Y sigue el baile en el reparto de “Otello”. Si hace apenas nueve días anunciábamos que el tenor Kristian Benedikt sustituía a Aleksandrs Antonenko en el papel protagonista tras la cancelación de éste por motivos de salud. Acaba de conocerse que finalmente será el prestigioso y veterano tenor norteamericano Gregory Kunde quien definitivamente (esperemos) asumirá el papel del moro verdiano el próximo día 1 en el Palau de les Arts de Valencia.
Esta es una excelente noticia. Yo ya dije que tenía muchas ganas de escuchar a Antonenko en directo como Otello, pero, francamente, creo que me apetece aún más disfrutar de Gregory Kunde. Un tenor que, a sus casi sesenta años, debutó este papel el pasado mes de noviembre en Venecia con un importante éxito, pese a la inicial desconfianza de muchos, entre los que me incluyo.
Según se informaba hoy en prensa, parece que los motivos por los que Benedikt tampoco cantará en Valencia tienen su origen en una decisión personal del director musical Zubin Mehta, que ha considerado que el joven tenor lituano no cumplía sus expectativas.
Ponerse a buscar a estas alturas, deprisa y corriendo, a una semana del estreno, a un cantante de cierta entidad para afrontar un papel tan atractivo, pero tan endiabladamente duro como este, no es tarea fácil. Nuevamente se ha demostrado la habilidad de Helga Schmidt en estas lides, contando sin duda con el apoyo decisivo que puede suponer el que al frente de la dirección musical esté el maestro Mehta, a quien los valencianos amantes de la ópera nunca estaremos suficientemente agradecidos por la labor que está desempeñando, no sólo en la vertiente artística, sino también en la permanente defensa de nuestro teatro de ópera. Sí, ya sé que habrá quien diga que está llevándose también sus buenos ingresos, pero una persona de este nivel y prestigio sabe que eso lo tiene asegurado aquí y en Katmandú.
Bueno, confiemos en que esta vez ya sea la definitiva y no sigan los cambios de Otello. Así ya está bien. Muy bien.
Tras 20 años de carrera haciendo un cine muy personal, en el que las reflexiones sobre la venganza y la violencia siempre han ocupado un lugar principal (“Oldboy”, “Symphaty for Mr. Vengeance”), el director surcoreano Park Chan-Wook, como tantos otros antes que él, se ha dejado seducir por la todopoderosa industria de Hollywood y ha estrenado “Stoker”, una producción estadounidense con mediáticos protagonistas, como Nicole Kidman, y una importante campaña de promoción detrás.
No voy a ocultar que, con esas premisas y pese a reconocerme seguidor fiel de la filmografía de Chan-Wook, acudí a ver “Stoker” con bastante desconfianza y esperando encontrarme con una obra menor, en la que se apreciasen ciertos rasgos identificativos de su cine, pero sometida a los dictados de los discutibles criterios de la industria norteamericana. Y no ha sido así. Al menos no del todo.
Si algo no se le puede cuestionar a “Stoker” es su originalidad, característica común a casi todas las películas de este genial director surcoreano. No negaré que “Oldboy” o, en general, la trilogía de la venganza, quizás desprendan una mayor frescura y autenticidad creativa, pero creo que “Stoker” es una obra muy relevante cuya visión me atrevo a recomendar. Posiblemente no sea una película apta para todos los paladares, pese a que la crudeza o las dosis de violencia son mínimas en esta ocasión, pero los que amamos la magia visual del arte cinematográfico, no podemos dejar de disfrutar ante trabajos como este.
Esta vez Chan-Wook cuenta con un guión del actor Wenworth Miller (Michael Scofield en la serie “Prison Break”) en el que se nos narra la peculiar visión del mundo de India Stoker (Mia Wasikowska), una joven solitaria e introvertida que tan sólo mantiene una estrecha relación con su padre (Dermot Mulroney). La muerte de éste el día del 18 cumpleaños de India y la llegada de Tío Charlie (Matthew Goode), un hermano de su padre del que nadie parecía conocer su existencia, con intención de quedarse a vivir un tiempo con India y su madre (Nicole Kidman), despertará ocultas tensiones sexuales e irá demostrando a India que quizás tenga más en común con el tío Charlie de lo que pensaba.
Con esos mimbres, Chan-Wook construye, con sorprendente meticulosidad y pulcritud, un turbador drama gótico familiar en el que la atmósfera desasosegante que destila desde el primer fotograma nos va atrapando hipnóticamente, mientras la tensión va creciendo de forma progresiva, dejándonos paladear un sentido del ritmo cinematográfico ejemplar que no decae un solo segundo, como si ese metrónomo sobre el piano de los Stoker guiase también milimétricamente el magnífico pulso narrativo de Chan-Wook.
Unas notables interpretaciones del trío protagonista contribuyen a dotar al film de la atmósfera requerida. Especialmente destacable resulta el trabajo de Mia Wasikowska, sabiendo transmitir a la perfección todos los recovecos del personaje, con unas miradas y silencios antológicos. Igualmente reseñable es el juego de miradas e inquietantes sonrisas del guaperas Matthew Goode. Y Nicole Kidman hace también una labor meritoria, aunque sus últimas interpretaciones están demasiado condicionadas por esa rigidez e inexpresividad que le está ocasionando el exceso de bótox y un recauchutado general que la está mutando poco a poco en una peculiar Nancy Lomana.
Papel esencial juega asimismo la banda sonora de Clint Mansell, medida y de puntuación precisa, que cuenta además con el lujo de las aportaciones que hace al film el compositor Philip Glass. Y también quiero llamar la atención de forma especial sobre los efectos de sonido, en una película donde los ruidos y silencios tienen tanta importancia.
Pero si algo hay especialmente relevante en el cine de Chan Wook es su cuidado estilismo visual, la magia que se desprende de cada uno de los estudiadísimos planos, de esos subyugantes encuadres y movimientos de cámara, de la bellísima fotografía y de una utilización magistral de la luz y el color (¡esos amarillos y rojos!) o de la profundidad de campo. La cinta deja en nuestra memoria algunas imágenes inolvidables, como la fusión del pelo cepillado de Nicole Kidman con la maleza ondulante, el cinturón saliendo de las trabillas del pantalón como una cobra a punto de lanzar el picotazo mortal, el sacapuntas afilando el lápiz manchado de sangre o ese momento cumbre de la película con el tío y la sobrina tocando el piano a cuatro manos, en un acercamiento de increíble carga sexual narrado sin palabras ni contacto físico, sino representado por la aproximación de las notas musicales y su progresivo crescendo.
No creo que sea casualidad que la familia protagonista se apellide Stoker, como el autor de “Drácula”, o que el enigmático tío sea Tío Charlie, en una nada disimulada alusión al personaje protagonista de “La sombra de una duda”, de Alfred Hitchcock. Otra referencia al cine de Hitchcock, en concreto a “Psicosis”, lo encontramos en esa lámpara que se hace oscilar cada vez que India baja al sótano (por cierto, ¿es que nadie limpia el polvo en ese sótano?).
No son estos los únicos guiños cinematográficos, hay algunos más, entre ellos (al menos a mí así me lo pareció) que el Tío Charlie silbe “Stride la vampa” de “Il Trovatore” verdiano, posiblemente homenajeando a otro legendario asesino cinematográfico, el que encarnaba Peter Lorre en la estupenda película de Fritz Lang“M. El vampiro de Düsseldorf”, y que silbaba “En la gruta del rey de la montaña” del Peer Gynt de Edvard Grieg.
En la parte negativa de este último trabajo de Chan-Wook señalaría una cierta decepción en el desenlace, con ese empeño por tener que explicarnos por qué ha pasado todo, cuando quizás una mayor ambigüedad se hubiese ajustado mucho mejor al tono general del film.
En cualquier caso, considero que, en medio del raquitismo intelectual que caracteriza los estrenos que llegan últimamente a las escasas salas de cine que todavía nos quedan, es de agradecer la aparición de obras como “Stoker”, estéticamente tan bellas, tan inteligentes y personales. Tan personales como esos títulos de crédito finales saliendo en dirección contraria a la habitual…
La prensa valenciana de hoy (ver enlace)
hace pública la relación de títulos operísticos que, parece ser, podrían
componer la programación del Palau de les Arts en la próxima temporada
2013-2014. Estos títulos, además, coinciden totalmente con la información que el
pasado 26 de abril dejó en este blog un comentarista anónimo.
Hablar de rumores o previsiones en el teatro
valenciano es más que arriesgado. Si ya somos expertos en sufrir cómo se las
gastan en Les Arts incluso con lo ya anunciado oficialmente, con cambios
permanentes de repartos y apariciones y desapariciones de espectáculos, como
para fiarse de lo que, de momento, no son más que previsiones. Pero, en
cualquier caso, ahí está el dato.
La temporada estaría compuesta por:
“La
Traviata”,
de Giuseppe Verdi.
“La
Valquiria”,
de Richard Wagner. “Manon
Lescaut”,
de Puccini. “Simon
Boccanegra”,
de Verdi. “Norma”, de Bellini.
Posiblemente se completase con otro título
aún no determinado.
Y el VII
Festival del Mediterrani incluiría:
“Elektra”, de Richard Strauss.
“La
forza del destino”,
de Verdi.
Si esto acabase confirmándose, la cosa no
estaría mal. Verdi volvería a ser el
protagonista de la programación, con tres óperas emblemáticas, mientras que Wagner, de quien estaba prevista la
reposición de la tetralogía, quedaría reducido a uno solo de sus títulos, “La Valquiria”.
De repartos por supuesto nada se sabe,
aunque parece que Plácido Domingo
podría volver de nuevo a pisar el escenario valenciano (¿”Simón Boccanegra” quizás?). En cuanto a directores, se prevé que
el maestro Zubin Mehta sea el
encargado de llevar la batuta, además de en las dos óperas del Festival del Mediterrani (“La forza del destino” y “Elektra”), en “La Traviata” y “La Valquiria”.
Hay propuestas francamente interesantes,
pero el problema es que mientras no se conozcan los repartos no sabremos si
estamos hablando de una temporada digna o de tercera división. Francamente,
resulta complicado pensar que, en las circunstancias económicas en que se
encuentra el Palau de les Arts y con el panorama de voces actual, podamos estar
hablando de unas brillantes “La forza del
destino”, “Elektra”, “Manon Lescaut” o “Valquiria”.
Pero bueno, de momento que se hable de
previsiones de próxima temporada, tal y como está la cosa, ya es un dato para
generar cierto optimismo, y luego confiaremos en que la inspiración que en
otras ocasiones guió la dirección artística de Les Arts vuelva a aparecer y se
consiga construir una temporada de ópera decente.
Aunque, por ahora, seguiremos esperando a
que el teatro valenciano anuncie oficialmente sus previsiones y seguidamente
aguardaremos a ver cuántas de ellas se cumplen.
Ya ha comenzado el baile en el reparto del “Otello”, de Giuseppe Verdi, que se representará en el VI Festival del Mediterrani, a celebrar en el Palau de les Arts de Valencia a partir del próximo día 1 de junio.
Se había generado una importante ilusión tras anunciarse que los papeles principales estarían encarnados por el tenor letón Aleksandrs Antonenko, como Otello, el barítono malagueño Carlos Álvarez como Iago y la soprano María Agresta, como Desdémona.
Ya empezaron a moverse las cosas con la sustitución para la última de las representaciones, por sorpresa y sin dar ninguna justificación pública, de María Agresta por la china Guanqun Yu, a quien pudimos ver en Les Arts recientemente en “I due Foscari” en el papel de Lucrezia Contarini. Y desde luego no son lo mismo, ni mucho menos, pero, bueno, al fin y al cabo era para una sola función.
Lo de hoy ha sido bastante peor. Se ha comunicado oficialmente en prensa y ha aparecido ya modificado el reparto en la web de Les Arts, habiendo caído del cartel Aleksandrs Antonenko, presuntamente por “motivos de salud”. En su lugar se anuncia al, desconocido para mí, tenor lituano Kristian Benedikt. Personalmente me he llevado una importante decepción, estaba muy interesado en poder escuchar en directo a Antonenko en este rol. Tampoco es que el letón sea un dechado de matices y canto elegante, en absoluto, pero es uno de los cantantes que puede afrontar actualmente con mayores garantías el complicado papel del moro verdiano.
Cuando algunos pensábamos que, tras haber salido recientemente de una complicada enfermedad, igual era Carlos Álvarez quien cancelaba, como nos descuidemos va a ser el único que cante de los previstos.
Bueno, ya veremos. Espero que no haya más cambios, que en Casa Helga son capaces de dejarnos a última hora con García Asensio dirigiendo la orquesta y los Hermanos Calatrava de protagonistas (los tres: el feo, el guapo y el arquitecto)
Os dejo con un video de este mismo año con nuestro nuevo Otello, Kristian Benedikt, cantando el “Niun mi tema”. No haré comentarios. Me espero a escucharle en directo que el youtube es muy traicionero:
“Los Oprichniki” – Nikolai Nevrev – Museo Nacional de Bellas Artes de Kirguizistán
La palabra Oprichnik (en plural Oprichniki) designa a la tropa de élite que fue creada hacia 1565 por el Zar Ivan IV de Rusia, más conocido como Iván el Terrible. Esta guardia personal fue tristemente famosa por la crueldad mostrada con la población, cumpliendo ciegamente las órdenes del Zar, por brutales e injustas que estas fuesen. La lealtad de los Oprichniki era asegurada a su vez por Iván IV sometiendo a sus hombres a terribles castigos y ejecutando cruelmente a todo aquel que sospechaba que podía traicionarle.
Paradójicamente, los Oprichniki vivían aparentemente como monjes, con un estricto ascetismo y muchos de ellos en comunidades similares a los monasterios, siempre, eso sí, próximos a la residencia del Zar. La hazaña más triste que ha pasado a la historia de estos monjes guerreros, fue la masacre de la ciudad de Nóvgorod, en 1570, cuando, tras tomar la ciudad por órdenes del Zar, ejercieron una salvaje represión, asesinando y torturando a más de 3.000 personas.
En algunas regiones de Rusia todavía se conserva el terror hacia la figura del Oprichnik, que es nombrado allí a los niños como en otros lugares hacemos con "El Coco" o "El hombre del saco".
"Oprichnik" es también el título de una ópera compuesta por Piotr Ilich Tchaikovsky entre 1870 y 1872. Para su creación aprovechó gran parte de la música de otra ópera que escribió unos años antes, "Voyevoda" (Sueño en el Volga), cuyo manuscrito destruyó tras incorporar esos fragmentos de la partitura en el acto primero de "Oprichnik". También es obra del propio Tchaikovsky el libreto, para el que se basó en el drama "Oprichniki" (Los Oprichnik) del escritor ruso Ivan Lazhechnikov.
La trama se desarrolla en Rusia, en el siglo XVI, durante el reinado del Zar Ivan IV, en pleno periodo de represión a través de sus guardias Oprichniki. Andrei y Natalya son dos jóvenes enamorados que ven frustradas sus expectativas cuando el padre de ella, responsable de la muerte del padre de Andrei y de dejarle en la pobreza a él y a su madre, la promete en matrimonio con un anciano. Andrei decide entonces alistarse en los Oprichniki para que a través del Zar pueda obtener justicia.
La ópera fue estrenada en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo el 24 de abril de 1874, y Tchaikovsky se la dedicó a uno de los hijos del Zar Nicolás I, el Gran Duque Konstantin Nikolaevich Romanov, un melómano apasionado que además tocaba el violonchelo.
"Oprichnik" es una ópera que apenas se representa, y menos aún fuera de Rusia. Sin embargo, hay un fragmento que en ocasiones sí suele incorporarse a recitales o grabaciones. Se trata del Arioso de Natalya, "Poslyshalis' mne budto golosa"(Me pareció oír voces). Pertenece al final del acto I y en él la protagonista nos canta la añoranza de su amado y su deseo incontenible de estar junto a él. El compositor nos narra aquí musicalmente, con mano maestra, las pasiones que envuelven a Natalya, en un fragmento en el que vislumbramos a Tchaikovsky en estado puro, desbordando romanticismo y belleza melódica.
Tras el post que dediqué recientemente a la soprano rusa Galina Vishnevskaya, fallecida el pasado mes de diciembre, no han sido pocos los lectores del blog que me han manifestado haber quedado conquistados con su voz y expresividad y me han pedido que la traiga más a menudo al blog. Así que, dicho y hecho, pocas elecciones mejores puede haber para escuchar el Arioso de Natalya, de la ópera "Oprichnik", que interpretaciones como la que nos brinda aquí la gran Galina Vishnevskaya, acompañada por la Orquesta del teatro Bolshoi dirigida por Boris Khaikin: