Anoche tuvo lugar el estreno de la ópera "Le Cid", de Jules Massenet, en versión concierto, la última de las programadas en la temporada oficial 2011-2012 del Palau de les Arts. Ya sólo nos quedarán las funciones del Festival del Mediterrani y los "espectáculos sorpresa" que de vez en cuando aparecen anunciados en la web del teatro valenciano, como ese "Dido y Eneas" de Purcell que se ha programado sin previo aviso para el próximo mes de mayo a cargo de los alumnos del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo.
Precisamente Plácido Domingo volvió a ser ayer el encargado de portar la batuta al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, mientras sigue pensándose si acepta el ofrecimiento de Helga Schmidt, ya comentado en este blog, para ser el director musical titular de Les Arts a partir de 2014. Está claro, y no vale la pena insistir sobre ello, que la dirección de orquesta no es el fuerte del señor Domingo, pese a lo cual, con esta orquesta, los resultados obtenidos no son peores de los que hemos podido tener con algunos directores de más renombre. Y es que la verdad es que esta extraordinaria orquesta puede tocar sola. Aunque si recordamos las prestaciones que han sacado de estos músicos recientemente Fournillier, Davies o Mariotti, la diferencia sí es más apreciable.
En la parte positiva del trabajo de Domingo ayer, destacaría el exquisito cuidado y atención que prestó en todo momento a los cantantes y el acento lírico que supo imprimir en algunos momentos como el dúo entre Rodrigo y Jimena o alguna de las danzas. Menos me gustó un exceso de chimpunismo, cierto descontrol en los vientos o las excesivas paradas que se produjeron buscando el aplauso y haciendo saludar a la orquesta (tras la obertura o el aria de Jimena, por ejemplo). Pero, en conjunto, la valoración que hago de su dirección es positiva y no deslució en absoluto el trabajo de los solistas.
Escuchar a la Orquestra de la Comunitat Valenciana sigue siendo un lujo y el sonido de sus violines y violonchelos me continúa enamorando, estos últimos ayer encabezados por Guiorgui Anichenko y Arne Neckelmann en una actuación fantástica. También destacaron las trompas, oboes y clarinetes y el maravilloso sonido que siempre extrae de la flauta Álvaro Octavio.
El Cor de la Generalitat, dirigido por Francesc Perales, estuvo también inspiradísimo (impresionante ese Réquiem que se marcaron) y contribuyó de forma decisiva a dotar a la obra del aliento épico que subyace a lo largo de la partitura.
El tenor Jorge de León fue el encargado de encarnar el exigente papel protagonista del héroe castellano y pasó la prueba con nota. De León se ha convertido ya en un habitual de Les Arts y tengo que confesar que estoy encantado de que así sea. Poco más puedo decir de lo que ya he comentado en otras ocasiones sobre las virtudes y defectos vocales de este cantante. Sus agudos siguen siendo esplendorosos y se va apreciando una evolución a mejor en cuanto a su fraseo o matices. Ayer nos obsequió con un elegante falsetillo al final del dúo con Jimena del tercer acto, y en su aria "Ô souverain, ô juge, ô pere" ofreció las mejores prestaciones de la noche haciendo vibrar la sala de emoción y obteniendo una larga ovación. A mi juicio, consiguió dotar al personaje del carácter heroico que precisa y, en cuanto ruede un poco más el papel y se encuentre más suelto, mejorarán todavía más sus resultados.
Gran interés tenía por escuchar en directo a la soprano ucraniana Ludmila Monastirska, de quien no pocos aficionados me habían hablado especialmente bien y lo cierto es que no me defraudó en absoluto. Tiene una voz enorme, potentísima, carnosa y muy homogénea en todos los registros que además sabe domar con tremenda sabiduría, regulando cuando es necesario, con medias voces y notas apianadas de gran belleza. En la zona aguda se movió con autoridad y sin que recurriese al chillido o a sonidos abiertos, y también apuntó algunos graves de peso. En su aria “Pleurez, pleurez mes yeux” estuvo excelsa. Una auténtica gozada, a la que tan sólo le pondría el pero de una pésima dicción francesa y cierta frialdad expresiva y poca implicación interpretativa, que en principio yo achaco a un rol poco trabajado, como quedaba en evidencia con su permanente fijación en la partitura. Me encantaría ver a este huracán de mujer en escena encarnando una Lady Macbeth o una Aida (¿oído, Helga?).
La soprano Micaëla Oeste fue una buena Infanta, que mostró una agradable voz lírico ligera con algunos detalles de mucho gusto, como el pianísimo que se marcó al final del dúo con Jimena del primer acto o la delicadeza que aportó al personaje, aunque la poca envergadura de su instrumento quedaba demasiado en evidencia al lado de los decibelios de Monastirska o De León.
Me gustó bastante también el veterano bajo chino Hao Jiang Tian como don Diego, con una voz que, aunque presenta algunas señales de natural desgaste, proyectó con suficiencia y poderío, aportando además unas enormes dosis de expresividad.
Muy correctos estuvieron también Felipe Bou, como Conde, y Josep Miquel Ramón, Mario Cerdá, Leonard Bernad e Isaac Galán en sus pequeños papeles. Menos me gustó el Rey de James Rutheford.
Al finalizar, hubo grandes ovaciones para todos, que fueron especialmente intensas para la pareja protagonista, por parte de un público que no llegó a llenar el Auditorio y donde, como suele ser cada vez más habitual, se vio una numerosa presencia de visitantes extranjeros.
Y precisamente no quisiera finalizar sin hacer una referencia al maldito Auditorio superior de Les Arts. Lamentablemente, una vez más se ha elegido para la representación de una ópera en versión concierto este infame recinto. Y como ellos insisten, pues yo también: señora Schmidt, es impresentable que teniendo disponible la sala principal se programen espectáculos de ópera o música clásica en un Auditorio que no cumple las mínimas condiciones acústicas ni para un concurso de pregoneros. Es vergonzoso tener que escuchar a espectadores que se han desplazado hasta esta ciudad ilusionados por el programa ofrecido e impactados con la estética del recinto, que salen jurando en arameo y echando pestes del sonido de la sala y asegurando que no vuelven.
Como broma ya está bien. Es un insulto a los espectadores, e indigno para los profesionales que allí actúan, ofrecer funciones de ópera en esta cueva. Lleve allí si quiere esos conciertos de música ligera con amplificación, con los que parece que se va a completar la actividad del Palau para sacar unas perrillas, pero deje a la ópera y la música clásica en paz en la sala principal. Lo contrario, a lo único que va a conducir, viendo que las estrecheces económicas pueden apuntar a un mayor número de óperas en concierto, será a la pérdida de abonados, especialmente de aquellos que en la sala principal se ubican en los pisos superiores y que en el auditorio son relegados a unas alturas donde el aire acondicionado o las flatulencias de los acomodadores se oyen mejor que las voces de los cantantes.
Para finalizar, os dejo con un video que han colgado en la web de Les Arts con imágenes de los ensayos de “Le Cid”, con Plácido Domingo y los miembros de la Orquestra de la Comunitat Valenciana:
video de PalaudelesartsRS
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Os recomiendo leer aquí la estupenda crónica de Maac.