lunes, 25 de mayo de 2009

EL DÚO DE LA AFRICANA. Teatro Auditorio TAMA - Aldaia - 23/05/09


El moderno Teatro Auditorio TAMA en Aldaia (Valencia), con capacidad para más de 700 personas y una acústica aceptable, acogió el pasado sábado 23 de mayo la representación de la zarzuela en un acto “El Dúo de la Africana”, con libreto de Miguel Echegaray y música de Manuel Fernández Caballero.

La obra, un sainete que se encuadra dentro del llamado “género chico”, se estrenó en el Teatro Apolo de Madrid en 1893 con un éxito apoteósico, donde se estuvo representando nada menos que 211 funciones seguidas. El Apolo fue durante años “la catedral del género chico” y su famosa cuarta sesión en horario nocturno (“la cuarta del Apolo”), era el paradigma de público de dudosa reputación, muchas veces de peor ralea que los personajes de las obras representadas.

El libreto de Miguel Echegaray (por cierto, hermano del Premio Nobel José Echegaray) para “El Dúo de la Africana”, cuenta una típica situación de teatro dentro del teatro, en este caso de ópera dentro de la zarzuela, ambientada en una compañía operística de tercera fila, cuyo director, Querubini, un tacaño empresario que habla un absurdo castellano italianizado, pretende representar la ópera “La Africana” de Giacomo Meyerbeer. El bajo de la compañía persigue a su hija, quien está enamorada del tenor Giuseppini, un aragonés que a su vez pretende a la “prima donna”, la sevillana Antonelli, esposa de Querubini, y éste consiente la situación con tal de que el tenor cante gratis, ya que se jacta de que él no paga a nadie (Helga, no te des por aludida, el libreto es así), sucediéndose equívocos que generan numerosas situaciones jocosas. Tras el enredo argumental se esconde un sentido homenaje a las sufridas gentes que viven del mundo de la escena, mientras se critica el italianizante dominio de la ópera clasista de la época, en detrimento de un género puramente español.

Posiblemente sea ésta, junto a “Gigantes y Cabezudos”, la obra más conocida del murciano Manuel Fernández Caballero, un músico que compuso más de 200 zarzuelas y del que fue famoso su gusto por el buen yantar. Baste decir que el periodista y humorista Salvador Granés, en su libro “Calabazas y Cabezas”, describía así al compositor:
Comilón de siete suelas,
escribe con rapidez
partituras de zarzuelas,
siempre y cuando que a la vez
mueva la pluma y las muelas.
Si su inspiración se agosta
y queréis que por la posta
recobre la inspiración,
enseñadle una langosta,
seis chuletas y un jamón.


Sin duda, el momento más conocido de esta zarzuela es el dúo y jota que cantan el tenor y la soprano. Y precisamente fue lo último que escribió Fernández Caballero, quien no dejaba de pensar en cómo resolver este momento de la obra sin éxito, mientras la empresa le apremiaba su finalización. Finalmente, una noche encargó a su hijo que le trajera un pastel de Lhardy y, zampa que te zampa, le vino la inspiración de que el tenor aragonés le cantase una jota a su amada andaluza. Se cuenta que a las tres de la madrugada ya estaba acabada la pieza... y el pastel.

Seguidamente podemos escuchar este famoso fragmento en las voces de Monserrat Caballé y José Carreras en el Teatro Bolshoi en 1989:


video de lucpebo

La representación ofrecida el sábado, presentada por “Saga Producciones”, se enmarcaba dentro de las actividades dedicadas por el Ayuntamiento de Aldaia a las personas mayores. Eso motivó un retraso de casi 30 minutos en el comienzo de la función al tener que esperar que acabasen los discursos de la alcaldesa y su gente glosando lo bien que lo hace todo la Corporación.

La sala se encontraba llena de gente muy mayor, alguno de ellos puede que fuese incluso de la quinta de Fernández Caballero, demostrando las señoras un dominio espectacular del uso del abanico, amenizando la velada con sus “riiiiiis chac, chac, chac, chac, raaaaas”, mientras los señores comentaban lo que acontecía en el escenario a un volumen adecuado para los que se habían olvidado el sonotone e incluso para los que se quedaron en casa.

La puesta en escena fue clásica, con una escenografía dominada por los telones pintados a mano en 1940 por Viuda de Pastor, y un notable movimiento actoral perfectamente acorde al espacio disponible, consiguiendo una dramaturgia ágil y efectiva.

El vestuario diseñado por Fidel David aportó un toque de innovación, frescura y color al conjunto.

Vicente Martínez Alpuente dirigió la Orquesta con profesionalidad y, aunque hubo algún desajuste en las entradas y cierta descompensación de volumen entre secciones, el resultado general fue positivo y hubiese mejorado aún mas de contar con un foso en condiciones.

El Coro estuvo magnífico, posiblemente lo mejor de la noche, especialmente el femenino, mostrando empaste, fuerza y exquisita vocalidad, además de una entrega escénica total, moviéndose con soltura y desparpajo, bailando, y colaborando de forma capital a dotar a la obra del tono chispeante requerido.

En el apartado individual, Vicenç Esteve (padre) cumplió sobradamente en su papel de Querubini llevando con autoridad el peso de la obra, demostrando muchas tablas en su buen hacer como actor, derrochando vis cómica sin caer en el griterío a lo “Escenas de Matrimonio”, y solventando con dignidad su parte cantada pese al natural desgaste de su voz.

Amanda Serna, como la Antonelli, mostró prometedoras dotes, con una voz muy apropiada al género, con volumen y poderío en la emisión, facilidad en los agudos y una dicción más que correcta, aportando, además, en su actuación el gracejo requerido al personaje. En el famoso dúo y jota estuvo impecable.

Vicenç Esteve (hijo), al que hemos tenido ocasión de ver este mismo año en Les Arts como Pang en “Turandot” y Jeremías en “El rey que rabió”, solventó con facilidad los requerimientos cómicos del papel y vocalmente estuvo muy correcto.

Sandra Minguez, como Amina, apuntó, en su corta intervención, la existencia de una voz digna de un papel de más enjundia.

David Sentinella, en el ingrato rol del bajo de la compañía, exhibió sus dotes bufas y una voz interesante.

Isabel Torrijo, como doña Serafina, mostró hechuras de actriz veterana en una actuación breve pero de alto nivel.

Los bailarines Marieta Romero y Paco Berbel cumplieron brillantemente en su pequeño número, a pesar de la reducida dimensión de la mesa en que tuvieron que ejecutarlo.

Es habitual en esta obra la introducción de cameos de artistas consagrados o de jóvenes que se quieren promocionar, en la escena del casting para contratar nuevos cantantes para la compañía. En esta ocasión los artistas invitados fueron la soprano Tamara Izquierdo, el barítono Andrés del Pino y la tiple cómica Aurora Frías.

Tamara Izquierdo cantó “Me llaman la primorosa”, de la zarzuela “El Barbero de Sevilla”, una pieza de excesiva dificultad para la falta de homogeneidad en el registro y el feo vibrato que presentó, si bien exhibió generoso volumen del instrumento y una exagerada facilidad para alcanzar el sobreagudo limpiamente.

El barítono Andrés del Pino interpretó espléndidamente la bonita romanza “Ya mis horas felices”, de la zarzuela “La del Soto del Parral”, haciendo gala de calidad tímbrica, buena técnica, delicado fraseo y un legato de gran nivel.

Aurora Frías llegó dispuesta a revolucionar el añoso patio de butacas con la escueta vestimenta que requiere la famosa canción babilónica “Ay Ba” de “La Corte de Faraón”, haciendo participar al público en un "concurso" de suspiros que fue respondido con el habitual entusiasmo del público masculino de cierta edad. Demostró gran desparpajo y frescura, llegando a desconcertar a la orquesta que se veía incapaz de seguir las continuas improvisaciones de la vedette.

Al finalizar la función el público premio a todos los intérpretes con cerradas ovaciones en agradecimiento a una entretenida tarde de sábado en la que por encima de todo se defendió el género con dignidad, entusiasmo y entrega.

Como colofón os dejo otra vez la célebre jota, en esta ocasión en las voces de Marcelo Álvarez y Elina Garanca:


video de marcelissimo

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