miércoles, 30 de septiembre de 2009

"DER RING DES POLYCRATES" - Erich Wolfgang Korngold

Die Jungfrau (La Virgen) – Gustav Klimt –1913 – Galería Nacional de Praga

Erich Wolgang Korngold nació en Brünn (entonces parte del Imperio Austrohúngaro, hoy Brno, República Checa), el 29 de Mayo de 1897. La familia se trasladó a Viena cuando el niño Erich apenas contaba 4 años. Un año después, ya recibía lecciones de piano y teoría musical, y dos años después compuso su primera obra.

En 1906 Korngold interpreta diversas obras compuestas por él ante Gustav Mahler, quien al escuchar la cantata “Gold”, queda maravillado por el niño prodigio que tiene delante y le recomienda para que vaya a estudiar como pupilo de su amigo, el también compositor y entonces director de la Volksoper de Viena, Alexander von Zemlinsky.

En 1913, Erich, con 16 años, comienza a escribir su primera ópera, una obra en un acto, en tono de comedia, llamada “Der Ring des Polykrates” (El Anillo de Polícrates), la cual finalizaría en marzo de 1914. Como la obra era demasiado corta para completar por sí sola una representación operística tradicional, y para evitar que se la emparejase con alguna creación que no estuviese a su altura, a propuesta de su padre, el influyente crítico musical Julius Korngold, Erich decide escribir una segunda ópera, “Violanta”, una tragedia en un acto, estrenándose ambas juntas dos años después, el 28 de marzo de 1916, en el Hoftheater de Munich, bajo la dirección de Bruno Walter, pasando un mes después a Viena, y cosechando en ambos casos un importante éxito de público. La soprano Selma Kurz y el tenor Alfred Piccaver serían los protagonistas de “Der Ring des Polykrates”; y María Jeritza de “Violanta”.

La ópera apenas suele ser representada actualmente, tan sólo su fragmento de la escena 4 “Er Kommt!” es interpretado ocasionalmente en recitales, y es el que os dejo a continuación, en la voz de la soprano Gundula Janowitz:



Der Ring des Polykrates” se basa en una comedia de Heinrich Teweles, adaptada por Leo Feld y por el omnipresente padre del compositor, Julius. La trama no es nada del otro mundo: ambientada en el siglo XVIII cuenta la historia del director musical de la corte, Wilhem, quien vive felizmente casado con Laura. Un día aparece por allí Peter Vogel, un antiguo amigo de Wilhem y ex pretendiente de Laura, quien, envidioso del feliz hogar, comenta con Wilhem la balada de Schiller “El anillo de Polícrates” donde se cuenta la leyenda de ese rey cuya buena suerte provocaba la envidia de los dioses por lo que se veía obligado a realizar el sacrificio de algo muy querido para conservarla. Así, Peter pide a Wilhem que sacrifique algo querido e intenta provocar la desconfianza y los celos hacia el pasado de Laura. Finalmente, los ocupantes de la casa deciden que el mejor sacrificio que pueden realizar es echar de ella al cretino de Peter Vogel.

Esta sencilla historia no aporta ningún trascendente mensaje, pero sí se aprecian algunos rasgos que volverán a estar presentes en las óperas de Korngold, como la perdurabilidad del amor y la pasión.

Musicalmente es una composición sencilla, sobre todo si la comparamos con las obras más redondas de Korngold, como “Die Tote Stadt” (La Ciudad Muerta) o, sobre todo, “Das Wunder der Heliane” (El Milagro de Heliane), pero aún tratándose del trabajo de un muchacho de 16 años, resulta mucho más madura y menos clásica de lo que cabría esperar, y en ella desarrolla ya precozmente la elegancia y brillantez orquestal e intensidad melódica que apreciaremos después en sus posteriores obras.


jueves, 24 de septiembre de 2009

"LA BOHÈME". Giacomo Puccini. Ópera Estatal de Praga - 05/09/09


Praga es sin duda una de las ciudades más bonitas del mundo, y es otro de esos enclaves donde se vive la música en cada rincón de la ciudad. Todo tipo de música. Música clásica en decenas de auditorios e iglesias, multitud de clubes de jazz, músicos callejeros en cada palmo de calle… Y sobre todo la deliciosa música de las manadas de turistas: “Neenaaa, ponte aquí y echa otra footo”.

En el caso de la ópera, Praga cuenta con tres importantes recintos donde se representan obras de repertorio internacional casi a diario. El Teatro Nacional (el más relevante), el coqueto Teatro Estatal (dedicado casi por completo actualmente a la música de Mozart, donde éste estrenó “Don Giovanni” el 29 de octubre de 1787), y la Ópera Estatal de Praga, donde finalmente pude asistir en una fría noche de primeros de septiembre a una representación de “La Bohème” de Giacomo Puccini.

El teatro de la Ópera Estatal de Praga (Státní Opera Praha) se inauguró el 5 de enero de 1888, con “Die Meistersinger von Nürnberg” de Richard Wagner. Por este recinto han pasado músicos como Mahler, Zemlinsky o Richard Strauss y cantantes de la categoría de Caruso, Gigli, Kiepura o María Jeritza. Hasta 1945 se le denominó “Nuevo Teatro Alemán”, cambiando su nombre tras la II Guerra Mundial y la ocupación nazi, por obvias razones. A partir de ese momento vivió una época de cierta decadencia, renaciendo plenamente con su actual denominación en 1992, con una programación regular que incluye óperas, ballet y conciertos prácticamente todos los días del año.

El teatro es un edificio muy vistoso, con un interior muy recargado, con estucos dorados y grandes lámparas y espejos, todo muy rococó, pero que resulta ciertamente atractivo. El público asistente presentaba una media de edad bastante más joven de lo que suele ser habitual en otros recintos, con un importante número de foráneos. Conscientes de este hecho y de la dificultad de entendimiento del idioma checo, las funciones son sobretituladas en checo e inglés.

La representación se enmarcaba dentro de un llamado “Festival de Ópera Italiana” donde en un plazo de 20 días se representaron 9 óperas de Verdi, 7 de Puccini y 1 de Rossini. Cambiando los decorados a diario. Con la misma orquesta y casi los mismos repartos. Ahí es ná.

La puesta en escena presentada el día 5 era sumamente clásica, fiel al libreto, con unos decorados sencillos pero de máxima eficacia. Mediante una plataforma giratoria, en menos de un minuto pasábamos de la buhardilla de Rodolfo y sus compañeros al Café Momus lleno de gente. La escenografía no presentaba grandes alardes, innovaciones ni lecturas alternativas, simplemente clasicismo y eficacia con fidelidad al libreto. ¿Esto es criticable? La discusión puede no acabar nunca, pero yo siempre he dicho y sigo manteniendo que prefiero que no me aporte nada una propuesta clásica y fiel a lo escrito, aunque me aburra el montaje, a que me deje igual de aburrido una majadería pretenciosa como, por ejemplo, la del “Faust” de Viena que os comenté en el anterior post.

Eso sí, aquí también hubo lugar para algunas sandeces del regista dignas de museo de los horrores. A saber, tres: la obra empieza con el foso apagado, abriéndose el telón y apareciendo los ocupantes de la buhardilla hablando en italiano acerca de las creaciones artísticas que están haciendo, introduciendo unas frases que no existen en el libreto ni tienen ningún sentido, luego se cierra el telón y ya comienza la música y la obra como tal. No sé si será muy profundo su significado o sólo profundamente estúpido. La segunda mamarrachada fue el primer golpe de tos de Mimí, que fue emitido en una grabación por megafonía a un volumen tal que parecía que Godzilla se había despertado con resaca; y la tercera, absolutamente ridícula y sonrojante, fue al final del primer acto, donde, en lugar de finalizar cantando fuera de escena Rodolfo y Mimí, se quedan delante del telón, que se cierra y, mientras se cambia el decorado (apenas llegó a 30 segundos), se pusieron a hacer sombras chinescas en el telón, una mariposita por acá, un conejito por allá y un borriquito por acullá… Para borrico (con perdón de la cabaña equina) el genio que se inventó semejantes necedades sin más justificación que un excesivo consumo de Becherovka.

La Orquesta de la casa mostró sobrada profesionalidad en una ejecución sin sobresaltos ni salidas de tono. El tempo marcado por el director, Jiri Strunc, pecó de rapidez, lo que en algún momento vino bien a los cantantes para aligerar situaciones comprometidas. La dirección fue correcta, aunque plana, no llegando a aportar un plus de emoción a la emocionante de por sí partitura pucciniana.

El Coro tuvo una relevante actuación, especialmente el femenino en el acto II. No se esperaron a saludar al final de la representación, seguramente debido al trabajo a destajo que llevan, con funciones diarias.

Me sorprendió sobremanera el Marcello del cantante Martin Bárta, una bellísima y potentísima voz baritonal que me hizo hasta dudar de su amplificación, aunque enseguida comprobé que era natural. Flaqueó en su capacidad de movimiento interpretativo en escena, lo que originaba que en ocasiones pareciese más un maniquí de atrezzo que un actor.

Christina Vasileva, como Mimí, estuvo también espléndida. Se trata de una soprano de 39 años, hija de madre checa y padre búlgaro, que desde 2006 es solista de la Ópera Estatal de Praga. Mostró un gran nivel vocal y unas cualidades excepcionales. Un bello timbre de soprano lírica, de gran volumen, con una zona media rica y carnosa y unos agudos fáciles, limpios y redondos, sin flaquear tampoco en la zona grave. Le faltó una mayor capacidad de matización, sobre todo en el primer acto, donde puso el forte en el piloto automático y no lo soltó. Sin embargo, en el tercero estuvo magnífica, jugando con las dinámicas y logrando algunos momentos verdaderamente emotivos. Se movió muy bien en escena, y exhibió una dicción perfecta.

Tomas Cerny es uno de los tenores solistas invitados permanentes en la Ópera Estatal y en el Teatro Nacional. Fue un Rodolfo muy aceptable, que estuvo mucho mejor en los actos III y IV que en los dos anteriores. Mostró también un amplio volumen, moviéndose cómodo en la zona media y aguda, aunque en “che gelida manina”, alcanzó el sobreagudo de “speranza” recurriendo al falsete cuando ya estaba a punto de caer en inmenso gallo. En la zona grave se movió con bastantes dificultades en la emisión. Mostró buen movimiento escénico, y en cualquier caso ofreció un canto agradable y gran profesionalidad.

Ludmila Vernerová fue una digna Musetta, sin más, que alcanzaba los agudos requeridos, pero planos, faltos de brillo y mordiente, y que en lo actoral estuvo también un poco Pinocho, como su amado Marcello.

Ivo Hrachovec fue un discreto Colline que solventó bastante bien su “Vecchia Zimarra”.

Oldrich Kriz, como Schaunard, estuvo espléndido como actor, pero con una voz muy cascada, y más temblona que los antebrazos de Aramís Fuster.

En definitiva pudimos disfrutar de un espectáculo interesante, de mucho mejor nivel que esas producciones eslavas que solían visitar Valencia antes de Les Arts, e incluso que alguna del propio Palau de doña Helga. Y al final pasamos una agradable velada por apenas 14 euros.

Al salir, para redondear la noche, una preciosa luna llena brillaba sobre los tejados de la ciudad vieja de Praga. Ya nos lo había advertido Rodolfo: “per fortuna è una notte di luna, e qui la luna l'abbiamo vicina”.

Como ilustración musical os dejo el aria de Mimí del acto I, "Sí, mi chiamano Mimí", en la extraordinaria interpetación de Montserrat Caballé en un concierto en el Liceu en 1975:



video de Onegin65

lunes, 21 de septiembre de 2009

EL "FAUST" DE BECZALA. Staatsoper - Viena 07/09/09


Como ya os anuncié cuando todavía tenía las vacaciones por delante (¡qué días aquellos!), al final pude hacer una escapadita rápida a Praga y Viena. Siempre es un placer visitar ciudades donde la cultura en general, y muy especialmente la música, está presente en cada rincón y se mantiene como algo profundamente arraigado en sus habitantes, que la sienten como algo consustancial a su vida diaria.

En Viena pude asistir a un estupendo concierto en Musikverein y admirar la dorada sala donde hordas de japoneses adinerados celebran la llegada del nuevo año palmeando frenéticamente con sonrisa aborregada los compases de la Marcha Radetzky. No había comenzado aún la temporada en el Konzerthaus, así que me quedé con las ganas de hacer triplete, pero sí que lo acababa de hacer la de la Staatsoper, donde pude disfrutar en su bellísimo recinto de un estupendo “Faust” de Charles Gounod, que es de lo que os quería hablar hoy.

Se trata de la misma producción que se presentó ya el pasado año en este mismo recinto, entonces con la parejita Alagna-Gheorghiu en los papeles protagonistas junto al coreano Kwangchul Youn. Curiosamente, la pareja del segundo reparto de entonces, Piotr Beczala y Soile Isokoski, fueron ahora los protagonistas, acompañados de nuevo por el coreano como Mefistófeles.

La concepción escénica de Nicolás Joel y Stéphane Roche y la escenografía de Andreas Reinhardt me parecieron deplorables. Un minimalismo extremo, donde tan sólo unos enormes paneles movibles iban configurando los distintos ambientes escénicos con el apoyo de mínimos detalles: un órgano en la escena de la iglesia, un banco y unas flores eran el jardín de Marguerite... En fin, una mamarrachada carente de cualquier interés, con pretensiones de modernidad y, lo peor de todo, profundamente fea.

Este minimalismo se extendió también a la dirección de actores, brillando por su ausencia. No se aportó absolutamente nada en este apartado y los cantantes en algún momento parecieron incluso perdidos en escena, costando a veces seguir la acción (como en el primer encuentro entre Faust y Marguerite).

Por el contrario, la dirección musical de Bertrand de Billy fue impecable. El parisino domina el repertorio francés y extrajo las mejores prestaciones de la estupenda orquesta vienesa, donde destacaron especialmente las maderas. Sólo trompas y trombones mostraron algún despiste en un par de entradas. Ofreció De Billy una lectura pasional y sensible de la partitura, con incisiva expresividad y multitud de matices, contribuyendo la maravillosa acústica de la sala a dotar de mayor calidez y empaste al conjunto.

Sensacional estuvo también el Coro de la Staatsoper, que se mostró en todo momento cohesionado y brillante, desenvolviéndose en escena con eficacia pese a la nula dirección artística de Joel y Roche.

El bajo coreano Kwangchul Youn, actualmente convertido en wagneriano de pro y habitual de Bayreuth, demostró un importante poderío vocal muy adecuado al personaje, si bien su escueta envergadura física y su gestualidad un tanto limitada, restaron enteros a la malignidad del rol. Exhibió una buena línea de canto y una voz de bello timbre y amplio registro, con mayor brillantez en la zona media y alta y cierta tendencia al vibrato en la más grave, aunque alcanzó con contundencia las zonas abisales de la partitura sin despeinarse. Estuvo espléndido en “Le Veau d’or” trazando hábilmente con su voz los rasgos más maliciosos. Sin embargo, en el "Vous qui faites l’endormie" adoptó un aire exageradamente burlesco y de mofa. Fue vocalmente un excelente Mefistófeles, pero a mi juicio pecó de potenciar en exceso los matices cómicos y sarcásticos dejando un poco oculta la diabólica maldad.

La finlandesa Soile Isokoski es una cantante que siempre me ha gustado y a la que tengo un enorme respeto, cuya interpretación de los cuatro últimos lieder de Richard Strauss, me parece referencial. Isokoski afrontó el papel de la joven Marguerite con 52 años a sus espaldas, y (por Dios, espero que no lea esto) con apariencia de tener bastantes más. Realmente sólo se lleva 9 años de diferencia con Beczala, pero parecían 29, y resultaba poco creíble que el doctor Fausto hubiese aceptado vender su alma al diablo por esta Marguerite, salvo afectado de una gerontofilia incurable. Isokoski cantó con elegancia y buen gusto y presentó una voz nítida y cálida que mantiene una considerable frescura y una musicalidad y línea de canto más que notable. Afrontó el aria de las joyas con valentía, sin florituras exhibicionistas, pero con una corrección extrema en las coloraturas y un fraseo expresivo y sentido, alcanzando los agudos marcados en la partitura con aparente facilidad. En la bellísima aria del acto IV “Il ne revient pas”, se vivió probablemente el momento más emocionante de la velada, luciéndose la finlandesa en un derroche de canto emocionado, dramático y sensible que puso los pelos de punta. Llegó además Isokoski al exigente trío final con la voz incólume y se marcó unos agudos potentes y claros. Su actuación interpretativa estuvo lastrada, como todas, por una dirección artística ausente y en su caso además por la limitada movilidad de una señora avanzada en edad.

Aquí podemos ver a Isokoski hace 8 años como Marguerite, interpretando la archifamosa aria de las joyas:


video de coloraturafan

Adrian Eröd, cantante de la casa, fue un magnifico Valentín. Hizo auténtica ostentación de una verdadera voz baritonal, con brillo y volumen, que conjugó con una expresividad fabulosa. En el aria “Avant de quitter ces lieux” estuvo deslumbrante, pero mejor aún al final del acto IV, donde su “Ecoute-moi bien, Marguerite (…) Marguerite, sois maudite” fue realmente estremecedor y dramáticamente soberbio.

La joven y simpatiquísima mezzosoprano austriaca Michaela Selinger estuvo más que correcta en el papel de Siébel brillando especialmente en “Faites-lui mes aveux”, y Zoryana Kushpler cumplió como Marthe en lo vocal y supo aportar en lo interpretativo el matiz cómico del personaje.

No me gustó Hans Peter Kammerer en el breve papel de Wagner, estando demasiado impostado, con una voz fea y fuera de tono.

He dejado para el final al auténtico protagonista de la noche, que fue el extraordinario tenor polaco Piotr Beczala, posiblemente el mejor tenor lírico del panorama actual. El papel de Faust es actualmente parte fundamental de su repertorio, desde que lo cantase con enorme éxito en el ROH londinense, y es evidente que a Beczala este repertorio francés le va como anillo al dedo. Su exquisita línea de canto y la sublime elegancia y pulcritud en el fraseo se manifestaron con plenitud, acompañadas de unos agudos firmes, seguros, largos y bien atacados. Mostró igualmente sobrado volumen y una perfecta dicción. Es indudable que Beczala tiene unas facultades canoras naturales importantes que sabe explotar con una técnica irreprochable que le hace rozar la perfección, pero, en contra de lo que algunos opinan, ese perfeccionismo vocal en absoluto implica frialdad interpretativa. Todo lo contrario, Beczala derrochó un lirismo mayúsculo y una extrema sensibilidad durante toda su actuación. Consiguió enhebrar algunos pianissimi excelentes y supo jugar con los filati y la mezza voce, cuando era preciso. Su aria “Salut demeure chaste et pure” fue absolutamente antológica, alcanzando el terrible do de “la présence” con cristalinidad, sin respiraciones que interrumpieran la frase y marcándose un calderón infinito. Desde el maestro Alfredo Kraus no había escuchado yo una interpretación tan redonda. Llegó a la escena final sin aparentes signos de desgaste vocal y en plenitud de facultades. Tuvo en general un buen comportamiento escénico pese a la ya repetida ausencia de dirección que hacía que pareciese que cada uno iba un poco a la suya, y a tener que mostrar pasión en el cortejo a esa encantadora damisela que cantaba de lujo, pero parecía su abuela.

Hace tiempo que Beczala se reconoció públicamente un admirador incondicional del desaparecido tenor aleman Fritz Wunderlich, y es realmente sorprendente y casi mágico lo que recuerda la voz del polaco al gran Wunderlich.

Al final de la noche tuve la fortuna de coincidir con Beczala a la salida, quien tuvo la deferencia de charlar unos minutos conmigo, hablando de su amiga la soprano valenciana Isabel Rey y anunciándome su próxima actuación en Bilbao con “Faust” en noviembre, “y unos meses después” en Barcelona, lo cual me sorprendió bastante pues no tenía noticia de esa visita barcelonesa. De hecho en la página del tenor nada se dice de ello, así que no sé si realmente me dio una información relevante o es que estaba aún más despistado que yo.

Para finalizar os dejo tres videos de Beczala, no en su papel de Faust, sino interpretando tres arias de operetas del austriaco Franz Lehár. En primer lugar, le escuchamos en "Wie eine Rosenknospe" de "La Viuda Alegre":


video de sdmachado

A continuación, le vemos en "Dein ist mein ganzes Herz" de "La Tierra de las sonrisas":


video de sdmachado

Y por último podemos verle interpretar "Freunde, das Leben, Ist Lebenswert!" de "Giuditta":


video de orfnos

miércoles, 16 de septiembre de 2009

VUELTA AL COLE


Se acabaron las vacaciones. Al final las cosas casi nunca salen del todo como uno había previsto, pero, al menos, durante un tiempo se desconecta de la rutina de cada día.

Esa rutina que te lleva, de vez en cuando, a navegar por la ejemplar página web del Palau de les Arts de Valencia, para deleitarte con sus variados y exquisitos contenidos y descubrir... que nada cambia. Y lo digo en sentido literal. Si accedes hoy al apartado “programación” podrás comprobar con alborozo como anuncian de nuevo ¡¡"Der Ring des Nibelungen" en dos ciclos completos!!. En junio, dentro del II Festival del Mediterrani… ¿segundo Festival?... ¡mosquis, esto es lo del año pasado!…

Nada cambia. Se ve que Helga Schmidt prefiere dejar la información de la temporada anterior, que así seguro que no se le puede acusar de modificar los repartos.

Por no cambiar no ha variado ni la “presentación de la temporada” que hace en la web Fräu Schmidt, anunciando que se inaugurará con "Parsifal". Pero no, tranquilos, que es también la presentación del pasado año, no vuelve el Palau-Ovni de Herzog.

Bueno, algo sí que ha cambiado en la web de Les Arts, seamos justos. El anunciado estreno de la producción propia de “Die Fledermaus” (El murciélago), de Johann Strauss (hijo), con dirección de Lorin Maazel, se ha cancelado. Por la crisis, dicen. Después de retrasar meses doña Helga el anuncio de la programación de la temporada, nada más hacerla oficial ya efectúan el primer cambio. Un cambio que demuestra de nuevo que nada cambia. Bien empezamos. ¿Qué sería del aburrido y triste abonado de Les Arts sin estas sorpresas que, cual roscón de reyes, tiene siempre a punto doña Helga?.

Ya ha transcurrido el plazo de renovación y solicitud de nuevos abonos y se ha anunciado que la venta general al público de localidades para la temporada comenzará el próximo 7 de octubre. Nada se dice de cuándo se abrirá el periodo de compra preferente para abonados de localidades no incluidas en el respectivo abono. Ignorante de mí, he llamado al teléfono de atención al abonado para preguntarlo, donde, muy amablemente, me han contestado que: “será pronto”. Pero ¿cuándo? –he insistido. Y me dicen sin rubor: “No se sabe. Cuando venga a recoger su abono entre los días 28 a 30 de septiembre le daremos una carta donde se lo diremos por escrito, pero no se olvide de venir esos días que, si no, no se enterará. Tiene que ser antes del 7 de octubre, eso seguro”. Es magnífico. Desternillante. Una comedia de Wilder o Lubitsch no conseguiría mejorar el ingenio desvergonzado de Casa Schmidt.

En algunos de los espectáculos anunciados hay previstos segundos repartos, pero ya se han renovado los abonos sin que sepamos quién cantará el día de nuestro abono. Ya puestos, propongo que para redondear el surrealista guiñol en que se ha convertido Les Arts, cuando se abra la venta preferente a abonados y la venta general, tampoco se sepa quién cantará el día para el que compres la entrada (bueno, mejor dicho quién se anuncia que cantará ese día, porque como sabemos al final cantará Alexia Voulgaridou).

En fin, vuelta a la rutina diaria. Pero ahí sigues tú, amada Helga, no permitiendo que nada cambie, salvo tus repartos, e iluminando nuestras vidas con tu peculiar sentido del humor.

El blog de Atticus poco a poco se volverá a poner también en marcha, aunque me confieso bastante perezoso.

Me apetecía empezar este nuevo curso con mi admirado Erich Wolfgang Korngold y su "Die Tote Stadt" (La Ciudad Muerta), así que, aunque no venga a cuento, aquí os dejo la canción de Pierrot, interpretada por el barítono danés Bo Skovhus en la producción que se pudo ver en el GTL de Barcelona en 2006:


video de Alidoro