Han transcurrido ya once días desde que el conseller
de Cultura, Vicent Marzà, anunciase la
nueva estructura y composición del Patronato de la Fundación Palau de les Arts
y una semana desde que este organismo celebrase su reunión constitutiva, en la
que se dio vía libre a las bases de la convocatoria del concurso para la
contratación del nuevo director artístico de la casa que salieron publicadas en
el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana del pasado día 21 de mayo. Y a
propósito de todo eso me gustaría hacer algunas reflexiones, aun a riesgo de
que se me califique de agorero o de eterno descontento.
Quiero dejar claro ante todo que, como ya
he dicho en este mismo blog antes, considero una buena noticia que el nuevo Patronato
de Les Arts deje de ser un órgano integrado exclusivamente por cargos políticos
y se haya dado entrada a seis personas representantes de eso que se da en
llamar sociedad civil. También es muy buena noticia que esas personas vayan a tener
representación en la Comisión Ejecutiva de Les Arts con Susana Lloret como presidenta y Carmen Alborch, Isabel Muñoz
y Pablo Font de Mora como vocales
junto a la secretaria autonómica de Hacienda y el conseller de Cultura, así
como el secretario autonómico de Cultura y Deporte que será el vicepresidente.
¿Qué es lo que me preocupa entonces? Pues,
en primer lugar, como ya dije, me da bastante miedo que esa presencia civil en
Les Arts al final sólo sirva para dar apariencia de apertura y transparencia a
unas decisiones, o mejor dicho, a una ausencia de decisiones efectivas, que es
lo que hasta ahora ha venido caracterizando la actuación de los representantes
políticos en la gestión del teatro valenciano poniendo en serio riesgo su
supervivencia como un proyecto de calidad internacional. Pero bueno, al fin y
al cabo eso sólo es mi miedo particular sobre algo que todavía no ha ocurrido y
que, al menos, merece un margen de confianza.
Bastante peor que eso me parece, y esto ya
no tiene solución salvo que se replanteen reformar de nuevo el recién reformado
Patronato, la ausencia absoluta en el mismo de músicos o de personas
profesionalmente ligadas a la música o a la ópera. Ya dije el otro día que me
parecía lamentable que se haya excluido del órgano de gobierno a la única
persona que no era cargo político en el anterior Patronato, el director del Cor de la Generalitat, Paco Perales. No me parece de recibo
que una vez que se decide reestructurar la composición de los órganos de Les
Arts no haya representación en su seno de nadie del mundo de la música. Ahora
mismo me atrevo a decir que los únicos que sabrán algo de ópera ahí dentro
cuando se pongan a debatir serán Pablo
Font de Mora y Carmen Alborch,
como buenos aficionados que son, pero no dejan de ser eso, aficionados. Creo
que esto es algo suficientemente grave como para que deba replantearse el nuevo
Patronato dar entrada a los profesionales de la ópera o de la música que
entiendo que tendrán bastante que decir respecto a la gestión de Les Arts que,
si no me equivoco, sigue siendo fundamentalmente un teatro de ópera, no una empresa
repostera ni un centro de investigación (aunque a veces se trate al abonado
como a cobayas).
La voz del músico debería estar presente en
el Patronato de Les Arts, aunque sólo sea para poder contrarrestar y rebatir
con seriedad las insensateces con las que de vez en cuando nos obsequian algunos
genios allí presentes, como el patrono señor director general del Instituto
Valencià de Cultura y ex director de la Mostra de Mim de Sueca, Abel Guarinos, diciendo majaderías como
que el Cor de la Generalitat lo que
necesita son “voces jóvenes”. Más bien me parece a mí que es el IVC el que
necesita cabezas jóvenes y pensantes, no soportes para llevar el sombrero. Lo
que necesita el Cor básicamente es
que se le respete, que después de 30 años demostrando su excelencia internacional
y siendo víctimas, que no causantes, de la irregularidad de la situación en la
que se les ha mantenido, ahora se les repare esa situación de la única manera
posible, inventándose lo que haga falta para consolidar y mantener a este
conjunto de músicos que, como tantas veces he dicho, son un activo cultural
principal de la Comunitat y como tal ha de ser tratado y valorado, con la
excepcionalidad que sea precisa, como se ha hecho en otras ocasiones con cosas
bastante menos relevantes para la cultura.
De momento al Cor se le sigue
faltando al respeto y, tras detener los paros previstos en Tosca con promesas de soluciones urgentes, el señor este de la
Mostra de Mim en la última reunión con los representantes del Cor llegó de nuevo con las manos como
la cabeza, vacías. Así que, por si queríamos más animación, de nuevo la huelga
del Cor de la Generalitat, esta vez para
el estreno de La Damnation de Faust,
está sobre la mesa.
La situación en la Orquestra de la Comunitat Valenciana está aparentemente más
tranquila, pero no mejor. La falta de soluciones al necesario reforzamiento de
la plantilla titular, el descabezamiento de la orquesta tras la marcha de Biondi y la poca actividad de Abbado y la incertidumbre sobre el
futuro de la dirección musical, sólo puede deteriorar más una agrupación que
sigue perdiendo miembros y que, al igual que ocurre con el Cor, debería ser un objetivo prioritario el mantenerla como el referente
musical internacional que ha sido y deberíamos desear que siga siendo.
Recientemente Rosa Solà realizó en
Valencia Plaza unas reflexiones al respecto para chuparse los dedos que suscribo completamente y que podéis leer
AQUÍ.
Señoras y señores del nuevo Patronato,
ustedes deberían ser los primeros interesados en que la voz de los músicos se
escuche en ese organismo, les resulte cómoda o incómoda, porque eso les
acercará a la realidad y permitiría una gestión más eficiente.
Es verdad que con el nuevo equipo de
gobierno de Les Arts se abre una luz de esperanza a que las cosas puedan ir
mejorando, pero la situación requiere actuaciones urgentes. El nombramiento de
director artístico y aclarar la dirección musical de la casa son acciones prioritarias.
Más allá de concursitos y apaños formales hay que tomar decisiones ya, porque si
se permite que se echen a perder el Cor
de la Generalitat y la Orquestra de
la Comunitat Valenciana y disminuya su excelencia, el proyecto de Les Arts
dejará de tener sentido. La calidad de sus cuerpos estables es lo que pone en
valor hoy por hoy a Les Arts en el ámbito nacional e internacional y su defensa
debe ser el objetivo numero 1 de sus gestores. Lo demás es secundario.
El comentario de Antonio del Moral sobre su posible llegada a Les Arts define muy bien la situación: De Málaga a malagon. El Comité de "expertos" nombrados para elegir al sustituto de Livermore demuestra la convicción por parte de la Consellería de la búsqueda de la ezcelencia. Con todos mis respetos, como bien escribes, aficionados o profesionales sin bagaje en los foros operísticos internacionales. Por tanto, los candidatos serán acordes a sus evaluadores y el designado estará excelentemente remunerado
ResponderEliminarSí, el "de Málaga a malagón" de Del Moral es lo que cualquiera con dos dedos de frente pensaría viendo la situación desde fuera. Ojalá que alguien de ese bagaje pudiese aventurarse a unas vacaciones en malagón con el reto de enderezarlo...
EliminarEntre los evaluadores también habrá gente con cierto conocimiento del tema como Scheppelmann o Matabosch, cosa distinta será cuánto pesará su opinión y cómo de condicionada estará esta por otras cuestiones.
Os voy a contar un cuentecito:
ResponderEliminarÉrase una vez un rey de un desierto que mandó fabricar un jarro de cristal de factura magnífica y valor incalculable, y lo llenó de agua. Estuvo por unos años bebiendo de él a placer. Incluso llegó a deteriorarlo por sus innumerables excesos. Pero cuando se enteró que tenía que ceder el jarro a su sucesor por deseo de sus súbditos se enfadó y lo rompió. El agua quedó esparcida por el suelo.
El nuevo rey tuvo que empezar a recomponer los trozos de cristal poco a poco y cuidadosamente. Costaba mucho esfuerzo y mucho dinero. Mientras, el monarca destronado le recriminaba que no lo hacía bien y que era muy lento. Les decía a los súbditos, con insidia, que si el joven rey no era capaz de recomponerlo sin que se notase nada y reintroduciendo toda el agua derramada es porque era un inútil, indigno de reinar. Todos estaban enfadados y hasta le pedían que el jarro fuera más bello que antes de romperse. Algunos de sus ayudantes abandonaron al rey porque éste les exigía que trabajaran con pulcritud y sin continuar los excesos que les brindaba su antecesor. Además, el rey antiguo le robaba el dinero de los tributos para ponérselo más difícil, y, con ellos, fabricaba jarros para regalar a otros países. Le parecía que nadie le ayudaba ni reconocía el esfuerzo que hacía con su exiguo tesoro.
Por la noche, solo, en el desierto, el joven soberano empezó a pensar si no hubiese sido mejor haber dejado roto el jarro. Pero reflexionó y se dio cuenta que eso es lo que el otro rey pretendía que pensara.
Nota.- El jarro no es necesariamente el Palau de les Arts. El cuento puede aplicarse también a la Televisió Valenciana.
El primer rey merece la repulsa de sus súbditos y es el gran culpable de lo ocurrido.
EliminarY al nuevo rey claro que hay que agradecerle el esfuerzo por la reconstrucción con los medios que le han dejado, pero también merecerá su crítica si resulta que no sabe hacer un jarro ni se rodea de gente que sepa o si pretende hacer colar como jarro un vulgar vaso de duralex.