El Palau de Les Arts de Valencia fue testigo anoche, de nuevo, de una jornada wagneriana épica. La representación de “Die Walküre”, dentro del segundo ciclo del “Anillo del Nibelungo” se esperaba con gran expectación por varios motivos. El primero de ellos era el gran éxito obtenido en la función del día 16, correspondiente al primer ciclo. El segundo, era la retransmisión del evento en directo a ocho ciudades europeas y a la propia ciudad de Valencia donde se había instalado una pantalla gigante junto a la Catedral.
El tercer motivo se llamaba Plácido Domingo. El tenor madrileño se presentaba a sus 68 años en el coliseo valenciano dispuesto a afrontar el difícil papel de Siegmund, haciendo pareja con la “extraterrestre” Eva-María Westbroek como Sieglinde.
Si nos atenemos a la respuesta del público, hay que concluir que las expectativas existentes se cumplieron sobradamente. La abarrotada platea se mostró absolutamente enardecida ante el espectáculo ofrecido y jaleó con entusiasmo, no sólo al madrileño, sino a todo el elenco vocal, a la magnífica Orquesta de la Comunitat Valenciana con Zubin Mehta al frente, y a Carlus Padrissa y La Fura dels Baus.
Y es que, sin duda, tuvimos anoche la oportunidad de asistir a otra función mágica, redonda, y emocionante de Arte (con mayúscula), que ni siquiera se vio empañada por la actuación inmisericorde de la abanicadora del 4º piso con su permanente “riiiis, raaas” con golpeado en la zona mamaria incluido.
La noche comenzó con un retraso inusual (más de diez minutos), no sé si por problemas con la retransmisión del evento o con el retraso de alguna autoridad; y con una buena noticia (que Milling me perdone) cuando anunciaron que Stephen Milling sería sustituido por Matti Salminen en el papel de Hunding.
“El viejo” Salminen no defraudó, y de nuevo asombró con su tremenda voz, componiendo un Hunding que ya es de referencia.
Eva-María Westbroek volvió a maravillar. Toda una lección de canto e interpretación de la holandesa. Es la encarnación misma de la belleza del arte operístico. Ya no se puede decir nada mejor de ella. Es Sieglinde y punto. Quien quiera aprender a cantar el papel que la vea y escuche. No digo más. Bueno, sí: Le ruego a Les Arts que hagan lo imposible por traer de vuelta a Valencia a la Westbroek cuanto antes.
Brillantísimo se mostró también el Wotan de Juha Uusitalo, que volvió a bordar su monólogo del acto segundo, toda una exhibición de cómo transmitir cantando los pensamientos, desbordando expresividad y matización, consiguiendo unos pianísimos de ensueño. Me cautiva el final de ese acto, cuando mata a Hunding con el gesto de desprecio marcado en el libreto acompañado de un “Geh'!... Geh'!” (¡vete!... ¡vete!) que no canta, sino apenas exhala en un golpe de aliento. Llegó el finlandés al acto tercero en plenitud vocal, logrando transmitir con su ancha voz toda la evolución del personaje, desde el Wotan iracundo y vengativo, al compasivo padre que mira a los ojos de su hija por última vez. ¡Bravísimo, Uusitalo!
Jennifer Wilson cada vez se muestra más convincente en el rol de Brünnhilde, especialmente en “Die Walküre” (ya veremos como responde el sábado en “Siegfried”). Se movió por los agudos con total seguridad, pero, sobre todo, ofreció en el acto tercero todo un recital de canto expresivo y emocionante, a pesar de acusar un tanto el cansancio en el tramo final.
Tanto la Fricka de Anna Larsson como las valquirias, me gustaron más que el día 16. Así como también me dio la impresión de que la Orquesta sonó más cálida y menos contundente.
La estrella de la noche, Plácido Domingo, hizo gala de su todavía muy generoso caudal, bello timbre y centro espectacular. Su voz no es la misma de hace 20 años (lógicamente, porque si no habría que llamar directamente a Roma para su canonización), pero sigue manteniendo una considerable frescura. En el primer acto pasó algún problema con los agudos y su fraseo denotaba síntomas evidentes de cansancio y problemas de fiato, llegando a desconcertar en algún momento a la orquesta a la que le costaba seguirle. Sus “Wälse!” fueron cortos, pero bastante dignos, especialmente el segundo.
El segundo acto de Domingo fue espectacular. Mucho más acorde a su estado de voz actual y a su estilo de canto, le permitió exhibirse en un derroche de canto ligado y lirismo asombrosos.
En presencia escénica y dominio de las tablas sigue sin tener rival. Dramáticamente, su actuación y la de Westbroek fueron impecables.
Su Siegmund, como en general los personajes wagnerianos que ha cantado, tienden a tener ese toque ‘a la italiana’ que caracteriza al madrileño. Un “Siegmund alla carbonara” quizás, pero rebosante de una poesía que se adapta perfectamente a la lectura impuesta por Mehta de la partitura.
¿Que emplea trucos para ocultar carencias?, pues sí, pero eso también hay que saber hacerlo con dignidad y pulcritud, y lo que nadie puede discutirle es el heroico arrojo de enfrentarse al personaje a los casi 70 años de edad. Y si, además, consigue hacer vibrar todavía de emoción al público (y a fe mía que lo consiguió), no sólo no hay que criticarle, sino que merece que nos quitemos el sombrero y nos hinquemos de hinojos en su presencia.
La calidad tan excepcional de lo vivido estos días nos lleva a preguntarnos, como dice hoy Fedora en su emocionada crónica: "¿y después de esto, qué?".
Para finalizar os dejo este video de Plácido Domingo junto a Waltraud Meier en el final del primer acto de "Die Wälkure" en el Teatro Real de Madrid en 2003:
video de Onegin65
Aquí podéis leer las crónicas de Fedora, Titus, Maac y Papagena.
El tercer motivo se llamaba Plácido Domingo. El tenor madrileño se presentaba a sus 68 años en el coliseo valenciano dispuesto a afrontar el difícil papel de Siegmund, haciendo pareja con la “extraterrestre” Eva-María Westbroek como Sieglinde.
Si nos atenemos a la respuesta del público, hay que concluir que las expectativas existentes se cumplieron sobradamente. La abarrotada platea se mostró absolutamente enardecida ante el espectáculo ofrecido y jaleó con entusiasmo, no sólo al madrileño, sino a todo el elenco vocal, a la magnífica Orquesta de la Comunitat Valenciana con Zubin Mehta al frente, y a Carlus Padrissa y La Fura dels Baus.
Y es que, sin duda, tuvimos anoche la oportunidad de asistir a otra función mágica, redonda, y emocionante de Arte (con mayúscula), que ni siquiera se vio empañada por la actuación inmisericorde de la abanicadora del 4º piso con su permanente “riiiis, raaas” con golpeado en la zona mamaria incluido.
La noche comenzó con un retraso inusual (más de diez minutos), no sé si por problemas con la retransmisión del evento o con el retraso de alguna autoridad; y con una buena noticia (que Milling me perdone) cuando anunciaron que Stephen Milling sería sustituido por Matti Salminen en el papel de Hunding.
“El viejo” Salminen no defraudó, y de nuevo asombró con su tremenda voz, componiendo un Hunding que ya es de referencia.
Eva-María Westbroek volvió a maravillar. Toda una lección de canto e interpretación de la holandesa. Es la encarnación misma de la belleza del arte operístico. Ya no se puede decir nada mejor de ella. Es Sieglinde y punto. Quien quiera aprender a cantar el papel que la vea y escuche. No digo más. Bueno, sí: Le ruego a Les Arts que hagan lo imposible por traer de vuelta a Valencia a la Westbroek cuanto antes.
Brillantísimo se mostró también el Wotan de Juha Uusitalo, que volvió a bordar su monólogo del acto segundo, toda una exhibición de cómo transmitir cantando los pensamientos, desbordando expresividad y matización, consiguiendo unos pianísimos de ensueño. Me cautiva el final de ese acto, cuando mata a Hunding con el gesto de desprecio marcado en el libreto acompañado de un “Geh'!... Geh'!” (¡vete!... ¡vete!) que no canta, sino apenas exhala en un golpe de aliento. Llegó el finlandés al acto tercero en plenitud vocal, logrando transmitir con su ancha voz toda la evolución del personaje, desde el Wotan iracundo y vengativo, al compasivo padre que mira a los ojos de su hija por última vez. ¡Bravísimo, Uusitalo!
Jennifer Wilson cada vez se muestra más convincente en el rol de Brünnhilde, especialmente en “Die Walküre” (ya veremos como responde el sábado en “Siegfried”). Se movió por los agudos con total seguridad, pero, sobre todo, ofreció en el acto tercero todo un recital de canto expresivo y emocionante, a pesar de acusar un tanto el cansancio en el tramo final.
Tanto la Fricka de Anna Larsson como las valquirias, me gustaron más que el día 16. Así como también me dio la impresión de que la Orquesta sonó más cálida y menos contundente.
La estrella de la noche, Plácido Domingo, hizo gala de su todavía muy generoso caudal, bello timbre y centro espectacular. Su voz no es la misma de hace 20 años (lógicamente, porque si no habría que llamar directamente a Roma para su canonización), pero sigue manteniendo una considerable frescura. En el primer acto pasó algún problema con los agudos y su fraseo denotaba síntomas evidentes de cansancio y problemas de fiato, llegando a desconcertar en algún momento a la orquesta a la que le costaba seguirle. Sus “Wälse!” fueron cortos, pero bastante dignos, especialmente el segundo.
El segundo acto de Domingo fue espectacular. Mucho más acorde a su estado de voz actual y a su estilo de canto, le permitió exhibirse en un derroche de canto ligado y lirismo asombrosos.
En presencia escénica y dominio de las tablas sigue sin tener rival. Dramáticamente, su actuación y la de Westbroek fueron impecables.
Su Siegmund, como en general los personajes wagnerianos que ha cantado, tienden a tener ese toque ‘a la italiana’ que caracteriza al madrileño. Un “Siegmund alla carbonara” quizás, pero rebosante de una poesía que se adapta perfectamente a la lectura impuesta por Mehta de la partitura.
¿Que emplea trucos para ocultar carencias?, pues sí, pero eso también hay que saber hacerlo con dignidad y pulcritud, y lo que nadie puede discutirle es el heroico arrojo de enfrentarse al personaje a los casi 70 años de edad. Y si, además, consigue hacer vibrar todavía de emoción al público (y a fe mía que lo consiguió), no sólo no hay que criticarle, sino que merece que nos quitemos el sombrero y nos hinquemos de hinojos en su presencia.
La calidad tan excepcional de lo vivido estos días nos lleva a preguntarnos, como dice hoy Fedora en su emocionada crónica: "¿y después de esto, qué?".
Para finalizar os dejo este video de Plácido Domingo junto a Waltraud Meier en el final del primer acto de "Die Wälkure" en el Teatro Real de Madrid en 2003:
video de Onegin65
Aquí podéis leer las crónicas de Fedora, Titus, Maac y Papagena.