jueves, 21 de junio de 2018

"LA DAMNATION DE FAUST" (Hector Berlioz) - Palau de les Arts - 20/06/18


Ayer tuvo lugar en el Palau de les Arts el estreno de La Damnation de Faust, de Héctor Berlioz, la última ópera de la temporada en su sala principal (el próximo domingo se estrenará en el Auditori La Clemenza di Tito, de Mozart, en versión semi escenificada). La principal noticia de este estreno es, sin duda, que el mismo se llevó a cabo sin que tengamos que reseñar ninguna incidencia ajena a lo puramente musical, ya que, finalmente, se desconvocó la huelga anunciada por el Cor de la Generalitat.

Eso no quiere decir que el problema se haya solucionado, ni mucho menos. Sus justas reivindicaciones continúan sin ser atendidas por la administración autonómica. Sigue sin haber un compromiso claro y por escrito que garantice la estabilidad de la plantilla y la consolidación de los puestos de trabajo que llevan desempeñando desde hace entre 15 y 30 años. La traición del sindicato FSP-UGT, obrando por la espalda y por motivos que algún día se conocerán, ha sido en primera instancia la causa de una desconvocatoria que ha venido seguida de la expresa voluntad de los miembros de la agrupación de dar una oportunidad más a la negociación, aceptando participar en una comisión de seguimiento junto a representantes de la empresa y la administración y posponiendo posibles acciones de protesta y huelga al inicio de la pretemporada si todo sigue igual.

No voy a ahondar más en este tema de momento. No quiero remover las heces con el viento en contra, prefiero dejar que las negociaciones sigan su curso en el ámbito en el que han de desarrollarse y no contribuir a que el ambiente pueda enrarecerse más. Es decir, justo lo contrario de lo que hizo recientemente el secretario autonómico de Cultura, Albert Girona, con unas impresentables declaraciones, indignas de un representante público, que lo único que hacen es dejar en evidencia que su imprudencia es aún superior a su ignorancia.

El caso es que estaba previsto que el Cor de la Generalitat protagonizase las crónicas de este estreno y finalmente así acabará siendo, aunque no por haber ejercido su derecho a la huelga, sino por protagonizar una de las actuaciones más memorables de un coro en un teatro de ópera que ha vivido quien esto escribe, convirtiéndose por los méritos de su propia valía en los indiscutibles triunfadores de la noche. Por supuesto sin que ninguno de los chupatintas, bocachancla y mequetrefes mentales varios que se permiten cuestionar y poner en riesgo la supervivencia del Cor estuviese presente. Aunque en su descargo hay que decir que televisaban el apasionante Irán-España y en À Punt se programaba un nuevo capítulo de “Açò és un Destarifo”.

Decía antes que La Damnation de Faust y La Clemenza di Tito van a ser los dos últimos espectáculos de la temporada. Y hay algo que me ha llamado la atención. La Clemenza se va a interpretar en el aborrecible Auditori en versión semi escenificada (en principio iba a ser en versión concierto) y Damnation escenificada y en la sala principal, cuando lo cierto es que La Clemenza es una ópera que nació con el objeto de ser escenificada y La Damnation es una cosa extraña. Berlioz la calificó como leyenda dramática y en múltiples ocasiones se representa en versión concierto, y es que el componente sinfónico de esta obra tiene mayor peso que el dramático. Quizás hubiera sido más lógico que la programación se hubiese hecho al contrario, pero me alegro enormemente de que no haya sido finalmente así, pues eso nos ha permitido disfrutar de la maravillosa música de Héctor Berlioz sin las distorsiones de la imposible acústica del Auditori.

Para la ocasión se ha presentado una nueva producción del Palau de les Arts en colaboración con el Teatro Regio di Torino y el Teatro dell’Opera di Roma, donde precisamente abrió la temporada 2017/18. La puesta en escena la firma el italiano Damiano Michieletto, de quien en este teatro ya se han visto bastantes trabajos; algunos mejores, como L’elisir d’amore o La scala di seta, y otros claramente fallidos, como Il Barbiere di Siviglia. La producción estrenada ayer obtuvo recientemente el reconocimiento de la crítica italiana obteniendo el premio Franco Abbiati al mejor espectáculo de 2017.

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a unos minutos de uno de los ensayos de esta Damnation de Faust y una de las primeras cosas que pensé fue que la puesta en escena concebida por Damiano Michieletto iba a ser fuertemente abucheada. Pero al final me equivoqué. Es verdad que hubo algunos abucheos, pero en absoluto el rechazo generalizado que yo imaginaba. Está claro que Michieletto decide aquí arriesgar fuerte y apuesta por dar una visión muy particular del mito de Fausto. Ya Berlioz, a su vez, ofreció en esta obra su personal lectura del Fausto de Goethe, eliminando el inicial pacto del protagonista con el diablo para lograr la juventud y llevándolo al final como forma de salvar el alma de Marguerite, o ambientando el inicio en Hungría en lugar de Alemania, entre otras cosas. Michieletto va aún más allá y transforma a Faust en un adolescente traumatizado por la muerte de su madre y objeto de bullying por sus compañeros que intenta suicidarse y que se agarra al amor de Marguerite como tabla de salvación frente a su sufrimiento.

La escenografía corre a cargo de Paolo Fantin, el vestuario de Carla Teti y la iluminación de Alessandro Carletti. Toda la acción se desarrolla en un mismo espacio escénico y el coro estará permanentemente presente en escena, sentado en un graderío por encima de los cantantes. El protagonista en la propuesta de Michieletto es claramente Méphistophélès, quien también estará casi siempre en escena, presencialmente o en proyecciones, con un comportamiento histriónico que recuerda bastante al de presentadores de reality show, donde su punto de vista será mostrado además mediante las imágenes que graba sobre el escenario un cámara portando una steadycam.

Visual y estéticamente hay que reconocer lo impactante de una producción que no puede dejar indiferente a nadie. El blanco luminoso predominante hasta el tramo final y la frialdad de la iluminación me recordaban un poco la estética del 2001 de Kubrick. Los momentos de amor junto a Marguerite trasladarán a Faust a su particular Paraíso que será mostrado con la proyección del cuadro del mismo título de Lucas Cranach el Viejo mientras Méphistophélès contempla la escena transmutado en serpiente, en uno de los instantes a mi juicio más logrados. Otros momentos que me parecieron muy positivos fueron el del coro celestial que salva a Faust del suicidio tras la brutal escena de bullying y que se ilustrará con los recuerdos de éste junto a su madre celebrando un cumpleaños; o la escena de la cabalgada a los infiernos y el Pandemonium, pese al aspecto de bolsas de basura gigantes en movimiento; o la Apoteosis de Marguerite final.

Es verdad que hay cosas que funcionan menos o alguna provocación un tanto gratuita, aunque creo que, en conjunto, los aspectos positivos pesan más que los negativos y yo me lo pasé especialmente bien. Reconozco que puede haber espectadores que se sientan molestos o desconcertados y un poco perdidos, pero en mi opinión hay ideas y sentido dramatúrgico e incluso creo que se consigue dotar de una cierta unidad narrativa a una obra que no puede presumir precisamente de tener un armazón dramático especialmente consistente. Además, algo que me parece incuestionable es el enorme trabajo de dirección de actores (cantantes y figurantes), cuidado hasta el último detalle, y ya sólo por eso el abucheo resultaría injusto.

Aspectos que considero negativos de la propuesta de Michieletto son: el ruido que se organiza en escena más de una vez perjudicando la música y, en general, que creo que pretende contar demasiadas cosas y quizás en ese afán de mostrar todas las lecturas y subniveles que ve el regista en la historia, se le ofrece un exceso de información visual al espectador en forma de claves que acaban por saturarle, haciendo que en lugar de centrarle le enreden más y le distraigan del apartado musical. Dicho eso pienso que en sucesivas visiones la propuesta puede ir ganando y el espectador descubriendo nuevos detalles. A mí sí me gustó.

La dirección musical corrió a cargo de Roberto Abbado, quien tras la marcha de Biondi se ha quedado ya como director titular en solitario de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, pero esta va a ser la única ópera que dirija esta temporada, algo ciertamente chocante. No obstante, la próxima no va a salir del foso más que para aliviar vejiga porque está previsto que asuma la dirección de 3 de las 5 óperas que se representarán en la sala principal.

La labor de Abbado ayer me pareció bastante destacable. Es verdad que con esta orquesta y este coro y la espléndida orquestación de Berlioz, era complicado que la cosa saliese demasiado mal. Abbado ayer se lo pasó teta, se le veía en el foso disfrutar con la obra que estaba dirigiendo. Hubo incluso momentos en los que daba la impresión de que tanto se emocionaba que alguna entrada se retrasaba o el tempo variaba. En cualquier caso creo que hizo un trabajo relevante, mantuvo el pulso y la tensión y consiguió que la partitura brillase como merecía. Aunque en ese resultado intervino y mucho la calidad de los músicos de la orquesta, destacadísimos del primero al último. Excelentes los metales, la percusión, una cuerda descomunal, con mención para la solista de viola, y unas maderas que lo bordaron con unas inspiradísimas flautas y Pierre Antoine Escoffier y Ana Rivera en oboe y corno inglés marcándose un acompañamiento bellísimo a D’amour l’ardente flamme.

Del Cor de la Generalitat ya he adelantado antes que fueron los grandes protagonistas de la velada. La calidad del sonido obtenida ayer fue espectacular. El empaste impecable y todas las cuerdas se escuchaban con un equilibrio extraordinario. Creo que habrá pocos coros fuera de nuestras fronteras que puedan garantizar hoy un rendimiento mucho mejor ante una obra tan enormemente exigente como esta. Todas sus intervenciones fueron, incluso pese a algún puntual desajuste, de poner los pelos de punta, pero destacaría la belleza obtenida en el coro de gnomos y sílfides del sueño de Faust y, por supuesto, en el maravilloso coro final. La colocación del coro estático y arriba por la propuesta escénica, ha motivado que el director musical haya decidido que algunos de sus miembros se ubiquen en el foso junto a la orquesta, posiblemente temeroso de que no tuviesen sus voces la relevancia adecuada. Yo creo que no hubiera pasado nada por situar a todo el coro arriba y quizás se evitarían problemas de puntuales desequilibrios entre el coro de foso y el del escenario, pero no voy a dar yo consejos al director. Más allá de haber conseguido Abbado o no su objetivo, lo que quedó claro es que músicos y cantantes estuvieron en el foso como sardinillas en lata. Y que todos los miembros de Cor, en foso y escena, demostraron que la retención urinaria la llevan bastante bien.

Buena fue también la participación final de los niños y niñas de la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet y la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats.

En el reparto vocal se ha contado con un trío protagonista íntegramente hispano, con el tenor Celso Albelo como Faust, Silvia Tro Santafé como Marguerite y Rubén Amoretti como Méphistophélès.

Gran mérito el de Celso Albelo ante un papel mucho más difícil de lo que parece a primera vista y que, si no me equivoco, debutaba. Además de eso tuvo que afrontar unas exigencias escénicas muy importantes y de todo ello salió con unos muy buenos resultados, yendo, a mi juicio, de menos a más, administrando perfectamente sus recursos. Su voz y fraseo ofrecen belleza y una técnica depurada, con una zona aguda muy solvente, brillante y potente. Hubo algún desliz de afinación y una cierta frialdad general, pero el resultado fue positivo.

También creo que se debe valorar como meritorio el desempeño de Silvia Tro Santafé componiendo una buena Marguerite pese a que creo que no es el papel que mejor se ajusta a sus características vocales. Quizás le faltase un poquito más de refinamiento, de control de volumen e intensidades, pero insisto en considerar positivos sus resultados, teniendo también que hacer frente a diversas exigencias escénicas de lo más variopinto, como el tener que cantar echándose vasos de agua por encima…

Aunque si ayer hubo un artista digno de reconocimiento por su comportamiento escénico, ese fue el bajo burgalés Rubén Amoretti. Sensacional toda la noche, con un trabajo actoral exhaustivo que además iba acompañado de numerosos primeros planos que sostuvo con sobresaliente. Impecable en lo dramático y muy destacado también en lo vocal, sabiendo transmitir toda la malvada ironía del personaje.

Correcto el Brander del alumno del Centre Plácido Domingo Jorge Eleazar Álvarez en la canción de la rata, uno de los instantes que más rechazo parece que provocó en el público por la ocurrencia de Michieletto de ilustrarlo con un gigantesco roedor en escena.

Especial reconocimiento merece también en esta obra el numeroso plantel de figuración que lleva a cabo un trabajazo monumental.

La sala principal de Les Arts presentó, lamentablemente, bastantes huecos. Parece que al público valenciano le siga costando animarse a asistir a óperas menos habituales, lo que es muy triste, pero si además le metemos un partido de Ejpaña, pues para qué queremos más. Aunque lo verdaderamente triste y lamentable de ayer no fue tanto el comportamiento del público que se quedó en casa como el de quienes asistieron a la función. Conté no menos de ocho deserciones durante la representación, con taconeo, portazo y cuchicheo incluido. Y lo mejor estaba por llegar. Al final, nada más apagarse la luz, bajarse el telón y cuando Abbado aun no se había bajado del atril, ocurrió esto:



Una estampida de proporciones dantescas en una de las mayores faltas de respeto a los artistas que yo he vivido en este teatro, y mira que he asistido a situaciones parecidas, pero lo de ayer era digno de un simulacro anti incendios con previa inserción de guindillas en el ano. No sé a qué narices se debió. El partido de fútbol ya había acabado y era una hora más que razonable… Los que se quedaron brindaron fuertes ovaciones para todos, y eso que durante la representación no hubo ni un solo aplauso pese a alguna que otra paradita estratégica de Abbado. Especialmente jaleados fueron el coro y la orquesta y también muy aplaudidos los solistas vocales. La salida del equipo escénico fue recibida con bastantes aplausos a los que se unieron algunos abucheos que no me dio la impresión que llegasen a ser mayoritarios.

Bueno, pues hasta aquí mi crónica de esta última ópera de la temporada en la sala principal. No puedo por menos que animaros a haceros con alguna de las numerosas entradas que hay disponibles para los próximos días. La belleza de la música de Berlioz lo merece. La calidad de nuestra orquesta y coro, más. Y la oportunidad de asistir a un espectáculo diferente siempre vale la pena. Los más reacios y clásicos haced un esfuerzo... el año que viene ya os hartaréis de Rigoletto, Lucia, Turandot y cosas de esas bonitas



viernes, 1 de junio de 2018

TEMPORADA OPERÍSTICA 2018/2019 EN EL PALAU DE LES ARTS

Esta mañana, por fin, tras una espera demasiado larga, condicionada supongo por cumplir todos los formalismos derivados de los cambios en los órganos de gobierno de la Fundación Palau de les Arts, se ha dado a conocer en rueda de prensa el contenido de la temporada operística 2018/2019 en el teatro valenciano. La presentación ha corrido a cargo de la recientemente nombrada presidenta del Patronato de Les Arts, Susana Lloret, del secretario autonómico de Cultura, Albert Girona y de la secretaria artística del teatro, Liviana Caporale. Parece que el próximo día 13 será Ramón Gener quien haga la presentación oficial al público en el propio teatro.

La sensación con la que me quedo después de conocer las previsiones para la temporada próxima es de decepción. Es verdad que hace apenas mes y medio, tras la dimisión de Biondi que ponía la guinda a la de Livermore de diciembre, y con la inacción de la conselleria de Cultura, yo era de los que pensaba que no iba a haber temporada alguna, así que quizás lo más sabio sería decir que ya nos podemos dar con un canto en los dientes y tirar una mascletà. Pero el ser humano es así de egoísta, no puedo evitar manifestar que no me parece una temporada para seguir intentando estar entre los teatros de primer nivel. Habrá que ser paciente y tomarlo como una temporadita de transición; como bajar un año a segunda división para coger fuerzas y reconstruir un equipo que pueda optar al siguiente a jugar la Champions (este ejemplo futbolero lo pongo por si me lee alguna lumbrera de la conselleria o del IVAC, que sepan de qué hablo).

Lo siguiente que hay que dejar muy claro es que el nuevo equipo de gobierno de Les Arts no tiene la más mínima responsabilidad, ni para lo bueno ni para lo malo, que pueda derivarse de esta programación. Es un paquete bomba que se han encontrado en el despacho del ex intendente, quien andaba cerrando esta programación cuando se marchó y ha habido que acogerse a la misma si queríamos tener algo. Y no sólo eso, intuyo que además la estampida de Biondi en abril habrá hecho modificar también más de una previsión, con lo que al final ha quedado una temporada con bastante poco sentido a mi juicio, aunque posiblemente resulte muy atractiva al neófito o pueda llevar a Les Arts a nuevos públicos que respondan a la llamada de títulos muy populares; pero desde luego no creo que tenga el más mínimo tirón fuera del territorio autonómico. Veo muy difícil que se vaya a viajar a València a propósito para ver óperas híper representadas, con un par de excepciones. Pero bueno, es lo que hay.

La pretemporada, que otros años se ha caracterizado por ofrecer oportunidades a jóvenes cantantes, empieza a lo grande el 17 de octubre, nada menos que con Turandot, de Puccini, con el protagonismo previsto de la soprano norteamericana Jennifer Wilson, inolvidable Brünnhilde de nuestro añorado Anillo, y el incombustible clik de Famobil Marco Berti que será Calaf por tercera vez en este teatro. Estarán acompañados por Miren Urbieta como Liú y Abramo Rosalen como Timur. La producción es la misma ya vista, revista y requetevista en Les Arts, la de las banderitas, ideada por el cineasta Chen Kaige y que para algunos aficionados siempre estará ligada a la entrañable despedida del maestro Mehta de Les Arts en 2014. Me parece bien que si se repone un título en pretemporada se procure aprovechar una producción propia, aunque no sé si tiene mucho fuste repetir por ¡¡cuarta!! vez esta Turandot. En la dirección musical se anuncia a Alpesh Chauhan, que parece que Rajoy esté comiéndose un polvorón caducado, pero no, es el nombre de un joven director británico. Están previstas seis funciones en la sala principal durante el mes de octubre. Espero que, igual que en años anteriores, se ofrezcan las localidades a precios populares.

La temporada operística propiamente dicha se inaugurará el 1 de diciembre con una nueva producción del Palau de les Arts y el Festival de Ópera de Macerata de La flauta mágica, de W.A. Mozart. Se anuncian cinco funciones más los días 4, 7, 9, 13 y 15 de diciembre. La dirección escénica correrá a cargo de Graham Vick y la musical del alemán Lothar Koenigs, ex director de la Welsh National Opera, y que no sé si estaba previsto ya en las meninges de Livermore o ha sustituido en los planes a Biondi. En el reparto nos encontramos con un hombre bastante querido en Les Arts, el tenor ruso Dmitry Korchak, como Tamino, quien estará acompañado por Mariangela Sicilia (Pamina), Mark Stone (Papageno), Tetiana Zhuravel (Reina de la Noche) y Wilhelm Schwinghammer (Sarastro). No está mal, pero no creo que tenga la relevancia que debería tener la producción de apertura oficial de la temporada.

Enero vuelve a estar en blanco de óperas, algo que ha sido habitual durante la intendencia del señor Livermore, quien aprovechaba este mes, de máxima actividad operística en todo el mundo, para dejarnos colgados mientras él se iba a presentar producciones suyas por ahí fuera.

Si esta temporada la “rareza” verdiana ha sido Il Corsaro, la próxima le toca el turno a I Masnadieri, que podrá verse los días 6, 9, 12, 15 y 17 de febrero de 2019, en una coproducción del teatro San Carlo de Nápoles y La Fenice veneciana, con dirección escénica del milanés Gabriele Lavia y dirección musical de Roberto Abbado. Tampoco sé si estaría inicialmente previsto Abbado o es otra sustitución de Biondi. En el reparto previsto se encuentran Fabio Sartori, Artur Rucinski, Dominick ChenesRoberta Mantegna o Michele Pertusi. Con todos los Verdi interesantes que aún quedan por ver en este teatro (Falstaff, Ballo in maschera, Ernani, Attila…) estos Masnadieri no es que me entusiasmen especialmente, pero bueno, al menos es la única ópera nueva que oiremos en Les Arts este año.

Los días 22, 24, 28 y 31 de marzo llegará una de las cosas que más me motiva del próximo año (por título y director), la Iolanta de Tchaikovski, con dirección musical de Henrik Nánási quien, otra temporada más y esto es una excelente noticia, regresa a Les Arts. La dirección escénica será de Mariusz Trelinski en una producción del Teatro Marinski. En el reparto aparecen los nombres de Alexander Roslavets, Gevorg Hakobyan y Boris Pinkhasovich, pero tampoco se dice nada sobre quiénes asumirán los papeles de la pareja protagonista. Esta es una ópera en un acto que apenas llega a las dos horas y que es frecuente programarla en programa doble con otra ópera corta. No parece que vaya a ser el caso de Les Arts.

En abril, los días 11, 14 y 18, con función didáctica el 16, volverá la zarzuela a Les Arts con La Malquerida, de Manuel Penella, en una coproducción del Palau de les Arts y Teatros del Canal de Madrid que se representará en la sala Martin i Soler por miembros del Centre Plácido Domingo. La dirección escénica se encomienda a Emilio López, antiguo colaborador de Livermore en numerosas producciones y de quien ya pudimos ver la Madama Butterfly de la pretemporada actual. El director musical será el sabadellense Santiago Serrate.

Como parece que menos de dos Verdi por temporada debe ser pecado livermoriano, en mayo (días 11, 14, 17, 19 y 22) vuelve a Les Arts Rigoletto. Esta vez en la conocida producción de ABAO y el San Carlos de Lisboa con dirección escénica de otro habitual en Valencia, Emilio Sagi. En la dirección musical vuelve a aparecer anunciado Roberto Abbado y en el reparto aparece, no sabemos cuánto tardará en cancelar, Leo Nucci quien compartirá el papel protagonista con Vladimir Stoyanov, Gilda será la napolitana Maria Grazia Schiavo y el Duca Celso Albelo. Si al final viene Nucci ya pueden empezar las funciones pronto para dejarle bisar hasta que cierren el parking.

La temporada finalizará con el que, de antemano, se presenta como su plato fuerte, Lucia di Lammermoor, de Donizetti, en una coproducción de la Opéra de Monte-Carlo y el New National Theatre de Tokio, con dirección de escena de Jean-Louis Grinda y musical de… a ver si lo adivináis… sí, Roberto Abbado, que después de lo poco que se ha prodigado la presente temporada, a la próxima va a chupar foso como un galeote. El reparto de esta Lucia es el que genera a priori mayor interés, con el protagonismo de la pareja formada por la soprano Jessica Pratt y el tenor chino Yijie Shi, a quienes pudimos ver el año pasado en el estupendo Tancredi que cerró temporada. Junto a ellos estará otro cantante que se prodiga bastante últimamente por Les Arts, el bajo Alexánder Vinogradov. Hay previstas seis funciones los días 22, 25, 28 y 30 de junio y 3 y 6 de julio de 2019.

Y hasta aquí el programa operístico. Una ópera en pretemporada y cinco en temporada, más una zarzuela en la Martin i Soler. Más o menos como este año. Se anuncia un recital de Lang Lang el 23F. Además tendremos conciertos con la presencia de batutas como Plácido Domingo, quien vuelve a anunciar concierto pre navideño con el Cor de la Generalitat además de un recital de ópera y zarzuela. Otros directores presentes serán Ramón Tebar, Takács-Nagy, Óliver Díaz, Roberto AbbadoMiguel Ángel Gómez Martínez, Jordi Bernàcer, Pablo RusGustavo Gimeno Christopher Franklin. Y también nos castigarán con el consabido ballet, en esta ocasión El lago de los cisnes con una compañía de Kazajistán, algo que francamente no alcanzo a comprender.

Como decía al comienzo, después de haber estado más convencido que nunca de que, esta vez sí, Les Arts se iba definitivamente al hoyo, encontrarse ahora con una temporada anunciada con Turandot, Flauta Mágica, Masnadieri, Iolanta, Rigoletto y Lucia, debería ser motivo de satisfacción. Si además de eso se trata de óperas que, casi con toda seguridad, van a dar muy buenos resultados en taquilla; y si encima se perciben algunos gestos y comportamientos en los nuevos gestores de Les Arts que animan a ser optimistas respecto a la evolución de los acontecimientos en los próximos meses, parece que debería acabar esta entrada justo al contrario de como la empecé, manifestando mi incondicional alegría ante el anuncio de la temporada. Pero no puedo evitar sentirme un poco decepcionado.

Las temporadas de Livermore siempre han tenido un par de títulos súper populares  que se unían a otras obras menos conocidas y a incursiones en todo el repertorio, desde el barroco al siglo XX. Este año tenemos 4 títulos de los más populares del repertorio (Turandot, Flauta, Lucia y Rigoletto) y dos menos conocidas, aunque una de Verdi y otra de Tchaikovski. Y de esas seis, cinco ya se han representado en Les Arts, únicamente Masnadieri es novedad. Por supuesto, para evitar sarpullidos y náuseas del ex intendente, ni Wagner, ni Strauss ni nada que huela a germánico más allá de Mozart. Este año ni el repertorio francés tiene presencia, sólo el ruso con Iolanta y el resto, aparte de la Flauta, ópera italiana. Y por lo que respecta a la variedad de estilos o periodos compositivos, La Flauta es de 1791, pero el resto son de 1835 (Lucia), 1847 (Masnadieri), 1851 (Rigoletto), 1892 (Iolanta) y 1926 (Turandot). Poca diversidad.

Ya sé que algunos me estarán poniendo a parir por mirar con lupa una programación de emergencia para salvar el tipo, lo siento. Desde luego si Livermore no hubiera dimitido y nos estuviera presentando ahora esta temporada os aseguro que mi tono sería muchísimo más duro. Esperaba que el armazón que estuviera montando fuera más interesante de lo que ha acabado siendo que casi me ha recordado al programa de una compañía búlgara itinerante. Confiaba en que hubiera dejado algún otro Britten apalabrado, o incluso, iluso de mi, que se hubiera acordado de que este año se conmemora el centenario del nacimiento de Leonard Bernstein y tuviéramos una Candide, por ejemplo. Aunque Bernstein parece que tendrá presencia en el concierto que dirigirá Christopher Franklin.

En cualquier caso no quisiera transmitir mal rollo. Me lo tomaré como una temporada de transición y de hacer caja, y creo que podemos tener cierto optimismo en que el nuevo equipo gestor va a hacer lo posible por sacar esto adelante con ideas nuevas. De momento el que se vaya restableciendo una cierta estabilidad con una temporada anunciada, es muy positivo. Ahora habrá que ver cómo evoluciona la elección de director artístico y musical porque de ello sí que dependerá decisivamente el futuro de nuestro teatro.