Se dio ayer el pistoletazo de salida a una nueva edición del Festival del Mediterrani, la cuarta, con el estreno de una ópera emblemática del repertorio como es “Tosca” de Giacomo Puccini.
A pesar de la coincidencia con final futbolera de Champions, hubo lleno absoluto en el Palau de les Arts, con presencia de los fieles aficionados de siempre, mucho novato, bastante público extranjero y, por supuesto, faranduleo y politiqueo, aunque en menor medida que en otros estrenos pese a la popularidad del título, posiblemente debido al fútbol y a que ya habían pasado las elecciones y algunos imputados ya no necesitaban disimular fingiéndose cultos para arañar votos.
Esta “Tosca” estrenada ayer es una nueva coproducción de Les Arts con la Fundación del Festival Puccini de Torre del Lago, la Ópera de Montecarlo y el Teatro Regio de Turín, que ha contado con la dirección escénica de Jean-Louis Grinda y musical de Zubin Mehta.
Jean-Louis Grinda ha declarado con motivo del estreno que su intención era presentar la historia que vive Floria Tosca “como la de un ángel caído que se plantea la pregunta ¿cómo he podido llegar a esto?”. Para ello, introduce la historia con unas imágenes proyectadas donde se ve a Tosca saltando al vacío desde el Castel Sant’Angelo y en su caída, a modo de flashback, va recordando todo lo ocurrido para haber llegado a ese punto, comenzando en ese momento la ópera. La misma proyección cerrará la función con los últimos compases de la partitura.
Estéticamente estas imágenes resultaban atractivas e impactantes y facilitaban la resolución del momento del suicidio, aunque el planteamiento de la trama como un flashback no creo que aporte absolutamente nada, además de que narrativamente sería un flashback tramposo al no respetar el punto de vista, mostrándose escenas que Tosca no podría recordar por no estar presente.
La propuesta de Jean-Louis Grinda, en general, me pareció fallida. Es enormemente clásica en cuanto a su concepción, vestuario y desarrollo, pero parece que se le haya querido dar un barniz de ‘modernidad’ con una escenografía caracterizada por un extremo minimalismo. Pero en este caso, más que minimalismo conceptual, daba la impresión de ser minimalismo ahorrativo, porque allí profundidad de concepto o introspección psicológica no había por ningún lado.
Escenográficamente cercana al todo a cien, me pareció nefasto el primer acto, casi digno de Carlos Saura; no me desagrado del todo el segundo, gustándome la proyección del lienzo de Tintoretto “Tarquino y Lucrecia” (según me apuntó un amigo) en el momento en que Scarpia se va poniendo más calentorrete; y del tercero sólo salvaría el interesante efecto de la sombra del ángel que culmina Sant’Angelo.
En cuanto a la dirección de actores, fue tremendamente elemental y previsible. Aquí se contó con la ventaja de tener a un gran animal escénico como es Bryn Terfel, que él solo se come el escenario. Aunque se compensaba con una sosa Dyka y un Marcelo Álvarez que, siendo benévolos, diremos que no es precisamente Marlon Brando el hombre, con lo que, excepto a Terfel, la verdad es que a la mayoría de intérpretes se les veía un tanto perdidos por la escena.
Tan sólo hubo algunos detalles aislados ‘innovadores’ en la propuesta de Grinda, pero sin que aportasen nada al drama, como que al final del segundo acto el manto se quede enganchado en la mesa, lo cual provocaba risas y cuchicheos en un momento especialmente dramático, por dar la apariencia de que pudiera ser un accidente escénico fortuito. Tampoco me gustó el detalle pandilleril de que Scarpia le meta un golpe con la frente a Cavaradossi después del grito “Vittoria, Vittoria” del segundo acto. Sí me pareció acertado sin embargo que Scarpia finalice el primer acto arrodillándose y besando la mano del Cardenal; pero que inmediatamente después acabe arrojando las flores de Tosca al aire, lo considero una majadería imperdonable, completamente contraria al personaje. Ya sólo faltaba que le hubieran vestido de Locomía.
La iluminación de Roberto Venturi tampoco aportó nada a una dirección escénica que pretende ser moderna, pero que se quedó en previsible y anodina.
En lo musical, la dirección del maestro Zubin Mehta suscitó comentarios para todos los gustos. A mí me gustó bastante. Como suele ser habitual en el director indio, no hizo una lectura especialmente genial o innovadora, pero sí muy correcta y con algunos detalles de muy buen gusto. Condujo Mehta la orquesta con batuta firme, manteniendo una pulsión dramática muy destacable, sobre todo en un segundo acto estupendo. Mimó a los cantantes con especial cuidado, pero sin que en ningún momento mermase la tensión requerida por la partitura.
Es cierto que hubo algunos desajustes en la Orquestra de la Comunitat Valenciana, como ya viene siendo habitual los días de estreno, pero yo no percibí que fuesen de tanta envergadura como algunos amigos me comentaban a la salida. En sus intervenciones solistas destacaron clarinete y concertino; y me pareció que tuvieron una noche especialmente inspirada los metales.
El Cor de la Generalitat Valenciana estuvo soberbio en su pequeña pero crucial participación, e igualmente positiva fue la intervención de los niños de la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats.
Entre los solistas vocales hubo un poco de todo.
Marcelo Álvarez no sólo no nos regaló una de sus temidas espantás de divo caprichoso, sino que para mí fue el gran triunfador de la noche. De entrada el argentino sorprendió favorablemente por su imagen, habiendo perdido bastante peso desde aquel Don José orondísimo y charcutero del año pasado. Vocalmente su Cavaradossi estuvo plagado de matices y lucimiento canoro, llevando a cabo todo un recital de pianissimos y filados, casi excesivos, haciendo que por momentos yo me acordase del gran Miguel Fleta (admítase la herejía), aunque es cierto que pecaban de poco volumen. Su dicción fue perfecta y el fraseo bellísimo y estilísticamente impecable. Se mostró segurísimo toda la noche en la zona aguda, aunque en ocasiones tendiese a irse la voz un tanto atrás, y nos obsequió con unos “Vittoria, Vittoria” ajustados y larguísimos, y un ‘E lucevan le stelle…’ francamente emocionante.
El galés Bryn Terfel dibujó un Scarpia estupendo. Siniestro, rijoso y malvado hasta el tuétano. Gran parte de su éxito se basa en su enorme talento escénico que, incluso con direcciones escénicas tan planas como la de Grinda, le permite llevar a cabo actuaciones dramáticas memorables. Su voz flexible, de centro bellísimo y poderoso, brilló más en el segundo acto que en el primero, donde pareció comenzar un poco frío, con algún problema de proyección y con demasiados empujones de la voz, como si le costase encontrar el apoyo natural de la misma. El mejor momento del galés fue el monólogo “Non mi vendo a prezzo di moneta”, donde su cuidado e intencionado fraseo y la fuerza dramática de su interpretación hizo que la emoción se adueñase definitivamente de la sala.
La soprano Oksana Dyka, que nos sorprendió muy favorablemente a todos el año pasado en “Madama Butterfly”, no me convenció nada como Tosca. Ya desde su primer “Mario, Mario” me dio la impresión, que se mantendría toda la noche, de que estábamos escuchando a Cio-Cio-San cantando "Tosca". Y también supe que, pese a que a mí no me estaba gustando, sería muy aplaudida al final. Y es que la ucraniana tiene una voz muy rica en armónicos, de agradable timbre y enorme volumen, que se mueve además con solvencia por la zona aguda, todo lo cual suele ser en Les Arts sinónimo de éxito garantizado.
Pero por el contrario, Dyka fue una Tosca, permítaseme el fácil chiste, muy tosca. Su fraseo fue duro, totalmente exento de legato y muy plano. Tuvo una nula capacidad de matización y de acento dramático, y la frialdad y la brusquedad fueron características de su interpretación. En la escena de la tortura dio un importante recital de gritos y el momento siempre esperado del “Vissi d’arte” resultó gélido y falto de elegancia, delicadeza y emoción, no siendo capaz ni de intentar un solo piano, así que, en lugar de transmitirnos el pesar y frustración de la protagonista, parecía que estuviera haciendo el pedido a la cocina del Burger King. Y su “Questo è il bacio di Tosca!” fue, además de inaudible, tan rutinario como un “Chicas, que ha llegado el afilador”.
Pero por el contrario, Dyka fue una Tosca, permítaseme el fácil chiste, muy tosca. Su fraseo fue duro, totalmente exento de legato y muy plano. Tuvo una nula capacidad de matización y de acento dramático, y la frialdad y la brusquedad fueron características de su interpretación. En la escena de la tortura dio un importante recital de gritos y el momento siempre esperado del “Vissi d’arte” resultó gélido y falto de elegancia, delicadeza y emoción, no siendo capaz ni de intentar un solo piano, así que, en lugar de transmitirnos el pesar y frustración de la protagonista, parecía que estuviera haciendo el pedido a la cocina del Burger King. Y su “Questo è il bacio di Tosca!” fue, además de inaudible, tan rutinario como un “Chicas, que ha llegado el afilador”.
Todos los comprimarios estuvieron en un nivel más que correcto, gustándome especialmente el Sacristán que compuso el barítono veneciano Fabio Previati.
Al final hubo fuertes aplausos para todos, incluida la dirección de escena, aunque aquí se escucharon tres o cuatro tímidos intentos muy aislados de abucheo. La anécdota de la noche la firmó Zubin Mehta al hacer callar al público durante la ovación final para anunciar el resultado del partido de fútbol, originando el desconsuelo de Bryn Terfel, supporter declarado del Man United, y el alborozo de uno de los miembros de la orquesta (creo que un fagot) que ondeó jubiloso una camiseta del Barça.
Ese es el poder del fútbol, seguro que a la inversa no ocurrirá nunca. La megafonía del Camp Nou anunciando: “Atención: En el Liceu, gallo de Vittorio Grigolo en ‘Che gelida manina’, abucheos a la escena y bravos para Netrebko”.
Os recomiendo leer también las crónicas de los amigos Maac y FLV-M.
ACTUALIZACIÓN A 05/06/11:
Anoche estuve viendo de nuevo esta "Tosca" y hubo algunas cosas que me gustaría comentar.
Lo primero que me llamó la atención fue que dos de las cosas que yo había criticado de la puesta en escena se han cambiado. Afortunadamente, Scarpia ya no finaliza el primer acto tirando las flores al aire con un amaneramiento impropio del personaje, sino que ahora las arroja hacia un lado, con rabia, quedándose con una en la mano que simboliza a esa Tosca a la que piensa hacer suya. Lo que podéis ver en este video del final del primer acto grabado en la función del día 31:
video de MrsTLeighton
La otra variación, también para mejor, es que al final del segundo acto ya no se queda el manto enganchado en la mesa, sino atrapado bajo el cadáver de Scarpia.
En el apartado musical, la orquesta estuvo excelente, mucho mejor acoplada que en el estreno; Marcelo Álvarez me gustó menos, sobre todo en el primer acto, con pianos inaudibles y corriéndole poco la voz; Oksana Dyka estuvo mejor que en el estreno aunque su "Vissi d'Arte" me siguió pareciendo muy flojo; y Bryn Terfel, sensacional de principio a fin.
ACTUALIZACIÓN A 05/06/11:
Anoche estuve viendo de nuevo esta "Tosca" y hubo algunas cosas que me gustaría comentar.
Lo primero que me llamó la atención fue que dos de las cosas que yo había criticado de la puesta en escena se han cambiado. Afortunadamente, Scarpia ya no finaliza el primer acto tirando las flores al aire con un amaneramiento impropio del personaje, sino que ahora las arroja hacia un lado, con rabia, quedándose con una en la mano que simboliza a esa Tosca a la que piensa hacer suya. Lo que podéis ver en este video del final del primer acto grabado en la función del día 31:
video de MrsTLeighton
La otra variación, también para mejor, es que al final del segundo acto ya no se queda el manto enganchado en la mesa, sino atrapado bajo el cadáver de Scarpia.
En el apartado musical, la orquesta estuvo excelente, mucho mejor acoplada que en el estreno; Marcelo Álvarez me gustó menos, sobre todo en el primer acto, con pianos inaudibles y corriéndole poco la voz; Oksana Dyka estuvo mejor que en el estreno aunque su "Vissi d'Arte" me siguió pareciendo muy flojo; y Bryn Terfel, sensacional de principio a fin.