Ayer recibí la
triste noticia, no por esperada menos dolorosa, del fallecimiento de la ex
Intendente del Palau de les Arts, Helga
Schmidt, el pasado día 25 de septiembre. Una persona por la que sentía un
gran afecto personal. Y no me estoy refiriendo aquí sólo al reconocimiento de
su faceta profesional, sino especialmente a la calidad humana, la cercanía y la
autenticidad que demostró conmigo en las ocasiones en que tuve la suerte de
poder compartir con ella un poco de su tiempo y mantener algunas
interesantísimas conversaciones que guardaré para siempre en mi memoria.
Posiblemente
haya algunas personas a las que les extrañe que realice estas manifestaciones,
después de que este blog haya sido especialmente crítico, a veces demoledor,
con algunos aspectos de su gestión al frente de Les Arts. Igual hay quien
piensa que esto lo hago para quedar ahora bien uniéndome al carro de las fáciles
alabanzas a los muertos. No es así. Ya lo he hecho otras veces, posicionándome
a su favor y explicando mis críticas, en momentos donde lo fácil precisamente
era cargar duramente contra Helga
cuando estaba siendo objeto de un injusto linchamiento político y mediático sin
precedentes tras su destitución. Pero lo vuelvo a hacer.
En los
primeros años de funcionamiento del Palau de les Arts, la brillante dirección
artística no fue acompañada de una gestión administrativa que estuviera al
nivel. Especialmente, yo le reprochaba al teatro su actitud hacia el
aficionado, al abonado, al cual ignoraba y casi despreciaba, pareciendo que no
se mereciese ningún tipo de atención o explicación sobre ningún aspecto de la gestión.
Esa crítica de la gestión administrativa la personalicé en la figura de Helga, siendo plenamente consciente de
que muchos de los reproches no eran responsabilidad suya, pero ella era la
imagen pública de Les Arts y hacia ella dirigí mis dardos, tal vez injustamente
a veces, pero con la intención de que con ello alguien reaccionase y además se
supiera que al público valenciano sí le importaba lo que se hacía en el teatro
y cómo se hacía, para bien y para mal.
Cuando hablé
con ella personalmente por primera vez, lo entendió perfectamente e incluso se
rió conmigo de algunas de las cosas escritas, porque he de decir que, a pesar
de su imagen seria y fría, tenía un particular sentido del humor y una
capacidad de asumir la crítica mucho mayor que, por ejemplo, la que demostró su
sucesor, el susceptible e irascible Livermore.
Lo que más le molestó a Helga de
todo lo que yo puse en este blog, fue cuando la saqué caricaturizada con nariz
de Pinocchio y no por el hecho de que
saliera esa imagen, sino porque yo dijese que había mentido respecto a la
ausencia de un cantante previamente anunciado, porque “yo no soy mentiggosa”, me dijo muy seria y convincente, con ese
inconfundible acento suyo.
Esa misma
apelación a su sinceridad y a negar que ella mintiese, la volvió a realizar con
vehemencia en mi presencia algún tiempo después, cuando estaba siendo objeto de
la miserable campaña de descrédito a cargo de las huestes de la entonces consellera
Catalá y de los chupópteros, medios
de comunicación y juntaletras a su
servicio. La aparentemente fuerte Helga
mostró su fragilidad y no podía entender que se mintiese para atacarla y
humillarla sin posibilidad de defensa. Sólo clamaba una y otra vez para poder
defenderse, para poder ir a juicio y acreditar su inocencia.
Lamentablemente
no lo ha podido hacer, la enfermedad se la ha llevado, casi cinco años después
de su cese, antes de que pudiera celebrarse un juicio justo. La justicia
española también merecería un capítulo aparte. Eso sí, la justicia mediática y de
las redes sociales funciona como un reloj y pueden manchar toda tu trayectoria
en cinco segundos sin posibilidad alguna de reparación. Plácido Domingo creo que también sabe bastante de esto. Me parece
vergonzante que, para algún diario estos días, toda la larga trayectoria
profesional de Helga Schmidt, irreprochable
y apabullante, se presente casi como secundaria y lo único relevante de su
carrera parece ser recordar el bochornoso e indecente episodio de su salida de
Les Arts.
Me gustaría
que su casa, el Palau de les Arts, reaccione esta vez como debe y no le duelan
prendas en hacer público homenaje, sin miedos ni melindres, a la memoria de la
mujer que ha sido el alma de este teatro. No me refiero sólo a dedicarle una
función por megafonía y… hasta luego Lucas. Por ejemplo, creo que su nombre debería
estar presente en el edificio, y me uno aquí a la petición que ha formulado Justo Romero, en un emotivo e
imprescindible artículo que podéis leer AQUÍ, para que la sala de Les Arts se
llame Helga Schmidt. Bueno, él
propone el Auditori, pero creo que la memoria de Helga merece mejor recinto.
Al escribir
hoy aquí no pretendo más que alzar mi pequeña voz, dentro de la modestia de
este blog, para honrar la memoria de esta mujer por su trabajo. A ella sólo cabe
darle las gracias. Ya lo hice en persona y lo hago ahora públicamente. Jamás le
estaré bastante agradecido por haber sido la principal responsable de que en la
ciudad en la que vivo estemos disfrutando de un nivel operístico de relevancia
internacional. Habrá quien sostenga que el mérito no es tanto de ella como de
haber tenido el dinero para hacerlo. Discrepo. Obviamente el dinero hizo mucho,
pero cualquier otro con los mismos medios no hubiera alcanzado sus resultados.
Estoy convencido. Además, en la última etapa suya al frente de Les Arts, cuando
los recursos cayeron en picado y estaba controlada por todas partes, también
supo seguir demostrando su valía y su capacidad para la elección de elencos en
los que la calidad destacaba por encima de todo.
Al finalizar
la comida en que nos conocimos personalmente, me abrazó y me dijo: “más vale tarde que nunca”. Es verdad
que tardamos en conocernos, pero no sabe usted cuánto le agradezco todo lo que
aprendí en nuestras charlas, y, sobre todo, su trato hacia mí, su generosidad y
la sinceridad con la que siempre habló conmigo. Hoy no voy a poner ningún
montaje con su cara, ni más foto que la que usted dejó encargado que fuese la
que ilustrase la noticia de su fallecimiento y que es la que encabeza esta
entrada. Gracias por todo, doña Helga,
buen viaje y hasta siempre.
Efectivamente Atticus, cuando ayer se hizo público el fallecimiento de Doña Helga Schmidt, una sensación de pena e indignación me llegó muy adentro. Ella fue la precursora y creadora de El Palau de Les Arts de Valencia, aunando en el esfuerzo a Lorin Maazel, Zubin Metha y Plácido Domingo, con los cuales se logró crear la mejor Orquesta de España y proporcionarle un nivel general, que aún en los momentos actuales en los que por razones obvias se han tenido que hacer los correspondientes recortes podemos sentirnos orgullosos. Un teatro en Valencia, en el que los valencianos hemos disfrutado (y seguimos disfrutando) lo que nunca nos podíamos imaginar, pero que es un teatro de España, en el que muchos de nuestros compañeros operísticos del resto del país han podido comprobar que aquí nadie se siente foráneo. Ojala hubiera en todos los rincones de España sitios donde pudiéramos disfrutar de este nuestro mundo maravilloso.
ResponderEliminarPues la mayor parte de este mérito es de Doña Helga. Alguien podrá pensar que es del dinero que se invirtió, si pero no, hay otros sitios en los que se ha invertido más que aquí, y no han conseguido estos excelentes resultados, es un problema de competencia, prestigio, y de saber hacer las cosas.
Pues bien, esta señora parece ser que tuvo la desgracia de estar situada en medio de la lucha interna de unos políticos, que la utilizaron para sus fines de dañar al adversario (el llamado fuego amigo en los partidos), y de rebote las consecuencias para ella fueron fatales.
Ya la forma de detenerla fue rastrera…. Una mujer de 74 años enferma de cáncer, fueron a detenerla a su hotel usando un helicóptero y varias dotaciones de policía, no llevaron a lo Geos porque deberían estar ocupados. Había que darle mucho bombo. Una vergüenza.
En el juicio se verá dentro de unos meses, no se los demás como saldrán, pero los que conocieron el caso comentan que ella fue el conejillo de indias, y que pagó “la pena de telediario” como a algún otro/a le ha pasado. Este país es así.
Mi más sentido pésame y que desde allí donde esté perdone a esta gentuza, que en vez de agradecerle lo mucho conseguido, la destrozó como persona.
Desde luego cuentan con mi desprecio.
Amolaópera.
Pues lo suscribo.
EliminarUn saludo
una pena que sus últimos años estuvieran empañados por una situación muy lamentable, pero así esala política, se contrata un intendente se le dice que tiene plenos poderes y no tiene al lado un/a gestor/a que le diga esto no se puede hacer que es peligroso, no debes firmar ahí, etc. etc... eran los tiempos del
ResponderEliminartodo vale.
En cuanto a plácido domingo si se hubiera retirado cuando las condiciones no eran las idóneas.. no estaría en este cacao, donde han cambiando radicalmente las condiciones del juego.
salut.
Yo soy de los que opinan que Plácido debería haberse retirado oficialmente, pero no tengo nada claro que si lo hubiera hecho no estaría ahora en el cacao, porque los hechos de los que hablan no son de ahora sino de hace años. En fin...
Eliminarsi, pero un perfil bajo ayuda a que no salgan historias... en los 80 y 90 la vida era una fiesta...ché, es que incluso Alma Mahler (bonica era ella) habla en sus memorias de las habladurias en torno a Mahler y las jovenes sopranos...
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