Australia, pese a ser el sexto país más grande del mundo, el tercero en índice de desarrollo humano y el sexto en calidad de vida, también es posiblemente la nación desarrollada más desconocida fuera de sus fronteras. Como dice Bill Bryson en su magnífico libro "En las Antípodas": “cuando estas fuera de Australia, deja de existir”.
Quizás por eso, la industria cinematográfica australiana, con el apoyo del gobierno del país, ha decidido promocionar su tierra con una costosísima superproducción que nace destinada a convertirse en un taquillazo a nivel mundial, sea como sea. Elementos para ello no le faltan: presupuesto mastodóntico, actores con tirón mediático y argumento épico que mezcla aventura, romanticismo, melodrama y hechos históricos. Se ha reunido para ello a un elenco técnico y artístico, compuesto exclusivamente por australianos, dirigidos por Baz Luhrmann ("Moulin Rouge", "Romeo + Julieta de William Shakespeare").
Quizás por eso, la industria cinematográfica australiana, con el apoyo del gobierno del país, ha decidido promocionar su tierra con una costosísima superproducción que nace destinada a convertirse en un taquillazo a nivel mundial, sea como sea. Elementos para ello no le faltan: presupuesto mastodóntico, actores con tirón mediático y argumento épico que mezcla aventura, romanticismo, melodrama y hechos históricos. Se ha reunido para ello a un elenco técnico y artístico, compuesto exclusivamente por australianos, dirigidos por Baz Luhrmann ("Moulin Rouge", "Romeo + Julieta de William Shakespeare").
La película, pese a su excesiva duración, resulta francamente entretenida. Cumple con su papel de película familiar para pasar un buen (y largo) rato. Ahora bien, defrauda muchas de las expectativas que se pusieron en ella.
Se ha pretendido componer una especie de “Lo que el viento se llevó” a la australiana, con un manojo de “La reina de África”, un puñado de “Río Rojo” y una pizca de “Memorias de África”, ingredientes que son todos ellos, en principio, garantía de éxito. Pero claro, Luhrmann no es John Huston, ni Sydney Pollack, ni Howard Hawks. Realmente al australiano se le apodera el guión, y posiblemente los cortes del montaje final en postproducción, y construye una obra tan irregular como previsible, con una primera mitad de buen nivel, en la que se explota la excepcional vis cómica que vuelve a derrochar Nicole Kidman, pero al final se quieren contar demasiadas cosas y algunas situaciones se acaban resolviendo a trompicones. Así, la relación de la pareja protagonista, personajes antagónicos que ven surgir la mutua atracción (con referencias nada veladas a la obra de Huston) se traza de forma desmañada, sin que se narre adecuadamente la evolución de los mismos, quienes pasan del “te odio” al “te quiero” en un par de planos sin la más mínima sutileza.
Se ha pretendido componer una especie de “Lo que el viento se llevó” a la australiana, con un manojo de “La reina de África”, un puñado de “Río Rojo” y una pizca de “Memorias de África”, ingredientes que son todos ellos, en principio, garantía de éxito. Pero claro, Luhrmann no es John Huston, ni Sydney Pollack, ni Howard Hawks. Realmente al australiano se le apodera el guión, y posiblemente los cortes del montaje final en postproducción, y construye una obra tan irregular como previsible, con una primera mitad de buen nivel, en la que se explota la excepcional vis cómica que vuelve a derrochar Nicole Kidman, pero al final se quieren contar demasiadas cosas y algunas situaciones se acaban resolviendo a trompicones. Así, la relación de la pareja protagonista, personajes antagónicos que ven surgir la mutua atracción (con referencias nada veladas a la obra de Huston) se traza de forma desmañada, sin que se narre adecuadamente la evolución de los mismos, quienes pasan del “te odio” al “te quiero” en un par de planos sin la más mínima sutileza.
La historia se narra desde el punto de vista del niño mestizo, hijo de blanco y aborigen, apuntándose en el film una denuncia de los lamentables hechos ocurridos en la isla entre 1910 y ¡1970!, conocidos como "la generación robada". Una limpieza étnica en toda regla que el gobierno australiano llevó a cabo robando los hijos de los aborígenes para educarlos como blancos, acabando en la mayoría de las ocasiones explotados en granjas o en el servicio doméstico. Hay que recordar que hasta el año pasado el gobierno australiano no pidió públicamente disculpas por estos hechos, por lo cual se entiende que en la película tampoco se ahonde demasiado en la raíz y consecuencias de los mismos, los cuales, por otra parte, ya fueron espléndidamente plasmados en 2002 en la película "Generación robada" (Rabbit-Proof Fence) del también australiano Phillip Noyce.
También hay alusiones a la cultura y mitología aborigen, con el personaje de Rey Jorge, pero nuevamente de refilón, como nota exótica, sin un planteamiento sólido. Nada que ver con otras estupendas películas sobre el tema como “La última ola” de Peter Weir (1977).
También hay alusiones a la cultura y mitología aborigen, con el personaje de Rey Jorge, pero nuevamente de refilón, como nota exótica, sin un planteamiento sólido. Nada que ver con otras estupendas películas sobre el tema como “La última ola” de Peter Weir (1977).
En su segunda parte la cinta se enfanga en terrenos bélicos y excesivamente melosos, dando la impresión en cuatro o cinco ocasiones que ya podría finalizar, pero continúa adelante, introduciendo nuevos temas y situaciones que se dan por concluidos con tanta rapidez como se plantean.
Luhrmann intenta la incursión en terrenos del cine clásico pero sin poder evitar dejar su sello personal. Se abusa de movimientos de cámara y efectos digitales, logrando algunas secuencias realmente espectaculares, como las de la estampida o el bombardeo, aunque se añora la cámara del Maestro John Ford filmando escenas de acción en grandes paisajes de forma reposada pero eficaz, sin necesidad de artificios mecánico-digitales, sino echando mano del oficio de buen cineasta.
La cuidada fotografía de Mandy Walker resalta los atardeceres rojizos y los impresionantes paisajes, adoptando unas gamas más oscuras y descoloridas en la parte bélica.
La banda sonora del también australiano David Hirschfelder posee matices épicos de gran superproducción, ampulosamente orquestados, e incluye una canción de Elton John en los créditos finales en su búsqueda por colarse en la gala de los Oscar por cualquier resquicio.
Luhrmann intenta la incursión en terrenos del cine clásico pero sin poder evitar dejar su sello personal. Se abusa de movimientos de cámara y efectos digitales, logrando algunas secuencias realmente espectaculares, como las de la estampida o el bombardeo, aunque se añora la cámara del Maestro John Ford filmando escenas de acción en grandes paisajes de forma reposada pero eficaz, sin necesidad de artificios mecánico-digitales, sino echando mano del oficio de buen cineasta.
La cuidada fotografía de Mandy Walker resalta los atardeceres rojizos y los impresionantes paisajes, adoptando unas gamas más oscuras y descoloridas en la parte bélica.
La banda sonora del también australiano David Hirschfelder posee matices épicos de gran superproducción, ampulosamente orquestados, e incluye una canción de Elton John en los créditos finales en su búsqueda por colarse en la gala de los Oscar por cualquier resquicio.
Nicole Kidman realiza un excelente trabajo, eso si, cada vez más deformada por la silicona y el botox.
Hugh Jackman resulta un tanto forzado e inexpresivo, pero luce bíceps y abdominales con generosidad y explota su reciente y discutible nombramiento como hombre más sexy del mundo.
David Wenham y Bryan Brown componen con solvencia unos malos malísimos que por momentos resultan ridículos.
Brandon Walters, el niño aborigen, es el gran descubrimiento de la película y llena la pantalla con sus grandes ojos negros, llevando a cabo una interpretación extraordinaria.
En definitiva, a pesar de sus carencias, una entretenida cinta para toda la familia, que no ayuda a que entendamos mejor ese país donde la gente se apunta a cursos de cazadores de serpientes, igual que aquí lo hace a punto de cruz, pero que sirve para que el que quiera pasar un rato agradable y despreocupado pueda ver cumplido su objetivo.
Eso sí, si lo que se pretende es descubrir una obra maestra, que se olvide, este año Sydney Lumet no ha estrenado película.
Hugh Jackman resulta un tanto forzado e inexpresivo, pero luce bíceps y abdominales con generosidad y explota su reciente y discutible nombramiento como hombre más sexy del mundo.
David Wenham y Bryan Brown componen con solvencia unos malos malísimos que por momentos resultan ridículos.
Brandon Walters, el niño aborigen, es el gran descubrimiento de la película y llena la pantalla con sus grandes ojos negros, llevando a cabo una interpretación extraordinaria.
En definitiva, a pesar de sus carencias, una entretenida cinta para toda la familia, que no ayuda a que entendamos mejor ese país donde la gente se apunta a cursos de cazadores de serpientes, igual que aquí lo hace a punto de cruz, pero que sirve para que el que quiera pasar un rato agradable y despreocupado pueda ver cumplido su objetivo.
Eso sí, si lo que se pretende es descubrir una obra maestra, que se olvide, este año Sydney Lumet no ha estrenado película.
Ayssss me da una pereza... ni por Hugh Jackman me terino de animar. Yo creo que es tal el sarpullido y rechazo que me produce Moulin Rouge que me ha dejado traumatizada. Creo que esperaré al DVD :P
ResponderEliminarPor cierto, que lo de la Kidman es una verdadera pena. Tan joven, tan guapa, tan buena actriz...¡¡¿¿¿para qué necesita tanto botox??!! Cada vez se parece más a una figura de cera, y eso, cuando tu profesión se basa en la expresividad, pues no sé yo.
Un beso :-)