Riccardo
Chailly
nos ofreció el pasado viernes en el Palau de les Arts una velada musical absolutamente
mágica. Y aquí voy a hablar simplemente de emociones, sin entrar a diseccionar en
exceso el trabajo realizado ni valorar si esta lectura que ha hecho el maestro
milanés es más o menos acorde a lo que escribió Beethoven o si es mejor o peor que otras versiones que puedan ser
de referencia (si es que eso realmente puede fijarse de manera objetiva).
Yo, como asistente a esa representación y aficionado
a la música, lo único de lo que quería dejar aquí constancia, de forma breve
pero clara, es que la emoción invadió el patio de butacas desde el momento en
que sonó la primera nota y no nos abandonó hasta mucho después de que hubiera
finalizado el concierto.
He dicho que la emoción llegó con la primera
nota y realmente no fue así. El primer escalofrío no provino del sonido, sino
del silencio. Y es que, pocos instantes antes de que Chailly saliera a dirigir, todos los miembros de la Orquestra de la Comunitat Valenciana y
del Cor de la Generalitat se pusieron
en pie y se mantuvieron leyendo en silencio el manifiesto de los trabajadores
del Palau de les Arts en protesta por el anunciado ERE y la actual política cultural,
mientras recibían la calurosa ovación de apoyo de un público que lucía en su
mayoría el lazo azul que los empleados del coliseo valenciano habían repartido
a la entrada.
La versión de Chailly se anunciaba como de estricto respeto a lo escrito en la
partitura original por Beethoven,
especialmente en cuanto a los tempi.
Y desde luego lo primero que llamaba la atención era la rapidez que se impuso a
la orquesta, lo cual fue especialmente llamativo en el primer movimiento y
sobre todo en el tercero. Los que ya llevamos unas cuantas Novenas pasadas por nuestras orejas constatábamos que aquello
sonaba diferente, pero increíblemente bien. Y ello pese a que, una vez más, las
mentes preclaras del Palau de les Arts condenaron una representación de indudable
relieve al infame Auditorio, con su pésima y desigual acústica.
Riccardo
Chailly
impuso una dirección veloz y vigorosa, pero siempre logrando imprimir una
tensión y dramatismo constantes que se mantuvieron sin un instante de
desfallecimiento. La velocidad no conllevó en modo alguno una disminución de la
profundidad de la lectura, ni los pasajes más líricos vieron decaer su hondura
por ello, así como tampoco me dio la impresión de que el conjunto mostrase una
especial rigidez derivada de la resurrección de las indicaciones metronómicas
de Beethoven.
El manejo de las dinámicas fue ejemplar y creo
que hubo un gran equilibrio y homogeneidad orquestal, con un sonido transparente
donde resplandecían permanentemente multitud de detalles que, a un oído medio
como el mío, le habían pasado desapercibidos en otras ocasiones. Para ello, el
maestro Chailly contó con la
genialidad de los músicos de la Orquestra
de la Comunitat Valenciana, de quienes supo extraer todo el virtuosismo que
atesoran.
La orquesta sonó como en las mejores noches
y volvió a notarse la mano maestra de un gran director. La entrega de todos sus
componentes fue extrema ante el máximo rendimiento exigido por Chailly. Hacer menciones concretas
quizás pueda resultar injusto, pero extraordinario estuvo toda la noche el trío
formado por Álvaro Octavio a la
flauta, Joan Enric Lluna al
clarinete (increíble en el Adagio) y Christopher Bouwman al oboe. También destacó
en el cuarto movimiento Virginie Reibel
con el flautín.
Pero si algo merece reseñarse especialmente
es el grandísimo trabajo del Cor de la
Generalitat, cuyos resultados sólo pueden calificarse de excelsos. El brillo,
luminosidad y trascendencia que se alcanzó en el último movimiento fue debido
en gran parte a la excelencia de este coro del que cada día debemos estar más
orgullosos. Parecía realmente sobrehumano que sus componentes pudiesen seguir,
con tal grado de intensidad y precisión, las exigencias del maestro Chailly y daba la impresión de que
hubiera el doble de voces de las que realmente había.
También hay que destacar el mérito del
cuarteto solista, compuesto por Rudolf
Rosen, Steve Davislim, Julia Bauer y Mª José Montiel, a quienes Chailly
no se lo puso tampoco nada fácil. Pese a algunos chillidos de la Bauer y algún apuro de los varones en
ascensos al agudo, mostraron un comportamiento ejemplar, y tan sólo lamenté que
la belleza de la voz de María José
Montiel no tuviese ocasión de un mayor protagonismo.
El público que llenaba por completo el
recinto tuvo un comportamiento mucho más respetuoso que en otras noches (como en
la ruidosa Bohème del día siguiente,
por ejemplo), y explotó en auténtico delirio al finalizar la representación,
brindando larguísimos minutos de aplausos emocionados, siendo a la salida unánimes
los comentarios respecto a la excelencia de lo vivido.
Ojalá noches como esta sirvan para que, quedando
una vez más de manifiesto la enorme calidad de la orquesta y coro de la casa, puedan
todavía replantearse actuaciones en materia cultural que ponen en claro peligro
su supervivencia.
Previamente a este concierto del viernes, Riccardo Chailly mantuvo un encuentro
con el público en el Aula Magistral de Les Arts. Allí, el denominado ‘dramaturgo’ de la casa, Justo Romero, conversó con el director
milanés durante unos 40 minutos, tiempo durante el cual el maestro, esforzándose
por hablar en castellano, nos ofreció su interesante visión de la obra de Beethoven, así como su opinión sobre
diversos temas. Entre ellos, comentó que el motivo de que se prodigue tan poco
en la dirección de ópera, pese a que le encante el género, se debe a los
directores de escena, ya que estaba harto de chocar con ellos respecto a los
diferentes conceptos que pudieran tener a la hora de acercarse a una obra
concreta. Sin embargo, dijo que con Davide
Livermore, responsable de la dirección escénica de “La Bohème” que se está representando actualmente en Valencia, ha
tenido un entendimiento absoluto y ha disfrutado muchísimo.
Las intervenciones de Romero en alguna ocasión me parecieron inadecuadas, con apostillas
o introducción de datos que interrumpían las contestaciones de Chailly. Pero lo más desafortunado
llegó cuando el maestro estaba explicando que su versión incluía los rittornelli del Scherzo escritos por Beethoven
y preguntó a Romero: “¿cómo se dice en español Rittornello?”.
“Pues… Rittornello, igual”, contestó Romero. E inmediatamente después Romero pregunta a Chailly: “¿Oye, has incluido
las repeticiones del segundo movimiento?”. El maestro abrió los ojos con
estupefacción y dijo: “Lo acabo de decir…
¿de qué estamos hablando aquí, de pomodori?”.
Cosas de Les Arts...
Cosas de Les Arts...
Yo estuve entre los afortunados que asistimos al extraordinario Concierto de Riccardo Chailly. Estoy totalmente de acuerdo con tu crónica Atticus. A mi la emoción me duraba el Sábado por la mañana y la sensación de haber asistido al mejor concierto de la historia del Palau de Les Arts no me la quita nadie. Cierto es que fue el Beethoven más rápido que jamás he escuchado, pero la ORQUESTA respondió como un "reloj suizo" a las indicaciones del maestro Chailly. Se comportó a un nivel tan alto que fue una auténtica maravilla. Y el CORO estuvo sublime, fantástico. Podemos sentirnos muy orgullosos de la ORQUESTA y CORO que tenemos, al nivel de los mejores del mundo. El reparto pasó algún apurillo para seguir el ritmo frenético del maestro, pero lo hizo bien, especialmente, como señalas, María José Montiel. No se si Beethoven es esto, más rápido o más lento, lo que se es que la emoción me embargó y que disfruté como en mi vida. Noche irrepetible, como otras muchas que hemos vivido en el Palau de Les Arts. Espero que el Conseller Máximo Buch, presente en el Concierto y autor del decreto de ¿¿¿culturArts??? tomara buena nota y urgentemente rectifique su decreto y se mantenga la Fundación del Palau de Les Arts y sus empleados.
ResponderEliminarEn el último movimiento de la sinfonía, por un momento, pensé que todo podía desaparecer por culpa de nuestros políticos, y me entraron ganas de llorar. Fue tan maravilloso...!!! Me emociono todavía al escribir estas notas.
¡BRAVO MAESTRO!, ¡BRAVO ORQUESTA!, ¡BRAVO CORO!, ¡¡¡BRAVISIMO!!!...
Un aficionado a la ópera.
Una noche para el recuerdo con una de las mayores demostraciones de calidad de Coro y Orquesta ante una dirección genial pero exigentísima.
EliminarGuardémoslo en el recuerdo por lo que venga a partir de ahora.
Gracias por tu comentario.
Ah, y ya puestos a pedir, además de la quema del proyecto Culturarts, la sustitución de Wellber por Chailly tampoco estaría mal.
Pues yo me sumo a estas opiniones. Mi localidad a un metro escaso del director me hizo ver el trabajo que desarrolló. Incluso cantando en cierto pasaje el tema a los cellos, que estuvieron excelsos. En un momento temí que el primer cello no llegara al final de la sinfonía si no cambiaba el arco. Las crines del arco se rompían a un ritmo alarmante. Cuando entonaron el tema de la oda en el cuarto movimiento se me salía el corazón por la garganta. La entrada, a continuación, de las violas y segundos violines fue maravillosa. Respecto a la respuesta del coro, fue magnífica. Sólo señalar que la acústica de la sala, creo que demasiado brillante, hace que el sonido del coro se vaya hacia el agudo y le falte calidez. También opino que fue una lástima que María José Montiel no tuviera mayor protagonismo, pero así es la partitura. Me impresionó muchísimo en su intervención como Neris en la Medea del pasado Festival del Mediterrani.
ResponderEliminarTampoco voy a juzgar o comparar con versiones más o menos míticas de esta obra. El trabajo que tuvieron que hacer los músicos para poner en pie esta obra fue colosal, tal y como dijo Chailly en el encuentro del aula magistral.
Y sí, no sé de dónde han sacado a ese señor "dramaturgo" que actuó de moderador. Pero vamos, por mí, le pueden aplicar el ERE. Por favor, la próxima vez que quieran hacer algo bien, que traigan al Sr. Pérez de Arteaga.
Y mi ruego al Sr. Conseller: no se cargue el Palau, por lo que más quiera.
Me alegra que hagas la mención de los cellos, Lluis, porque algo había escrito y en la edición final del post voló. La entrada de cellos y contrabajos en el 4º movimiento, las violas y violines después y los pianisimos de cellos y violas, fue otro de los momentos mágicos de un concierto redondo.
EliminarNo creo que haga falta que traigan a Pérez de Arteaga, simplemente a alguien que piense más en el entrevistado y menos en lucirse.
Gracias por tu comentario
De nada, gracias a ti.
EliminarEn cuanto a lo de lucirse... se lució, pero bien lucido. Lo que no voy a decir es lo que lució.
Completamente de acuerdo con lo que comentáis. Sólo puedo añadir que a mí me entraron unas ganas tremendas de ponerme a "bailar", vamos que tenía que hacer un gran esfuerzo para quedarme quieto en la butaca... el cuerpo se me iba con el ritmo y el sonido tan sensacional que surgía del escenario (y eso a pesar de la acústica tan mediocre que todos sabemos). En fín, otra gran noche en Les Arts (y van...)
ResponderEliminarVan unas cuantas, Frankopolo. Disfrutaremos y paladearemos cada una de ellas por si la estupidez y la incultura deciden un buen día que ya no haya más.
EliminarSe te notan las ganas de explicar que fue algo excepcional, y una novena excepcional... casi emociona con solo pensarlo. Enhorabuena.
ResponderEliminarPero no puedo estar de acuerdo con lo de "un oído medio como el mío". Cuestión de amor propio, no creas.
Pues sí, JL, una noche excepcional que supero todas mis expectativas. Y pocas veces he visto yo tal unanimidad emocionada a la salida de un concierto en Les Arts.
EliminarEl oído medio, tirando a medio-bajo... Si vas por tu concurso de Honegger, no te engañes, fue pura suerte, conocía la obra.
Totalmente de acuerdo. Mi experiencia fue el domingo 16, pero las sensaciones son completamente equiparables a las vividas dos días antes...emocionante es como mejor se puede definir la velada. Todo funcionó a la perfección y no dejo de pensar en lo que hubiera sido en una sala con mejor acústica.MEMORABLE.
ResponderEliminarSobre lo que relatas del encuentro previo el día 14, me pregunto si la presensia de Justo Romero era como "dramaturgo" o "comediógrafo". Un saludo.
Yo intenté repetir emociones el domingo pero estaban agotadas las localidades hora y media antes del concierto. Estuve incluso reacio a ir porque no me parecía posible repetir el nivel del viernes, pero, por lo que contáis, parece que si se mantuvo o superó.
EliminarSi al final Justo entra en el ERE, al menos podrá acudir al Club de la Comedia o Muchachada Nui, ya tiene experiencia en hacernos reir.
Gracias por tu mensaje, Miguel, y enhorabuena por tu interesante blog.
Me gusta tu mordaz sentido del humor...yo lo veo mas en Muchachada Nui, tal como relataste el encuentro con Riccardo Chailly, su papel sería mas "lucidor" en este programa.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Lo mio son reflexiones, lo tuyo son verdaderos "cuadernos de bitácora" para no perder el "rumbo" de la actualidad y estar siempre en el puesto de "vigía"...Un placer.
Creo que Romero no tiene ni categoria para ir ni al club de la comedia ni a muchacha da nui, al PARO es donde debe ir, ad vitam aeternam.. !!
ResponderEliminarEs una crítica muy despectivas.
EliminarMe siento como en un Expediente X: ¿soy el único al que la Novena de Beethoven por Chailly -no estuve en Valencia, pero conozco su disco y alguno de sus vídeos de nochevieja en Leipzig)le parece una monumental tomadura de pelo, una interpretación metronómica, cuadriculada, disparatadamente rápida, sin aliento poético alguno, sin interés por el peso de los silencios, sin grandeza humanística y machacona a más no poder, mezcla del Toscanini más vulgar y del Karajan más pretencioso? Decididamente sí, a tenor de los comentarios, soy el único que piensa así: o la humanidad ha sido sustituída por los body snatchers, o estoy como una cabra. Beeeeeee.
ResponderEliminarPues, afortunadamente, en este mundo tiene que haber gente pá tó...
EliminarYo a priori desconfiaba bastante de lo que me iba a encontrar, pero reconozco que me conquistó. Si surge la emoción la prueba está superada y lo demás a mí me da un poco igual.
¿Metronómica y rápida?, sí. Pero en absoluto carente de aliento poético o sin hondura.
Igual es verdad que he salido de una vaina y he sido abducido por alienígenas historicistas, pero Chailly me emocionó.
Buenas.
ResponderEliminarEstuvimos el mismo día que tú y comparto lo que dices como siempre de forma tan magistral. O sea que salgo de una vaina también jejejeje
Lo que salí es algo cabreado porque desde mi asiento se oía una reverberación que no me dejaba concentrarme, y estaba en la parte baja. Definitivamente algo habría que hacer con ese auditorio... un secadero de jamones sería muy caro no?
Hermano de vaina Peritoni: El Auditori podría ser un buen secadero, aunque casi mejor de chorizos, que hay más y allí hay mucho espacio. Pero lo mejor que se puede hacer con él es rellenarlo de dinamita y darle fuego.
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