Ayer se estrenó en el Palau de les Arts de Valencia la segunda ópera de una temporada de crisis que se caracteriza por la programación de títulos muy populares. Y pocos hay que lo sean tanto como “La Bohème ”, de Giacomo Puccini.
Se busca con ello asegurar los ingresos de taquilla por venta de entradas en estos tiempos tan complicados económicamente. Al igual que ocurriese con el “Rigoletto” que abrió la temporada, está casi garantizado que, en los próximos días, el teatro valenciano estará prácticamente lleno. Sin embargo, también a semejanza de lo ocurrido entonces, el día del estreno volvió a haber muchísimos huecos. No sé si será el momento de que en Les Arts se replanteen que las entradas del primer día dejen de ser más caras que las del resto de representaciones y posibilitar así que el aspecto de la sala un día de estreno no sea tan deprimente como lo fue ayer, sobre todo en los pisos altos.
Los trabajadores del Palau de les Arts volvieron a manifestarse a las puertas del teatro haciendo llegar sus reivindicaciones al público que allí iba llegando. Además, ayer consiguieron un gran golpe de efecto colocando unas lápidas con el nombre de famosos compositores bajo los que figuraban las óperas de cada uno de ellos estrenadas en Les Arts, para indicar que la política cultural que se pretende llevar a cabo conllevará que no volvamos a disfrutar de momentos como los vividos hasta ahora. Por su parte, los músicos de la orquesta también ejecutaron su particular protesta, interpretando cinco minutos antes del comienzo un fragmento de “La Bohéme ”, en concreto el vals de Mussetta, y, al finalizar, enarbolaron en alto el manifiesto de los trabajadores mientras el público rompía a aplaudir.
“La Bohème ” estrenada ayer es la única producción propia que va a presentar el teatro valenciano esta temporada, en concreto se trata de una coproducción del Palau de les Arts y la Opera Company of Philadelphia, que cuenta con la dirección escénica del italiano Davide Livermore. Creo que la puesta en escena de Livermore, sin ser especialmente innovadora, es inteligente y constituye un acierto y, aunque absolutamente clásica y ambientada en la época del libreto, no huele a rancio.
Es de una gran sencillez, con una escenografía mínima, donde la ambientación se consigue mediante proyecciones, a veces con movimiento, de conocidas obras pictóricas impresionistas y postimpresionistas que enmarcan la acción. A veces se trata de indicar las circunstancias en que se desarrolla la misma, como el paisaje de invierno de Monet en el acto III, con el que a mi juicio se logra uno de los momentos estéticamente más bellos, o “La Pradera ” de Renoir, con la que concluye el acto III y se inicia el IV, en alusión a la llegada de la primavera. En otras ocasiones se trata de subrayar menciones específicas del libreto, como esa “Costurera” de Renoir que aparecía cuando Mimí describe su trabajo. Especialmente interesante me pareció la escena final, con el cuadro de Jean Beraud “Après la faute” dominando el escenario, reflejando esa imagen de una mujer en un sofá rojo, similar a la que se desarrollaba en escena. Cuando Mimí muere, la mujer desaparece del lienzo y el sofá aparece vacío.
Pero además de que estéticamente me pareciera atractiva la propuesta, con un uso de la iluminación también acertado, lo que destacaría principalmente es que denota un serio y efectivo trabajo de dirección. Esto es especialmente relevante en el acto II, donde los distintos planos en los que transcurre la acción y la abundancia de personajes en escena, requieren inteligencia y sentido de la dramaturgia y del movimiento escénico para resolverlo adecuadamente. Y creo que Livermore lo consigue con creces.
Si en el pasado “Rigoletto” manifesté mi decepción ante la dirección musical del titular de la casa, Omer Meir Wellber, en esta “Bohème” sólo puedo tener alabanzas hacia el formidable trabajo de batuta llevado a cabo por quien se dijo en su día que pudo haber ocupado ese puesto, Riccardo Chailly. El milanés ha dirigido por fin una ópera en Les Arts tras haber cancelado en todas las ocasiones anteriores en que fue anunciado. Y la cita resulta aún más especial teniendo en cuenta que no tiene previsto volver a dirigir una ópera hasta 2015.
Chailly había insistido en sus manifestaciones previas a este estreno en que su versión de “La Bohème ” se alejaría de lo que estamos acostumbrados a escuchar y sería mucho más fiel a lo originariamente escrito por Puccini. Como desconozco la literalidad de la partitura original no puedo pronunciarme acerca de la fidelidad o no de la versión de Chailly a la escritura de Puccini, pero es cierto que no se recrea en excesos melodramáticos efectistas, a cambio de ofrecer una lectura general más uniforme, llena de belleza, donde el conjunto rezuma sentimiento, sin alharacas ni explosiones desbordadas, pero con alma. Los tempi impuestos fueron ágiles, por momentos veloces, con una primera mitad del acto I o un acto II llenos de vitalidad y frescura, y con un uso de las dinámicas inteligentísimo, consiguiendo en todo momento mantener la tensión y extraer un colorido orquestal brillante y riquísimo, plagado de matices, mostrándose, eso sí, inclemente con los cantantes en diversas ocasiones en cuanto a volúmenes. La fuerza dramática del final del acto IV fue memorable, y espectacular el maravilloso crescendo de las cuerdas en la entrada de Mimí del acto I.
Nuestra Orquesta de la Comunitat Valenciana volvió a tener un gran director al mando y eso se notó. En comparación con otros estrenos hubo, en general, una precisión y conjunción inusual, tanto en el foso como entre éste y los cantantes, demostrando Chailly además un control ejemplar en los concertantes. Entre las intervenciones solistas destacaron las del concertino Serguéi Ostrovski, así como las flautas comandadas por Álvaro Octavio en “D’onde lieta uscì“, y la inspiradísima noche de los clarinetes o del arpa de Cristina Montes.
El coro no interviene demasiado en esta obra, aunque sí con un alto nivel de exigencia vocal y de movimiento escénico en el acto II, y aquí tanto el magnífico Cor de la Generalitat como la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet y la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats, ofrecieron un rendimiento excelente.
El papel de Mimí fue interpretado por la israelí Gal James, una cantante de la que, francamente, esperaba un poco más. No puedo decir que hiciese nada mal, porque no lo hizo, pero no acabó de encender esa chispa que se precisa para que la emoción te invada. Al menos conmigo. Tiene una voz de atractivo timbre, aunque más bien pequeña, sufriendo notablemente en muchas ocasiones para hacerse oír. Es verdad que cantó bien y mostró sensibilidad en los compases más líricos, cuidando el matiz y apianando con gusto, pero me resultaba fría. De cualquier modo, me gustó más en la segunda mitad que en los dos primeros actos.
Del Rodolfo de Aquiles Machado yo destacaría su entrega interpretativa y el intencionado fraseo, con cuidada dicción, muy ajustado a las exigencias de los tempi impuestos en cada momento por Chailly. Sus agudos se mostraron demasiado tirantes, con una voz que dejaba entrever en la parte alta de la tesitura un adelgazamiento y un oscilante vibrato preocupante. Su centro sin embargo ha ganado cuerpo y cantó en todo momento con mucho gusto, con un uso de las medias voces que rozó el abuso.
El italiano Massimo Cavalletti fue un buen Marcello. Este barítono, curiosamente nacido, al igual que Puccini, en Lucca, posee una voz de bello timbre y sobrado volumen, aunque presentó puntuales engolamientos. Se echó de menos que no abandonase el forte en más ocasiones de lo que lo hizo.
La valenciana Carmen Romeu compuso una estupenda Mussetta, mostrando frescura vocal y resultando espléndida en lo actoral, consiguiendo dotar al personaje del espíritu que requiere.
Gianluca Buratto fue un Colline de hermosa voz, estando muy correcto en la ocasión que tiene de lucirse con “Vecchia Zimarra”. También correcto Mattia Olivieri como Schaunard aunque debe controlar un poco su tendencia a la sobreactuación.
Los saludos finales fueron un tanto atípicos. Los cantantes, según saludaban, se iban quedando sentados en el sofá en el que había expirado Mimí, con gesto serio, y acabaron como si estuvieran posando para una fotografía. Fueron muy aplaudidos todos los intérpretes, así como la dirección escénica, pero la gran ovación de la noche fue para Riccardo Chailly y los miembros de la orquesta. El director italiano, antes de que cayese el telón, cuando ya tuvo bastantes aplausos y saludos, tomó el camino de los camerinos haciendo lo propio todos los demás, bajándose entonces el telón.
Y hablando de telón, lo de ayer con las prisas por aplaudir en cuanto empieza a bajar, alcanzó cotas de premio Nobel. En esta ópera es mucho más grave la cosa porque el final musicalmente no es el típico chimpún, sino que la música se va apagando progresivamente. Unos cuantos imbéciles comenzaron a aplaudir en cuanto se movió el telón, otro necio se unió gritando “Bravi” y, afortunadamente, una gran parte del público reaccionó pidiendo silencio, acallándose la ganadería hasta que se apagó definitivamente el sonido de la orquesta, aunque no se pudo evitar la aparición desgañitada del memo habitual en todas las representaciones del maestro de Lucca gritando “Viva Puccini”. La diferencia entre que estos majaderos intervengan a destiempo o no, es tan sencilla como que acabes emocionado disfrutando de los compases finales o termines la representación avergonzado e indignado. Creo que, ya que los mentecatos no parecen tener remedio, va siendo hora de que los responsables de Les Arts den instrucciones de que no se baje el telón hasta que la música haya finalizado por completo.
video de PalaudelesartsRS
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Querido Atticus, la acción de La Bohème no transcurre en la época de los impresionistas y post-impresionistas (últimas décadas del XIX), sino en la del "rey burgués" Luis Felipe de Orleans (segundo cuarto del referido siglo).
ResponderEliminarGracias mil por tu crónica. Yo no podré ir a ver ninguna función: este fin de semana me voy al Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza y el siguiente al Macbeth madrileño. Además, estoy muy cabreado con Chailly por culpa de su Beethoven. Saludos.
Tienes toda la razón. Lo que realmente quería expresar es que la propuesta se ajusta al libreto y la transposición de la acción es mínima.
ResponderEliminarSe te echará de menos por estos lares. Disfruta del Macbeth, si te dejan.
Completamente de acuerdo con tus apreciaciones Atticus. Me encantó la química entre Cavalletti y Carmen Romeu, una deliciosa Mussetta, junto al sentimiento de Buratto. Y como soy de emociones fáciles, pues me emocioné con la parte final del primer acto y disfruté con la alegría visual del segundo. Para mi fue un acierto el juego "impresionista", mucho más adecuado a la estética bohemia que la década de 1830 donde transcurre el guión original. Sencillo, efectista y elegante. De Chailly... sencillamente genial.
ResponderEliminarAdemás de lo mucho que me hizo disfrutar Chailly, para mí el mayor descubrimiento fue la Mussetta de Romeu. Espléndida.
EliminarGracias por compartir tus impresiones
Muy bueno tu relato de la noche, se me van un poco los miedos que tengo después de escuchar varias veces lo de un "Puccini atípico".
ResponderEliminarEn dos semanas me toca y yo soy como las "señoras que" sueltan la lagrimita en la ópera... y espero que no me corte el maestro Chailly.
Respecto al necio y al memo, suponiendo que no fueran la misma persona, ándate con cuidado que en la temporada pasada apareció por aquí, si mal no recuerdo, para quejarse de tus insultos. ;-)
Creo que puedes ir sin miedos. Habrá cosas que te suenen algo diferentes, pero la emoción no sólo no falta sino que está perfectamente mantenida toda la obra, con momentos grandiosos. El acompañamiento orquestal en las entradas de Mimí en escena en los actos I y IV son para recordar. Y el final, si los memos te dejan escucharlo, también.
EliminarEl que debe andarse con ojo es el memo, porque como caiga a mi vera en el teatro cenará programa de mano sin guarnición.
Ya me contarás. Espero que disfrutes
Me gustaría escuchar la dirección de Chailly, eso de no ser efectista y melodramático con Puccini, cuya música es ambas cosas no sé cómo se come. Ayer estuve leyendo chez maac y no estaba tan contento con su labor a la batuta. Bueno, cualquier cosa será mejor que el Rigoletto caótico de Wellber. En cualquier caso, me alegro de no haber coincidido con el rebuznador pucciniano, me habría amargado el viaje de regreso.
ResponderEliminarHe recuperado el mensaje de la bandeja de spam... a ver si el rebuznador pucciniano va a ser administrador de blogger.
EliminarSobre Chailly hay alguna opinión discordante, aunque la mayoría parece que coincide (coincidimos) en que su trabajo ha sido muy interesante.
La música de Puccini es efectista de por sí y melodramática, no cabe duda, por eso Chailly lo que hace no es despojarla de ese carácter, sino no recrearse potenciando más esos rasgos (como tantos ilustres directores han hecho a menudo), a cambio busca más una concepción de conjunto de la obra, con una labor técnica espectacular. Yo hacía mucho tiempo que no escuchaba a la orquesta con tal precisión, con un colorido tan rico y variado, con tanta atención al detalle y con una cuerda, de por sí siempre excelente, sonando de nuevo como en los mejores días de Maazel.
Es sólo mi opinión, claro, derivada de mi particular y personal apreciación. Eso sí, cualquier comparación con el Rigoletto de Wellber es como equiparar a Furtwängler con el maestro Ibarbia.
Juraría que anoche dejé un mensaje aquí mismo y que lo llegué a ver publicado. Avrò dunque sognato, que dice Rigoletto.
ResponderEliminarYo juro que no lo había tocado, pero estaba archivado como spam... Debe ser el azul pitufo...
EliminarBuenos dias Atticus, el sabado estuve viendo la representacion de la Bohene, a las 17h , no entiendo el porqué, no creo que sean horas para una representacion de Opera; me gusta tu cronica del dia del estreno y estoy totalmente de auerdo contigo; lo único, para mi gusto, en el primer acto hubo demasiado ruido en el escenario con los niños corriendo por todos lados, para disfrute de sus papas que aplaudieron a rabiar; Chailly estuvo fantastico, aunque la música ahogaba a veces las voces; Soy abonado del Palau de les arts desde que nació y aunque todos los años me digo que no voy a renovar, siempre acabo por hacerlo, que le voy a hacer me gusta la opera: Gracias por tus crónicas, las suelo leer siempre después de la represntacion y normalmente coincido contigo. Aarom
ResponderEliminarAarom: La explicación oficial que se ha dado del adelanto horario del sábado es que así se favorecía la afluencia de público proveniente de Madrid que pudiese marcharse tras la función en el AVE. La idea no me parece mal, aunque creo que sería más lógico adelantar los horarios los domingos (como ocurre en Madrid, Barcelona, Londres, etc).
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en lo que comentas del ruido en el segundo acto. Debería haberse controlado un poco más porque llegaba a tapar la orquesta.
La dirección de Chailly me parece lo mejor que ha pasado por aquí desde nuestro viejo amigo Maazel.
Bienvenido al blog y gracias por tu comentario, Aarom, espero contar con tu opinión en más ocasiones.
Gracias por aclararme el tema de la hora y gracias por contestar. Tienes un Blog fantástico y lo visitaré de vez en cuando. Un abrazo
ResponderEliminarUn tanto para Chailly que me ha reconciliado con esta ópera y otro para Livermore. La mutua implicación en esta propuesta consigue renovar la visión de esta popular obra, restando melaza sin perder fuerza emotiva y dramática. Equilibrado reparto y un plus para orquesta y coro. Significativas las palabras de Livermore alegando que le resultaba dificil en esta ocasión actualizar la acción, limitandose a trasladarla a finales del XIX. Esto le permite ser fiel al libreto y con la ayuda de proyecciones de lienzos de la época, recrear nuevas "impresiones" a su teatral versión. Una crónica estupenda...saludos.
ResponderEliminarEsta versión de Chailly me ha sorprendido por su intensidad y fuerza dramática y por la sabiduría en creación de atmósferas y riqueza de colorido orquestal.
EliminarLivermore apoya y da fluidez al drama con una propuesta muy inteligente.
Ojalá esta pareja Livermore-Chailly tan bien avenida volviese por aquí.
La "pareja" funciona con total complicidad. Encargaré una "novena" para que los dioses (bueno, con uno me basta) los reuna de nuevo por aquí y nos ofrezcan algo mas arriesgado y con las ideas ten claras como en esta Bohème.
ResponderEliminarBuenos días.
ResponderEliminarAnoche nos tocaba a nosotros en el abono. ¿Qué decir?... pues coincido en casi todo contigo, aunque después de la expectación por oír una Bohème "completamente distinta", la sensación fue un poco como de chasco. Y es que de una ópera que hemos visto tantas veces y sobre todo escuchado, te quedan tus "cosas" favoritas que luego no ves en la representación de turno.
Es cierto que la orquesta sonó de maravilla y pude escuchar pinceladas que eran nuevas para mí, la puesta en escena era sencilla pero suficiente, el coro con su alto nivel al que nos tiene acostumbrados, pero quizá fueran los cantantes, simplemente correctos, no lo sé, lo que en conjunto hizo que esta ópera no fuera de las redondas para mí.
Última Bohème en mucho tiempo me temo, de hecho intentamos vender las entradas, pero ante las buenas expectativas del maestro nos picó la curiosidad.
Y ya en el apartado "Sociedad" pude comprobar cómo el hambre nos iguala a todos y señoras de perlas y visón se hacen fuertes frente a una mesa y defienden su sitio impidiendo a codazos que los demás nos acerquemos mientras se atiborran a canapés. Patéticas maleducadas.
Pues sinceramente pensaba que ibáis a venir más emocionados... El elenco no es la bomba, desde luego, pero creo que mantienen un nivel suficientemente correcto para no desentonar con la sensacional dirección de Chailly.
EliminarLo de las señoras y señores en el buffet es de nota, digno de documental de la 2.
He escuchado dos veces "La Boheme". De la primera ya dejé mi opinión en el blog de maac. Sobre la de anoche me gustaría comentar alguna cosa.A diferencia del primer día, hubo dos "Boheme". El I y II acto, rápidísimo con un Chailly más pendiente del metrónomo que de otra cosa, y el III y IV mucho más lentos, donde volvió "la magia" de Puccini y su preciosa música melódica. Hasta el reparto parecía diferente. Pasada la tremenda dificultad para seguir el frenético ritmo impuesto en los dos primeros actos por Chailly, surgieron luego "unos cantantes nuevos" que cantaron muy bien y me emocionaron mucho. Fueron bellísimos los dos últimos actos, mucho más pausados, dejando saborear la música y cantar a los cantantes. La orquesta sonó fabulosamente y estos dos últimos actos me gustaron mucho, muchísimo, me llegaron al corazón. Riccardo Chailly es un gran Director y lo demostró cuando iba "super acelerado" y cuando fue más pausado. Me quedo, sin duda, con su parte más lenta. Qué bonita y qué bien cantaron todos. Parecían otros.
ResponderEliminarUn aficionado a la ópera.
Me alegra que te haya gustado más tu segunda Bohème.
EliminarYo sigo pensando que Chailly ha demostrado ser un enorme director y creo que sólo habría que preguntar a los músicos y cantantes que han participado en estas representaciones junto a él por su experiencia. Sin duda hablarán de trabajo muy duro, pero creo que estarán muy satisfechos de los logros obtenidos.
Yo como aficionado le doy las gracias al maestro por estos días de música con mayúsculas.