Tras una espera
que siempre se hace demasiado larga, ayer dio comienzo la pretemporada
operística en el Palau de les Arts con el estreno de Turandot. Bueno, lo de estreno es un decir, ya que es la cuarta vez
que se repone en el teatro valenciano esta producción que se ha convertido en
nuestro particular Verano Azul.
Con estas
funciones de pretemporada se reanuda la actividad operística tras el parón
veraniego, aunque todavía tendremos que aguardar hasta el 1 de diciembre para
que dé oficialmente inicio la temporada valenciana 2018-2019. Una temporada de
transición entre la última medio programada por el dimisionario Davide
Livermore y la primera que corra a cargo de Jesús Iglesias Noriega,
el recientemente nombrado nuevo director artístico de Les Arts que se espera
que se incorpore oficialmente a su despacho en el edificio de Calatrava
a partir del mes de enero.
No obstante,
supongo que ya se estará trabajando en el diseño de esa temporada 2019-2020 que
debería anunciarse la próxima primavera y que, por una cuestión obvia de
tiempo, presumo que tampoco podrá responder del todo a los planes del señor Iglesias.
Sí que estaría bien que, lo antes posible, el nuevo director artístico o
quienes le han seleccionado, ofrecieran al menos algún apunte de cuáles pueden ser
las líneas básicas, previsiones y objetivos del proyecto vencedor de Iglesias
Noriega para Les Arts. Y esto no lo pido como espectador, que también, sino
sobre todo de cara al exterior para transmitir que se cuenta con un proyecto serio
de futuro, dando cierta imagen de estabilidad tras los avatares sufridos en los
últimos años.
Como ya he
comentado en ocasiones anteriores, me parece una estupenda idea que se
aproveche la pretemporada para la reposición de títulos populares a precios
irrisorios como forma de atracción de nuevos públicos. Dicho eso, me planteo si
no hay otras muchas producciones que puedan servir a tal fin sin necesidad de
repetir ¡¡por cuarta vez!! esta Turandot.
Es innegable que el éxito de taquilla está garantizado y se ha vendido todo el
papel, pero creo que se puede lograr el mismo resultado con otras obras sin
someter a los espectadores más veteranos a este permanente efecto pepino
repetitivo.
Además, apostar
por la cuarta reposición de esta producción cuenta con el riesgo añadido de que
para los espectadores con mayor recorrido y memoria es imposible desligar esta Turandot en lo musical del recuerdo de
la genialidad desplegada por la dirección de Lorin Maazel en 2009; y en
lo sentimental, algunos siempre la tendremos asociada a la entrañable despedida
de Zubin Mehta en 2014 con abucheo incluido a la ex consellera Catalá.
De la puesta en
escena del director de cine chino Chen Kaige, de cuya reposición se ha
encargado Allex Aguilera, poco tengo que comentar. Siempre he dicho y
sigo manteniendo que visualmente tiene un poderío innegable, con la impactante
escenografía de Liu King y el llamativo vestuario de Chen Tong Xun.
Ya nos la sabemos de memoria y me reitero en lo ya comentado anteriormente en
este blog con motivo de su última reposición y que reproduzco literalmente a
continuación sin que la nueva puesta en escena me motive a cambiar nada:
“Es una propuesta
que agrada especialmente a los amantes de las versiones tradicionales y
estéticamente vistosas. Tiene su punto kitsch y basa toda su
fuerza en el poder visual del colorido vestuario y en una escenografía de corte
muy clásico. En el apartado de dirección de actores los estrechos espacios no
dan mucho juego al coro y tampoco es un terreno en el que se haya hecho algo
especialmente relevante, salvo en los personajes de Ping, Pang y Pong,
en los que sí se ha cuidado la actuación dramática y pienso que con éxito.
También me resulta atractiva su escena inicial del segundo acto. En lo peor,
siguen estando las absurdas banderitas del coro, el estilete del verdugo
danzarín y sobre todo ese personaje de Altoum convertido en un
idiota ebrio y con Parkinson”.
Decía antes que
uno de los grandes riesgos de presentar de nuevo esta producción es que algunos
nos acordemos de las maravillosas genialidades que hizo Maazel en el
foso en 2009, y añado ahora que también de la brillantez obtenida de la
orquesta por Zubin Mehta. Y si Galduf hubiese dirigido alguna de
las pasadas Turandot, seguramente
también le echaríamos de menos, y es que el debut en Les Arts del jovencísimo
director británico Alpesh Chauhan al frente de la Orquestra de la
Comunitat Valenciana, ha sido más que decepcionante.
Declaraba
recientemente Chauhan que su versión iba a ser una Turandot muy rápida para intentar sacar todos los colores de la
partitura. Pues bien, los únicos colores obtenidos fueron el rojo del rubor en
mis mofletes por la vergüenza ajena sentida y el gris de una lectura plana,
burda y desmanotada; y en cuanto a la velocidad anunciada, sólo fue tal a
ratos. Empezó la obra imprimiendo un ritmo acelerado bastante absurdo que lo
único que lograba era descontrolar el conjunto. No fueron pocos durante la
noche los momentos de desfase entre foso y escena. Pero de repente intercalaba
otros instantes donde imponía una lentitud exagerada, y, claro, si no tienes la
genialidad de Maazel y sabes estirar la tensión al límite sin perder la
brillantez, el conjunto se desploma y el bostezo se impone. Propuesta aburrida,
lineal, falta de refinamiento y sin el más mínimo matiz, con un volumen por
momentos insoportable, lo más opuesto a esa búsqueda de colores que declaraba
que pretendía conseguir. No entiendo de quién ha sido la idea de que nos
tengamos que chupar a este director porque, oído lo oído, creo que habrá, sólo
en el barrio de Monteolivete, no menos de 30 seres humanos que harían mejor
papel. Pese a todo se aplaude la actuación profesional de los músicos de la
orquesta, con momentos solistas brillantes de clarinete, oboe, violines o
chelos.
Cuando llegaron
las vacaciones operísticas en Les Arts nos quedamos con la preocupación de la
situación sufrida por el Cor de la Generalitat que les llevó a anunciar
la posibilidad de convocar huelga y acciones de protesta para estas funciones
de Turandot si la administración
autonómica no daba pasos adelante hacia la solución satisfactoria de la
problemática que viven los miembros de la agrupación. Finalmente no ha habido
paros ni comentarios al respecto, lo cual hace pensar que ambas partes en
conflicto siguen dando una oportunidad a la negociación. Ojalá todo vaya por
buen camino y se solucione de la única forma justa y digna posible que no es
otra que atender las legítimas peticiones del Cor. Ayer, otra vez más,
la agrupación dirigida por Francesc Perales fue con mucha diferencia lo
mejor de la velada. Mostraron contundencia
y poderío vocal pese a que no esté el coro todo lo reforzado que requeriría.
Supongo que habrá quien diga que abusaron de volumen, pero ayer o se abusaba de
volumen o Chauhan te arrollaba. Magnífica fue como siempre su prestación
escénica aunque se tengan que mover en escena bien apretaícos; y de nuevo alcanzaron la excelencia en momentos
delicadísimos como Perchè tarda la luna?
o el “Liù bontà” con una belleza superior a la que la dirección
orquestal parecía marcar. También merecen la felicitación por su rendimiento los
niños de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats.
En años
anteriores las funciones de la pretemporada valenciana se han caracterizado por
ofrecer producciones propias de Les Arts, generalmente reposiciones, a precios
muy económicos y con voces jóvenes; pero esta vez se ha optado por incluir en
el reparto, en los dos papeles protagonistas, a dos cantantes ya consagrados
que han interpretado el rol en los principales recintos internacionales, como
son Jennifer Wilson y Marco Berti; aunque sin previo aviso ni
explicación alguna y cuando ya estaba todo el papel vendido, se ha anunciado un
segundo reparto para la función del día 26 con la soprano italiana Teresa
Romano y el tenor francés Amadi Lagha en los papeles de Turandot y Calaf. No conozco a ninguno de los dos, pero visto y escuchado ayer
el cast titular, me parece a mí que
quienes tienen entradas para el 26 habrán salido ganando.
El papel
protagonista de la princesa de hielo en el estreno ha recaído en la
norteamericana Jennifer Wilson, una soprano bien conocida en Les Arts
por sus participaciones como Brünnhilde,
Isolde o la Leonora de Fidelio. Yo
reconozco que le tengo a esta cantante un cariño muy especial y jamás podré
desligarla de lo que me hizo disfrutar en aquellos Anillos. Recuerdo las discusiones que teníamos entonces a la salida
y en las cenas posteriores los amigos en torno a su Brünnhilde, posicionándome yo siempre claramente entre sus
fervientes defensores. Nunca podré olvidar el impacto que me produjo la primera
vez que la escuché, en su primer Siegfried,
y cómo me estremecieron aquellos agudos luminosos, potentes y colocados como
estiletes. Ha pasado ya tiempo de aquello… Demasiado…
Algunos de los
que criticaron entonces a Wilson hablaban de su excesiva frialdad, una
frialdad que al papel de Turandot no
le va nada mal en el segundo acto, pero ayer hubo otros muchos problemas. No voy a hacer leña de la Wilson,
así que los que esperen que me ensañe quedarán defraudados, pero tampoco voy a
mentir. Salí muy triste de la sala. Me apenó enormemente ver a una querida
cantante en un estado vocal muy preocupante. Yo pensé si estaría enferma, pero
alguien que la conoce bien me dijo que no, que lleva tiempo así. Su línea de
canto es inexistente, desigualdad entre registros, zonas central y grave
desgastadas, problemas respiratorios, una línea expresiva sin que se apreciase ninguna evolución en el
personaje. Los agudos están lejísimos de los de antaño, se ha perdido brillo y
metal y el recurso del chillido y el portamento
están presentes. Una lástima y una decepción, pero que no justifica en modo
alguno los abucheos aislados que se escucharon en los saludos finales. El
abucheo a un cantante yo sólo lo justifico al caradura, al que pretende
engañar. Si un cantante por los motivos que sean no da más de sí, a quien hay
que criticar es a quien le contrata sabiéndolo.
Otro viejo
conocido de Les Arts fue el elegido para asumir el papel de Calaf. El tenor italiano Marco Berti
que ya protagonizó el rol en los años 2008 y 2009. Poco a mejor ha evolucionado
Berti vocalmente (físicamente, a diferencia de la Wilson, parece haber
adelgazado como media arroba). Hay aspectos que son incuestionables, como que
todas las notas escritas en la partitura son emitidas con facilidad cuando se
mueve en el registro agudo; o que frente a otros tenores de emisiones y dicciones
más extrañas, Berti al menos transmite cierta “italianità”. Pero tampoco admite discusión su abuso del portamento, su fraseo estentóreo de
pregonero, plano, monótono e inane y la nula capacidad de transmitir con su
canto al menos una chispa de emoción que nos traslade la intensidad del drama
en lugar de parecer que está cantando los números del bingo. Escénicamente
tampoco ha mejorado demasiado y su tradicional estatismo de click de Famobil
apenas llega ahora a Madelman. La voz arriba llega a brillar, pero en el centro
y grave se abre y afea enormemente. Su gran momento del Nessun Dorma pasó sin pena ni gloria, dirigido a velocidad de película
de Charlot por Chauhan parecía
que nos habíamos equivocado en las revoluciones del pickup; Berti caló además
algunas notas en la zona media-baja y acabó con un agudo cortísimo muy decepcionante,
y como el director no hizo paradinha,
se fue sin aplausos.
El papel siempre
agradecido de Liú, salvo cuando lo
canta la Voulgaridou (que Nuestro Señor mantenga lejos muchos años),
recayó en la joven soprano donostiarra, ex alumna del Centre de
Perfeccionament, Miren Urbieta-Vega. Como digo, este es un rol agradecido
en el que el aplauso final está garantizado. Es el personaje bueno por
excelencia de la obra y tiene unos pasajes bellísimos no especialmente
comprometidos, pero en los que es preciso derrochar sensibilidad, matizar,
ligar, saber frasear y acabar de enganchar con el público. No se trata de
buscar el imposible de la nueva Caballé, pero tampoco admitir el encefalograma
plano de Voulgaridou. Urbieta-Vega superó la prueba y mostró ayer
una voz de bonito color con detalles de buen gusto, con algunas frases muy bien
ligadas e intentando apianar y recoger la voz. Al final, como era de esperar en
una Liú, obtuvo un triunfo arrollador
que creo fue merecido.
Otro ex alumno del
Centre de Perfeccionament, el bajo italiano Abramo Rosalen, fue el
encargado de interpretar a Timur.
Estuvo correcto, aunque le falta peso a su voz y fue imposible no acordarse de
la rotundidad que imprimía aquí el ruso Alexánder Tsymbalyuk. Lo que sí
fue rotundo fue el mamporrazo que se pegó nada más salir a escena, cuando según
el libreto ha de caer al suelo, pero tanto ímpetu le puso que a poco más se
desnuca.
Muy acertados en
la vertiente actoral, correctos en lo vocal y logrando el favor del público
estuvieron los ministros Ping, Pang y Pong,
interpretados por Damián del Castillo, Valentino Buzza y
Pablo García López. Bastante bien.
De nuevo el papel
de Altoum recayó en el tenor
ilicitano Javier Agulló que sufrió otra vez una dirección escénica que convierte
su personaje en un pelele y hace su voz casi inaudible cantando desde el fondo
del escenario. Bastante peor el Mandarino
del alumno del Centre de Perfeccionament César Méndez con el que seré
benévolo y me limitaré a calificarle de irrelevante.
Estupendas, por el
contrario, estuvieron como Doncellas las
cantantes del Cor de la Generalitat Carmen Avivar y Mónica Bueno.
Hubo otros
intérpretes inesperados que no aparecieron anunciados en los programas de mano:
los pajaritos que se colaron en la sala, vaya usted a saber cómo, y que acompañaron
con sus trinos todo el tercer acto. Cuando se comenzaron a escuchar pensé que
era una grabación que pretendía ambientar el momento o un móvil, pero al poco
ya nos percatamos todos de que aquello no eran efectos especiales. En todos los
años que llevo yendo a Les Arts no recuerdo que nunca se haya producido una
invasión avícola de la sala.
El teatro anoche
presentaba un aspecto inmejorable, completamente lleno y, como suele ser
habitual en funciones de pretemporada, con bastante público joven. No pude
fijarme demasiado en quienes ocupaban el palco aunque sí vi una nutrida
presencia de miembros del renovado Patronato, con su presidenta Susana
Lloret al frente. No estuvo especialmente cálido el público, pero la
frialdad de la dirección y de la pareja protagonista tampoco motivaba mucho
más. Tan sólo interrumpieron los aplausos la representación al finalizar Liú el Signore ascolta y tras la escena de Ping, Pang y Pong que abre el segundo acto. Al
terminar la función hubo generosos aplausos para todos, a excepción de esos
abucheos aislados a la Wilson que ya he comentado. Las mayores ovaciones
fueron para el coro, Urbieta-Vega y la orquesta, y me pareció oír que el
director Alpesh Chauhan recibía también alguna protesta. Los pajaritos,
inexplicablemente, no saludaron.
Bueno, pues hasta
aquí la primera crónica de la temporada. Espero que la cosa vaya mejorando
cuando se inicie ya oficialmente el nuevo ejercicio operístico en diciembre. En
cualquier caso el objetivo de la pretemporada está cumplido. Todo el aforo
vendido y, pese a que los listillos más veteranos nos pongamos en plan
exquisito, una muy buena receptividad por parte de la mayoría del público que
parecía salir contento y con ganas de más. ¿Qué queréis que os diga? También
hay a quien le va la disciplina inglesa…
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ACTUALIZACIÓN A 19/10/18: El Palau de les Arts ha anunciado hoy oficialmente que Jennifer Wilson cancela por baja médica el resto de funciones de Turandot que tenía previsto cantar. La italiana Teresa Romano que estaba anunciada para la representación del día 26 de octubre, asumirá además las de los días 23 y 28; mientras que será la soprano eslovena Rebeka Lokar quien lo haga los días 20 y 31.
Se insiste desde Les Arts en que la causa de la cancelación de Wilson es una baja médica. Mientras tanto, la soprano norteamericana se ha limitado a publicar en su perfil de facebook lo siguiente:
I will never forget my brief run as Turandot here in Valencia. At both the general probe and the premiere, I gave performances on a par with my best of my 80-plus Turandot shows around the globe. I greatly appreciate the thunderous ovations I received at the packed-to-the-rafters General and (with four or five noisy exceptions) at the premiere. Toi Toi Toi to my wonderful colleagues for the remainder of the run!