Han transcurrido ya once días desde que el conseller
de Cultura, Vicent Marzà, anunciase la
nueva estructura y composición del Patronato de la Fundación Palau de les Arts
y una semana desde que este organismo celebrase su reunión constitutiva, en la
que se dio vía libre a las bases de la convocatoria del concurso para la
contratación del nuevo director artístico de la casa que salieron publicadas en
el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana del pasado día 21 de mayo. Y a
propósito de todo eso me gustaría hacer algunas reflexiones, aun a riesgo de
que se me califique de agorero o de eterno descontento.
Quiero dejar claro ante todo que, como ya
he dicho en este mismo blog antes, considero una buena noticia que el nuevo Patronato
de Les Arts deje de ser un órgano integrado exclusivamente por cargos políticos
y se haya dado entrada a seis personas representantes de eso que se da en
llamar sociedad civil. También es muy buena noticia que esas personas vayan a tener
representación en la Comisión Ejecutiva de Les Arts con Susana Lloret como presidenta y Carmen Alborch, Isabel Muñoz
y Pablo Font de Mora como vocales
junto a la secretaria autonómica de Hacienda y el conseller de Cultura, así
como el secretario autonómico de Cultura y Deporte que será el vicepresidente.
¿Qué es lo que me preocupa entonces? Pues,
en primer lugar, como ya dije, me da bastante miedo que esa presencia civil en
Les Arts al final sólo sirva para dar apariencia de apertura y transparencia a
unas decisiones, o mejor dicho, a una ausencia de decisiones efectivas, que es
lo que hasta ahora ha venido caracterizando la actuación de los representantes
políticos en la gestión del teatro valenciano poniendo en serio riesgo su
supervivencia como un proyecto de calidad internacional. Pero bueno, al fin y
al cabo eso sólo es mi miedo particular sobre algo que todavía no ha ocurrido y
que, al menos, merece un margen de confianza.
Bastante peor que eso me parece, y esto ya
no tiene solución salvo que se replanteen reformar de nuevo el recién reformado
Patronato, la ausencia absoluta en el mismo de músicos o de personas
profesionalmente ligadas a la música o a la ópera. Ya dije el otro día que me
parecía lamentable que se haya excluido del órgano de gobierno a la única
persona que no era cargo político en el anterior Patronato, el director del Cor de la Generalitat, Paco Perales. No me parece de recibo
que una vez que se decide reestructurar la composición de los órganos de Les
Arts no haya representación en su seno de nadie del mundo de la música. Ahora
mismo me atrevo a decir que los únicos que sabrán algo de ópera ahí dentro
cuando se pongan a debatir serán Pablo
Font de Mora y Carmen Alborch,
como buenos aficionados que son, pero no dejan de ser eso, aficionados. Creo
que esto es algo suficientemente grave como para que deba replantearse el nuevo
Patronato dar entrada a los profesionales de la ópera o de la música que
entiendo que tendrán bastante que decir respecto a la gestión de Les Arts que,
si no me equivoco, sigue siendo fundamentalmente un teatro de ópera, no una empresa
repostera ni un centro de investigación (aunque a veces se trate al abonado
como a cobayas).
La voz del músico debería estar presente en
el Patronato de Les Arts, aunque sólo sea para poder contrarrestar y rebatir
con seriedad las insensateces con las que de vez en cuando nos obsequian algunos
genios allí presentes, como el patrono señor director general del Instituto
Valencià de Cultura y ex director de la Mostra de Mim de Sueca, Abel Guarinos, diciendo majaderías como
que el Cor de la Generalitat lo que
necesita son “voces jóvenes”. Más bien me parece a mí que es el IVC el que
necesita cabezas jóvenes y pensantes, no soportes para llevar el sombrero. Lo
que necesita el Cor básicamente es
que se le respete, que después de 30 años demostrando su excelencia internacional
y siendo víctimas, que no causantes, de la irregularidad de la situación en la
que se les ha mantenido, ahora se les repare esa situación de la única manera
posible, inventándose lo que haga falta para consolidar y mantener a este
conjunto de músicos que, como tantas veces he dicho, son un activo cultural
principal de la Comunitat y como tal ha de ser tratado y valorado, con la
excepcionalidad que sea precisa, como se ha hecho en otras ocasiones con cosas
bastante menos relevantes para la cultura.
De momento al Cor se le sigue
faltando al respeto y, tras detener los paros previstos en Tosca con promesas de soluciones urgentes, el señor este de la
Mostra de Mim en la última reunión con los representantes del Cor llegó de nuevo con las manos como
la cabeza, vacías. Así que, por si queríamos más animación, de nuevo la huelga
del Cor de la Generalitat, esta vez para
el estreno de La Damnation de Faust,
está sobre la mesa.
La situación en la Orquestra de la Comunitat Valenciana está aparentemente más
tranquila, pero no mejor. La falta de soluciones al necesario reforzamiento de
la plantilla titular, el descabezamiento de la orquesta tras la marcha de Biondi y la poca actividad de Abbado y la incertidumbre sobre el
futuro de la dirección musical, sólo puede deteriorar más una agrupación que
sigue perdiendo miembros y que, al igual que ocurre con el Cor, debería ser un objetivo prioritario el mantenerla como el referente
musical internacional que ha sido y deberíamos desear que siga siendo.
Recientemente Rosa Solà realizó en
Valencia Plaza unas reflexiones al respecto para chuparse los dedos que suscribo completamente y que podéis leer
AQUÍ.
Señoras y señores del nuevo Patronato,
ustedes deberían ser los primeros interesados en que la voz de los músicos se
escuche en ese organismo, les resulte cómoda o incómoda, porque eso les
acercará a la realidad y permitiría una gestión más eficiente.
Es verdad que con el nuevo equipo de
gobierno de Les Arts se abre una luz de esperanza a que las cosas puedan ir
mejorando, pero la situación requiere actuaciones urgentes. El nombramiento de
director artístico y aclarar la dirección musical de la casa son acciones prioritarias.
Más allá de concursitos y apaños formales hay que tomar decisiones ya, porque si
se permite que se echen a perder el Cor
de la Generalitat y la Orquestra de
la Comunitat Valenciana y disminuya su excelencia, el proyecto de Les Arts
dejará de tener sentido. La calidad de sus cuerpos estables es lo que pone en
valor hoy por hoy a Les Arts en el ámbito nacional e internacional y su defensa
debe ser el objetivo numero 1 de sus gestores. Lo demás es secundario.
Cinco meses y medio después (que se dice
pronto) de que Davide Livermore presentase
su dimisión como director artístico del Palau de les Arts, parecen darse por
fin los primeros pasos efectivos para intentar empezar a enderezar el rumbo del
teatro valenciano. El conseller de Cultura Vicent
Marzàanunció ayer en rueda de prensa que el próximo lunes tendrá lugar la
reunión constitutiva del nuevo Patronato de la Fundación Palau de les Arts que,
a su vez, anunciará las bases de la convocatoria del concurso para la
contratación del nuevo director artístico de la casa.
La primera buena noticia es que se anuncia
una Presidencia del Patronato desvinculada de cargos políticos y con una
intensa relación con el mundo de la cultura y el mecenazgo en nuestra ciudad,
en la persona de Susana Lloret, vicepresidenta
y directora general de la Fundación Per Amor a l’Art. Esa apertura del
Patronato a la sociedad civil se completa además con la introducción de otras
cinco personas más como son: la ex ministra de Cultura y patrona del Teatro
Real, Carmen Alborch; Isabel Muñoz, que fue directora del
Centro de Investigación Príncipe Felipe; José
Remohí, del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI); Rafael Juan, empresario; y el presidente
de la Asociación Amics de l'Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana, Pablo Font de Mora.
Esto sin duda es una noticia que invita al
optimismo de quienes, entre los que me incluyo, llevamos años abogando por un
Patronato menos político. El problema es que, aunque se ha dado entrada a esas
personas, los miembros del Patronato que lo son en función de sus cargos
políticos, aumentará respecto a la anterior composición, pasando de 8 a 12, o
sea doblando el de “representantes de la sociedad civil”. Entre estos cargos
políticos se quieren reservar dos asientos al Ministerio de Cultura, a ver si
alguna vez se digna mirar hacia Valencia más allá de para venir a la playa a chupar cabezas de gamba, y
se animan a integrarse en Les Arts y a aumentar el actualmente insultante apoyo
económico al teatro. Del antiguo Patronato parece que cae también la única
persona que no era cargo político, el director del Cor de la Generalitat, Paco
Perales, lo cual es una lamentable noticia, pues se pierde una de las voces
más sabias de la música valenciana y los músicos dejarán de estar representados.
Por supuesto que esta estructura, al menos
sobre el papel, es infinitamente mejor que lo que había, pero permitidme que muestre
cierta desconfianza inicial. Si de verdad esa apertura a la sociedad del órgano
de gobierno de la Fundación se hace efectiva y la sociedad civil tiene voz
decisiva en los acuerdos del Patronato, entonces estaremos en la buena senda;
ahora bien, no me gustaría nada que esta nueva estructura no fuese más que una
renovación del desgastado maquillaje de los representantes políticos en Les
Arts y al final solo sirviese para dar una apariencia de apertura y transparencia
a unas decisiones en la misma línea que las que se han venido adoptando
poniendo en peligro el futuro del teatro. Espero fervientemente que no sea así.
Y será obligación de esas seis personas que se incorporarán al Patronato permanecer
vigilantes para que no les tengan sólo de comparsas. Por otra parte, habrá que
ver cuál va a ser la composición definitiva de otro órgano, la Comisión
Ejecutiva, que será la que efectivamente vaya marcando el rumbo de la gestión.
Otra buena noticia anunciada ayer es el
nombramiento de Plácido Domingo al
frente de una nueva Comisión de Mecenazgo de Les Arts. Es motivo de enorme satisfacción
que este gran artista decida seguir implicándose personalmente en el futuro de
nuestro teatro pese a todo lo que ha caído. Pocos perfiles más apropiados habrá
desde luego para buscar apoyos económicos nacionales e internacionales a la
ópera en Valencia que el maestro Domingo,
a quien le deseo mejor fortuna en esta singladura que la que tuvo Helga Schmidt cuando le vendieron la
moto de dirigir el mecenazgo del teatro.
Y también pienso que es una buena noticia la
confirmación de Francisco Potenciano
como director gerente.
Respecto al concurso que se pretende
convocar para la contratación del nuevo director artístico, espero que a partir
del lunes, cuando se anuncien las bases del mismo, se despejen algunas de las
muchas dudas que todavía existen sobre este proceso selectivo. De momento ya es
un hecho constatado que no se han cumplido los plazos previstos y en junio no
habrá todavía nombramiento. Dice el conseller que “hemos avanzado todo lo rápido que hemos podido, pero estas cosas
requieren su tiempo”, una gran frase que pasará a los libros de politología
y que en realidad quiere decir “dije una
fecha a pitopito porque no tenía ni puñetera idea de lo que cuesta montar un
tinglado de estos”.
Y otra cosa que no entiendo o no ha
explicado bien Marzà es que, después
de anunciar una convocatoria pública, imagino que con unos méritos a valorar,
hable de que el proceso será confidencial.
Entiendo que quiera avisar a posibles concursantes de que no van a ir
pregonando quién se va presentando (cosa que conociendo el percal tampoco me atrevería
yo a asegurar, cuando de hecho ya se están filtrando algunos nombres), pero
espero que si se empeñan en establecer unos baremos (que siempre me ha parecido
una estupidez), se haya de ser escrupulosamente transparente a la hora de
justificar por qué se elige a Pepe y no a Juan.
Bueno, a partir del lunes veremos cómo va
evolucionando la cosa. Más allá de las dudas, como decía al comienzo, lo
principal es que parece empezar a desbloquearse la situación, lo que es
fundamental para evitar que la imagen del teatro siga dañándose, y que algunas
de las líneas que se apuntan no tienen mala pinta. Pondremos una vela a San
Judas Tadeo.
Ayer se estrenó otra Tosca en el Palau de les Arts… Y ya van tres desde que se inauguró. Con todas las obras de primera línea que hay en el repertorio operístico que todavía no se han estrenado en este teatro, se sigue insistiendo hasta el hartazgo en unas pocas, como es el caso de Tosca. Ya no hablo de obras o autores más singulares, sino que incluso dentro de la producción de los omnipresentes Puccini o Verdi tenemos óperas importantes como La fanciulla del West, Il Trittico, Ernani, Un ballo in maschera o Falstaff, que aún no se han escuchado, mientras que algunos tenemos ya un cierto empacho de chuparnos tanta Traviata, Butterfly, Turandot o Tosca. Pero claro, mientras se sigan agotando las localidades con estas obras es complicado que los gestores del teatro (si es que los hay actualmente) se planteen renunciar al recurso fácil de su programación en modo pepino.
Y hablando de gestores, la indolencia y desvergüenza de los actuales irresponsables culturales de la Comunitat respecto la situación que se vive en Les Arts, alcanza ya cotas que poco tienen que envidiar a las que en su día consiguieron otros nefandos personajes como Lola Johnson o María José Catalá. Se suponía que en marzo se iba a anunciar el concurso público para cubrir la vacante originada por la dimisión de Davide Livermore; estamos en mayo y el silencio es la única respuesta. La temporada próxima sigue sin hacerse pública. El desconcierto respecto al futuro de la dirección musical de la Orquestra de la Comunitat Valenciana es total tras la dimisión de Fabio Biondi, sin que nadie quiera aventurar nada ni se establezcan contactos en tanto no haya un nuevo director artístico. El Cor de la Generalitat anuncia drásticas medidas de protesta respecto a su situación y les torean con bonitas palabras vacías de hechos y soluciones concretas. La situación general del teatro es caótica y esperpéntica, pero lo más bochornoso de todo es que quienes deberían tomar medidas, o al menos dar la cara (dura) para no transmitir esta imagen de vacío de poder y de ideas, callan y se desentienden por completo, demostrando que esto no les importa nada. Luego cuando no haya nadie que se interese por venir a Valencia como director artístico o director musical igual hasta se extrañan.
Mientras tanto, los trabajadores y el equipo técnico del teatro, así como los miembros de la orquesta y del coro, siguen dando lecciones de profesionalidad, haciendo que todo funcione con apariencia de normalidad.
Y para completar el sainete, va y resulta que, en medio de esta juerga padre que vivimos, la dirección escénica de la Tosca estrenada ayer es de nuestro amigo el ex intendente Davide Livermore, quien se presentó ayer en Les Arts cojeando y apoyándose en una muleta (supongo que no sería una lesión de retorcerse por el suelo de risa viendo el panorama que ha dejado). La producción presentada pertenece al Teatro Carlo Felice de Genova y contiene rasgos bastante habituales en sus trabajos: hay claras influencias del lenguaje cinematográfico (aunque particularmente me ha parecido una sandez eso que ha dicho de que se presentaba la historia como un plano secuencia), no faltan algunos vídeos con nubarrones, la dirección de actores está trabajada, la escenografía es escueta pero efectiva, y, aunque pueda haber alguna pequeña licencia efectista, la propuesta no deja de ser enormemente clásica y fiel al libreto.
Toda la acción se desarrolla en una plataforma triangular imitando mármol, por supuesto muy inclinada, que igual servirá para escenificar la iglesia de Sant'Andrea della Valle en el primer acto, el despacho de Scarpia en el Palazzo Farnese en el segundo, o el Castel Sant’Angelo en el tercero; y el caso es que funciona bastante bien. Las velas tendrán también un importante protagonismo, tanto en la iglesia, como en los candelabros de Scarpia o en la celda de Cavaradossi. El gran valor de la escenografía es su movilidad y a su vez constituye uno de sus principales defectos. La plataforma girará frecuentemente ayudando a crear la diferenciación de ambientes de las distintas escenas sin interrupciones (a eso supongo que se refería Livermore cuando hablaba del plano secuencia) con diferentes puntos de vista y permitiendo un fluido movimiento de personajes. Además de eso, el giro se utilizará para ofrecer al espectador distintos niveles de la acción, permitiendo, por ejemplo, que veamos la tortura de Cavaradossi mientras Scarpia presiona a Tosca para hacer guarreridas, vulnerando el libreto peropotenciando el crescendo dramático. La diferenciación de planos de la acción jugará también un papel simbólico, con el poder eclesiástico arriba y el pueblo debajo, o con Tosca en lo más alto tras asesinar al vil Scarpia. La entrada en escena de éste es impactante, con el malvado personaje plantado en el vértice de la plataforma dominando la acción como una especie de Capitán Ahab en la proa del Pequod.
El problema estriba en que se abusa del efecto giratorio, que bien administrado es interesante pero que acaba por cansar y marear al espectador que sale de la sala con los ojos como Marty Feldman. Además se desluce el drama dando la impresión a veces de que los cantantes se encuentren en un tiovivo. Y para rematar, el carrusel y las alturas también afectan a las voces de los cantantes que pierden proyección. Y encima la plataforma al girar hace ruido que interfiere la música.
Durante el primer acto se ofrece al fondo del escenario la imagen circular, como un gran ojo vigilante, de la cúpula de la iglesia de Sant'Andrea, con los famosos frescos de Giovanni Lanfranco. También vemos en diferentes momentos aparecer de fondo los conocidos nubarrones livermorianos, y la imagen de un Cristo que durante la tortura a Cavaradossi sangrará, mientras que durante la cantata y en el Vissi d’arte lo que asomará será una especie de figura alada (¿paloma, ángel…?) bastante cursi. En el tercero veremos la luna y un paisaje, se supone que del Tíber, bastante cutrecillo, como de cuadro de sala de espera de Gestoría Martínez. También queda un poco ridículo que cuando Scarpia se quita el chaleco y se acerca a Tosca para cepillársela, desde algunas zonas del teatro se le viera la camisa manchada de sangre antes de que la diva le clavara el cuchillo. Debería controlarse igualmente la carga de los fusiles de la ejecución de Cavaradossi, pues el elevado volumen de chispas que sale, a buen seguro que acaba impactando en el tenor, que a este paso cuando llegue la última función parecerá Niki Lauda.
El vestuario creado por Gianluca Falaschi es más clásico que el peinado de Matías Prats Jr y absolutamente fiel a la época y libreto; mientras que en la iluminación se opta por un trabajo que resulte adecuado a la acción, sin especiales efectos, bastante básico. El final, para el que dice Livermore haberse inspirado en el film Cielo sobre Berlín de Wenders, es efectista y sorprendente, no tanto por lo que pasa sino por la forma de reflejarlo. Me resisto a comentar nada más para no hacer spoiler a quien todavía no la haya visto. Yo salí con sentimientos encontrados respecto a la propuesta del regista turinés, hubo cosas que me parecieron interesantes y otras que me cargaron, pero creo que en términos generales sirve a su propósito.
Al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana volvió a situarse Nicola Luisotti, quien ya nos ha visitado anteriormente en un par de ocasiones, dejando un buen recuerdo tanto en Mefistofele como en Nabucco. Independientemente de la labor que lleve a cabo, que considero que fue buena, es increíble el buenrollismo que desprende este hombre que permanece con la sonrisa en los labios durante toda la función. Luisotti dirigió con pulso, energía y precisión y un gran control de todas las secciones y de la escena, aunque yo quizás eché de menos un mayor refinamiento y una mayor puesta de relieve de los contrastes que tiene la partitura. Impuso de inicio unos tempi lentos que pusieron en algún apuro a los cantantes. También hubo abuso del volumen orquestal que castigó puntualmente las voces. Creo que al final del acto primero y en el tercer acto es donde la orquesta ofreció sus mejores prestaciones, logrando una intensidad dramática imponente, con una sección de cuerda absolutamente espectacular. Las flautas tuvieron también una noche inspirada tanto en el foso como en la gavota interna del segundo acto. Excelente fue la intervención de las trompas al inicio del tercer acto, o la introducción del clarinete de Tamás Massányi a E lucevan le stelle, y maravillosos de nuevo los violonchelos en la escena previa de ese acto tercero, por cierto comandados por un nuevo solista del que ignoro su nombre.
El Cor de la Generalitat había anunciado posibles acciones de protesta, incluyendo la huelga en esta Tosca, si la administración autonómica no resuelve adecuadamente la incertidumbre de la agrupación por la situación de interinidad de sus miembros. Parece ser que se les ha emplazado para ofrecerles próximamente una propuesta y las acciones de protesta se han suspendido de momento. Ojalá todo se solucione de la mejor forma posible, que no es otra que garantizando la estabilidad y consolidación de todos sus componentes, con las medidas que sean necesarias, ordinarias o extraordinarias, para preservar este irrenunciable activo cultural de la Comunitat. Aunque conociendo el percal, más bien huele la cosa a un intento de ganar tiempo y evitar la repercusión mediática de una huelga en Tosca.
No es extensa la participación del coro en la obra, pero sí determinante en ese impresionante Te Deum en el que volvieron a mostrarse inmensos. También fue muy relevante su entrada del primer acto y una cantata del segundo espléndida. Muy bien estuvieron también los niños y niñas de la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet.
El papel protagonista de Floria Tosca ha estado interpretado por Lianna Haroutounian, una cantante que saltó a la fama internacional en el Don Carlo de 2013 en el ROH londinense dirigido por Pappano y protagonizado por Jonas Kaufmann, cuando tuvo que hacer una sustitución de última hora de la soprano prevista, Anja Harteros, consiguiendo un importante éxito. La soprano armenia tiene un instrumento privilegiado, con una voz lírica de indudable belleza en el centro que corre perfectamente por la sala con potencia y riqueza tímbrica. Se muestra poderosa y resplandeciente en el agudo y con muchas más carencias en una zona grave donde cambia el color. El reproche que yo le haría es la falta de matices, sin un solo intento de regulación; no obstante lo cual logró transmitir una gran expresividad dramática a momentos como el dúo con Scarpia del primer acto, con un estupendo Dio mi perdona... Egli vede ch'io piango!, la escena del interrogatorio o el dúo final con Cavaradossi. En el Vissi d’arte cantó con emoción e incisividad, pero yo eché en falta también una mayor variedad de intensidades.
Bastante menos me gustó el Cavaradossi del tenor surcoreano Alfred Kim, quien desde hace un año está siendo más noticia por motivos ajenos a lo artístico, tras ser condenado en Francia por violencia de género, lo que ha motivado que diversos teatros le hayan vetado. No ha sido el caso de Les Arts. Si le reprochaba yo antes la falta de matices a la soprano, lo de Kim fue ya de matrícula. Su fraseo tarzanesco no bajaba del forte, destrozando cualquier atisbo de lirismo que pudiera contener la partitura, con el agravante de que, además, su proyección, salvo en los territorios más agudos, no siempre superaba la barrera orquestal. Su momento de lucimiento en el adiós a la vida quedó así sepultado entre vozarrones desaforados, transmitiendo menos emoción que un percebe sesteando. Tan sólo en O dolci mani apuntó una aproximación a las medias voces, con mejores intenciones que resultados. El resto de su actuación fue una pura exhibición de músculo y potencia en el agudo, donde brilló notablemente. Tanto en La vita mi costasse del primer acto como en los Vittoria del segundo, nos regaló sendos impecables pepinazos en los que su voz, que en el centro se mostraba tirante, temblona y mate, sonaba limpia y liberada.
Claudio Sgura fue un Scarpia para olvidar. De medios mucho más limitados que sus compañeros de reparto, el barítono italiano se mostró absolutamente incapaz de otorgarle al personaje la presencia y autoridad que requiere. La voz no es fea pero se le quedaba en la nuez, no llegando ni al proscenio. El Te Deum en lugar de ser su momento de lucimiento parecía una imitación de Harpo Marx, resultando totalmente inaudible. Y el segundo acto se quedó en una burda pantomima de un Scarpia sin carácter y más blandito que Bambi. Fue sin duda el más perjudicado por el torrente decibélico orquestal, pero intuyo que ni con un cuarteto de cuerda hubiera estado a la altura.
Entre los comprimarios destacaría el buen Sacristán de Alfonso Antoniozzi y el Spoletta del siempre entregado Moisés Marín (tanto, por cierto, que el día del ensayo general a punto estuvo de partirse una pierna resbalando en la traicionera rampa inclinada ideada por Livermore).
Un Angelotti irrelevante y para desechar compuso el ex miembro del Centre de PerfeccionamentAlejandro López, muy justo en lo vocal y en lo interpretativo, al que además se le castigó con una pinta lamentable de naufrago de Forges. Y muy justito el Sciarrone de César Méndez. Bastante más correcto fue Andrea Pellegrini como Carcelero.
Sí me gustaría reseñar la estupenda intervención del joven Alejandro Navarro miembro de la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats como Pastorcillo.
Con todo el papel vendido desde hace meses, el teatro, como era de esperar, presentó un aspecto espléndido con un lleno absoluto. En el palco, pese a tratarse de una ópera de las fáciles, de las que pueden asimilar sin sueño hasta los altos cargos públicos, no se vio a ningún relevante marzalito. Hubo toses a cascoporro y la habitual estampida final a la carrera sin esperar ni a que se levante el telón, pese a que, al ser domingo, no eran las 9 de la noche cuando finalizó. Me parece impresentable y una falta de respeto que pone en evidencia la poca educación de una gran parte del público de Les Arts. Un público que, por cierto, se mostró bastante frío toda la noche. Al final hubo aplausos generalizados, pero sólo una ovación intensa para la pareja protagonista. Había cierto morbo por ver la reacción del respetable durante los saludos de Livermore como director de escena en el retorno a su teatro, pero pasó sin pena ni gloria. Fue tibiamente aplaudido y no se escucharon protestas, lo cual ya es bastante.
Bueno pues esta temporada, entre dimisión y dimisión, se nos está pasando en un suspiro. Apenas quedan algunas funciones en el infame Auditori, más la imprescindible Condenación de Fausto de Berlioz en la sala principal. Mientras tanto seguiremos esperando a que los responsables autonómicos despierten de su letargo y tomen decisiones cuanto antes respecto a la dirección artística, y a que se publicite de una vez la próxima temporada. Parece que Ramón Gener tiene ya reservada una fecha de junio para hacerlo; pero espero que antes haya algún anuncio oficial y, sobre todo, que finalmente de verdad haya una temporada operística medio decente.