El Palau de les Arts de Valencia ha decidido homenajear el centenario de la muerte del compositor francés Jules Massenet con la programación de dos de sus óperas, “Thaïs” y “Le Cid”, que, si bien no son las más populares, sí reúnen suficientes alicientes para que resulten unas citas de gran interés.
El domingo tuvo lugar el estreno de la primera de ellas, “Thaïs”, un acontecimiento que había generado una enorme expectación debido sobre todo a la presencia en su reparto del incombustible Plácido Domingo, quien debutaba a los 71 años (declarados) en un nuevo papel que añadir a su carrera, en este caso el del monje Athanaël, un rol escrito para barítono y que el veterano cantante solventó con todas las tablas y el peculiar estilo que últimamente caracteriza sus incursiones en terrenos baritonales.
Lo primero que quisiera destacar es la desagradable sorpresa de encontrarme una sala con demasiados huecos, desde luego muchos más de los que un estreno en domingo con Domingo hacían presagiar, habiéndose quedado un buen número de entradas por vender. Este no es un dato que genere precisamente optimismo ante el incierto futuro del teatro valenciano. Y eso que pudo verse una amplia presencia de aficionados dominguistas, así como una nutrida representación de ese personal que se cree VIP, entre ellos varios miembros del gobierno valenciano con el vicepresidente Císcar al frente, y la corte de pelotas habitual. Llamaron la atención dos ausencias, la del President Fabra y la de la todavía Intendente de Les Arts, Helga Schmidt, que, si bien se encontraba por allí, evitó dejarse ver con la corte de los milagros.
La producción de la ópera de Göteborg presentada cuenta con la dirección escénica de Nicola Raab, escenografía y vestuario de Johan Engels e iluminación de Linus Fellbom. Se ha trasladado la acción de la Alejandría del libreto a la Francia de finales del siglo XIX, presentando a los monjes como miembros de una especie de logia masónica y a Thaïs como una estrella del espectáculo. La casa de Nicias es un teatro donde aparecen referencias a personajes del mundo teatral de distintas épocas. Finalmente, en el acto tercero aparece el desierto original descrito en el libreto, aunque sea con unos telones un poco cutres. La escenografía montada sobre una plataforma giratoria permite dar paso a los distintos ambientes de forma ágil y eficaz, aunque la maquinaria chirriaba un poco y el ruido a veces resultaba molesto.
La puesta en escena, aunque tampoco descubra nada nuevo, resulta visualmente muy atractiva y permite que el discurso dramático se desarrolle de forma coherente. Hay un trabajo de dirección, con algunos guiños simbólicos bastante evidentes, como el situar en el último cuadro a Thaïs y Athanaël en distintos planos para acentuar la espiritualidad alcanzada por ella y el nivel terrenal en el que ha caído él. Peores resultados se obtuvieron con la dirección de actores, no sé si por falta de ensayo o porque la obsesión de Domingo por rondar la concha del apuntador descontroló al personal.
Sí me pareció muy acertada la iluminación, y deslumbrante el vestuario, aun con su puntito kitsch, como esas unas túnicas doradas que seguro que hicieron babear de envidia en el patio de butacas a Rappel. Aunque, para premio, la lástima que da la pintica que luce Plácido Domingo, transmutado en una especie de Carlos Jesús. Pero, en definitiva, creo que, en su conjunto, la propuesta funciona bastante bien, resulta sugerente y, pese a la reubicación espacio-temporal, se adapta al espíritu de la obra.
El francés Patrick Fournillier fue el encargado de ocupar el foso de Les Arts, colocándose una vez más al frente de la Orquesta de la Comunitat Valenciana dirigiendo una ópera francesa, como ya hiciera anteriormente en otras tres ocasiones. Llevó a cabo una dirección solvente, enérgica, vivaz y muy ajustada en estilo. Estuvo siempre atento a lo que ocurría sobre el escenario marcando las entradas con precisión, y puso intencionado énfasis en los pasajes más líricos, aunque personalmente eché de menos una mayor sensualidad y capacidad para el matiz. Consiguió que brillase como merece la inspiradísima orquestación de Massenet, pero con un desaforado desparrame decibélico que acabó, en mi opinión, por deslucir el conjunto. De este hombre siempre tengo que acabar diciendo lo mismo, pero es que el tío no escarmienta. Como me decía un amigo, Fournillier se ve con un Ferrari en sus manos y no resiste la tentación de darle caña. De todas formas yo sigo convencido de que tiene algún problema auditivo y creo que definitivamente le voy a dar el teléfono de Imanol Arias para que le mande al instituto ese de la sordera que anuncia.
La Orquesta de la Comunitat Valenciana volvió a llevar a cabo una actuación magnífica. Maravillosa resultó la lectura y ejecución del fragmento más conocido de esta ópera, que curiosamente no es vocal sino un solo de violín, la archifamosa “Meditación”, donde pudo lucirse el concertino Stefan Eperjesi, muy bien acompañado por el sensual sonido del arpa de Cristina Montes. Toda la sección de cuerda estuvo fantástica, con unos cellos donde destacaron un par de solos magistrales de Rafal Jezierski.
Muy bien, como siempre, el Coro de la Generalitat, sobre todo en la intervención del masculino en el primer acto. Me llamó la atención que en los saludos finales no estuviese presente su director Francesc Perales, sino el director asistente Jordi Bernàcer.
El principal interés de la noche, como dije antes, se centraba en escuchar al mítico Plácido Domingo. A esta cita habían acudido quienes rinden devoción a su figura y se desplazan decididos a aplaudirle aunque cante “La gallina Turuleta” con carraspera; luego estamos los que ya, más o menos, sabemos lo que nos vamos a encontrar, o sea, un tenor mayor cantando en una tesitura que no es la suya, pero con una fuerza escénica imponente; y, por último, quienes conocen por grabaciones su carrera como tenor, no han tenido ocasión de escucharle nunca en directo y aprovechan la oportunidad para hacerlo. Y, sinceramente, pienso que éstos saldrían defraudados.
Quienes me conocen saben que siempre he admirado a Plácido Domingo, más en unos papeles que en otros, obviamente, y me merece un enorme respeto, pero no puedo engañarme a mí mismo diciendo que me gustó, porque no me gustó. Ya no me refiero sólo a que estuviese fuera de estilo o que su voz no sonase baritonal, porque eso ya me lo esperaba. Su Boccanegra, por ejemplo, era SU Boccanegra, atenorado, pero con la fuerza vocal y dramática del cantante Domingo palpitando. Pero en esta ocasión su voz me pareció más opaca e inestable que nunca, y él me transmitió una sensación de no estar cómodo en escena. Posiblemente no tuviese bien aprendido el papel porque no dejaba de acercarse al apuntador, para desconcierto de sus acompañantes, y cambió el texto más de una vez, aparte de mutar las e finales en i y otros truquillos de avezado tahúr.
El problema principal es que su voz donde brilla realmente no es en la tesitura baritonal y si a eso además le unimos el torrente sonoro Fournillier, pues el poco lucimiento estaba asegurado. Eso sí, en cuanto pisaba terrenos más tenoriles se percibían los ecos del gran Domingo. Sorprendentemente hizo gala de buen control del fiato, mejor que en ocasiones anteriores, y, por supuesto, su presencia y carisma escénico y su entrega siguen siendo irreprochables. Y si consideramos su edad y recientes achaques de salud, el tema es de Expediente X. Por eso, pese a salir íntimamente un poco defraudado, no dudé en aplaudir a este señor por su coraje en seguir subiéndose a los escenarios y su amor por la música.
La guapa soprano sueca Malin Byström, tiene una voz francamente bonita, especialmente en su registro central, rica en armónicos, con suficiente volumen, y unos tintes oscuros muy atractivos. En la zona aguda, donde le cuesta más llegar, pierde algo de brillo y en algún momento rozó el chillido. En la vertiente expresiva se desenvolvió con solvencia, tanto en lo dramático como en lo vocal, teniendo algunos detalles de buen gusto, regulando e intentando algunos pianísimos que, aunque no sonaran con la limpieza deseada, son muy de agradecer. En su actuación fue de menos a más y obtuvo un merecido éxito.
El joven tenor siciliano Paolo Fanale, como Nicias, hizo gala de una bella voz y buen fraseo, aunque presentó serios problemas de proyección agravados por la muralla china que había plantado en el foso Fournillier. Personalmente me quedé con ganas de haber escuchado en el papel a Celso Albelo.
Muy correcto todo el resto del reparto, destacando un Gianluca Buratto de voz imponente, María José Suárez como Albine, y la veterana mezzosoprano valenciana Marina Rodríguez Cusí en un papelito insignificante.
Como comentaba al principio, se encontraban muchos dominguistas presentes entre un público que tributó, puesto en pie, una de las más largas y fuertes ovaciones que se han escuchado en este teatro, quiero pensar que más dirigida a la carrera de Domingo y a su carisma personal que al rendimiento concreto en este estreno. Desgraciadamente, volvieron a estar demasiado presentes los tísicos de abono, estos personajes a los que parece que algún sádico doctor les recomiende ir a la ópera a echar sus miasmas, concursando por ver quién consigue mayor alarde sonoro.
Ayer además tuve la ocasión de descubrir a un nuevo fenómeno, el bostezador de Minnesota, un sujeto humanoide que se pasó toda la ópera bostezando (con ruido) tras mis apéndices auditivos, batiendo sin duda algún récord mundial. Lo curioso es que el tío tuvo la jeta a la salida de comentar a su compañero de butaca, previo bostezo, lo mucho que le había gustado. Eso sí, doy fe de que no se durmió… lamentablemente.
Aquí podéis leer la estupenda crónica de Maac.
Aquí la de Titus
Y aquí la de Mocho
Ayer además tuve la ocasión de descubrir a un nuevo fenómeno, el bostezador de Minnesota, un sujeto humanoide que se pasó toda la ópera bostezando (con ruido) tras mis apéndices auditivos, batiendo sin duda algún récord mundial. Lo curioso es que el tío tuvo la jeta a la salida de comentar a su compañero de butaca, previo bostezo, lo mucho que le había gustado. Eso sí, doy fe de que no se durmió… lamentablemente.
Aquí podéis leer la estupenda crónica de Maac.
Aquí la de Titus
Y aquí la de Mocho
Para finalizar, os dejo con la “Meditación” de “Thaïs” en la interpretación de Anne Sophie Mutter, con 13 añitos de edad y una pinta lamentable, acompañada por la Filarmónica de Berlín y dirigida por Herbert von Karajan:
video de theviolinchannel
Actualización a 31/03/12:
Después de haber asistido a la función de "Thaïs" del sábado 31 de marzo, creo que es de justicia que efectúe algunas puntualizaciones a la crónica del estreno. Y es que, para empezar, debo manifestar que la dirección de Fournillier fue magnífica. A diferencia de lo ocurrido en la primera representación, el director francés controló perfectamente el volumen de la orquesta y nos ofreció una versión ajustada y bellísima de la partitura, llena de matices, en una de las noches más inspiradas de Fournillier en este teatro.
Por otro lado, Plácido Domingo fue el gran cantante y animal escénico que todos esperábamos. Su voz se mostró fresca y brillante, dentro de sus limitaciones en la tesitura, y se le vio mucho más cómodo en el papel, llenando la sala de emoción con su saber hacer.
Una gran noche de ópera en la que se pudo disfrutar de una producción, un elenco y una dirección musical extraordinarias y que animo a todos a no perderse.