martes, 1 de febrero de 2011

ARTHUR BENJAMIN, HITCHCOCK Y LA "STORM CLOUDS CANTATA"


Royal Albert Hall - Londres

Arthur Benjamin (1893-1960) fue un compositor, director de orquesta y virtuoso pianista australiano. Compuso numerosas obras orquestales e incluso cuatro óperas, y como solista de piano tuvo también una interesante carrera, siendo el encargado, por ejemplo, de interpretar el estreno en el Reino Unido de la “Rhapsody in Blue” de Gershwin. Pero hoy quería resaltar otra faceta destacada suya, cual fue la de creador de bandas sonoras, y en concreto, su colaboración con Alfred Hitchcock en dos películas.

Benjamin debutó en el terreno de la música para el cine en 1934 con las películas “El Vidente” de Maurice Elvey y “La Pimpinela Escarlata” de Harold Young. Ese mismo año recibiría el encargo de componer la música para un film de Alfred Hitchcock, “El hombre que sabía demasiado”.

Esta película fue uno de los mayores éxitos de Hitchcock en su etapa inglesa e influyó decisivamente en su posterior salto a la industria norteamericana. Aunque todavía no había alcanzado la depurada técnica que caracterizaría su producción más madura, ya se aprecian en la cinta algunos detalles geniales que anticipan al futuro maestro del suspense.

Esta es además la primera película inglesa de Peter Lorre, un carismático actor que por su condición de judío acababa de huir de Alemanía, donde había protagonizado la obra maestra de Fritz Lang “M. El vampiro de Dusseldorf”, y que, caracterizado aquí como un malo malísimo de flequillo imposible, llevaba a cabo una interpretación memorable, a pesar de que ni siquiera sabía inglés, habiendo memorizado su papel fonéticamente.

El encargo que recibió Arthur Benjamin para esta película no era sólo el de crear una mera banda sonora que apoyara la acción, sino que además se necesitaba una pieza que se convirtiera en protagonista decisiva de la trama.

Y es que al bueno de Hitchcock se le ocurrió que el clímax del film se desarrollase en el Royal Albert Hall de Londres, donde unos malvados pretendían asesinar durante el concierto a un mandatario extranjero en un momento concreto de la partitura, justo en el instante en que sonase un golpe de platillos.

La obra que compuso Benjamin a tal fin es la “Storm Clouds Cantata” y puede escucharse en una larga secuencia llena de tensión. La pieza fue interpretada por la London Symphony Orchestra bajo la dirección de H. Wynn Reeves ante un auditorio de figurantes y posteriormente el sonido sería sincronizado en la edición final del film.

Aquí podemos ver esta famosa secuencia original de la versión de “El hombre que sabía demasiado” de 1934, mientras suena la música de Benjamin compuesta al efecto:



Hitchcock siempre declaró que no estaba contento con el resultado final de esa película, a la que definía como “trabajo de un aficionado”. Por eso, en 1956 decidió rodar una nueva versión de “El hombre que sabía demasiado” y, aunque hay algunas variaciones en el guión respecto a la de 1934, de nuevo el Royal Albert Hall vuelve a ser el marco de la secuencia cumbre del film, para la que volvió a utilizarse la “Storm Clouds Cantata” de Arthur Benjamin.

En esta ocasión el encargado de dirigir la partitura fue Bernard Herrmann, autor de la banda sonora de la película, y a quien podemos ver en la misma al frente de la London Symphony Orchestra y el Coro del Covent Garden, y que decidió respetar para ese momento esencial la partitura creada 22 años antes por Benjamin, compositor por el que sentía gran admiración.

En esta secuencia, la protagonista (la repelente Doris Day) va comprendiendo todo lo que ha ocurrido y se debate entre impedir el crimen arriesgando la vida de su hijo secuestrado o asistir pasivamente al asesinato. Su marido (un espléndido James Stewart) llega al auditorio y se supone que ella le va contando lo sucedido, desencadenándose el vertiginoso final.

Todo esto es expuesto por Hitchcock visualmente en 9 minutos sin diálogo, con 128 planos magistrales que han pasado a la historia del cine, donde el director ofrece un recital de maestría narrativa y dominio del lenguaje cinematográfico, convirtiendo el Royal Albert Hall y la música de Benjamin en un personaje más. Toda la tensión se va acumulando en un progresivo crescendo, al mismo tiempo que evoluciona la Cantata, en una perfecta unión entre imágenes y música y donde hasta el montaje de los planos parece hecho siguiendo la partitura, alcanzando su culminación con el esperado golpe de platillos.

A pesar de contarse los mismos hechos que aparecían en la secuencia original de la versión de 1934, la forma de ser narrados difiere notablemente, en un interesantísimo ejercicio de autocorrección en el que Hitchcock demuestra una depurada evolución estilística y donde cada plano, encuadre y movimiento de cámara revela la consumada genialidad del director británico.

Una lección de cine en estado puro de la que podemos disfrutar a continuación mientras escuchamos la música de Arthur Benjamin:

video de FilmScoreClickTrack

7 comentarios:

  1. Es un gran momento del gran cine de Hitchcock.
    Es tanta la tensión visual que sabe crear, que muy pocos, al menos mientras se visiona la película, se percaten de la música de Benjamin, ya que como bien dices, estamos más atentos de los platillos, que de la propia partitura.
    La música es utilizada,como protagonista dramática, en ese crescendo de tensión, pero la fuerza de las imágenes se come a la partitura.
    Excelente post

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  2. Mucha más intensidad en la sengunda versión. Me ha gustado mucho la entrada, me lo pasé muy bien viendo y leyendo.

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  3. Magnífico trabajo, Atticus. No es mi Hitchcock predilecto pero es él y ahi queda su sello inconfundible de genio que, si fue grande, el tiempo aun le magnifica. Sus planos son lecciones, su empleo de la música con la imagen, modélico. Una de las cámaras más inteligentes del cine en letras mayúsuculas.
    Me ha encantado la inquietante partitura.
    Gracias pues, Atticus.

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  4. Qué grande Hitchcock. Si la primera versión es buena, la segunda es la obra de un genio. Como dice Joaquim, la partitura pasa a un segundo plano porque las imágenes le comen el terreno con su fuerza.

    Me ha gustado mucho este post, hitchcockiano que es uno.

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  5. Me sumo a las felicitaciones por la entrada. El segundo video se me ha hecho corto, a pesar de ser mas largo que el primero, que sin embargo vale la pena ver aunque solo sea por Peter Lorre y por comprobar cuanto se puede mejorar una idea.

    Como siempre en Hitchcok, la música está en segundo plano pero sin ella no sería posible lograr lo que consigue. Una lección magistral de cine mudo sonoro.

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  6. Este tampoco es mi Hitchcock favorito, pero hay algunos momentos absolutamente geniales como la confusión con el taxidermista, la secuencia de la iglesia y, sobre todo, esta del Albert Hall, en la que es verdad que la fuerza visual desplegada por Hitchcock deja la música en segundo plano, pero ésta le da a cada imagen el acento justo y preciso.

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  7. impresionante Hitchcock, que a pesar no saber escoger bien a sus rubias protagonistas, con la imagen y la música nos tiene en vilo.

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