Quisiera haberos hablado antes del magnífico “Fidelio” que pudimos disfrutar en el Palau de les Arts el pasado día 22, pero por unas cosas u otras no ha podido ser. Aunque quizás sea preferible que hayan transcurrido ya unos días desde aquella mágica noche, para procurar que esta reseña, que pretendo que sea muy breve, sea también lo más reposada y objetiva posible.
Ante todo quisiera empezar felicitando a Helga Schmidt por haber conseguido finalmente traer a Valencia a Jonas Kaufmann, aunque haya sido para cantar una sola función, cosa que tiene mucho más mérito si tenemos en cuenta lo mal que suelen cerrarse los contratos en esta casa y la repleta agenda del tenor alemán.
Pero como en Les Arts nunca se pueden hacer las cosas bien del todo y siempre me tienen que asomar un pico de la muleta para que entre al trapo, me pareció muy mal que, después de que se apuntase la gente para acudir al backstage a saludar a los artistas, se anulara porque había “una cena”. Ignoro quién estaba en esa cena, aunque me lo puedo imaginar, y no me parece motivo bastante para que se impidiese que se perdieran cinco minutos con personas que habían cruzado media Europa para escuchar y conocer personalmente al cantante.
Y es que de nuevo la presencia de público extranjero volvió a ser más que notable, así como la de numerosos aficionados venidos de otros puntos de la península.
La expectación por escuchar a Jonas Kaufmann en directo era grande y, sin embargo, había bastantes huecos en platea, pese a que la venta de última hora al 50% funcionó a pleno rendimiento. No parece muy normal, y yo sigo convencido de que gran parte de la culpa la tiene la nula publicidad que se hizo desde Les Arts de la presencia del cantante alemán y del gran nivel musical y artístico de este “Fidelio”. Ha funcionado más el “boca a boca” que el interés desde el propio teatro en promocionar y vender sus espectáculos.
Sobre la función no voy a comentar demasiado, ya que básicamente me remito a la crónica que efectué con motivo del estreno, pero sí he de decir que el nivel general ofrecido el día 22 fue claramente superior a la jornada inaugural.
Sobre todo en el terreno vocal, parecía como si los cantantes estuviesen especialmente motivados por la presencia de Kaufmann y su rendimiento fue bastante mejor. Jennifer Wilson estuvo mucho más fina en los agudos, no así en las agilidades. Hubo menos chillidos y una mayor entrega, aunque Leonore definitivamente no es su papel. Sandra Trattnigg que no me gustó nada en el estreno, no es que me enloqueciera, pero se mostró mucho más fina, y Stephen Milling ofreció un magnífico Rocco, rotundo vocalmente y profundamente humano. Yevgueni Nikitin empezó medianamente bien, pero volvió a defraudarme muchísimo.
Jonas Kaufmann no pudo comenzar mejor de lo que lo hizo. Su “Gott, welch Dunkel hier!” fue realmente impresionante. El “Gott” inicial fue marca de la casa, con un crescendo estremecedor, que parecía provenir del fondo de la tierra, de una nota en pianíssimo (aunque se inició en falsete), perfectamente audible, que fue poco a poco reforzándose y ensanchándose hasta el forte, retumbando en todo el teatro y recorriendo como un placentero latigazo nuestra espina dorsal. El resto del aria estuvo caracterizado por una soberbia interpretación, sentida, emocionante, donde la voz corría con fluidez sobrepasando sin dificultad la orquesta, y se movía con aparente facilidad por unas tesituras envenenadas. Y allí donde hemos visto a otros cantantes pasarlas francamente canutas, Kaufmann fraseaba con intención, belleza, sentido del legato e insultante autoridad.
Al finalizar el aria, Mehta hizo una breve “paradinha” para el aplauso, pero como nadie se animaba, se dispuso a reanudar la marcha y fue entonces cuando una explosión de bravos inundó el teatro, algo más tarde de lo que esperaba el director y con evidente gesto de disgusto de éste.
La voz de Kaufmann, por su color más oscuro y opacidad, destacó menos en otros momentos, como el trío “Euch werde Lohn in bessern Welten”, donde otras voces más brillantes, como la de Seiffert, lucen bastante más, pero en general no cabe hacer reproche alguno a la magnífica actuación del tenor alemán, que acabó auténticamente pletórico y estuvo en todo momento, vocal y dramáticamente, entregadísimo. Lo cual es muy de agradecer a una figura tan mediática y que venía sólo a cantar un acto (aunque ¡vaya acto!) de una función, demostrando así que no se lo había tomado en absoluto como un “bolo”.
En cuanto a Zubin Mehta y la Orquestra de la Comunitat Valenciana volvieron a brindarnos una actuación excelente, con una “Obertura Leonora 3” nuevamente para el recuerdo que puso al teatro en pie. Y otro tanto podemos decir del Coro de la Generalitat, ofreciendo tanto en el coro de prisioneros como en el cuadro final un rendimiento inmejorable. Definitivamente hoy por hoy somos unos privilegiados de contar con unos cuerpos estables de semejante calidad en este teatro.
El balance final artístico de este IV Festival del Mediterrani ha sido muy positivo. Ahora sólo falta que se anuncie la programación de la temporada 2011-2012, a ser posible antes de que llegue Navidad, y la amiga Helga nos ofrezca alguna sorpresa agradable.