no deja de resultar curioso, ya que el primero de los cambios que hubo en el reparto fue la sustitución de Yoncheva por Nuccio en la función del 2 de noviembre, en la que ahora vuelve a aparecer la búlgara.

Un lío que ya veremos cómo acaba. De momento lo que parece claro es que la sesión operística se va a abrir con una Traviata de reparto discreto, más propio de una función del Centre de Perfeccionament, que del inicio de temporada de un teatro que pretende estar al primer nivel.

lunes, 14 de octubre de 2013

¿CANCELACIONES EN "LA TRAVIATA"?


El próximo sábado 19 de octubre se inaugurará, por fin, la temporada operística 2013/2014 en el Palau de les Arts, con la representación de “La Traviata”, de Giuseppe Verdi.

Bueno, eso si todo va bien, porque los últimos rumores que se escuchan en el teatro valenciano, apuntan a que la pareja protagonista: la soprano búlgara Sonya Yoncheva y el tenor italiano Ivan Magrì, podrían caer del reparto. Así lo insinuaba ayer Beckmesser, refiriéndose a una posible enfermedad de ambos cantantes.

Otras informaciones parecen confirmar que Magrì está enfermo, pero se especula con que la cancelación de Yoncheva, que extraoficialmente se da por segura, no se debe a una indisposición puntual sino a alguna otra motivación de mayor calado que podría originar incluso que no participase en ninguna de las 6 funciones para las que, en este momento, sigue anunciada en la web de Les Arts.

Veremos si finalmente se confirman estas cancelaciones o todo se queda en rumores y sustos propios de los días anteriores al estreno de una temporada que ya se presumía movidita por múltiples motivos.

Lo de Yoncheva sería una auténtica lástima. Me parece una cantante con una voz muy interesante, a quien estaba deseando poder escuchar en directo y creo que era el mayor aliciente de una Traviata, por lo demás, bastante devaluada.

Ya se había anunciado para sustituir a Yoncheva en la función del día 2 de noviembre a la siciliana Jessica Nuccio, quien, como informó un lector de este blog, parece que es la pareja del barítono Piazzola, que encarnará a Germont. Por eso, todo apunta a que pueda ser ésta quien supla a la búlgara, pero ya veremos.

En cuanto a Magrì la cosa podría estar más cruda, pues se comenta que ni siquiera tenía cover previsto.

Si lo que se dice es cierto y, a menos de 5 días para el estreno, nos encontramos sin Violetta y sin Alfredo, nada bueno parece que podamos esperar de esta apertura de temporada.

Aunque no hay que olvidar que si hay una experta en salir airosa de estas situaciones es la Intendente de Les Arts, sobre todo si cuenta con el reclamo de la dirección del maestro Mehta. Basta recordar la aparición de Jonas Kaufmann por estos lares, o la, mucho más reciente, experiencia del “Otello” del pasado mes de junio, cuando, ante una situación muy similar a esta, se acabó construyendo un reparto de auténtico lujo con Gregory Kunde al frente.

No obstante, ya sabemos lo que les pasa a los cántaros de tanto ir a la fuente…

domingo, 6 de octubre de 2013

"EUGENE ONEGIN" DESDE EL MET

Ayer comenzó la temporada de retransmisiones operísticas en directo desde el MET neoyorquino, todo un lujo que nos permite a los comunes mortales poder seguir disfrutando a distancia de la extraordinaria programación de este teatro de ópera, donde parece que no haya llegado esa crisis que está presente en nuestra vida diaria como una espesa y asfixiante niebla que todo lo envuelve.

La brillante apertura de la temporada se ha reservado además a una de las óperas más bellas del repertorio, “Eugene Onegin”, de Tchaikovsky, con un reparto de ensueño en el que destacaba la presencia, en el papel de Tatiana, de la gran zarina de todas las Rusias, Anna Netrebko.

Hace ya varios años que los aficionados amantes de la voz de esta mujer suspirábamos porque acometiese este rol que, a todas luces, parece compuesto para ella. La primavera pasada debutó el papel en Viena y esta cita neoyorquina ha supuesto su puesta de largo oficial y la confirmación de que, tal y como algunos esperábamos, nos encontramos ante una de las mejores Tatiana de la historia. Así de claro.

Su dominio vocal y expresivo del personaje es avasallador y casi insultante. Controla cada inflexión, cada pausa, como si llevase toda su vida cantando el sufrimiento y pasión de Tatiana. En el primer acto, supo reflejar la contención, retraimiento, melancolía y ensoñación amorosa de una adolescente sin que nada chirriase, pese a haber cumplido ya los 42 años, estar entradita en carnes y esconder un torrente vocal y una extroversión dramática que pugnaban por salir al exterior como de una olla a presión. En el segundo acto dio toda una lección de interpretación con gestos, miradas y sutiles matices vocales, acabando de perfilar un personaje que, en el último acto, alcanza su madurez y permite que la Netrebko saque toda su fuerza vocal e ímpetu dramático, como así hizo en un dúo final antológico.

Si Tatiana fue referencial, no menos lo fue el maravilloso Lensky que llevó a cabo el tenor polaco Piotr Beczala. Para mí, la gran sorpresa de la noche. Lo de Netrebko, siendo grandioso, lo esperaba. Respecto a Beczala, sabía que podía también llevar a cabo una gran interpretación, pero lo de anoche fueron palabras mayores. Un cantante, al que muchas veces se le ha reprochado ser frío o poco intenso, y que ayer construyó un Lensky enormemente emotivo, electrizando el patio de butacas, tanto en los pasajes más líricos y poéticos, como en su arrebatado enfrentamiento con Onegin del cuadro primero del segundo acto, donde estuvo soberbio. Absolutamente impactantes resultaban su frescura vocal, la limpieza y mordiente de sus agudos o la luminosidad y perfección de su canto, con un uso de las medias voces elegantísimo. Si hubiese enhebrado algún pianísimo en su aria, la cosa hubiera sido ya de desmayarse.

Con semejante pareja como acompañantes, la buena labor de Mariusz Kwiecien quedó quizás en un segundo plano. No obstante, creo que su Onegin fue enormemente meritorio, pese a que el barítono polaco tenga una voz demasiado lírica. Su interpretación dramática fue estupenda y todos los matices del personaje, que quizás vocalmente no acababan de redondearse, quedaban bien dibujados, siendo su entrega irreprochable, dándolo todo en un dúo final que, aunque se veía que se le hacía cuesta arriba, culminó razonablemente bien.

Una sorpresa agradable supuso también la Olga de Oksana Volkova, apuntando algunas interesantes tonalidades de contralto y estando escénicamente a la altura de sus compañeros. Aunque más en el primer acto que en el segundo.

Muy destacables resultaron las intervenciones de Elena Zaremba y, sobre todo,  de Larissa Diadkova como Filipyevna. Y hasta el repelente Triquet de turno, en este caso el tenor John Graham-Hall, estuvo al nivel que exigía el espectáculo.

El único lunar de la noche resulto el deficiente Gremin del bajo Alexei Tanovitski, muy por debajo del resto de intérpretes, tosco, de voz fea, sin la envergadura vocal que requiere el papel, con una técnica primitiva e incapaz de transmitir la más mínima emoción en un aria que es una joya. Más bien parecía que estuviese leyendo la sección de esquelas del ABC.

Gran parte del éxito de la velada correspondió sin duda a la magnífica labor de batuta de Valery Gergiev, todo un experto a la hora de dirigir Tchaikovsky, y que ayer supo generar y mantener la tensión y crear atmósferas de manera maestra, obteniendo de la orquesta un colorido e intensidad increíbles en momentos como la escena de la carta o el enfrentamiento en la fiesta entre Onegin y Lensky, y logrando unos instantes de desbordado lirismo en otros, como en esa mágica conexión con Beczala en el “Kuda, kuda”.

La puesta en escena de Deborah Warner es absolutamente clásica y muy atractiva visualmente. Muy del gusto MET y eficaz para enmarcar adecuadamente la historia. Me convenció más en la primera mitad y creo que fue claramente a menos, dejándose vencer en el último tramo de la obra por el ansia de vistosidad, aunque me pareció bastante conseguida la escena final, resuelta con una imponente fuerza dramática, pese a que la escenografía y la nevada de poliespán dejasen bastante que desear.

En la parte más positiva debe destacarse también el gran trabajo de dirección de actores y la poesía que desprendía todo el primer acto. Por el contrario, las escenas de baile y la presencia del coro se vieron dificultadas por una escenografía incómoda para el movimiento de masas.

Estas retransmisiones en pantalla grande nos ofrecen mil detalles interesantes que desde la lejanía de un cuarto o quinto piso quedan ocultos, así que, cuando tenemos la suerte de poder gozar de interpretaciones tan intensas como la de Anna Netrebko anoche, resulta un plus añadido al gran espectáculo que ya es la ópera de por sí. Pero convendría recordar que ésta ha sido concebida para ser contemplada desde un patio de butacas, de ahí que esa obsesión de los realizadores por incidir en los primeros planos, además de mostrarnos todos los problemas de cutis  o dentadura de las estrellas operísticas, nos desvelan muchos de los trucos del atrezzo, rompiendo toda la magia teatral. Un punto al que también influyen negativamente esas imágenes entre cuadro y cuadro, enseñándonos cómo se prepara la siguiente escena, en lugar de vivir el asombro de encontrarnos con los distintos ambientes al alzarse el telón. Tampoco comparto el gusto por unos permanentes movimientos de cámara que, generalmente, lo que hacen es impedir que tengamos la visión de conjunto del escenario y que sólo centremos nuestra atención en lo que al realizador le parece bien.

También quisiera hacer una breve referencia al nefasto sonido que nos ofrecieron en los cines Yelmo de Valencia. Ignoro si el problema era de la emisión norteamericana o del cine, pero había partes del escenario donde se velaba un sonido que, además en general, estuvo muy desequilibrado. Algo inaceptable, sobre todo si habías pagado 23 eurazos por entrar al cine.

Pese a todo, anoche pudimos gozar de una grandísima noche de ópera. Un magnífico comienzo de temporada neoyorquina, que se vio correspondida con una numerosa asistencia de espectadores en el cine, aunque, vistos los escandalosos precios de las entradas, no sé si con propuestas con menos tirón mediático conseguirán cubrir las expectativas. Deberían planteárselo.


video de MetropolitanOpera


video de MetropolitanOpera




miércoles, 2 de octubre de 2013

EL MANICOMIO DE LES ARTS


En medio del aluvión de noticias que están apareciendo en los últimos días informando sobre las huelgas, EREs, subvenciones y negras perspectivas de futuro que afectan al Palau de les Arts, ayer se publicaba una información que me costó creer que iba en serio y no era un chiste de humor negro acerca de la situación que se vive actualmente en el teatro de ópera valenciano. El titular decía: El Manicomio de los Horrores frente al Palau de les Arts.

Desde luego no podían haber encontrado mejor emplazamiento. Es más, si se trasladasen al interior del edificio de Calatrava, se encontrarían en su salsa, porque nuestra casa de ópera es cada día más una casa de locos que causa horror.

La semana comenzaba con el anuncio de que el 62% de los trabajadores de Les Arts había aprobado el preacuerdo alcanzado entre el Comité de Empresa y la dirección, por el que finalmente parece que serán 40 trabajadores los que perderán sus empleos, en lugar de los 117 que proponía la empresa. La noticia se vendió con una, a mi juicio, inapropiada alegría que, supongo, a las 40 personas que se van a ir a la calle no les hará demasiada gracia, por mucho que se haya evitado una masacre que sólo podía conducir al cierre del teatro. Además, se obviaban el resto de condiciones implícitas en ese acuerdo que van a conllevar unos severos ajustes laborales y económicos que afectarán de forma indiscriminada al personal técnico, administrativo y artístico.

Esto último ha motivado que los músicos de la Orquesta de la Comunitat Valenciana hayan manifestado su expresa oposición al acuerdo alcanzado y, lo que es peor, advierten de que las fugas de intérpretes han comenzado y que, de seguir así, está condenada a su progresivo deterioro y desaparición.

Por si fuera poco, el proyecto de Presupuestos Generales del Estado vuelve a reflejar el agravio comparativo que recibe la ópera en Valencia. Lejos quedan aquellas promesas de nuestros indignos gobernantes autonómicos anunciando que la Administración Central se incorporaría a los órganos de gobierno de la Fundación y que su aportación económica se igualaría a la de los principales recintos operísticos del Estado. No sólo nada de eso ha ocurrido, sino que ya el año pasado se bajó de los 846.450 euros de 2012, a 423.230 euros, y para 2014 se anuncia una aportación de 397.000 euros, 25.000 menos; mientras que el Teatro Real mantendrá sus 8.700.000 euros y el Liceu los 6 millones y medio de euros. La Maestranza sevillana recibirá más de un millón, y otros como la ABAO o el Festival de Música y Danza de Granada se beneficiarán también de aportaciones superiores a la de Les Arts. Y eso por no mencionar otras vertientes culturales, como el milloncejo de euros que se va a llevar una entidad privada como la Hermandad de la Macarena sevillana.

Mientras tanto, la gestión del teatro valenciano, en cuanto a los cambios sin previo aviso de intérpretes y espectáculos, vuelve a ser un auténtico desastre que causa indignación y vergüenza ajena. Cuando ya se ha culminado la renovación de abonos y ha comenzado la venta general de localidades, estando apenas a dos semanas para inaugurarse la temporada que se anunció a finales de julio, ya tenemos algunos cambios importantes.

El próximo viernes día 4 estaba anunciado un espectáculo al aire libre, dirigido por Carlus Padrissa y La Fura dels Baus, para conmemorar los bicentenarios de Wagner y Verdi, consistente en un pasacalles con las figuras gigantes de los dos compositores, amenizado con fragmentos de su música. Las solicitudes de autorización de ocupación de los espacios públicos y petición de los cortes de tráfico procedentes ya habían sido tramitadas ante las instancias competentes, pero, de repente, se ha caído de la web de Les Arts cualquier referencia al espectáculo. Quienes han contactado con el manicomio operístico se han encontrado con la tajante respuesta de que había sido cancelado, pero que nunca se había anunciado por parte de Les Arts, sólo por la prensa, algo radicalmente falso como se puede comprobar con el recorte del programa oficial que se publicó en julio. En este momento sigue sin haber noticia alguna en la web ni en el teatro. Y el público vuelve a ser injustamente maltratado.

También se ha cambiado de fecha, con las entradas vendidas, una de las dos representaciones previstas del “Réquiem” de Verdi bajo la dirección de Riccardo Chailly. Se anunció inicialmente para los días 11 y 13 de diciembre y, nuevamente sin explicación ni aviso alguno, se cambia al 12 y 13. Y al que tenga entradas para el 11 y no pueda acudir el 12, que le den chopped.

Para “La Traviata”, de Giuseppe Verdi, que inaugurará temporada el próximo día 19, ya tenemos también dos variaciones respecto a lo anunciado inicialmente. El papel protagonista será interpretado por la interesante soprano búlgara Sonya Yoncheva, pero para el día 2 de noviembre ha aparecido por arte de magia schmidtiana la soprano siciliana Jessica Nuccio, de quien no tengo la más mínima referencia y de la que no cuestiono su valía, pero me consta que muchos abonados del turno G se han sentido estafados.

También ha habido cambio de tenor. El rumano Stefan Pop ha desaparecido del reparto y en su lugar se anuncia a un habitual ya de Les Arts, el italiano Ivan Magrì, a quien ya pudimos ver el año pasado en “I due Foscari” y “Rigoletto” y que también se prevé que sea el Gabriele Adorno de un “Simon Boccanegra” para el que, por cierto, todavía no se sabe quién será el director musical.

Independientemente de las causas que hayan originado todos estos cambios, esto no es serio. Es una vergüenza que siga manifestándose un desprecio semejante hacia el público que parece no merecer explicación ni anuncio alguno de las variaciones en los programas. Me apuesto mi colección de Mortadelo a que más de uno se plantará en los alrededores de Les Arts el próximo viernes esperando ver esa cabalgata musical wagneriano-verdiana y se va a quedar allí con cara de idiota.

Ya dije en un post anterior en el que comentaba el avance oficial de la temporada que se ofreció en la web de Les Arts, que todavía nos aguardaban muchos cambios y sorpresas respecto a lo que se anunciaba y os recomendaba guardar esas informaciones para irlas contrastando según avanzase la temporada con lo que realmente se ofrezca, porque suele ser divertido… pero realmente lo que es, es triste, muy triste...