El pintor suizo Arnold Böcklin (1827-1901) es uno de los principales representantes de la corriente simbolista y se le considera uno de los precursores del surrealismo. Entre sus creaciones más conocidas se encuentra sin duda el cuadro “La Isla de los Muertos”.
En esta obra, en la que se pueden apreciar importantes influencias románticas y es casi imposible no acordarse del alemán Caspar David Friedrich, Böcklin nos presenta una barca que es guiada por una figura, se supone que Caronte, junto a la que vemos un personaje vestido de blanco, posiblemente el alma del difunto, y un ataúd, surcando unas tenebrosas aguas mientras se acercan a una isla formada por altos acantilados que rodean un bosque de cipreses.
Böcklin llegó a realizar en su vida al menos cinco versiones distintas de este cuadro con pequeñas variaciones. La primera de ellas se encuentra actualmente en el Kunstmuseum de Basilea y data de 1880, aunque curiosamente no fue la primera en finalizarse, ya que cuando se encontraba a medio ejecutar, llegó al estudio del pintor una viuda acaudalada, Marie Berna, quien impresionada por el lienzo inacabado pidió al pintor que le hiciese una copia del mismo, sugiriéndole que añadiese las figuras, en alegoría a la muerte de su esposo unos años antes. Esta segunda versión se puede contemplar en el Metropolitan Museum de Nueva York.
La tercera de las versiones, que es la que encabeza este post, es de 1883 y acabó siendo adquirida cincuenta años después por un tal Adolf Hitler, quien adornó con ella las paredes de la Cancillería del Reich en Berlín, ciudad en la que se conserva actualmente en su Alte Nationalgalerie. La cuarta versión perteneció al barón Von Thyssen y se supone que fue pasto de las llamas durante la Segunda Guerra Mundial; y la última de las variaciones conocidas del cuadro, de 1886, se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Leipzig.
Muchas han sido las interpretaciones que se han intentado dar de esta sugerente pintura, aunque su autor jamás dio explicación alguna acerca de lo allí representado. Lo que sí está claro es que la obra ha servido de inspiración a numerosos artistas en múltiples disciplinas. Desde pintores (Dalí) a arquitectos (Garnier), escritores (Strindberg), o cineastas, como el productor Val Lewton que encargó una de sus célebres películas de terror de serie B de la RKO al director Mark Robson, dando lugar a “La isla de los muertos” (1945), con Boris Karloff como protagonista en unos escenarios claramente tomados de la pintura de Böcklin.
Pero sí he traído hoy este tema al blog ha sido para comentar la influencia que tuvo también en el mundo de la música y, en concreto, en el poema sinfónico “La Isla de los Muertos” compuesto en 1908 por el ruso Sergei Rachmaninov (1873-1943).
Se cuenta que, un año antes, Rachmaninov había visto en París una reproducción en blanco y negro de “La Isla de los Muertos”, quedando sobrecogido por la escena representada por Böcklin, lo que le llevó a comenzar a escribir de inmediato una partitura que pudiese convertir en música las sensaciones que le había provocado la visión de la pintura. Años más tarde el compositor contemplaría en Leipzig una de las versiones originales del cuadro y comentó que al verlo con todos sus colores ya no le impresionó tanto como cuando lo hizo en blanco y negro.
Ya desde los primeros compases de la obra, Rachmaninov nos presenta un tema principal, en progresivo crescendo, que nos evoca la cadencia del remero y el vaivén de las aguas. Un nuevo tema de tintes más líricos aparecerá más tarde apuntado por las cuerdas, como añorando los días vividos, y se enfrentará con la fuerza de los metales, como si la vida y la muerte compitiesen en frenética batalla, alcanzando una explosión orquestal tras la que la victoria de la muerte se anunciará con la irrupción del tema del Dies Irae, retornando nuevamente al final de la composición el implacable sonido del remo contra las aguas anunciando así nuestro inexorable destino.
Siempre me ha gustado esta obra de Rachmaninov, incluso mucho antes de tener noticia alguna sobre su origen pictórico, y ya entonces me parecía una composición enormemente sugerente, misteriosa y desasosegante que te va envolviendo mágicamente. A veces pienso que si la pintura no hubiese existido y Böcklin hubiese tenido la oportunidad de escuchar la creación de Rachmaninov, quizás le hubiese inspirado un lienzo que me pregunto si sería muy diferente del que pintó.
Si os apetece y disponéis de unos veinte minutos, os aconsejo disfrutar de la inspiración melódica de Rachmaninov en este poema sinfónico que he querido traer en una versión presentada en el Festival de Salzburgo de 2005, con la Filarmónica de Viena dirigida por Valeri Gergiev. Quizás no sea la mejor de las versiones que existen, pero ver dirigir esta música a este hombre, con su palillico y melena al viento, también tiene su aquél:
videos de olaig100
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Vaya, hombre, con ese título yo pensé que ibas a hablar del estado en que va a quedar el Palau Les Arts tras la dimisión del "honorable", pero al final resulta que la cosa va de Rachmaninov...
ResponderEliminarPor cierto, Previn y Dutoit son los firmantes de las interpretaciones que más me gustan de esta obra que adoro. La de Gergiev no es de lo peor que ha hecho el tipo este, no.
Una música tan misteriosa como el cuadro, por cierto, en cuanto lo veo me viene a la cabeza el Anillo de Chereau.
ResponderEliminarRealmente fantástico como la música acompaña la pintura, excelente nota, y de Gergiev ( talentoso maestro russo que descubrió a la bella Anna Netrebko) son sus manos, reemplazando a la batuta, como dos palomas moviendose al viento atravezando el mar, me gusta mucho!!!Gracias Atticus-
ResponderEliminarTuve la gran suerte de estar en Basel cuando el Kunstmuseum le dedicó un monográfico a Böcklin, extraordinario, aunque estaba mal iluminado. Y estaban las 4 versiones de la Isla con apuntes a lápiz del tema. La suerte ahora es que nos descubras esta maravilla de Rachmaninov con el gran zar de las rusias. Después de oirla, como dices, creo que Böcklin habría hecho una 6ª Isla con las aguas bien revueltas.
ResponderEliminarPrecioso apunte, Atticus.
Pues ya veremos qué pasa cuando Helga anuncie la temporada, Fernando, igual se acuerda de aquello que dijo una vez de que vinculaba su continuidad a que Camps siguiese de Presidente y nos da una sorpresa...
ResponderEliminarNo había yo pensado en el Anillo de Chereau, Maac, pero ahora que lo dices, te tengo que dar la razón.
Me alegra que te haya gustado, MariaAngélica. La verdad es que ver dirigir a Gergiev es ya un espectáculo en sí mismo.
Kalamar: Sobre la iluminación de las exposiciones pictóricas se podría escribir todo un tratado. Qué difícil es encontrar un recinto adecuadamente iluminado.
La música de Rachmaninov me parece tan sugerente que estoy seguro de que a Böcklin le hubiese inspirado algo bastante parecido a lo que hizo.
Para cuando el deslinde de la politica de la çopera? Querido Atticus, que se te ve mucho el pluemro.
ResponderEliminarQuerido anónimo: Aunque la final de Copa tendrá que esperar a primavera, el deslinde de la política de la çopera dicen que está previsto para finales de Noviembre, Dios mediante.
ResponderEliminarEn cuanto a que se me vea mucho el pluemro, es debido a que últimamente me ha ensanchado el esfoguioncillo por los bajos.