jueves, 29 de marzo de 2018

"IL CORSARO" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 28/03/18


Ayer se estrenó en el Palau de les Arts una nueva producción de Il Corsaro de Verdi, una obra que no es nada habitual verla representada. Baste decir que su estreno en España se produjo en el Liceu en versión concierto en el año 2004 y no sería escenificada en nuestro país hasta el año 2010 en Bilbao. Fuera de nuestras fronteras tampoco es frecuente su presencia en los teatros de ópera, así que ya sólo por eso la cita con esta poco conocida composición verdiana presenta un indudable interés.

Reconozco que a priori me hacía bastante poca ilusión, sobre todo después de mi anterior experiencia en Les Arts con la inaguantable Il Mondo della luna de Haydn. Pero bueno, el caso es que al final la experiencia no fue tan mala como la del tostón lunero; para empezar su duración es casi una hora inferior a aquella, lo que ayuda mucho, y, sin ser tampoco el recopetín, aquí todo fluye mejor. La obra es todavía un Verdi primerizo, muy deudor del belcantismo, con cánones encorsetados donde el genio del compositor no se plasma aún en toda su intensidad, pero reconozco que cuenta con algunos momentos destacables como pinceladas que apuntan ese particular estilo con el que alcanzará poco después las cimas de la ópera italiana.

En cualquier caso, su mayor lastre, a mi juicio, es un libreto bastante idiota, con unos personajes más planos y estereotipados que Pierre Nodoyuna y Penélope Glamour. Más allá de los valores literarios que sin duda contendrá la obra The Corsair de Byron, en la que se basa la ópera, la adaptación del libreto de Piave y la historia en sí me parecen bastante memas y con buenas dosis de pesadez.

Para la ocasión se ha decidido apostar por una producción propia que se ha coproducido con la Opéra de Monte-Carlo, encargando la dirección escénica a la alemana Nicola Raab, quien ya pasó por Les Arts hace 6 años con la Thaïs de Massenet. Como suele ser habitual en los trabajos de Raab, el atractivo visual de la puesta en escena pretende ser el principal protagonista, dejando un poco más descuidado el apartado dramatúrgico. Ayer la propuesta escénica no me convenció en ninguna de sus facetas y no debí ser el único descontento pues en los saludos finales se escucharon no pocos abucheos.

Raab opta por plantear la historia como una fantasía del propio Lord Byron mientras  escribe The Corsair. De ahí que el personaje de Corrado-Byron esté prácticamente todo el tiempo en escena. Esa idea inicial, aunque esté más vista que Verano Azul, no deja de tener cierto interés e incluso llega a funcionar por momentos, aunque son más los pasajes en los que este planteamiento conduce a situaciones absurdas e incomprensibles si no conoces el libreto al dedillo, cosa que no creo que sea habitual en una obra tan poco representada como esta, como esa pelea de Corrado contra nadie mientras a su espalda Seid cae muerto y se levanta reiteradamente; o que Medora en el primer acto ya se chupe el veneno que acabará con su vida en el tercero.

La acción se desarrolla la mayor parte del tiempo en dos planos, el más cercano al espectador sería el de Byron mientras crea su obra y comprueba cómo evoluciona la historia y los personajes; y tras él se desarrolla el drama que surge de su mente, en otra dimensión. Al final, la muerte de Corrado será planteada como el atrapamiento de Byron en ese plano de su propia creación mental. Esta distinción de planos se aprecia bastante bien en el aria de Medora y el posterior dúo, cuando ella parece atrapada tras unos velos de plástico sin que pueda acceder, pese a intentarlo, al “mundo real”. En otros momentos de la representación la distinción de estos mundos paralelos se limitará a plantar a Corrado-Byron mirando la escena. Al final todo se queda en una buena idea que no acaba de funcionar. Lamentable fue, por ejemplo, el resultado del aria de Medora, haciendo cantar a la soprano desde el fondo del escenario y tras los plásticos colgantes, mientras en primera línea el tenor nos obsequiaba con un ruidoso concierto de rotura de papeles muy bonito.

El punto fuerte de la propuesta, que se supone es el visual, tampoco me gustó. Las proyecciones alla Livermore no aportaban nada y la estética del harén de Seid, que supongo pretendía rememorar el orientalismo de la pintura del XIX (Delacroix, Ingres, Fortuny…), se convirtió en un espectáculo viejuno y kitsch hasta empachar. Aquello parecía una función de colegio (de pago) o la tienda de Souvenirs Mohamed del Gran Bazar. Esos turbantes, babuchas, dorados… Para un Rossini bufo le hubieran ido al pelo, pero en un Verdi pretendidamente dramático chirriaban demasiado. Pocas cosas más patéticas y ridículas he visto últimamente que el presunto disfraz de derviche de Corrado del acto segundo. ¿Qué costaba haberse acercado a un Todo a 1€ del barrio y buscar algo menos risible que envolver al protagonista en una alfombra de mercadillo playero y plantarle un minúsculo fez?

Y en la dirección de actores la producción presentada alcanza ya la matrícula de honor del despropósito haciendo dejación absoluta de funciones, con un planteamiento plano donde, a partir de dos o tres ideas, el resto se deja a la buena de Alá. El colmo de la inoperancia se puso de manifiesto con el movimiento del coro. Vaya diferencia entre el exhaustivo trabajo al que tuvo que hacer frente la agrupación en el reciente Peter Grimes, con esta pantomima en la que las únicas indicaciones parecían ser: “coro a escena - coro fuera de escena”, haciéndoles avanzar por unos pasillicos estrechos, cantar desde la trasera y quedarse todos más quietos que el peluquero de Puigdemont.

En definitiva, pienso que nos encontramos ante una fallida propuesta escénica, rancia, fea, que dificulta seguir la ya de por sí absurda historia, que no favorece el apartado musical y que descuida la vertiente dramática.

De la dirección musical se ha encargado Fabio Biondi. Llamó mucho la atención desde el anuncio de la temporada que el director italiano, centrado en otros repertorios, afrontase un Verdi, por mucho que hablemos de un Verdi primitivo. Biondi, siempre dispuesto a buscar autenticidad en las interpretaciones, ha sorprendido esta vez a la platea de Les Arts subiendo el foso casi a la altura del escenario para, según ha afirmado, encontrar una relación fónica entre orquesta y voces que esté más cercana a lo que podía encontrarse el espectador del siglo XIX. Además de subir el foso, Biondi ha variado la disposición de los atriles, ubicando en el centro a chelos y contrabajos, a la derecha madera, metales y percusión, y a la izquierda violines, violas y arpa.  Cuando vi la original elevación del foso pensé que podría haber voces damnificadas, pero claro, no contaba con el hipogrito huracanado de Fabiano y Dyka. Quizás lo que ocurrió fue lo contrario, que se enteró Biondi de que cantaban estos dos vozarrones y subió la orquesta para que pudiéramos escucharla.

Al final, pese a las dudosas previsiones, me gustó bastante el resultado orquestal obtenido por Biondi. Está claro que la obra no es precisamente el colmo del refinamiento y la complejidad, pero dirigió con brío y buen pulso, remarcando con sensibilidad los instantes más líricos y consiguiendo un equilibrio muy notable. Enorme delicadeza mostró, por ejemplo, en el acompañamiento en pizzicato a la muerte de Medora. Trabajó con gusto las dinámicas y logró que la puntual mala disposición escénica de los cantantes no afectase al conjunto. Contó además con otra noche especialmente inspirada de los músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana que supieron dejar detalles de su valía, como el clarinete de Tamás Massànyi en la obertura, el arpa en el aria de Medora, las flautas en el aria de Gulnara, el oboe de Christopher Bouwman en la entrada de Medora del tercer acto o el increíble sonido de los chelos, comandados esta vez por Arne Neckelmann, en la introducción orquestal a la segunda escena del acto tercero, a mi juicio, junto al Eccomi prigioniero! subsiguiente, el momento más bello, con diferencia, de esta ópera.

Volvieron a brillar sin reparos los miembros del Cor de la Generalitat pese a las majaderías escénicas que ya he comentado, a su breve participación en la obra y a pillarles este Corsaro en pleno proceso de reivindicaciones y protestas por la inaceptable precariedad laboral a las que les tiene sometida la administración autonómica desde hace años. Fantásticos los chicos en el coro de corsarios inicial y muy bien las chicas tanto en el coro de odaliscas, como en la escena final, en esa especie de coro de Morticias en el que les convirtió la regia.

Uno de los mayores reclamos de esta producción era la presencia como Corrado del tenor norteamericano Michael Fabiano, un cantante con presencia en los principales teatros de ópera desde sus inicios y que saltó especialmente a la fama tras ganar el premio Richard Tucker de 2014. Yo le he visto en algunas ocasiones en retransmisiones desde el MET y nunca me había acabado de convencer del todo. Ayer en directo me gustó más. Lo primero que llama la atención es el impresionante volumen que derrocha y su facilidad de emisión, con una bonita voz de tenor lírico que luce especialmente en el centro, cálida, clara, limpia y mostrando una valentía a prueba de bomba, afrontando el riesgo sin importarle las consecuencias, cosa que se agradece. Quizás flaquea un poco en la zona más aguda, así como con alguna puntual desafinación; pero el resultado general de Fabiano fue muy notable y conquistó sin reservas al público valenciano. A mí también, pero no fue quién más me gustó.

La gran sorpresa de la noche para mí fue la Medora de la impronunciable soprano Kristina Mkhitaryan. Belleza vocal y cautivadora presencia física caracterizaron una actuación impecable en un papel que, pese a su corta participación, bordó. Su timbre de sonoridades claramente eslavas, la riqueza expresiva y la sensibilidad mostrada tanto en su aria como, especialmente, en toda la última escena, me llegaron a recordar, perdóneseme la herejía, a la joven Netrebko. Me gustaría volver a ver a la joven cantante rusa en un papel de mayor extensión para corroborar mis impresiones.

A Oksana Dyka ya la conocemos bien en Valencia después de pasar por Les Arts como Butterfly y Tosca en 2009 y 2010. Vozarrón desaforado y temperamento siguen caracterizando a la soprano ucraniana a la que, sin embargo, he encontrado con un cierto desgaste que no sé si será consecuencia de haber estado frecuentando papeles de mayor peso de lo que su voz lírica aconsejaba. El recital de chillidos que nos ofreció ayer la Dyka fue digno de un Marathon Matrimoniadas. El poderoso agudo que posee queda muy deslucido con esta tendencia al grito y un timbre cada vez más hiriente, así como con el feo empleo de portamentos, como hizo ayer en su aria. Algo más moderada estuvo en la segunda parte, donde incluso apuntó un par de regulaciones, pero he de confirmar con Les Arts si finalmente sus gritos acabaron con toda la cristalería de la cafetería o quedó alguna copa sana.

El barítono italiano Vito Priante fue el encargado de dar vida al repelente y políticamente incorrecto personaje de Seid que, por si fuese poco, ayer fue obligado a vestir de mamarracho salido de una filà de moros de 8ª regional. Cumplió bien su cometido, aunque su escueto volumen e inconsistente emisión, con tendencia a cantar padentro, deslucía un papel que debe imponer un poco más de autoridad y que devino inaudible en gran parte de los concertantes. Además, vocalmente al lado de Dyka era como Mini yo con Pau Gasol. Se hacía muy difícil de creer que aquella tremenda odalisca de grito suelto estaba sojuzgada por este Pachá.

Bien el Giovanni de Evgeny Stavinsky y dignas de mención las breves intervenciones de los miembros del Cor de la Generalitat Ignacio Giner, Antonio Gómez y un estupendo Jesús Rita. Es de agradecer que para estos pequeños papeles se utilicen las buenas voces que tenemos en nuestro coro, en lugar de acudir, como se ha hecho tantas veces, a ignotos cantantes, generalmente italianos, fruto de paquetes (con perdón) 2 x 1 de agentes listillos.

La sala principal de Les Arts presentaba ayer un aspecto más que bueno, de lo cual me alegro, aunque internamente me siga entristeciendo que el nombre de Verdi, aunque sea en una operita como esta, venda más que una joya como Peter Grimes. En el casi lleno de ayer también influyó que el resto de funciones se van a desarrollar en plenas semanas Santa y de Pascua y algunos abonados optaron por cambiar su entrada al estreno. Se aplaudieron prácticamente todos los chimpún con bravos, bravi, brave y fervor de fan, aunque, curiosamente, al llegar el descanso los aplausos no pasaron de una tibieza que rozó la frialdad. Al finalizar la función hubo algo más de entusiasmo, especialmente con el tenor; y, como ya he comentado, se escucharon sonoros abucheos a la dirección de escena.

Se ha anunciado oficialmente que la función del próximo día 8 será retransmitida en streaming a través de www.OperaVision.eu con la colaboración de la Agencia Valenciana de Turismo y el canal Mezzo. Yo, en cualquier caso, como siempre, os animo a acudir en directo y a disfrutar de las cosas buenas que también tiene esta ópera, con dos voces muy notables y algunos momentos musicales destacables. Además es una oportunidad de conocer una obra muy inusual y, total, si no os gusta, al fin y al cabo estamos en semana de Pasión.



viernes, 16 de marzo de 2018

UNA LUNA SOPORÍFERA Y OTRAS COSAS DE LES ARTS


El pasado día 8 de marzo se estrenó en el Teatre Martin i Soler del Palau de les Arts la ópera de Joseph Haydn Il mondo della luna. Desde entonces a hoy no he tenido ocasión de publicar nada al respecto y como además también me aburrí bastante, no he hecho tampoco demasiado esfuerzo por dejar aquí antes mis impresiones.

El caso es que ayer alguien me preguntó mi opinión y al final he decidido hacer esta breve reseña, entre otras cosas para que dentro de unos años pueda yo acordarme de haber asistido a ese pestiño que intuyo se evaporará de mi memoria antes de que el olor fallero a orín y fritanga desaparezca de la capital valenciana.

Cuando vi en el programa de mano que la duración estimada de aquello se iba a las dos horas y cincuenta minutos, me temí lo peor… y acerté. La velada comenzó con un manifiesto leído por algunos miembros de la Comisión de Igualdad del Palau de les Arts en defensa de la igualdad y apoyando a las mujeres trabajadoras del Palau que esa noche habían hecho posible la representación. Al final eso fue lo más entretenido de la noche.

El primer acto se me hizo eterno; pese a que pienso que es el mejor de la ópera y que al ser el primero no te suena todavía todo tan a repetido, pero yo llegué al descanso buscando compañía para, por primera vez en mi historia en Les Arts, largarme al bar antes de acabar la función. Como no conseguí convencer a nadie, opté, craso error, por quedarme a los actos segundo y tercero que, como me esperaba, me aburrieron casi hasta el dolor… el dolor de quijadas de tanto bostezar.

En mi modesta e ignorante opinión, esta ópera de Haydn es un soberano tostón de casi 3 horas, más repetitivo que un sándwich de pepino y ajoaceite, con agradables melodías esporádicas en medio de un conjunto donde todo sonaba igual. Una especie de reguetón del siglo XVIII, insoportable cual discurso de Rajoy en cine Exín. Al menos esas fueron mis sensaciones.

Y eso que la obra contó con una  puesta en escena de Emilio Sagi auténticamente fantástica. La inteligencia del director asturiano volvió a quedar patente con un trabajo minucioso de dirección de actores y un aliño de la infumable trama de la ópera ciertamente divertido y muy atractivo visualmente. Sólo le reprocharía lo molestos que resultaban al espectador los aritos luminosos del comienzo de la obra.

Junto a Sagi, lo mejor de la representación fueron los miembros del Cor de la Generalitat que derrocharon gracia escénica (memorable su bajada de escalera) y subieron el listón de un apartado vocal donde los cantantes del Centre Plácido Domingo estuvieron mejor que en otras ocasiones, pero mostraron en general unas voces bastante verdes aún, aunque es muy elogiable su esfuerzo y sobre todo su absoluta entrega a las divertidas instrucciones escénicas de Sagi.

Algo menos me gustó la labor con la batuta de Jonathan Brandani que no fue capaz de insuflar un poco de chispa a la partitura, centrándose en su trabajo de concertación, donde cumplió aceptablemente.

Ahora a esperar el estreno de Il Corsaro verdiano, que, también os confieso, no me motiva especialmente, ojalá me equivoque…

Mientras tanto Les Arts sigue funcionando sin director artístico y sin que se sepa cuándo narices piensan llevar a cabo ese concurso o paripé de concurso que se supone habrá de nombrar al nuevo responsable artístico del coliseo. Dijeron que el nuevo Patronato se iba a constituir en este mes de marzo y a partir de ahí se iniciaría la cadena administrativa que condujese al nombramiento; pero a día de hoy sigue el silencio.

Lo malo como ya he dicho muchas veces es cómo pueda afectar este descabezamiento provisional de Les Arts a su futuro y parece claro que cuanto más se demore el nombramiento mucho peores serán las consecuencias. Es verdad que la responsabilidad de todos los trabajadores de la casa hace que la máquina siga funcionando de cara al exterior, pero hay muchas decisiones que tomar, empezando por cerrar una temporada próxima que, aunque Livermore dejase medio hilvanada, hay que anunciar y asegurar con contratos y gestiones que no parece que se quieran culminar hasta la llegada del Mesías. Los problemas en el interior no son pocos y cada día que pasa el clima se puede enrarecer más.

Y por si había poca chicha en el cocido, hace dos días se hizo público el anuncio de que el Cor de la Generalitat llevará a cabo movilizaciones y acciones de protesta, sin descartar jornadas de huelga en algunas representaciones, si la administración autonómica no lleva a cabo de una puñetera vez la consolidación definitiva de la actual plantilla que vive una situación de precariedad absolutamente inaceptable. Esto, obviamente, no es culpa de Les Arts, pero sí de los mismos responsables políticos, cuya insensibilidad, ignorancia y torpeza puede acabar con uno de los valores culturales más importantes de la Comunitat como es el Cor.

Veremos cómo sigue todo esto.