sábado, 20 de octubre de 2018

RECITAL DE CARMEN AVIVAR - Fundación Bancaja - 19/10/18


A veces la vida te sorprende con lo mejor de forma inesperada. Eso me ocurrió a mí la primera vez que escuché a Carmen Avivar en el Palau de la Música cantar La Traviata. Me dejó absolutamente conmocionado porque hacía mucho tiempo que no asistía yo a una interpretación del papel de Violetta Valery tan rica musicalmente, sentida y emocionante como la que ofreció ella. Desde entonces he procurado no dejar de acudir cada vez que puedo a las escogidas actuaciones que ofrece como solista esta magnífica soprano valenciana miembro del Cor de la Generalitat.

Por eso, tras el decepcionante inicio de pretemporada vivido el pasado miércoles día 17 en Les Arts, con esa Turandot de gran producción, cantantes de renombre internacional y muy pobre resultado, de la que ya os hablé aquí, ayer decidí no perderme la inauguración del ciclo Concerts a la Fundació de este año, organizado por la Fundación Bancaja con la colaboración de la Fundación Eutherpe, consistente en un recital lírico en homenaje a Montserrat Caballé, a cargo de Carmen Avivar acompañada al piano por Francesc Hervàs. Evento gratuito que, pese a las inclemencias climatológicas que estamos padeciendo en València, llenó el salón de actos de la Fundación Bancaja con gente haciendo cola en la puerta desde más de una hora antes del evento y con las entradas agotadas desde el miércoles a las pocas horas de comenzar su puesta a disposición del público.

Lo de homenaje a Montserrat Caballé es algo que da cierto miedito. Parece que desde el fallecimiento de la soprano catalana todo lo relacionado con el mundo de la lírica tenga que dedicarse a su memoria, con mayor o menor acierto. Sin ir más lejos, en el ya mencionado estreno de Turandot en Les Arts nos encontramos en el programa de mano con que esas funciones están dedicadas a la Caballé, inmortal intérprete de los papeles de Liú y Turandot. Pero vamos, si la Caballé hubiera abierto un ojillo y visto lo que allí se estaba fraguando, creo que hubiera convocado a Las Furias y lo de la gota fría hubiera sido un chiste.

Sin embargo, lo vivido ayer en la Fundación Bancaja fue un dignísimo homenaje a la figura de Caballé, recordando algunas de las arias y óperas más emblemáticas de su carrera; y la voz, la técnica, la expresividad y el amor que puso en su interpretación Carmen Avivar, honraron la memoria de la catalana y demostraron al público que llenaba la sala que no era una exageración lo que dijo en la presentación Álvaro López Jamar, Gerente y Coordinador General de la Fundación Eutherpe, cuando anunció a la Avivar como una de las mejores sopranos españolas de la actualidad.

Extraordinario el recital de principio a fin, con una Carmen Avivar pletórica, entregadísima y generosa, arriesgando sin miedo y dándolo todo. Podría haberse limitado a unas cuantas arias poco comprometidas y de fácil aplauso para pasar el trámite de un concierto gratuito; pero no, ofreció lo mejor de ella misma con una selección de piezas muy exigentes y complicadas que acabó resolviendo con matrícula de honor y un éxito apoteósico.

La bellísima voz lírica de la cantante valenciana enamoró al público desde el primer instante. Comenzó Carmen Avivar con un recuerdo a La Bohème, aunque no como Mimí, rol señero de la Caballé, sino con el vals de Musetta que interpretó bajando al patio de butacas y seduciendo al respetable como manda el papel. Desde ahí hasta el final del concierto la conexión entre el público y la cantante fue absoluta.

Prosiguió con una muy exigente "Ebben ne andró lontana" de La Wally, de Catalani, donde comenzó ya la exhibición de legato y de manejo de la respiración presentes toda la noche, con una asombrosa combinación en este fragmento de fuerza y delicadeza, todo en su justa medida. Después abordó el “Signore ascolta” de Turandot con una sensibilidad mayúscula, como debe ser, con un magnífico control del aire y una sucesión de filados, medias voces y pianísimos de exquisita factura. No pocos de los presentes que habíamos acudido dos días antes al estreno de la Turandot de Les Arts nos preguntábamos cómo era posible que esta mujer esté interviniendo en esas funciones en el coro y con una brevísima intervención como doncella, en lugar de cómo la mejor Liú que hubiera pisado nuestro teatro. Y finalizó la primera parte con otra preciosa pagina pucciniana, "Chi’l bel sogno di Doretta" de La Rondine, un fragmento mucho más complicado de lo que aparenta y en el que volvió a maravillarnos con su técnica, su fraseo ligado, unos agudos timbradísimos y esos filados marca Avivar.

Debe reseñarse también el excelente acompañamiento toda la noche al piano de Francesc Hervàs, quien además también pudo lucirse en solitario abordando el Intermezzo de Cavalleria Rusticana en la primera parte y el Preludio de La Traviata en la segunda.

Tras el descanso otro dificilísimo reto, el “Ave Maria”, del Otello de Verdi, con Avivar de nuevo desbordando sensibilidad, jugando con la media voz y los pianísimos y completamente metida en el papel de esa Desdémona que sabe que va a morir, emocionándonos sin remisión. Pero eso no era nada para lo que estaba por venir. En mi opinión lo mejor de la noche fue una memorable “Io son l’umile ancella”, de Adriana Lecouvreur de Cilea. Inmensa la Avivar, perfecta. Desplegó todos sus recursos canoros para brindarnos toda una clase de canto, con un fantástico control del fiato y de los recursos expresivos para enhebrar un delicioso fraseo, con poderío y sentimiento; una explosión de emoción que a buen seguro hubiera recibido el reconocimiento de las mismas Caballé u Olivero.

Quiso Carmen Avivar finalizar el recital a lo grande, abordando el “È strano…Ah, fors'è lui…Sempre libera”  de La Traviata, recorriéndose el pequeño escenario como si fuera el salón de la Valery y mostrando toda su fuerza interpretativa, resolviendo la coloratura con suficiencia y permitiéndose finalizar yéndose al esperado Mi bemol no escrito por Verdi. La sala para entonces ya era un puro delirio, con todo el público en pie enloquecido, ante lo que ofreció dos bises la cantante: el “Je veux vivre”, del Romeo y Julieta de Gounod; y el celebérrimo “O mio babbino caro” de Gianni Schicchi, que cuando fue anunciado provocó unos grititos de aprobación por parte de unas mujeres de avanzada edad que yo juraría que incluso llegaron al clímax. Aunque cuando deberían haber llegado fue cuando cerró el concierto Carmen Avivar marcándose una messa di voce espectacular.

Ya sabéis que últimamente no suelo escribir en el blog sobre eventos musicales más allá de los estrenos de Les Arts, pero en esta ocasión me he sentido en la obligación de hacerlo. Me parecía casi una traición a lo muchísimo que me hizo disfrutar ayer Carmen Avivar y al esfuerzo de organización de Álvaro López Jamar y la Fundación Eutherpe, no dejar hoy al menos una pequeña y humilde reseña que, a pesar de lo exagerado que suelo ser para lo bueno y lo malo, lamentablemente no se acerca ni de lejos a expresar las sensaciones vividas en este magnífico concierto.

Aunque una cosa sí tengo clara. Si anoche la Caballé, desde allá donde esté, hubiera escuchado un poquito a Carmen Avivar, seguro, seguro, que se hubiera sentido agradecida por el homenaje y muy orgullosa de que las lecciones que nos brindó con su inmenso arte tengan una digna sucesora.

jueves, 18 de octubre de 2018

"TURANDOT" (Giacomo Puccini) - Palau de les Arts - 17/10/18


Tras una espera que siempre se hace demasiado larga, ayer dio comienzo la pretemporada operística en el Palau de les Arts con el estreno de Turandot. Bueno, lo de estreno es un decir, ya que es la cuarta vez que se repone en el teatro valenciano esta producción que se ha convertido en nuestro particular Verano Azul.

Con estas funciones de pretemporada se reanuda la actividad operística tras el parón veraniego, aunque todavía tendremos que aguardar hasta el 1 de diciembre para que dé oficialmente inicio la temporada valenciana 2018-2019. Una temporada de transición entre la última medio programada por el dimisionario Davide Livermore y la primera que corra a cargo de Jesús Iglesias Noriega, el recientemente nombrado nuevo director artístico de Les Arts que se espera que se incorpore oficialmente a su despacho en el edificio de Calatrava a partir del mes de enero.

No obstante, supongo que ya se estará trabajando en el diseño de esa temporada 2019-2020 que debería anunciarse la próxima primavera y que, por una cuestión obvia de tiempo, presumo que tampoco podrá responder del todo a los planes del señor Iglesias. Sí que estaría bien que, lo antes posible, el nuevo director artístico o quienes le han seleccionado, ofrecieran al menos algún apunte de cuáles pueden ser las líneas básicas, previsiones y objetivos del proyecto vencedor de Iglesias Noriega para Les Arts. Y esto no lo pido como espectador, que también, sino sobre todo de cara al exterior para transmitir que se cuenta con un proyecto serio de futuro, dando cierta imagen de estabilidad tras los avatares sufridos en los últimos años.

Como ya he comentado en ocasiones anteriores, me parece una estupenda idea que se aproveche la pretemporada para la reposición de títulos populares a precios irrisorios como forma de atracción de nuevos públicos. Dicho eso, me planteo si no hay otras muchas producciones que puedan servir a tal fin sin necesidad de repetir ¡¡por cuarta vez!! esta Turandot. Es innegable que el éxito de taquilla está garantizado y se ha vendido todo el papel, pero creo que se puede lograr el mismo resultado con otras obras sin someter a los espectadores más veteranos a este permanente efecto pepino repetitivo.

Además, apostar por la cuarta reposición de esta producción cuenta con el riesgo añadido de que para los espectadores con mayor recorrido y memoria es imposible desligar esta Turandot en lo musical del recuerdo de la genialidad desplegada por la dirección de Lorin Maazel en 2009; y en lo sentimental, algunos siempre la tendremos asociada a la entrañable despedida de Zubin Mehta en 2014 con abucheo incluido a la ex consellera Catalá.

De la puesta en escena del director de cine chino Chen Kaige, de cuya reposición se ha encargado Allex Aguilera, poco tengo que comentar. Siempre he dicho y sigo manteniendo que visualmente tiene un poderío innegable, con la impactante escenografía de Liu King y el llamativo vestuario de Chen Tong Xun. Ya nos la sabemos de memoria y me reitero en lo ya comentado anteriormente en este blog con motivo de su última reposición y que reproduzco literalmente a continuación sin que la nueva puesta en escena me motive a cambiar nada:

“Es una propuesta que agrada especialmente a los amantes de las versiones tradicionales y estéticamente vistosas. Tiene su punto kitsch y basa toda su fuerza en el poder visual del colorido vestuario y en una escenografía de corte muy clásico. En el apartado de dirección de actores los estrechos espacios no dan mucho juego al coro y tampoco es un terreno en el que se haya hecho algo especialmente relevante, salvo en los personajes de PingPang y Pong, en los que sí se ha cuidado la actuación dramática y pienso que con éxito. También me resulta atractiva su escena inicial del segundo acto. En lo peor, siguen estando las absurdas banderitas del coro, el estilete del verdugo danzarín y sobre todo ese personaje de Altoum convertido en un idiota ebrio y con Parkinson”.

Decía antes que uno de los grandes riesgos de presentar de nuevo esta producción es que algunos nos acordemos de las maravillosas genialidades que hizo Maazel en el foso en 2009, y añado ahora que también de la brillantez obtenida de la orquesta por Zubin Mehta. Y si Galduf hubiese dirigido alguna de las pasadas Turandot, seguramente también le echaríamos de menos, y es que el debut en Les Arts del jovencísimo director británico Alpesh Chauhan al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, ha sido más que decepcionante.

Declaraba recientemente Chauhan que su versión iba a ser una Turandot muy rápida para intentar sacar todos los colores de la partitura. Pues bien, los únicos colores obtenidos fueron el rojo del rubor en mis mofletes por la vergüenza ajena sentida y el gris de una lectura plana, burda y desmanotada; y en cuanto a la velocidad anunciada, sólo fue tal a ratos. Empezó la obra imprimiendo un ritmo acelerado bastante absurdo que lo único que lograba era descontrolar el conjunto. No fueron pocos durante la noche los momentos de desfase entre foso y escena. Pero de repente intercalaba otros instantes donde imponía una lentitud exagerada, y, claro, si no tienes la genialidad de Maazel y sabes estirar la tensión al límite sin perder la brillantez, el conjunto se desploma y el bostezo se impone. Propuesta aburrida, lineal, falta de refinamiento y sin el más mínimo matiz, con un volumen por momentos insoportable, lo más opuesto a esa búsqueda de colores que declaraba que pretendía conseguir. No entiendo de quién ha sido la idea de que nos tengamos que chupar a este director porque, oído lo oído, creo que habrá, sólo en el barrio de Monteolivete, no menos de 30 seres humanos que harían mejor papel. Pese a todo se aplaude la actuación profesional de los músicos de la orquesta, con momentos solistas brillantes de clarinete, oboe, violines o chelos.

Cuando llegaron las vacaciones operísticas en Les Arts nos quedamos con la preocupación de la situación sufrida por el Cor de la Generalitat que les llevó a anunciar la posibilidad de convocar huelga y acciones de protesta para estas funciones de Turandot si la administración autonómica no daba pasos adelante hacia la solución satisfactoria de la problemática que viven los miembros de la agrupación. Finalmente no ha habido paros ni comentarios al respecto, lo cual hace pensar que ambas partes en conflicto siguen dando una oportunidad a la negociación. Ojalá todo vaya por buen camino y se solucione de la única forma justa y digna posible que no es otra que atender las legítimas peticiones del Cor. Ayer, otra vez más, la agrupación dirigida por Francesc Perales fue con mucha diferencia lo mejor de  la velada. Mostraron contundencia y poderío vocal pese a que no esté el coro todo lo reforzado que requeriría. Supongo que habrá quien diga que abusaron de volumen, pero ayer o se abusaba de volumen o Chauhan te arrollaba. Magnífica fue como siempre su prestación escénica aunque se tengan que mover en escena bien apretaícos; y de nuevo alcanzaron la excelencia en momentos delicadísimos como Perchè tarda la luna? o el “Liù bontà” con una belleza superior a la que la dirección orquestal parecía marcar. También merecen la felicitación por su rendimiento los niños de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats.

En años anteriores las funciones de la pretemporada valenciana se han caracterizado por ofrecer producciones propias de Les Arts, generalmente reposiciones, a precios muy económicos y con voces jóvenes; pero esta vez se ha optado por incluir en el reparto, en los dos papeles protagonistas, a dos cantantes ya consagrados que han interpretado el rol en los principales recintos internacionales, como son Jennifer Wilson y Marco Berti; aunque sin previo aviso ni explicación alguna y cuando ya estaba todo el papel vendido, se ha anunciado un segundo reparto para la función del día 26 con la soprano italiana Teresa Romano y el tenor francés Amadi Lagha en los papeles de Turandot y Calaf. No conozco a ninguno de los dos, pero visto y escuchado ayer el cast titular, me parece a mí que quienes tienen entradas para el 26 habrán salido ganando.

El papel protagonista de la princesa de hielo en el estreno ha recaído en la norteamericana Jennifer Wilson, una soprano bien conocida en Les Arts por sus participaciones como Brünnhilde, Isolde o la Leonora de Fidelio. Yo reconozco que le tengo a esta cantante un cariño muy especial y jamás podré desligarla de lo que me hizo disfrutar en aquellos Anillos. Recuerdo las discusiones que teníamos entonces a la salida y en las cenas posteriores los amigos en torno a su Brünnhilde, posicionándome yo siempre claramente entre sus fervientes defensores. Nunca podré olvidar el impacto que me produjo la primera vez que la escuché, en su primer Siegfried, y cómo me estremecieron aquellos agudos luminosos, potentes y colocados como estiletes. Ha pasado ya tiempo de aquello… Demasiado…

Algunos de los que criticaron entonces a Wilson hablaban de su excesiva frialdad, una frialdad que al papel de Turandot no le va nada mal en el segundo acto, pero ayer hubo otros muchos  problemas. No voy a hacer leña de la Wilson, así que los que esperen que me ensañe quedarán defraudados, pero tampoco voy a mentir. Salí muy triste de la sala. Me apenó enormemente ver a una querida cantante en un estado vocal muy preocupante. Yo pensé si estaría enferma, pero alguien que la conoce bien me dijo que no, que lleva tiempo así. Su línea de canto es inexistente, desigualdad entre registros, zonas central y grave desgastadas, problemas respiratorios, una línea expresiva  sin que se apreciase ninguna evolución en el personaje. Los agudos están lejísimos de los de antaño, se ha perdido brillo y metal y el recurso del chillido y el portamento están presentes. Una lástima y una decepción, pero que no justifica en modo alguno los abucheos aislados que se escucharon en los saludos finales. El abucheo a un cantante yo sólo lo justifico al caradura, al que pretende engañar. Si un cantante por los motivos que sean no da más de sí, a quien hay que criticar es a quien le contrata sabiéndolo.

Otro viejo conocido de Les Arts fue el elegido para asumir el papel de Calaf. El tenor italiano Marco Berti que ya protagonizó el rol en los años 2008 y 2009. Poco a mejor ha evolucionado Berti vocalmente (físicamente, a diferencia de la Wilson, parece haber adelgazado como media arroba). Hay aspectos que son incuestionables, como que todas las notas escritas en la partitura son emitidas con facilidad cuando se mueve en el registro agudo; o que frente a otros tenores de emisiones y dicciones más extrañas, Berti al menos transmite cierta “italianità”. Pero tampoco admite discusión su abuso del portamento, su fraseo estentóreo de pregonero, plano, monótono e inane y la nula capacidad de transmitir con su canto al menos una chispa de emoción que nos traslade la intensidad del drama en lugar de parecer que está cantando los números del bingo. Escénicamente tampoco ha mejorado demasiado y su tradicional estatismo de click de Famobil apenas llega ahora a Madelman. La voz arriba llega a brillar, pero en el centro y grave se abre y afea enormemente. Su gran momento del Nessun Dorma pasó sin pena ni gloria, dirigido a velocidad de película de Charlot por Chauhan parecía que nos habíamos equivocado en las revoluciones del pickup; Berti caló además algunas notas en la zona media-baja y acabó con un agudo cortísimo muy decepcionante, y como el director no hizo paradinha, se fue sin aplausos.

El papel siempre agradecido de Liú, salvo cuando lo canta la Voulgaridou (que Nuestro Señor mantenga lejos muchos años), recayó en la joven soprano donostiarra, ex alumna del Centre de Perfeccionament, Miren Urbieta-Vega. Como digo, este es un rol agradecido en el que el aplauso final está garantizado. Es el personaje bueno por excelencia de la obra y tiene unos pasajes bellísimos no especialmente comprometidos, pero en los que es preciso derrochar sensibilidad, matizar, ligar, saber frasear y acabar de enganchar con el público. No se trata de buscar el imposible de la nueva Caballé, pero tampoco admitir el encefalograma plano de Voulgaridou. Urbieta-Vega superó la prueba y mostró ayer una voz de bonito color con detalles de buen gusto, con algunas frases muy bien ligadas e intentando apianar y recoger la voz. Al final, como era de esperar en una Liú, obtuvo un triunfo arrollador que creo fue merecido.

Otro ex alumno del Centre de Perfeccionament, el bajo italiano Abramo Rosalen, fue el encargado de interpretar a Timur. Estuvo correcto, aunque le falta peso a su voz y fue imposible no acordarse de la rotundidad que imprimía aquí el ruso Alexánder Tsymbalyuk. Lo que sí fue rotundo fue el mamporrazo que se pegó nada más salir a escena, cuando según el libreto ha de caer al suelo, pero tanto ímpetu le puso que a poco más se desnuca.

Muy acertados en la vertiente actoral, correctos en lo vocal y logrando el favor del público estuvieron los ministros Ping, Pang y Pong, interpretados por Damián del CastilloValentino Buzza y Pablo García López. Bastante bien.

De nuevo el papel de Altoum recayó en el tenor ilicitano Javier Agulló que sufrió otra vez una dirección escénica que convierte su personaje en un pelele y hace su voz casi inaudible cantando desde el fondo del escenario. Bastante peor el Mandarino del alumno del Centre de Perfeccionament César Méndez con el que seré benévolo y me limitaré a calificarle de irrelevante.

Estupendas, por el contrario, estuvieron como Doncellas las cantantes del Cor de la Generalitat Carmen Avivar y Mónica Bueno.

Hubo otros intérpretes inesperados que no aparecieron anunciados en los programas de mano: los pajaritos que se colaron en la sala, vaya usted a saber cómo, y que acompañaron con sus trinos todo el tercer acto. Cuando se comenzaron a escuchar pensé que era una grabación que pretendía ambientar el momento o un móvil, pero al poco ya nos percatamos todos de que aquello no eran efectos especiales. En todos los años que llevo yendo a Les Arts no recuerdo que nunca se haya producido una invasión avícola de la sala.

El teatro anoche presentaba un aspecto inmejorable, completamente lleno y, como suele ser habitual en funciones de pretemporada, con bastante público joven. No pude fijarme demasiado en quienes ocupaban el palco aunque sí vi una nutrida presencia de miembros del renovado Patronato, con su presidenta Susana Lloret al frente. No estuvo especialmente cálido el público, pero la frialdad de la dirección y de la pareja protagonista tampoco motivaba mucho más. Tan sólo interrumpieron los aplausos la representación al finalizar Liú el Signore ascolta y tras la escena de Ping, Pang y Pong que abre el segundo acto. Al terminar la función hubo generosos aplausos para todos, a excepción de esos abucheos aislados a la Wilson que ya he comentado. Las mayores ovaciones fueron para el coro, Urbieta-Vega y la orquesta, y me pareció oír que el director Alpesh Chauhan recibía también alguna protesta. Los pajaritos, inexplicablemente, no saludaron.

Bueno, pues hasta aquí la primera crónica de la temporada. Espero que la cosa vaya mejorando cuando se inicie ya oficialmente el nuevo ejercicio operístico en diciembre. En cualquier caso el objetivo de la pretemporada está cumplido. Todo el aforo vendido y, pese a que los listillos más veteranos nos pongamos en plan exquisito, una muy buena receptividad por parte de la mayoría del público que parecía salir contento y con ganas de más. ¿Qué queréis que os diga? También hay a quien le va la disciplina inglesa…

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ACTUALIZACIÓN A 19/10/18: El Palau de les Arts ha anunciado hoy oficialmente que Jennifer Wilson cancela por baja médica el resto de funciones de Turandot que tenía previsto cantar. La italiana Teresa Romano que estaba anunciada para la representación del día 26 de octubre, asumirá además las de los días 23 y 28; mientras que será la soprano eslovena Rebeka Lokar quien lo haga los días 20 y 31.

Se insiste desde Les Arts en que la causa de la cancelación de Wilson es una baja médica. Mientras tanto, la soprano norteamericana se ha limitado a publicar en su perfil de facebook lo siguiente:

I will never forget my brief run as Turandot here in Valencia. At both the general probe and the premiere, I gave performances on a par with my best of my 80-plus Turandot shows around the globe. I greatly appreciate the thunderous ovations I received at the packed-to-the-rafters General and (with four or five noisy exceptions) at the premiere. Toi Toi Toi to my wonderful colleagues for the remainder of the run!