viernes, 11 de diciembre de 2020

"LA CENERENTOLA" (Gioachino Rossini) - Palau de les Arts - 10/12/20

 

Con el estreno anoche de la ópera La Cenerentola, de Gioachino Rossini, el Palau de les Arts de Valencia dio otro paso adelante más en el normal desarrollo de su temporada 2020/2021. Y me parece importante empezar esta crónica destacando esto.

En primer lugar, para ver si así se enteran esas personas que andan por ahí diciendo en medios de comunicación y redes sociales varias, esa majadería de que el Teatro Real es el único recinto operístico activo en España. Es verdad que algunas de ellas no merecen la más mínima consideración, pues no son más que miserables chupatintas y juntaletras provinciano-capitalinos sin oficio ni beneficio; pero, incomprensiblemente, también ha caído en la falsedad otra gente que me merece tanto respeto profesional y tan vinculadas a Les Arts como Gonzalo Alonso.

Y, en segundo lugar, sobre todo, quiero reflejar ese hecho para significar el mérito que tiene en las circunstancias actuales, en plena nueva efervescencia de la pandemia, con mayores restricciones de aforo, aumento de las medidas preventivas y con el pánico instalado en muchas personas, el seguir manteniendo la actividad de Les Arts cueste lo que cueste, apostando por salvaguardar la cultura, y conseguir hacerlo además con un nivel de calidad en sus espectáculos que ya quisiera poder ofrecer hoy en día cualquier recinto operístico de los de primera fila mundial, muchos de los cuales han optado por cerrar, otros han limitado su programación a retransmisiones en streaming y algunos más han recortado sus previsiones u ofrecen espectáculos o repartos de circunstancias.

Por ello, vaya de nuevo mi incondicional aplauso y agradecimiento al director artístico Jesús Iglesias, al director general José Carlos Monforte y a todos los trabajadores del Palau de les Arts por su labor, por seguir haciendo posible que se siga representando ópera en Valencia, manteniendo viva esa pequeña llama de esperanza en medio de la oscuridad que nos rodea. Sabéis que cuando considero que debo dar caña no me corto en hacerlo, pero cuando las cosas se hacen bien, o al menos lo mejor posible, creo que lo justo es valorarlo también. Pero bueno, vamos al lío.

Rossini es un compositor que tiene sus fieles adeptos (ahí permanece sobreviviendo con salud de hierro, año tras año, el prestigioso Festival de Pésaro) y que igualmente también hay muchos aficionados que no lo soportan. Yo no me considero encuadrado en ninguna de las dos categorías. Posiblemente me acerque más a los segundos que a los primeros, pero reconozco los valores que tiene su música y, sobre todo, cuando los espectáculos están bien servidos, pienso que se puede disfrutar mucho con ellos, como ocurrió anoche en Les Arts. Confieso que La Cenerentola no es precisamente una de las obras que prefiero del compositor de Pésaro. Me parece bastante pestiño, tontuna y cansina, aunque reconozca que el segundo acto tiene poco desperdicio.

No es esta la primera ocasión en que se representaba La Cenerentola rossiniana en Les Arts. Ya en 2011 pudimos ver una producción del Festival de Pésaro, con dirección escénica de Luca Ronconi y musical de Michele Mariotti, con algunas voces para olvidar y de irregulares resultados. Esta vez se ha optado por presentar una nueva coproducción del teatro valenciano con la Dutch National Opera y el Grand Théâtre de Genève que cuenta con la dirección escénica de Laurent Pelly, otro ilustre nombre de la regia operística que todavía no había debutado en Valencia y que lo ha hecho con un resultado estupendo. Al director parisino se deben algunas joyas que han quedado ya como referentes del buen hacer escénico, como sus conocidas creaciones para La fille du régiment o Cendrillon.

Laurent Pelly se encarga también en esta producción, junto a Jean-Jacques Delmotte, del diseño del colorido vestuario, y se cuenta también con las inestimables aportaciones de la cuidada escenografía de Chantal Thomas y el diseño de iluminación de Duane Schuler. El atractivo visual de la propuesta es innegable, y la frescura y agilidad del planteamiento escénico se adaptan como un guante al espíritu rossiniano que brilla aquí en todo su esplendor, potenciado por una divertida y muy inteligente dirección escénica.

La versión ofrecida por Pelly parece concebir toda la historia como un sueño de Angelina, la protagonista. La acción se desarrolla así en dos planos: el de la realidad deprimente de la joven que se pasa el día trabajando en las tareas del hogar del barón y sus hijas, explotada por estos; y el onírico, que tiene lugar en la mente de Angelina, donde sus ilusiones pugnan por hacerse realidad y en el que todo se irá volviendo de un intenso color rosa. La ópera comenzará y finalizará con la imagen de la protagonista sumida en su realidad de fregona a escenario vacío mirando al público con cara de boba. Eso nos indica que todo lo que acontece entre medias, sus deseos y coloridas fantasías, no ha sido más que un sueño, el cual parecerá irse materializando en escena mediante los incesantes cambios y movimientos del decorado, pasando del sillón con flecos o la formica de la cocina de Don Magnífico, al suntuoso mobiliario del palacio rosa. Ese permanente tránsito de la realidad a los sueños se verá reflejado también en la iluminación y el vestuario, consiguiéndose con todo ello mantener un muy ágil ritmo dramático y un fluir narrativo visualmente impactante y muy adecuado al devenir de la trama. Nada que ver con la propuesta de Ronconi presentada en 2011, donde los cambios de escenografía entre cuadro y cuadro se hacían eternos.
Una de las cosas que más me gustaron ayer fue que esos movimientos en escena de los cantantes constituyen por sí mismos una auténtica coreografía, estando plagados de mil gestos y detalles, siempre acoplados a las notas musicales que surgen del foso. Como digo, es como una permanente coreografía que acompaña todo el desarrollo de la trama. Y es que hay en esta versión un importante y muy exigente trabajo de dirección de actores que, además, no sólo requerirá de los cantantes de unas sólidas facultades interpretativas, sino también de una buena forma física, pues no son pocas las subidas y bajadas de escaleras o a los elementos móviles que modifican el decorado, el corretear por el escenario o mil ocurrencias más planteadas por la regia para que se lleven a cabo mientras se canta (inolvidables, por ejemplo, los saltos en el sofá de Angelina).

Sé que ayer en algunos corrillos surgió el perpetuo debate acerca de hasta qué punto pueden llegar esas exigencias escénicas si pueden acabar afectando al mantenimiento de unas condiciones óptimas para que el canto no se vea alterado. Todos tenemos en el recuerdo, por hablar de otro Rossini, aquel mareante Barbiere de Michieletto, ejemplo de cómo, si estiras la cuerda demasiado, te arriesgas a que al final se rompa y se desmorone el conjunto de un trabajo que como planteamiento estaba bien concebido. Conseguir ese justo equilibrio es la clave, y aquí, desde mi punto de vista, Pelly sí ha logrado mantenerlo, fundamentalmente también gracias a contar en este reparto con un conjunto de cantantes que han respondido extraordinariamente bien a las exigencias actorales.

A mi juicio, el mayor hándicap de la propuesta estriba en otro elemento que pienso que sí perjudica a las voces bastante más que los movimientos de los cantantes, como es que el escenario se encuentre abierto por los laterales y con un campo de acción bastante profundo y abierto, lo que perjudica la sonoridad de las voces menos caudalosas cuando los solistas se encuentran demasiado retrasados del proscenio. Y otro detalle que, aunque no me molestó no acabé de entender, fue el  por qué Alidoro sale caracterizado de director de orquesta, con batuta incluida. Pero bueno, a pesar de estos detalles menores, creo que ha sido una de las propuestas escénicas con las que más he disfrutado últimamente y que he encontrado más adecuadas a la obra representada.

Tras haberse cancelado la presencia en estas funciones, como director musical, del inicialmente anunciado Maurizio Benini, ha sido finalmente Carlo Rizzi quien se ha situado en el foso al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. El director italiano ya pasó por Les Arts en 2013, dirigiendo el Réquiem de Verdi, también por cierto en sustitución del titular entonces previsto, nada menos que Riccardo Chailly. Igual que ocurriera en aquella ocasión, Rizzi llevó a cabo una correcta labor de batuta, sin que tampoco haya nada muy relevante que reseñar, ni hubiera ninguna genialidad que brillase especialmente, pero creo que su trabajo fue cumplidor y resultón en una partitura que tampoco es el recopetín y en la que pienso que lo más importante es saber acompañar las voces y ofrecer un marco adecuado para que los solistas destaquen y exhiban sus cualidades, cuidando especialmente, sobre todo, la concertación en los complicados y abundantes números de conjunto que concibió el genio rossiniano. En esa faceta de cuidado de las voces y la concertación, creo que Rizzi sí consiguió cumplir el objetivo.

Es verdad que yo eché en falta un pelín más de nervio e intensidad en algunos momentos donde los tiempos me parecieron algo lentos, como en la obertura (que por cierto fue interpretada, afortunadamente, a telón bajado), pero en general creo que su trabajo fue positivo. Sí me pareció que brilló mucho más la orquesta en otro instante proclive al lucimiento orquestal, como es el del temporal, donde los músicos de nuestra orquesta hicieron gala de su valía. Entre ellos, me pareció destacable el trabajo durante toda la noche de toda la sección de vientos, con trompas y flautas en especial, así como la labor al clave de Simone Ori.

Los componentes masculinos del Cor de la Generalitat estuvieron en su línea habitual, esto es, excelentes en lo vocal y en lo interpretativo, sabiendo adaptarse también con profesionalidad y sentido de la comedia a los requerimientos del director escénico. Cantaron con mascarilla todo el tiempo, lo que en su primera intervención es cierto que da la impresión de una sonoridad más opaca, pero conforme avanza la representación consiguen que uno se olvide del enmascaramiento. Me parecieron estupendos en la escena con Don Magnifico, así como en el acompañamiento a Don Ramiro en Noi voleremo, domanderemo y en el coro Della fortuna istabile la revolubil.

En el apartado de los solistas vocales, en lo que se está convirtiendo en una afortunada costumbre de la etapa Iglesias, ha vuelto a presentarse en Les Arts un reparto muy homogéneo y de calidad.

En la mezzosoprano Anna Goryachova, quien ya cantase en esta producción a su paso por el Grand Théâtre de Genève el pasado mes de septiembre, recayó la responsabilidad de asumir el complicado papel de Angelina. Quizás no sea la rusa una contralto de reglamento, pero sí alcanza las exigencias en los graves con sonoridades acontraltadas. El timbre y el color oscuro de su voz son ciertamente atractivos, y se aleja de esas emisiones entubadas y retrasadas tan comunes en este tipo de voces. Conoce además el género y se ajusta al estilo rossiniano con ductilidad, brillando en los momentos de euforia lírica, con unos agudos amplios y brillantes, aunque hubiera alguno con un punto chillado. Al mismo tiempo, sabe ofrecer con sensibilidad todo el aroma melancólico que desprende el personaje. Mostró una voz homogénea, que maneja con un cuidado legato y fraseo, afrontando con seguridad la coloratura, adornos y mil requerimientos que tiene Angelina, especialmente en esa traca final que es el Nacqui all’ affanno… Non piú mesta que resolvió más que dignamente. En el aspecto interpretativo, aunque no ofrezca un derroche de expresividad, no puede negársele una entrega absoluta, y en este punto no me resisto a volver a reseñar aquí sus saltos sobre el sillón de flecos.

Siempre he tenido una debilidad especial por el tenor norteamericano Lawrence Brownlee. Desde que empecé a escucharle en videos y grabaciones, me interesó mucho su voz ligera y ya le dediqué una entrada en este blog en 2010. Su Don Ramiro presenta una línea de canto magnífica, plena de sutileza y elegancia, con un dominio insultante del canto ligado, gracias a un fiato espectacular. También sorprende por la naturalidad y facilidad con la que se mueve en el registro agudo sin pestañear. Una vez escuchado en directo, he de decir, no obstante, que, efectivamente, tal y como sospechaba, el único reparo que se le puede poner a Brownlee es su volumen limitado, pero, al igual que ocurre con otros tantos ilustres cantantes con voces pequeñas (Flórez, Bartoli…), ello no puede desmerecer sus múltiples virtudes canoras.

Uno de los principales alicientes de esta Cenerentola era el debut en nuestro teatro, por fin, del grandísimo bajo-barítono Carlos Chausson, una de las voces más relevantes que ha dado nuestro país en los últimos años y cuya ausencia en el teatro de Calatrava era una deuda imperdonable que finalmente se ha visto satisfecha. Y lo ha hecho por la puerta grande, convirtiéndose, a mi juicio, en lo más sobresaliente de una función muy relevante El cantante zaragozano, pese a su veteranía, sigue manteniendo una frescura de instrumento y una presencia vocal y escénica imponentes. El rol de Don Magnifico, barón de Montefiascone, es uno de sus papeles fetiche, con el que ha dado muestra de su inmenso arte en los principales teatros de ópera del mundo, y ayer, como no podía ser menos, se metió en el bolsillo al público de Les Arts nada más abrir la boca con el Miei rampolli femminini. Es un auténtico lujazo poder disfrutar de las enormes dotes escénicas de Chausson que sabe bien lo que es un bajo bufo rossiniano y borda la interpretación actoral de la comedia con un dominio sin parangón del gesto y del texto, sin caer en la ridiculización y la fácil payasada, al tiempo que ofrece toda una lección de estilo y de canto belcantista. Su dicción y la intención de su fraseo son impecables, sus recitativos deberían ser asignatura obligada en los conservatorios y su dominio del canto silabato dejó a la platea con la boca abierta (bajo las mascarillas, que no cunda el pánico) en la exhibición que hizo en este apartado durante toda la velada, especialmente en el Sia qualunque delle figlie del segundo acto.

Para mí fue una muy grata sorpresa el Dandini del joven cantante catalán Carles Pachón que lució una bella voz de auténtico timbre baritonal que corría liberada y fresca por la sala, luciendo una emisión natural, de amplio volumen, que brillaba especialmente en su registro central. Aunque no rebosase de matices, sí que mostró un fraseo cuidado e intencionado, con muy buena dicción y cuidando además los recitativos con pulcritud. Interpretativamente estuvo espléndido, con gracia y desparpajo en los muchos momentos cómicos que tiene el personaje, y consiguió aguantar el tipo y dar justa réplica a Chausson en el dúo Un segreto d'importanza, lo cual no es moco de pavo.

El papel del filósofo Alidoro recayó en el joven bajo italiano Riccardo Fassi, quien presentó un instrumento de innegables cualidades que todavía debe pulir un poco más en cuanto a finura del fraseo y técnica vocal, a fin de liberar más la emisión. No obstante, cumplió con corrección en su aria Là del ciel nell'arcano profondo y estuvo también voluntarioso en el apartado escénico.

Los papeles de las odiosas hermanastras Clorinda y Tisbe fueron interpretados, con  buenas prestaciones vocales y, sobre todo, con un magnífico derroche de expresividad actoral, por Larisa Stefan y Evgeniya Khomutova, ambas alumnas del Centre de Perfeccionament ese que ya no lleva el nombre de un cantante cuyo nombre empieza por Placi y acaba por Mingo, que venía todos los años a Valencia y fue muy famoso, pero que ahora parece que no haya existido nunca.

Como ya pasara en la reciente representación del 26 de noviembre del extraordinario Mitridate que ofrecieron Marc Minkowski y Les Musiciens du Louvre, ayer volvió a haber pausa entre los actos primero y segundo. No entiendo muy bien que al final de la representación se sea tan estricto en cuanto al orden de salida e itinerario a emplear y en el descanso salga la gente al foyer cuándo y cómo le sale del clarinete. Pero bueno, no critico la pausa, de la cual se alegran mucho las próstatas añosas y las abstinencias nicotínicas, ninguna de las cuales es mi caso; pero la paradinha origina que la función se alargue más allá de las tres horas, haciendo muy difícil poder llegar a casa antes del toque de queda de las 00.00 horas, lo cual, por cierto, resulta muy apropiado para ambientar esta Cenicienta.

La sala principal de Les Arts, como era de esperar, presentó una mayor ocupación que en la anterior ópera de temporada, Fin de partie, y, dentro de las limitaciones obligadas de aforo, puede considerarse que había una buena entrada. Entre las personalidades asistentes sólo pude identificar al alcalde de Valencia, Joan Ribó. Al final de la representación se ovacionó con fuerza a todos los participantes, siendo especialmente braveados, Carlos Chausson, Anna Goryachova y el Cor de la Generalitat. No entiendo por qué no salió a saludar ninguna persona del equipo escénico, cuando en esta ocasión pienso que tenían garantizado el reconocimiento de un público que disfrutó enormemente con la propuesta planteada. Yo me quedé en un bravus interruptus porque estaba dispuesto a bravearles sin tapujos en cuanto aparecieran en escena,

Así que ya sabéis cómo voy a terminar, recomendando a todos los que quieran pasar un buen rato que acudan a Les Arts alguno de los días que quedan programadas funciones de esta Cenerentola, para disfrutar del genio de Rossini, de una puesta en escena vistosa y divertida y de un elenco vocal muy solvente.

Pero no, no voy a acabar así. Lamentablemente, hoy he leído en la prensa local que los fantasmas que parecían desterrados sobre el futuro del Cor de la Generalitat han resucitado, ya que parece ser que la administración autonómica valenciana está dispuesta a incumplir los acuerdos a los que llegó con los representantes de la agrupación en 2019, al pretender sacar el IVC a oposición todas las plazas actuales, dejando de lado lo pactado el pasado año cuando se alcanzó un acuerdo para paralizar la anunciada convocatoria de huelga de sus miembros. La oferta pública de empleo que se ha propuesto ahora y que se tendría que aprobar antes de fin de año según el citado acuerdo, tenía que ser decidida por la Comisión de Diálogo Social que aún no ha tomado una decisión. Estas canalladas y puñaladas por la espalda son características de estos mequetrefes y mequetrefas con carguito que ignoran la responsabilidad que asumen hacia la sociedad que los ha colocado ahí y que hoy dicen culo y mañana teta sin rubor alguno ante sus propias contradicciones  y engaños. Sinvergüenzas se les llamaba cuando yo iba al cole, hoy se les tilda de Molt Honorable y de Excelentísimo/a señor/a.

Yo sólo sigo reiterando lo que he dicho en mil ocasiones. No hay más solución que garantizar la estabilidad y consolidación de todos los componentes del Cor de la Generalitat, con las medidas que sean necesarias, ordinarias o extraordinarias, para preservar este irrenunciable activo cultural de toda la Comunitat Valenciana. Cuando se quieren solucionar situaciones extraordinarias, se encuentran soluciones. Encuéntrenlas. Cualquier decisión que se adopte en contra de esto es un absurdo e injustificado suicidio cultural.

 

11 comentarios:

  1. Hola Atticus:
    El miércoles mi hermana y yo pudimos volver a disfrutar de una función de ópera gracias a la iniciativa "Preestrena fins a 28", que por desgracia, se interrumpió en Marzo debido a la pandemia. Teníamos muchísimas ganas de volver y disfrutamos mucho. En Enero volveremos con "Falstaff".
    Los antiguos "ensayos generales", ahora reconvertidos en funciones para jóvenes, me parecen una idea fantástica. Alegra ver la sala llena de personas que comparten contigo la pasión por este arte . El público es además respetuoso y entusiasta a partes iguales.
    Te felicito de nuevo por tus crónicas operísticas, muy entretenidas, constructivas y llenas de sentido del humor.
    Saludos,
    Eduardo.

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    1. Esta iniciativa de reservar los ensayos generales a público joven, me parece también una idea estupenda. Aprovechad quienes todavía tengáis la suerte de estar en edad porque es una forma extraordinaria de aficionarse a la ópera pudiendo ver a artistas de primer nivel a un precio muy asequible.
      Gracias por tu comentario Eduardo y procura no perderte Falstaff ni Tristan.
      Un saludo

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  2. Hola Atticus. Gracias por tu crónica de la función. Yo también la disfruté mucho. La propuesta escénica me pareció muy acertada y resolutiva. La orquesta sonó de maravilla.

    Sin duda gran parte del mérito fue de Chausson. Mostró un canto natural que a penas se oye hoy día y, aunque algunas notas las agudas se le quedaron un poco atascadas, es emocionante oír una voz que corre por la sala y sabe cantar las vocales sin modificarlas. Todo lo contrario (mi opinión, claro) que la prota. No oí ni una sola vocal 'A' bien cantada. Cantó con una voz nasal que solo era audible en los agudos (chilladillos), con graves muy flojos que muchas veces tenias casi que intuirlos.

    El tenor también fue un poco decepcionante para mí. Habia oído que cantaba en el Metropolitan y por eso me quedé algo perplejo cuando noté el escaso volumen. Lo que más me llamó la atención fue que en los agudos la potencia disminuía aunque parecía cantar en forte y daba la sensación de que la voz se quedaba con él y no salía hacia el público. Sin embargo, esa fue la tónica general en la función. Personalmente,soy de los que cree que no hay ninguna ópera escrita para voces pequeñas. Clasificar las voces de pequenas a grandes es engañoso. La falta de volumen y proyección debería considerarse una falta grave y no achacarlo al "tipo de voz". No hay nada más aburrido que ver a los cantantes mover la boca y no oír nada y ayer eso ocurrió (y con Rosini!!!!). Creo que la funcion ganó enteros con Chausson y Dandini, quien apunta a maneras. Ellos fueron los héroes de la funcion. Ellos y la producción merecen valen la pena y ayer los disfruté. Lo mejor de la noche vino de parte de mi sobrina, que iba por primera vez a la ópera y cuando le pregunté qué le parecía el padrastro me dijo " Canta súper bien. Es el único que parece que no fuerce".

    Un saludo y gracias, Atticus. Esperemos seguir con la temporada.

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    1. Coincido contigo en el tema de las 'A', pero es muy habitual no escucharlas perfectamente pronunciadas. Lo de Chausson es de 10 en todas las facetas.
      No percibí nasalidad en la voz de Goryachova y, aunque es cierto que en los graves perdía sonoridad, me resultó perfectamente audible en todo el registro.
      He dicho muchas veces, y repito ahora, que la acústica de Les Arts es muy peculiar y, dependiendo de dónde te ubiques, las mismas voces se perciben de forma muy distinta. Yo que soy de los que si puedo repito varias funciones y me ubico en diferentes sitios del teatro lo tengo más que comprobado.
      Dicho eso, es incuestionable que Brownlee tiene una voz pequeña, pero no creo que sea un problema de emisión, sino de caudal natural de la misma. Yo sí pienso que hay voces pequeñas, igual que también hay emisiones defectuosas, pero no creo que vayan asociadas necesariamente ambas cuestiones.
      Por cierto, felicita a tu sobrina por su comentario y a ver si la aficionas y acude a más funciones.
      Un saludo

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  3. He ido a la función del día 12. Comparto, como casi siempre, buena parte de la crítica de Atticus y no voy a repetir. Pero no me gustaron nada las 2 sopranos-hermanastras, vocalmente inexistentes; y me decepcionaron un poco, sólo un poco, los dos protagonistas. A Goryachova la vi muy irregular, con momentos espléndidos y otros poco acertados en la coloratura. A Brownlee sólo lo conocía enlatado, su Cenerentola con Garança en el MET me pareció fantástica, y aquí su falta de volumen desmereció un poco el magnífico canto rossiniano que sí creo que posee. Triunfador indiscutible, el gran Chausson.
    En todo caso salí contento, que no es poco

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    1. Hola Juan, gracias por compartir aquí tus impresiones.
      Como no fui a la función del 12 no puedo valorar lo ocurrido, pero a mí desde luego el día del estreno Goryachova sí me convenció en todos los aspectos.
      En cualquier caso, más allá de lo tiquismiquis que nos pongamos algunos respecto a cuestiones puntuales, coincido contigo en que el espectáculo ofrecido es muy disfrutable.
      Un saludo

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  4. Gràcies per esta acta notarial de la funció, dit en el millor sentit de l'expressió. Quant als comentaris dels amics del blog, amb la intenció d'obrir una sana discussió, opine que l'òpera és un espectacle escènic. No s'ha de parlar solament de qüestions vocals, com si fóra un concert. Per al meu gust és millor comptar amb un artista equilibrat, que puga tindre alguna mancança cantora puntual, però que tinga bones qualitats dramàtiques i que es puga alçar quan es posa de genolls (ja veurem que passarà amb Maestri, he he). En este sentit, Angelina tingué una actuació molt completa i li sumaria punts. A Don Ramiro li'n restaria perquè actoralment em semblà molt limitat. Chausson no entra en la competició. Fora de sèrie. Una abraçada a tots.

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    1. Pues mira, introduces un interesante debate que daría para mucho. Estoy completamente de acuerdo en que la faceta escénica tiene que tener una importancia considerable, pero pienso que lo fundamental será la voz. Pavarotti era un pésimo actor, la Montse tenía obvios problemas de movilidad, pero mataríamos por haber podido acudir a una representación suya.
      En el equilibrio está el punto óptimo, pero es delicado, porque también tenemos a los guapitos/as y buenas condiciones dramáticas que con voces del montón triunfan por todo el mundo, tampoco ese es el objetivo.
      Pienso que Goryachova estuvo muy acertada en las dos facetas, Brownlee más limitado quizás en su actuación, pero cumpliendo más que correctamente y mostrando un estilo y un canto, a mi juicio, de primer nivel, dejando de lado el consabido tema del volumen.
      Como dices, Chausson no juega, de él no podemos decir nada, sólo postrarnos de hinojos y adorarle.
      Un abrazo

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    2. Vaig assistir a la funció del dissabte 12 i coincidesc totalment amb Juan Martínez amb el fet que algunes veus van ser massa petites.

      Amb les dimensions del MET segur que hi ha amplificació, de no ser així cantants com Brownlee no se sentirien.

      En altres Rossinis a Les Arts com Il Viaggio o Tancredi les veus corrien perfectament per la sala. En L'Italiana in Algeri em va passar com ahir, no se sentien bé els cantants.

      El fet de cantar al fons de l'escenari o en altura atenua molt la intensitat del so.

      "Magnífico" Carlos Chausson.

      La escenografia és important, però sense veus que canten bé i que transmeten emocions l'òpera perd el seu sentit.

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    3. Gràcies per deixar-nos la teua opinió, Pepe. Jo crec que l'escenografia té en aquesta producció una influència decisiva quant a dificultar que s'escolten bé les veus mes petites.

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    4. He estado en el MET, pero sólo viendo un ballet, que tanto le gusta a Atticus; para la ópera nunca he tenido la suerte de encontrar entradas; y dejé pasar la Valquiria del 2012 por estúpido (en la puerta y había entradas, pero mis amios no querían y seuí con ellos). Pero esa inmensa sala es un reto para cualquiera; en lo que veo en Streaming o DVD intento siempre encontrar el micro escondido en algún lugar del cantante de turno, pero no lo he logrado. Si hay amplificación debe ser de micros de ambiente, o son unos genios escondiéndolos. En todo caso, la amplificación siempre se nota. Sería interesante saber este detalle.

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