El pasado sábado se estrenó en el Palau de les Arts la ópera “Yevgueni Oneguin” de Tchaikovsky. Resultó llamativo de entrada el gran número de huecos visibles en la sala. Es verdad que en el reparto no había nombres famosos, que la gélida noche no invitaba a salir, que los precios de las entradas no menguan ni con el frío y que entre los asistentes estaba Rappel con su abrigo leopardino y sus gafas del revés, que eso asusta a cualquiera, pero me parece muy preocupante la poca capacidad de convocatoria de una ópera realmente preciosa.
Como no hay estreno valenciano que se precie sin que doña Helga nos brinde alguna sorpresa, en esta ocasión, tres días antes del mismo, como siempre sin previo anuncio ni posterior explicación, se sustituyó en la web de Les Arts el nombre de la Tatiana prevista, Amanda Echalaz, por el de Irina Mataeva, que se añadía así al cambio ya anunciado hace más tiempo de Anita Rachvelishvili como Olga, por Olga Belkina. No sé cómo lo hubieran hecho las cantantes ausentes, pero las sustitutas, siendo benévolo, diré que no destacaron precisamente.
Helga sigue con su política de Juan Palomo y los nombres de los artistas aparecen y desaparecen de la programación sin que los ignorantes que le pagamos el sueldo merezcamos ni una miserable nota explicativa.
La producción que se ha traído procede de la Ópera Nacional de Polonia y cuenta con dirección escénica de Mariusz Trelinski, de quien ya pudimos ver la pasada temporada su propuesta para “Madama Butterfly”. Como en aquella ocasión, la versión ahora presentada de “Yevgueni Oneguin” se caracteriza por su minimalismo escenográfico y está cargada de simbolismos, jugando un papel determinante la efectista iluminación de Felice Ross. En conjunto he de decir que el resultado me pareció positivo, aunque muy irregular, alternándose momentos muy inspirados con otros claramente fallidos, yendo en picado de más a menos.
Trelinski ha optado por incluir un personaje en escena no previsto en el libreto: Un mimo (ya sabéis cuánto me gustan los mimos) pintado de blanco que se pasea por la escena simbolizando un Oneguin anciano o un espíritu de éste. Al comienzo la cosa tiene su gracia y dota de gran poderío visual a algunas escenas, como la estocada simbólica que da a Tatiana condenándola desde el primer encuentro a su desgraciado amor, pero al cabo de un rato, como les suele pasar siempre a los mimos, acaba cargando al más pintado y lo único que consigue es entorpecer el seguimiento del drama.
Tampoco me gustó la pasarela Cibeles que se colocó rodeando el foso y que puntualmente usaban los cantantes para trasladar allí la acción, con esta manía de los directores de escena actuales de saltar "la cuarta pared” en cuanto pueden. Y encontré especialmente desafortunado que el momento final de la ópera tuviese lugar allí, con los cantantes delante de la orquesta, viéndose deslucido gratuitamente tanto el resultado musical como el impacto dramático de este fragmento esencial.
Por el contrario, me pareció acertado y muy inteligente el planteamiento escénico del primer acto (sensacional ese bosque) y de la escena del duelo del segundo, dotados de gran sencillez, con un alto valor estético y potenciando la carga dramática. Pero junto a esto, lamentablemente, el feísmo se apodera del comienzo del acto II, llegando a su punto culminante con la aparición del personaje de Triquet ridículamente caracterizado a modo de Electroduende con levita rosa, que por si fuera poco se ve acompañado en sus couplets por unos Cupidos con Dodotis y un hada que sale de un bulbo gigante que, como bien me señaló la amiga Mi, recordaba a una falla de sexta C.
La Polonesa que abre el acto III no tuvo mejor resolución, viéndose sustituida por un extravagante desfile de zombies sincopados en una sala con pinta de anuncio de Porcelanosa o discoteca viejuna de los 70, y la aparición de Tatiana con aspecto de femme fatale tampoco ayudó a dar coherencia a aquello.
A pesar de todo, como decía, creo que el resultado global general no es negativo y los aspectos criticados no llegaron a molestarme tanto como para considerar la propuesta de Trelinski rechazable, aunque sí fallida, ya que no culminó con éxito lo que tan bien empezó.
En lo musical, existía gran interés por ver como Omer Wellber afrontaba su segunda cita en el foso de Les Arts al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, tras el exitoso debut en “Aida”. A mi juicio, Wellber ha dejado claro que nos encontramos ante un buen director que además tiene el privilegio de contar con una excelente plantilla de músicos a su cargo y los resultados obtenidos hasta ahora son muy positivos y esperanzadores de cara a su futuro como director musical de la casa. Pero también tiene algunas cosas que mejorar, producto posiblemente de su juventud y del necesario periodo de rodaje y acople con la Orquesta.
Wellber esbozó una lectura apasionada, pulcra y detallista de la obra, consiguiendo mantener en todo instante la tensión dramática, y con algunos momentos de enorme intensidad, como en la fantástica introducción de las cuerdas al aria de Lensky, y exhibió una notable inteligencia concertante. En su debe ha de consignarse un volumen que, unido a unas voces no precisamente poderosas, tapó de manera inclemente en varias ocasiones a los cantantes, especialmente a Mataeva, con una escena final donde el desmadre decibélico fue exagerado, afeando el resultado. También se apreciaron algunos desequilibrios entre secciones, sobre todo en la Polonesa, aunque esto puede ser considerado normal en una función de estreno y es de prever que pueda irse ajustando en futuras representaciones.
Fuera de esto el rendimiento de la Orquesta fue espléndido, destacando la calidez y densidad de la cuerda y la precisión de los metales.
El Cor de la Generalitat volvió a hacer gala de su enorme calidad y, aunque también se apreció algún desajuste puntual con el foso, ofreció un rendimiento incuestionable, a pesar de tener que hacer frente a alguna coreografía mamarracha cum laude. Se ha suprimido en esta ocasión incomprensiblemente el Coro de Campesinos del principio del acto I, no sé si a instancias del director escénico o del musical.
Entre los solistas destacó claramente el Lensky de Dmitri Korchak. El tenor ruso no tiene una voz que me resulte especialmente bonita, sin embargo mostró una musicalidad excepcional, un legato impecable y un fraseo bellísimo, muy rico en matices, logrando alcanzar con su “Kuda, Kuda” el momento más emocionante de la noche con diferencia.
Artur Ruciński fue un Oneguin bastante correcto. Me gustó más que en su reciente papel de Lescaut en “Manon”. Presentó una agradable voz baritonal que proyectó con firmeza y suficiente volumen para hacer frente a las embestidas orquestales. Se le echó en falta un mayor poderío en el último acto y más implicación en el plano actoral.
La Tatiana sorpresa de Helga, Irina Mataeva, fue la gran decepción de la noche. No porque lo hiciese especialmente mal, pero es que un Oneguin sin una Tatiana que emocione, no es lo mismo. Esta soprano rusa, procedente del Mariinsky, no presentó deficiencias escandalosas, pero su canto es demasiado plano. Su voz lírica se movía cómoda en la zona central, con mayores apuros en cotas más comprometidas, con un volumen demasiado justito y sobre todo con unas limitaciones expresivas que son incompatibles con este personaje que precisa emocionar para ser creíble.
El bajo Günther Groissböck, como Gremin, destacó por su intencionado fraseo y contundentes graves en su preciosa aria. Bastante floja sin embargo estuvo Lena Belkina como Olga.
Helene Schneiderman fue una buena Lárina y mejor aún Margarita Nekrasova como Filíppievna, alcanzando profundidades muy notables con sus graves.
Emilio Sánchez, como Triquet, en su línea habitual. Mejor en el apartado actoral que en el vocal, aunque bastante hizo el hombre con no salir llorando del escenario tras ver la sonrojante pinta que se le había adjudicado.
El público asistente, salvo la señora del bolso con velcro que salió de la sala a la carrera (posiblemente para evitar su linchamiento), aplaudió a todos sin excepción, incluyendo a Trelinski que acudió al estreno, aunque los mayores bravos tuvieron por destinatarios a Korchak, Wellber y la Orquesta.
A pesar de los reparos que he hecho, la sensación con la que salí del teatro fue muy positiva, habiendo disfrutado de una estupenda noche de ópera, que tuvo su perfecto colofón en una cena con entrañables amigos que nos hizo olvidar el frío exterior y hasta el espantoso abrigo de Rappel.
Aunque Helga no se merezca que le hagamos publicidad gratis después de lo mal que trata al aficionado, como en el fondo soy muy bueno (y sobre todo, como sé que no me va a poder pagar ni con petromortadelos), desde aquí quiero animar a quien esté dudando si asiste o no a ver este “Yevgueni Oneguin”, o a quien tenga reticencias basadas en el desconocimiento de la obra o en que le imponga el hecho de enfrentarse a una “ópera rusa”, que acuda, que a buen seguro no saldrá defraudado. Tchaikovsky nunca falla.
Como no hay estreno valenciano que se precie sin que doña Helga nos brinde alguna sorpresa, en esta ocasión, tres días antes del mismo, como siempre sin previo anuncio ni posterior explicación, se sustituyó en la web de Les Arts el nombre de la Tatiana prevista, Amanda Echalaz, por el de Irina Mataeva, que se añadía así al cambio ya anunciado hace más tiempo de Anita Rachvelishvili como Olga, por Olga Belkina. No sé cómo lo hubieran hecho las cantantes ausentes, pero las sustitutas, siendo benévolo, diré que no destacaron precisamente.
Helga sigue con su política de Juan Palomo y los nombres de los artistas aparecen y desaparecen de la programación sin que los ignorantes que le pagamos el sueldo merezcamos ni una miserable nota explicativa.
La producción que se ha traído procede de la Ópera Nacional de Polonia y cuenta con dirección escénica de Mariusz Trelinski, de quien ya pudimos ver la pasada temporada su propuesta para “Madama Butterfly”. Como en aquella ocasión, la versión ahora presentada de “Yevgueni Oneguin” se caracteriza por su minimalismo escenográfico y está cargada de simbolismos, jugando un papel determinante la efectista iluminación de Felice Ross. En conjunto he de decir que el resultado me pareció positivo, aunque muy irregular, alternándose momentos muy inspirados con otros claramente fallidos, yendo en picado de más a menos.
Trelinski ha optado por incluir un personaje en escena no previsto en el libreto: Un mimo (ya sabéis cuánto me gustan los mimos) pintado de blanco que se pasea por la escena simbolizando un Oneguin anciano o un espíritu de éste. Al comienzo la cosa tiene su gracia y dota de gran poderío visual a algunas escenas, como la estocada simbólica que da a Tatiana condenándola desde el primer encuentro a su desgraciado amor, pero al cabo de un rato, como les suele pasar siempre a los mimos, acaba cargando al más pintado y lo único que consigue es entorpecer el seguimiento del drama.
Tampoco me gustó la pasarela Cibeles que se colocó rodeando el foso y que puntualmente usaban los cantantes para trasladar allí la acción, con esta manía de los directores de escena actuales de saltar "la cuarta pared” en cuanto pueden. Y encontré especialmente desafortunado que el momento final de la ópera tuviese lugar allí, con los cantantes delante de la orquesta, viéndose deslucido gratuitamente tanto el resultado musical como el impacto dramático de este fragmento esencial.
Por el contrario, me pareció acertado y muy inteligente el planteamiento escénico del primer acto (sensacional ese bosque) y de la escena del duelo del segundo, dotados de gran sencillez, con un alto valor estético y potenciando la carga dramática. Pero junto a esto, lamentablemente, el feísmo se apodera del comienzo del acto II, llegando a su punto culminante con la aparición del personaje de Triquet ridículamente caracterizado a modo de Electroduende con levita rosa, que por si fuera poco se ve acompañado en sus couplets por unos Cupidos con Dodotis y un hada que sale de un bulbo gigante que, como bien me señaló la amiga Mi, recordaba a una falla de sexta C.
La Polonesa que abre el acto III no tuvo mejor resolución, viéndose sustituida por un extravagante desfile de zombies sincopados en una sala con pinta de anuncio de Porcelanosa o discoteca viejuna de los 70, y la aparición de Tatiana con aspecto de femme fatale tampoco ayudó a dar coherencia a aquello.
A pesar de todo, como decía, creo que el resultado global general no es negativo y los aspectos criticados no llegaron a molestarme tanto como para considerar la propuesta de Trelinski rechazable, aunque sí fallida, ya que no culminó con éxito lo que tan bien empezó.
En lo musical, existía gran interés por ver como Omer Wellber afrontaba su segunda cita en el foso de Les Arts al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, tras el exitoso debut en “Aida”. A mi juicio, Wellber ha dejado claro que nos encontramos ante un buen director que además tiene el privilegio de contar con una excelente plantilla de músicos a su cargo y los resultados obtenidos hasta ahora son muy positivos y esperanzadores de cara a su futuro como director musical de la casa. Pero también tiene algunas cosas que mejorar, producto posiblemente de su juventud y del necesario periodo de rodaje y acople con la Orquesta.
Wellber esbozó una lectura apasionada, pulcra y detallista de la obra, consiguiendo mantener en todo instante la tensión dramática, y con algunos momentos de enorme intensidad, como en la fantástica introducción de las cuerdas al aria de Lensky, y exhibió una notable inteligencia concertante. En su debe ha de consignarse un volumen que, unido a unas voces no precisamente poderosas, tapó de manera inclemente en varias ocasiones a los cantantes, especialmente a Mataeva, con una escena final donde el desmadre decibélico fue exagerado, afeando el resultado. También se apreciaron algunos desequilibrios entre secciones, sobre todo en la Polonesa, aunque esto puede ser considerado normal en una función de estreno y es de prever que pueda irse ajustando en futuras representaciones.
Fuera de esto el rendimiento de la Orquesta fue espléndido, destacando la calidez y densidad de la cuerda y la precisión de los metales.
El Cor de la Generalitat volvió a hacer gala de su enorme calidad y, aunque también se apreció algún desajuste puntual con el foso, ofreció un rendimiento incuestionable, a pesar de tener que hacer frente a alguna coreografía mamarracha cum laude. Se ha suprimido en esta ocasión incomprensiblemente el Coro de Campesinos del principio del acto I, no sé si a instancias del director escénico o del musical.
Entre los solistas destacó claramente el Lensky de Dmitri Korchak. El tenor ruso no tiene una voz que me resulte especialmente bonita, sin embargo mostró una musicalidad excepcional, un legato impecable y un fraseo bellísimo, muy rico en matices, logrando alcanzar con su “Kuda, Kuda” el momento más emocionante de la noche con diferencia.
Artur Ruciński fue un Oneguin bastante correcto. Me gustó más que en su reciente papel de Lescaut en “Manon”. Presentó una agradable voz baritonal que proyectó con firmeza y suficiente volumen para hacer frente a las embestidas orquestales. Se le echó en falta un mayor poderío en el último acto y más implicación en el plano actoral.
La Tatiana sorpresa de Helga, Irina Mataeva, fue la gran decepción de la noche. No porque lo hiciese especialmente mal, pero es que un Oneguin sin una Tatiana que emocione, no es lo mismo. Esta soprano rusa, procedente del Mariinsky, no presentó deficiencias escandalosas, pero su canto es demasiado plano. Su voz lírica se movía cómoda en la zona central, con mayores apuros en cotas más comprometidas, con un volumen demasiado justito y sobre todo con unas limitaciones expresivas que son incompatibles con este personaje que precisa emocionar para ser creíble.
El bajo Günther Groissböck, como Gremin, destacó por su intencionado fraseo y contundentes graves en su preciosa aria. Bastante floja sin embargo estuvo Lena Belkina como Olga.
Helene Schneiderman fue una buena Lárina y mejor aún Margarita Nekrasova como Filíppievna, alcanzando profundidades muy notables con sus graves.
Emilio Sánchez, como Triquet, en su línea habitual. Mejor en el apartado actoral que en el vocal, aunque bastante hizo el hombre con no salir llorando del escenario tras ver la sonrojante pinta que se le había adjudicado.
El público asistente, salvo la señora del bolso con velcro que salió de la sala a la carrera (posiblemente para evitar su linchamiento), aplaudió a todos sin excepción, incluyendo a Trelinski que acudió al estreno, aunque los mayores bravos tuvieron por destinatarios a Korchak, Wellber y la Orquesta.
A pesar de los reparos que he hecho, la sensación con la que salí del teatro fue muy positiva, habiendo disfrutado de una estupenda noche de ópera, que tuvo su perfecto colofón en una cena con entrañables amigos que nos hizo olvidar el frío exterior y hasta el espantoso abrigo de Rappel.
Aunque Helga no se merezca que le hagamos publicidad gratis después de lo mal que trata al aficionado, como en el fondo soy muy bueno (y sobre todo, como sé que no me va a poder pagar ni con petromortadelos), desde aquí quiero animar a quien esté dudando si asiste o no a ver este “Yevgueni Oneguin”, o a quien tenga reticencias basadas en el desconocimiento de la obra o en que le imponga el hecho de enfrentarse a una “ópera rusa”, que acuda, que a buen seguro no saldrá defraudado. Tchaikovsky nunca falla.
Atticus, a parte que me acaba de salir el anuncio de La Redoute, decirte que según mi opinión, la Orquesta de la Comunidad no sonó como otras veces.
ResponderEliminarNo sé si será por Wellber o por la problemática que supone la marcha de algunos músicos y la cancelación a última hora y cuando ya estaban convocados los solistas, de las audiciones para cubrir plazas.
Los recortes presupuestarios han obligado a no cubrir las plazas y quizás eso tenga su repercusión. De hecho con Colbran comentamos que se veía menos plantilla que las otras veces.
Parece ser que no hay muy buen ambiente y el joven director se ha encontrado con algún desaguisado. La calidad es extraordinaria, que duda cabe, pero aquello no sonó como otras veces.
Aunque tú eres más optimista que yo, más o menos estamos de acuerdo en todo y la verdad es que, pese a la puesta en escena irregular, la dirección errática y los cantantes fríos, yo también acabé disfrutando mucho. Y mi parte favorita de la obra, que, llámame original, es el Kuda, kuda, fue todo un éxito.
ResponderEliminarlo de la plantilla que comenta Joaquim creo que se debe a lo que demanda el propio compositor en la partitura. En Aida había más músicos, me parece.
Joaquim: No sé por qué napias sale ese anuncio ni como cómo impedir que siga apareciendo.
ResponderEliminarTienes razón respecto a los problemas que vive la Orquesta, pero yo no aprecié el sábado que sonase peor que lo hacía antes en general. Los desajustes, que los hubo, pienso que eran más propios de una falta de acople en una función de estreno, que fruto de un problema más de fondo.
Pero en fin, iremos viendo (y oyendo).
Titus: A mí el Kuda, Kuda de Korchak me pareció espléndido. Y consiguió emocionar, que es lo que más se echó de menos en el resto de la noche.
En Aida había más músicos, seguro.
La Echalaz canceló por estar enferma. De suyo estuvo en Valencia durante los ensayos, pero no pudo cantar en ellos y tuvo que abandonar; El hecho de que algunas veces la orquesta tapara a los cantantes y coro es por la escenografía tan terriblemente abierta.
ResponderEliminarCreo que fue un Oneguin más que interesante en conjunto y digno de ver.
Gracias, Atttícus, fantástica crónica, da gusto aprender con vosotros. Para mí, lo peor fue lo escénico, es una pena porque comenzó muy bien y se fue degradando poco a poco hasta un final catastrófico, con los cantantes como si cantaran en versión concierto, además perdidos e inaudibles entre la marea sonora en medio de la sala, totalmente adramático. En lo vocal la impresión que dio y que está corroborada por los comentarios de las personas con las que hablé al salir de la función y con lo que he leído por los blogs no hubo nada que pudieras decir "esto es malo", todo se movió desde lo correcto sin más a lo bueno e incluso muy bueno.
ResponderEliminarHola a todos,
ResponderEliminarTodavía no he ido a la representación de Oneguin, voy el viernes, pero ya estoy disgustada. ¿Cómo es posible que hayan eliminado el coro de los campesinos? Es uno de momentos más intensos de la ópera, aunque sea en el primer acto. Además el coro es uno de los puntos fuertes de Palau, no entiendo porque no lo aprovechan. En fin, este Palau de les Arts no me parece muy serio. Ni hablemos del cambio de cantantes ni tampoco de las escenografías (que horror los "cupiditos" que he visto en las fotos de Oneguin).
Bueno, de todas maneras estoy encantada de leer vuestros comentarios. Estoy aprendiendo mucho y además me divierto un montón.
Sergi: Estoy de acuerdo en que este Oneguin tiene un nivel muy digno y vale la pena verlo
ResponderEliminarRespecto a Echalaz, yo no sé lo que ocurrió, pero los rumores que circulan apuntan a que estuvo enferma algunos días, pero que su ausencia se debe a que Helga decidió sustituirla faltando menos de una semana porque no le convencía, trayéndose a Mataeva que es bastante peor. Como les sobra el dinero...
Maac: Echamos de menos tus crónicas. Con esas sí que se aprendía.
El final de este Oneguin es un cúmulo de despropósitos escénicos y musicales.
Doretta: La eliminación del Coro parece que ha sido una decisión del director de escena y no del musical. Él sabrá por qué, pero me temo que sea cual sea la explicación no será nada sensata.
Efectivamente este Palau es muy poco serio.
Espero que cuando veas la función, vuelvas y nos cuentes tus impresiones.
Acabo de llegar de la segunda función y, efectivamente, la orquesta ha sonado en su diferentes secciones más empastada. Las trompas han sido deliciosas. El acompañamiento de las arias de Lensky y de Gremin ha sido exquisito.
ResponderEliminarLo peor es que no puedo dejar de oír en mi cabeza la Polonesa con la potente imagen del baile de tullidos asociada :-)
Gracias por tu información, Nibelungo. Esperemos que conforme avancen las funciones la cosa vaya mejorando.
ResponderEliminarAunque lo de los tullidos tiene mal arreglo...
Vuelvo a repetir: la Echalaz no pudo cantar en ningún ensayo por estar enferma.
ResponderEliminarY en cuanto al coro que se suprimió: en este caso no es culpa de la Helga, eso venía impuesto por la producción; al igual que el incluir un pequeño coro tras la polonesa que jamás se interpreta. No le echemos la culpa de todo a Doña Helga. Y que conste que yo no estoy de acuerdo en muchísimas cosas de esta señora.
Yo no creo que nadie en este blog le haya echado la culpa a Helga de la supresión del Coro de campesinos. En un comentario anterior, respondiendo a Doretta, dije que había sido decisión del director escénico.
ResponderEliminarRespecto a Echalaz, haya pasado lo que haya pasado, lo que sí es culpa de Helga es no informar al público de las sustituciones y sus motivos (al menos los oficiales).
Hola Atticus, hola a todos!
ResponderEliminarPerdonad que no haya escrito antes mi opinión del Oneguin del viernes. No me he podido conectar antes, pero ahora me voy a explayar:
En el primer acto la escenografía estuvo bien en general, aunque el vestuario para mi gusto era horrible y los bailecitos de los cantantes eran absurdos (movían los brazos como si fueran títeres).Los cantantes estuvieron bien, aunque Tatiana (Mataeva) tiene una voz con poca proyección, que personalmente no me gusta, no me dice nada.En cuanto a la música, eché en falta el coro de los campesinos, sigo sin entender porque el director de escena lo ha eliminado. La orquesta estuvo muy bien, pero creo que hubo algo de desafinación en la escena en que Tatiana se queda sola,después de conocer a Oneguin. Creo que fue un problema de los instrumentos de cuerda,pero a lo mejor fue un problema de mis oidos (los constipados hacen estragos). Si alguien fue el viernes y notó algo, le agradecería que me lo confirmase.
2ºacto: La escenografía horrible. El baile espantoso, la máscara del lobo no tenía ningún sentido, tampoco el baile con los ojos vendados o con gafas de sol, ni que Lenki bailase con el fantasma de Oneguin. La escenografia del momento de Triquet me pareció más horrible todavia, ridícula con los chicos en pañales,así que como me resultaba insoportable a la vista, decidí cerrar los ojos y concentrarme en la música, porque la escenografía lo único que hacía era perturbarme. Ahora bien, también hubo momentos en los que disfruté mirando, como el enfrentamiento de Lenski y Oneguin que transcurrió en la pasarela, porque los ví y los oí muy de cerca y al mismo tiempo no veía el fondo del baile, con esas lámparas verdes horripilantes y esos vestidos grotescos. Musicalmente la orquesta estuvo creo que perfecta y me deleité con Korchak (Lenski). Es un cantante que a parte de tener una técnica muy buena y una voz muy bonita, llena el escenario con su sola presencia. Oneguin (Rucinski) en cambio estaba como encorsetado. El momento sublime fue, como ya habeis dicho en el blog, el aria de despedida de Lenski. Fue de los pocos momentos en que la escenografía me pareció acertada, muy poética, acorde con la intensidad dramática del momento y la voz de Korchak. Solo por esos minutos valió la pena toda la representación!
3er acto: La escenografía, para no variar demasiado, me pareció también de muy mal gusto, con esos zombis espantosos. Así que volví a mi técnica de cerrar los ojos y solo escuchar. El traje de Tatiana no me pareció tan femme fatal como habeis comentado, pero con el fondo rojo el color fucsia del vestido me pareció antiestético (lo siento, debo ser muy clásica, pero el rosa y el rojo juntos no me gustan nada!). Creo que Mataeva mejoró bastante en este acto, se la oía más, salvo unos pocos minutos finales en que la orquesta sonó tan fuerte que no se oia a los cantantes. Rucinski me gustó un poco más desde el punto de vista actoral,pero no me llegó a emocionar. Quizás fue también que el director de escena le hizo estar muy contenido, pero yo creo que la ópera no es para contenerse, es pura pasión!!!
Bueno, resumiendo, la orquesta muy bien y Korchak espléndido. Los demás ni frio ni calor, incluido el coro (quizás por ese ropaje horrible que les pusieron).Bueno, me gustó otro aspecto de la ópera, la iluminación.
Ahora ya sí que me despido, espero no haberos aburrido demasiado.
Doretta: Gracias por dejarnos tu opinión sobre la función que viste de Oneguin. No nos has aburrido en absoluto con una crónica exhaustiva con la que coincido casi en su totalidad.
ResponderEliminarYo no estuve en la función del viernes, pero sí en la de ayer y la orquesta me gustó más que el día del estreno, aunque sigue habiendo cosas que no se han corregido, fundamentalmente el volumen excesivo, sobre todo en la escena final, y el desequilibrio entre metales y cuerdas en la Polonesa.
Ruczinski cumple vocalmente con el papel principal y su estatismo creo que es achacable a la dirección escénica.
Sigue pareciéndome una lástima que la propuesta escénica del primer acto, que me parece muy acertada, no tenga continuidad en el resto de la obra.
Gracias de nuevo por tu colaboración, esperamos contar contigo en más ocasiones.
He tenido la oportunidad de asistir a 2 representaciones de "Eugene Oneguin". La primera con Irina Mataeva como Tatiana y la segunda con Kristine Opolais. Decir que Amanda Echalaz vino a Valencia y no pudo ni ensayar al ponerse enferma. Gergiev proporcionó a la rusa y Helga consiguió a Kristine que estaba cantando Nedda en La Scala. Esa es la verdad.
ResponderEliminarLa puesta en escena me gustó mucho salvo la primera escena del 2º acto. Pero Triquet habitualmente es ridiculizado en todas las producciones modernas. No me gusta la pasarela tan en boga hoy en día y me estorbó el afán de protagonismo del coreógrafo convertido en mimo por él mismo. No entendí que se cortara el coro de los campesinos. A Helga y Omer Wellber no les parecía bien, pero la producción era así y no había presupuesto para modificarla.
La primera función a la que asistí estuvo bien, pero la de anoche fue magnífica. Mataeva es una Tatiana muy justita y con muchos problemas en el 3er. acto, Opolais estuvo pletórica y fue la mejor de la noche, obligando al resto a esforzarse más. Excelente Korchak, excepcional en "Kuda, Kuda" (¡Qué belleza, qué sentimiento, qué emotividad). Rucinski muy correcto vocalmente, pero frío como un témpano de hielo las dos noches. Groissbock un gran Príncipe Gremin y Nekrasova muy bien como Filippievna. Correctos el resto. Muy bien el coro y la orquesta (mucho mejor anoche). Muy bien Wellber. Dirigió con gusto y muchos matices, quizá con demasiado volumen en algún momento y exceso de gestos. También mucho mejor anoche. Creo que puede ser un buen Director para estos años de crisis y escasez de presupuesto.
Un magnífico "Eugene Oneguin", el de anoche, que tuvo un considerable éxito entre el público que llenaba la sala.
Un aficionado a la ópera.
Muchas gracias por tu interesante comentario, Aficionado a la ópera.
ResponderEliminarYa veo que nuestra amiga Helga ha vuelto a hacer de las suyas. Y no lo digo porque haya traído a Opolais, sino por hacerlo de nuevo a escondidas y haciendo ostentación de que el público le importa un bledo.
Me alegra mucho leer que al menos en estas últimas funciones vamos a tener una Tatiana de nivel. La guapa cantante letona tiene carácter y condiciones para conseguirlo. Yo iré el viernes. ya veremos.
Prácticamente coincido contigo en todas tus apreciaciones de este Oneguin. Tienes razón en que Triquet es objeto de ridiculización en casi todas las producciones, pero en esta ocasión se roza lo denunciable.
Gracias de nuevo por tu aportación.
Perdona las correcciónes Anónimo aficionado pero Amanda Echalaz SÍ ensayó durante tres semanas. Mataeva no fue cosa de Giergev sino del propio director de escena. Ella ya había cantado el papel y conocía perfectamente la puesta en escena. La Sra. Opolais tampoco es cosa de Helga pero de Wellber según los comentarios después de la función en un conocido restaurante donde la propia Opolais cenaba en compañía de algunos amigos y otros solistas de la función.
ResponderEliminarPor cierto, en la función de anoche pude ver algunas cámaras filmando desde varios sitios de la sala.
Alguien sabe si es para un posible DVD o para Canal9?
¿Lo de Canal9 lo dirás de guasa, no?
ResponderEliminarSi no canta Camps, fijo que no.
No estaría mal un DVD con Espinete Triquet para la posteridad...
No es de guasa. Es que al ver varias furgonetas de Canal9 y todas esas cámaras en la sala, me imaginé una cosa o la otra.
ResponderEliminarEspinete Triquet para la posteridad, sí!!!!