No pocas veces he comentado en este blog
que nuestra capacidad de sorpresa se ve permanentemente puesta a prueba por
parte del Palau de les Arts. Las cosas se harán mejor o peor, pero su habilidad
para sorprendernos, ya sea para bien o para mal, no mengua ni siquiera en estos
momentos críticos que se están viviendo en el coliseo operístico valenciano.
Nos encontramos atravesando el periodo de
mayor incertidumbre sobre el futuro de nuestro teatro: en pleno proceso de
retirada de todo el trencadís de la cubierta del edificio (que está, el
pobrecico mío, que parece la cabeza de un tiñoso); habiéndose cancelado las
representaciones programadas de Manon
Lescaut; sin que se sepa nada, más allá de rumorología interesada, acerca
de la persona que ostentará la dirección musical la próxima temporada; y con
una guerra soterrada y estratégica entre la Intendente de Les Arts y los culturartsistas, consellers y demás
politiquetes locales. Pues bien, en medio de todo este gazpacho, cuando peor
parecían estar las cosas, desde el Palau de les Arts se ha anunciado
oficialmente que la temporada operística se reanudará el próximo 23 de febrero
con la programación prevista y se ha avanzado además la programación de un VII Festival del Mediterrani que muchos
dábamos por fenecido.
El 23 de febrero, como digo, se iniciarán
las funciones de L’Italiana in Argeli
y continuará la programación con Simon
Boccanegra y Maror, tal y como
estaba previsto en un principio.
La séptima edición del Festival del Mediterrani, se anuncia con el regreso del maestro Zubin Metha a la batuta, que dirigirá
dos óperas y un concierto. El festival se inaugurará con el estreno de una
nueva producción de Les Arts, nada menos que de La forza del destino, de
Giuseppe Verdi, con dirección
escénica de Davide Livermore, que ya
fue el responsable del Otello de 2013, y con un reparto formado por el tenor
estadounidense Gregory Kunde, la soprano
Liudmila Monastirska, como Leonora, el barítono Simone Piazzola (Don Carlo di Vargas), el bajo Stephen
Milling (Padre Guardiano), la
mezzosoprano rusa Ekaterina Semenchuk (Preziosilla)
y el bajo surcoreano In-Sung Sim (Marchese di Calatrava). Las funciones
serán los días 31 de mayo y 5, 10 y 14 de junio.
La segunda ópera será Turandot, los
días 11, 13 y 15 de junio, en la producción que ya pudo verse en dos ocasiones,
con dirección escénica del chino Chen Kaige, y con la soprano
estadounidense Lise Lindstrom como
princesa Turandot, el tenor tinerfeño
Jorge de León como Calaf, la soprano italiana Jessica Nucio, reciente Violetta Valery, como Liù, y el bajo Alexánder Tsymbalyuk, como Timur.
También se anuncia un concierto con obras de
Richard Strauss para el día 4 de
junio.
Lo dicho, Helga nos ha vuelto a dejar con la boca abierta, esta vez para
bien. Espero que no sea todo un farol y confiemos en que lo anunciado,
finalmente, se cumpla.
Hace unos días me encontré con un amigo que me dijo haberse sorprendido al entrar en mi blog y comprobar que no había escrito todavía nada sobre la película dirigida por Paolo Sorrentino, La grande belleza (La gran belleza), ya que, tanto por el poder visual de sus imágenes, como por la música que se puede escuchar en la misma, consideraba que no habría podido resistirme a hacer alguna reseña en esta página. La explicación de esa omisión, como le dije a él, es sencilla, no había tenido ocasión de ver la película.
Bueno, pues ayer finalmente pude acercarme al cine a ver La gran belleza y aquí estoy ahora dedicándole este post, no sólo por la velada petición de mi amigo, sino porque realmente salí entusiasmado, absolutamente conmocionado por una obra maestra de 140 minutos que se me hicieron cortísimos y, si hubiese empezado otra sesión a continuación, no me hubiese importado haber vuelto a entrar en la sala.
Hacía mucho tiempo que no me encontraba con una obra cinematográfica visualmente tan hermosa y que, a la vez, contuviese una reflexión tan lúcida, irónica, cínica y demoledora, como la de la cinta de Sorrentino, sobre una sociedad romana vacua y decadente, no tan alejada de la que nos rodea a cualquiera de nosotros y que es diseccionada de forma descarnada y cruel, sin prisioneros.
Es difícil explicar qué nos cuenta este desgarrador poema visual que es La gran belleza. O quizás demasiado sencillo. Jep Gambardella (Toni Servillo), un periodista y escritor de una única novela de culto, reflexiona a sus 65 años recién cumplidos, permanente cigarrillo enla boca y copa en la mano, sobre su frívola y banal existencia en la que ha llegado a ser el rey de los mundanos y decide que ha llegado a un punto en el que ya no va a hacer más que aquello que quiera hacer. Destello de lucidez en medio del infierno, conciencia de la trágica inconsistencia de la vida, donde los pocos sentimientos auténticos que surgen nos deslumbran como fogonazos en la noche, en medio de un desfile de patéticos personajes tan repulsivos y humanos como cualquiera de nosotros (aunque con más bótox).
Es imposible no traer a la memoria al maestro Federico Fellini y su Dolce Vita o su Roma, alusiones expresas a las cuales se vislumbran a lo largo de un metraje en el que es complicado no quedar hechizado por sus imágenes fascinantes, como las vistas desde la terraza del protagonista frente al Coliseo, el recorrido nocturno a la luz de las velas por los palacios romanos, los paseos al amanecer por las callejuelas casi desiertas, la mágica aparición de Fanny Ardant en la solitaria madrugada o ese largo plano final sobre las aguas del Tíber.
La película cuenta con algunos pilares fundamentales, el primero de los cuales es la espléndida labor de dirección de Sorrentino, sus mágicos encuadres, los estudiados movimientos de cámara y su peculiar estilo narrativo. Otro sería la deslumbrante fotografía, que nos presenta a una ciudad de Roma que pocas veces ha lucido más bella en una pantalla. Y no menos importante resulta la labor inconmensurable de Toni Servillo, actor fetiche del director napolitano y presente en todos sus trabajos, cuyo Jep Gambardella merece entrar por la puerta grande en la galería de inolvidables personajes del cine italiano.
Conforme voy escribiendo más en el blog, aumenta mi sensación de que me repito más que un bocata de pepino y que siempre estoy diciendo las mismas cosas, pero es que hay algunas que creo necesario reiterar, como que esta película es, una más, de las que sería un crimen no visionarlas en versión original y disfrutar de la riqueza y dobles sentidos de la lengua italiana y de los matices y acentos que impone Servillo en su soberbia actuación.
Y, por último, como suele ser costumbre en esta casa, quisiera hacer una referencia a la música que se puede escuchar en la película. La banda sonora original corre a cargo de Lele Marchitelli y está excelentemente utilizada, apostillando, con eficacia y mesura, el hipnótico, y en ocasiones desbordante, torrente visual que ofrece Sorrentino en cada plano. Pero junto a ese trabajo original de Marchitelli, hay algunas apariciones de conocidos (unos más que otros) fragmentos musicales que quiero traer hoy al blog. Obviaré el espeluznante Mueve la colita o las versiones de Rafaella Carra y Carosone que suenan en las fiestas y me centraré en lo que pueda considerarse música, más o menos, clásica.
La película comienza a los sones de I Lie, una obra coral con texto en yiddish, del compositor norteamericano David Lang que fue estrenada en San Francisco en el año 2001 y que podemos escuchar aquí en la interpretación de las voces femeninas del Torino Vocal Ensemble dirigido por Carlo Boccadoro:
Del compositor estonio Arvo Pärt se puede escuchar My Heart's in the Highlands, una pieza compuesta originariamente para órgano y contratenor, con texto del poeta escocés Robert Burns, que fue encargada a Pärt con motivo de los actos de celebración de Avignon como ciudad europea de la cultura en el año 2000. Aquí la traigo en la voz de la soprano danesa Else Torp, acompañada por el organista Christopher Bowers-Broadbentque fue quien la tocó en su estreno (la pieza, no a la soprano):
video de MrTriangleman
Ya sabéis los habituales que Francis Poulenc es uno de mis compositores de cabecera y de él puede identificarse en la película de Sorrentino el primero de sus Tres movimientos perpetuos, una pequeña obra para piano compuesta en 1918, que podemos escuchar en la versión del pianista francés Pascal Rogé:
video de Octavestorm
El compositor polaco Zbigniew Preisner, conocido sobre todo por sus bandas sonoras, estrenó en 1998 la obra “Réquiem para mi amigo”, dedicada póstumamente a la memoria del director de cine Krzysztof Kieslowski, a la cual pertenece este Dies Irae que suena en la película en esta misma versión de Elzbieta Towarnicka:
video de iryiu torr
Otro de los fragmentos musicales que pueden identificarse en La gran belleza es el tercer movimiento de la Sinfonía nº 3 del polaco Henryk Górecki, también conocida como Sinfonía de las Lamentaciones”, compuesta en 1976 para orquesta y soprano y que podemos escuchar a la inglesa Susan Gritton junto a la Royal Philharmonic Orchestra dirigida por Yuri Simonov:
video de hussar2007
También la música del compositor Georges Bizet tiene su espacio en La gran belleza, en este caso con el segundo movimiento de su Sinfonía en Do mayor, compuesta con apenas 17 años, y que podemos escuchar ahora en la interpretación de Leopold Stokowski al frente de su orquesta sinfónica y con Robert Bloom al oboe:
video de adam28xx
El británico John Tavener escribió en 1982 The Lamb, una breve composición coral cuya inspiración parece que le sobrevino en el transcurso de un viaje en coche a Londres y que ahora podemos escuchar al King’s College Choir de Cambridge:
video de britcrit09
Y finalizo con The Beatitudes, una obra del ruso Vladimir Martynov escrita originariamente para coro y adaptada para cuarteto de cuerdas por el propio compositor, que podemos escuchar al Kronos Quartet:
video de MontseAntares
Y aquí os dejo el tráiler. Si todavía estáis a tiempo de verla yo os recomendaría no perder la oportunidad:
Muerte y Vida – Gustav Klimt – 1916 – Colección del Dr. Rudolph Leopold - Viena
La incertidumbre sigue envolviendo el futuro del Palau de les Arts (además de la red de protección con la que están cubriendo el edificio) y todos los días surgen nuevas noticias en este tétrico sainete que está viviendo la ópera en Valencia estos últimos meses.
Algunas informaciones aparecen rebosantes de falsa euforia propagandística, como la venta que está haciendo la Generalitat del hecho de que Pepe Gotera Calatrava y sus boys hayan accedido a correr con los gastos de la reparación de la millonaria chapuza; otras rezuman populismo pueblerino y barato, como esa voluntad manifestada por la Consellera Catalá de que el próximo director musical de Les Arts y titular de la Orquesta de la Comunitat Valenciana, tenga que ser necesariamente valenciano y joven (sólo le ha faltado añadir: y buen mozo y de Torrent); y alguna otra, que posiblemente sea más responsabilidad de Plácido Domingo que de la tropa culturartsista, pero que alcanza tal nivel de surrealismo que, o uno se lo toma a broma, o se deprime para siempre, como el anuncio de que la Manon Lescaut que no va a poder representarse en la fecha prevista, será grabada en CD con Domingo dirigiendo la orquesta y Andrea Bocelli como Des Grieux… En cuanto se entere Francisco, se apunta a estrenarla en otoño, con María Abradelo de protagonista.
Respecto a la reapertura del teatro y la reanudación de la temporada, todo indica que podría normalizarse la situación para el estreno de L’Italiana in Algeri, el 23 de febrero, pero, tal y como están las cosas, aquí seguro no hay nada. Y en cuanto a las perspectivas de futuro, si Bocelli y los directores jóvenes valencianos impuestos por decreto ley son una pista, apañados vamos.
De todas formas, con el poco tiempo del que dispongo últimamente para alimentar algo el blog, me apetece muy poco dedicar este espacio a tener que comentar las desgracias que nos asolan, y casi prefiero compartir un poco de música.
La última entrada que hice estaba dedicada a la noche de reyes, y hoy voy a volver a hablar de una Noche de Reyes, aunque en este caso se trata de la comedia del mismo título (bueno, en realidad el título original es Twelfth Night) escrita por William Shakespeare. Y es que, precisamente a esa obra, en concreto a la escena 4 del acto II, pertenecen los versos de la canción Come away, death, que canta el personaje de Feste y es la que quería que protagonizase hoy el blog.
Ya en alguna ocasión he comentado las versiones que diferentes compositores han hecho de un mismo texto. Y de eso va también hoy la cosa. Estos versos de Shakespeare no es que sean precisamente la alegría de la huerta, pero las adaptaciones musicales que se han hecho de los mismos me parecen realmente interesantes.
Aléjate, aléjate, muerte,
y bajo un lúgubre ciprés déjame yacer;
vuela lejos, vuela lejos, aliento;
una cruel dama me está asesinando.
Mi mortaja blanca, clavada con tejo
¡Oh, prepararla!
Mi sentido de la muerte, nadie lo compartía
con tanta verdad.
Ni una flor, ni una sola delicada flor,
se esparza en mi oscuro féretro;
ni un solo amigo, que ningún amigo acoja
mi mísero cadáver, en dónde mis huesos serán arrojados.
Mil, mil suspiros que ahorrarse.
Dejadme, oh donde
ningún triste amante pueda encontrar mi sepultura,
¡para sollozar sobre ella!
Han sido numerosos los músicos, especialmente ingleses, que se han inspirado en estos versos para componer una canción. Hoy os propongo escuchar a tres de ellos.
A algunas canciones del inglés Roger Quilter (1877-1953), interpretadas por Kathleen Ferrier, ya les dediqué en su día un post. Quilter es hoy conocido fundamentalmente por su repertorio de canciones, de las que llegó a escribir más de un centenar, alcanzando gran popularidad entre el público gracias a las emisiones radiofónicas. La crítica y algunos colegas no fueron tan amables con él, pues su música fue tildada de folklórica y sujeta a cánones pasados de moda, en unos años en los que las vanguardias caminaban claramente por derroteros mucho más innovadores.
Come away, death es la primera de las canciones que integran su opus 6, Three Shakespeare Songs (1905), constituyendo la primera composición que hizo Quilter basada en textos de William Shakespeare, aunque luego vendrían muchas más. Podemos escuchar esta hermosa canción de Quilter en la, siempre elegante, versión del tenor Ian Bostridge, acompañado al piano por Julius Drake:
Tampoco es la primera vez que visita el blog Erich Wolfgang Korngold (1897-1957), un compositor por el que tengo debilidad, tanto en el campo de las bandas sonoras, como de la creación operística o en sus incursiones en el terreno del lied. Al igual que Quilter, Korngold también fue cuestionado por componer siguiendo unos cánones melódicos que se consideraban demasiado clásicos en la Viena de comienzos del siglo XX.
En 1929 trabó amistad con el escenógrafo Max Reinhardt quien le convenció para que, cinco años después, se trasladase a Hollywood, donde se encargaría de la banda sonora de El sueño de una noche de verano, película que dirigió Reinhardt junto a William Dieterle. En los años siguientes realizó esporádicas visitas a Europa, pero, ante la convulsa situación política que se vivía en Austria tras la anexión alemana, y dada su condición de judío, decidió permanecer trabajando en Estados Unidos, donde se centró en la composición de música para el cine, a excepción de alguna colección de lieder. Entre ellas está el ciclo Songs of the clown, su opus 29, integrado por cinco lieder que recogen los textos que canta el personaje de Feste en la Noche de Reyes de Shakespeare, siendo el primero de ellos Come away, death.
Aquí podemos escuchar la lectura que hace Korngold de Come away, death, en la voz de la mezzosoprano Angelika Kirchschlager acompañada al piano por Helmut Deutsch:
video de MrRobuso
Yo conocí al compositor inglés Gerald Finzi (1901-1956) gracias a una entrada que le dedicó Titus en su blog y a un CD que me hizo llegar con una grabación de varias de sus obras y que desde entonces escuchó con asiduidad. Como no podía ser de otro modo, también a Finzi le reprocharon que su obra se moviera dentro de unas líneas clásicas que se consideraban anticuadas. Comenzó a despuntar en el panorama musical de su país a raíz de la composición de una pequeña obra orquestal, A Severn Rhapsody (1923), demostrando que prefería seguir la estela de compositores como Parry, Elgar o Vaughan Williams, con partituras de carácter pastoril y amablemente melódicas, que aventurándose en propuestas más innovadoras y arriesgadas.
Su maestría en la composición de canciones hoy no se discute y la belleza de sus creaciones le ha colocado en el lugar que siempre mereció. Entre sus piezas más conocidas se encuentra el ciclo Let us garlands bring, en el que reúne cinco canciones sobre textos de William Shakespeare que compuso entre 1929 y 1942. La primera de ellas es Come away, death, posiblemente la más popular de todas, y con la que finalizo esta entrada de hoy animándoos a que dediquéis cuatro minutejos a escuchar esta exquisita muestra del buen hacer de Finzi, con la voz del barítono galés Bryn Terfel acompañado por el piano de Malcolm Martineau:
La adoración de los Reyes Magos – Giotto di Bondone – Cappella degli Scrovegni (Padua)
Aunque ni CulturArts ni mamá Generalitat han sacado todavía la consabida nota oficial, parece confirmarse que Sus Majestades los Reyes de Oriente van a tener las santísimas y regias narices de, pese a como está el panorama por estas tierras, venir un año más cargados de regalos. Eso sí, fuentes de la Casa Real de Melchor han avanzado que tan sólo vendrán acompañados por los consabidos pajes asexuados, ya que se han dejado en casita con la canguro a todos los hijos, yernos, nueras y demás familia, no fuera a ser que al pasar por Valencia se liasen a firmar contratos con los Noós, los Gürtel o le encargasen un nuevo portal de Belén a Calatrava.
Fabra escribiendo a Melchor
A mí, como me he portado muy mal este año pasado, que ni siquiera he criticado a Helga, supongo que no me dejarán ni carbón, pero espero que al President Fabra sí le traigan lo que les ha pedido. Yo pensaba que en su carta les habría solicitado 1.500 millones de euros de financiación extra para la Comunitat, pero no, que dice que eso se lo va a dar su amiguito del almaRajoy; así que a Sus Majestades simplemente les ha pedido dos toneladas de tubos de pegamento Imedio, para pegar el trencadís de Les Arts, y unos pantalones vaqueros, para poder entrar al edificio en cuanto dejen de ocuparlo esos gordos pegando voces y se programen espectáculos divertidos y que se entiendan, de esos como los de Lina Morgan o Tania Doris.
Visto el percal, yo les sugeriría a los mágicos monarcas que, si no les supone mucho trastorno, le dejen también a Helga Schmidt un suspensorio de banda ancha con coquilla, para que se proteja los… lo que quiera que tenga entre las piernas, en la pelea con el gobierno valenciano que se avecina en los meses venideros.
Tonterías aparte, mi intención era traer aquí hoy un poco de buena música para amenizar la inminente llegada de los Reyes, y para ello había pensado proponeros escuchar a una auténtica reina de la ópera fallecida el año pasado, se trata de la norteamericana Regina Resnik (1922-2013).
Nunca tuve la oportunidad de escuchar en directo a la Resnik, pero poseía una de esas voces que, al menos en grabaciones, generaban en mí una atracción irresistible y, aunque estuviese distraído haciendo cualquier otra tarea con la música puesta, en cuanto aparecía su voz conseguía atraer mi atención.
Comenzó su carrera como soprano, especializándose en papeles de soprano dramática, pero, tras su magnífica Sieglinde del Festival de Bayreuth de 1953, por sugerencia del director Clemens Krauss decide pasar a cantar como mezzosoprano. Fue una cantante de enorme expresividad, con voz oscura, ancha, y timbre incisivo y muy atractivo. De todas formas no voy a soltaros ningún latazo de fechas, roles, vanas alabanzas o disección de sus características vocales en plan Reverter. Escuchar la voz de un cantante puede ser mucho más definitivo, para saber si nos gusta o no, que cualquier pamema que nadie nos cuente, por mucha pedantería que se utilice al hacerlo.
Podemos empezar escuchando a Regina Resnik en una grabación de 1948, en sus primeros años de carrera, como la Santuzza de Cavalleria Rusticana de Mascagni, en este emocionante “Voi lo sapete, O mamma” junto a Claramae Turner:
video de troppofiato1
Aquí la tenemos ahora como una extraordinaria Sieglinde, en un pequeño fragmento del primer acto de La Valquiria, de ese Festival de Bayreuth de 1953 al que antes hice referencia. La acompaña Ramón Vinay como Siegmund y dirige la Orquesta del Festival Clemens Krauss:
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Ahora podemos escuchar a Resnik como Jimena en la bellísima “Pleurez, pleurez mes yeux” del acto tercero de El Cid de Massenet. No conmoverse escuchando esto, es motivo de ir al médico y hacer testamento a la carrera:
video de Addiobelpassato
Regina Resnik fue también una reputada Éboli. Aquí podemos escucharla en el celebérrimo “O don fatale” del Don Carlo de Verdi, en una grabación del Festival de Salzburgo de 1960, acompañada por la Filarmónica de Viena dirigida por Nello Santi:
video de Addiobelpassato
Uno de los papeles que más éxito le reportó fue el de Dalila, aquí la tenemos en “Mon coeur s’ouvre a ta voix”, de Samson et Dalila de Saint-Saëns, en una grabación de estudio junto a la Orquesta del Covent Garden londinense dirigida por Sir Edward Downes:
video de Addiobelpassato
También fue importante su aportación al papel protagonista de la Carmen de Bizet. Podemos escucharla en la famosa Seguidilla, acompañada por el impetuoso Don José de Mario del Mónaco y la Orquesta de la Suisse Romande, bajo la dirección de Thomas Schippers:
video de Addiobelpassato
Y acabo con otro de los papeles más representativos de la carrera de Regina Resnik, que ha sido una de las Klytemnestra más poderosas e impactantes que yo he escuchado, y si encima tenía enfrente a una Elektra como Birgit Nilsson, los resultados podían ser estremecedores:
video de OperaDepot
Pues esto ha sido todo. Os deseo que esta noche de reyes vuestras ilusiones, por antimonárquicas que sean, se cumplan. Yo me conformo con ver, un año más, la sonrisa inocente de unos niños emocionados creyendo todavía en la magia y en la bondad de los seres humanos.
Ah, se me olvidaba: Majestades, este año eviten en su recorrido circular en las inmediaciones del Palau de les Arts, no se vaya a volar otro trozo de la falla de Calatrava y le abra la cabeza a Baltasar; que ya ha dichoFabra que es peligrosísimo de la muerte pasar por allí… por lo menos hasta que Helga dimita. Bis: A propuesta de Pep, vaya aquí otro video del Festival de Bayreuth de 1953, con Regina Resnik, la húngara Maria von Ilosvay y la austriaca Ira Malaniuk como tres excelentes Nornas enel inicio del Götterdämmerung. Dirige Clemens Krauss: