“Mujer con ojos azules” – Amadeo Modigliani – 1918 – Museo Arte Moderno - Paris
"Die zwei blauen Augen von meinem Schatz" (Los ojos azules de mi tesoro) es la última de las cuatro canciones del ciclo “Lieder eines fahrenden Gesellen” (Canciones de un camarada errante), del que ya he hablado en este blog en alguna otra ocasión, compuesto en 1884 por un joven Gustav Mahler que a la sazón contaba 24 añitos. La versión orquestal data de 1893 y el ciclo completo no se estrenaría hasta el 16 de marzo de 1896 en Berlín, donde se presentaría en su versión para orquesta, bajo la dirección del propio Mahler y con la voz del barítono holandés Anton Sistermans.
Königliches Theater - Kassel |
En unas cartas dirigidas a su amigo Fritz Löhr, escritas en agosto de 1884 y enero de 1885, Mahler habla de sus sentimientos por una joven cuyo nombre no menciona, pero que nadie duda de que se trataba de Johanna Richter. Las canciones, escribía, “están dedicadas a ella... son como si un compañero errante, que ha tenido un infortunio, saliera a recorrer el mundo caminando”.
Mahler se opuso desde un principio a reconocer la autoría de los poemas que componen los textos de este ciclo de canciones, confesando tiempo después que la sencillez e inocencia de los versos surgidos de su apasionado amor le hacían sentir ridículo. La temática es típica del romanticismo, la figura del protagonista que, decepcionado por la cruel realidad, se lanza a vagar por los caminos, en comunión con la naturaleza, buscando un sentido a la existencia que no encontrará sino con la propia muerte.
Cuando Gustav Mahler escribe su revolucionaria Primera Sinfonía, “Titán”, obra que, como se sabe, nunca quiso llamar Sinfonía sino Poesía Sinfónica en dos partes (por respeto a Beethoven, decía), incorpora diversos fragmentos melódicos del ciclo "Lieder eines fahrenden Gesellen". Entre ellos, se pueden escuchar las notas de "Die zwei blauen Augen von meinem Schatz" en el tercer movimiento de la “Titán”. Quizás esta utilización del ciclo para formar parte de su obra sinfónica, el hecho de que se trate de canciones de juventud lejos todavía del Mahler más maduro, o que el propio compositor no fuese precisamente un ardiente defensor de estas piezas, ha originado que haya existido una cierta infravaloración de las mismas.
Si yo quería traer aquí hoy "Die zwei blauen Augen von meinem Schatz" es porque, aun reconociendo su aparente sencillez y que todavía se encuentra lejos de otras piezas liederisticas de más peso como los Rückert-Lieder o “La Canción de la Tierra”, reconozco que es uno de mis lieder favoritos de Gustav Mahler. Su melodía siempre me ha resultado emocionante y cautivadora, pues creo que transmite de forma espléndida la paz de espíritu que finalmente encuentra el protagonista. Además, ya se pueden atisbar en este lied muchos rasgos de su maestría compositiva en el género, que culminaría con “La Canción de la Tierra”, con cuyo último fragmento, “Der Abschied”, guarda no pocas semejanzas.
Este lied es una marcha fúnebre que, no obstante, no acaba de mostrar este carácter sombrío ya que apenas se deja entrever envuelta en la agradable atmósfera que va creando la sosegada y dulce melodía. En el poema, el caminante finaliza su peregrinar al que le llevaron aquellos ojos azules que le enamoraron y encontrará la muerte bajo el árbol del tilo, al que se dirige con lentos y rítmicos pasos para olvidar el dolor de la vida.
Pero no estamos en este caso ante una muerte desesperada dominada por la tristeza y la frustración, sino llena de sosiego y resignación, encontrándose con “el amor y el dolor, y el mundo y el sueño”, todo lo cual nos es descrito perfectamente por la música, donde yo destacaría el emocionante sonido del arpa que surge tras un silencio de la orquesta, o ese lento apagarse, como la vida del protagonista, de las últimas notas de una música que transmite la paz eterna.
Este es uno de esos fragmentos en los que me parece un crimen imperdonable lanzarse a aplaudir nada más terminar la música. Creo que ese final merece unos segundos de reposo, de comunión con ese lamento resignado que hemos sentido como el nuestro propio a través de la música y el canto.
Os propongo en esta ocasión la escucha de tres versiones distintas. En primer lugar, tenemos una de las interpretaciones referenciales del ciclo, la protagonizada por el gran barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau, posiblemente el cantante que más grabaciones tenga en su haber de esta página mahleriana, acompañado en esta ocasión por la Orquesta Philharmonia dirigida por otro grande, Wilhelm Furtwängler, en 1952. Todo un ejemplo de dicción, expresividad y modulación:
Pese a que fue escrito para voz masculina, son muchas las mezzosopranos que han cantado el ciclo, como por ejemplo la genial Christa Ludwig, otro referente en el lied mahleriano. Sin embargo, yo quería traer hoy a la sueca Anne Sofie Von Otter, en esta grabación en la que está acompañada por John Eliot Gardiner al frente de la NDR-Sinfonieorchester, que, aunque ha sido cuestionada por algunos, a mí me parece una interpretación delicada y bellísima, al tiempo que derrocha expresividad y técnica vocal, sabiendo transmitirnos perfectamente ese resignado sosiego del protagonista:
Y finalizo con otro barítono alemán, esta vez Christian Gerhaher, todo un especialista en el género del lied y en Mahler y una de las voces baritonales más bellas que yo he escuchado en un teatro. Aquí podemos verle acompañado por la Gustav Mahler Jugendorchester, bajo la dirección de Herbert Blomstedt en un concierto de los londinenses PROMS de 2010:
Los ojos azules de mi tesoro
me han arrojado al ancho mundo.
¡Tuve que dejar
los lugares amados!
¡Oh, ojos azules! ¿Por qué tuvisteis que mirarme?
ahora tengo tristeza y pena eterna.
Partí en la noche tranquila
por la oscura pradera.
Nadie me dijo adiós.
¡Adiós! ¡El amor y el dolor son mi única compañía!
Ahí, junto al camino, hay un tilo.
¡Y ahí por fin encontré descanso en el sueño!
Bajo el tilo que nevaba
sus flores sobre mí.
¡Supe que todo en la vida estaba bien otra vez!
¡Todo! ¡Todo, el amor y el dolor
y el mundo y el sueño!
¡Tuve que dejar
los lugares amados!
¡Oh, ojos azules! ¿Por qué tuvisteis que mirarme?
ahora tengo tristeza y pena eterna.
Partí en la noche tranquila
por la oscura pradera.
Nadie me dijo adiós.
¡Adiós! ¡El amor y el dolor son mi única compañía!
Ahí, junto al camino, hay un tilo.
¡Y ahí por fin encontré descanso en el sueño!
Bajo el tilo que nevaba
sus flores sobre mí.
¡Supe que todo en la vida estaba bien otra vez!
¡Todo! ¡Todo, el amor y el dolor
y el mundo y el sueño!
Me encanta esta canción, y a pesar de haber sido abducido para los restos por Janet Baker, la interpreación de Von Otter me ha gustado muchísimo. No sé que le pueden reprochar. Mil gracias
ResponderEliminarGracias por recordarme a Baker. Olvido imperdonable no haberla al menos mencionado.
EliminarLa interpretación de Von Otter me parece buenísima, pero he leído a quien le reprocha poca ortodoxia mahleriana ( a ella y a Gardiner) y que su registro no es adecuado.
Tontuneces cuando estamos ante una interpretación con tanta hondura y sentimiento.
Interpreación uenísima, epito
ResponderEliminarAcias or epetir.
Eliminaropino como JL, la Otter hace una interpretación muy sentida y soñadora. Me ha emocionado más que los hombres. Preciosa canción que le sienta muy bien a la sinfonía.
ResponderEliminarpor cierto, no me negarás que Mahler con barba gana un montón ;)
Atticus, un favor, podrías quitar el "demuestra que no eres un robot" para hacer los comentarios más ágiles? estos de Blogger parace que no quieren que opinemos!
un beso
Estamos de acuerdo con Otter y me alegro porque me quedé un poco "ploff" cuando leí a algún prestigioso crítico y mahleriano de pro cuestionar esta interpretación que a mi siempre me ha parecido espléndida.
EliminarJajaja... muy bueno lo de la barba... aunque la juventud también influirá.
Hace tres días quité al maldito robot precisamente por el motivo que dices, pero desde entonces me llovieron los comentarios de spam y esta misma tarde lo he tenido que volver a activar porque me estaban colapsando. Sorry. Volveré a intentarlo.
Besos